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La

segunda
adolescencia
DEBORAH LEGORRETA


© 2013 Deborah Legorreta

Depósito Legal: B. 16314-2013

ISBN: 978-84-15947-03-5

Queda rigurosamente prohibida sin autorización por escrito del editor cualquier forma de
reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra, que será sometida a
las sanciones establecidas por la ley. Todos los derechos reservados.
Contenido
Portadilla
Créditos
Introducción. ¿Adolescente yo?
Parte I. Las dos adolescencias
1. Adolescente, menopáusica y otros insultos comunes
2. “¡Está insoportable!” La autopercepción durante las dos adolescencias
3. El proceso de individuación y los cambios de personalidad
4. “Los pájaros, las abejas y los García” Los cambios biológicos
Parte II. Separar y juzgar
5. “Pero, ¿qué me está pasando?”
6. “El trío miseria” El estrés y sus consecuencias
7. “La pizca de sal” o la acción de las hormonas sexuales durante la segunda
adolescencia
8. “La limpieza del armario” Separar lo útil de lo inútil
9. “El oasis lejano” Separar las aspiraciones de los espejismos
Parte III. La salud en la segunda adolescencia
10. “Más vale prevenir que lamentar” Los nuevos hábitos de prevención y estilo de
vida
11. “¿Temer o no temer?” La salud de la mujer después de los cuarenta y los
tratamientos hormonales
12. “La edad de los nunca” Los síntomas y padecimientos más comunes a partir de
los cuarenta
Parte IV. Decidir tu futuro
13. “Crear tu futuro” La planificación de vida en esta etapa
14. “Mucho gusto en conocerte” La pareja a partir de los cuarenta
15. “Soy el relleno del sándwich.” La responsabilidad hacia los padres y parientes
ancianos
16. “A los sesenta me jubilo”
17. “Habrá una vez un futuro” Los avances científicos en este siglo y nuestra vida.
Conclusión en forma de cuento
Epílogo. La confesión
Lista de organizaciones de investigación y apoyo a la madurez
Notas y referencias bibliográficas
Bibliografía
Introducción. ¿Adolescente yo?

“Suena muy interesante su propuesta de libro, pero por favor, no mencione en el título la palabra
adolescencia porque la gente no lo va a comprar.” Fue el comentario del profesional de la industria
editorial de cuarenta y tantos años, quien había revisado el proyecto para este libro. Mis argumentos a
favor de la inclusión de este concepto, tales como la buena reacción de un número considerable de
personas cuando había expuesto en conferencias, radio, televisión y cursos esta similitud entre las dos
etapas de cambios más evidentes en la vida: la pubertad y la década de los cuarenta, tampoco le
convencieron. Finalmente, confesó que la idea de identificarse él mismo como adolescente le parecía
terrible. Su pareja le había llamado así, con el propósito de criticar su comportamiento reciente,
aparentemente menos responsable que el anterior. Me despedí, agradeciendo su interés, y continué la
búsqueda de alguien lo suficientemente valiente como para aceptar publicar un libro cuyo título
incluyera dos conceptos tan poco populares: los cuarenta y la adolescencia. Por fortuna, encontré a esas
personas y el resultado es este texto que ahora te presentamos.

Tengo que reconocerlo: tanto la adolescencia como la llamada crisis de los cuarenta son dos etapas con
muy mala fama. Después de todo, llamar a alguien adolescente, menopáusica o, en fechas más
recientes, andropáusico, equivale a insultarle. Parecería como si estos términos significaran que quien
experimenta la transición de una etapa de “buena fama” -como la niñez- hacia otra todavía más
idealizada -como la juventud-, o bien de ésta hacia una menos popular pero al menos vista como
respetable -la madurez de los sesenta- fueran entes poco deseables aún para ellos mismos. Sin embargo,
como veremos a lo largo de este libro, los significados originales de las palabras adolescencia y crisis
fueron mucho más positivos que los actuales.

Acepto que un libro en cuya portada aparezcan términos como los cuarenta y adolescencia sólo llame la
atención de quien está dispuesto a enfrentar que está por iniciar, ya inicia o apoya a quienes viven
etapas para las cuales no hemos sido adecuadamente preparados. Pero el hecho de que tú estés leyendo
este prólogo me alienta a pensar que fue correcta la decisión de escribir este libro. Espero que al
continuar su lectura, tú también concluyas que ser adolescente de primera o segunda vuelta no es tan
terrible, ya que se trata de las dos mayores oportunidades en nuestras vidas para llegar a ser individuos
plenos.

En este libro encontrarás información actualizada y sólida relacionada con la década clave en la
transición hacia la madurez. El contenido abarca los cambios fisiológicos, psicológicos y sociales que
ocurren durante esta etapa evolutiva. Para animarte y convencerte de que ya cuentas con experiencia
previa, así como para apoyar tu labor, en caso de que seas madre o padre de adolescentes, en el primer
capítulo revisaremos aquellos cambios que ya viviste y superaste con éxito durante tu propia
adolescencia.

Otro aspecto que quisiera aclarar desde ahora es que la segunda adolescencia no necesariamente se
inicia a los cuarenta. Las etapas de desarrollo humano son tan variadas y complejas como las personas
mismas. La transición hacia la madurez se presenta en la mayoría de las personas de occidente durante
la década de los cuarenta, pero es posible que alguien la inicie antes o la retrase hasta el inicio de los
cincuenta. También, como veremos en algunos de los ejemplos de este libro, habrá personas que nunca
lleguen a madurar a pesar de los años que carguen a cuestas.

Por otro lado, quisiera pensar que habrá personas de menor edad, más previsoras y sabias, que desearán
leer estas páginas mucho antes de llegar a los cuarenta. Te felicito si tú eres una de ellas, porque sabes
que nunca es demasiado pronto para comenzar a construir nuestro futuro y, de hecho, como leerás más
adelante, cuanto antes adoptes medidas de auto cuidado, tanto en la salud física como mental, tus
posibilidades de tener una mejor calidad de vida durante todos los años que te queden por delante
serán mayores.

Por último, quisiera explicar el tono y las características de este libro.

Estoy convencida que la ciencia y el sentido del humor no sólo no están reñidos, sino que se
complementan. El escritor Arthur Koestler calificaba a la creatividad como una broma productiva y, con
este espíritu, grandes científicos han empleado metáforas, bromas y frases humorísticas para explicar
conocimientos científicos rigurosos y trascendentes. Tal es el caso del eminente neurofisiólogo Robert
M. Sapolsky -a quien cito más adelante-, cuyo libro cumbre acerca del estrés, Por qué a las cebras no les
dan úlceras (Why Zebras Don’t Get Ulcers), nos sorprende por su claridad y comodidad al introducir
términos e ideas que podrían resultar difíciles de comprender (como la comparación de la reacción de
las cebras ante el peligro con la nuestra, que nos provoca úlceras).

En mi incipiente labor como conferenciante en reuniones científicas, así como en las charlas
divulgadoras a través de los medios de comunicación, acostumbro a usar ejemplos graciosos así como
similitudes con aspectos cotidianos para facilitar la comprensión de conceptos complicados (como
neurotransmisión, trastornos psicológicos o psiquiátricos y otros temas que se consideran difíciles).
Hasta ahora, el “humor científico” me ha funcionado, por lo que me atrevo a repetir aquí la fórmula.
Con este propósito, introduzco a lo largo del texto los conceptos tanto psicológicos como médicos de las
vivencias de los adolescentes de segunda vuelta, a través de algunos ejemplos reales pero humorísticos
basados en las experiencias de mis clientes, pacientes, amigos y, desde luego, en las mías propias.

Por otro lado, para asegurar que este libro también sirva de apoyo a los especialistas en salud física y
mental interesados en la etapa evolutiva de transición que se inicia alrededor de los cuarenta años de
edad, he puesto especial cuidado en citar con toda precisión las referencias científicas de donde
proviene la información incluida, así como los datos de las principales asociaciones e instituciones
profesionales dedicadas al estudio de la madurez. El objetivo es propiciar una investigación más
profunda de los temas que les resulten de mayor interés, así como fomentar la ampliación de las redes
de especialistas en salud dedicados al bienestar tanto de las mujeres como de los hombres durante esta
etapa.

Para la edición hispana de este libro he tenido la fortuna de contar con la valiosa colaboración y
revisión especializada de Santiago Palacios, eminente especialista en la salud de la mujer y una de las
máximas autoridades mundiales en el estudio del climaterio tanto femenino como masculino. El doctor
Palacios ha aportado con gran generosidad sus conocimientos y sugerencias para asegurar que las ideas
médicas presentadas en este libro sean válidas y actuales desde la perspectiva de esa disciplina.

Además de los comentarios del doctor Palacios, para la elaboración de los capítulos dedicados a la salud
a partir de los cuarenta, un grupo de extraordinarios especialistas en las distintas áreas de la medicina
respondieron con entusiasmo y generosidad a mis preguntas acerca de los malestares más frecuentes
que manifestamos durante la segunda adolescencia. Agradezco profundamente a todos ellos su
invaluable apoyo.

En esta nueva edición actualizada 2013, he integrado los avances que en materia de salud física y
mental por fortuna se han alcanzado mediante la investigación científica.

El objetivo de este libro es, por tanto, asegurar que tengas la mejor vida después de los cuarenta, como
un nuevo ser, sano física y mentalmente; seguro, creativo, pero sobre todo, satisfecho con el futuro que
tendrás el valor de construir para ti mismo.
Primera Parte

Las dos adolescencias

Se disipa el instante.
Sin moverme, yo me quedo y me voy:
soy una pausa
OCTAVIO PAZ[1]

Capítulo 1

Adolescente, menopáusica y otros insultos comunes

El verdadero significado de adolescente



La palabra adolescens, del latín, es el participio activo del verbo adolescere, que significa crecer. Por
tanto, en sus orígenes, adolescente significaba “el que está creciendo” y adulto (adultus en latín), como
participio pasivo del mismo verbo adolescere, era aplicado como calificativo para “el que ya creció”. Por
tanto, adolescente y adulto son distintos momentos del mismo proceso de crecer.

Pero entonces nos surge la pregunta acerca de cuándo dejamos de crecer y podemos llamarnos
verdaderamente adultos. En fechas recientes se ha dado por llamar a las personas mayores de sesenta
años “adultos en plenitud”. ¿Será al cumplir esa edad cuando podamos asegurar que dejamos de ser
adolescentes? Con la expectativa de vida cada día mayor, así como con los avances en la investigación
que a diario descubren más novedades acerca de las posibilidades regenerativas del cerebro y del resto
del cuerpo, es muy probable que en un futuro no tan lejano la mágica edad de los sesenta sea
considerada como apenas el inicio de la segunda mitad de la vida. El hecho es que quienes se acercan o
inician ahora la década de los cuarenta por fortuna no pueden decir que han dejado de crecer y, por
tanto, ¡deberían aceptar con gusto la idea de que son todavía adolescentes!

Después de todo, si revisamos en detalle lo que significa ser adolescente, nos sentiremos más atraídos
con la idea de serlo.

1. Adolescente es el que crece. Como veremos en la primera parte, durante las dos adolescencias es
cuando más crecemos, tanto desde el punto de vista biológico en la primera adolescencia, como desde el
punto de vista psicológico en la segunda. Daría la impresión de que la naturaleza, en su sabiduría, nos
permitiera pagar en dos partes el precio de la madurez.

2. Adolescente es el que se mueve hacia adelante. Los participios activos de los verbos son, como su
nombre lo indica, conceptos activos, no pasivos; de movimiento, no estáticos. Ser adolescente significa,
entonces, estar en movimiento hacia un estadio de desarrollo más completo, llamado ser adulto. La
segunda parte de este libro tiene como propósito prepararte para cruzar el puente movedizo de los
cuarenta hacia la verdadera plenitud madura.

3. Adolescente es el que tiene un futuro. Esta idea de movimiento hacia delante implícita en adolescere
también nos indica que en la voluntad e imaginación del adolescente existe un futuro por construir,
hacia el cual dirigirse. Mientras que en la primera adolescencia existen cambios en los procesos de
pensamiento que permiten esta nueva perspectiva mental más allá del aquí y del ahora infantil, en la
segunda adolescencia la persona que no se reconoce adolescente se enfrenta a la idea del futuro con
temor, y quisiera “meter marcha atrás” en el coche imaginario que es su vida. Pero el segundo
adolescente que asume serlo, revisa el mapa, cambia de rumbo y afina la dirección hacia ese futuro que
en verdad desea alcanzar, como veremos más adelante.

Crisis. Otra palabra con muy mala fama es crisis. Decir que alguien está en crisis equivale a calificarle
como en estado de descontrol, desorden y, muy probablemente, parálisis. Sin embargo, al igual que
adolescente, la palabra crisis fue en su origen griego un concepto mucho más positivo e interesante que
en su acepción actual: proviene de krino, conjugación en presente y primera persona del verbo griego
krinein, que significa “separar, juzgar y decidir”, y se empleaba en tiempos de Hipócrates (el padre de la
Medicina), para calificar el momento en el cual ocurría en el cuerpo del paciente un cambio sustancial
que decidía la mejoría o el empeoramiento de su salud. El médico tomaba la decisión del tratamiento a
seguir en ese estado crítico de la enfermedad realizando un diagnóstico mediante la separación o
distinción de los síntomas que le permitieran juzgar la gravedad y tipo de padecimiento, para.
Finalmente, decidir el tratamiento más adecuado a seguir.

El momento crítico era, pues, de importancia vital. Si retomamos este sentido original para aplicarlo a la
segunda adolescencia de los cuarenta, “estar en crisis” significaría entrar en una etapa importante
cuando yo separo, juzgo y decido, para que mi salud física y mental mejore o empeore. Al igual que
durante la primera adolescencia, la etapa crítica de los cuarenta va a estar caracterizada por esta
necesidad fisiológica y psicológica de ajustar una vez más nuestro estilo de vida para enfrentar con éxito
la siguiente etapa.

En la segunda parte de este libro revisaremos cómo llevar a cabo las dos primeras tareas críticas: la
primera consistirá en separar y revisar en detalle nuestras ideas, sentimientos, fantasías y conductas
previas, para en segundo término, ya con una idea clara del estado actual de nuestras vidas, juzgar lo
que podemos vislumbrar como verdaderamente prioritario y valioso a partir de esta etapa de vida. En la
tercera parte te sugiero cómo decidir tu futuro, comenzando con la decisión de cuidar tu salud para
asegurar que el resultado de la crisis sea una mejor calidad integral de vida traducida en bienestar
cotidiano.

Desde mi experiencia como mujer que ya se acerca a los sesenta años de edad, aunada al contacto
profesional y social con un buen número de personas que ya han rebasado los cuarenta, puedo
asegurarte que quienes se niegan la oportunidad de estar en crisis y pretenden seguir con el mismo
estilo de vida, los mismos hábitos y la misma perspectiva ante sí mismos y ante la vida, pierden la
oportunidad de sanar y de madurar plenamente. Por otro lado, quienes experimentan los cuarenta
como una etapa crítica, con este significado activo del verbo krinein, esto es, quienes voluntariamente
separan y conservan aquello que desean para su futuro pero a la vez se atreven a descartar los hábitos,
ideas, prejuicios y conductas que ya no les serán útiles y que muy posiblemente limitan su salud y
desarrollo integral como personas, continúan más ligeras y preparadas hacia la segunda mitad de su
vida. Son las personas que más adelante emanan seguridad, bienestar interior y sabiduría. Son, en dos
palabras, personas maduras.

Madurez. Es otra palabra que nos deja con sentimientos encontrados. Decirle a una mujer que es
“madurita” es casi equivalente a decirle que ya está “pasada”. Un hombre maduro puede significar al
mismo tiempo que es estable o que ya está fuera del rango de edades deseables para ser contratado por
una empresa. En este segundo sentido, “maduro” y “obsoleto” se vuelven sinónimos. Con las acciones
de las características de la juventud pasa algo similar que con las de algunas empresas que cotizan en las
bolsas actuales: su valor está basado más en la especulación y la apariencia que en la solidez y el
rendimiento al largo plazo. Al igual que con los dos conceptos anteriores, me gustaría revisar el
significado original de madurez para rescatar su valor en “la bolsa” de nuestra percepción colectiva y
convencerte de invertir en ella.

La palabra maturus significaba en latín aquello que estaba en su punto máximo de desarrollo. Con
respecto a los frutos, se llamaba maduro al fruto que alcanzaba su mejor sabor, y con relación a las
personas, maduro o madura era quien alcanzaba el desarrollo pleno de sus capacidades intelectuales y
de convivencia con sus semejantes. Ser maduro significa entonces, desde el punto de vista psicológico,
haber alcanzado unos niveles envidiables de capacidades de pensamiento, emocionales y de conducta
que permiten actuar con los mejores resultados. No es casual que la mayoría de las mujeres y hombres
en puestos de liderazgo sean mayores de cuarenta años. Desde el punto de vista biológico y corporal,
lejos de estar caducas o pasadas, las personas maduras están como las frutas: ¡Con el mejor sabor y en
su punto!

Pero la madurez no se presenta de manera automática. En el reino vegetal, requiere de esfuerzos para
asegurar las mejores condiciones de crecimiento y la decisión del momento más oportuno para
cosechar. Entre las personas, el momento crítico se presenta para definir si alcanzaremos la madurez
plena y requiere la decisión de soltarse de aceptar dejar el suelo fértil y conocido de la juventud para
llegar hacia ese nuevo estado maduro cuando llega el momento oportuno de cosechar. No decidirse a
hacerlo es posible, pero ocasiona que quien pretenda seguir por demasiado tiempo aferrado a la etapa
previa sea como dice mi amiga Morella que son algunos hombres que ella conoce: “No maduraron
nunca. Pasaron de verdes a podridos”.

Menopausia y Andropausia. Las dos últimas palabras con significados asignados que nos molestan o
atemorizan al acercarnos a los cuarenta son estos dos términos médicos relacionados con la disminución
de las hormonas sexuales, que desde el inicio de nuestras vidas, y en especial a partir de la pubertad,
han jugado un papel muy importante en nuestro metabolismo, conformación y características
corporales, así como sobre nuestro comportamiento masculino o femenino.

Quizá el término relacionado con los niveles hormonales al que se vinculen más atributos negativos sea
la menopausia. Menopáusica se ha convertido en sinónimo de mujer emocionalmente inestable,
deprimida, ansiosa o irritable, gorda, fea y enferma. Por otro lado, en fechas recientes se ha dado por
llamar andropáusico al hombre que manifiesta más abiertamente sus emociones, que actúa de manera
más impulsiva o rebelde, que tiene un deseo sexual disminuido y, en especial, que ya no desea seguir
compitiendo con la agresividad esperada en el trabajo.

Llegar a la edad en que alguien es calificado como menopáusica o andropáusico equivale a engrosar las
filas de los obsoletos; saldos de la generación anterior. No es entonces casual que reaccionemos con
negación o temor ante la posibilidad de incorporarnos al grupo de tan indeseables sujetos.

Sin embargo, como revisaremos en detalle en la primera parte, la menopausia es un término que sólo
puede emplearse para el cese del flujo menstrual un año después de que ya sucedió. Por tanto, si usamos
el concepto médico correcto de menopausia, una mujer puede ser calificada como pre, peri o post
menopáusica, ¡pero nunca como menopáusica!

Otros dos conceptos relacionados con la menopausia y que ocasionan confusiones o temor son
climaterio y perimenopausia. El primer concepto proviene del griego y está relacionado con la palabra
klimakter, que significa escalón o peldaño. Climaterio se aplicaba entonces a una época crítica, en la
cual la persona tenía que subir o bajar escalones. Al emplearla para calificar a la etapa de transición
caracterizada por los cambios hormonales que tanto preceden como siguen a la menopausia de la
mujer, el climaterio es sinónimo de la perimenopausia (que proviene del prefijo peri, “alrededor de”, de
acuerdo con los especialistas actuales).[2]

En lo referente a la andropausia, la situación es todavía más compleja. A pesar de ser ampliamente
empleado, el término mismo no cuenta aún con una definición aceptada de manera general por los
médicos especialistas y existe una gran controversia acerca de su existencia misma como un síndrome
similar al de la transición hacia la menopausia en la mujer. Después de todo, no existe en el hombre un
momento de cese total en la capacidad reproductiva equivalente a la menopausia femenina y, por tanto,
el término andropausia carecería de sentido. Algunos expertos prefieren por ello utilizar el concepto de
“climaterio masculino” ya que la idea de un descenso gradual, escalón por escalón, sería más adecuado
para calificar el proceso hormonal en el hombre a partir de los cuarenta años. En algunos otros casos,
los médicos prefieren hablar de PADAM (por sus siglas en inglés: Deficiencia Androgénica Parcial del
Adulto Mayor), otros eligen llamarlo hipogonadismo tardío, SDT (síndrome de deficiencia de
testosterona) o ADAM (por sus siglas en inglés: deficiencia Androgénica del Hombre Añoso).

En la primera parte de este libro se incluyen las posturas científicas más actuales acerca de este tema
pero, una vez más, llegamos a la conclusión de que desde el punto de vista médico calificar a un
hombre de andropáusico durante los cuarenta es, en la mayoría de los casos, incorrecto.

Sin embargo, y para concluir, de estos dos últimos conceptos con mala fama quisiera rescatar el
elemento común de pausa como la esencia psicológica de la segunda adolescencia.

Durante las fases adolescentes de crecimiento intensivo nuestra mente o psique nos pide llevar a cabo
las tareas implícitas en el verbo krinein -“separar, juzgar y decidir”- que ya mencionamos arriba. Es una
oportunidad para revisarnos, para plantear en la primera fase y recordar en la segunda los sueños, las
capacidades personales, los aspectos reprimidos y las facetas de nosotros mismos; las vetas de oro por
explotar. Pero para poder separar lo impuesto artificialmente por otros de lo auténtico y valioso para
nosotros mismos se requiere de tiempo y espacio personal. Para emitir el juicio de quienes somos, y
escucharnos al hacerlo, se necesita el silencio. Para conformar nuestra identidad individual en la
primera adolescencia y remembrarnos -en el sentido de recordar quienes somos y de rescatar todos
nuestros miembros, dejados en el camino del servicio para los demás- en la segunda, necesitamos
regalarnos ese espacio y tiempo personal con más frecuencia durante estas etapas. Alejarnos del ruido
intenso de las expectativas externas que nos aturden y que opacan la voz interna. Necesitamos, pues,
una pausa.

En esta pausa del silencio y del aislamiento propiciada durante la segunda adolescencia se presenta lo
que Mario Benedetti expresa en su haikú[3]:

los apagones
permiten que uno trate
consigo mismo

Te invito ahora a regalarte esa pausa para confesarte orgullosamente adolescente de segunda vuelta,
persona por fortuna en crisis y, sobre todo, con deseos de llegar a la plenitud madura.

Capítulo 2

“¡Está insoportable!” La autopercepción durante las dos


adolescencias

“No puedes decirle nada, porque se enfurece o empieza a llorar... Además, le ha dado por encerrarse en su cuarto
durante horas o por llegar a la casa muy tarde en la noche. Prefiere a sus amigos que a su familia. Nos peleamos
por cualquier detalle y me lleva en todo la contraria. ¡No entiendo que le pasa! ¡Está insoportable!”


La queja anterior podría referirse a la conducta de una adolescente de 13 años llamada Paola, al
comportamiento de su hermano gemelo Javier, o bien a la reciente actitud de cualquiera de sus padres,
Jaime y Patricia, ambos de cuarenta y tres. Lo interesante es que cada uno de estos personajes la
atribuye a cualquiera de los otros miembros de su familia -a quienes llamaremos los García- pero
difícilmente la reconoce en sí mismo.

Resulta irónico que adolescentes y cuarentones se perciban los unos a los otros como si estuvieran
viviendo etapas muy distintas cuando en realidad, como veremos ahora, son etapas muy similares.

La relación con nosotros mismos: autoimagen, autoconcepto y autoestima

Tanto en la primera como en la segunda adolescencia, los cambios en el proceso de pensamiento, en las
conductas y en los intereses son los primeros en anunciar una nueva etapa de crecimiento. Las dos
adolescencias comienzan con una especie de inquietud y sensación de ya no ser el mismo de antes; de
necesidad de cambiar en algo, sin tener una idea precisa de qué es ese algo. Paola, Javier y sus padres
comparten las siguientes modificaciones en su manera de percibirse a sí mismos y de interactuar con los
demás.

“Espejito, espejito” en casa de los García


Tanto Paola, como Patricia han experimentado en los últimos dos años los cambios hormonales y físicos que
revisaremos en detalle en el siguiente capítulo. A consecuencia de éstos, la forma y el comportamiento de su cuerpo
han ido cambiando progresivamente, muchas veces en contra de lo que ambas esperarían ver reflejado en el espejo.
Tanto Paola como Patricia tienden a aumentar de peso con facilidad y últimamente, no importa qué dieta sigan, la
báscula indica de dos a tres kilos más que los que pesaban hasta hace poco. Otras causas de descontento con su
propia imagen corporal provienen de las disonancias con lo que se considera atractivo en ese momento: Paola tiene
el cabello rizado y la moda propone el liso, mientras que Patricia tiene los labios delgados y ahora se consideran
atractivos gruesos o viceversa, ya que cada año cambian los estándares de “belleza”. Agreguemos que Paola se
arregla más para intentar verse mayor y que Patricia lo hace para verse más joven. Patricia califica a su hija de
tonta por no valorar su belleza joven y Paola considera a su mamá ridícula por intentar vestirse como lo hacen ella y
sus amigas.


La autoimagen corporal. Las mujeres actuales invertimos buena parte de nuestro tiempo en intentar
saber quiénes somos, cuánto valemos y qué tan atractivas somos para los demás en nuestro aspecto
físico. Si bien las mujeres de todas las épocas han invertido tiempo y esfuerzo en su arreglo, en los
últimos treinta años los estándares de belleza se han vuelto no sólo más exigentes sino que
adicionalmente no corresponden al cuerpo real de más del 90 por ciento de las mujeres de cualquier
país, edad o grupo racial. La accesibilidad de las imágenes de modelos que pesan de un 30 a un 40 por
ciento menos de lo saludable para su estatura y que de promedio tienen entre quince y veinte años de
edad tampoco ayudan a que Paola con sus primeras curvas, o Patricia con las suyas de madre de dos
hijos, se sientan contentas con el aspecto de su cuerpo. Ambas buscan alcanzar un ideal artificial que les
hace sentirse poco atractivas, menos deseables y, por ende, más inseguras.

Por fortuna, nuestras amigas no están tan descontentas o desesperadas como para recurrir a los trucos
dañinos que saben que muchas de sus amigas emplean para no subir de peso o para tener el rostro
ideal. A Paola le han aconsejado en la escuela que vomite fácilmente después de comer gelatina, helado
o crema batida al final de la comida. Esto -le han dicho- facilita el paso de los alimentos por el esófago.
Muchas de sus compañeras de la escuela secundaria siguen esta rutina casi a diario y gracias a ello están
mucho más delgadas que Paola. Por fortuna, a ella le da miedo caer en la trampa de la bulimia gracias a
la información que le ha dado Patricia acerca de los riesgos terribles de este desorden alimenticio y sabe
que los “trucos” de sus amigas pueden llevar incluso a causar la muerte. A Paola tampoco le atrae
alimentarse exclusivamente con lechugas y agua para conservar la línea. Prefiere hacer ejercicio y
limitarse en el consumo de pan, dulces y chocolates para mantenerse en su peso.

Lorena o La Negación
Sin embargo, Lorena (la hermana de Patricia) siempre se había jactado de tener una figura perfecta, pero hace un
año comenzó a subir un poco de peso, apenas el equivalente a una talla más de lo que medía cuando tenía veinte
años. Para Lorena, quien acaba de cumplir cuarenta y un años, este cambio fue insoportable y últimamente Patricia
ha notado que su hermana ha bajado de peso de manera notoria y en muy poco tiempo. También le llama la
atención que hasta hace poco su hermana comía muy bien pero ahora queda satisfecha con porciones mínimas.
Además, está ansiosa, irritable y no duerme casi nada. Ante la insistencia de su hermana, Lorena confiesa que ha
caído en la tentación de las drogas para suprimir el apetito con tal de mantener su figura juvenil a cualquier precio.
Las ha obtenido, mediante el pago de un jugoso cheque, de un “médico” que jamás le ha solicitado que se haga
algún examen de laboratorio para conocer su estado de salud, y que le proporciona mensualmente las cápsulas que
deberá ingerir en un frasco donde no aparecen los ingredientes del medicamento.

Lorena también ha acudido a todo tipo de tratamientos estéticos de moda, como son las inyecciones de diversas
sustancias para agrandarse los labios y eliminar las arrugas entre las cejas. Muchas veces ha seguido el consejo de
alguna amiga y se ha sometido a tratamientos arriesgados sin asegurarse de estar en manos de un médico
cualificado.

Con todos estos tratamientos, el rostro de Lorena pierde cada día más su expresión natural para convertirse en una
especie de máscara inexpresiva e hinchada. Se ha decolorado el cabello y lo ha vuelto a teñir tantas veces que
raparse totalmente y cruzar los dedos esperando que vuelva a salir sería la única opción para volver a tener un
cabello sano. Contrariamente a lo que intenta lograr con toda su inversión en drogas y tratamientos, y lejos de
sentirse mejor, Lorena se siente ahora menos atractiva, más desequilibrada emocionalmente y, sobre todo, más
infeliz.


La negación ante la edad. En lo que respecta a su autoimagen, daría la impresión de que Paola, a pesar
de sus propias insatisfacciones con su apariencia, es a sus 13 años más sabia que su tía porque al menos
aspira a crecer y ser mayor, mientras que Lorena quisiera decrecer. Como esto es imposible, la
autoimagen corporal de Lorena le resultará cada vez más insatisfactoria a menos que pregunte a su
hermana Patricia por qué ella parece estar cada día más guapa y siga su ejemplo. La clave, le dirá
Patricia, es aceptar que cada edad tiene su atractivo.

Los hombres también lloran


Pero Jaime, el esposo de Patricia, no está tan satisfecho con su imagen madura como parece estarlo su mujer. Al
igual que a Javier, su hijo, nunca le ha agradado su estatura, de apenas un metro con sesenta y tres centímetros.
Además, últimamente el vientre se le ha vuelto más prominente, sin importar los sacrificios dietéticos que haga ni el
ejercicio matutino incrementado. Patricia le dice que exagera porque está muy lejos de ser obeso, pero Jaime es
vanidoso. Además, según Jaime, el vientre de mayor tamaño hace que su pene aparente ser menos largo y eso,
acompañado de los cabellos que todas las mañanas le dicen adiós desde el piso de la ducha, le recuerdan que ya es
un cuarentón. Desde hace unos meses, a Jaime le ha dado por vestirse con camisas y corbatas de colores más
brillantes. Por primera vez en su vida, ha aceptado que Patricia le compre una crema hidratante para la cara y ha
comenzado a ir a un centro de salud capilar para intentar retener los pocos cabellos que no han desertado aún de
su cabeza. Sería incapaz de reconocerlo frente a Patricia o sus amigos, pero la realidad es que se siente menos
atractivo que antes.

Su hijo Javier tiene, desde que inició la pubertad, tendencia a engordar, acompañada de un hambre feroz a todas
horas. Él trata de contrarrestar los efectos nocivos de las cantidades industriales de carne roja, pan, refrescos y
comida chatarra que consume a diario con ejercicio intenso durante las tardes, pero sigue con el vientre abultado y
la cara redonda. Además, para su desgracia, heredó la baja estatura de su padre y es de los menos altos de su clase.
Tiene el cutis y el cabello grasos, así es que ha pedido a Patricia, su madre, que le compre una crema especial para
ayudarle a resecar las espinillas del rostro así como un tratamiento capilar especial para cabello graso. Aunque
jamás lo reconocería frente a su madre o sus amigos, la realidad es que se siente menos atractivo que cuando era
niño.


Relación entre el autoconcepto y la autoimagen en las dos adolescencias. Al inicio de la primera
adolescencia, las personas adquirimos la capacidad de pensar acerca del pensamiento mismo; esto
significa que nos volvemos conscientes de nuestros pensamientos y en consecuencia de nuestro ser
interno e individual. El desarrollo de esta capacidad cognitiva nos ofrece la posibilidad de formarnos
una identidad interior individual, conocida en psicología como autoconcepto, así como de establecer los
ideales a los que aspiramos con respecto a nuestro propio desarrollo personal, tanto externo -
manifestado por la auto imagen- como interior, integrado en el autoconcepto. En la medida en que
ambas autopercepciones se acercan a nuestros ideales, o a nuestra apreciación de que seremos capaces
de alcanzar dichas metas en un futuro, crecerá nuestra valoración de nosotros mismos, conocida como
autoestima.

