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LA IDEOLOGIA (WIKIPEDIA)

En ciencias sociales, una ideología es un conjunto normativo de emociones, ideas y


creencias colectivas que son compatibles entre sí y están especialmente referidas a la
conducta social humana. Las ideologías describen y postulan modos de actuar sobre la
realidad colectiva, ya sea sobre el sistema general de la sociedad o en uno o varios de sus
sistemas específicos, como son el económico, social, científico-
tecnológico, político, cultural, moral, religioso, medioambiental u otros relacionados al
bien común.

Las ideologías suelen constar de dos componentes: una representación del sistema, y
un programa de acción. La representación proporciona un punto de vista propio y
particular sobre la realidad vigente, observándola desde una determinada perspectiva
compuesta por emociones, percepciones, creencias, ideas y razonamientos, a partir del
cual se le analiza y compara con un sistema real o ideal alternativo, finalizando en un
conjunto de juicios críticos y de valor1 que plantean un punto de vista superior a la
realidad vigente. El programa de acción tiene como objetivo acercar en lo posible
el sistema real existente al sistema ideal pretendido.

Por su receptividad frente al cambio, hay ideologías que pretenden la conservación del
sistema - conservadoras-, su transformación radical y súbita -revolucionarias-, el cambio
gradual -reformistas–, o la readopción de un sistema previamente existente -restaurativas-

Por su origen, alcance y propósito, las ideologías pueden desarrollarse gradualmente a


través de la observación, el diálogo, el ajuste mutuo y el consenso sobre lo que es
considerado socialmente correcto, desviado o dañino, o bien ser impuestas (incluso por
medio de la violencia) por un grupo dominante especialmente interesado en generar
influencia, conducción o control colectivo, sin distinción si éste es un grupo social,
una institución, o un movimiento político, social, religioso o cultural o si su propósito se
centra en promover el bien común o un interés particular.

El concepto de ideología se diferencia del de cosmovisión (Weltanschauung) en que éste


se proyecta a una civilización o sociedad entera, en cuyo caso está relacionado con el
concepto de ideología dominante, cuando esta abarca todos los sistemas específicos de la
sociedad y es compartida por una amplia mayoría de la población. Por su naturaleza
colectiva, el concepto rara vez se restringe al modo de pensar de un individuo aislado o
particular.

Origen del término


El término ideología fue formulado por Destutt de Tracy (Mémoire sur la faculté de
penser, 1796), y originalmente denominaba la ciencia que estudia las ideas, su carácter,
origen y las leyes que las rigen, así como las relaciones con los signos que las expresan.

Medio siglo más tarde, el concepto se dota de un contenido epistemológico por Karl
Marx, para quien la ideología es el conjunto de las ideas que explican el mundo en cada
sociedad en función de sus modos de producción, relacionando los conocimientos
prácticos necesarios para la vida con el sistema de relaciones sociales; la relación con
la realidad es tan importante como mantener esas relaciones sociales, y en los sistemas
sociales en los que se da alguna clase de explotación, evitar que los oprimidos perciban
su estado de opresión. En su célebre prólogo a su libro Contribución a la crítica de la
economía política Marx dice:

[...] El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la


sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la
que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de
la vida material condiciona el proceso de la vida social política y espiritual en general.
No es la conciencia del hombre la que determina su ser sino, por el contrario, el ser social
es lo que determina su conciencia.2

El origen de las ideologías


El origen de la mayoría de las ideologías se encuentra en una corriente filosófica cuando
asume una versión muy simplificada y distorsionada, por falsa creencia, de la filosofía
original. En este sentido se produce, de forma general, un carácter insincero, cuando un
pensamiento original se convierte en «....ismo» (Platón → platonismo; Marx →
marxismo; capital → capitalismo; anarquía → anarquismo; etc.).

Su origen se sitúa en el interés personal, de acuerdo con las necesidades que sustentan
socialmente un determinado pensamiento. Se separa y disocia de la realidad, porque la
manipula en forma de propio interés.

Los primeros filósofos que estudiaron la «ideología», los psicologistas franceses


(Condillac, Cabanis, Destutt de Tracy), situaron esa necesidad en el «yo interior»,
interpretado de diversas formas (psicologismo y psicofisiologismo). El sujeto se opone a
lo exterior, que se da como suceso, puesto que requiere la reflexión individual. Estos
filósofos franceses pretendían estructurar una teoría sobre el materialismo primitivo de
las sensaciones y de ahí su derivación en emociones, pasiones y sentimientos. De manera
que del hecho, del suceso o del acontecimiento exteriores se pasa psicológicamente a la
manera interior de captar las cosas y apreciar estas categorías de la psicología personal.

