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La educación que atiende a la diversidad

La idea de un aula que estuviese compuesta por alumnos con características más o menos
homogéneas, es un proyecto irrealizable. En la actualidad nos encontramos que, cada vez de
manera más frecuente, las aulas son escenarios donde se concentran grupos de alumnos con una
gran diversidad. Por ejemplo, diferencias por razones sociales (niños y jóvenes en situaciones de
riesgo social, procedencia de diferentes ámbitos sociales); étnicas y culturales (alto nivel de
alumnos que provienen de otras culturas y distinta lengua), alumnos con baja motivación o altas
capacidades, alumnos con necesidades educativas especiales, etc.

Todo esto conlleva que los procesos de enseñanza y aprendizaje no sólo tengan como base los
distintos niveles educativos marcados: Educación Infantil, Educación Primaria, Secundaria, etc.
donde se estructuran y marcan unos "tipos” de aprendizaje determinados (aprendizaje por
descubrimiento, por imitación, modelado, memorístico, significativo…) según los niveles
previstos y con un proyecto curricular y/o de programación ya marcado. Sino que además hay
que hacer frente a todas esas características que encontramos en las aulas que sí marcan o
tendrían que marcar, unos cambios en el planteamiento actual de la Educación.

De esa manera, tendrían que plantearse adaptaciones o modificaciones en los distintos niveles
que conforman la comunidad educativa:
- La política educativa tendría que comenzar a establecer - dentro de los distintos proyectos
curriculares o programaciones - una fórmula dónde se diese cobertura a este tipo de situaciones
reales que están apareciendo en las aulas, aunque fuese de una manera generalista.

- Estos cambios o adaptaciones en las políticas educativas harán que los propios Centros deban
intentar adaptarse a sus situaciones concretas, lo que conllevará un posible cambio en los
diferentes estratos que conforman la estructura interna del Centro.

De este modo habrá que trabajar en:


- La situación concreta del aula.
- A nivel de Profesores
- A nivel del alumno
- A nivel del resto de la Comunidad Escolar (padres, profesionales implicados, etc.)

Así conseguiremos que la adaptación se dé en todos los niveles, desde el más general (desarrollo
a nivel político) hasta el último escalón (el alumno).

Todo esto llevaría a una modificación en muchos de los planteamientos actuales en materia
educativa. Habría que trabajar mucho más la integración, en algunos casos potenciando un
aprendizaje cooperativo entre los alumnos, utilización del refuerzo educativo o la autorización
incluso grupal para proporcionar a esos alumnos con sus "necesidades” un lugar fuera del aula
habitual, donde puedan adquirir de manera progresiva, conocimientos o habilidades sin tener que
renunciar al contacto con su grupo, atención más personalizada, de manera puntual, a alumnos
con déficit conductual, social o académico. Incluso, en la medida de lo posible, disminuir la ratio
de alumnos por aula para dar esa atención personalizada.

Tendremos que seguir trabajando los distintos tipos de aprendizaje comúnmente utilizados pero
habrá que hacer adaptaciones o diversificaciones curriculares para adaptarlas a los alumnos que
lo necesiten.

La diversidad del alumnado constituye una realidad en los centros educativos y ha de ser asumida
por todo el profesorado con criterios de normalización, atención personalizada e inclusión. El
Plan de Atención a la Diversidad que los centros elaboran recoge las medidas organizativas
ordinarias y extraordinarias para dar respuesta a las necesidades educativas de todo el alumnado.

Paradigma de inclusión desde una perspectiva de Derechos Humanos


La educación inclusiva es un proceso de formación fundamentado en la idea de que en el ser
humano existen singularidades en la forma de aprender que promueven la utilización de los
recursos necesarios para cada individualidad y considera que cada persona tiene una historia
de vida marcada por factores de naturaleza orgánica, social o cultural; e implica, al mismo
tiempo, que todos en una determinada comunidad aprendamos juntos, independientemente de
nuestras condiciones personales, sociales o culturales, incluidos quienes presentan una
discapacidad.

De esta manera, la educación inclusiva se nos presenta como un nuevo paradigma fundamentado
en las directrices que recogen las diferentes legislaciones, encuentros y congresos internacionales
que, sobre temas educativos y de derechos humanos, se han celebrado desde 1948. Y responde a
un debate internacional iniciado en la Conferencia Mundial celebrada en 1990 en Jomtien,
Tailandia, bajo el planteamiento de “Educación para todos” (EPT), y que tiene en la
Declaración de Salamanca de 1994, su punto de partida definitivo, al reconocerse que la escuela
ordinaria debe y puede proporcionar un buen nivel educativo para a todos los alumnos,
independientemente de sus diferentes aptitudes.