Durante la primera adolescencia, debido a esta naciente capacidad de observarse a sí mismos, los
jóvenes de ambos sexos se sienten más expuestos a las miradas de los demás, y en especial las
adolescentes pueden pasar de percibir de una manera más detallada su cuerpo a la sensación de ser
objetos evaluados por los demás de acuerdo con su atractivo y no sujetos con múltiples dimensiones
(véase por ejemplo a Tiggemann, Marika y Lynch, Jessica E., 2001).[4] Los desórdenes alimenticios con
carácter de epidemia en los países occidentales pueden deberse a esta distorsión en el pensamiento de
la adolescente, quien experimenta el incremento natural de la masa corporal como gordura y, en
consecuencia, se siente de poco valor como objeto atractivo en una cultura obsesionada con la delgadez
femenina extrema como ideal de belleza (Archibald y otros, 1999)[5]

En lo que respecta a los jóvenes, la autoimagen corporal se define mediante la comparación con sus
compañeros de la misma edad y en función del grado de desarrollo de las características sexuales y
corporales alcanzado con respecto a los otros. Mientras que las niñas que maduran temprano pueden
sentirse más incómodas e inseguras con las nacientes curvas, las investigaciones recientes indican que
los niños que inician su pubertad antes que los demás manifiestan una auto imagen más adecuada,
además de una seguridad personal mayor que la de sus compañeros que maduran más tarde (Steinberg,
Laura, 2001)[6] Esto puede deberse, en especial en la cultura occidental, a que el desarrollo de
características masculinas tales como el cambio de voz, el bello facial convertido en barba y bigote, y en
especial el crecimiento y capacidad eyaculatoria del pene, se convierten en símbolos de un nivel
superior en la escala del poder entre los grupos masculinos. El joven que madura temprano tiene
derecho a ser parte del grupo de los “grandes” y esto alimenta su autoestima. Pero si la pubertad se
retrasa o, peor aún, si -como en el caso de Javier- deja al final de dos o tres años al joven con una
estatura, con una voz o con un pene menos acordes con el ideal de su grupo social, la autoimagen se
verá afectada y, de acuerdo con algunos estudios, disminuirá los sentimientos de adecuación, la
capacidad de socialización y aún la capacidad de desempeño futuro sexual del joven.

Al iniciar la segunda adolescencia, también experimentamos una redefinición drástica en nuestra
imagen corporal. Patricia dice: “¡Hasta ayer, yo no tenía arrugas!”; “¡Qué cansada me veo!”. Jaime
confiesa a su imagen en el espejo: “¡Estoy quedándome calvo!”; “¡Qué gordo estoy!” En esta edad
comenzamos a notar todos esos cambios. Es como si una mañana cualquiera despertáramos con un
rostro y con una persona que hasta ayer identificábamos con nosotros mismos, pero que ahora nos
resulta desconocida. En palabras del poeta uruguayo Mario Benedetti:

“Desde el espejo
mis ojos no me miran
miran al tiempo”[7]

Revisamos la imagen en el espejo y miramos el tiempo -como escribe el poeta- con la nostalgia de
aquella época reciente, cuando aún la cara no tenía escrita la historia de sus risas, de sus preocupaciones
y de sus emociones en la forma indiscreta de las arrugas. Y en esos momentos decidimos que nuestro
espejo es tan mentiroso como el de la madrastra de Blanca Nieves, pero mucho más cruel.

El rechazo hacia la aceptación de su nueva imagen y la incorporación de ésta a un concepto maduro de
sí mismos se relaciona, tanto en las mujeres como Lorena como en los hombres como Jaime, a la
fantasía de que no han cambiado y a la ilusión de que hasta hace muy poco se veían como cuando
tenían dieciocho o veinte años.

Como mencionamos arriba, durante la etapa de los cuarenta nos parece que una mañana despertamos
con un rostro distinto al de ayer. Pero en realidad, hemos estado cambiando durante muchos años,
tantos como los que ha durado nuestra vida.

Lo que sucede es que en esta etapa, al igual que antes, durante nuestra primera adolescencia nos
miramos y exploramos más a nosotros mismos. Nos sucede como cuando nos interesamos por primera
vez en algún tipo de objeto para coleccionar y pareciera como si por coincidencia se nos presentaran
esos objetos por todas partes. Muy probablemente habían estado ahí, donde ahora los vemos todo el
tiempo, pero simplemente no los habíamos notado. Lo mismo pasa con las arrugas, las primeras canas y
los tres o cuatro kilos de más: ya estaban antes, pero es ahora cuando los vemos. Si hasta hace muy poco
no nos preocupaban ni afectaban nuestra autoimagen, ¡no tendrían por qué hacernos sentir menos
atractivos ahora!

Por último, pensemos en lo ridículo de nuestra actitud y aprendamos a reírnos de nosotros mismos.
Tratar de vernos siempre como cuando teníamos diecisiete o dieciocho años de edad equivaldría a
escuchar a dos ranas, que se reunieran después de no verse desde hace veinte años o más, decirse la
una a la otra durante la reunión de su generación de la escuela secundaria “Del Charco”: ¡Qué bárbara,
estás guapísima! ¡No has cambiado nada!... ¡Te ves como cuando eras una renacuaja!
Capítulo 3

El proceso de individuación y los cambios de personalidad

El Extraño Fenómeno de la Casa Encogida


Patricia ha sido siempre muy sociable y, además, se ha dedicado a su esposo y familia por completo en el poco
tiempo libre que le deja el trabajo. Salvo para arreglarse en la peluquería o salón de belleza, rodeada de otras
mujeres y del ruido de las secadoras, no se ha regalado una hora para ella misma desde hace más de quince años.
Sin embargo, últimamente ha sentido la necesidad de encerrarse en su cuarto a leer, a escribir sus pensamientos o
simplemente a estar a solas y en silencio.

Al igual que Paola y Javier, que se encierran en sus habitaciones para escuchar música a solas o para escribir en su
ordenador, Patricia siente el impulso de aislarse de los demás para simplemente descansar o pensar en sí misma.
Pero, mientras que Paola no siente que haya nada de raro en su necesidad de aislamiento, Patricia vive la suya con
sentimiento de culpa; como si fuera una muestra de egoísmo terrible e inaceptable en una madre y esposa
responsable del cuidado y la atención de otros, como es su caso.

Por su parte, Jaime llega del trabajo muy tarde y después de saludar a su esposa quiere estar a solas en la estancia,
cambiando constantemente de canal la televisión, revisando las redes sociales, escuchando música nostálgica de
cuando tenía menos años o simplemente sentado a oscuras, pensando. Patricia y sus hijos le reclaman el poco
tiempo que pasa en casa y que no quiera convivir más con ellos. El reclamo de su familia, “¡Parece que te
estorbamos!”, preocupa a Jaime, pero en realidad siente la necesidad de estar a solas y en silencio mucho más que
hasta hace muy poco tiempo.

En resumen, últimamente los cuatro García necesitan de más tiempo a solas y se irritan cuando alguno de los otros
invade su espacio privado. Su casa, hasta hace poco espaciosa y confortable, les parece cada vez más pequeña. Ya
no caben al mismo tiempo los cuatro en ella sin estorbarse. Parecería como si la casa hubiese encogido.


Volvernos verdaderos individuos. El impulso de Patricia y de Jaime es tan natural como el de sus
hijos. Las dos adolescencias son las etapas de revisión y definición de la identidad por excelencia, por lo
que se requiere del tiempo y el espacio para escucharse a uno mismo. Desde el punto de vista
psicológico, la energía para atender los mil asuntos externos y las demandas de quienes les rodean
parece por momentos ser de menor importancia o prioridad, al enfocarse en estas fases en el gran
cambio interior que está ocurriendo en ellos. Las voces externas interrumpen el diálogo interior que
predomina en estas etapas y por ello los García sienten ahora que su casa ha encogido; que se estorban
los unos a los otros y que se invaden al compartir esos mismos espacios que antes les resultaban
amplios.

El proceso de individuación, de acuerdo con Carl Gustav Jung -uno de los pioneros de la psicología
profunda- es “un proceso de diferenciación que tiene como objetivo el desarrollo de la personalidad
individual”[8]

El primer cambio psicológico importante relacionado con el proceso de individuación se va a dar en ese
momento en que, durante la primera transición, el niño desarrollará la capacidad de pensar de manera
abstracta. Esta nueva capacidad cognitiva permitirá al adolescente experimentar por primera vez desde
dentro su “Yo-en-el-Mundo”, como llamara el psicólogo Ludwig Binswanger a la posibilidad de
contemplarse a sí mismo como un individuo diferente a los demás. Como ya se mencionó en el
apartado del autoconcepto y la autoimagen, la preocupación primordial del adolescente se vuelve
entonces este Yo, distinto pero a la vez inmerso en un entorno de relaciones complejas. La simplicidad
del aquí y el ahora infantil deja el lugar a la preocupación por el “Yo, aquí y ahora, pero también allá,
mañana y con otros”. La niña hasta hace poco despreocupada de su género comienza a pensarse y a
comportarse cada vez más como miembro del sexo femenino. Como Paola y sus amigas, quiere ser a la
vez absolutamente diferente a las demás... pero de acuerdo con las normas de comportamiento y
apariencia que rijan en su medio social.

Durante la primera adolescencia se inicia también el pensamiento relativo. Las tradiciones, los dogmas,
valores y reglas que los padres han transmitido a sus hijos y que eran hasta hace muy poco tiempo
aceptados por éstos como absolutamente válidos, son ahora criticados y puestos en duda. Javier
manifiesta su naciente Yo mediante nuevas aficiones musicales, filosóficas e ideas políticas que cambian
tan pronto como se vuelven aceptables para sus padres. Lo importante es sostener el NO individual
frente al SÍ colectivo, en especial si se trata de la afirmación de los valores de la generación de sus
padres. Pero, contra lo que usualmente se piensa, esta rebeldía adolescente no es del todo negativa. Es
el mecanismo mediante el cual el adolescente pone a prueba los conceptos y valores propios que regirán
su vida futura como individuo distinto de sus padres. Si durante esta primera etapa Paola y Javier se
rebelan, ponen a prueba los valores y las costumbres familiares, y reconocen que sus padres no lo saben
todo y que a veces hasta se equivocan, tendrán la oportunidad de diferenciarse de una vez por todas y
de comenzar a partir de la juventud su vida como individuos adultos. Si, por el contrario, los
adolescentes García siguieran siendo excesivamente obedientes y complacientes con sus padres,
sorprenderían a todos -incluyéndose a ellos mismos- cuando al cumplir los cuarenta años comenzaran
finalmente a rebelarse, pero lo hicieran de un modo excesivo y, sobre todo, extemporáneo.

Como me confiara un hombre de cuarenta y cinco años a punto de separarse de su esposa, enamorado
de alguien nuevo y con la firme idea de cambiar de trabajo: “Hasta ahora, hice todo lo que se esperaba
de mí. Estudié lo que mi padre quiso que estudiara. Me casé con la novia que le gustó más a mi mamá.
Tuve los hijos que quiso mi esposa que tuviéramos y viví e hice lo que la empresa decidió para mí.
Ahora quiero vivir mi propia vida” Si bien los cambios y ajustes que se realizan durante los cuarenta
pueden ser muy provechosos, no lo son tanto cuando tan sólo se trata de manifestaciones impulsivas de
una rebeldía que debería haberse experimentado durante la primera transición.

El proceso de individuación es un camino tan largo como la vida, pero tiene algunos puentes cuyo cruce
va a determinar si seguimos creciendo o si nos estancamos. Las dos adolescencias son esos puentes, por
momentos inestables, que nos permiten cruzar hacia la continuación del camino vital. Lo interesante es
que, tarde o temprano, la mente nos arrastra hacia adelante aunque nos resistamos y nos amarremos en
la orilla de la protegida niñez o de la cotizada juventud. Para quien no ha pasado voluntariamente el
primer puente de la adolescencia rebelde, el segundo se vuelve más largo, inestable y difícil.

Jaime y Patricia aún no lo entienden pero, después de haber sido hijos, padres y ciudadanos ejemplares
que han vivido todos estos años de acuerdo con lo que los demás esperaban de ellos, están a punto de
iniciar el cruce del segundo puente con tareas de individuación pendientes desde el primero. En los
siguientes capítulos veremos cómo logran de una vez por todas ganarse el calificativo de individuos y
maduros.

Individuación y los cambios de vida

Es inevitable que a partir de la primera adolescencia el período más libre de responsabilidades, flexible y
espontáneo que caracterizó la vida durante la niñez, cambie sustancialmente. El paso a la escuela
secundaria en la mayoría de los países occidentales inicia al niño en el ritmo de los horarios rigurosos en
los que cada hora es dedicada a una tarea o disciplina específica. Afuera, la vida se vuelve más compleja
y reglamentada mientras que adentro, el naciente Yo demanda tiempo libre y mayor flexibilidad para
poder definir sus propias prioridades. En la segunda adolescencia, la persona que ya ha vivido de
acuerdo con la estructura rígida de los horarios y las agendas demandará, una vez más, tiempo libre
para realizar los cambios de vida que le asegurarán una mayor satisfacción en la siguiente etapa.

Limpieza de armario en casa de los García


Patricia ha entrado en una etapa frenética de limpieza, cambio de mobiliario y, en especial, le ha dado por limpiar
todos los armarios de la casa. Saca, revisa, tira ropa al suelo, la mete en bolsas y la saca al pasillo para regalarla a
alguna obra de caridad. No entiende cómo han podido acumular tantas cosas en estos años y, sobre todo, llegar a
pensar que algún día resultarían útiles de nuevo.

Jaime llega del trabajo y se encuentra a una Patricia más activa que una niña de cinco años después de comer
azúcar durante todo el día. Entra a la habitación justo a tiempo para rescatar de las bolsas su camiseta favorita y el
pantalón de mezclilla descolorido que ya no usa porque es tres tallas más pequeño que su medida actual. Se
molesta con la falta de sensibilidad de su esposa. ¿Acaso no sabe que esa ropa es la que llevaba puesta cuando se
conocieron, hace veinte años? Además, no pierde las esperanzas de que algún día los tejanos le vuelvan a quedar
bien y la camiseta, con un poco de colorante vegetal, vuelva a quedar como nueva... aunque esté un poco roída en
la manga derecha.

Javier aporta a la colecta caritativa de su madre tres pantalones, dos pares de zapatos y el suéter que le regaló su
abuela hace un mes por su cumpleaños. Paola entrega, con una generosidad sólo equiparable con la de una
seguidora de la Madre Teresa de Calcuta, la falda que le compró su madre hace apenas unas cuantas semanas en
las rebajas de fin de temporada. Patricia se molesta con sus hijos: ¡Cómo pueden ser tan desconsiderados y regalar
prendas totalmente nuevas! Los adolescentes contestan que no piensan ponerse esa ropa “de viejos” y que es mejor
regalarla ahora, cuando aún está nueva, y no esperar a hacerlo cuando ya esté vieja y descolorida, como la que han
guardado sus padres todos estos años en el fondo del armario.


Definición y revisión de intereses. En la primera adolescencia se comienzan a manifestar de manera
más evidente las preferencias personales con respecto a la vocación y las áreas de interés. Al igual que la
ropa nueva que Paola y Javier descartan por no haber sido escogida por ellos mismos, los adolescentes
comienzan a emplear en primera persona y con mayor frecuencia los verbos “querer”, “preferir”,
“elegir”, y “decidir”. Hasta el adolescente más sumiso manifestará en algún momento un “yo prefiero”
frente a los intereses de sus padres. Las prioridades de vida que se plantean en ese momento serán al
principio cambiantes pero alcanzarán al final de la adolescencia una claridad que muy posiblemente la
persona no volverá a sentir en mucho tiempo. “Yo quiero estudiar o trabajar en esto específicamente”,
“Yo aspiro a llegar a ser una mujer con estas cualidades”, “Yo sólo me voy a dedicar a mi carrera o al
hogar”. Todas éstas son definiciones claras que servirán al adolescente que ha cumplido con las tareas
de individuación como mapa e impulso para las siguientes dos décadas de su vida.

Sin embargo, al llegar la cuarta década de la vida, al igual que Patricia, algunas personas sentirán la
necesidad de llevar a cabo una simbólica “limpieza de armario” para conservar sólo aquellas prioridades
e intereses que sigan en buen estado y que de verdad vayan a utilizar más adelante. Otras, como Jaime,
querrán aferrarse al pasado sólo para darse cuenta de que ese patrón de comportamiento que antes les
funcionaba tan bien, al igual que ese pantalón de hace veinte años, ya nunca les hará verse así de bien y
que la vida les tiene preparados muchos más que les funcionarán mejor... si tan sólo hacen espacio en el
armario para colgar los nuevos. Más adelante te daré ideas de cómo limpiar tu propio armario interior.

Los García y las hadas madrinas


Cuando tenía siete años, Paola aseguraba a sus padres y a su hermano que ella tenía una bella hada madrina,
llamada Nunik. La niña compartía con ellos a la hora de la cena las aventuras con su mágica madrina y, sobre
todo, presumía acerca de todas las cosas maravillosas que el ser imaginario le prometía que le iba a dar. La lista de
regalos que Paola recibiría en el futuro incluían un caballo blanco, la muñeca de moda, el vestido rojo que había
visto en el aparador y también, cuando Paola creciera, el hada Nunik sería todavía más espléndida con su terrenal
ahijada. Así es que, desde ese momento, le extendía a la niña un pagaré por varios “trillones” de euros para que ella
decidiera de mayor qué le gustaría comprarse y hacer. Javier se burlaba de su hermana y sus padres sonreían ante la
imaginación ingenua de su hija. “¡Quién tuviera siete años y un hada madrina!”, bromeaban los padres de Paola al
hacer las cuentas de los gastos mensuales.

Pero desde hace unos meses Jaime ha empezado a comprar billetes de la lotería local con la esperanza de que su
hada madrina o algún espíritu bondadoso similar le conceda el deseo de sacarse un premio jugoso que le permita
finalmente no tener que trabajar catorce horas diarias. Javier se encomienda a su propio espíritu protector (sexo
femenino, medidas 34-24-36 pulgadas) y pide que le ayude a pasar el examen para el cual no estudió. Finalmente,
Patricia medita invocando a la Gran Diosa para que le den el puesto laboral que está esperando desde hace varios
años. Si, de pasada, le concede que ese mes pueda cumplir con el pago de la tarjeta de crédito, le estará
doblemente agradecida.


La responsabilidad por la vida propia. Como mencionamos antes, en la primera transición el
adolescente se debate entre el deseo de definirse como individuo, con todo lo que esto significa, y la
abrumadora certeza de que, cuanto más autónomo sea, más responsable tendrá que ser de sus ideas,
conductas, decisiones y, sobre todo, de las consecuencias de éstas. En esos momentos a Javier y Paola
les resultaría muy atractivo tener un hada madrina que resolviera los problemas que ellos mismos se
ocasionan.

En el prólogo de este libro menciono a un hombre de cuarenta y tantos a quien su pareja llamaba
adolescente cuando consideraba que él se comportaba de manera irresponsable. En efecto, la imagen
popular del adolescente es la de alguien poco capaz de asumir las consecuencias de sus actos y, por
tanto, irresponsable. Pero, en realidad, el adolescente es muy consciente de sus actos, por lo que con
frecuencia experimenta culpas, dudas y vergüenza al probar nuevas maneras de comportarse o de
decidir. En el ensayo de estos nuevos comportamientos, comete los fallos propios del novato. Esta
continua prueba de ensayo y error cansa por momentos al joven, quien desearía volver a la etapa de la
niñez, cuando todavía no asumía la responsabilidad de su propia vida y era, entonces sí, totalmente
irresponsable.

Durante la segunda adolescencia experimentamos la sensación de que las decisiones tomadas en el
pasado nos alcanzan cada vez más rápido. Es una sensación de avalancha de responsabilidades
adquiridas a lo largo de veinte años o más, que ahora nos aplasta. Es el momento del “hubiera” que,
desafortunadamente, se conjuga en pasado condicional y es del verbo “ya no”. Entonces nos acordamos
de las hadas madrinas, los genios de las lámparas, de Papá Noel, los reyes Magos, la lotería o de aquel
negocio maravilloso que nos acaban de ofrecer y que nos aseguran es de ganancias extraordinarias e
inmediatas. Lo que sea, a pesar de lo mágico o fantasioso que pueda ser, con tal de no sentir la culpa,
las dudas y la vergüenza de afrontar lo que he hecho con mi vida.

Jaime sueña con ganar la lotería pero no tiene una idea clara de lo que desearía hacer con ese dinero,
más allá de lo que se le ocurre para los próximos dos años. Patricia sueña con el ascenso laboral y lo
teme a la vez porque ya no desearía adquirir más responsabilidades de las que ahora tiene. Paola sueña
con ingresar a la universidad donde podrá estudiar algo que la convierta en “trillonaria”, y Javier
simplemente desea pasar el examen de mañana para poder obtener permiso para ir al partido de fútbol
el sábado con sus amigos.

El futuro significa en esta nueva etapa algo muy distinto para cada uno de los García. Pero, a pesar de
tomarse de vez en cuando momentos imaginarios de asueto en compañía de las hadas madrinas, todos
ellos, por ser adolescentes, son a partir de ahora aún más responsables que antes de sus vidas.
Capítulo 4

“Los pájaros, las abejas y los García”. Los cambios biológicos[9]

Al pensar en la primera adolescencia, lo primero que quizá nos venga a la mente son los cambios
hormonales y corporales que nos transforman, en unos cuantos años, de manera radical. En la segunda
adolescencia se presenta en la mujer una especie de versión inversa de lo que hormonalmente vivió al
inicio de la pubertad, mientras que en el hombre, si bien no existe un equivalente tan claro en lo que
respecta al equilibrio y funcionamiento hormonal, sí existen modificaciones corporales internas y
externas que nos recuerdan la primera transición.

En este capítulo revisaremos en detalle primero lo que ocurre en el cuerpo de los adolescentes de ambos
sexos durante la pubertad, para comprender después con mayor facilidad los cambios biológicos
durante la segunda adolescencia. Para quienes son además padres de niños y adolescentes, espero que
este capítulo sirva como información para dialogar acerca de lo que ambas generaciones están
experimentando.

Los pájaros, las abejas y los García


Paola García comenzó a sentir a los diez años que los pechos se le ponían duros y le dolían. Al principio pensó que
se había lastimado al golpearse contra una de sus amigas al chocar cuando corrían durante el recreo escolar.
Cuando, después de varios días, el dolor siguió y comenzó a notar que los pezones se le inflamaban, corrió asustada
a enseñarle a su madre lo que le ocurría. Patricia levantó la camiseta de su hija y sonriendo le dijo: “No te asustes,
lo que pasa es que ya comenzaste a crecer”, Poco después de cumplir los 11 años, Paola tuvo su primera
menstruación y Patricia la felicitó, le hizo un pastel al que invitó a sus compañeras del sexto grado y celebraron
juntas el inicio de su pubertad. Pero ahora, dos años después de ese pastel de celebración, Paola ya no está tan
contenta con el rito mensual del sangrado y las compresas. Le molesta en especial no saber si ese mes llegará el
sangrado cuando lo espera, 28 días después del primer día del último período, si se adelantará algunos días o, por
el contrario, se atrasará. Tampoco puede predecir si ese mes se sentirá de mal humor unos días antes de menstruar,
si tendrá cólicos o si esta vez el flujo será más abundante y durará más días de lo normal. Su madre le trata de
explicar que todas esas variaciones son normales, pero ella misma ha comenzado a tener retrasos, flujo más o
menos abundante, y piensa que algo debe estar mal en su cuerpo porque, después de todo, cree que es muy joven
para tener síntomas de menopausia. “Eso es algo que les pasa a las de cincuenta”, piensa. “Yo seguramente estoy
muy estresada o tengo algo anormal”.

Javier tuvo anoche un delicioso sueño erótico y sintió al despertar el pene erecto. Ha notado que en los últimos
meses le ha crecido bastante, lo cual le hace sentir tan como para presumir en los vestuarios con sus compañeros.
Con esa nueva seguridad corporal, decide de una vez por todas llamar a la niña de la escuela que le gusta tanto
para invitarla a salir el siguiente sábado. Ha pensado detenidamente lo que le dirá, incluyendo la inteligente broma
con la que cree que parecerá simpático y muy seguro de sí mismo. Marca el teléfono, la niña contesta y Javier
comienza a decir las líneas preparadas. Todo va bien hasta que, en el momento de invitarla, su flamante voz varonil
lo traiciona con dos palabras desafinadas y varios tonos más agudos que las anteriores. La niña suelta la carcajada
y Javier tartamudea disculpándose por colgar, aduciendo que su padre lo está llamando para algo urgente. Cuelga,
frustrado, y se promete a sí mismo no volver a hablar hasta que la voz le termine de cambiar.

Javier comenta con su padre lo que le sucedió y Jaime ríe divertido, recordando su propia experiencia en esa edad. Le
cuenta a su hijo alguna anécdota similar que él vivió en su adolescencia y el joven decide que, después de todo, su
problema no es para tanto.

Ese mismo viernes Jaime invita a Patricia a cenar los dos solos. Tienen una charla muy relajada y al llegar a su
habitación se sienten románticos. Comienzan a desnudarse, se acarician y se besan con gusto... pero su pene no
parece estar enterado de que le toca ponerse en posición firme y entrar en acción. Media hora después de intentos
fallidos tanto suyos como de Patricia para entusiasmarlo a que participe en el intercambio, el pene de Jaime sigue
actuando como si tuviera voluntad propia y decide descansar muy relajado esa noche. Jaime se disculpa con su
esposa diciendo: “Perdón, no sé qué me pasa, debe ser la tensión de toda la semana”. Patricia le tranquiliza
diciendo que no tiene importancia y ambos recuerdan que esa noche hay un programa buenísimo en la televisión.


Introduzcámonos en los cuerpos de Paola, Javier, Jaime y Patricia para comprender lo que les está
pasando.

La pubertad, entendida como el período en el cual un individuo se vuelve capaz de reproducirse
sexualmente, comienza con una señal de inicio de operaciones que se origina en una parte de la base
del cerebro llamada hipotálamo y que estimulará a su vecina, la glándula maestra llamada hipófisis o
pituitaria, para que envíe primero un mensaje hacia las suprarrenales (que, como su nombre indica,
están sobre los riñones) y poco tiempo después hacia las gónadas -también conocidas como testículos y
ovarios entre los que no somos médicos- indicándoles que ha llegado el momento de ponerse a trabajar
para lograr que la persona pueda, en el futuro, perpetuar la especie mediante la agradable práctica de la
reproducción sexual.

En la fase previa a la pubertad, las suprarrenales inician los cambios mediante la secreción de
andrógenos, siendo los más importantes la DHEA (dehidroepiandrostenediona para los médicos y los
amantes de los trabalenguas) y su sulfato, conocido como DHEAS, además de la androstenediona. A
este proceso se lo conoce como adrenarquia y sucede en ambos sexos antes de que ocurran el resto de
los cambios físicos y endocrinológicos que marcan de manera más evidente la pubertad.

En una segunda etapa, aproximadamente uno o dos años después del inicio de la adrenarquia, el
hipotálamo vuelve a comunicarse con su vecina hipófisis mediante el envío de la hormona GnRh,
liberadora de las gonadotrofinas, LH (hormona luteinizante) y FSH (hormona folículo estimulante), que
produce la hipófisis. Ésta, una vez más, envía por la red corporal circulatoria mensajes en “formatos” LH
y FSH a las lejanas gónadas. El mensaje de la LH indica a los testículos en el hombre y a los ovarios en
la mujer que deberán ponerse a producir testosterona y estradiol (estrógenos, en lenguaje común)
respectivamente. Es importante anotar que, al ser las gonadotrofinas las mismas para ambos sexos, en el
proceso de síntesis de las hormonas que predominan en cada sexo tanto hombres como mujeres
producimos también cantidades menores de la hormona correspondiente al otro sexo. Así, los ovarios
producirán pequeñas cantidades de testosterona mientras sintetizan el estradiol y los testículos
secretarán estradiol al metabolizar la testosterona. También es interesante saber desde ahora que estas
hormonas, complementarias a las predominantes en cada sexo, jugarán en la segunda adolescencia un
papel muy importante en relación a la calidad de vida y la salud.

Por otro lado, el mensaje FSH trae como “asunto” la liberación de los óvulos que viajan dentro de los
folículos (de ahí el nombre de folículo-estimulante), que son una especie de quistes microscópicos que
han estado en los ovarios desde la época de gestación. Como en el hombre no hay folículos, la FSH
estimula la producción de esperma y con ello asegura que los pequeños espermatozoides cuenten
también con un transporte adecuado en el momento de la fecundación. A esta segunda fase de la
pubertad se la conoce en medicina como gonadarquia y, de manera simultánea con la adrenarquia -
iniciada un poco antes, como ya mencionamos-, conforman el proceso general de crecimiento acelerado
que caracteriza la primera adolescencia.

¿Suena sencillo? En realidad, se trata de un mecanismo de comunicación y funcionamiento tan
complejo que le tomará al cuerpo femenino varios años de irregularidades antes de llegar a la
regularidad que, si se tratara de una industria de manufactura, le permitiría obtener un certificado de
calidad total o de la serie ISSO 9000. Por ello Paola, a sus trece años, todavía se siente con la
intranquilidad de quien no ha obtenido el “certificado de funcionamiento regular”, que seguramente le
tomará uno o dos años más obtener.

La pubertad en el varón. Los niños como Javier, aproximadamente a los diez años de edad comenzarán
con el primer turno de producción de testosterona y éste será nocturno debido a la mayor actividad de
la LH durante el sueño (¿ahora entiendes el porqué de esos sueños eróticos maravillosos?). Medio año
después, la LH comenzará a incrementarse de modo acelerado, por lo que los niveles diurnos de
testosterona comenzarán a aumentar sustancialmente. De acuerdo con los estudios citados por Christy
Miller Buchanan y su grupo (1992)[10], entre los diez y los diecisiete años los niveles de la testosterona
pueden incrementar hasta veinte veces su concentración inicial. Adicionalmente a la testosterona, la
LH, al unirse en los receptores de las células de Leydig en el testículo, estimulará la síntesis de otros dos
andrógenos con nombre de trabalenguas: La dihidrotestosterona, también producida en la próstata, y la
androstenediona, que actúa sobre el cerebro y algunos otros órganos, como veremos más adelante. Al
igual que en el cuerpo femenino, la normalización en los hombres también toma su tiempo.

Los caracteres sexuales primarios y secundarios. A la par de estos cambios hormonales y en buena
medida a consecuencia de ellos, en el niño aparecen de manera predecible los caracteres sexuales
primarios y secundarios. La testosterona se combina con las hormonas provenientes de las suprarrenales
dando como resultado lo siguiente y en este orden: primero, crecerán de manera acelerada los testículos
y el escroto, acompañados de la aparición del vello púbico. Acto seguido - para beneplácito de su
poseedor- el pene crecerá y el vello púbico se volverá más denso, grueso y oscuro. Más tarde,
comenzarán a crecerle la barba, el bigote y el vello corporal en general, de acuerdo con su herencia
genética en mayor o menor abundancia. La voz comenzará a volverse más grave de forma gradual,
ocasionando a Javier y a sus compañeros varios momentos embarazosos mientras se define. Ya
avanzada la adolescencia el joven será capaz de producir y eyacular esperma por primera vez.

La pubertad femenina no es tan regular ni tan fácil de predecir. Pero es usual que debido a la
adrenarquia los cambios corporales se inicien, como en el caso de Paola, con una pequeña elevación del
pezón o bien por la aparición de los primeros vellos púbicos. Al igual que en el niño, el vello púbico y
axilar se vuelve cada vez más denso, grueso y oscuro, mientras que los pechos crecen y las caderas se
ensanchan. La primera menstruación -llamada menarquia- aparece relativamente tarde en la pubertad.
La ovulación y capacidad para llevar a término un embarazo se retrasa todavía más.

Ahora, exploremos en qué se parece la segunda adolescencia a esta primera, desde el punto de vista
biológico.

La variación hormonal. Después de haber conseguido el certificado de regularidad en el ciclo de
producción, a partir de aproximadamente los cuarenta años, la producción de las hormonas sexuales,
en las mujeres como Patricia, comienzan a presentar irregularidades. Poco a poco, los folículos se van
agotando. La mayoría de los folículos que han quedado en las “bodegas” de los ovarios, como los saldos
de la temporada reproductiva anterior, se aproximan a su fecha de caducidad, por lo que ya no son tan
sensibles a la estimulación de la FSH y, por tanto, no alcanzan a madurar siempre. En consecuencia,
hay ciclos en los que la mujer no ovula y comienza a romperse el ciclo mensual que hasta entonces era
el normal para cada mujer.

La línea de producción LH también comienza a presentar fallos. El abasto de materias primas como
enzimas y otras sustancias necesarias para elaborar el estradiol no es regular; la “maquinaria” celular
comienza a mostrar cambios que afectan la sensibilidad de los folículos ante las hormonas. Como en las
fábricas y empresas, cuando hay problemas de comunicación entre varias secciones relacionadas con un
producto, hipotálamo e hipófisis envían mensajes urgentes, con el resultado de niveles hormonales
desequilibrados. La FSH aumenta cada vez más y lo único que consigue es que los folículos maduren
demasiado pronto. Los niveles de producción se vuelven irregulares al inicio de esta etapa, con
momentos donde se produce demasiado y otros en los que se produce muy poco, hasta que
gradualmente se va a producir cada vez menos estradiol[11].

¿Recuerdas cómo en la pubertad se presentaron varios años de irregularidades antes de que
hipotálamo, hipófisis y ovarios pudieran coordinar su línea de producción? Imagina que ahora sucede
exactamente lo mismo, pero a la inversa: en lugar de prepararse para producir la primera menstruación,
ahora comienzan la preparación para la última. Mientras hipotálamo e hipófisis se ponen de acuerdo en
cómo preparar la jubilación de los ovarios, la mujer dueña de la fábrica no entiende porqué las cosas no
siguen tan ordenadas y regulares como antes, y esto la inquieta. Después de todo, ¡nadie le dijo que
desde tanto tiempo antes de la menopausia la maquinaria iba a comenzar a presentar suspensiones
parciales de operaciones o huelgas activas de súper-producción como las que realizan los trabajadores
japoneses!