Más tarde el compromiso político de filósofos sociales (socialistas utópicos, Saint-


Simon, Fourier, Proudhon) situó el interés en las necesidades de la vida social. El vuelco
que protagonizó al extenderse al ámbito de la sociedad fue considerable. Del interés del
individuo se pasó al interés del grupo. Esto provocó que se acuñase el calificativo de
«doctrinarios» para referirse a los «ideólogos» en su enfrentamiento con el poder, lo que
confirió a la palabra un sentido peyorativo que a día de hoy no ha perdido.

Después del psicologismo de los franceses, se pasó, primeramente, a las formas


filosóficas propias y, posteriormente, a las relaciones económicas. El sentido más
elaborado de ideología, en el primer sentido, es el de Hegel y, en el segundo, de Marx.

Se consideró la ideología como una «escisión de la conciencia», que produce


la alienación, bien sea ésta considerada como meramente dialéctica del pensamiento, en
el idealismo de Hegel o dialéctica material en el materialismo de Marx.
En el siglo XX, la ideología es considerada como problema de comunicación social. Para
los frankfurtianos, de manera especial para Habermas, la ideología expresa la violencia de
la dominación que distorsiona la comunicación. Este habla de la relación entre el
conocimiento y el interés. Esto produce una distorsión que es consecuencia de una razón
instrumental, como conocimiento interesado, y que es la responsable de la ciencia y
la tecnología falsas como ejes de la dominación social. Es pues necesaria
una hermenéutica de la emancipación y liberación. De la misma forma, Marcuse subraya
este hecho en el seno de las clases sociales, en particular políticamente dentro de los
partidos y sindicatos.

Karl Mannheim y Max Scheler enmarcan la ideología en el marco de la sociología del


saber. El saber enmarcado dentro de la dominación política genera tal cúmulo
de intereses que configura la cosmovisión de los grupos sociales. No hay posibilidad de
escapar a una ideología bien construida. Todo gira a su alrededor. Mannheim distingue
entre ideología parcial, de tipo psicológico, e ideología total, de tipo social.

Sartre, por su parte, introduce una idea de «ideología» completamente diferente. Para
Sartre la ideología es fruto de un pensador «creador», capaz de generar un modo de ver
la realidad.
Por otro lado, Willard van Orman Quine trata la relación entre los objetos exteriores, de
ahí fuera, y los sujetos interiores, de ahí dentro. En otros términos, liga la ideología a un
modo razonado de considerar la ontología.4

A finales del siglo XX, sin embargo, se entra en una época de infravaloración de lo
ideológico, de la mano de las ideologías conservadoras, de forma que algunos han
proclamado el ocaso de los ídolos, como "El fin de las ideologías".5 incluso proclamado
el triunfo del pensamiento único y el "fin de la historia" o el "choque de civilizaciones".
La ideología como falsa creencia debe estudiarse en términos de su lógica degradada, más
que en la filosofía de la que se deriva. Sin embargo, es difícil comprender cuándo y en
qué términos una filosofía pasa a ser ideología. Max Weber afirma que las filosofías se
seleccionan primero para ser ideologías después, pero no explica, cuándo, cómo y por
qué. Lo que sí podemos asegurar es que existe una relación dialéctica, es decir de
discurso, entre ideas y necesidades sociales, y que ambas son indispensables para
configurar una ideología. Así nace el interés y las necesidades sentidas por el cuerpo
social (o un grupo de éste); no obstante pueden fracasar por no tener ideas claras que lo
sustenten. Al igual que hay ideas que pueden pasar inadvertidas por no ser relevantes para
las necesidades sociales, se requiere una falsa creencia aparentemente útil para que sea
ideología.
Marx, en su Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel, señala lo siguiente:

...Es cierto que el arma de la crítica no puede sustituir a la crítica de las armas, que el
poder material tiene que derrocarse por medio del poder material, pero también la teoría
se convierte en poder material tan pronto como se apodera de las masas. Y la teoría es
capaz de apoderarse de las masas cuando argumenta y demuestra ad hominem; y
argumenta y demuestra ad hominem cuando se hace radical. Ser radical es atacar el
problema por la raíz. Y la raíz, para el hombre, es el hombre mismo... Marx. Contribución
a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel. Anales franco alemanes. 1970. Barcelona.
Ed. Martínez-Roca, p 103

Concepto marxista de ideología


Tal como el materialismo histórico define el concepto, la ideología forma parte de
la superestructura, junto con el sistema político, la religión, el arte y el campo jurídico.
Según la interpretación clásica, está determinada por las condiciones materiales de las
relaciones de producción o estructura económica y social y el reflejo que produce es
denominado "falsa conciencia".

El papel de la ideología, según esa concepción marxista de la historia, es actuar de


lubricante para mantener fluidas las relaciones sociales, proporcionando el
mínimo consenso social necesario mediante la justificacióndel predominio de las clases
dominantes y del poder político. Entre los marxistas que se han dedicado al estudio de la
ideología, o han hecho comentarios significativos sobre el tema,
están Marx y Engels, Lukács, Althusser, Gramsci, Theodor Adorno y, más
recientemente, Slavoj Zizek.

Pese a que comúnmente suele hablarse de una teoría de la ideología homogénea del
marxismo, ligada al esquema base-superestructura, existen numerosas variaciones
teóricas que tratan este tema. Algunos analistas de la teoría de la ideología marxista, por
ejemplo Terry Eagleton, han afirmado que en los escritos del propio Marx existen teorías
diferentes sobre el punto.

Durante la etapa estalinista de la URSS, el marxismo quedó reducido al materialismo


dialéctico (o diamat) y a la concepción materialista de la historia. Dichas doctrinas,
codificadas y poco cuestionables, eran enseñadas académicamente, con una sección
incluso en la Academia de Ciencias. Para los marxistas occidentales, y especialmente para
los historiadores de orientación no ortodoxa, que suele llamarse marxiana, sobre todo en
Francia e Inglaterra (más o menos ligados a la renovación historiográfica de mediados
del siglo XX que supuso la Escuela de Annales), es imposible explicar la historia de un
modo tan determinista. Desde ese punto de vista, suelen encontrarse en
la historiografía interpretaciones de la ideología en el sentido que la inadecuación de
la ideología dominante a nuevas condiciones o el surgimiento de ideologías
alternativas que entran en competencia con ella, produce una crisis ideológica. Así suele
admitirse que, aunque desde un punto de vista marxista clásico suene herético, cuando
una ideología dominante no cumple eficazmente su función hace aumentar la tensión
social (lucha de clases) que contribuye a la crisis de un modo de producción y su
transición al siguiente.

La ideología como crítica totalitaria


El contemporáneo filósofo político australiano Kenneth Minogue se dedicó a observar la
noción marxista de ideología en su obra La teoría pura de la ideología. Para el autor,
El marxismo presupone por ideología un conjunto de ideas funcionales de un individuo
que dan justificación y validez universal a sus intereses.

Estos intereses se entienden principalmente como la preservación de sus medios


económicos de subsistencia una vez adoptados; excluyendo de esta categoría su uso o los
fines de consumo, que volverían a los intereses socialmente teleológicos e
infraestructuralmente culturales.

Los intereses en estas reducidas "condiciones materiales de existencia" estarían


predeterminados tecnológicamente por la particular relación social del individuo con su
ubicación en la división del trabajo, cuya forma no sería modificable ni elegible, esto es:
sus fines serían necesarios en vez de libres.

Estos intereses tienen la característica de no ser comunes (salvo con miembros de la


misma clase) y contrarios con las otras clases en forma intrínseca, ya que su naturaleza
es la de participar en una relación orgánica dual de opresores-oprimidos.

Minogue plantea inmediatamente una versión inversa a está poniendo de cabeza sus
premisas básicas:

Las verdaderas ideologías son pseudo-revelaciones que reducen toda la realidad


a la existencia de grupos y géneros con predeterminados intereses opuestos.
Intereses que encarnarían en sí mismos un sistema de opresión (que incluye la
opresión de unas ideas funcionales por otras).

Requieren interpretar ciegamente el concepto de liberación como eliminación de


dichas clases de intereses opuestos.