La educación inclusiva (EI) trabaja en pro de la consecución de dos objetivos fundamentales: la


defensa de la equidad y la calidad educativa para todos los alumnos, sin excepciones, la lucha
contra la exclusión y la segregación en los procesos de enseñanza.

Tomasëvski (2001). explica que, con base en los derechos humanos, la educación no sólo es un
derecho social, sino una obligación de los gobiernos, por lo que el derecho a educarse sólo se
entendería a partir de la obligación que tienen los mismos para garantizarlo.

Bracho y et al., con base en Tomasëvski, describen, como mínimo, cuatro características que
debería tener este derecho: “que la educación debe estar disponible; así como ser accesible,
aceptable y adaptable para todos”; refiriéndose, al mismo tiempo, a tres formas de entender el
derecho social de educación: “derecho a, derecho en y derecho a través de la educación”.

Para conseguir estos objetivos es necesario un cambio radical a dos niveles paralelos y
complementarios: el primer nivel tendría que darse en la mentalidad de la gente: las familias, las
organizaciones de personas con discapacidad, además de las autoridades, directores de escuela,
personal y sindicatos, etc.

El otro cambio radical se daría al percibir la educación a través de un prisma inclusivo que
suponga pasar de considerar al niño como un problema, a reconocer que el problema, en todo
caso, se manifiesta en el sistema educativo para de esta forma lograr, entre otros factores,
una reconfiguración de las escuelas que garantice que todos los educandos, sin excepción, puedan
aprender eficazmente.

De lo anterior, afirmamos que el nuevo paradigma educativo de la educación inclusiva es un


proceso de cambio que promueve igualdad, equidad y justicia social en el derecho de todos a una
educación con calidad.

La educación inclusiva percibe la educación como primordial para el desarrollo, tanto del
individuo como de la sociedad. En el informe de la Unesco, La educación encierra un tesoro, se
afirma que la educación es más que adquirir una serie de habilidades básicas. Por ende, ésta es
crucial para el desarrollo social y personal, también es concebida como imprescindible en
el intento de los seres humanos “de lograr los ideales de la paz, la libertad y la justicia” y “uno de
los principales medios disponibles para fomentar una forma más profunda y armoniosa del
dearrollo humano, y de ese modo, reducir la pobreza, la exclusión, la ignorancia y la guerra”.

La Unesco, en su informe Orientaciones para la inclusión, menciona que la educación inclusiva


se concibe como un proceso que permite abordar y responder a toda la diversidad educativa, al
reducir la exclusión dentro y fuera del sistema educativo. Asimismo, el objetivo de la inclusión es
dar respuesta apropiada a todos los estudiantes, tanto en entornos formales como en los no
formales de la educación.

El documento resalta que la educación inclusiva simboliza un camino que examina cómo
convertir los sistemas educativos y otros entornos de aprendizaje, con el fin de responder a toda
la diversidad educativa. Siendo el propósito de ésta permitir que los maestros y estudiantes se
sientan cómodos ante la diversidad, y no la perciban como un problema, sino como un desafío
y una oportunidad para enriquecer el entorno de aprendizaje.

Ya desde 2003, Ainscow, había identificado cuatro elementos recurrentes en todas las
definiciones de educación inclusiva:

● La inclusión es un proceso. La inclusión debe considerarse como una búsqueda


interminable de formas más adecuadas de responder a la diversidad.
● La inclusión se centra en la identificación y eliminación de barreras. Supone la
recopilación y evaluación de la información de fuentes muy diversas, con el objeto de
planificar mejoras en las políticas y las prácticas inclusivas.
● La inclusión es asistencia, participación y rendimiento de todos los alumnos. Se refiere
al lugar donde los alumnos aprenden, a la calidad de las experiencias.
● La inclusión pone una atención especial en aquellos grupos de alumnos en peligro de
ser marginados, excluidos o con riesgo de no alcanzar un rendimiento óptimo.

Tedesco et al., (8) con respecto al Informe Delors,5 mencionan que uno de los pilares básicos de
la educación del siglo XXI es “aprender a vivir juntos”. Y continúan: “para que un sistema se
considere eficazmente inclusivo se requieren cambios profundos en las mentalidades, las
políticas y las prácticas”. Afirman que “los sistemas inclusivos tienen su mirada en el aprender.