Este proceso no es, por tanto, de producción claramente descendente, como se pensaba antes y en la
primera etapa de la transición hacia la menopausia, la variabilidad hormonal va a ocasionar que los
periodos se vuelvan irregulares, tanto en su frecuencia, como en su duración, hasta llegar a una etapa
cuando la frecuencia comience a descender hasta cesar completamente durante un año.

La fertilidad durante la transición hacia la menopausia. Seguramente todos conocemos alguna mujer
que al iniciar esta fase de ciclos irregulares o cada vez menos frecuentes consideró que ya no era fértil y
se embarazó durante esta etapa. De hecho, lo que sabemos actualmente es que existen ciclos de
ovulación normal intercalados durante la transición previa a la menopausia por lo que la mujer que no
desee ser una Sara o Santa Ana moderna deberá continuar su esquema de anticoncepción hasta la
menopausia.[12]

¿Existe la Andropausia? En el hombre, los cambios hormonales durante los cuarenta son más sutiles
que en la mujer y, de acuerdo con los especialistas, requieren de un período más largo para resultar
evidentes. Sin embargo, también en este caso va a comenzar la disminución de la producción. Jaime no
sabe que la secreción de testosterona y los otros andrógenos de su cuerpo comenzó a disminuir
aproximadamente a partir de los treinta años a razón del 1 al 2 por ciento cada año. Adicionalmente,
las células de Leydig en sus testículos -que, como mencionamos arriba, son responsables de estimular la
síntesis de andrógenos- comienzan aproximadamente a los cuarenta años a disminuir en número y a
presentar fallas en su funcionamiento. Como en la mujer de más de cuarenta, en el hombre comienza a
detectarse un desequilibrio hormonal y también elevación de la FSH. Pero a pesar de estos cambios y, a
diferencia de Patricia, quien en aproximadamente ocho años dejará atrás su capacidad reproductiva,
Jaime permanecerá fértil hasta una edad avanzada, por lo cual, y a pesar de ser un término muy
empleado, como ya mencioné en la introducción de este libro, no es adecuado hablar de andropausia,
término que sería equivalente al cese de la capacidad reproductiva o menopausia, sino de una
deficiencia androgénica parcial, misma que manifestará en varios órganos el cambio del ritmo de
producción de sus hormonas a partir de la segunda adolescencia, por lo que sí podemos plantear la
existencia de un climaterio masculino.
La capacidad en frecuencia e intensidad de excitación sexual también se podrá ver afectada por estos
cambios y esto es quizá lo que preocupará más a Jaime, debido a la excesiva importancia que su
potencia sexual ha tenido en él y en la mayoría de los hombres para mantener un nivel adecuado de
autoestima. Como menciona Luis Mariano Aceves (2002)[13] en un artículo acerca de la madurez en el
varón:

“Porque hemos aprendido que en la erección del pene reside el ser hombre, entramos en escenarios de
pánico y desolación cuando ésta se resiste o se niega. Pensamos, entonces, que los remedios pueden
venir de fuera: las píldoras, las inyecciones, los parches, el gel milagroso que restablecerá los niveles
perdidos de la testosterona y, en consecuencia, el poder y la gloria”

El climaterio del hombre es entonces bastante más complejo y profundo que una simple disminución de
testosterona. Pero no podemos tampoco negar que esta sustancia primordial en el cuerpo masculino
tiene un efecto importante que debemos conocer e identificar, en especial a partir de los cuarenta.[14]

Los sitios de acción de las hormonas sexuales en los adolescentes de segunda vuelta. En los siguientes
capítulos revisaremos en detalle las manifestaciones del desequilibrio hormonal descrito arriba y que se
presenta durante algunos años de la segunda adolescencia. Baste por el momento decir que, durante
esta etapa y al igual que durante la pubertad, las hormonas harán que nuestro cuerpo y nuestra mente
nos sorprendan, una vez más, con novedades. Lo harán en capacidades y sitios tan insospechados como
el intestino grueso, el hígado, el sistema cardiovascular, la memoria o la “curva de la prosperidad”, que
se resistirá más que antes a desaparecer del vientre de Jaime, a pesar del ejercicio y de la dieta
balanceada. A continuación, te presento un cuadro que resume los sitios de acción de las hormonas en
nuestro cuerpo.

Sitios de acción de las hormonas sexuales en el cuerpo
1. Cerebro y sistema nervioso central
2. Sistema músculo-esquelético
3. Corazón
4. Hígado
5. Colon (intestino grueso)
6. Piel y cabello
7. Glándulas mamarias (senos)
8. Próstata y vejiga
9. Pene y útero
10. Testículos y ovarios.

Más adelante revisaremos los efectos específicos de las hormonas y sus niveles sobre estos órganos, en
especial cuando se rompe el equilibrio, como sucede durante ambas adolescencias. Sin embargo, todos
estos cambios biológicos, tanto de la primera como de la segunda adolescencia, no tendrían por qué
afectar o disminuir la calidad de vida de nuestros amigos los García o la tuya.

En primer lugar, al conocer lo que nos pasa, se disminuye la preocupación exagerada que estos cambios
nos pudieran ocasionar por desconocimiento y, en segundo lugar -como veremos en la tercera parte de
este libro-, la medicina actual ofrece apoyos excelentes para minimizar los síntomas incómodos que
pudieras presentar a lo largo de estas etapas de cambios acelerados. Lo importante, entonces, es
conocerte y atenderte de manera adecuada. Sin buscar recetas mágicas ni atribuir a las hormonas todo
lo que te está sucediendo en esta etapa. Como expresa con claridad y belleza Luis Mariano Aceves en el
mismo artículo ya citado:

“Más adentro aún, en el alma, los sentimientos se comportan como lobos, nos muerden las entrañas y
nos empujan a la negación como remedio y a la búsqueda de respuestas en soluciones milagrosas,
fáciles, externas”.
Segunda Parte

Separar y juzgar

“Hay personas que, con el transcurrir de la vida,


simplemente envejecen; otras, más sabias o más afortunadas,
van madurando”
Rosa Montero[15]
Capítulo 5

“Pero, ¿qué me está pasando?”


El inicio de la segunda adolescencia

Los puentes
- Hasta los cuarenta años, fue como si viajara dentro de un carruaje muy cómodo y con alguien más que conducía y
me llevaba hacia donde yo debía ir. No sentía preocupación alguna, a pesar de no ser yo el conductor. Todo era
mucho más cómodo y fácil. En cambio, ahora siento como si le hubiera arrebatado las riendas al cochero para
comenzar a manejar yo mismo el carruaje de mi vida. Pero no tengo experiencia, así es que a veces me atemoriza el
no poder prever las curvas o ser incapaz de decidir correctamente en los cruces qué camino debo tomar. Sobre todo,
me siento poco capaz para poder calmar a los caballos y con ello evitar que se despeñen en los desfiladeros
estrechos.

Jaime describe con esta imagen la experiencia interna al inicio de sus cuarenta. Se siente raro, se estresa más
fácilmente que antes y se confiesa a sí mismo durante la consulta que se siente muy inseguro.


Puentes, cruces de caminos, curvas, coches manejados por alguien más y caballos nerviosos o
desbocados son imágenes frecuentes en los sueños y los pensamientos que en esta etapa de vida
manifiestan la incertidumbre de sentirnos distintos a como nos percibíamos antes. La inestabilidad del
puente de la transición evolutiva; la incertidumbre del cruce de caminos o de la curva pronunciada en
la vida personal, familiar y laboral; los instintos, emociones y pensamientos con voluntad propia que,
como los caballos del carruaje metafórico, se rebelan a su antojo y nos llevan a expresar frases como las
siguientes, al inicio de los cuarenta.

Pero, ¿te fijaste cómo ha cambiado? Los García en la reunión de ex alumnos


Patricia y Jaime asisten esta noche a la reunión de ex -alumnos de la escuela secundaria donde se conocieron y
comenzaron su noviazgo. No han visto a varios de sus antiguos compañeros desde hace más de quince años y
sienten curiosidad por saber qué ha sido de sus vidas desde entonces. Entran al salón donde está a punto de
comenzar el evento y pasean la mirada buscando rostros conocidos.

¡Patricia! ¡Vengan a sentarse acá con nosotros! Escuchan llamar a lo lejos a María, quien ahora es directora de
ventas en una empresa multinacional. Al lado de María están sentados Pedro -médico ginecólogo- y su esposa Lidia,
dedicada al trabajo de tiempo completo que implica la administración del hogar y la educación de sus cuatro hijos,
de entre 17 y 13 años de edad. Acompaña a María -quien sigue soltera y dedicada a su carrera profesional- José, un
colega suyo, recién separado después de quince años de matrimonio.

Patricia y María comienzan a charlar muy animadas acerca de lo que han hecho con sus vidas durante tantos años
sin verse. María confiesa en algún momento que, últimamente, se ha sentido rara y menos satisfecha con su trabajo.
También siente por momentos que ya no se concentra tan fácilmente. Ha habido ocasiones en que se le han
olvidado los nombres de sus clientes, lo que antes jamás le había sucedido. También, contra su costumbre, se le han
escapado las lágrimas en alguna junta difícil de trabajo pero, sobre todo, en el último año se ha sentido muy sola.
“¡Cómo las envidio a ustedes, que se casaron jóvenes! Yo ya me quedé soltera y sin hijos”, se lamenta esta mujer
con tanto éxito en apariencia.

“¿Tú te preocupas porque se te olvidan los nombres? ¡Eso no es nada!”, comenta Lidia. “Yo, el otro día llegué con
las bolsas del mercado, comencé como siempre a guardar la comida... ¡Y metí el bote del helado en la alacena! Sólo
me di cuenta de lo que había hecho, cuando noté un río de chocolate salir por debajo de la puerta, media hora
después... Estoy tan olvidadiza últimamente que ya he optado por llamar a mis cuatro hijos ‘Príncipe’ porque
siempre confundo sus nombres. Ya estoy como los mujeriegos, que a todas sus conquistas les dicen ‘preciosa’ o
‘reina’ para evitarse la pena de confundir sus nombres.” Todo el grupo ríe y aporta anécdotas de olvidos o
distracciones recientes similares. Por lo visto, no es la única que ha notado que está más desmemoriada y distraída
que antes.

“¡No sabes de lo que te has librado al no haberte casado ni tener aún hijos!”, comenta Patricia a María. “Yo, en
cambio, con el trabajo y la familia al mismo tiempo, me siento con demasiadas responsabilidades y daría lo que
fuera por tener la libertad que tú tienes. Mi día se inicia a las cinco de la madrugada y no termina antes de la
medianoche. Los fines de semana, mi “descanso” consiste en hacer las compras para la semana, asegurarme de que
las habitaciones de Paola y Javier no estén habitadas por frutas peludas debajo de la cama y que la pila de ropa
sucia sobre sus camas disminuya al menos a la mitad. Si todavía me quedan fuerzas y ánimo, salimos al cine o a
comer, previa discusión acalorada porque tratar de ponernos de acuerdo es cada día más difícil. ¿Qué tiene eso de
maravilloso? Con la familia y el trabajo tengo tantas tareas y preocupaciones que lo que vivo a diario ya no es-tres:
¡es-seis! Las amigas ríen con el juego de palabras de Patricia y se dan cuenta de que los hombres de la mesa están
también enfrascados en su propia conversación. Llegan a escuchar que José, el amigo de María, les comenta que a
pesar de no estar arrepentido por haberse divorciado todavía se siente raro y no sabe lo que desea para su futuro.

Pedro les confiesa que su trabajo como médico cada día lo desgasta más y que las enfermeras le han hecho notar
que ya no es tan paciente con las embarazadas primerizas como al inicio de su carrera. Confiesa que ha llegado a
pensar que quizá se equivocó al elegir esa especialidad, que le demanda estar disponible las veinticuatro horas al
día y los siete días de la semana. Por último, Jaime también se sincera con sus amigos y comenta que, debido a la
incertidumbre constante de trabajar en una empresa donde se da cada día más preferencia a los jóvenes menores de
treinta y cinco años, últimamente se ha sentido muy inseguro, caduco, y se esfuerza cada vez más por no sucumbir
ante los tangos del “Trío Miseria”. Cuando Pedro le pregunta qué grupo musical es ése, Jaime contesta que no se
refiere a un trío de músicos con bandoneón, piano y bajo, sino al trío del estrés, la ansiedad y la depresión, que le
hacen llorar más que un sentido tango.

De regreso en coche hacia su casa, Patricia pregunta a Jaime: “¿Te fijaste cómo ha cambiado María? Parece más
humana, menos fría que antes”. Jaime, a su vez comenta: “El que más ha cambiado es Pedro, ¡quién hubiera
pensado que el gran médico tuviera dudas acerca de su profesión! ¡Con lo seguro que se veía siempre!”

En los coches del resto del grupo se repiten comentarios similares. Todos piensan que alguien más en el grupo es el
o la que ha cambiado más desde su juventud... Pero, ¿creen que han cambiado ellos mismos?... ¡Por supuesto que
no!


“Yo no era así antes.” Los cambios en la personalidad. Los cuarenta nos enfrentan con la necesidad de
adecuarnos a roles y expectativas con frecuencia muy distintos a los de la fase de vida previa. Ante esta
nueva etapa, nuestra personalidad se modifica y con ello se manifiestan algunas inquietudes que, si son
atendidas de manera adecuada, van a propiciar que, como dice Rosa Montero, tengamos la fortuna o la
sabiduría de madurar y no simplemente envejezcamos.

Los García y sus amigos manifiestan las inquietudes propias de quien se enfrenta ante la disyuntiva de
madurar o simplemente de envejecer, con algunas frases típicas del inicio de la segunda adolescencia
que me gustaría analizar contigo.

“Ahora me toca a mí.” Para aquellas mujeres como Lidia, dedicadas hasta entonces al hogar y la
familia, usualmente estos cambios coinciden con el crecimiento de los hijos y su propia adolescencia.
Como ya revisamos en el capítulo anterior, la nueva fase que atraviesan los hijos va a requerir de
cambios sustanciales en el papel de quien hasta ese momento muy posiblemente se había definido a sí
misma, de manera primordial o exclusiva, por su papel como madre. Las características de personalidad
consistentes con la definición tradicional de este rol, tales como la generosidad, la actitud de servicio
hacia los demás, la supeditación de los intereses personales a los familiares, la amabilidad, la
organización y la planeación, se convierten en esta etapa en motivos de crítica por parte de los hijos y de
insatisfacción personal para la mujer.

“Ya llegué a la cima, pero está nublado.” En el otro extremo, se encuentran las personas que hasta
entonces habían optado por vivir solas, probablemente dedicadas apasionadamente a una profesión o
trabajo remunerado, como en el caso de María. Para ellas, los cuarenta se pueden presentar con la
sensación de haber perdido una parte importante de su vida como hombres o mujeres al no haber
establecido una relación de pareja o bien por haber pospuesto tener un hijo hasta triunfar
profesionalmente. En el caso de estas mujeres y en el de los hombres que han seguido un patrón
similar, las cualidades que han sido aquellas que les han llevado a triunfar en el mundo laboral (tales
como la dedicación exclusiva al trabajo, el empuje, la racionalidad enfocada hacia las metas laborales y
la capacidad para tomar decisiones sin incorporar argumentos sentimentales), ahora se les presentan
como errores por corregir, obstáculos para la realización integral de su vida como individuos plenos. En
ambos casos y hasta en el tercero, el de la súper-mujer y del súper-hombre que han logrado equilibrar
familia y trabajo al mismo tiempo, esta etapa se presenta con un sólo mensaje claro: algo en ellos está
cambiando, aún sin desearlo ni buscarlo y no se sienten satisfechos con el patrón de vida previo.

No es casual que se presente en esta etapa de la vida laboral de muchas personas una sensación de
vacío, aún en aquellas personas en apariencia exitosas, como María o José su colega. Daría la impresión
de que al alcanzar finalmente la cumbre de sus carreras profesionales, ambos se enfrentan con un
paisaje nublado que no les permite ver con claridad y que les provoca el temor de que, a partir de ese
momento, todo será cuesta abajo.

“No me aprecian, ni me comprenden.” Para algunos hombres y mujeres, la transición comienza con
una sensación extraña de ya no sentirse tan cómodos o tan satisfechos con el estado de su vida en
general, con un primer problema de salud serio o bien con crisis laborales, en ocasiones fuera de su
control. Es usual en esta etapa que el adolescente de segunda vuelta se sienta incomprendido, poco
apreciado y, sobre todo, muy cansado con el ritmo acelerado constante y con las expectativas que pesan
sobre él.

En esta etapa, un enamoramiento se presenta con el espejismo de comenzar de nuevo y de encontrar en
ese “estado naciente” -como diría Francesco Alberoni- la sensación de aprecio, comprensión y pasión
que pudiera faltar en sus vidas. La proyección en la nueva pareja de aquello que fuimos o que
desearíamos ser propicia que hombres como José -hasta entonces tan estructurados y respetuosos de las
reglas- manifiesten ese lado espontáneo, juguetón o creativo que ha estado ahí siempre, pero que no se
daban permiso de experimentar.
En las mujeres, una aventura o un simple coqueteo con alguien distinto, que las mire de nuevo con
deseo y que converse con ellas sin el televisor encendido enfrente, resulta muy tentador. Daría la
impresión de que los adolescentes de cuarenta y tantos necesitaran enamorarse de nuevo para rescatar
la pasión y el estímulo indispensables para continuar con su desarrollo.

Pero, al igual que en la primera adolescencia, lejos de mirar primero hacia adentro para encontrar esa
pasión por la vida, la persona busca en alguien o en algo nuevo el estímulo necesario. Proyecta en
alguien más lo que desearía tener en sí mismo y, al hacerlo, distorsiona su percepción de quien en ese
momento recibe la proyección de sus anhelos. Es debido a esta distorsión que sea tan frecuente que a
los pocos meses de haber iniciado la nueva relación el espejismo de la perfección del otro se disipe y el
enamoramiento termine -como dijera el filósofo francés Roland Barthes- con la simbólica mancha en la
ropa que notamos por primera vez en nuestra -o nuestro- hasta entonces perfecto amante.

En el caso de José, esta necesidad le ha llevado a divorciarse y a comenzar una nueva relación en la que,
por desgracia, repite los mismos patrones de conducta y comunicación que le llevaron al conflicto y a la
insatisfacción en su primer matrimonio. Las proyecciones hacia su nueva pareja, ahora que ha dejado
de ser la aventura emocionante y peligrosa, son cada día menos idealizadas y apenas ahora, tras seis
meses viviendo juntos, comienza a percibir a la mujer real que vive con él. Ella, por su parte, se siente
menos apreciada que antes, se queja de que José le reclama cosas que ella no ha hecho e intuye -con
sobrada razón- que está “pagando los platos que ella no rompió”. José se da cuenta de que se ha vuelto
a quejar de que su pareja no lo comprende, pero esta vez con la conciencia de que quizá el problema no
sea de ellas sino de él.

“Me equivoqué de vocación o de trabajo.” Como en el caso de Pedro, el médico del grupo de amigos,
y en especial para los varones, el manejo de las presiones es pocas veces adecuado debido a los
prejuicios que limitan en el hombre la posibilidad de comentar sus problemas o pedir ayuda. No es
casual que Jaime y sus amigos sólo se atrevan a comentar de manera escueta sus problemas en aquella
cena de amigos donde se conocieron durante su lejana primera etapa de dudas y cambios de
personalidad. Muy probablemente, si percibieron que las mujeres del grupo estaban escuchando,
cambiaron la conversación para no perder “status” frente a ellas.

Como revisaremos en detalle más adelante, el nivel de presiones cotidianas que viven los habitantes del
mundo actual se ha incrementado sustancialmente y en especial en el caso de los hombres, la presión
para desempeñarse laboralmente durante horarios cada vez más largos y asumiendo más funciones
como medida para conservar el puesto se ha vuelto poco saludable.
Para algunos especialistas, como es el caso de Pedro, además del estrés ambiental, el ejercicio continuo
e intenso de una profesión tan demandante como la Medicina durante quince años o más puede
provocar que por agotamiento al inicio de la segunda adolescencia se pongan en duda las decisiones
vocaciones o laborales tomadas en la juventud.

En algunos casos se trata, en efecto, de la primera oportunidad para decidir libremente y de acuerdo
con una verdadera vocación -que quizá fue negada por falta de recursos o de proactividad por parte del
o la entonces joven-. En los cuarenta somos, por fortuna, todavía lo suficientemente jóvenes para
alcanzar las metas que nos propongamos y lo suficientemente maduros como para atrevernos a hacer lo
que nos proponemos. Pero, en la mayoría de los casos, las dudas en esta etapa no son sino
manifestación de nuestro cansancio acumulado o de la falta de estímulos laborales que pueden provenir
ya sea de nosotros mismos o de la institución donde trabajamos; llamadas de auxilio desesperadas de
una mente que necesita un respiro de al menos un mes seguido para recuperar su entusiasmo. En estos
casos, la decisión impulsiva de renunciar puede ser muy costosa, al tirar por la borda muchos años
valiosos de experiencia profesional.

“Ahora o Nunca.” Por su parte, Jaime y Patricia no han experimentado las dudas acerca de su elección
de pareja o de empleo, pero sí han tenido la sensación, en los últimos dos años, de que el tiempo pasa
mucho más rápido que antes. Esta sensación les ha generado una especie de ansiedad por llevar a cabo
un número increíble de actividades sociales, proyectos laborales, compras de objetos, arreglos de casa y
viajes. Ambos están, últimamente, como niños hiperactivos y a duras penas duermen seis horas diarias.
Cuando alguien cercano les hace notar su acelerada actitud, los García se justifican diciendo: “Es que ya
no somos unos jovencitos y éstos son nuestros últimos años buenos, así es que hay que aprovecharlos
para lograr lo máximo posible. ¡Es ahora o nunca!” Como veremos más adelante, el espejismo del
“ahora o nunca” tiene un coste en la salud que los García no habían considerado y que, al conocerlo,
por fortuna ya no estarán dispuestos a pagar.

Como habrás notado todos en el grupo, lo reconozcan o no, comienzan a experimentar los cambios de
personalidad correspondientes al proceso de individuación en esta fase. Veamos en qué consisten estos
cambios.

Hacia la integración de todas nuestras capacidades individuales. De acuerdo con Carl Gustav Jung,
uno de los pioneros en el estudio de la personalidad, todas las personas tenemos una combinación
específica de actitudes, maneras de percibir y preferencias al decidir, que él llamó tipo psicológico y que
otros autores llaman simplemente personalidad. Los tipos psicológicos propuestos por este autor en
1921[16], que aún en este siglo XXI siguen aceptándose como descripciones válidas de las diferencias de
personalidad en muchos países alrededor del mundo, se basan en la idea de que existe un
temperamento con el que nace cada persona, debido en parte a su herencia y en parte al ambiente
intrauterino en el que vive durante los meses de gestación. Este temperamento, después del nacimiento,
se combinará con los elementos aprendidos en el medio ambiente del niño y esta personalidad o tipo
inicial va a desarrollarse a lo largo de la primera mitad de la vida.

El tipo psicológico de cada persona está conformado por algunas preferencias agrupadas en pares
extremos y el equivalente que encuentro más sencillo para explicarlas sería la lateralidad diestra o zurda
que cada niño manifiesta, de acuerdo también a la predominancia innata en su cerebro de alguno de
los hemisferios, más la facilidad que le ofrezca el medio ambiente para desarrollar esa preferencia
natural.

En primer lugar, dice Jung, existe una tendencia a ser más abierto ante el mundo de afuera, llamada
extraversión – erróneamente llamada extroversión- o a tener un enfoque más interior, que llamó
introversión. El par de preferencias indican la manera predominante como la persona percibe el mundo:
a la perspectiva global de posibilidades, abstracta, se la conoce como intuición mientras que la
percepción detallista, concreta y convencional, es la sensación. Por último, en el momento de tomar
decisiones, las personas pueden emplear argumentos racionales, analíticos y autónomos, o bien basar
sus juicios y decisiones en valores sociales, consideración por las implicaciones hacia los demás o
sentimientos personales. Jung llamó a la primera preferencia para decidir pensamiento y a la segunda
sentimiento.

De acuerdo con Jung, la tarea durante la primera mitad de la vida consiste en desarrollar primero, y
optimizar después, el uso de las preferencias individuales que le resultan más naturales a cada persona.
Pero, al acercarnos a la mitad de la vida, aquellas características menos desarrolladas de nuestra
personalidad comienzan a hacerse presentes y demandan nuestra atención para ser integradas también
en nuestra manera de percibir, pensar y actuar. Esto se debe a una especie de “reloj psicológico” que
intenta propiciar que desarrollemos una especie de “ambidexteridad” mental flexible y más efectiva
para que, en efecto, lleguemos a ser personas maduras y no tan solo más viejas.

Si recordamos la definición de madurez, presentada en el primer capítulo, maduro o madura es quien
alcanza el desarrollo pleno de sus capacidades intelectuales y de convivencia con sus semejantes.16 Por
tanto, para alcanzar la verdadera madurez se requiere de una combinación atinada y flexible a la vez de
los seis pares de preferencias mencionadas arriba.

Las primeras manifestaciones de las preferencias menos desarrolladas en cada persona se experimentan
desde dentro como algo extraño. Las mujeres extravertidas y sociables, como Patricia, comienzan a
sentir la necesidad de estar a solas con mayor frecuencia. José, de pensamiento objetivo, asertivo y poco
afecto a mostrar sus sentimientos, se ha enamorado como si fuera un joven romántico de diecisiete
años. Lidia, mujer introvertida, decide que ya es hora de dar a conocer lo que piensa por lo que desea
convertirse en líder de una organización no gubernamental que defienda a mujeres maltratadas. María,
la ejecutiva exitosa, llora en las juntas cuando antes era considerada como muy dura por sus
compañeros y además anhela una pareja y un hijo. Pedro, médico intuitivo y pensante, pierde la
perspectiva amplia que le hizo decidir ser ginecólogo y tan sólo desea satisfacer sus sentimientos del
momento. Por último, nuestro amigo Jaime comienza por primera vez a centrarse en sí mismo y en los
detalles de su cuerpo, cuando hasta hace poco vivía la vida como extravertido-intuitivo-pensamiento.

Todos los amigos que han asistido a la reunión, en efecto, se perciben distintos a cómo eran antes y esto
les hace sentirse por momentos inseguros con su propio comportamiento cotidiano y con las decisiones
que toman en esta etapa. Pero, si logran comprender el valor de incorporar esas capacidades y enfoques
que les resultan todavía incómodos o poco prácticos, lograrán integrarse como individuos plenos. Para
lograrlo, necesitarán resistir el impacto del coctel molotov que desean arrojar a los aspectos
insatisfactorios de sus vidas y no volverse fanáticos de los cantos lúgubres del famoso “Trío Miseria”,
grupo de moda entre los adolescentes de cuarenta y tantos, que ofrece sus serenatas cuando nos
enfrentamos a situaciones difíciles, como le ha estado ocurriendo a Jaime desde hace tres meses.
Capítulo 6

“El trío miseria”. El estrés y sus consecuencias

“En medio del camino de nuestra vida


me encontré en una selva oscura
que la recta vía había perdido”
Dante Alighieri[17]

El comentario más frecuente entre Los García y sus amigos es que viven mucho más tensos que antes.
Cada día despiertan con las noticias alarmantes de la crisis económica, la violencia y los conflictos en
varias partes del mundo que les hacen sentir inseguros acerca de su presente y futuro, tanto en el plano
personal como profesional. Las jornadas de trabajo y el transporte desde y hacia el sitio de trabajo les
consumen tiempo adicional. Los ingresos no alcanzan y el tiempo aún menos. La sensación de
tranquilidad se ha vuelto un lujo y parecería, como dijera de manera humorística Patricia en la reunión
con sus amigos, que lo que se vive ahora ya no es-tres sino es-seis o inclusive es-nueve.

Al inicio de la segunda adolescencia la sensación de vivir especialmente estresados puede ser mayor ya
que, en adición a los elementos externos del entorno laboral, social y económico, se agregan aquellos
cambios internos que, como hemos visto, forman parte de la etapa de transición de vida.

Durante los cuarenta lo único constante es la inestabilidad, y si esta sensación no se comprende en
primer término como indispensable para revisar el patrón de vida adoptado y en segundo término como
pasajera, la persona podría sentir, desde ese momento, que la calidad de su vida ya no será tan buena
como en el pasado. Uno de los detonadores más frecuentes en los trastornos ansiosos y depresivos es la
sensación de sentirse atrapado, sin esperanza de salir del túnel oscuro o de la cueva profunda.

De acuerdo con el gran especialista en la respuesta al estrés, Robert Sapolsky[18], los trastornos ansiosos
y depresivos son como hermanos menores del estrés, que se presentan cuando las personas
especialmente vulnerables o sensibles a las tensiones viven en situaciones de estrés, ya sea muy intenso
o bien cotidiano, aunque éste sea de menor intensidad. Esto último es lo que le ha estado pasando a
Jaime García.

Jaime y la Serenata del Trío Miseria


Son las cuatro de la madrugada y Jaime se despierta sobresaltado. En su mente se agolpan varios pensamientos
preocupantes y confusos. A lo lejos, seguramente en alguna fiesta de vecinos, escucha a todo volumen, una y otra
vez, la letra de aquel tango de Carlos Gardel que dice: “Volver con la frente marchita, las nieves del tiempo
platearon mi sien”. Se levanta de la cama y se va a fumar un cigarrillo a la sala. A oscuras, inhala el humo del
tabaco y piensa que él ya tiene la frente marchita y mucho más amplia, porque ahora le llega casi hasta la nuca.
Desearía que la letra del tango fuese cierta y que veinte años en realidad no fueran nada para poder volver al primer
amor, a la primera energía, al primer sueño y al entusiasmo que marcaron su vida cuando era más joven. Pero ahora
está muy cansado y no logra descansar, desesperado por todas las presiones laborales y sin lograr la calma para
encontrarles solución. Tiene una presentación muy importante a las ocho de la mañana y no ha podido dormir lo
suficiente: apenas cuatro horas desde que apagó el televisor a medianoche. Lleva varias noches con ese patrón de
sueño ligero y breve. Intenta convencerse de que debe dormir y sólo consigue estar cada vez más despierto, más
tenso, más ansioso. Lo que más le preocupa es pensar que mañana le pueda pasar, como en otras ocasiones
similares, que a la mitad de la presentación comience a bostezar y se muestre poco energético. Verse poco
energético y entusiasta equivale a verse viejo, obsoleto, listo para ser desechado en el competitivo mercado laboral,
como un modelo de ordenador ya rebasado. Jaime sufre por anticipado al imaginarse en esa situación incómoda y
muy desfavorable para su avance laboral. Entonces, se enoja consigo mismo y se recrimina por su incapacidad para
controlar sus emociones. Se levanta, va al baño y decide tomarse esa pastilla que tiene reservada para cuando el
insomnio le molesta. El sueño que sigue es muy pesado, pero Jaime sabe que despertará con la sensación de no
haber descansado. “Mejor que nada” –piensa- y se deja vencer por el efecto del sedante.

A la mañana siguiente, el teléfono despierta a Jaime a las ocho y media. Mientras Patricia contesta, él mira el reloj,
salta de la cama y se viste apresurado, sintiendo cómo el corazón le late al doble del ritmo habitual. A punto de
salir de casa, escucha a Patricia preguntarle adónde va tan temprano en sábado. Jaime regresa a la habitación y se
da cuenta de que se confundió de día de la semana. Se mete de nuevo a la cama y, contra su costumbre, se queda
dormido hasta bien entrada la tarde.

Patricia llama a sus amigos y se disculpa por no encontrarse con ellos para comer, como habían acordado. Les
explica que Jaime está agotado porque anoche, una vez más, el famoso Trío Miseria le trajo una serenata de
madrugada. Ella les recuerda que unas cuantas semanas antes Jaime tuvo que ser llevado a la sala de urgencias del
hospital porque le dolía el pecho, no podía respirar y se sentía muy mareado. Pensó que le estaba dando un infarto
cardíaco, pero como le explico el médico después de haberlo revisado exhaustivamente, lo que había tenido era un
ataque de ansiedad ocasionado por exceso de estrés. Patricia no desea que su esposo vuelva a presentar un episodio
tan agudo de ansiedad, así que invita a sus dos hijos a pasear y escribe una nota a Jaime explicando que han salido
para dejarle dormir en silencio.


En qué consiste el estrés. El llamado estrés es una respuesta normal del cuerpo ante cualquier estímulo
que rompa su balance físico, emocional o mental. Gracias a este mecanismo de defensa hemos podido
sobrevivir como especie durante tantos millones de años. Pero, si el estrés es una defensa valiosa y
natural, ¿por qué tiene tan mala fama? La respuesta parece estar en el abuso y no en el uso de la misma.
Veamos cómo funciona, para después considerar cuál es el coste de este abuso en las personas que
viven, como Jaime, las presiones cotidianas en muchas ciudades actuales.

