I. El ser veritativo
Como ya se ha dicho, la metafísica se ocupa del ente en cuanto tal, es decir, de lo que es en
tanto que es. Por tal razón, le corresponde, como tarea previa a su cometido principal,
esclarecer los diferentes sentidos en que las expresiones “ser” y “ente” comparecen en el
lenguaje, a fin de enfocar su estudio en aquellos sentidos que hacen referencia al ser real de las
cosas. Entre los sentidos en que las expresiones “ser” y “ente” comparecen en nuestro
lenguaje, hay un sentido específico que tiene que ver con la verdad de las proposiciones.
En efecto, algunas veces utilizamos la expresión “es” no para referirnos a la realidad de las
cosas al margen de nuestro pensamiento, sino para decir que una determinada proposición es
verdadera1. Supongamos que se nos preguntase “¿es Messi el mejor jugador de fútbol del
mundo?”. Supongamos que respondiésemos afirmativamente, “es”. El significado del “es” en
este contexto equivale a decir “es verdad la proposición que enuncia que Messi es el mejor
jugador de fútbol del mundo”. Por supuesto, la verdad de la proposición tendrá en este caso un
fundamento fuera de la mente (a saber, las cualidades del individuo en cuestión, su habilidad
con el balón), pero el “es” de la respuesta mencionada no se refiere directamente a las
cualidades que porta el individuo, sino a la verdad de la proposición que enuncia que tal
individuo posee tales cualidades. Por eso es necesario distinguir el “ser veritativo”, es decir, el
ser que significa simplemente la verdad de la proposición, del ser real, es decir, el ser en virtud
del cual una cosa existe en sí misma con una determinada naturaleza y unas determinadas
cualidades, fuera de la mente.
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predicado de forma tal que la proposición resulte verdadera, y que entonces tengamos
conocimiento de la verdad de la proposición. Si, fuera de nuestra mente, Madrid no fuera
efectivamente la capital de España, la proposición que une ese sujeto con ese predicado no
sería verdadera. Podría ser una mera ficción (como lo sería el decir “Soria es una república
independiente”), pero entonces el “es” no significaría la verdad de la proposición, sino
simplemente una representación mental sin correspondencia con nada real fuera de la mente.
Sólo hay verdad en la medida en que aquello que se enuncia en una proposición se adecua o se
corresponde con la realidad. El ser veritativo ocupa entonces un lugar intermedio entre el mero
ser ficcional (que sólo tiene una existencia mental) y el ser real, al cual debe adecuarse para
constituirse como tal.
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Por otro lado, nuestro intelecto también es capaz de realizar otra operación, mediante la cual
puede unir o separar conceptos, afirmando o negando uno de otro. Así, cuando entendemos
que “todo hombre es mortal”, o que “España es un país europeo”, lo hacemos uniendo dos
conceptos, y afirmando uno de otro. Cuando entendemos que “ningún perro es albañil”, o que
“Tarzán no es una persona real”, lo hacemos separando dos conceptos, negando uno de otro.
Esta operación, mediante la cual nuestra inteligencia une afirmando, o divide negando, recibe
el nombre de “juicio”.
Ahora bien, nuestro conocimiento de la realidad requiere el ejercicio de estas dos operaciones.
Cada una de estas operaciones permite conocer distintos aspectos de la realidad. En efecto,
como ya se ha visto, en las cosas encontramos dos aspectos distintos: su esencia (que responde
a la pregunta “qué es” algo) y su ser (que responde a la pregunta sobre si algo “es”). No
conocemos la propiamente realidad mediante el ejercicio de una sola de estas operaciones.
Por ejemplo, mediante la simple aprehensión podemos entender un modo de ser, pero no
conocemos la realidad de ese modo de ser, a menos que podamos juzgar algo sobre él.
Podemos entender, por ejemplo, qué significa “ser un centauro” o “ser un perro”, pero no
tenemos conocimiento de la realidad, a menos que podamos juzgar que no existen los
centauros y sí existen los perros. Ahora bien, esto último no se puede hacer más que mediante
el juicio, que nos da a conocer el ser de las cosas, más allá de su esencia.
Ahora bien, esto quiere decir que la operación que llamamos simple aprehensión no es
suficiente para que alcancemos a conocer la verdad de las cosas. En efecto, la mera captación
de la forma o del modo de ser de una cosa, sin afirmar ni negar nada de ella, no puede ser
propiamente conocimiento. Para que exista verdadera adecuación entre el intelecto y la cosa,
el intelecto debe afirmar que las cosas son tal como las conoce, es decir, que la forma que
posee se corresponde con la forma actual de la cosa fuera de la mente. Y esto sólo tiene lugar
en virtud del juicio. De ahí se sigue que la el ser veritativo se da propiamente en la operación
por la que el intelecto une o separa, compone o divide, y este es el juicio.
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que corresponden o no. Así, “animal racional” es una definición verdadera, en la medida en
que la atribuimos al hombre, y es una definición falsa, si la atribuimos al triángulo. De este
modo, puede hablarse de que hay una cierta verdad en la simple aprehensión, así como
también en las definiciones.
Por otra parte, también puede hablarse de una cierta verdad de las cosas mismas. Se puede
decir, en efecto, que las cosas mismas son verdaderas, en la medida en que en ellas se
encuentra el fundamento de la verdad que está en nuestra mente. Si los juicios y las
proposiciones son verdaderos, es porque se adecuan a lo que las cosas son, de tal forma que
un juicio es verdadero cuando manifiesta que es lo que realmente es, y que no es lo que
realmente no es. Ahora bien, las cosas son, y son lo que son, en virtud de aquello que los
constituye como entes, a saber, su acto de ser y su esencia o su forma. Esto quiere decir que el
fundamento de la verdad que está en los juicios está en aquello que constituye a los entes en
cuanto tales. Así, todo ente, en la medida en que es ente, se puede decir que es “verdadero”,
porque en su ser y en su forma se encuentra el fundamento de la verdad de los juicios.
Volveremos sobre este asunto más adelante, cuando hablemos de los aspectos
“trascendentales” del ente.
El hecho de que se puedan hacer juicios verdaderos sobre entes de razón muestra
precisamente la especificidad del ser veritativo. En efecto, si todo juicio verdadero se
correspondiera con el ser real fuera de la mente, no habría forma de distinguir el ser veritativo
del ser real. Ahora bien, sólo los juicios sobre entes de razón muestran esto, sino también el
hecho de que la forma de nuestros juicios no siempre es un calco exacto de lo que
encontramos en la realidad fuera de la mente. En efecto, todo juicio es una “composición”, es
decir, una unión entre dos conceptos. Ahora bien, no siempre lo que concebimos como
“compuesto” mediante juicios, se corresponde con una composición real. Por ejemplo,
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podemos hacer juicios de identidad, como “el perro es perro”. Este juicio es, ciertamente
verdadero, y sin embargo no hace referencia a ninguna composición real. En la realidad, la
forma del perro no está compuesta con la forma del perro, sino que el “ser perro” es una forma
simple. De este desacoplamiento entre el ser veritativo y el ser real podemos concluir se sigue
que es necesario distinguir entre la metafísica, como ciencia que se ocupa del ente en cuanto
tal, de la lógica, como ciencia que se ocupa de estudiar las relaciones en las que entran
nuestros conceptos sólo en la medida en que son pensados, en la medida en que existen en
nuestra mente.