Los autores concluyen que la educación inclusiva puede percibirse como un principio transversal
a la organización y funcionamiento de los sistemas educativos, que este enfoque busca incluir, a
través de una atención diferencial y personalizada que toma en cuenta las diversidades de los
estudiantes. Para lograr esto se necesitan marcos universales que establezcan de forma clara la
visión, objetivos y resultados comunes para la diversidad de poblaciones y grupos.

Esto indica que el mundo cambia, la sociedad exige centros educativos que ayuden a construir el
cambio social trabajando en conjunto; y busca la colaboración entre grupos, personas,
comunidades e individuos para lograr una verdadera transformación de la cultura que apoye a la
mejora del tejido social y que trabaje en pro del colectivo y no de las individualidades.

Educación para todos

Hace más de cuarenta años, las naciones de la tierra afirmaron en la Declaración Universal de
Derechos Humanos que “toda persona tiene derecho a la educación”. Sin embargo, pese a los
importantes esfuerzos realizados por los países de todo el mundo para asegurar el derecho a la
educación para todos.

Al mismo tiempo, el mundo tiene que hacer frente a problemas pavorosos: en particular, el
aumento de la carga de la deuda de muchos países, la amenaza de estancamiento y decadencia
económicos, el rápido incremento de la población, las diferencias económicas crecientes entre las
naciones y dentro de ellas, la guerra, la ocupación, las contiendas civiles, la violencia criminal,
los millones de niños cuya muerte podría evitarse y la degradación generalizada del medio
ambiente. Estos problemas frenan los esfuerzos para satisfacer las necesidades básicas de
aprendizaje y, a su vez, la falta de educación básica que sufre un porcentaje importante de la
población impide a la sociedad hacer frente a esos problemas con el vigor y la determinación
necesarios.

La UNESCO considera que la educación es un derecho humano para todos, a lo largo de toda la
vida, y que el acceso a la instrucción debe ir acompañado de la calidad. La UNESCO es la única
organización de las Naciones Unidas que dispone de un mandato para abarcar todos los aspectos
de la educación.

En 1990 la Declaración Mundial de la Educación para todos de la UNESCO, con el fin de buscar
la universalización de la educación reconoció la necesidad de suprimir la disparidad educativa
particularmente en grupos vulnerables a la discriminación y la exclusión (incluyó niñas, los
pobres, niños/as trabajadores y de la calle, población rural, minorías étnicas, población con
discapacidad y otros grupos). A partir de esta declaración se ha manejado el concepto de
Educación para Todos (EFA Education for All) tanto desde la UNESCO y otras agencias de
cooperación internacional como el ideal de un mundo en el que todos los niño/as tienen acceso y
se les garantiza que reciben una educación de calidad.

La educación en este contexto es un concepto amplio que busca posibilitar que todos los alumnos
adquieran conocimientos y desarrollen habilidades, actitudes y hábitos que contribuyan a su
bienestar mental y social. La educación se define como el crecimiento de un individuo al pasar de
un estado de dependencia relativa a uno de relativa independencia mental, física, emocional y
social.

La formación docente frente al desafío de la diversidad


El concepto de diversidad se sustenta en la aceptación y el respeto de las diferencias individuales
como condición inherente a la naturaleza humana, y en la posibilidad de brindar una respuesta
educativa a la necesidad de cada persona. Asumir la diversidad en la escuela no resulta sencillo,
de la misma manera que no lo es aceptarlo en nuestro propio medio.
La historia de la educación se ha basado durante un gran período de tiempo en sostener y
conservar la homogeneidad. La propuesta educativa era representada por un único modelo al que
debían adaptarse todos los alumnos, el que no podía quedaba excluido o apartado del sistema
educativo, poco realista o con intereses en sí mismo.
Actualmente se ha avanzado en cuanto a la concepción de los derechos humanos y a la idea de
integración e inclusión de las personas, no sólo en la educación sino en todos los ámbitos de la
sociedad; pero a pesar de la proliferación de los discursos sobre la aceptación de la diversidad
sostenidos por los nuevos paradigmas de las distintas políticas sociales y educativas, aún
prevalece la normalización, homogeneidad y simultaneidad como premisas ineludibles de las
prácticas educativas cotidianas.