Para enfrentarse al peligro, el sistema nervioso manda un aviso general de alarma, que prepara a
nuestro cuerpo para enfrentar la situación de emergencia: el hipotálamo se estimula y envía señales a
nuestras glándulas hipófisis y suprarrenales. En ese momento, estamos listos para huir o atacar. Las
suprarrenales proveen la famosa adrenalina o epinefrina, que es un poderoso estimulante, así como la
noradrenalina también conocida como norepinefrina[19]. Gracias a estas sustancias el cuerpo se prepara
para enfrentar al enemigo: nuestro ritmo cardíaco se acelera y bombea más oxígeno a todas las células;
nuestros músculos se tensan; no sentimos sueño y nuestros sentidos se agudizan. Para asegurar que
todo el ejército de nuestras defensas esté al servicio de la supervivencia se secretan otras sustancias
como el cortisol, para asegurar la reparación de los tejidos, y las endorfinas para provocar en nosotros
una especie de sedación o analgesia que nos permita llevar a cabo acciones y esfuerzos que en
condiciones normales no realizaríamos. Una vez pasado el peligro, el cuerpo puede dejar de funcionar
en este estado de alerta y esfuerzo máximo para pasar a una fase de recuperación en la cual el cerebro
nos manda un mensaje muy claro: descansa y recupérate. A eso lo llamamos popularmente “el bajón”.
La persona -como le ocurre a Jaime ese sábado- casi no puede moverse, está agotada y sólo quiere
dormir. Una vez recuperado, el cuerpo vuelve a su estado normal de funcionamiento y solo activará de
nuevo la respuesta del estrés cuando se vuelva a enfrentar a una situación de peligro.

Hasta aquí, todo está bien: La respuesta ansiosa de alerta nos protegió y la fase depresiva posterior
ayudó a que nos recuperáramos. El Trío Miseria cantó en armonía, bailamos sus acelerados merengues
y lloramos con sus sentidos tangos. Terminó la serenata y nos despedimos con un aplauso, agradecidos
por la música que nos permitió afinar nuestros sentidos, hizo latir nuestro corazón, movernos,
reaccionar y después relajarnos. Pero usualmente para estos animales de la especie humana a los que -a
diferencia de las cebras- sí les salen úlceras gástricas con el estrés, el problema empieza de acuerdo con
Sapolsky, cuando se presenta alguna de estas condiciones:

- En lugar de huir o atacar, nos sentimos atrapados, como sería el caso de Jaime, quien necesita el
empleo pero no disfruta el tener que hacer presentaciones en público y menos frente a clientes
importantes.

- Nos preocupamos de antemano porque no tenemos la certeza de si se presentará o no un peligro para
nuestra estabilidad, como en el caso de la incertidumbre política, social y económica actual.

- Finalmente, cuando activamos de manera constante la respuesta al estrés porque los problemas,
preocupaciones y peligros no desaparecen o bien son tan numerosos y continuos que no permiten al
cerebro cerrar el concierto del trío con la serena melodía de la relajación.

Si vivimos bajo estrés constante no permitimos a nuestro cuerpo disminuir la producción de adrenalina,
omitimos la fase de descanso posterior a la ansiosa y lo hacemos tantas veces que nuestro cerebro
secreta cada vez más las sustancias relajantes en un esfuerzo desesperado por restablecer la armonía,
hasta que finalmente nos para con una enfermedad grave como un infarto, una embolia o una
depresión mayor. A Jaime, después del susto de pensar que llegaría tarde a su reunión importante, el
cerebro le envía este sábado sustancias sedantes suficientes como para asegurar que duerma y descanse
profundamente evitando así un problema de salud mayor como los mencionados arriba.

El posible estrés adicional en los cuarenta. Tanto Jaime como Patricia, su mujer, experimentan, en
adición a las preocupaciones cotidianas debidas al trabajo o el paro, a los hijos y el entorno socio-
político inestable, las inherentes al inicio de su segunda gran transición de vida con sus síntomas poco
conocidos y comprendidos. En el caso de Patricia, al igual que en el de un número importante de
mujeres como ella, el estrés ocasionado por los síntomas de la transición hacia la menopausia es aún
mayor que el que le provocan problemas en otras áreas de su vida, como son su trabajo, su pareja o
inclusive los cada día más frecuentes problemas económicos[20]

El costo del estrés va en aumento. De acuerdo con el doctor Paul Rosch del Instituto Norteamericano
de Estrés, el incremento en esta respuesta emocional ya costaba en 2001 a las empresas de Estados
Unidos 200 billones de euros. Entre el 75 y el 90 por ciento de las visitas médicas en ese país están
relacionadas con enfermedades o malestares ocasionados por el estrés -tales como infartos, dolores de
cabeza y problemas digestivos- y, por último, del 60 al 80 por ciento de todos los accidentes laborales
son ocasionados por trabajadores estresados. En el resto del mundo este costo se ve reflejado en el
hecho de que, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, la depresión como trastorno
psiquiátrico en sus distintos niveles tanto de duración como de intensidad ya es considerada como la
tercera enfermedad más frecuente en el mundo y se pronostica como la más importante a partir del
2025, a menos que hagamos todos un esfuerzo por evitarlo mediante el cambio radical de nuestros poco
saludables estilos de vida.

Patricia le enseña este texto a su esposo y Jaime, al leerlo, se preocupa aún más por su constante
tensión, pero se consuela al pensar que quienes más se deprimen son las mujeres. Él tan sólo está
estresado -se dice- y se sentirá mucho mejor en cuanto su vida vuelva al orden de antes. Pero, ¿qué tan
acertada es la apreciación de nuestro amigo?

A primera vista, las estadísticas mundiales parecen indicar una mayor presencia de la depresión en las
mujeres que en los hombres, pero es importante tomar en cuenta que estos datos provienen de los casos
diagnosticados con toda precisión como depresión en cualquiera de sus niveles de duración o
intensidad. Si tomamos en cuenta que también está demostrado que las mujeres son las que más
acuden a solicitar apoyo médico o psicológico, llegamos a la conclusión de que muy probablemente
existan un buen número de hombres ansiosos y deprimidos que no han sido diagnosticados y por lo
tanto no forman parte de las estadísticas acerca de estos padecimientos.

Pero, ¿existen diferencias reales entre la reacción frente al estrés de los hombres y de las mujeres? La
respuesta es afirmativa: el cerebro de las mujeres reacciona de manera mucho más intensa a las
emociones en general y, debido a la acción de las hormonas femeninas, tiende a pasar más rápidamente
a la depresión, mientras que el hombre, también debido a la influencia de las hormonas masculinas,
permanece por más tiempo en la fase ansiosa, explosiva e irritable de la respuesta al estrés. Al haber
sido enfatizado tan sólo el riesgo de la respuesta depresiva femenina se propicia que el hombre no le dé
la importancia adecuada a sus insomnios, irritabilidad constante o hábitos de comida o bebida
compulsiva hasta que un día presente un cuadro ansioso que confundirá con un infarto, como le
ocurrió a Jaime García, o que tenga que enfrentar un problema de salud mucho más serio. Nuestro
amigo se identifica a sí mismo como candidato a pasar muy pronto del estrés crónico alto a la ansiedad
como trastorno grave, así que sigue leyendo.

Se entera de que en muchas empresas ya existe conciencia de la magnitud del problema del estrés y
sobre todo del impacto de este padecimiento en sus utilidades, por lo que han implantado medidas
tales como instalar espacios verdes o salones silenciosos para que sus trabajadores puedan tomarse
descansos breves durante la jornada. En Europa y Japón la siesta es vista como una medida saludable
para ser productivos durante la tarde. Pero en México y algunos otros países de América, en cambio,
cortamos el horario para comer apresurados al mediodía, vamos a restaurantes muy ruidosos, con
comida poco nutriente, mal servicio y casi siempre con compañeros de trabajo para seguir hablando de
lo que ocurre en la oficina. Al igual que en México, en muchos otros países las personas que viven en
ciudades medianas o grandes se someten a una jornada mental sin interrupción, de catorce a dieciséis
horas diarias de promedio. Al llegar al hogar encienden el televisor con la idea de relajarse pero en
cambio ven películas, programas o telenoticias cargados de violencia. La antigua charla de sobremesa de
pareja o familiar ha sido sustituida por la bandeja frente a la “tele” y la ausencia de conversaciones
íntimas agradables es más la regla que la excepción. Por último, los fines de semana o días de asueto
son usualmente dedicados a compras en lugares llenos de ruido y gente; a reparaciones o limpieza del
hogar; a visitas tensas con la familia política o bien, en los grupos más privilegiados, a la fantasía del
descanso en la casa de campo que, lejos de brindar un remanso de paz, es un lugar más que mantener,
cuidar, limpiar y al que se llega después de varias horas de tráfico por carretera. Nuestros amigos los
García son sólo un ejemplo más de este estilo ajetreado de vida.

Patricia me llama por teléfono y comenta lo que le ocurrió a Jaime. Pregunta, “¿Qué pueden hacer para
disminuir su estrés y evitar a los otros dos miembros del Trío Miseria?” Considerando el estilo de vida
que lleva la pareja García les sugiero seguir estas sencillas recomendaciones:

Medidas sencillas para disminuir el estrés cotidiano


1. Tomarse un Recreo. Proponer a una persona que trabaje menos horas y que tome vacaciones prolongadas es poco
realista, por ello recomiendo a Jaime y a Patricia que al menos una vez diario al mediodía durante quince minutos y
dos horas cada semana -de preferencia a media semana laboral- se regalen un “recreo” que consista en dejar
descansar a la mente de las preocupaciones. Durante los quince minutos al mediodía pueden aislarse, ya sea en un
lugar privado -sugiero la oficina o el coche- o en un parque, para dejar a la mente divagar. El recreo de dos horas a
media semana, debe ser dedicado de preferencia a algo que les haga reír: una película cómica, un juego que no sea
competitivo, un espectáculo o una reunión con sus amigos divertidos.

El propósito del recreo es precisamente re-crear nuestra energía para detener la fase de alerta máxima y permitir a
nuestro cuerpo relajarse. Pensar en lo que nos agrada o reírnos a carcajadas es la mejor manera de lograrlo.

2. Respirar. Uno de los primeros síntomas de tensión es la respiración rápida y entrecortada. Explico a Patricia que,
mientras la respiración continúe así, la respuesta ante el estrés sigue activada y por ello es indispensable comenzar
por ahí para lograr relajarse. La respiración lenta y profunda, inflando los orificios nasales y llenando los pulmones
como si quisiéramos llenarnos la parte baja del abdomen envía a nuestro cuerpo el mensaje de que ya pasó el
peligro. Le pido a Jaime que se concentre en lograr que su ritmo respiratorio sea similar al de las olas de un mar
tranquilo y que si puede visualizarse en una playa escuchando esas olas, mucho mejor. Jaime hace al menos treinta
respiraciones profundas con los ojos cerrados durante su recreo de quince minutos y después de unos cuantos días
comienza a notar cómo su cuerpo empieza a relajarse y su cerebro prefiere este estado de calma. Por las noches,
tanto él como Patricia repiten estas respiraciones y, adicionalmente, les sugiero que al inicio del ejercicio tensen
todo su cuerpo de manera voluntaria al inhalar y suelten todos los músculos, incluyendo los de la cara, al exhalar.
Con ello el cuerpo termina de sacar la tensión acumulada durante todo el día, reaprende lo agradable que es estar
relajado y finalmente los García logran conciliar un sueño profundo y reparador; sin sobresaltos como los que antes
les despertaban al quedarse dormidos.

3. Redefinirse. Explico a la pareja que lo más estresante es lo que no controlamos. Hay, por supuesto, muchos
aspectos que escapan a nuestro control, pero si a éstos aunamos nuestra falta de claridad con respecto a nuestras
prioridades, expectativas y verdaderos recursos, el Trío Miseria se convierte en el grupo musical de casa. En la
segunda parte de este libro te contaré cómo los García llevaron a cabo la tarea de redefinición, indispensable para
manejar adecuadamente su nivel de estrés.


Pero, a pesar de mis sugerencias, Patricia me confiesa que ella se siente muy susceptible a llorar, irritarse
o estar más ansiosa que antes. Jaime se queja de que la memoria le falla más que antes y que, además,
ya no siente que sea tan competitivo o agresivo en el trabajo. Para disminuir su preocupación les explico
el efecto que tiene sobre sus emociones y sus funciones cognitivas la “pizca de sal” que aportan las
hormonas a los procesos de su cerebro.
Capítulo 7

“La pizca de sal” o la acción de las hormonas sexuales durante la


madurez.

¿Recuerdan aquella historia del rey con las tres hijas a quienes preguntó cuánto lo amaban? La primera
mencionó que lo amaba más que al oro, que a las piedras más preciosas y que a los ropajes más
elegantes, y el rey quedó complacido. La segunda declaró que le amaba más que a la pradera en
primavera, que al sol cuando calienta en el verano, que al ocre del placentero otoño y que a la paz de la
nieve invernal, y el rey quedó complacido. Por último la tercera hija contestó al padre con una frase
breve y misteriosa: le amaba más que a la sal. El rey enfureció con su respuesta, la desterró del reino y
los dioses, como castigo, hicieron desaparecer la sal de todo el reino.

Después de varios años insípidos el rey reconoció su error y mando llamar de regreso a la hija
desterrada, arrepentido por no haber apreciado su amor, tan valioso como una pizca de sal.

Las hormonas y sus sitios de acción en el cerebro. Las hormonas sexuales en el cerebro son como esa
pizca de sal, un ingrediente en apariencia humilde pero indispensable para que se logren las “recetas”
de la memoria, el control emocional, la atención y muchas otras funciones más.

Como recordarás, desde antes del nacimiento las hormonas sexuales ya están presentes y comienzan a
influir en lo que más adelante serán los comportamientos masculinos o femeninos de cada persona.
Sabemos, por ejemplo, que las conductas más agresivas de juego que manifiestan los varones desde la
niñez son una manifestación de la mayor concentración de hormonas masculinas que predominan en
ellos20. Por otro lado, las hormonas femeninas serán las responsables de las respuestas emocionales más
intensas, así como de algunas funciones cerebrales que revisaremos a continuación y que tienen especial
importancia para las mujeres como Patricia y sus amigas cuando inician la etapa en la que la “pizca de
sal” de los estrógenos a veces falta y en otras ocasiones “sala” la receta.

Gracias a las investigaciones científicas, sabemos que los estrógenos y el resto de las hormonas sexuales
participan en los procesos cerebrales de memoria, percepción visual, control de la temperatura (de ahí
los famosos bochornos), control emocional, concentración, procesamiento matemático, habilidad verbal
y coordinación motriz, entre los más importantes. Su acción se presenta al combinarse con otras
sustancias del cerebro tales como los neurotransmisores y otros químicos indispensables para el
funcionamiento adecuado de las distintas áreas cerebrales. Durante la vida reproductiva de la mujer el
balance hormonal entre los estrógenos, la progesterona y los andrógenos van a actuar de manera
regular sobre el cerebro, propiciando un comportamiento más o menos predecible con respecto a sus
capacidades de pensamiento y sus reacciones emocionales.

Aquellas mujeres que manifiestan cambios emocionales al acercarse el momento de su menstruación ya
conocen sus síntomas y pueden hacer algo para prevenirlos o manejarlos. Pero, como ya hemos visto,
durante la segunda adolescencia lo único regular es la irregularidad en los niveles hormonales. Esta
irregularidad en la producción del estradiol y su nivel desequilibrado con las cantidades de la
progesterona y otras sustancias hace que durante esta etapa puedan presentarse algunos síntomas
esporádicos que desconciertan a la mujer. Estos síntomas llegan a preocuparla y afectan su calidad de
vida[21].

De acuerdo con la psicóloga de la salud norteamericana Claire Warga[22], durante la perimenopausia
existen al menos ocho tipos de síntomas ocasionados por lo que ella califica como resultantes de las
conexiones desincronizadas o deficientes entre los estrógenos y sus distintos receptores neuronales.
Warga también menciona la posibilidad de que otras hormonas -tales como la progesterona o los
andrógenos- estén involucradas en la manifestación de estos síntomas, pero enfatiza el papel de los
estrógenos dada la importancia comprobada de estas hormonas sobre el sistema nervioso central. Los
síntomas descritos por esta investigadora se relacionan básicamente con problemas de memoria,
concentración, emisión del lenguaje, estructuración del tiempo y conductas de psicomotricidad. De
acuerdo con Warga, todos estos síntomas tienen la característica de presentarse de manera intermitente;
esto se debe a que están vinculados con los niveles fluctuantes del estradiol durante la etapa de
irregularidades muy marcadas que precede a la menopausia.

Durante los cuarenta, las recetas cerebrales se pueden entonces “salar” con demasiados estrógenos y
ocasionan intranquilidad, incapacidad para concentrarse o movimientos corporales muy agitados, o
bien pueden quedar insípidas cuando los niveles son muy bajos, ocasionando con ello un ánimo
deprimido, llanto fácil, decaimiento o problemas de atención, retención y memoria.

Sin embargo, si recordamos los síntomas del estrés crónico, podríamos argüir que simplemente el estrés
sería capaz de ocasionar la mayoría de estos síntomas, sin necesidad de buscar la explicación en las
hormonas sexuales. De hecho, ésta ha sido la crítica más frecuente que se ha expresado ante las
propuestas de Warga. Las investigaciones que en todo el mundo han tratado de relacionar de manera
directa a los menores niveles de estrógeno con la depresión han tenido tanto resultados positivos como
negativos, y la postura de los especialistas en el 2013 es que existen muchos otros factores que deben ser
considerados, tales como el estrés adicional durante esta etapa de vida así como la ya demostrada
vulnerabilidad heredada que manifiestan algunas personas hacia ésta y otras enfermedades mentales.
[23]

¿Podríamos entonces descartar el impacto de las hormonas en nuestro estado emocional? ¡De ninguna
manera! Son sustancias indispensables en las recetas cerebrales que aseguran nuestro bienestar y
equilibrio emocional, así como en el resto de las funciones mencionadas arriba. Mi opinión como
investigadora es que al igual que se han descubierto los sitios específicos en nuestros genes donde se
transmiten otro tipo de tendencias, muy probablemente pronto se descubra en algunas personas una
mayor sensibilidad frente a los cambios hormonales que expliquen por qué algunas mujeres presentan
el síndrome premenstrual o la depresión post-parto mientras que otras vivan estas experiencias sin
mayores cambios en su estabilidad emocional. Esta hipótesis de la mayor vulnerabilidad hacia los
cambios hormonales cada día cobra más fuerza. En una investigación reciente realizada con 4548
mujeres mexicanas de todo 40 a 59 años de edad que viven en todas las regiones y tipos de
comunidades en ese país, se encontró que entre aquellas que había presentado síntomas premenstruales
tales como llanto, irritabilidad o desconcentración, la probabilidad de presentar durante la transición
hacia la menopausia síntomas severos se duplicaba con relación a aquellas que habían tenido ciclos
menstruales sin estos síntomas desagradables antes de cada periodo de sangrado[24] En el mismo
estudio, el hecho de encontrarse la mujer en cualquier etapa de la transición hacia la menopausia o ya
ser menopáusica incrementaba al triple su probabilidad de experimentar síntomas tales como el
cansancio físico y mental, los dolores articulares, los problemas del sueño o trastornos emocionales
cuando se les comparaba con mujeres cuyo ciclo menstrual era aún regular dentro del mismo rango de
edades. Es evidente que como mencioné arriba, las hormonas no son el único ingrediente, pero lo cierto
es que el coctel de las variaciones hormonales más el estrés del cambio de etapa vital provocan en un
buen número de mujeres una sensación de inestabilidad que las lleva a expresar durante esta etapa la
frase: “Yo así no era antes”.

En el caso de los hombres de más de cuarenta años, en los niveles de testosterona y el resto de las
hormonas masculinas no se presenta una variación tan marcada pero, como ya se mencionó, los niveles
comenzarán a descender a partir de los treinta años en un promedio del 1 al 2 por ciento anual, aunque
existe una gran variación entre distintos hombres. Debido a este descenso en la producción hormonal,
de acuerdo con estudios recientes, la presencia de síntomas asociados con deficiencia de testosterona se
presenta en aproximadamente el 8 % de hombres mayores de 40 años, 12% después de los 50, 19%
después de los 60 y de 28% al 49% después de los 70, con un porcentaje cercano al 40% por ciento total
de los hombres que ya presenta niveles de testosterona por debajo de lo normal estos niveles
disminuidos, en caso de ser muy marcados, se manifiestan en síntomas muy similares a los que
presentan las mujeres sensibles a los cambios hormonales[25].

En el cerebro masculino, los andrógenos cumplen con funciones de neuroprotección y, al igual que las
hormonas femeninas, participan en numerosos procesos de pensamiento y de respuesta emocional. De
acuerdo con los especialistas, al disminuir los niveles hormonales en un porcentaje reducido, estimado
alrededor del 20 por ciento de los hombres mayores de cincuenta años[26], se pueden llegar a presentar
los siguientes síntomas, que son muy similares a los manifestados por las mujeres frente a las
variaciones hormonales durante el climaterio:

Posibles síntomas durante la madurez femenina y masculina

Síntoma Mujeres Hombres

1. Disminución del interés sexual (libido) Sí Sí

2. Disminución de la energía, fatiga. Sí Sí

3. Disminución de la fuerza muscular o en la resistencia física. Sí Sí

4. Sensación de disfrutar menos la vida en general. Sí Sí

5. Irritabilidad o tristeza constante. Sí Sí

6. Erecciones menos firmes y/o frecuentes. No Sí

7. Cambios en el patrón del sueño. Sí Sí


8. Cambios en concentración y memoria. Sí Sí

9. Bochornos y sudores nocturnos. Sí Sí

10. Nerviosismo y cambios repentinos de humor. Sí Sí

11. Disminución de la densidad mineral ósea. Sí Sí

12. Disminución de la masa corporal magra e incremento de grasa visceral. Sí Sí


Los estrógenos en el resto del cuerpo. Estas hormonas, en el cuerpo de Patricia, también han jugado
un papel en una serie de procesos que no están directamente vinculados con su sexualidad y que, por
ello, han sido como esa pizca de sal que sólo notamos cuando no está. Las principales funciones no
cerebrales en las que han estado participando son las siguientes:

• Corazón, arterias y venas: control de los niveles de colesterol “malo”, vinculado con un mayor riesgo
de infarto y embolia cerebral.
• Huesos: mantenimiento de la masa ósea, indispensable para evitar riesgo de fracturas y deformidades
corporales tales como jorobas o pérdida de estatura por compresión de vértebras.
• Senos o glándulas mamarias: los estrógenos mantienen por un lado un equilibrio entre la grasa y el
tejido glandular, y por el otro pueden provocar el crecimiento de quistes y de algunos tumores
conocidos como estrógeno-dependientes.
• Riñones: metabolismo del calcio.
• Intestinos: absorción del calcio y otros nutrientes de los alimentos.
• Metabolismo: distribución corporal de las grasas. Al faltar los estrógenos, se puede acumular más grasa
en el abdomen que en las caderas.
• Piel y Cabello: los estrógenos favorecen la producción y renovación del colágeno (natural, no del
inyectado) y, por tanto, ayudan a mantener la hidratación, fortaleza y renovación en la piel y el cabello.
• Urogenital: los estrógenos participan en la lubricación vaginal y protegen de infecciones en la vejiga.

¿Y en los hombres, cómo actúan las hormonas? Es la pregunta que me plantea Jaime. En realidad, al
igual que en el cerebro, los expertos coinciden en que la testosterona y el resto de los andrógenos
participan también al menos en las siguientes funciones corporales:

• Músculos: la testosterona aporta al hombre el volumen mayor en los músculos, en especial en brazos y
piernas.

• Composición corporal: al igual que los estrógenos en la mujer, la testosterona y una glucoproteína
llamada SHBG, que participa en el metabolismo de los andrógenos, se asocian con la distribución de la
grasa en el abdomen. Al disminuir los niveles de estas sustancias puede presentarse más fácilmente la
famosa “curva de la prosperidad”.

• Hueso: los niveles de andrógenos están asociados con la densidad mineral ósea, que es clave para la
manutención de la masa ósea adecuada. Contrariamente a lo que popularmente se piensa, a los
hombres también puede darles osteoporosis. Un proceso químico conocido como aromatización (una
especie de conversión) de los andrógenos en estrógenos pudiera explicar, al menos en parte, los efectos
de las hormonas masculinas sobre el mantenimiento de los huesos saludables.

• Corazón, arterias y venas: la testosterona tiene un efecto similar al de los estrógenos sobre el
colesterol. De acuerdo con algunos investigadores, los hombres con niveles bajos de testosterona total
muestran un incremento tanto de triglicéridos como de colesterol LDL o “malo” en la sangre. En
general el riesgo de infartos y accidentes cardiovasculares se incrementa entonces[27].

• Funcionamiento Eréctil: contrariamente a lo que pudiera pensarse, si bien los efectos de la
testosterona sobre el deseo sexual son evidentes, en el caso de la erección del pene no lo son tanto. De
hecho, aproximadamente el 50 por ciento de los casos de impotencia tratados con terapia hormonal
sustitutiva masculina no responden de manera favorable. Por otro lado, algunos participantes de
estudios a quienes en lugar del medicamento se les da un placebo o pastilla inocua responden con
mayor frecuencia y fuerza de erección, por lo que se ha llegado a la conclusión de que la función eréctil
está mucho más vinculada a la mente que a las hormonas masculinas.

• Próstata: al igual que en los pechos femeninos, la acción de los andrógenos sobre este órgano
masculino parece ser tanto benéfico como nocivo en caso de exceso, ya que existe la posibilidad de que
la testosterona adicional promueva el desarrollo del cáncer en este órgano[28].

Charlo con nuestro amigos Patricia y Jaime acerca de estos síntomas con la observación de que no se
presentan en todas las personas, ni todos los síntomas en cada persona. Sólo me interesa que los
conozcan y puedan identificarlos en ellos mismos, en caso de presentarlos. También les comento que
esta información tiene como objeto tranquilizarlos, ya que todas estas molestias pueden ser eliminadas
mediante los tratamientos médicos adecuados que mencionaremos más adelante.

Los García se sienten aliviados. Antes de entender a qué se debían algunos de sus episodios de olvidos
de citas importantes o de datos que antes recordaba de inmediato, Patricia había llegado a pensar que le
estaba dando un Alzheimer temprano y Jaime confesó que su autoestima ya no era la misma desde
aquel primer episodio de huelga eréctil de su pene hace unas cuantas noches. Ahora, ambos
comprendían que muy probablemente sus síntomas se debieran en parte a sus encuentros frecuentes
con “El Trío Miseria” en combinación con la fluctuación hormonal que comenzaban a experimentar.

Separar lo hormonal de lo mental
Pero, ¿qué crees?; ahora que saben de la importancia de las hormonas, ¡a los García les ha dado por
atribuir a estas sustancias todos los síntomas que experimenta su cuerpo! Si les duele cualquier parte del
cuerpo, seguramente son las hormonas, se dicen a sí mismos. Si les da flojera levantarse temprano, no
es su culpa: son las malvadas hormonas. Una vez más buscan en el afuera, en lo que argumentan que
no está bajo su control, la justificación para no asumir la responsabilidad por su bienestar. Pero no lo
harán por mucho tiempo, ya que la excusa de las hormonas se caerá como castillo de naipes cuando
lean acerca de todos los tratamientos disponibles. Cuando conozcan todas las opciones médicas posibles
tendrán que reconocer que hasta las hormonas pueden estar bajo su control.

Por lo pronto, y ahora que ya cuentan con información clara y completa acerca de lo que les está
sucediendo en esta segunda adolescencia, los García y sus amigos se preparan para llevar a cabo las tres
tareas propias de su afortunada crisis: Separar, Juzgar y Decidir. Te invito a seguir leyendo cómo lo
llevan a cabo ellos para tomar lo que te resulte útil en tu propia segunda adolescencia.
Capítulo 8

“La Limpieza del armario.” Separar lo inútil de lo útil

“¡Otra Vida! ¡Otra Vida!


Hagamos sitio a nuevos huéspedes:
Echemos la casa por la ventana”
Xavier Villaurrutia[29]

¿Recuerdas que a Patricia le ha dado por hacer limpieza de armario? Ha separado la ropa y objetos que se habían
acumulado a lo largo de los años. Antes de la limpieza, los armarios de los García estaban abarrotados con
vestidos, zapatos, abrigos, pantalones, camisas y bisutería variada. Algunos los conservaron con la esperanza de que
algún día volverían a ponerse de moda; otros se ganaron el espacio de almacenamiento porque costaron mucho
dinero y regalarlos les habría parecido un desperdicio a pesar de no haberlos usado en más de una o dos ocasiones
a lo largo de veinte años. Otros se conservaron en ese armario gracias a su valor sentimental: los pantalones
vaqueros de Jaime, la bata de seda que Patricia usó en su luna de miel, varios mamelucos de cuando los gemelos
eran bebés, el traje de etiqueta de cuando Jaime se graduó del bachillerato y que todavía se atrevió a usar en varias
bodas hasta hace apenas dos años, cuando la fajilla literalmente desapareció bajo el vientre abultado del señor
García y la camisa de transparente que ya había vuelto y dejado de estar de moda tres o cuatro veces se desintegró
en la lavandería. En el armario, como recordarás, también ocupaban espacio prendas nuevas, ya sea compradas por
alguno de los cuatro Garcías de manera impulsiva o bien regaladas por quien en nada conoce los gustos del
receptor del regalo.

Como recordarás también, Paola y Javier se han contagiado del espíritu casi franciscano de desprendimiento que
manifiesta su madre y han comenzado a desprenderse de las colecciones de carritos, de los treinta muñecos de
peluche, de los cuarenta video juegos de moda hasta ayer y por supuesto de todo los adornos de sus habitaciones
que les recuerdan a su niñez.

La limpieza sigue este fin de semana. Ahora salen de los botiquines de baño lápices de labios, sombras para los
ojos, esmaltes de uñas y maquillajes ya abiertos; todos, en colores que no están de momento de moda y que se han
secado de tanto esperar su vuelta al estatus de “chic” gracias a las tendencias “retro” a las que recurren los
expertos en moda cuando les falla la creatividad. Debajo de los lavabos se encuentran un sinnúmero de
medicamentos, la mayoría con fechas ya caducadas y algunos cuyo uso ya no recuerda nadie. Jaime encuentra
varias botellas casi vacías de lociones que en alguna época le gustaron pero que ya no usaría por ningún precio:
huelen a “viejo”. También salen de su escondite las vendas raídas de cuando Javier se fisuró el tobillo jugando a
fútbol hace dos años; el collarín blando -y ahora podrido- que empleó Patricia después del accidente
automovilístico hace seis años y la bolsa para el agua caliente que ya está picada.

Los García revisan, separan los escasos objetos todavía servibles, y terminan con varias bolsas enormes de basura.
Al finalizar el período de limpieza de armarios, botiquines, alacenas y bodegas, queda mucho espacio libre. Esa
tarde, al concluir la limpieza, Patricia comenta a Jaime cuando ambos están sentados en el sofá disfrutando una
taza de té:
“Con los armarios limpios me siento liberada. Como si a partir de ahora mi vida vaya a basarse en tener menos
cantidad de cosas y ganar en calidad.”

Jaime le responde que él también prefiere la casa así, con menos cosas acumuladas y que, por extraño que parezca,
una vez que comenzó a separar los objetos ya no le fue tan difícil desprenderse de los que había guardado por
nostalgia. Concluye diciendo que ahora entiende lo que quise decirle cuando le propuse en consulta que para
disminuir su estrés y recuperar la serenidad intentara comenzar a vivir con arte y no con harto.


Vivir con arte y no con harto. La primera tarea de la crisis, separar, implica la decisión de revisar todo
aquello que hemos acumulado en el intenso ritmo de la etapa de vida anterior. Hasta el inicio de la
segunda adolescencia, la energía procreativa nos estimula a intentar todo tipo de actividades “porque
no quiero perdérmelo”; aprender todo tipo de conocimientos “por si algún día me hacen falta”; cultivar
todo tipo de relaciones “porque este mundo es de buenos contactos”; adquirir todo tipo de objetos
“porque si no es ahora, cuándo”; tener hijos de vientre o hijos de espíritu “porque si no, se me va a
pasar el momento”; en resumen: hacer, adquirir y atiborrar nuestro tiempo, nuestra mente y nuestro
cuerpo, hasta que queden hartos.

Por cierto, la palabra harto proviene del latín fartus, que significa lleno, atiborrado. No es casual que
quien vive en harto sea con frecuencia víctimas de un infarto, que como seguramente adivinaste,
proviene de la misma raíz latina. El simbólico armario atiborrado que es la vida de estas personas recibe
del corazón un mensaje clarísimo: ¡está harto!

Después del estrés excesivo que tenía Jaime hace unos meses, una madrugada despertó con un dolor en
el pecho, palpitaciones y sensación de ahogo. Pensó que le estaba dando un infarto y se angustió
todavía más. Despertó a Patricia y ella lo llevó a la sala de urgencias de un hospital privado. Después de
varios exámenes, el médico informó a Jaime que había tenido un ataque de ansiedad y no un infarto,
pero que si no aprendía a manejar de una manera más adecuada su vida terminaría ocasionándose un
verdadero infarto. Fue entonces cuando Jaime comenzó a venir a sesiones de terapia psicológica y le
propuse aprender a vivir con arte y ya no con harto.

¿Cómo vivir con arte? Lo primero es llevar a cabo esa limpieza del armario que, en sincronicidad
externa, tanto él como Patricia ya han llevado a cabo en su hogar. Para realizar la “limpieza general
interior” analizo con Jaime y con Patricia los elementos relacionados con su autoconcepto, sus
emociones, sus pensamientos y sus comportamientos pasados, para revisar en detalle cuáles todavía les
resultarán útiles y separarlos de aquellos que, por el contrario, ya es momento de descartar con el fin de
continuar sus vidas más ligeras. Espero que este ejercicio también te sirva a ti.

