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La ciudadanía múltiple o la nuda vida en geopolítica

En pleno siglo XXI, época en la que la globalización se ha afianzado como uno de los
caracteres fundamentales que influyen de manera directa e indirecta y de manera
constantemente en todas aquellas personas que habitan el planeta, una especie de sujeto
cosmopolita se ha vuelto parte del ideario colectivo. Se habla de “ciudadanos del mundo”
en una especie de idealización romantizada de la hiperconectividad que se ha desatado en
todo el mundo:

dentro de un tejido de experiencia objetivamente cosmopolita, fragmentos de culturas que


la antropología y la etnología occidentales conceptualizaron como «étnicos» reaparecen
de repente en contextos metropolitanos, mutando su signo pero alimentando al mismo
tiempo una poderosa demanda de «consumo cultural», que llega a redeterminar el
significado de términos como democracia y ciudadanía. (Mezzadra, 2005:102).

No obstante, a pesar de que haya esta hiperconectividad y flujo de cuerpos de


manera global gracias a los avances tecnológicos y la apertura de mercados internacionales,
todos estos siguen estando sometidos por fronteras políticas, sociales y culturales que
determinan la manera cómo pueden vivir y desplazarse en el territorio. No es lo mismo ser
alguien que nació en Colombia, que alguien que nació en Afganistán, India o España, y esto
aplica de la misma manera al interior de estos mismos países. Hay una valoración
economizada, racializada y sexualizada de los cuerpos que delimitan la oportunidad de ser
dignos de tener acceso a otros territorios. Una se somete a la inspección y aprobación de
entidades políticas que ejercen la soberanía sobre determinados territorios.
La soberanía parte del reconocimiento de un agente político, usualmente el Estado,
de quién y quién no puede ser sujeto reconocido como integrante de la sociedad porque está
sometido al ejercicio de poder a través de dispositivos y tecnologías que estructuran el
poder soberano sobre el territorio1:

Un buen soberano, se trate de un colectivo o de un individuo, es alguien que está bien


situado dentro de un territorio, y un territorio bien controlado en e1 plano de su obediencia
al soberano es un territorio con una buena disposición espacial. Pues bien, todo eso, esa

1
Benedict Anderson En las Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del
nacionalismo de Benedict Anderson, publicada en 1983, se señala que el mapa (dónde), el censo (quiénes) y
el museo (cómo) fueron parte de lo que permitieron la consolidación del estado nación en sudeste asiático.
idea de la eficacia política de la soberanía, está ligado aquí a la idea de una intensidad de
las circulaciones: circulación de las ideas, circulación de las voluntades y las órdenes y
también circulación comercial. (Foucault, 2006:32).

Michel Foucault se dedicó a señalar cómo fue que, desde la época moderna, entre el
siglo XVII y el XIX, el estado-nación se apoyó en las ciencias de la vida (la biología,
ecología, zoología), y como el principal promotor del ejercicio de poder en el mismo
ámbito biológico de los sujetos. “Según Foucault, ‘el umbral de modernidad biológica’ de
una sociedad se sitúa en el punto en que la especie y el individuo, en cuanto simple cuerpo
viviente, se convierten en el objetivo de sus estrategias políticas” (Agamben, 1998: 11). Así
fue que llegó y mantuvo su discusión sobre la biopolítica y la manifestación del biopoder
que se encarna en los cuerpos cuando hay una incrustación de la política en la vida misma
de los sujetos, mediante políticas de salubridad (las cárceles y la eugenesia) y la salud
mental (los manicomios y la sexualidad).
Como señala el filósofo Giorgio Agamben, lamentablemente la muerte impidió que
Foucault llegara a desarrollar aún más su teoría sobre la biopolítica (Agamben, 1998:13),
sin embargo, el pensador italiano se ha dedicado a retomar y expandir dicho concepto en
unión a una revisión de la obra de Hanna Arendt La condición humana de 1958. En su obra
de 1995 Homo sacer. El poder soberano y la nuda vida, Agamben discute el concepto
usado por Foucault, pero crítica la idea de que este se haya originado desde la edad
moderna. El italiano señala que la biopolítica se hizo patente desde la sociedad griega, los
cuales utilizaban el concepto de zoé y bios, el primero para referirse a la vida tal cual y el
segundo para referirse a la forma que esta adquiría forma en tanto seres humanos y sociales.
Fue con la constitución de la polis que la zoé pasó a formar parte integral del interés
político y social:

La biopolítica es, en este sentido, tan antigua al menos como la excepción soberana. Al
situar la vida biológica en el centro de sus cálculos, el Estado moderno no hace, en
consecuencia, otra cosa que volver a sacar a la luz el vínculo secreto que une el poder con
la nuda vida, reanudando así (según una correspondencia tenaz entre moderno y arcaico
que se puede encontrar en los ámbitos más diversos) el más inmemorial de los arcana
imperii. (Agamben, 1998:16).