Y el trato pragmático-revolucionario de todo pensamiento funcional como


sistemas de ideas (como ideologías) basadas en falsas racionalizaciones (siendo
la verdad incognoscible salvo en la realización de la lucha revolucionaria).

Dos poderes ideológicos


Las características de esta noción de ideología como "dogma crítico" se destacan
particularmente en el marxismo, y todas tendrían como particular característica su
tendencia a degenerar en "sociologismos" y "psicologismos" autocontradictorios (teorías
conspirativas en las cuales las formas de organización social no serían necesidades
históricas que generarían a los grupos sociales dominantes y sus "ideologías", sino a la
inversa serían elites las que crearían la sociedad con una ideología que haría posible su
poder; idea esta última que el epistemólogo Karl Popper ya había denunciado como parte
de un marxismo vulgarizado y malinterpretado).8

También la comunidad de intereses entre grupos no sólo es arbitraria (clases sociales,


géneros, razas), sino que la misma visión ideológica de la sociedad es en realidad
la sociedad ideológica que esta genera, ya que aunque presuma combatir un sistema de
opresión donde sus elementos son orgánicamente funcionales, dicha opresión dependería
sólo de su ocultamiento (cuando en realidad tal ocultamiento requeriría de una opresión
preexistente) y no sería realmente funcional en tanto no fuera planificada (planificación
que la ideología sí necesita generar).

Debido a ello, la comunidad de intereses interindividuales que presume el revolucionario


ideológico es una ficción útil (el leninismo habría sincerado este hecho al afirmar que "los
burgueses compiten para vender la soga con la que los van a ahorcar"), pero termina
siendo una realidad forzada cuando la ideología llega al poder. Minogue vuelve así, contra
las propias doctrinas sistémico-clasistas (que tratan de "ideológico" a todo pensamiento),
la acusación de reificación ideológica en nuevos términos, particularmente al marxismo
la generación y dependencia para con sus propios intereses revolucionarios en una
opresiva sociedad sin clases. La tesis de Minogue fue de gran influencia a fines del siglo
XX en los círculos políticos e intelectuales más cercanos al
pensamiento demoliberal, conservador y neoconservador, por haber dado sistematicidad
a la dialéctica de las democracias liberales occidentales en su confrontación con
las democracias populares marxistas a lo largo de la Guerra Fría.

El siglo de las ideologías


La expresión siglo de las ideologías para definir el siglo XX fue acuñada por el
filósofo Jean Pierre Faye en 1998.9 El término ideología, reservado en el siglo XIX al
debate intelectual, se convierte en el siglo XX en el vehículo de grandes movimientos
sociales y de pensamiento, sobre el soporte de grandes masas que son adoctrinadas por
los nuevos medios de comunicación, la propaganda, la violencia y la represión.

En el periodo de entreguerras las ideologías políticas enfrentadas


son fascismo y comunismo fundamentalmente, aunque del siglo XIX hayan sobrevivido
el liberalismo en su versión democrática (frente al que ambos se definen),
el conservadurismo, el socialismo democrático, el anarquismo y
los nacionalismos. Feminismo, pacifismo, ecologismo y los movimientos por la igualdad
racial y el reconocimiento de la identidad sexual son ideologías no estrictamente políticas,
con fuerte vocación transformadora de la sociedad.10 El mundo religioso parece estar
ausente de la mayor parte de las nuevas visiones del mundo (en alemán Weltanschauung)
hasta el final del siglo XX, cuando André Malraux profetizó poco antes de morir
(1976): el siglo XXI será religioso o no será.11 Es pronto para confirmarlo, pero desde
entonces el cristianismo integrista, tanto católico como protestante y el fundamentalismo
islámico se han renovado (personalizados en Juan Pablo II, Ronald Reagan y el Ayatolá
Jomeini) y han encontrado acomodo en la justificación ideológica de todo tipo de
intereses, tanto en los países desarrollados (donde va más allá del interclasismo de
la Democracia cristiana de posguerra) como en los subdesarrollados (donde sustituye
al tercermundismo dominante en el periodo de la descolonización o a la teología de la
liberación de los años 1970). Lo mismo ocurre con el nacionalismo hindú.12
El europeísmo o movimiento europeo ha entrado en una clara crisis ideológica de la que
es síntoma la incapacidad de definición de los valores y las fronteras continentales en
los debates reformistas que rodean el Tratado de Lisboa dentro de la Unión Europea.

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