“Lo que fui y lo que soy.” La primera separación por llevar a cabo se relaciona con “cantarse las
verdades y no llorarse las mentiras”, como diría el poeta Mario Benedetti.29 Es el momento de
plantearse si todo lo acumulado en los tres aspectos básicos de nuestra relación con nosotros mismos
(auto concepto, auto imagen y auto estima) sigue siendo válido y útil para el resto de nuestra vidas.

En México -y quiero suponer que también ocurre en otros países-, todavía es muy frecuente toparse con
los supervivientes de etapas económicas más prósperas. A estos mensajeros del pasado les llamamos los
fabricantes de “tuvos”, con “v” y no con “b”, porque estas personas basan su autoestima en el hecho de
que “su familia tuvo mucho dinero”, “su papá tuvo mucho poder” o “su bisabuelo tuvo grandes
extensiones de tierras”.

Durante la segunda adolescencia, en algunas personas se manifiesta la misma tendencia nostálgica a
intentar vivir de los recuerdos de lo que tuvieron o fueron alguna vez, pero ya no son. Por ejemplo
Lorena, la hermana de Patricia, tuvo una belleza física extraordinaria a los dieciocho años y hasta ganó
un concurso regional por ese atributo. María, la ejecutiva, tuvo mucho poder en su empresa. Jaime tuvo
mucho cabello y un cuerpo más esbelto. José tuvo mucho dinero hasta antes de su divorcio. Tuvieron,
pero ya no tienen, y se aferran a la nostalgia del pasado como si con ello intentaran recuperar lo que ya
no les queda bien ni resulta importante para la nueva etapa de sus vidas. Intentan anclarse con el bulto
pesado de lo que fueron al inicio del puente de la transición pero con ello no logran dar marcha atrás al
reloj; sólo se paralizan.

Para romper la parálisis sugiero a los García que hagan una lista extensa de sus cualidades y defectos.
Acto seguido les pido que revisen cuáles describen lo que fueron y cuáles lo que todavía son. No me
sorprende cuando Patricia pregunta qué hacer con aquellas características con las que no está segura de
la respuesta. Le sugiero que, al igual que en la limpieza del armario externo, simplemente las separe y
no se deshaga de ellas hasta que esté segura de que son peso muerto, basura inútil para la siguiente
etapa. Pero de las siguientes cualidades pasadas, ambos deciden deshacerse lo más pronto posible:


Limpieza del armario interior. Características inútiles por desechar

JAIME PATRICIA

1. “El más guapo y sexy del grupo de 1. “La más servicial de toda
amigos” su familia”

2. “El que resiste dieciséis horas diarias


2. “La mamá más dedicada del mundo”
de trabajo y no toma vacaciones nunca”

3. “El que invita a todos las comidas y


3. “La que no sabe decir ‘No’ en el trabajo”
las bebidas”

4. “El comprador compulsivo” 4. “La compradora compulsiva”

5. “El coleccionista de plumas, gafas,


5. “La coleccionista de zapatos, bolsos, anteojos, etc.”
corbatas, etc.”

6. “El que tiene compromisos sociales 6. “La que dedica todos los fines de semana a las compras o el aseo
todos los fines de semana” de la casa y jamás pide a su familia que colaboren en esas tareas”

7. “El que jamás hace ejercicio” 7. “La que jamás hace ejercicio”

8. “El que jamás ahorra” 8. “La que vive angustiada por todo”

9. “El que corre todo el día” 9. “La que corre todo el día”

10. “El que jamás ha cuidado su salud” 10. “La que jamás ha cuidado su salud

¿Cómo quedaría tu propia lista? Te invito a elaborarla ahora mismo y a pensar cómo te desharás de esa
ancla paralizante construida con todo lo que alguna vez fuimos pero ya no podemos o, más importante
aún, deseamos seguir siendo.

“Mi talla actual.” Ahora, con las características de la lista que decidiste conservar porque todavía son
valiosas y, de hecho, son de tu verdadera “talla” como persona, realiza un “retrato hablado” de ti
mismo/a en la actualidad. Los de nuestros amigos García quedarían así:

Jaime: “Hombre de cuarenta y tres años, inteligente, responsable, con entusiasmo por su trabajo y por la vida en
general. Compañero, amante y buen amigo de su esposa, padre de dos adolescentes rebeldes pero sanos física y
mentalmente, así como hijo atento de las necesidades afectivas y de apoyo de sus padres. Jaime es un amigo leal,
pero ya no dispuesto a estar disponible todo el tiempo como “hombro y oreja” para sus amigos. Sociable, pero
ahora selectivo de los compromisos a los que acepta asistir. Menos atractivo físicamente que antes, pero más
atento a las necesidades de su cuerpo y su salud”.

Patricia: “Mujer de 43 años, inteligente, amable, muy segura de su auto imagen corporal, disciplinada pero
dispuesta a ser menos rígida, profesional dedicada pero ya no dispuesta a supeditar toda su vida a las necesidades
de la empresa. Esposa, compañera y amante de Jaime, y madre de dos adolescentes a los que ha podido educar de
manera adecuada. Hija de una madre enfermiza y dependiente, a quien Patricia ahora está dispuesta a visitar y
atender pero no a seguir sintiéndose culpable por tener una vida propia y no dedicarse exclusivamente a las
necesidades de su madre. Buena amiga, pero ya no dispuesta a estar disponible todo el tiempo para cualquier
persona que necesite apoyo emocional o económico. Con mayor conciencia de su cuerpo y de la necesidad de
comenzar a cuidar más su salud”.

El auto concepto de Patricia y Jaime ha comenzado a cambiar y caminan ya hacia una vida con arte y no con harto.
Espero que tú también estés por iniciarla.
Capítulo 9

“El oasis lejano”. Separar las aspiraciones de los espejismos

En las sesiones de trabajo con adolescentes de segunda vuelta acostumbro a pedirles que se respondan a
sí mismos el grado de logro personal que consideran haber alcanzado, en especial en relación al sueño o
visión de futuro ideal que imaginaron al inicio de su juventud; quizá cuando terminaron el último
grado de estudios o bien cuando decidieron casarse. Es interesante que siempre les resulte más sencillo
calificar ese nivel de logro que describir en detalle cuál era su sueño. En algunos casos ha habido
alguien, hombre o mujer, que con toda honestidad responde que no se planteó un sueño o ideal de
futuro, ya fuera porque “la vida” decidió por él o su familia eligió por ella. Otras personas han
confesado que se atrevieron a soñar, pidieron a su deidad que se les cumpliera el anhelo... ¡y por
desgracia se los concedió!

Por último, hay un grupo numeroso que en esta etapa deberá separar las aspiraciones futuras positivas y
viables que les ayudarán a seguir avanzando sobre el puente de los cuarenta, de los peligrosos
espejismos que les han estado desviando hacia el desierto de la frustración y de la amargura. Como le
ha ocurrido a Lorena, la hermana de Patricia.

Lorena y “El oasis”


Lorena y Patricia vivían de niñas en uno de esos suburbios modernistas que comenzaron a surgir en la década de los
años sesenta alrededor de la mayoría de las grandes ciudades. Todas las familias del área residencial se conocían y
las niñas tenían un grupo numeroso de amigos de su edad con quienes jugaban todas las tardes, después de hacer
la tarea. Eran épocas muy distintas a las actuales y dos niñas de nueve y once años podían estar en la calle jugando
sin peligro con la cuerda, andando en patines o fabricando ciudades imaginarias.

También les gustaba mucho reunirse con varias de sus amigas para leer las historietas románticas que cada semana
podían comprar en la papelería, donde además se surtían a diario de las monografías y de los pliegos de papel
lustre o de cartulina que las maestras decidían solicitar como parte de la tarea y que ponían a todas las madres de
mal humor por tener que comprarlas a última hora.

Lorena disfrutaba muchísimo con las historietas de amor y también era aficionada a las telenovelas de la tarde, que
supuestamente tenía prohibidas, pero que su nana le permitía ver con ella cuando su mamá salía por la tarde a
jugar cartas con las vecinas. La niña comenzó a fantasear desde entonces que ella, al igual que las heroínas de los
romances, sería una mujer muy bella y con su belleza atraparía a un hombre guapo, rico y bueno, que se casaría con
ella y la consentiría por el resto de sus días.

En las tardes de verano Lorena pedía a su hermana Paty que la llevara a la papelería cada viernes, cuando sabía que
llegaba la revista de historietas nueva; la compraba con emoción y después invitaba a su hermana a un helado de
“El Oasis” como premio por haberla acompañado.

A los diecisiete años, Lorena conoció a quien le pareció su príncipe azul, cuando acababa de ganar el concurso de
belleza regional que marcó su vida. Se casaron cuando ella cumplió los dieciocho. Cuatro años y varios moretones
después Lorena decidió divorciarse por primera vez. El “príncipe azul” había resultado como ella esperaba un
personaje de cuento: era un Barba Azul, golpeador de mujeres, que la había seducido con el brillo de su
deslumbrante poder y su masculinidad agresiva, que Lorena confundió con fortaleza protectora.

La hermana de Patricia permaneció soltera los siguientes tres años, tras los cuales volvió a involucrarse con otro
hombre, segura de que éste sí era el que ella había estado esperando. El problema es que estaba casado con una
supuesta “bruja malvada” que no quiso darle el divorcio. Después de tres años Lorena se dio cuenta de que no
dejaría nunca de ser “el amor oculto” de su maravilloso hombre y que éste además ya no la frecuentaba tanto como
al inicio de la relación. Su nuevo amante había encontrado otra ingenua más joven y menos inteligente que Lorena
a quien contar la historia de la bruja malvada que no lo comprendía en su hogar pero a quien él -¡pobre hombre!-
no podía dejar por amor a sus dos hijos.

A esta relación siguieron un número considerable de otras. En todas ellas Lorena aseguraba que “esta vez sí había
encontrado al hombre perfecto”, pero al final, golpeada moral o físicamente, tenía que reconocer que, una vez más,
había seguido un espejismo.

A los cuarenta y un años, después de sufrir por última vez el desengaño tras la idealización de un hombre más, que
supuestamente vendría a rescatarla y a resolver todos los problemas de su vida, Lorena confesó a su hermana que
comenzaba a aceptar que había vivido deslumbrada por el espejismo de la relación salvadora perfecta; el oasis de
paz en la aridez de su propia vida.

Finalmente, después de todos estos años y malas experiencias, Lorena ya se había convencido que el único oasis real
para ella había sido la heladería en los veranos de su niñez


Los espejismos peligrosos. Los espejismos son ilusiones que nos atraen hacia lo que no existe pero que
nos resultan muy atractivos, tanto como el agua a la mitad del desierto. Un espejismo nos deslumbra
con su engañoso brillo. Es un espejo distorsionado que nos confunde acerca de lo que es real para
nosotros y en nuestras vidas.

Los engañosos reflejos allá a lo lejos se alimentan de anhelos muy válidos y positivos pero para los que
no hemos emprendido acciones personales sino que buscamos que se nos cumplan por algo o por
alguien externo; sin esfuerzo alguno de nuestra parte.

El oasis imaginario sólo atrae al viajero inexperto, sin brújula, cantimplora y mapa, o bien aquel tan
cargado de equipo innecesario que no puede avanzar sin hundirse a cada paso en la arena, hasta
quedar paralizado. La visión engañosa hipnotiza a aquella o aquél que se atreve a cruzar el desierto sin
prever el equipo necesario y sin una idea clara de al menos en qué dirección debe caminar.

En el plano psicológico, algunos de los espejismos más frecuentes que, como diría Dante, nos hacen
perder la vía recta y nos dejan confundidos a la mitad de la selva oscura, son los siguientes:

• El Gran Puesto o El Apuesto. Con esta frase me refiero a los espejismos similares a los de Lorena, que
proponen que alguien (El Apuesto Príncipe) o algo (El Gran Puesto Laboral) nos van a dar
automáticamente la felicidad completa y el bienestar total. Las frases que indican este espejismo
siempre contienen la idea de que si el presente puesto o apuesto no llena las expectativas fantasiosas e
inalcanzables de quien es víctima del espejismo, seguramente el siguiente, allá a lo lejos, será el
verdadero. Los constantes cambios laborales o las numerosas relaciones amorosas de estos viajeros sin
brújula cuentan la historia de cada desvío sediento hacia un nuevo espejismo que se disipa en el
instante mismo de llegar a él.

• A mayor control, mayor seguridad. Menciono arriba que los espejismos ocurren a quienes salen sin
brújula, mapa y equipo adecuado. Sin embargo, también les ocurren a quienes consideran que con estos
instrumentos siempre a la mano no tendrán que enfrentarse a las tormentas repentinas de arena, a los
pozos que se han secado y, en general, al cambiante paisaje que en cada estación presenta el desierto. El
espejismo ocurre, en este caso, cuando la persona lleva una vida controlada, estructurada y rutinaria,
porque con ello espera conseguir la seguridad total en su economía, vida laboral y, sobre todo, vida de
relaciones interpersonales. En el desierto, como en la vida, la única seguridad verdadera proviene de la
flexibilidad para adaptarse a los cambios y decidir entre rumbos alternativos en los cruces de caminos.
El espejismo del control nos deja paralizados en un oasis imaginario cuando lo que deberíamos hacer es
seguir caminando para encontrar de nuevo la verdadera tierra fértil y el agua limpia.

• Vagar y no planear. En el otro extremo están quienes sostienen que lo mejor para cruzar el desierto,
es simplemente dejarse llevar, no oponer resistencia, explorar cada espejismo hasta encontrar el oasis
verdadero. En este caso se encuentran los amantes compulsivos de las aventuras, los deportes
peligrosos, el juego, las drogas, el alcohol y los diletantes. El espejismo los lleva a buscar con entusiasmo
el peligro de cada desviación fantasiosa hasta que un día, por desgracia encuentran en efecto la salida,
pero de la vida misma.

• La lotería, la política y la magia. Otro espejismo frecuente propone que allá, a lo lejos, se encuentra
una lámpara con un genio complaciente escondido que no sólo le concederá al viajero la aparición
inmediata del oasis sino que, como el hada madrina de Paola García, regalará al viajero una casa
suntuosa, un coche de lujo, una pareja extraordinaria y “trillones” de fondos para gastar. Los que
padecen este espejismo compran billetes de lotería, asisten a “limpiezas” y curas mágicas, compran
talismanes o se afilian al partido político en el poder, todo con la certeza de que “ahora sí les va a tocar
la buena suerte” y sus deudas o malos manejos administrativos quedarán borrados para siempre.

• Soy genio en potencia, pero no vale la pena que se los demuestre. Entre algunas personas con una
imaginación creativa muy alta se presenta el espejismo de construir el oasis en la mente... pero jamás
buscarlo en la realidad. En su fantasía escriben la gran obra literaria, componen la música más
maravillosa, pintan el cuadro, realizan la escultura que revolucionará el campo de las artes plásticas o
inventan el negocio más avanzado. Pero en la realidad no generan obra alguna. El argumento irracional
del espejismo les indica que no importa lo que ellos pudieran crear porque jamás llegará a ser tan
perfecto como en su fantasía o bien “el público” no tendrá la capacidad para apreciar su genialidad. Así
es que prefieren transcurrir su vida en la frustración, el resentimiento gratuito hacia los demás y el
aborto de los hijos de su energía creativa. El mismo espejismo aqueja a algunos científicos que
investigan pero no publican por miedo a la crítica de sus colegas. En el oasis fantasioso del espejismo
son los genios incomprendidos y al llegar a los cuarenta, los grandes fracasados pero eso sí -se dicen a sí
mismos- con mucho potencial creativo que el mundo se pierde de disfrutar.

• ¿Qué Desierto? Quizás el espejismo más peligroso de todos sea el que niega la realidad de los aspectos
difíciles o poco agradables de la vida. Podría pensarse que quien se niega a ver las dificultades es un
optimista con una actitud positiva frente a la vida pero en realidad, quien actúa así, se encontrará cada
cierto tiempo y con mayor frecuencia, conforme trascurran los años, con un paquete enorme de asuntos
no resueltos que lo comenzarán a hundir en la arena. El espejismo que niega que la vida de todos a
veces atraviesa por el desierto hace que el viajero se quede atascado, hundido y sin posibilidades de
avance, hasta que resulta demasiado tarde. La o el niño eternos, dependientes de los demás y que
jamás maduran, son ejemplos de víctimas de este espejismo.

Estos son los espejismos peligrosos más frecuentes con los que me he topado en estos años de trabajo
como psicóloga y, por qué no decirlo, en mi propia vida.

Las aspiraciones estimulantes. ¿Se trata entonces de ya no atrevernos a imaginar o a soñar? ¿De
volvernos a partir de ahora realistas, pragmáticos y escépticos? ¡De ninguna manera! La imaginación
creativa es la capacidad que nos hace verdaderamente humanos y que nos permite trascender las
barreras. La visión de un futuro mejor y las aspiraciones nos permiten seguir avanzando y deben ser
parte del equipo indispensable para cruzar el puente inestable de los cuarenta. Para poder distinguirlas
y separarlas de los espejismos te presento a continuación las características generales de las aspiraciones
estimulantes verdaderas:

• Las aspiraciones estimulan la acción personal proactiva. Como seguramente notaste, los espejismos
propician una especie de vagabundeo o acción no dirigida, cuando no ocasionan una parálisis total. Las
aspiraciones, en cambio, están ligadas a metas muy claras y por tanto estimulan que la persona se
mueva de manera decidida y con dirección clara a pesar de que por momentos, y debido a los cambios
normales de la vida, deba tomar atajos o desviaciones esporádicas. La aspiración verdadera es una
brújula precisa que indica la dirección a seguir.

• Las aspiraciones se basan en un auto concepto adecuado. El espejismo es un espejo distorsionado que
ofrece al viajero una versión distorsionada de sí mismo y de su entorno. La aspiración ilumina todos los
ángulos de la persona -tanto sus virtudes, como sus defectos-, para enfocar la energía personal hacia el
uso óptimo de las primeras y la superación de los segundos. Una vez más la aspiración estimula hacia la
mejoría mediante el esfuerzo propio en lugar de plantear soluciones fantasiosas o mágicas,
deslumbrantes como el espejismo.

• Las aspiraciones se basan en una visión amplia y completa de los recursos. Quien enfoca la vista en el
espejismo pierde la perspectiva de su alrededor y camina sin tomar en cuenta las condiciones del piso,
del clima o de las posibles ayudas que le pudiera ofrecer su medio ambiente. Quien aspira, en cambio,
observa, busca y utiliza todo aquello que pueda apoyar el logro de su anhelo; mira a quienes están a su
lado y pide orientación cuando cree haber perdido el rumbo. Quien enfoca el espejismo, en cambio, no
escucha la voz de aquellos que le advierten del peligroso engaño que ha fabricado para regir su vida
entera.

• Las aspiraciones toman en cuenta el equilibrio y la calidad de vida. La aspiración demanda pasión y
entrega pero nunca el sacrificio absoluto del equilibrio en la vida. Permite descansos para recuperar las
fuerzas y propone ajustes para reforzar el logro de lo que en esencia se anhela. El espejismo, en cambio,
propicia el movimiento hipnótico, involuntario y sin descanso. Deja a la persona agotada y con
sensación de haberse desgastado, una vez más, sin alcanzar una mejor calidad para su vida.

• Las aspiraciones tienen como meta una sensación interior y no exterior del éxito. La persona con
aspiraciones se levanta a diario con el entusiasmo de saberse cada día más cerca de lograr lo que anhela.
La aspiración propicia una sensación de logro o bienestar interno, que hacen que la persona se sienta
verdaderamente exitosa. El espejismo, con su brillo, hace que por momentos los demás vean al viajero
deslumbrado, como deslumbrante. El movimiento autómata de la víctima del espejismo puede verse
por momentos desde fuera como determinación y su desesperada búsqueda de lo que sacie su profunda
sed, como ambición positiva y empuje. Pero en los momentos a solas el viajero siente un gran vacío
interno, una sed insaciable que le quema cada vez más.

Lorena decide de una vez por todas revisar sus espejismos y sus aspiraciones. Reconoce que durante
todos estos años se había convencido de que la realización de su vida tendría que llegar a través de un
hombre y no de ella misma. El espejismo había incluido la fantasía de que ella se mantendría juvenil,
bella y pasiva mientras su apuesto no llegara a despertarla con un beso. Pero después del beso ha tenido
que aceptar los golpes y las humillaciones de más de un apuesto que le ha cobrado muy cara la
manutención en el oasis, quizá lleno de objetos bellos pero nunca de apoyo a su desarrollo pleno.

Ahora Lorena desea deshacerse del espejismo e intentar, por primera vez a sus cuarenta y un años,
comenzar a vivir sin un hombre a su lado. Aspira algún día llegar a aceptar su rostro, su cuerpo y su
mente sin necesidad de que un hombre le tenga que decir desde afuera que es bella. Desea poder verse
en el espejo claro de su verdadera valía para olvidar finalmente el espejismo peligroso del apuesto.

Al igual que Lorena ahora es el momento de que tú también separes tus espejismos paralizantes de tus
aspiraciones alentadoras. Juzga tu verdadera talla como persona y tu potencial realista para comenzar a
caminar hacia delante. Y ya con el armario limpio y tus aspiraciones claras ha llegado el momento para
que lleves a cabo la tercera tarea de la crisis: decidir tu futuro.

Te invito a comenzar por decidir hacerte más responsable de tu salud física y mental a partir de esta
segunda adolescencia.
Tercera Parte:

La salud en la segunda adolescencia

“Déjame reposar,
aflojar los músculos del corazón
y poner a dormitar el alma
para poder hablar,
para poder recordar estos días,
los más largos del tiempo”
Jaime Sabines[30]
Capítulo 10

“Más vale prevenir que lamentar”.


Tipos de estudios, revisiones y previsión en los cuarenta

Patricia visita a una compañera de trabajo en el hospital. Le acaban de extirpar la matriz y los ovarios. Muy
probablemente tendrá que recibir quimioterapia como tratamiento adicional contra la posibilidad de que el cáncer
afecte a otros órganos. La compañera de Patricia tiene tan sólo dos años más que ella y por lo que le comenta no se
había realizado un examen de Citología vaginal en los últimos tres años. Pensó que no era necesario porque se
sentía muy bien, hasta que comenzó a tener sangrados continuos y abundantes, que prefirió ignorar por exceso de
trabajo y, confiesa, también por miedo a lo que pudiera encontrar el médico si se hacía revisar. “Sé que fui muy
irresponsable, pero el miedo a saber que estaba enferma fue mayor que mi capacidad racional. Ahora me arrepiento
porque este cáncer avanzado, yo sola me lo provoqué. Por favor, tú cuídate y no sigas mi ejemplo”, dice a muy triste
Patricia, desde la cama de hospital, esta mujer.

Patricia comenta en la cena a Jaime la visita a su colega y él agrega que en el último año han fallecido dos de sus
compañeros de trabajo, ambos muy jóvenes, de menos de cincuenta y cinco años. Uno de ellos murió a
consecuencia de un infarto masivo y fulminante. El segundo, de apenas cuarenta y dos años, tenía SIDA y no estaba
enterado hasta que una neumonía lo recluyó en la cama de hospital, donde finalmente falleció.

Con estos ejemplos tan dramáticos los García deciden que ha llegado la hora de comenzar a cuidar más su salud y
programan para el siguiente fin de semana su primera revisión médica integral, conocida como Chequeo.


“¿Para qué ir al médico, si estoy sano?” La revisión médica preventiva es siempre valiosa para evitar
que los posibles padecimientos se presenten o avancen más allá de lo conveniente para su control. Pero
antes de la segunda adolescencia parecería que la mayoría de las personas sanas nos sentimos
inmortales o inmunes a la enfermedad. Con excepción del tratamiento casero o esporádico de males
menores y las revisiones del dentista, un porcentaje importante de las personas no acuden al médico
con regularidad. Esta falta de atención regular y preventiva parece ser todavía más común entre los
hombres que entre las mujeres y parece estar relacionada con una idea distorsionada acerca de la
masculinidad. Los hombres, diría este prejuicio machista, no se quejan del dolor ni piden ayuda.
¡Aguántese como hombrecito!, es una instrucción que reciben los niños desde pequeños al menos en
España y Latinoamérica cuando algo les duele, cuando se golpean o durante las enfermedades.

No es entonces una coincidencia que durante toda su vida los hombres consideren la consulta médica
como una muestra de debilidad y falta de hombría, en especial en las sociedades más sexistas. Pero este
prejuicio afecta también a otras culturas supuestamente menos machistas, tales como la
estadounidense. Por ejemplo, en un estudio publicado por la revista Psychology of Men and Masculinity
en el 2000 y realizado por el psicólogo especialista en género Will H. Courtenay[31] de la Universidad de
Sonoma State, California, se encontraron evidencias para relacionar la expectativa masculina de vida —
menor en siete años a la de las mujeres de ese país— con una serie de creencias y conductas poco
saludables que son reforzadas por la sociedad estadounidense en su conjunto. Algunas de las creencias
y conductas poco saludables más frecuentes se refieren a la falta de interés por obtener información
médica, la percepción de sí mismos como más fuertes e independientes, el no cultivar una red de
relaciones de amistad profunda así como el énfasis en el poder, los ingresos económicos, la dedicación
exagerada al trabajo o el abuso de la energía física como elementos importantes para la autoestima
masculina del hombre actual. La mayoría de los hombres, entonces, solo acudirán al médico cuando ya
están enfermos, a menos que se convenzan de que el Chequeo está de moda y de que es “chic” hacerse
esta revisión cada año o bien, que la empresa de seguros les exija realizarla antes de otorgarles la póliza
que cubra gastos médicos mayores.

“El chequeo está de moda.” A partir de los cuarenta años, los estudios que se recomiendan como parte
de la revisión médica integral periódica son los siguientes:

• Una historia clínica de antecedentes muy completa, que incluya la exploración física.

• Análisis de Laboratorio Clínico: Hematología, Química Sanguínea, Examen General de Orina,
Examen Coproparasitoscópico y Perfil de Lípidos detallado.

• Radiografía del tórax, que incluye corazón y pulmones.

• Ecografía del abdomen alto, que incluye hígado, vías biliares, vesícula biliar, páncreas, riñones y bazo.

• Prueba cardiológica de esfuerzo que incluya un electrocardiograma para conocer el estado y
funcionamiento del corazón y de las principales arterias.

• Espirometría o prueba de capacidad pulmonar.

• Prueba de audiología o agudeza auditiva.

• Examen de la vista.

• Radiografías completas de dentadura.

• Valoración clínica del estado de la piel y del cabello.

• En personas con riesgo familiar o adquirido a padecer diabetes es conveniente realizar un estudio de
curva de tolerancia a la glucosa.

• En hombres, adicionalmente, es importante realizar una ecografía prostática que revise la próstata y la
vejiga, así como una medición del antígeno prostático.

• En mujeres a partir de los cuarenta años, al menos cada dos años es importante realizar una
mamografía o radiografía de las glándulas mamarias y una ecografía ginecológica que revise el útero, los
ovarios y la vejiga. A partir de esa edad, será también importante realizar una densitometría ósea, un
perfil hormonal y un perfil tiroideo. A cualquier edad, se debe realizar un examen de citología vaginal
anual. Es importante aclarar que aun cuando la mujer haya sido sometida a una histerectomía o cirugía
que remueve el útero será importante seguir haciendo este examen, ya que detecta otro tipo de
problemas.

¿Suena demasiado complejo o costoso? En realidad, como comprueban los García ese sábado, todo el
chequeo no les lleva más de 5 horas y con excepción de la toma de muestras de sangre, no es molesto o
doloroso. El coste en un hospital privado es menor a los 300 euros que, comparado con el más mínimo
tratamiento de cualquiera de las enfermedades que previene, es mucho más barato. En algunos países
también existe la posibilidad de realizar esta revisión, completa o parcial, como parte de los servicios de
salud pública gratuitos o de muy bajo coste.

Jaime y Patricia se ponen un conjunto deportivo muy cómodo, van juntos a la revisión y al terminarla deciden
almorzar en una cafetería cercana que está en medio de un parque y al lado de un lago artificial. Saben que sean
cuáles sean los resultados que obtengan una semana después, cuando los reciban por parte del médico internista,
podrán prevenir o atender su salud oportunamente.

La pareja disfruta el almuerzo de manera especial esa mañana porque ambos sienten que han comenzado a
construirse un futuro sano y placentero. Se merecen el pedido extra de frutas frescas y de pan recién horneado que
saborean mientras observan a los cisnes deslizarse tranquilamente sobre el lago.

El viernes siguiente, los García acuden a su cita con el médico internista, quien les da a conocer los resultados. En
general los García están saludables pero tendrán que realizar varios cambios y ajustes a sus hábitos de vida para
asegurar que los próximos años sean todavía mejores para su salud.

El médico les recomienda una serie de medidas sencillas para conservar la salud y sugiere a Patricia que acuda a su
ginecólogo para que éste le indique el tipo de tratamiento que mejor le convenga. A Jaime le sugiere consultar a un
nutricionista para que le asesore e indique el régimen alimenticio que le ayude a bajar un poco de peso y a controlar
el nivel de grasas o lípidos en la sangre, que ha salido en el estudio por arriba de lo saludable. A ambos les insiste
en la importancia de que dejen de fumar y que disminuyan su ingesta de cafeína, que es demasiado alta.

Por último, el médico les dice que a partir de los cuarenta tendrán que aceptar que la barra fija del bar no cuenta
como ejercicio para sustituir esta actividad por la práctica del deporte de su preferencia.


Menos barra fija y más pesas. Héctor Gallardo Rincón, médico mexicano internista y con postgrado en
Salud Pública tiene una perspectiva integral y muy humana de la medicina, por lo que le solicité sus
opiniones acerca de los cuidados preventivos a partir de la segunda adolescencia.

De acuerdo con Gallardo Rincón, los problemas de salud más frecuentes durante los cuarenta son
aquellos relacionados con los malos hábitos acumulados durante toda la vida. La obesidad, la diabetes,
la hipertensión arterial, los problemas cardíacos y los relacionados con el exceso de estrés constituyen el
abanico de enfermedades que enfrenta el médico internista en sus pacientes de cuarenta y tantos. Los
enfermos manifiestan temor ante el posible costo del tratamiento que implican sus malestares así como
ante la posibilidad de quedar discapacitados o inválidos a consecuencia de la enfermedad. Pero lejos de
atenderse de manera más oportuna, el miedo les hace evitar acudir al médico a tiempo y con ello
propician que se cumpla su terrible auto profecía.

De acuerdo con el Doctor Gallardo, la participación comprometida de la persona enferma en su propio
tratamiento es indispensable para asegurar el rescate de la salud, no sólo durante esta etapa de vida sino
siempre. Pero algunas personas consideran la medicina como mágica y piensan que las pastillas o
tratamientos harán por si solos todo el trabajo, aunque no es así, la actitud y energía que ponga la
mente de la persona será decisiva para su curación. Existen, dice el especialista, muchos avances y
novedades en el tratamiento de la hipertensión, de la obesidad, de la diabetes y hasta del cáncer, pero
la prevención seguirá siendo el recurso más importante para gozar de buena salud.

Hábitos y medidas preventivas para la buena salud a partir de los cuarenta años

A continuación te presento los hábitos y cuidados preventivos más importantes sugeridos para tu
segunda adolescencia por un grupo de médicos de distintas especialidades.

1. No fumar o dejar de fumar. Este consejo es el más repetido por todos los especialistas.

2. Tener una actividad física o un deporte razonable. Combatir el sedentarismo con un deporte que no
sea de alto riesgo o demasiado exigente con el cuerpo es la segunda sugerencia que mencionan los
médicos. “Paso que dure y no trote que canse” y constancia en la práctica diaria de al menos treinta
minutos de un ejercicio que demande un esfuerzo sostenido de nuestro corazón es más útil que la
práctica semanal de algún deporte extenuante, proponen los médicos.

3. Comer de manera equilibrada e ingerir alcohol con moderación. Ninguno de los médicos consultados
sugiere limitarse en exceso a partir de los cuarenta, aún en el caso de padecer obesidad. El equilibrio, la
moderación en cantidad y sobre todo el disfrute de la situación, de la compañía, de los sabores, aromas
y estética de la comida y de un buen vino son la clave para mantenerse sanos.

4. Buscar el bienestar mental, el sentido profundo y no superficial de la propia vida, disfrutar de los
momentos, atreverse a manifestar una gama amplia de sentimientos, aprender a disfrutar cada
momento, reírse más y revisar el sentido de la vida son elementos indispensables, tanto o más
importantes que los medicamentos para la salud en la segunda adolescencia, de acuerdo con este grupo
de especialistas.