Cada niño que ingresa a la escuela presenta características bio-psico-sociales diferentes,


originadas en diferencias familiares, económicas, culturales y sociogeográficas. Allí encuentra un
sistema de enseñanza bastante uniforme, a cargo de maestros que han sido formados para estar al
frente de un grupo de niños con determinadas características stándares. Este contraste entre la
realidad de los alumnos y la práctica docente provoca desajustes, problemas que complejizan el
escenario de la acción educativa. En tal sentido, nos parece pertinente reflexionar y
conceptualizar algunos de estos planteamientos, tomando como base la posibilidad de conocer y
reconocer la heterogeneidad de los grupos de alumnos, reconceptualizando de esta manera las
prácticas docentes.
La política educativa actual legaliza la atención a la diversidad y a la integración pero no
acompaña la preparación de los docentes en ejercicio responsables de llevar a la práctica las
reglamentaciones vigentes. Para poder trabajar concientemente en un proyecto de inclusión es
indispensable la capacitación de los docentes en servicio para lo que sería prioritario realizar un
adecuado estudio de la situación y así poder actuar en consecuencia.
Comenzar a explayarse en el tema de integración nos remite indefectiblemente a un modelo, aún
no desterrado, de dos sistemas paralelos como son la escuela especial y la escuela común.
Transformar el sistema educativo vigente es centrarnos en la idea de un modelo unificado cuyo
fundamento pedagógico se base en la “individualización personalista”. En la actualidad nos
encontramos con diversas posturas y procesos frente al cambio:Hay escuelas muy consolidadas
que sostienen la integración desde un concepto amplio en su proyecto educativo, actuando como
un único equipo de profesionales en el cual interactúan maestros especiales y comunes.

Paradójicamente, al mismo tiempo encontramos escuelas que sostienen la integración limitándose


a niños con necesidades educativas especiales (NEE), claramente definidas, agudizando sus
dificultades para atender la complejidad de las situaciones referidas a los trastornos de
aprendizaje que frecuentemente se presentan en los distintos grupos escolares. También
encontramos otras escuelas que rechazan la propuesta , por ignorancia o falta de preparación,
situación que produce desconcierto y temor frente a lo desconocido.
Ante esta realidad consideramos pertinente reflexionar sobre el concepto de integración desde
una visión amplia y abarcativa, no como un fin en sí misma, sino como un proceso de
transformación que trasciende el ámbito escolar y que hace de la diversidad su paradigma.
Integrar es coordinar, es trabajar con la diversidad y las diferencias, es pensar y concebir la
posibilidad de que convivan personas con distintas capacidades e intereses, con diferentes formas
de pensar y actuar, donde se resignifiquen y respeten las diferencias.
Las buenas intenciones no bastan, la intuición tampoco, el maestro además de mostrar una actitud
humanitaria debe poseer conocimientos sólidos para poder abordar una criteriosa integración
escolar, donde la mirada esté más dirigida a las necesidades individuales de cada niño y su
posibilidad de desarrollo que a las debilidades del mismo.
Todo rol se va redefiniendo en un proceso continuo, es un constante desafío que sólo puede
superar un profesional reflexivo, autónomo y transformador. Docente que ha de definir su rol en
un compromiso con la realidad de su tiempo, con sus alumnos, con su comunidad; en la
capacidad de realizar reflexiones críticas, de tomar decisiones y de gestar cambios en sí mismo y
en sus prácticas. Si deseamos abordar la diversidad como elemento prioritario del lineamiento
educativo debemos plantearnos desde cada institución con su Proyecto Educativo, un equipo
docente capaz de actuar integradamente en propuestas compartidas. Las prácticas educativas
individualistas han perdido vigencia frente a la escuela de hoy, como así también la estructura
verticalista de las instituciones escolares tradicionales.
Una escuela abierta a la diversidad requiere de docentes capaces de reconocer la heterogeneidad
como premisa ineludible, haciendo propia la consigna de que “todos los niños pueden aprender”,
adaptando las enseñanzas a las necesidades y ritmos del aprendizaje individual. No se trata
solamente de acompañar el proceso evolutivo de cada educando, a esto hay que sumarle la
intencionalidad pedagógica. Para ello deberá repensar estratégicamente modos de enriquecer con
creatividad diferentes situaciones de aprendizaje desde una visión constructivista.

La política educativa legaliza la atención a la diversidad y a la integración pero no acompaña la


preparación de los docentes en ejercicio responsables de llevar a la práctica las reglamentaciones
vigentes.

Referencias

https://www.educaweb.com/noticia/2008/01/28/diversidad-aula-nuevos-retos-educacion-2759/
https://www.educacion.navarra.es/web/dpto/atencion-a-la-diversidad
http://cienciauanl.uanl.mx/?p=1375
https://www.humanium.org/es/declaracion-mundial-sobre-educacion-para-todos-satisfaccion-de-
las-necesidades-basicas-de-aprendizaje/
https://www.seminariumcertificacion.com/la-formacion-docente-frente-al-desafio-de-la-
diversidad/

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