Justo esta situación representa una paradoja en el ejercicio de poder desde los griegos
porque la polis representaba la vida social y cultural que estaba por arriba de la mera vida
ya que sometía a esta última al convivio entre ciudadanos: “La pareja categorial
fundamental de la política occidental no es la de amigo-enemigo, sino la de nuda vida-
existencia política, zoé-bíos, exclusión-inclusión” (Agamben, 1998:18).
La nuda vida, según el filósofo italiano es “la vida a quien cualquiera puede dar
muerte pero que es a la vez insacrificable del homo sacer”2 (Agamben, 1998:18). Es la
forma en que se consolida un reconocimiento del cuerpo y el sujeto a través de negar su
misma condición de cuerpo. El cuerpo es político a través de negarlo como cuerpo (vida-
orgánico) y asumirlo, más bien, como sujeto social. Es entonces que yo puedo ser
reconocida como colombiana por el Estado-nación de Colombia, al que a la vez como
sujeto-institución social le doto de ejercer su poder soberano. Mi cuerpo es reconocido a
partir de negarlo y asumirlo como sujeto social que estructura el Estado, el cual reconoce a
la vez mi cuerpo como parte de su soberanía (soy de Colombia, así como sus valles, selvas,
ríos y mares). El Estado colombiano se materializa en mi cuerpo al reconocerme como
sujeto identificado políticamente como colombiano: “la ciudadanía se dispone
efectivamente a transformarse en un concepto denso en significados, que involucra
especialmente los criterios de adhesión subjetiva a un ordenamiento: identidad y
participación, derechos y deberes de «geometría variable»” (Mezzadra, 2005:95).
En este sentido, la ley 12/2015 estipulada por el gobierno español parte de un
ejercicio político que reconoce el poder soberano de la comunidad judía radicada en la
península ibérica (Sefarad), para reconocer otros cuerpos y sujetos sociales desde ciertos
parámetros que no necesariamente están dados por el Estado español. En este juego de la
exclusión-inclusión de los poderes soberanos de la política occidental, mi cuerpo y sujeto
social está sometido a ciertos marcos jurídicos locales y globales, pero a la vez, al
reconocer esos otros poderes soberanos que anteceden históricamente al mismo Estado-
nación, se me abre la oportunidad de ser reconocida como parte de otro territorio u otros
territorios.
El Estado español me reconoce a mí jurídicamente a través del reconocimiento
como sujeto político de otro sujeto político que lo conforma (los sefardíes) a partir de la
politización de la vida misma: mi árbol genealógico. Esto se debe a que

2
Cursivas el original.
La definición de los códigos de inclusión dentro del espacio de la ciudadanía y,
contextualmente, la regulación de los mecanismos de exclusión, son las grandes
cuestiones que el Estado está cotidianamente obligado a «pensar» y a repensar a causa de
la presencia de «extranjeros» en su territorio. (Mezzadra, 2005:98).

En esta situación se pone de manifiesto esa especie de una supuesta supresión del Estado
español por el poder soberano de una comunidad que lo antecede (los sefardíes vivieron en
la península ibérica previo a la existencia de la corona española), pero que no deja de estar
dentro del ejercicio de poder del mismo Estado español:

La excepción es una especie de la exclusión. Es un caso individual que es excluido de la


norma general. Pero lo que caracteriza propiamente a la excepción es que lo excluido no
queda por ello absolutamente privado de conexión con la norma; por el contrario, se
mantiene en relación con ella en la forma de la suspensión. (Agamben, 1998:30).

En este momento de excepción al parámetro establecido por el Estado español de


reconocimiento al ciudadano, ayudado a la vez por la posibilidad de tener otra nacionalidad
dentro del Estado colombiano, mi cuerpo racializado, sexualizado y economizado desde y
del sur-global, adquiere la oportunidad de integrarse al territorio español y a la Unión
Europea gracias al reconocimiento político. La paradoja del estado de excepción que vuelve
difusos los límites de la soberanía, del territorio y de los cuerpos, permite que yo me integre
como agente político y cuerpo.
Esta situación implica una mayor complejidad por la necesidad de no olvidar que en
esa excepción-inclusión, el poder soberano se sigue ejerciendo, en su aparente negación o
flexibilización. Hay que pensar y cuestionarse bajo cuáles parámetros se han podido dar
estas políticas que abren la puerta a adquirir la nacionalidad en un país que a la vez ha
mostrado la negativa y el rechazo a cuerpos provenientes de otros territorios, sobre todo de
África y Asia, aunque también de América Latina. Esto se pone manifiesto con la aparición
de partidos de ultraderecha como Vox:

La reafirmación de la pureza y de la superioridad de la cultura (y de la civilización)


occidental, cercada por la barbarie islámica o africana, se propone en estas retóricas
borrar, propiamente, la materialidad del proceso histórico que ha llevado a personas y a
cosas, a «culturas» y a estilos de vida, a encontrarse cada vez más «fuera de lugar».
(Mezzadra, 2005:132)
Soy mujer colombiana y blanca, dentro del espectro político-racial de este territorio,
a la vez he tenido el privilegio de que mi núcleo familiar fuera parte de una clase
económicamente acomodada lo que me ha permitido cierta movilidad social y geográfica.
Después de que se postuló esta ley ¿quiénes pudieron tener acceso a dicha oportunidad? El
hecho de que se abriera el chance de adquirir cierta movilidad política global, aquellas
personas que podrían participar también estarían sometidos a filtros. El primero y más
obvio de estos, dentro de un mundo globalizado y regido en su mayoría por el mercado,
sería el económico.
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Aquí es donde se vuelve a manifestar como el sujeto político (y economizado)
mantiene la pauta para que el cuerpo pueda desplazarse por cierto territorio.

Agamben, G. (1998). Homo sacer. El poder soberano y la nuda vida. España: Pre-
Textos.
Anderson, B. (1993). Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la
difusión del nacionalismo. México: Fondo de Cultura Económica.
Foucault, M. (2006). Seguridad, territorio, población: Curso en el College de
France: 1977-1978. Argentina: Fondo de Cultura Económica.
Mezzadra, S. (2005). Derecho de fuga. Migraciones, ciudadanía y globalización.
Madrid: Traficantes de Sueños.

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