5 Aprender a cuidarse. El chequeo y la atención inmediata de cualquier dolor o síntoma, los
movimientos no forzados para la columna vertebral, los huesos y músculos en general, son
indispensables a partir de esta etapa de vida. En conclusión, “tomar las riendas y el control de su propia
salud” como dice el doctor Gallardo. “Un hábito nocivo menos cada año, sustituido por uno saludable”,
propone el Doctor Fernando Mainero, masto-oncólogo. “Informarse en fuentes éticas, científicas y
actualizadas, para hacerse responsables de su propia salud”, dice el Doctor José Alberto Hernández
Bueno, ginecólogo especialista en climaterio. “Estar mejor informados de lo que tienen y de las
alternativas de tratamiento, así como hacerse concientes de la desviación actual de valores hacia el
poder en todas sus variantes para que no caigan en ese error, que los conducirá irremediablemente a la
vacuidad y a no alcanzar la felicidad”, dice el Doctor Alejandro Alanis, psiquiatra. En esencia, todos
estos especialistas coinciden en enfatizar la voluntad del segundo adolescente que es quien puede y
debe decidir estar sano integralmente y actuar en consecuencia.
Capítulo 11

“Las hormonas me dan miedo”. La salud de la mujer de más de


cuarenta

Patricia acude a la consulta con una nueva ginecóloga que le ha recomendado Pedro, su amigo médico. Prefiere no
ir con el ginecólogo que la había atendido durante los años anteriores porque, a pesar de ser un excelente gineco-
obstetra, no cuenta con conocimientos especializados en climaterio y por ello no es el más adecuado para tratarla
en esta nueva etapa de su vida como mujer.

La especialista escucha con atención todas las dudas de Patricia y le ofrece información actualizada, completa y
detallada como respuesta. Explica a Patricia el resultado de los exámenes que le realizaron durante su chequeo y
disipa los temores e ideas erróneas muy comunes que nuestra amiga le manifiesta con respecto a los tratamientos
de sustitución hormonal. En especial, a Patricia le preocupan los mensajes que ha leído o escuchado en distintos
medios de comunicación que hablan de que la terapia sustitutiva tiene más riesgos que beneficios en el largo plazo.
La doctora aclara a Patricia esta información y le explica los distintos tipos, métodos de aplicación y sustancias que
se emplean actualmente para restablecer el equilibrio hormonal de la mujer sin incurrir en riesgos.

Otra de las dudas que manifiesta Patricia se refiere a la edad, duración y conveniencia de iniciar una terapia
hormonal sustitutiva. Ella todavía menstrua, aunque cada vez con más irregularidad, pero ha escuchado que la
terapia sustitutiva solo está indicada para aquellas que ya han dejado de menstruar, esto es, para las
postmenopáusicas.

Por último, Patricia comenta que varias de sus amigas han sido sometidas en el último año a la histerectomía y ella
quisiera saber por qué es tan frecuente este tipo de cirugía durante los cuarenta. ¿Es preferible ya no tener un útero
una vez que se acaba la etapa reproductiva? La respuesta a esta pregunta y al resto que Patricia García plantea te
la damos a continuación.


“Soy muy joven para comenzar a tomar hormonas”
Una de las ideas erróneas más frecuentes con respecto a las hormonas se refiere al hecho de que si
sigues mentruando, seguramente todavía no necesitas algún tratamiento. La realidad es que la etapa
que precede al cese de la menstruación o menopausia es para algunas mujeres la más difícil de
sobrellevar[32]. Patricia es una de ellas. Ha comenzado a dormir mal debido a que su temperatura
cambia de un momento a otro dejándola empapada en sudor para después sentirse helada. Está
teniendo también momentos en los que se siente muy ansiosa e irritable, tal como hasta hace poco solo
se sentía el día previo al inicio de su menstruación y además, su desempeño en el trabajo se ha visto
afectado porque está menos enfocada, se cansa más rápido, olvida datos que antes recordaba con
facilidad y pierde el hilo de la conversación. Esta situación la preocupa y desearía encontrar un remedio
para sus síntomas. ¿Estará la variación hormonal detrás de su malestar? Pedro le responde que es
probable ya que ella ha manifestado síntomas similares relacionados con los cambios en niveles
hormonales, como ha sido cada mes en su fase premenstrual y muy en especial cuando nacieron los
gemelos. Patricia recuerda como la etapa en la que se sintió más tranquila y equilibrada esos primeros
meses de embarazo, pero también como la etapa en la que estuvo más deprimida esos primeros meses
después del parto. Esto, le explica Pedro es conocido como “Depresión Reproductiva” y ha sido
estudiado ampliamente. Por tanto, sería de esperarse que ahora, en su segunda adolescencia,
manifestara más síntomas emocionales. Una evaluación y posible tratamiento hormonal sustitutivo
parecen lo indicado en su caso pero también, será importante evaluar las creencias y actitudes de
Patricia con respecto a su paso a la madurez, ya que pueden estarle ocasionando un estrés adicional,
mismo que hará que sus síntomas sean más intensos.

De hecho, Patricia tiene algunas de las características del perfil de la mujer que más síntomas
emocionales presenta durante la transición hacia la menopausia:

Perfil de la Mujer con Síntomas Emocionales durante la Transición:


1. Antecedentes de síntomas emocionales (irritabilidad, sensibilidad exagerada y/o tristeza) en fase premenstrual
y/o post-parto.
2. Nivel de Estrés cotidiano alto.
3. Personalidad perfeccionista o auto-demandante.
4. Creencias negativas acerca de la vida después de la menopausia.
5. Estilo de vida poco saludable: Tabaquismo, sedentarismo, alcoholismo, mala nutrición.
6. Auto estima basada prioritariamente en la belleza física de la juventud.
7. Relaciones familiares o sociales dañadas o inexistentes.
8. Creencias socioculturales negativas acerca del envejecimiento en general.


Patricia se identifica con varias de estas características por lo que decide indagar más acerca de los
posibles beneficios o riesgos de la terapia hormonal de reemplazo.

¿Para quien es la Terapia Hormonal Sustitutiva? Es bien conocido que las mujeres con malestares
como los de Patricia, ya sean moderados o severos se benefician rápidamente con la terapia hormonal
sustitutiva y los síntomas desaparecen generalmente en las primeras semanas de iniciada la terapia. Este
tipo de tratamiento tiene efectos positivos sobre la calidad de vida que son significativamente superiores
a los de cualquier otro tipo de tratamiento, tal como lo han manifestado mujeres de todo el mundo en
distintas encuestas. Sin embargo, debido a que cada mujer es un caso distinto, el médico no es quien
únicamente deberá tomar las decisión acerca de si una mujer debe o no iniciar una terapia hormonal de
reemplazo, sino que la misma mujer deberá también decidir si debe hacerlo o no, al conocer en detalle
las ventajas y desventajas que este tratamiento pudiera ofrecerle. En caso de decidirse por este
tratamiento y cuando no existan contraindicaciones, podrá seguir alguno de los múltiples esquemas de
terapia hormonal sustitutiva, de acuerdo con las características específicas de cada mujer y siempre
tomando las precauciones necesarias así como controlando tanto su efecto como el grado de tolerancia.

De acuerdo con el Consenso Global acerca del uso de la terapia hormonal para la menopausia,
endosado en el 2013 por las sociedades médicas más importantes del mundo dedicadas a la salud de la
mujer, este tipo de terapia debe ser empleado de acuerdo con los siguientes criterios[33]:

Para la mujer menor de 60 años o dentro de los 10 años posteriores a la menopausia, la terapia hormonal (THM):
1. Es el tratamiento más efectivo para los síntomas vasomotores tales como sofocos y sudoraciones nocturnas que
interfieran con la vida diaria.
2. Es efectiva en la prevención de las fracturas relacionadas con la osteoporosis o debilitamiento de los huesos.
3. Como terapia estrogénica, puede disminuir el riesgo de enfermedad coronaria.
4. Con síntomas urogenitales, como son la resequedad vaginal, el dolor durante el coito, la incontinencia urinaria y
las infecciones vaginales frecuentes- se recomienda el tratamiento de baja dosis local si acaso este tipo de síntomas
es el único que reporta la mujer.


Un dato muy importante es que estos efectos positivos solo se obtienen cuando el tratamiento se inicia
en una etapa muy cercana a la menopausia, antes de que el nivel de estrógenos sea tan bajo que ya no
tengan su efecto protector en huesos, arterias, cerebro y demás sitios de acción de esa maravillosa “pizca
de sal” de la química en el cuerpo femenino.

¿Qué mujeres no deben recibir la terapia hormonal sustitutiva? Tradicionalmente, las
contraindicaciones se clasifican en absolutas y relativas. Las primeras se refieren a aquellos casos en los
posibles riesgos sobrepasan los posibles beneficios al grado de no ser recomendable el tratamiento y las
segundas o relativas, en las cuales la conveniencia del tratamiento es evaluada con mucho cuidado
tanto por el especialista, como por la mujer.

Dentro las contraindicaciones absolutas se encuentran:

• Aquellas mujeres en que ya exista o se sospeche la presencia de un tumor estrógeno-dependiente
como los de cáncer de endometrio o mama.
• Mujeres con sangrado uterino anormal no estudiado.
• Mujeres con episodios tromboembólicos recientes.
• Mujeres con enfermedad hepática activa.
• Mujeres con enfermedad vascular cerebral o trombótica posterior al uso de estrógenos.

Dentro de las contraindicaciones relativas estarían:

• Mujeres con antecedente de tumor estrógeno-dependiente, tales como las sobrevivientes de cáncer de
mama.
• Mujeres con enfermedad hepática (del hígado) crónica.
• Mujeres con problemas circulatorios en el pasado relacionados con uso previo de estrógenos como
tromboflebitis, trombosis o desórdenes tromboembólicos.
• Mujeres con intolerancia individual o alergias.
• Mujeres embarazadas o con endometriosis.
• Mujeres con epilepsia, hipertensión o migraña.
• Mujeres con tumores benignos del útero, conocidos como miomas o mastopatía fibroquística.

En estos casos deberán valorarse e individualizarse todavía más tanto los riesgos como los beneficios que
aportaría a la mujer una posible terapia hormonal.

¿Cuándo debe iniciarse la terapia hormonal sustitutiva? La doctora dice a Patricia que no existe una
edad específica. La terapia hormonal más adecuada debe iniciarse en cuanto ocurra la insuficiencia
ovárica, es decir, al presentarse la menopausia. En el perfil hormonal, este cambio se marca por el
aumento de la Hormona Folículo Estimulante (FSH) y la disminución del Estradiol, que
frecuentemente se acompaña de trastornos menstruales, síntomas vasomotores y el inicio de la
disminución de la masa ósea; por tanto, el inicio de la terapia es razonable cuando existe la falta de la
menstruación durante al menos seis meses. Es decir, al iniciarse las primeras manifestaciones de la falla
ovárica ya que, al proporcionar un tratamiento temprano, se obtiene un mayor beneficio a corto,
mediano y a largo plazo.

De acuerdo con el Consenso citado arriba, en mujeres con insuficiencia ovárica prematura o
menopausia precoz, así como en las mujeres a quienes se les hayan extirpado los ovarios –cirugía
conocida como oforectomía bilateral- el uso de la terapia hormonal se recomienda al menos hasta la
edad promedio cuando ocurriría la menopausia natural para propiciar un nivel adecuado de
funcionamiento y calidad de vida a la mujer.

¿Cuál tipo de tratamiento seguir a partir de los cuarenta? Al inicio de los cuarenta, de acuerdo con el
doctor Steven Goldstein, agregar más estrógenos es no sólo poco efectivo sino contraproducente.
Recordemos que en esto de las hormonas tan malo es muy poco como lo es demasiado. Si recordamos
los efectos de los estrógenos sobre los distintos órganos de todo el cuerpo, incluyendo nuestro cerebro,
el exceso de estrógenos sin la contrarrestante función de la progesterona acarrearía muchos de los
problemas que, en efecto, son más frecuentes durante los cuarenta. Algunos de los efectos más
conocidos del hiperestrogenismo son, de acuerdo con Goldstein[34]: retención de sal y de fluidos; niveles
bajos de glucosa; coágulos de sangre; agrandamiento de tumores fibroides; función hormonal alterada
(relacionada con aumente de peso y/o sensación de estar exhausta); aumento en la producción de grasa
corporal.

En el mismo sentido Brian Weiss, profesor de ginecología de la New Jersey Medical School, escribió en
un artículo editorial publicado en el número de junio del 2001 de la revista oficial de la International
Menopause Society: “La perimenopausia es claramente un estado de hiperestrogenismo. Estos
resultados han sido confirmados por el Estudio de La Salud de las Mujeres en toda la Nación (SWAN
por sus siglas en inglés), estudio realizado en varios sitios, multi étnico y longitudinal acerca de la
perimenopausia, apoyado por el Instituto Nacional del Envejecimiento de los Estados Unidos de
América[35].

Weiss relaciona la endometriosis, la hiperplasia endometrial y los fibroides (quistes) uterinos, los
pólipos, las mastalgias (dolores de mama) o hinchazón de los pechos y las migrañas con este excedente
de estrógenos.

“¿Por qué se incrementan las histerectomías al inicio de los cuarenta?” Precisamente por este
ambiente de estrógenos adicionales que ocasionan los crecimientos de tumores fibrosos o la
endometriosis que hemos mencionado.

Weiss, al igual que Goldstein, recomienda como solución a estos molestos síntomas del inicio de la
segunda adolescencia el uso de anticonceptivos de bajas dosis que pudieran proveer un equilibrio
hormonal entre los gestágenos y los estrógenos durante esta etapa. Éste es otro tipo de terapia hormonal
más adecuado para la fase previa al cese menstrual o menopausia.

¿Cuánto tiempo debe prolongarse el uso de la terapia hormonal? De acuerdo con los especialistas que
elaboraron el Consenso Global, “La dosis y duración de la THM debe ser consistente con los objetivos
de tratamiento, los aspectos de seguridad y debe ser individualizado”[36] Una vez más, se confirma que
la duración de la terapia de reemplazo debe de individualizarse y en cada revisión el médico debe
valorar junto con su paciente los beneficios y riesgos.

¿Terapia o terapias? Un error muy frecuente es pensar que cuando se habla de sustitución hormonal
tan sólo existe una terapia o tratamiento. En la actualidad, existen un buen número de compuestos
distintos disponibles para el uso de la terapia hormonal sustitutiva, pero requieren de una selección
adecuada del tipo, dosis y ruta de administración en cada paciente, ya que cada uno de ellos tiene
diferencias en absorción, potencia, actividad, eficacia y tolerancia. Se trata pues, de un verdadero menú
de alternativas que cada especialista deberá seleccionar en conjunto con la mujer. Entre las alternativas
actuales se cuenta con:

1) Estrógenos: Se utilizan generalmente alguna de las tres clases:
a) Estrógenos naturales (Estradiol, Estrona, Estriol y sus ésteres),
b) Estrógenos naturales conjugados equinos
c) Estrógenos Sintéticos, derivados químicos del Estradiol.
d) Fitoestrógenos y otros compuestos derivados de plantas.

2) Gestágenos o Progestágenos, que tienen una actividad similar a la Progesterona natural y se han
dividido también en tres grupos:
a) Compuestos derivados de plantas (fitofármacos)
b) Compuestos Sintéticos derivados de 21 Carbono de la Progesterona.
c) Compuestos sintéticos derivados de la 19 nortestosterona, con acción progestacional y androgénica,
tales como la famosa tibolona.

3) Andrógenos. Excepcionalmente usados por periodos breves con mujeres cuyos síntomas lo ameriten.

Cada una de estas sustancias se emplea de acuerdo con el caso específico de cada mujer y tienen efectos
distintos pero también muy poderosos. Uno de los aspectos a cuidar es, por tanto, jamás auto-medicarse
hormonas, ya sean naturales o sintéticas. Es muy frecuente escuchar que una amiga recomienda a otra
el tratamiento hormonal que a ella le ha funcionado, o que ha sido anunciado en alguno de los medios
de comunicación, sin saber que el mismo producto puede ocasionar un gran daño al cuerpo de su
amiga, quien de seguro tiene necesidades y características diferentes.

Sobre todo es muy importante que sepas que el uso de estrógenos solos, ya sean éstos químicos,
tradicionales o “naturales” tales como los derivados de la soja en mujeres que todavía tengan la matriz
intacta puede propiciar la aparición de tumores cancerosos.

¿Todavía tomas pastillas en lugar de usar un parche? ¡Qué anticuada! Al igual que con el tipo de
sustancias empleadas como terapias de sustitución, existe en lo que se refiere a las vías de
administración. Recientemente han aparecido nuevas vías de administración para las terapias
hormonales distintas a las tradicionales orales o mediante inyección. Parches, gel de aplicación local o la
terapia estrogénica “pulsada” en presentación de spray nasal son las más recientes. Sin embargo, y más
allá de lo novedoso de cada tipo de presentación, existen características que tanto tu médico, como tú
misma deberán tomar en cuenta al elegir la mejor para ti.

¿Cuáles son las ventajas y desventajas de cada tipo de presentación? Existen dos vías básicas de ingreso
de la terapia hormonal:

1) Vía oral, o mediante pastillas, en la que el producto se absorbe en el tracto digestivo y posteriormente
está sujeto a la acción metabólica hepática (del hígado) antes de pasar a la circulación y ejercer su
acción en los tejidos.
2) La vía parenteral tiene la característica de que las hormonas utilizadas no pasan a través del hígado y
pueden actuar directamente en los tejidos conocidos como blancos o meta. Ésta incluye las siguientes
presentaciones: Intravenosa, Intramuscular, Subcutánea (implantes), Percutánea (gel y cremas),
Transdérmica (parches), Vaginal (cremas, tabletas, anillos, pesarios), Rectal, Intranasal y Sublingual.

La vía oral es la más utilizada y mejor tolerada pero no la más fisiológica, esto es, la que mejor equilibra,
ya que rápidamente alcanza su pico máximo y disminuyen los niveles circulantes, además de que
requieren de la absorción intestinal y del metabolismo hepático antes de pasar a la circulación y a los
órganos donde actúan las hormonas. La vía parenteral, en cambio, tiene niveles de absorción
predecibles y sin metabolismo intermediario antes de pasar a la circulación. De acuerdo con las
investigaciones realizadas hasta hoy, el riesgo de trombo embolismo venosos y de infarto isquémico se
incrementa con el uso de la terapia oral, pero el riesgo absoluto es muy raro en mujeres menores de 60
años y este riesgo es aún menor cuando se trata de terapia parenteral. A pesar de esta ventaja existen
mujeres que siguen prefiriendo la presentación oral debido a razones tales como la estética en el caso
del parche, la higiénica en el caso del gel, el dolor con las inyecciones o la náusea con el spray nasal.

Una vez más se trata de un “traje a la medida” que el especialista debe hacer para cada mujer que le
consulte.

¿Cuándo se debe emplear progesterona y gestágenos en general? La progesterona sola o combinada
con estrógenos se emplea únicamente en mujeres con el útero intacto con el fin de proteger la capa
interior de ese órgano, llamada endometrio. Acerca de la progesterona y los gestágenos es importante
saber que en los resultados controversiales con respecto a las terapias sustitutivas, la
medroxiprogesterona ha sido la sustancia presente en los casos en que los investigadores han
encontrado efecto nocivos a la salud cardiovascular de las participantes. Por el contrario, en los grupos
estudiados en los cuales se han empleado exclusivamente estrógenos no se han manifestado los mismos
efectos nocivos. Existen otros gestágenos por lo que valdrá la pena que consultes a tu médico acerca de
ellos si todavía tienes útero y por tanto requieres la terapia que los incluya.

¿Existe el Viagra para las Mujeres? Los andrógenos pueden administrarse por vía oral o parenteral pero
en general no se recomienda su uso en forma prolongada, sólo ocasionalmente y por períodos cortos en
mujeres con disminución marcada del deseo sexual o la energía. Pero, como siempre, se trata de
sustancias que deben ser recetadas y supervisadas de manera estrecha por un especialista en climaterio
para evitar los efectos adversos.

¿Qué esquemas terapéuticos se pueden utilizar? Los actuales esquemas terapéuticos son terapias
preestablecidas que protegen a la mujer de las consecuencias derivadas del desequilibrio hormonal.
Una vez más cada esquema tiene sus ventajas, desventajas e indicaciones precisas del médico tratante.
Para la selección de los esquemas anteriormente mencionados se toma en cuenta si la paciente se
encuentra en la etapa de la perimenopausia o ya en postmenopausia. En el primer caso, como ya
mencionamos, básicamente se presenta deficiencia de progesterona que conlleva a alteraciones
menstruales. Cuando ésta es la única alteración se administra un gestágeno, pero en caso de presentarse
síntomas severos de falla ovárica se iniciarán los esquemas con estrógenos y gestágenos. Para la etapa de
la postmenopausia, la selección se determina por la presencia o no del útero. En el primer caso se
podrán dar estrógenos solos mientras que, en el segundo, muy probablemente se requerirán estrógenos
y gestágenos.

Por otro lado, la decisión de una terapia secuencial o continua, en una mujer con útero, también
depende de si la mujer es perimenopáusica o postmenopáusica, pero sobre todo si desea seguir
sangrando. En principio parecería lógico que cualquier esquema cíclico con sangrados regulares fuera
bien aceptado por las mujeres perimenopáusicas ya que muchas de ellas tienen ciclos irregulares que les
producen gran preocupación. Sin embargo, este tipo de esquemas, cuando se utilizan por largo tiempo,
pueden causar el cese de la menstruación, lo cual no tiene ninguna importancia siempre que se le
explique de antemano a la paciente. Por otra parte, un esquema continuo puede provocar
irregularidades menstruales durante bastante tiempo y esto resulta molesto para la mayoría de mujeres.

En cambio, el esquema de elección en la mujer postmenopáusica que ya no quiere volver a menstruar
será el continuo; si bien puede presentar en un principio sangrados irregulares, muy pronto se
restablece la amenorrea (cese menstrual) deseada por la paciente.

¿Cuáles son los beneficios y los riesgos de la terapia hormonal sustitutiva? Los beneficios de la
terapia hormonal sustitutiva han sido estudiados y validados a lo largo de más de cuarenta años de
investigación y pueden considerarse a corto, mediano y largo plazo. A corto plazo la acción de la terapia
de reemplazo se hace notoria en la disminución de los sofocos o bochornos, el control de los trastornos
menstruales, la disminución o desaparición total de los síntomas emocionales debidos a las variaciones
hormonales, la mejoría de la atrofia urogenital y en la función sexual en general. Los estrógenos solos o
combinados constituyen el tratamiento de elección para los síntomas vasomotores, o famosos sofocos y
“calores” nocturnos. En tan sólo unos días se puede observar una mejoría en la frecuencia y duración
de los sofocos así como en la secuencia de eventos que los acompañan, como son los dolores de cabeza
y el insomnio, con lo cual se restablece el descanso nocturno y la sensación de bienestar de la mujer.

Muchos trabajos sostienen que con la terapia hormonal existe mejoría y desaparición de los síntomas
urogenitales propios de la menopausia. Se observa una mejoría en el epitelio vaginal y su lubricación
adecuada, lo que se traduce en una disminución de la dispareunia (o dolor durante el coito), el
sangrado postcoito, la frecuencia de infecciones vaginales así como de los problemas urinarios tales
como la incontinencia, que tanto preocupan a las mujeres. La sexualidad, el estado de ánimo y la
capacidad de memoria y concentración responden de manera muy favorable a la terapia hormonal
sustitutiva.

También se han reportado otros efectos benéficos, dentro de los que se encuentran la reducción del
riesgo de presentar un cáncer de colon así como los efectos positivos en el comportamiento y estado de
ánimo, que ya se han mencionado en este libro. Adicionalmente se han detectado otros beneficios que
pudieran considerarse menores como son la prevención del envejecimiento de la piel y el cabello o la
relación de los estrógenos con los problemas oculares, que aunque no se hayan mencionado
ampliamente no dejan de tener importancia e impacto en la calidad de vida de la mujer.

¿La terapia hormonal evita la osteoporosis? Uno de los beneficios demostrados más importantes de la
terapia hormonal se refiere a la disminución en el ritmo de la pérdida de la masa ósea lo cual se traduce
a largo plazo en disminución del riesgo de osteoporosis y fracturas. La pérdida de masa ósea es un
proceso inherente al envejecimiento en el período posmenopáusico, siendo de forma acelerada los
primeros cinco años, tras los cuales la velocidad de la pérdida es menor, dando como resultado la
osteoporosis. Las fracturas y sus complicaciones son manifestaciones clínicas de la osteoporosis; las áreas
más típicas son cadera, columna y muñeca, lo que tiene un impacto negativo en la calidad de vida y en
el caso de fracturas de cadera un aumento de la mortalidad. Pero, como ya mencionamos antes, el
tratamiento hormonal puede prevenir la pérdida de masa ósea en todas las áreas del esqueleto siempre
que se inicie dentro del primer año después de la menopausia, antes de que el cese de la producción de
estrógenos promueva una pérdida acelerada de la densidad mineral ósea. Para que la terapia realice
una función preventiva se requiere un tiempo prolongado ya que si éste se interrumpe, la pérdida de
masa ósea comienza de nuevo; es decir, que el efecto persiste mientras dura el tratamiento, por lo que
se afirma que la terapia con estrógenos debe durar por lo menos diez años para que sea benéfica. Las
evaluaciones clínicas realizadas hasta el momento muestran que el uso de terapia hormonal sustitutiva
incrementa entre un 4 a un 5 por ciento la densidad mineral del hueso y que dicho porcentaje es más
significativo a medida que la terapia se inicia de manera temprana. El uso de estrógenos propicia una
reducción global del riesgo de fractura de cadera, de fracturas vertebrales y de muñeca. Los beneficios
muy probablemente pesen más que los riesgos en las pacientes con una osteoporosis establecida
(fractura previa por trauma leve) o en aquellas con más de cinco factores de riesgo para fractura de
cadera. Sin embargo, también es importante anotar que la terapia hormonal es solo uno de los elementos
importantes para prevenir la osteoporosis. Adicionalmente, se deberán realizar cambios en el estilo de
vida tales como disminuir sustancialmente el consumo de cafeína, de alcohol, de tabaco, ingerir
productos alimenticios ricos en calcio y realizar al menos media hora diaria de ejercicio de preferencia
en el exterior para ayudar a fijar con la vitamina D de la luz solar el calcio. Para las mujeres que
desafortunadamente ya manifiestan un debilitamiento de los huesos que les hacen propensas a
fracturas, existen en la actualidad varios tratamientos que ayudan a fortalecer de nuevo los huesos y por
tanto a disminuir el riesgo de las tan temidas fracturas.

Terapia hormonal durante la transición hacia la menopausia y después: ¿Temer o no temer? Como
hemos revisado, los distintos compuestos que se utilizan en las terapias hormonales sustitutivas durante
la segunda adolescencia aportan muchos beneficios al bienestar general de la mujer que presenta
síntomas. Sin embargo, puesto que este tipo de tratamientos -como cualquier tratamiento como
medicamentos- no están exentos de riesgos es necesario que el médico haga una cuidadosa evaluación
de los riesgos y beneficios en cada caso en particular. En este sentido es importante que las mujeres
reciban la información más actualizada y validada por estudios científicos serios que sea posible para
que la decisión de iniciar o no la terapia sea tomada en conjunto con su médico. Asimismo el médico
está obligado a tener el conocimiento de las indicaciones y contraindicaciones, de los nuevos y
diferentes tipos, dosis, rutas de administración y esquemas terapéuticos de estrógenos y gestágenos que
actualmente se encuentran disponibles en el mercado y que son utilizados durante el climaterio, ya que
el conocimiento de los mismos permite valorar y determinar cuál es la terapia hormonal más adecuada
para cada caso en particular.

¿Las hormonas ocasionan el cáncer de mama?

“El tigre de la rifa”


Patricia llega a su casa después de una semana muy pesada en el trabajo y escucha en la grabadora de mensajes
telefónicos la voz de Lidia que le dice: “Amiga, ¿cómo estás? Necesito que me llames porque tengo que hablar
urgentemente contigo. Te adelanto que por desgracia me acaban de avisar que ‘me saqué el tigre de la
rifa’...llámame por favor en cuanto escuches este mensaje”.

Patricia siente una sensación de miedo en la boca del estómago, pero se arma de valor y llama a su amiga. Lidia le
contesta y confirma lo que Patricia ya sospechaba: su mamografía indicó que esa “bolita” a la que Lidia no quiso
darle importancia durante los últimos dos años tiene altas probabilidades de ser maligna. Mañana le harán una
biopsia para llegar a un diagnóstico definitivo pero Lidia ya está segura de que tiene cáncer y se prepara para vivir
una etapa muy difícil de su vida.

Su gran sentido del humor la ayuda aún en estos momentos y por ello ha querido usar la broma de aquel hombre
con tan mala suerte que la única vez en su vida que ganó una rifa le entregaron como premio un hermoso tigre de
bengala. Pero el feroz animal, en cuanto fue entregado a su nuevo dueño, saltó sobre de él y se lo comió.

El cáncer de mama es, en efecto, como el tigre de la rifa que ninguna mujer de cuarenta y tantos quisiera que le
tocara en suerte.


“Me salió una bolita en el seno y me da miedo el cáncer”. Con el exceso de información acerca del
cáncer de mama -proveniente sobre todo de los Estados Unidos, donde este mal alcanza niveles muy
altos debido a la combinación genética de su población aunada a los hábitos alimenticios en los que
predominan las grasas animales- ahora hemos pasado a la paranoia de pensar que cualquier bolita en el
seno, en especial si nos duele mucho, debe ser la emisaria de un cáncer.

Pregunté al Doctor Fernando Mainero, oncólogo especialista en mama y jefe de oncología en una de las
instituciones de salud de la mujer más prestigiosas de México -el Hospital de Ginecología Número 4 del
Instituto Mexicano del Seguro Social, en la Ciudad de México- su opinión acerca de este motivo de
consulta durante la segunda adolescencia.

Sus respuestas claras, objetivas y de un inesperado sentido del humor en quien se dedica a una rama
tan difícil de la medicina me dejaron con una gran tranquilidad al final de la entrevista. Espero que si
tú o tu pareja están pasando desafortunadamente por la angustia de “una bolita en el seno” descubran
en los siguientes párrafos que “sacarse el tigre de la rifa” no necesariamente debe tener el final del
chiste cruel.

Pero comencemos desde el principio. ¿Qué pueden significar una o varias bolitas en el seno que la mujer
se detecta por primera vez durante la segunda adolescencia? De acuerdo con el especialista, en primer
lugar es importante saber que todos los senos sanos pueden en algún momento tener bolitas. Esto ocurre
aún más durante la perimenopausia debido a los ciclos menstruales irregulares y las variaciones
hormonales que pueden propiciar que en algunos momentos, ante el excedente de estrógenos, las
mamas estén más sensibles, inflamadas o con pequeños quistes que tienden a desaparecer en cuanto el
nivel hormonal vuelve a ser menor.

Por otro lado, dice Fernando Mainero, también es importante que las mujeres sepan que el cáncer de
mama en sus etapas iniciales no duele. La mujer se preocupa de los quistes dolorosos pero benignos y
no presta atención a las “bolitas” que no le duelen y que pudieran ser las verdaderamente peligrosas.

Pregunto al oncólogo si la auto revisión es indispensable y él responde que, como técnica para el
diagnóstico oportuno, es mucho más importante realizarse una mamografía al inicio de los cuarenta y
posteriormente, de acuerdo con la opinión del médico, volver a realizar este estudio con la periodicidad
que requiera cada mujer. Las razones para preferir este examen a la revisión manual son las siguientes:
la primera se refiere a que mientras que mediante la revisión manual se requiere de una sensibilidad
muy desarrollada para detectar bolitas de cinco milímetros, la mamografía detecta sin problemas
aquellas de tres a cuatro milímetros. En este tipo de enfermedad un crecimiento de uno a dos
milímetros es muy importante. La segunda razón es que en la revisión manual es muy frecuente que la
mujer revise con más detenimiento la zona externa y de ganglios de sus senos pero no revise a
conciencia la zona alrededor del pezón donde, de acuerdo con el especialista, ¡es mucho más frecuente
que existan tumoraciones!

Mainero ha desarrollado un ingenioso sistema para enseñar a las mujeres a realizar de manera
adecuada la revisión de sus propios pechos. Con la ayuda de un material plástico suave que “tomó
prestado” de un paquete para elaborar figuras de sus hijos pequeños, el oncólogo moldeó pechos,
insertando en ellos pequeñas bolitas de distintas dimensiones y texturas similares a los quistes y
tumoraciones que pudiera encontrarse en los senos femeninos. Durante las charlas que imparte a
mujeres, Mainero solicita a algunas voluntarias que pasen al frente, “exploren” las mamas de plástico e
intenten localizar las “bolitas” en las mismas. Es muy ilustrativo el sistema y demuestra de manera
divertida y sencilla a la mujer que la detección de quistes muy pequeños es tan complicada en estos
modelos plásticos como lo es en los pechos verdaderos.

Aunada a la mayor precisión para detectar más temprano cualquier crecimiento anormal, la
mamografía al inicio de los cuarenta o finales de los treinta es además muy útil para conocer el estado
de la mama cuando aún está sana. Con este dato inicial se podrán monitorear adecuadamente los
posibles cambios que presente el tejido más adelante. El especialista me informa que, por fortuna, ya se
están desarrollando técnicas de imagenología más avanzadas que la mamografía y que en un futuro
próximo permitirán detectar cualquier crecimiento maligno hasta de apenas un milímetro de tamaño.
Con esta detección más temprana el tratamiento resultará mucho más sencillo, oportuno y eficaz.

Como ya se mencionó arriba, un temor muy frecuente relacionado con el cáncer de mama o el cérvico-
uterino es que si la mujer decide iniciar una terapia hormonal sustitutiva, le “dará” cáncer. De hecho,
éste es el temor más mencionado por las mujeres alrededor del mundo cuando se les pregunta acerca
de los riesgos de la terapia hormonal sustitutiva. La realidad, de acuerdo con el doctor Mainero y otros
especialistas, es que los tumores mamarios llamados estrógeno-dependientes no son provocados
exclusivamente por el estrógeno sino que contienen elementos o mensajes genéticos erróneos que
reaccionan ante la presencia de niveles altos de esta hormona. Lo que el estrógeno ocasiona es que el
tumor crezca más y más rápido pero ahí estaba ya presente. Inclusive las mujeres bajo el régimen de
terapia hormonal sustitutiva tienen la ventaja de ser quienes más se someten a revisiones periódicas y
por tanto tienen menos probabilidades de que, si existe algún problema, lo dejen sin atender hasta que
llegue a un nivel de gravedad mayor. La relación entre el cáncer de mama y las terapias hormonales en
mujeres de más de 50 años es muy compleja. De hecho, se ha visto que en los estudios donde se
registró un incremento de riesgo a padecer este tipo de cáncer éste estaba asociado primordialmente al
tipo de progesterona empleado, así como a la duración del tratamiento, más que al estrógeno mismo. La
conclusión a la que han llegado los expertos en el Consenso Global 2013 ya citado, es que “el riesgo
atribuible a la terapia hormonal es pequeño y este riesgo se minimiza una vez que el tratamiento
finaliza”

El caso del cáncer cérvico-uterino o de la matriz es distinto. El uso exclusivo de estrógenos en la terapia
hormonal de reemplazo, cuando este tipo de tratamiento sustitutivo se comenzó a utilizar hace más de
cuarenta años, ocasionó que aquellas mujeres postmenopáusicas que todavía conservaban intacto el
útero y a quienes se recetaban estrógenos presentaran un mayor número de tumoraciones malignas.
Actualmente, como ya mencionamos arriba, la terapia hormonal sustitutiva considera el equilibrio entre
las distintas hormonas así como las características específicas de cada mujer para evitar cualquier riesgo
adicional.

Pero es indiscutible que la palabra “cáncer” nos provoca mucho miedo. De acuerdo con el Doctor
Mainero, hasta hace muy poco tratábamos cualquier tipo de cáncer “como si viniera de fuera, como un
enemigo ajeno a nuestro cuerpo”. Actualmente, dice, sabemos que el 99 por ciento del material
genético en las células cancerosas es exactamente igual que el de las células sanas. ¿Qué significa este
descubrimiento para el tratamiento atinado de este grupo de enfermedades? Algo que modifica de
manera sustancial el enfoque seguido hasta ahora: no hay que destruir a toda la célula cancerosa sino
tan sólo corregir el error genético en el o los genes defectuosos, conservando el resto de la célula intacta. A
fecha de hoy, este concepto no es tan solo una teoría sino que ya existen medicamentos que actúan de
manera directa en estos genes defectuosos. El especialista menciona que la era de la quimioterapia
agresiva muy pronto será cosa del pasado para la mayoría de los tratamientos contra el cáncer.

Con respecto al tratamiento de los tumores malignos en el tejido mamario Fernando Mainero
menciona que, por fortuna, en la actualidad ha habido avances muy importantes tanto en los
tratamientos medicamentosos, como en la cirugía, cuando por desgracia la mujer presenta en efecto un
cáncer de mama. Quizá el avance más importante debido al impacto de la mutilación sobre la
autoimagen de la mujer se refiera a la aceptación generalizada de los llamados tratamientos
conservadores, esto es, aquellos que no proponen la amputación total de la mama o mastectomía. Ya se
puede recomendar sin temor a incurrir en riesgos adicionales la eliminación -conocida como resección-
del área dañada y conservar el resto del tejido sano. Otro avance muy importante es el que se refiere a
la posibilidad de conservar la mayoría de los ganglios del brazo. Cuando no existía esta posibilidad, la
mujer a quien se le extirpaban sufría de hinchazón en el brazo, dolor intenso e incapacidad de utilizar
esa extremidad de manera adecuada. El estado de ánimo y la calidad de vida de las mujeres se veía
muy afectada por este problema.

Por último, las mujeres o los hombres que pudieran sospechar que dentro de su herencia existan
mayores probabilidades de que presenten un cáncer de mama se sentirán más tranquilos al saber que ya
existen pruebas genéticas que diagnostican las mutaciones más agresivas desde antes de que se presente
el desorden. El tratamiento químico preventivo que existe en la actualidad, si bien no disminuye al
ciento por ciento la aparición de algún tumor, sí reduce sustancialmente las probabilidades de
presentarlo. ¿Podríamos esperar algún día que se desarrollaran vacunas contra el cáncer de mama? Los
recientes descubrimientos, tales como el desarrollo de la vacuna contra el virus del papiloma -principal
causa de cáncer cérvico-uterino- por el grupo de los laboratorios MSD, encabezado por Laura Koutsky
del Departamento de Epidemiología de la Universidad de Washington en Seattle, nos hacen esperar
con entusiasmo una nueva era en el tratamiento de este tipo de “mensajes genéticos equivocados” que
hasta ahora hemos tratado como el enemigo innombrable de la vida: el cáncer.
Las terapias de hormonal sustitutiva después del verano de 2002. En el verano de 2002 se dieron a
conocer los avances de uno de los estudios de prevención en salud más importantes del mundo,
iniciado en 1991 y conocido por sus siglas en inglés como el WHI (Women’s Health Initiative). El
Objetivo principal del WHI era evaluar los mayores beneficios y riesgos para la salud de uno de los
tratamientos de sustitución hormonal combinada más utilizados en Estados Unidos: estrógenos equinos
conjugados a 0.625 mg. y acetato de medroxiprogesterona a 2.5 mg. diarios. Este esquema era también
muy empleado en el resto del mundo con las mujeres que tienen el útero intacto. Las 16.608 mujeres
incluidas en el estudio eran todas postmenopáusicas, en edades entre los cincuenta y los setenta y
nueve años, con un promedio de 63.3 años de edad, y habían sido reclutadas en varias clínicas de todo
ese país. Una vez integradas al estudio habían sido asignadas de manera aleatoria a un grupo con
tratamiento y a otro en el cual recibieron una píldora sin medicamento, conocida en investigación como
placebo. La bomba cayó cuando en julio de 2002 Claude Lenfant, Director del Instituto Nacional del
Corazón, Pulmones y Sangre de los Estados Unidos (El NHLBI por sus siglas en inglés) reportó, en una
conferencia de prensa celebrada en Washington, que el grupo (o brazo, como se le conoce en
investigación) del estudio WHI había sido suspendido antes de lo programado debido a que se había
descubierto un riesgo mayor de padecer cáncer de mama invasor y riesgos cardiovasculares mayores
entre quienes estaban bajo tratamiento de sustitución hormonal que entre aquellas que estaban
recibiendo el placebo. El escándalo fue mayúsculo. Ese mismo día los medios difundieron la noticia con
los acostumbrados encabezados sensacionalistas y una tormenta de críticas comenzó a llover sobre
quienes habían proclamado dentro de la medicina las ventajas de este tipo de tratamiento.

Pero, ¿qué decían los resultados en realidad? Gracias al Doctor José Alberto Hernández Bueno,
entonces presidente de la Federación de Sociedades de Climaterio y Menopausia de la región A de
Latinoamérica -correspondiente a México, Centroamérica y el Caribe- así como vicepresidente de la
Asociación Mexicana para el Estudio del Climaterio, recibí esa misma semana los resultados originales
que reportaban en el estudio WHI[37].

Una vez leídos, las conclusiones a las que llegué fueron las siguientes:

1. En la selección de las mujeres que participaron en el estudio se cometieron varios errores u omisiones
que pudieron haber impactado los resultados obtenidos. Por ejemplo: las mujeres son en promedio de
una edad mayor a la usual entre quienes inician la terapia de sustitución hormonal. Si bien el rango se
iniciaba en los cincuenta años, ¡el 66 por ciento de ellas tenían más de sesenta años al iniciar el
tratamiento por primera vez, y el 21 por ciento tenían más de setenta años! Los daños ocasionados por
la disminución de los estrógenos, ya habían ocurrido en la mayoría de ellas antes de iniciar el
tratamiento.

¿Fueron filtradas aquellas que presentaban riesgos absolutos o relativos antes de iniciar la terapia
sustitutiva? La respuesta es, una vez más, desfavorable para los responsables del estudio. De las mujeres
incluidas al momento de iniciar el estudio, el 6,9 por ciento ya tomaba medicamentos para
enfermedades cardiovasculares (estatinas) y un 19 por ciento consumía aspirinas diarias como medidas
para controlar la presión arterial. Adicionalmente, de acuerdo con el modelo Gail, para predecir el
riesgo de presentar un cáncer de mama en los siguientes cinco años, el 16 por ciento de las mujeres con
parientes de primer grado que habían tenido cáncer de mama y un 10 por ciento de quienes nunca
habían tenido un hijo (nulíparas) ya presentaban un riesgo mayor de manifestar cáncer de mama. Por
tanto, ¡los riesgos de estas mujeres ya eran más altos al iniciar el estudio y este dato no se tomó en
cuenta al incluirlas dentro del grupo con tratamiento! En el caso del cáncer de mama el riesgo
incrementado comparativo fue de 3,0 mujeres por cada mil mujeres en el grupo tomando placebo,
contra 3,8 entre mil en el grupo con tratamiento. Toma tú misma tu decisión acerca de si el tono
negativo tan exagerado de la noticia se justificaba con este incremento tan leve del riesgo.

Los resultados en apariencia más alarmistas se dieron con respecto al riesgo cardiovascular mayor. Los
medios de comunicación sostuvieron sin empacho que “se había demostrado que la terapia hormonal
sustitutiva incrementaba el riesgo de padecer infartos, embolias y otros accidentes cardiovasculares”.
Esta noticia preocupó, mayormente cuando ya había el antecedente de que en un estudio previo,
conocido como el HERS y realizado también con mujeres mayores y en mi opinión también mal
seleccionadas para este tipo de estudio, se habían reportado resultados que indicaban la inconveniencia
de dar terapia sustitutiva a mujeres con alto riesgo cardiovascular. Este dato no es nuevo para los
especialistas en climaterio y es importante anotar que el mayor riesgo parece deberse al tipo de
gestágeno empleado más que a los estrógenos, cuyo efecto benéfico sobre el metabolismo de las grasas
ya hemos comentado.

¿Qué ocurrió en realidad en el estudio WHI? El riesgo una vez más se incrementó pero mucho menos
de lo que al menos yo supondría por el nivel de alarma que despertó: de 3,0 casos en cada mil para el
grupo control, a 3,7 casos en el grupo bajo tratamiento, sin incremento alguno en el riesgo de
mortalidad por infarto al miocardio.

Es indiscutible que cualquier riesgo adicional es inaceptable para la investigación médica. El principio
hipocrático de “Primum non nocere” (“Sobre todo, no dañar”) debe regir todo el avance y la práctica
médica y por ello detener el estudio WHI fue una muestra de ética científica y, por qué no decirlo, un
reconocimiento por parte de los responsables de que en el futuro la selección deberá evitar incluir en
este tipo de estudios a las mujeres que, desde ahora, sabemos que tienen riesgos mayores.

¿Qué ha pasado con las mujeres después del estudio WHI? Para el Congreso Mundial de Menopausia
organizado por la IMS en Madrid, España en mayo del 2008, me solicitaron realizar un estudio para
conocer la perspectiva de las mujeres en distintas partes del mundo acerca de la terapia hormonal
sustitutiva. Después de revisar más de 200 artículos que abarcan 35 países en los cinco continentes, las
conclusiones fueron las siguientes[38]:

- De las mujeres norteamericanas que habían suspendido la terapia hormonal sustitutiva en el 2002,
alrededor del 25% reinició el tratamiento a pesar de las advertencias de su médico debido a la
intensidad de sus síntomas, mismos que les afectaban sustancialmente en su vida diaria; mientras que
otras optaron por auto recetarse productos de soya o “black cohosh” (cimicifuga racemosa), sustancia
que desde entonces ya ha sido vinculada como causa directa de al menos 25 casos comprobados de
hepatitis aguda. Adicionalmente, en uno de los estudios, realizado mediante encuesta telefónica en
Boston, Mass., las mujeres que optaron por estos tratamientos alternativos manifestaron que no les
estaban resultados efectivos para contrarrestar los síntomas vasomotores y urogenitales por los cuales los
habían comenzado a consumir.

- Después de 6 años del primer reporte del estudio WHI correspondiente al brazo de TH combinada, ya
existen datos acerca del impacto psicológico y fisiológico ocasionado por la suspensión precipitada de la
TH en las mujeres:

. Incremento del nivel de lípidos a 22 mg/dl de colesterol LDL en usuarias con más de un año de haber
suspendido abruptamente la TH contra 4mg/dl en usuarias actuales. (Pette KK et al, “Discontinuing
Hormone Rep. T. Attenuating the Effect on CVD with Lifestyle changes” A. J. Prev. Med. 2007 Jun;
32(6):483-9)

. Decrementos en Densidad Mineral Ósea en el rango del 2.3 al 6.2% en el primer año de suspensión
de la TH reportados en 11 estudios randomizados y controlados. (Simon JA et al “Skeletal
Consequences of Hormone Therapy Discontinuance: A Systematic Review” Obstet Gynecol Surv. 2006
Feb; 61(2):115-24)

. Incremento de síntomas climatéricos vasomotores, urogenitales y de humor que ocasionan
decremento en calidad de vida. Reportados en 13 estudios de EUA, Italia, Francia, Suecia, Tailandia,
Taiwan, Canada.

. 15.8% de 8405 mujeres elegidas al azar de la propia muestra del WHI manifestó síntomas depresivos
después de 8 a 12 meses de la suspensión del estudio y por ende, del tratamiento sustitutivo. La
relación entre la depresión con más fracturas y riesgo cardiovascular, sin mencionar la afectación severa
de la calidad de vida, en auto suficiencia y riesgo de padecer otras enfermedades correlacionadas con
este trastorno emocional ha sido documentado ampliamente por estudios controlados. ( Ockene JK et
al. «Symptom experience after discontinuing use of estrogen plus progestin» JAMA 2005 Jul
13;294(2):183-93)

. Lo más grave: Pérdida de la confianza en el médico tratante entre muchas mujeres informadas que en
varios países recibieron por parte del estudio WHI -y su cobertura alarmista a través de los medios- una
visión distorsionada y negativa de un tratamiento que hasta el 2002 había traído una mejor calidad de
vida a millones de mujeres climatéricas. De hecho, en varios de los 35 estudios analizados se reporta
una menor suspensión y/o reinicio del tratamiento debido a la orientación adecuada por parte del
médico tratante que genera confianza en la usuaria del tratamiento.

Es interesante anotar que ha sido apenas en el 2013 cuando parte de los autores del estudio WHI,
encabezados por JE Rossouw, han tenido la honestidad científica de publicar un artículo en el cual
reconocen finalmente muchos de los problemas de diseño e interpretación alarmista de su
estudio[39]Pero, desafortunadamente, en muchos casos la auto medicación o el resultado en
enfermedades incapacitantes como la osteoporosis y los padecimientos cardio- vasculares por falta de
tratamiento alguno han sido la triste consecuencia de la extrapolación de resultados obtenidos con
poblaciones de mayor edad y características no correspondientes al perfil de la posible candidata a
utilizar algún tipo de terapia hormonal sustitutiva, como nuestra amiga Patricia, quien ahora tiene que
preguntarse ante la posibilidad de atenderse, parafraseando a Hamlet: ¿Temer o no temer?

Por tanto, para poder contar con la atención médica más adecuada para tu propio climaterio, quizá la
decisión más importante en esta etapa no sea qué tratamiento seguir sino a qué médico elegir. Como
diría el Doctor Fernando Mainero “Búscate alguno que realmente se interese en mantenerse
actualizado, que se preocupe por ti y por tratarte como una mujer integral, no sólo como un cúmulo de
síntomas aislados... y también es conveniente que ‘te dure el viaje’, esto es, que tenga una edad similar a
la tuya para que esté dispuesto a seguir aprendiendo y que te acompañe a lo largo de estos años de
transición”, sugiere Mainero.

Yo te sugeriría que eligieras un médico moderno y actualizado pero a la vez “como los de antes”; esto
es, de los que todavía se preocupaban por escuchar, observar, oler y conocer a la persona que los
consultaba y no tan sólo llenaban apresuradas recetas para tratar síntomas aislados sin conocer de la
persona ni el nombre”, pienso al salir del consultorio del oncólogo. Alguien como el eminente
gastroenterólogo José Naves quien a pesar de ser el decano de su especialidad en México y un
especialista renombrado recibía en cada consulta a su paciente preguntando y viéndole a los ojos:
«Antes que nada, ¿cómo se siente usted?» Así debería ser un verdadero médico para tu segunda
adolescencia.
Capítulo 12

“La edad de los nunca.” Los síntomas difusos

“Quien presenta síntomas de más


de una enfermedad, decía Pedro y Pons,
no tiene ninguna”
Xavier Rubert de Ventós[40]

Recuerdo de niña que cuando alguna de mis tías se quejaba de falta de energía, de dolor de cabeza o de
algún otro síntoma, era común que alguno de los adultos mayores le dijera: “Ni modo, ya llegaste a la
edad de los nunca”. Por lo que yo alcanzaba a comprender entonces, la mágica Edad de los Nuncas era
el momento en que una persona, hasta entonces totalmente sana, alerta, entusiasta, energética y feliz,
se descomponía como esos coches destartalados que transitaban por las calles de mi ciudad, con sus
múltiples problemas manifestados en sobrecalentamientos durante las horas punta de tráfico; el humo
de una combustión inadecuada saliendo por el escape; el acumulador gastado que impedía que
arrancara la marcha o la carrocería golpeada, la pintura rayada y los faros rotos. Definitivamente, la idea
de llegar a la “Edad de los Nuncas” me aterraba. Y los “Nuncas” parecían iniciar cuando los adultos se
volvían viejos; cuando cumplían los fatídicos cuarenta años.

Algunos de los síntomas difusos o, como dirían las abuelas, los achaques propios de los cuarenta son los
siguientes:

- “Me duele todo el cuerpo”.
- “Me duele la cabeza”.
- “Me cuesta más trabajo adelgazar”.
- “Tengo más altos el colesterol, los triglicéridos o la presión”.
- “Tengo problemas digestivos”.
- “Tengo arrugas, el cabello reseco o se me está cayendo”.
- “No puedo dormir como antes”.
- “Me canso más rápido o estoy cansada todo el tiempo”.

Cuando ya se conoce el impacto de las hormonas en los distintos sistemas y órganos específicos de
nuestro cuerpo, la tentación más común es querer culpar de todos nuestros síntomas a las variaciones
en estas sustancias a partir de los cuarenta. Como, si recuerdas, les ocurrió a Patricia y Jaime después de
que les expliqué el principio de la pizca de sal en un capítulo previo de este mismo libro.

Resultaría muy conveniente atribuir a las “malvadas hormonas” lo que, en la mayoría de los casos, es en
mayor medida el producto de nuestros hábitos, de nuestro descuido o de algunas otras causas médicas
que poco o nada tienen que ver con el nivel de hormonas sexuales que circulan por todo el cuerpo.

Para ayudarte a separar, entender y juzgar lo que puedes hacer con relación a las distintas causas de tus
posibles molestias, ahora que tú también pudieras estar por iniciar la “edad de los nunca”, revisemos lo
que nos dicen los especialistas médicos acerca de los motivos de consulta más frecuentes durante esta
etapa de vida.
Dolores de espalda, cuello o articulaciones. El doctor Roberto Osante Medina es especialista en
ortopedia. Cuando le pregunto cuáles son los problemas más frecuentes por lo que acuden a consulta
quienes tienen entre cuarenta y cincuenta años, Roberto no duda un instante en responder: “Vienen
por dolor. En especial por dolor en la región cervical, esto es, en el cuello o bien en la región lumbar,
que se encuentra en la parte baja de la espalda”. Los dolores relacionados con la columna vertebral son,
de acuerdo con este especialista, los más frecuentes durante esta edad y su apreciación clínica coincide
con la de muchos de sus colegas alrededor del mundo.

Daría la impresión de que la columna vertebral, sostén de nuestro cuerpo, comenzara a deteriorarse de
manera acelerada a partir de la edad de los “nunca” pero, de acuerdo con el doctor Osante, esta idea es
incorrecta.

¿Por qué son más frecuentes entonces los dolores de espalda a partir de los cuarenta años? El
especialista nos explica que, por ejemplo, el dolor de cuello es en la mayoría de los casos consecuencia
de alguna lesión que ocurrió hace diez años o más pero que muy probablemente no fue atendida
debidamente. La persona quizá tuvo un accidente automovilístico o una caída que, de acuerdo con su
apreciación en ese momento, no ameritó ser revisada por el médico y fue atendida mediante remedios
caseros o simples analgésicos que aliviaron el dolor momentáneo pero no el problema de inflamación o
desviación en las vértebras mismas. A lo largo de los siguientes años la persona muy probablemente
siguió padeciendo tensión o contractura en los músculos del cuello, parte superior de la espalda y
hombros, pero siguió sin consultar a un traumatólogo, pensando en que las pomadas, los masajes, el
quiropráctico o mayores dosis de analgésicos serían suficientes para aliviar su dolor. Aunados a la falta
de atención adecuada la mayoría de las personas, dice el doctor Osante, tenemos hábitos posturales
terribles: leemos, trabajamos en el ordenador o vemos la televisión forzando al cuello a permanecer en
una sola y mala postura durante horas enteras. Durante la noche utilizamos almohadas que son muy
blandas y delgadas o bien muy gruesas y duras. La clave en todos estos malos hábitos es notar si
estamos respetando la curvatura normal del cuello o si, por el contrario, lo estamos forzando a quedar
encorvado, hacia atrás, hacia un lado más que hacia el otro o inmóvil por demasiado tiempo. Si
pensamos que hemos forzado a nuestro cuello por tantos años no nos debería sorprender que al
cumplir cuarenta o más años nos envíe con más frecuencia e intensidad el mensaje de auxilio que
significa el dolor. Por fortuna, dice el especialista, con un diagnóstico adecuado, la modificación de
hábitos posturales y la constancia en una rutina de ejercicios muy sencillos de realizar en cualquier
lugar y a cualquier hora del día, nuestro cuello y los músculos que le rodean pueden volver a estar
relajados y con ello dejar de dolernos por muchos años.

Acerca del famoso dolor de la espalda baja Roberto Osante nos comenta que es el padecimiento más
común a partir de los cuarenta. Las causas, una vez más, no son recientes sino acumulativas: por un
lado, menciona que de cada diez personas al menos seis nacen ya con una desviación de columna. ¿Has
notado la cantidad de personas que, si las observas con detenimiento, tienen un hombro o una cadera
un poco más abajo que la otra? Quizá se trate de tan sólo unos cuantos milímetros pero esta diferencia
es suficiente para que la columna, a lo largo de los años, vaya resintiendo el desequilibrio hasta que un
buen día la persona sienta ese dolor agudo y muy intenso que le hará tener que consultar al médico,
muy probablemente de emergencia.
Pregunto al médico quiénes son las personas que más probablemente presentarán este tipo de dolor y
su respuesta es contundente: “Aquellos que ya tienen este tipo de desviaciones o lesiones previas pero
que además tienen un estilo de vida muy sedentario, o quienes practican deportes muy demandantes
que lejos de ejercitar o fortalecer los músculos y huesos los lastiman”. Hay personas que en esta edad,
debido a la ya mencionada actitud del “ahora o nunca” propia de la segunda adolescencia, deciden
comenzar a practicar deportes de alto riesgo o realizar el ejercicio aeróbico de moda sin saber que con
ello, lejos de propiciar una mejor salud para su cuerpo, lo están dañando todavía más.

Los dolores de columna (cervicales y de espalda) en la edad de los nuncas, dice Osante, se podrían
prevenir con medidas tan simples como una plantilla en el zapato que equilibre la diferencia en altura
entre ambos lados del cuerpo, el uso de un collarín blando para la lectura o el trabajo prolongado en
ordenador, un cambio de almohada o la realización de los ejercicios adecuados para cada zona de la
columna. Con una simple consulta al traumatólogo se podrían evitar años de malestar, cuadros de dolor
muy intenso, gastos exagerados en medicamentos inadecuados y, en algunos casos, hasta arriesgadas
operaciones de columna vertebral.

Acerca de los dolores en las articulaciones el doctor Osante menciona que durante la perimenopausia
algunas mujeres manifiestan dolores en las articulaciones, en especial en las muñecas y los hombros, y
que estos dolores pueden estar relacionados con los cambios hormonales. En efecto, de acuerdo con un
estudio realizado por Maurizio Cutolo de la Universidad de Genova, Italia, y Ronald L. Wilder del
Instituto Nacional de Enfermedades Artríticas, Músculo Esqueléticas y de la Piel de Estados Unidos, los
estrógenos incrementan las reacciones inmunológicas mientras que la progesterona y los andrógenos la
inhiben[41]. Este efecto estaría relacionado con la mayor presencia de enfermedades reumáticas en las
mujeres postmenopáusicas y pudiera estar vinculado con los dolores reportados por algunas mujeres
especialmente vulnerables desde el momento en que se inician los cambios hormonales durante los
cuarenta, que ya hemos revisado en detalle. Un(a) reumatólogo(a) o ginecólogo(a) especialista en
climaterio será capaz de atender estos casos especiales de manera adecuada.

Por último, es muy importante comentar que la temida osteoporosis o fragilidad de los huesos no duele.
Es un error frecuente el pensar que el dolor de espalda, articulaciones o huesos en general que las
mujeres pueden experimentar a partir de los cuarenta sea un anuncio de osteoporosis, pero lo más
terrible de esta enfermedad es que no nos avisa con el bendito dolor y por ello es tan importante
realizarse los estudios de densitometría ósea de manera periódica a partir de la segunda adolescencia.

Lo importante, dice el doctor Osante, es saber que no hay por qué resignarse ni al dolor ni a la
fragilidad de los huesos ya que no son consecuencias ineludibles de la edad de los nuncas.



Recomendaciones para evitar los dolores de cuello, de espalda y de articulaciones en general

1. Que un traumatólogo evalúe si tienes una desviación en la columna.

2. Trata de recordar si sufriste algún golpe o caída hace varios años que pudiera haber lastimado tus
vértebras. Si lo tuviste, menciónalo a tu médico y que te realicen un estudio radiológico para constatar si
la curvatura e integridad de columna no fue afectada.

3. Con este diagnóstico, muy probablemente te recomendarán una serie de ejercicios sencillos tales
como mover lentamente el cuello hacia el frente, hacia atrás, hacia un hombro y luego hacia el otro,
todo muy lentamente, con el propósito de relajar y fortalecer los músculos que rodean la columna
vertebral. Para el dolor en articulaciones, incluyendo las rodillas, también existen ejercicios ortopédicos
muy sencillos pero efectivos que te pueden enseñar en tu clínica o servicio médico. Recuerda que entre
más fuertes sean tus músculos será menor el esfuerzo que tendrán que realizar tus huesos.

4. Revisa tu almohada. Para asegurar que sea de la altura correcta, mide la distancia que existe entre el
límite de tu hombro y la base del cuello cuando éste está recto (a 90°) Ésa deberá ser la altura de tu
almohada cuando pongas la cabeza sobre de ella. Si es demasiado suave, se hundirá y tu cuello quedará
forzado hacia abajo. Si, por el contrario, es demasiado dura y alta, tu cuello quedará forzado hacia
arriba. En ambos casos, lo más probable es que despiertes torcido o con dolor de cabeza.

5. Ubica el libro que estés leyendo en un atril a la altura de tu cabeza. No fuerces durante horas la
mirada hacia abajo ni leas en la cama de lado.

6. Usa un collarín o soporte de cuello blando para escribir en el ordenador o ver televisión cuando
planees hacerlo por varias horas. Estos soportes son fáciles de adquirir y de bajo coste, y te evitarán la
famosa tensión muscular tan frecuente entre quienes utilizan los ordenadores como herramienta básica
de trabajo.

7. Realiza ejercicios agradables y no demasiado estresantes, tales como la caminata, el baile, el trote
suave, el tai chi, la bicicleta o el levantamiento de pesas no competitivo. Estos ejercicios, además de
tener ventajas cardiovasculares, mantienen en forma los huesos y músculos de nuestro cuerpo sin
forzarlos.

8. Si tienes dolores en las articulaciones será importante, en caso de no explicarse ese dolor por alguna
causa mecánica como pudiera ser el uso constante o excesivo de la articulación que duele o bien la
consecuencia de lesiones o deformaciones como las mencionadas para la columna, que evalúes la
posibilidad de que te revise un especialista en reumatología. Si hubiera algún problema degenerativo,
éste sería el momento adecuado para atenderlo y controlarlo.

9. Revisa tus posturas. ¿Recuerdas cuando en la primera adolescencia tus padres o maestros te insistían
en que mantuvieras una postura erguida y derecha al caminar o al sentarte? Quizá sea éste el momento
de que te regañes a ti mismo cuando tu postura no sea la mejor. Tu cuerpo te lo agradecerá mucho.

10. Si ya tienes un problema de espalda, no levantes ni un papel del suelo sin doblar primero las
rodillas. ¡No te agaches hacia delante jamás! Hacerlo es la manera más fácil y rápida de terminar en la
sala de urgencias del hospital con un dolor agudo.

11. Sobre todo, en el momento en que te duela cualquier parte del cuerpo no trates de ignorarlo, acude
al médico.

“Me duele la cabeza”. El día que la investigación médica acabe con los dolores de cabeza o cefaleas
podremos considerarnos como una especie verdaderamente avanzada e inteligente. Los dolores de
cabeza pueden tener su origen en problemas hormonales, mecánicos, neurológicos, alérgicos,
circulatorios o en una combinación de todas las causas anteriores.

Durante la segunda adolescencia un número más numeroso de mujeres reportan cefaleas o dolores de
cabeza, en especial del tipo migrañoso, que se caracterizan por ser un dolor intenso en la mitad de la
cabeza, efecto de “aura” o percepción de luces de colores alrededor de los objetos, intolerancia sensorial
a los estímulos intensos, náuseas y en ocasiones vómito. Las mujeres de cuarenta y tantos con
frecuencia reportan que estos dolores son ahora más frecuentes, más intensos o ambas cosas a la vez. ¿A
qué se debe este incremento de dolores de cabeza en esta etapa? En este caso la variabilidad hormonal y
en especial la cantidad de estrógenos sin oposición de la progesterona que pueden presentarse durante
los años previos a la menopausia parece ser esa pizca de sal que estimula de más la secreción
inadecuada de algunos neurotransmisores, como la famosa serotonina, y ésta a su vez provoca el dolor
de cabeza.

En los hombres es menos frecuente la migraña clásica pero se pueden presentar las llamadas cefaleas
tensionales o bien las de racimo, que consisten en un dolor intenso en un punto específico del cráneo y
que desaparecen mediante el empleo de relajantes musculares.
De acuerdo con los especialistas, es muy importante poder diagnosticar adecuadamente el tipo de dolor
de cabeza que tú presentes ya que el tratamiento dependerá de ello.

Para las migrañas se han desarrollado en los últimos años unos fármacos llamados triptanes que actúan
sobre el sistema de emisión de la serotonina y que, al igual que los antidepresivos conocidos como
inhibidores selectivos de la recaptura de la serotonina o ISRS,-de los cuales el Prozac es el más conocido-
actúan en el cerebro como una especie de “regulador de voltaje” al bloquear algunas moléculas que
actúan como detonadoras del ataque migrañoso. Estos nuevos medicamentos tienen aún un costo muy
alto pero si consideramos que son capaces de detener un episodio de migraña que puede durar de doce
a treinta y seis horas seguidas, y que además lo logran con una sola pastilla que se disuelve con la propia
saliva en menos de media hora, el costo resulta razonable.

Para las cefaleas tensionales o de racimo, la combinación de analgésicos con antiinflamatorios, o en
ocasiones con relajantes musculares, parece ser la más adecuada desde el punto de vista médico. Sin
embargo, con relación a este tipo de cefalea quisiera compartir contigo una observación clínica, que en
conjunto con el doctor Roberto Osante, a quien ya conoces, hemos podido detectar en más de diez
personas derivadas a mí por internistas o neurólogos y cuyas cefaleas crónicas o agudas eran
supuestamente ocasionadas por estrés emocional.

El extraño caso de las cefaleas incurables, que se curaron muy fácilmente. En los diez casos que
menciono arriba, los dolores de cabeza habían sido diagnosticados erróneamente como migrañas o
cefaleas tensionales “intratables” que ya habían sido evaluadas mediante encefalogramas, resonancia
magnética, perfil hormonal y otros estudios complejos y costosos. Antes de llegar a psicoterapia estas
personas ya habían sido medicadas por internistas, neurólogos, acupunturistas, magos y chamanes. Al
llegar a mí, su caso había sido calificado como de origen “psicológico” y algún médico o familiar les
había recomendado intentar terapia de este tipo, ante su situación desesperada. (Nótese que los
psicólogos siempre somos consultados cuando ya se agotaron hasta la magia y la herbolaria tradicional).

Pues bien, después de llevar a cabo el registro de su historia clínica, escuchar su larga historia de
medicamentos, remedios caseros e hipótesis acerca de su padecimiento, incluyendo maldiciones
ancestrales, pago de “malos karmas”, etc., les formulé a estas personas dos sencillas preguntas y les
revisé el cuello.

Las preguntas eran: “¿Alguna vez tuviste una caída, accidente automovilístico o golpe que pudiera
haber lastimado tu cuello?” Por lo general, la persona dudaba un momento y después respondía que sí,
pero que había sido hacía muchos años y que en realidad había sido muy leve. O contestaba que sí,
pero que sus dolores de cabeza no habían comenzado justo después del golpe. La segunda pregunta se
refería al momento o situación en que usualmente se desencadenaba su episodio de cefalea o migraña.
La respuesta siempre indicaba que la persona despertaba con el dolor de madrugada o por la mañana o
bien que se le manifestaba en temporadas “de mucho trabajo”, lo cual quería decir largas horas frente a
un ordenador, un restirador o un escritorio. Acto seguido revisaba como amateur el cuello y, al
confirmar la contractura muscular en esa zona, los enviaba a consulta con el Doctor Roberto Osante.

En todos estos casos las intratables cefaleas, ya desahuciadas por otros especialistas, ¡tenían su origen en
lesiones antiguas y ya olvidadas del cuello, como las descritas en este mismo capítulo! Con el mismo
tratamiento de relajación muscular, ejercicios diarios y cuidados preventivos que prescribe el Doctor
Osante y que mencionamos arriba, estos dolores terribles se resolvieron con la atención al problema
mecánico y ortopédico que en realidad las ocasionaba.

Por tanto, si últimamente te duele más la cabeza te recomiendo seguir el siguiente procedimiento, de lo
sencillo a lo más complejo para eliminar tu dolor. Estos consejos van con la siguiente dedicatoria: De
una ex migrañosa (yo) que ya no sufre, con cariño:

Qué hacer si tienes dolores de cabeza
1. Antes de intentar acallar tu dolor, trata de entender qué te está diciendo. ¿Tienes un problema de
salud más serio que requiere de atención inmediata? ¿En qué parte de tu cuerpo? Recuerda que el
dolor de cabeza no es más que un síntoma de lo que en realidad te ocurre.

2. Si padeces de migraña, significa que tu sistema nervioso es más sensible y delicado que el de los
demás. Una migraña es un doloroso aviso de que te has excedido en algo: alimento, ruido,
preocupaciones, alcohol o falta de descanso. Escucha su mensaje, cierra los ojos, relájate, coloca
preferentemente una bolsa de hielo sobre la zona de dolor para disminuir el torrente sanguíneo que
alimenta las terminales nerviosas y ocasiona el dolor. Puedes usar algún aceite esencial que te relaje al
olerlo, pero ten mucho cuidado porque algunas personas son más sensibles a los aromas durante el
episodio migrañoso y esto pudiera incrementar tu molestia.

Si estás seguro de ser migrañosos, pide a tu médico que te recete uno de los fármacos de la familia de
los triptanes y una vez superado el episodio continúa con tu vida, pero esta vez anotando aquello de lo
que no debes abusar. Sobre todo, no acudas a la automedicación con analgésicos fuertes porque podrías
terminar con lo que se conoce como una cefalea “de rebote” ocasionada, como la resaca del alcohol,
¡por los propios analgésicos!

3. Antes de intentar tratamientos más complicados o costosos haz que un traumatólogo de tu confianza
te revise la zona cervical para asegurarte de que el problema no es de origen mecánico. También revisa
tu visión, pues los dolores de cabeza se incrementan cuando nos negamos a aceptar que nuestro brazo
ya no es lo suficientemente largo para enfocar lo que leemos. Unos lentes para vista cansada pueden ser
difíciles de aceptar por tu vanidad pero también pueden ser la solución a tus cefaleas recientes.

4. Si eres mujer y se han incrementado los dolores de cabeza coincidiendo con tu perimenopausia,
coméntalo con tu ginecólogo especialista en climaterio para que te apoye con alguno de los tratamientos
de equilibrio hormonal propios para esta etapa de variaciones marcadas.

5. Por último, no te conformes con padecer dolores de cabeza continuos. El dolor de cabeza interfiere
en nuestra productividad, estado de ánimo, vida de pareja, sexual y social. No hay nadie menos
atractivo que quien siempre se queja de dolores de cabeza y no hay motivos, con los avances médicos,
para aceptar vivir con constante “jaqueca” como un personaje amargo de películas en blanco y negro.

“No puedo dormir, ni tengo tanta energía como antes.” Otra queja muy frecuente en la consulta de
médicos de varias especialidades se refiere a la sensación de no descansar tan bien como antes y, en
consecuencia, sentirse cansados todo el tiempo. La explicación a este malestar, que afecta sensiblemente
la calidad de vida de quienes lo manifiestan, tiene múltiples causas y está vinculado estrechamente en
esta edad con varios de los aspectos que ya hemos revisado:

- El estrés ocasionado por los cambios y problemas especiales que se presentan durante esta etapa de
transición e inestabilidad.

- En las mujeres, los niveles variables de hormonas que afectan el centro regulador del sueño en el
cerebro, la estabilidad emocional, así como el centro de regulación de la temperatura, ocasionando los
famosos sudores nocturnos. Todo lo anterior se traduce en un sueño ligero, interrumpido y poco
reparador que propicia una sensación creciente de cansancio.

- En algunos hombres o mujeres también llegan a presentarse estos cambios en el patrón de sueño pero
debidos más a la ingesta de alcohol, que actúa primero como sedante e inductor del sueño para
posteriormente ocasionar que la persona se despierte a las tres o cuatro horas de haber dormido con
dolor de cabeza, sed y sensación de mareo.

- El exceso de actividad mental sin actividad física suficiente. Ésta es la etapa de los grandes retos y de la
sensación de que se nos está acabando el tiempo para alcanzar las metas propuestas. Esta sensación de
que se escapa el tiempo propicia a su vez que la persona dedique muchas más horas al trabajo y menos
al ejercicio que le ayudaría a relajarse.

De acuerdo con Alejandro Alanis, médico psiquiatra y especialista en trastornos emocionales, la
mayoría de las personas de entre cuarenta y cincuenta años de edad que le consultan manifiestan
dudas existenciales con respecto a las metas que se establecieron y su grado de logro actual. Algunas de
las frases manifestadas por los García y sus amigos, que revisamos en los capítulos anteriores, son
similares a las expresadas en la consulta del especialista en salud mental: ¿Cuánto tiempo me queda
para hacer lo que quiero?; ¿Qué patrimonio he logrado acumular?; ¿Estoy haciendo lo que en verdad
me gustaría hacer?

El insomnio y la falta de energía provienen principalmente de una sensación de malestar psicológico
que fisiológico, pero intentamos siempre resolverlo con una píldora mágica. Por otro lado el tratamiento
oportuno del insomnio, antes de que se vuelva crónico y comience a deteriorar todavía más la
capacidad de la persona para funcionar adecuadamente, es indispensable y en esos casos la consulta al
psiquiatra no debería ser vista como un síntoma de debilidad o locura. Se necesita estar todavía muy
sano para darse cuenta de que se requiere de ayuda y atreverse a buscarla.

En los últimos años la investigación en salud mental ha sido extraordinaria: de todo lo que sabemos
actualmente acerca del cerebro, ¡casi el 90 por ciento ha sido descubierto a partir de 1999! Por tanto, los
prejuicios relacionados con la atención de los trastornos o enfermedades mentales deberían ser
eliminados por completo y consultar al psiquiatra no debería ser más vergonzoso que ser revisados por
el ginecólogo o el proctólogo. Es cierto que el psiquiatra revisa tus partes más íntimas, ¡pero al menos no
pide que te desnudes para hacerlo!

Uno de los avances más importantes en las últimas décadas para el tratamiento del estrés y los
trastornos emocionales ansiosos o depresivos son los medicamentos especializados combinados con el
uso de enfoques psicoterapéuticos más concretos y pragmáticos, que propician una mejoría rápida y
aportan una plataforma adecuada para manejar las condiciones estresantes de la vida durante los
cuarenta, así como preparan una madurez más acorde con valores más sólidos que el poder o el
reconocimiento externo.

Si no puedes dormir, piensa que es un mensaje acerca de lo que no estás atendiendo adecuadamente
en tu vida y aprovecha para resolverlo en lugar de simplemente acallar el síntoma.

“No puedo adelgazar o tengo el perfil de lípidos muy alto.” La falta de energía, si no está relacionada
con el insomnio o con la excesiva carga de trabajo, también pudiera deberse a la falta de nutrición
adecuada que en esta etapa de la vida vuelve a estar tan ausente como lo estuviera en la primera
adolescencia. A veces me pregunto si los trastornos alimenticios tan prevalecientes en las adolescentes
no estarán relacionados con sus madres, producto de las generaciones posteriores a Twiggy, la modelo
inglesa de principios de los años setenta que puso de moda la delgadez extrema. Las adolescentes de
primera vuelta han sido enseñadas a comer por las eternamente a dieta adolescentes de la segunda
transición. En inglés existe una expresión que me viene a la mente: “the blind leading the blind”, que
significa en español: “el ciego guiando al ciego”

En esta edad existe un gran temor ante la posibilidad de aumentar de peso tanto en las mujeres como
en los hombres, en especial debido a que la masa muscular disminuye y las grasas pueden aumentar
sobre todo en el área abdominal. Por este motivo se puede llegar a abusar de las dietas de moda, lo cual
se puede traducir en un desequilibrio del metabolismo y esto a su vez dar como resultado un nivel de
energía muy bajo. Después de todo, sin combustible adecuado ni suficiente no hay máquina ni cuerpo
que funcione adecuadamente. Lo que ignoran la mayoría de las pseudo expertas en dietas, las
anoréxicas y las bulímicas, es que su cuerpo, al sentirse desnutrido, reserva cualquier exceso, por más
pequeño que sea, en forma de grasas. ¿Resultado? Mayor tendencia a engordar con cantidades mínimas
de alimentos.

En la mujer, durante la perimenopausia, los cambios hormonales pueden tener un impacto en la
retención de mayores cantidades de líquidos, con la sensación consecuente de estar más pesada,
hinchada o gorda. Al final de los cuarenta, con la disminución de los niveles tanto de estrógenos en la
mujer como de testosterona libre en el hombre, la masa muscular tiende a disminuir y pudiera
incrementarse el colesterol “malo” o de baja densidad (LDL), como ya explicamos antes en este libro41.
Entonces, ¿qué hacer en esta etapa para mantener un peso adecuado y no engordar?

De acuerdo con la nutrióloga Tania Chapa: “Éste es un momento de la vida donde hay que aprender a
conocer los cambios fisiológicos y a separarlos de los patológicos o enfermos. Entre los cambios
fisiológicos normales, el cuerpo requiere de menos calorías y de más ejercicio que antes debido a la
menor masa muscular. Por otro lado, la mayor cantidad de grasa pudiera provocar un riesgo mayor de
presentar problemas circulatorios, cardíacos o de diabetes mellitus en las personas cuya genética, malos
hábitos alimenticios de toda la vida, o ambos, los hagan más vulnerables ante este tipo de enfermedad.
Para controlar el peso en esta etapa lo mejor es retomar hábitos alimenticios equilibrados y adecuados
para cada persona, con grupos de alimentos combinados en proporciones más pequeñas, aunados a un
programa de ejercicio ligero pero constante y preferentemente “de golpeteo”, como los aeróbicos de
bajo impacto, el baile o el trote, para fijar el calcio en los huesos”.

Desde mi perspectiva no especializada creo que la clave está, una vez más, en la idea de comer con arte
y no harto; al estilo mediterráneo y no al estilo buffet norteamericano, de esos que se anuncian con un
letrero que dice: “Coma todo lo que pueda comer por tan sólo $ 9,99”. Un plato saturado de comida no
equivale a una buena comida. Pero comer con arte tampoco debe significar un plato vacío, adornado
artísticamente con tan sólo tres hojas de lechuga y dos langostinos. Si disfrutas lo que comes por la
compañía y el ambiente donde lo disfrutas, más que por las cantidades en el plato y comes lo que
quemas, muy posiblemente no tendrás problemas de peso durante esta etapa ni en el resto de tu vida.

“Me sigo sintiendo mal a pesar de todo.” En caso de confirmar que la persona se nutre y descansa
adecuadamente, pero aun así sigue cansada de manera crónica, de acuerdo con los expertos sería
importante descartar algún problema de funcionamiento de la glándula tiroides, más frecuentes a partir
de los cuarenta años, o bien algún otro padecimiento que un buen internista podrá diagnosticar con
certeza.

También recordemos que la segunda adolescencia nos demanda tiempo y energía para la reflexión
interior y por ello también parecería que no somos tan energéticos como antes. Un descanso periódico o
recreos breves más frecuentes durante esta etapa son la manera más adecuada de asegurar un nivel de
energía adecuado. Lo importante es decidir que, como dice mi cuñado Mauricio, descansar: “Nos lo
merecemos mucho”.

“Tengo arrugas y se me cae el cabello.” De acuerdo con el doctor Marc P. Brincat, dermatólogo: “La
piel es un órgano complejo conformado por tejido conectivo, con numerosos apéndices tales como
cabello, órganos glandulares y capilares, que interactúan en conjunto para proveer un sello y una
barrera que proteja al cuerpo”[42]. El especialista explica que, al envejecer, ocurre una disminución en
varios procesos metabólicos relacionados con la piel, entre los que se cuenta el correspondiente a la
síntesis del colágeno. Esto se traduce en un incremento tanto en la flacidez como en la aparición de
arrugas más evidentes. Tanto en los hombres como en las mujeres las hormonas sexuales participan en
la síntesis del colágeno y por ello, al manifestarse la reducción de estas hormonas, la piel puede
comenzar a manifestar los cambios asociados con la edad: arrugas, pérdida de cabello y flacidez.

Pero, al igual que en otros procesos, las hormonas no son las únicas involucradas en lo que nos
devuelve el espejo a partir de los cuarenta. Lo que heredamos de nuestros padres, los hábitos
alimenticios y de cuidados de la piel así como nuestro estado emocional, también participan de manera
importante en la salud de la piel; como dice el Doctor Brincat, al actuar de escudo y primera defensa
del resto del cuerpo, es también la primera en resentir cualquier agresión al mismo.

En lo referente a las hormonas y su impacto en la piel, de acuerdo con el experto en dermatología
antiedad, Karlis Ullis, de la Escuela de Medicina de la UCLA, Los Ángeles, entrevistado por Jane
Schwanke comentó: “Los dermatólogos necesitan tener una comprensión mayor de la endocrinología
de las hormonas sexuales”[43]. Él está convencido del efecto positivo de la terapia hormonal, ya sea
mediante estrógenos, DHEA o andrógenos para la salud de la piel a partir de los cuarenta y, muy en
especial, después de los cincuenta, cuando los niveles hormonales son todavía más bajos tanto en la
mujer como en el hombre. El Doctor Ullis menciona que la “alimentación” adecuada de las hormonas
que requiere la piel se traduce en menor flacidez, mayor elasticidad y firmeza, disminución de la
profundidad de las arrugas, menor tamaño del poro y manutención de la producción de las grasa
naturales de la piel, con lo cual se mantiene la hidratación y buen estado de la misma.

Pero como ya mencionamos, existen otros enemigos del cutis suave y firme o de la cabellera abundante.
El principal culpable de las arrugas y del cabello maltratado se llama abuso y lleva años agrediendo a las
defensas de nuestro cuerpo. Abuso del cigarro, el café, el alcohol, las dietas desequilibradas, la
contaminación, el mal humor, los tintes, los tratamientos “mágicos” que inyectan o untan a la piel de
todo tipo de agentes irritantes... ¿es necesario seguir mencionando más enemigos de la piel sana?

Para mantener tu piel y cabello sanos en esta segunda adolescencia te recomiendo, una vez más, dejar
el abuso que harta a tu piel y tratarla con arte, siguiendo estos consejos:

1. Acepta tu herencia. Si no tienes los labios carnosos de la raza africana, el cabello lacio de la asiática o
los pómulos altos del Cáucaso, evitarás someter a tu piel al suplicio de intentar forzarla a que adopte
esas texturas y formas que le son ajenas. No hay nada más hermoso que lo natural. Aceptar la herencia
también es importante para el hombre que pierde el cabello más rápido de lo que lo restituye y con ello
presenta calvicie. Por fortuna existen en la actualidad muchos tratamientos médicos para prevenir la
caída rápida del cabello pero, si como Jaime García, ya has perdido una buena porción de tu cabellera,
por favor olvídate del peluquín, del peinado de “prestado” que intenta cubrir la calva con cabello
prestado de un lado de la cabeza o de los injertos muy evidentes que hacen que se te vea la cabeza
como las antiguas muñecas de plástico cuyo pelo salía en racimos. Para la mayoría de las mujeres estos
trucos nos resultan no sólo poco atractivos sino francamente ridículos y manifestaciones de una
inseguridad profunda, que es la cualidad menos atractiva en un hombre de cuarenta y tantos.

2. Más agua y menos alcohol. Las bolsas debajo de los ojos, los capilares enrojecidos alrededor de la
nariz, la piel marchita y amarillenta, son herencias que no nos dejan los padres sino las visitas
frecuentes a la botella. Recuerda que el alcohol afecta en especial al hígado, órgano involucrado en
todos los procesos metabólicos importantes del cuerpo. La piel es una “chismosa” que difunde a primera
vista el mal estado del hígado. El agua, por otro lado, es indispensable para la eliminación de las
sustancias tóxicas que se acumulan en el cuerpo y elemento indispensable para ayudar a la piel a
cumplir su función como “saca-borrachos, agresivos y malolientes” de todo el cuerpo.

3. “Fumando espero la cara que no quiero.” El tango dice que fumando se espera al hombre que se
quiere, pero en realidad el humo del tabaco lo único que nos asegura que llegue es, además de muchos
otros problemas de salud, una piel marchita, arrugada, privada de oxígeno y forzada a gestos que
marcan arrugas muy poco atractivas. Difícilmente con una cara de pasa amarga llegará el hombre o la
mujer que tú quieres, en especial después de tu segunda adolescencia. Decir ¡No! al tabaco mejorará tu
piel, tu aliento y muy probablemente hasta tu vida sexual, porque resultarás mucho más atractivo.

4. “Qué buen color tiene ese viejito.” ¿Recuerdan al actor norteamericano George Hamilton? A los
cincuenta años tenía un cutis tan arrugado como si tuviera ochenta, pero eso sí: muy bronceado. Con lo
que sabemos en la actualidad de los daños profundos de la radiación solar sobre la piel es increíble que
todavía existan adolescentes de segunda vuelta, hombres o mujeres, que sigan considerando como
indispensable para su atractivo el verse bronceados. Recuerda que las lesiones solares que te ocasiones
hoy las pagarás dentro de quince o veinte años; y que las que ya estás manifestando hoy son
consecuencias de tus largas horas tendido como lagartija al sol durante tu primera adolescencia.
Alguien me dijo que no le importaba ocasionarse lesiones solares en la piel, aún a sabiendas del riesgo
de un cáncer... hasta que le tuvieron que cortar la mitad de una oreja y buena parte de una mejilla para
detener un cáncer de piel agresivo. Este riesgo de sufrir una mutilación quirúrgica no es contemplado
por la mayoría de los amantes del bronceado intenso. Los filtros solares siempre son importantes, pero a
partir de los cuarenta se vuelven indispensables para conservar una piel en buen estado y sobre todo
libre de lesiones profundas.

5. Las cremas también son cosa de machos. Por algún extraño motivo, entre algunos hombres el
cuidado de la piel es visto como cosa de “mujeres”. Estos varones no se ponen una crema hidratante
sobre la piel a menos que las llagas ya sangren. La salud de la piel no es exclusiva de un género y debe
contemplarse como parte de los hábitos cotidianos, al igual que el cepillado de los dientes y el lavado
del cabello. Una piel masculina hidratada no es tan solo más atractiva sino que protegerá mejor al
cuerpo y permanecerá saludable por más tiempo.

6. Más risas y menos amarguras. Por último, la piel arrugada por exceso de carcajadas es tan atractiva
que poco importa si las arrugas son profundas. Reírse a carcajadas sirve además como ejercicio a los
músculos de la cara y con ello ayudamos a que la piel se mantenga más elástica. La risoterapia equivale
a un masaje facial intensivo y nos llena los ojos de alegría. De acuerdo con una investigación reciente,
para considerar a una persona como bella todos los miembros de esta especie humana, mujeres y
hombres, asiáticos, americanos, europeos o africanos, nos fijamos en primer término en la mirada. Si
ésta refleja alegría, seguridad y bienestar, la persona nos parecerá bella. La piel reestirada, las arrugas de
enojo o aburrimiento o el peluquín evidente casi siempre se llevan con una mirada desagradable. Y
como dice mi amiga la actriz Diana Bracho: “la maldad afea”

Conclusión. Para terminar esta tercera parte quisiera concluir añadiendo que, salvo en casos
excepcionales para los que por desgracia la ciencia médica aún no tiene solución, tú puedes decidir tener
un futuro más saludable a partir de esta segunda adolescencia. Aún en aquellos padecimientos que
ponen en riesgo la vida, la actitud con la cual se enfrentan actúa a favor o en contra de las posibilidades
de supervivencia.

En la siguiente y última sección te invito a tomar de una vez por todas las riendas de tu vida y
conducirte hacia la madurez plena.
Cuarta Parte

Decidir tu futuro

“Como Auster te preguntas:


¿Cuántas mañanas te quedan?
Y te encoges de hombros.
Las que vengan serán bienvenidas”
Maruja Torres[44]
Capítulo 13

“Crear tu futuro.” La planificación de tu nueva vida

Han pasado ya cinco años desde esa reunión escolar de los García y sus amigos. Patricia y Jaime han cumplido
cuarenta y ocho años y sus hijos, los gemelos Javier y Paola, tienen ahora dieciocho. La adolescencia de los cuatro
está por terminar.

En estos años la familia ha pasado por varias etapas de ajustes, decisiones y hasta conflictos intensos durante el
recorrido que cada uno de sus cuatro miembros ha hecho de su propia transformación como individuo. Ha llegado
el momento en que los gemelos tendrán que decidir la ocupación laboral para su futuro, comenzarán a explorar la
posibilidad de comprometerse en su primera relación de pareja estable y quizá decidan vivir a partir de ahora fuera
del hogar, para asistir a la universidad más adecuada a sus intereses vocacionales.

Jaime y Patricia han visto en estos años cómo ha cambiado su vida. Por momentos se sienten más unidos que
nunca, pero en algunos casos desearían tener más espacio entre ellos para cultivar relaciones con sus amigos o bien
con sus padres y familiares cercanos de edad avanzada, que cada día les demandan más atención y cuidados. Pero
nuestros amigos han decidido, como resultado de su propia crisis, que su pareja es la relación más importante para
ambos y que su familia son en primera instancia sus dos hijos y el uno para el otro. Han visto entre sus amistades
demasiados problemas por la preferencia de cada cónyuge hacia “su propia familia”, con el significado de la familia
de origen y no la que ellos han formado por elección, como para cometer Los García el mismo error. Al final de los
cuarenta, Patricia y Jaime todavía quieren y respetan a sus padres, hermanos y demás parientes, pero su concepto
de familia es la que han formado ellos mismos.

¿Recuerdas al resto del grupo? Te comento lo que ha ocurrido con cada uno de ellos.

Lorena, la hermana de Patricia, decidió terminar la escuela preparatoria y está estudiando actualmente una
licenciatura en Mercadotecnia. Trabaja en su propia agencia de Relaciones Públicas y por el momento no tiene el
menor interés en volver a casarse. Es feliz, independiente y ha ganado suficiente dinero como para construirse ella
misma su propio oasis de paz en la zona boscosa cercana a la ciudad.

Pedro, el médico, no sólo sigue practicando la ginecología sino que es ahora el presidente de la asociación de
reproducción asistida en su país. Por cierto, él ayudó a María a cumplir su sueño de ser madre cuando, al cumplir
cuarenta y cuatro años, ésta decidió que no deseaba casarse sino tener un hijo y que para ello no necesariamente
tendría que involucrarse con un hombre. El hijo de María, logrado mediante inseminación artificial, tiene
actualmente tres años de edad y es sano, hermoso y muy sociable. A falta de un padre en casa tiene innumerables
tíos, tías y primos del grupo de amigos de su madre.

José, el compañero de trabajo de María y amigo “adoptado” por el grupo, volvió a divorciarse, tuvo una nueva
relación que duró apenas seis meses y hace un año regresó con su primera mujer. Este nuevo matrimonio, con la
misma persona de antes, parece ser el que José había estado buscando toda su vida.

Lidia pasó dos años difíciles después de que le extrajeran el tumor canceroso de mama. Por fortuna, su gran sentido
del humor y su vitalidad la ayudaron durante el tratamiento, en el cual se emplearon algunos de los avances
médicos que comentamos en este libro. Ahora se dedica a dar charlas y apoyo a otras mujeres que, como ella, se
han sacado el fatídico tigre de la rifa, para ayudarlas a domarlo y convertirlo en un aliado feroz contra el
desperdicio de la vida que ocurre cuando ésta no ha estado en peligro y por ello no somos conscientes de que, como
dijo John Lennon: “La vida es lo que nos pasa, mientras estamos ocupados, haciendo otros planes”.

Eso que nos pasa, mientras estamos ocupados en otra cosa. Cuando entrevisté al Doctor Fernando
Mainero, el oncólogo a quien conociste en la tercera parte del libro, me llamó la atención su comentario
acerca de que nos pasamos la vida planeando el futuro distante pero ocupamos muy poco tiempo o
energía en planear cómo ser felices hoy. Quizá, una de las mayores enseñanzas de la segunda
adolescencia es que no hay nada verdaderamente estable o predecible y, por tanto, cada momento es
precioso. La capacidad de ser responsables de nuestro futuro lejano, al mismo tiempo que logramos
disfrutar el presente, es quizá la tarea más importante de la madurez. Comencemos por analizar en qué
consiste la verdadera planeación.

¿La planificación: barandillas o peso muerto? En el capítulo 9 hablamos acerca de la diferencia entre
los espejismos que nos deslumbran y propician que perdamos el rumbo, y las verdaderas aspiraciones
que nos guían hacia la salida del desierto o hasta la orilla fértil después del puente de los cuarenta. Al
deshacerte de los primeros y decidirte por las segundas ya comenzaste a planear el futuro que desearías
alcanzar. Sin embargo, no es suficiente con tener aspiraciones; habrá que traducirlas en metas y
acciones concretas para que se conviertan en realidad. En el camino hacia lograr nuestras aspiraciones
debe encontrarse ese goce inmediato del que habla Mainero, por saber que son pasos decididos hacia lo
que de verdad deseamos alcanzar.

En otro texto[45] menciono que al entrevistar a más de quinientas personas exitosas de todo el mundo,
dos constantes entre todas ellas fueron, en primer lugar, la personalidad proactiva, que se caracteriza
por tomar la iniciativa en relación con sus propios objetivos de vida y carrera laboral, así como por no
requerir demasiado del aliento proveniente de los demás; por tomar decisiones de forma autónoma y,
en especial, por actuar de manera decidida para lograr las metas que se ha impuesto. La persona
proactiva difícilmente sigue espejismos; si acaso sucumbe al encanto y brillo de alguno de ellos, no
vuelve a ceder ante el engaño una segunda vez; aprende de la experiencia. En la segunda adolescencia
aprovecha para enmendar los errores del pasado y ajusta su planeación para que no se convierta en un
peso muerto que le impida avanzar hacia el futuro que desea.

Por ejemplo María, que es una mujer proactiva, redefine su plan de vida e incorpora la maternidad, que
es para ella una prioridad en esta nueva fase. Hubiera deseado tener una familia completa pero es
realista y se da cuenta de que optó por dedicarse de manera exclusiva al trabajo muchos años, que su
estilo de vida difícilmente se ajustaría al compromiso con un marido y que, en realidad, lo que desea es
ser madre de un sólo hijo para poder atenderlo adecuadamente. Lo que la gente diga acerca de su
decisión de tener este hijo como madre soltera y por medio de la inseminación artificial, le tiene sin
cuidado. María decide su futuro y se siente muy feliz por hacer realidad esta aspiración maternal en
lugar de haberse quedado esperando a que un hombre tomara la iniciativa de acercarse, cortejarla,
proponerle matrimonio y después quisiera tener un hijo con ella. De haber actuado así, su “plan” de ser
madre se habría vuelto peso muerto y difícilmente sería ahora la feliz madre de un niño de tres años.

En segundo lugar, las personas exitosas a quienes entrevisté mencionaron tener objetivos claros de vida
y trabajo como base de su sensación interior del éxito. Pero estos objetivos, además de retadores, eran
realistas y basados en su propia evaluación de habilidades, talentos e intereses personales. No
dependían tanto de lo que “otros” dijeran, quisieran o pensaran de ellos, como de su propio diálogo
interior. Por ejemplo, recordarás que Patricia quería ser ascendida en el trabajo a una gerencia. Pues lo
logró gracias a su trabajo profesional, dedicado y ético. Estuvo durante los siguientes dos años a cargo
de un área administrativa donde se desempeñó de forma excelente, al punto de ser reconocida en los
más altos niveles de la empresa internacional donde trabaja. A consecuencia de su desempeño, su
director le propuso hacerse cargo de una nueva área, esta vez de ventas, con más sueldo y número de
personas a su cargo. Pero Patricia, con gran tino, declinó la oferta porque todavía no se sentía
preparada. No le importó la opinión externa sino su propia evaluación acerca de su nivel de desarrollo
gerencial. Hace unos meses quedó vacante la dirección de la misma área administrativa donde Patricia
ha tenido un buen desempeño y ahora está siendo entrenada para ocupar la dirección. Patricia sabe que
hizo lo correcto en confiar en su intuición y no en la voz externa. Su objetivo claro era avanzar en esa
misma área, que es acorde con sus objetivos profesionales. No se dejó deslumbrar por el brillo
inmediato de una posición en apariencia más lucrativa y de avance, como era la de ventas.

La primera gran pregunta entonces, al planear tu futuro a partir de los cuarenta, es: ¿Qué deseas lograr
tú? ¿Suena sencilla? ¡Te reto a que la contestes con un lenguaje preciso y traducido a metas específicas
ahora mismo!

“Se cayó y se rompió”


Cuando Javier tenía seis años se quedó a dormir una noche en casa de su tía Lorena. Estaba muy emocionado
porque sabía que su tía era muy consentidora y le permitiría quedarse levantado hasta muy tarde viendo películas
de “mayores” con ella. En esa ocasión, el niño descubrió que a la tía le había regalado el galán en turno, una
hermosa escultura de caballo realizada en cristal. Esa noche, Javier y Lorena se desvelaron viendo películas cómicas
y después de varias horas de carcajadas se quedaron dormidos.

A la mañana siguiente, mientras Lorena preparaba un desayuno de pan francés con miel de maple acompañado de
malteada de chocolate para su sobrino, Javier comenzó a jugar con el caballo de cristal, pretendiendo que la
escultura trotaba, galopaba, se alzaba sobre sus manos y saltaba varios obstáculos que el niño había improvisado
por toda la habitación de la tía. Desde la cocina, Lorena escuchó que la escultura se rompió en mil pedazos y al
entrar corriendo a la habitación, el niño la miró asustado y no alcanzó más que a excusarse diciendo: “Se cayó y se
rompió”. Así, en neutro, como si el caballo tuviera vida propia y hubiera decidido en ese instante acabar con su
existencia. Lorena no pudo contener la risa al mirar la cara de susto de su sobrino consentido y le perdonó el haber
roto ese objeto tan valioso.


A los seis, siete y hasta ocho años de edad se nos permite todavía atribuir a los objetos inanimados, a los
amigos imaginarios y a quienes ya no están presentes que las cosas “se caigan y se rompan” a nuestro
alrededor. El problema ocurre cuando después de haber cumplido cuarenta años o más seguimos
atribuyendo a causas externas que lo más importante de nuestras vidas se haya caído, se haya roto y,
peor aún, que no lo hayamos reparado en todos estos años.

Adopta un cuarentón. Algunas personas me preguntan qué hacer si, con toda honestidad, deben
confesar que no han sido precisamente proactivos o decididos durante todos estos años; ¿Cómo romper
la apatía, la inercia y la desconfianza en sí mismos después de tantos años de haber sido sus críticos más
duros? ¿Cómo dejar de pasarse la vida arguyendo que ésta “se cayó y se rompió” sola, sin intervención
alguna de su parte? La solución que he encontrado es adoptarse a uno mismo y volver a llevar a cabo
una mejor labor educativa que la recibida en la infancia.

Para cuando cumplimos cuarenta y de hecho muchos años antes, la autoestima, buena o mala, que
recibimos de nuestros padres ya no debe ser la excusa para dejar de realizar nuestras metas o desarrollar
al máximo nuestras capacidades. Como psicóloga clínica, recibo a muchos adolescentes de segunda
vuelta que ya han pasado por los divanes de uno o más analistas o colegas de la vieja escuela. Estos
pacientes, verdaderos sobrevivientes del diván, tienen en común una gran claridad (en análisis le
llaman insight) acerca del origen de todos sus complejos, traumas, limitaciones, mecanismos de defensa
y frustraciones existenciales: su madre y una actitud invariable de “se cayó y se rompió” con respecto a
los acontecimientos más trascendentes de sus vidas.

La certeza con la que culpan a la madre -y en raras ocasiones también al padre- de todas sus
desventuras es impactante; pueden expresar perfectamente los porqués de todos sus problemas a lo
largo de la vida basándose exclusivamente en lo que real o imaginariamente les sucedió en los primeros
diez años de vida. Aparentemente, la primera adolescencia jamás logró hacerles individuos
independientes y siguen en la segunda quejándose de lo que sus papás les hicieron, hacen o dejan de
hacer. ¿Triste, no crees?

Pienso entonces que esperarían que me uniera al coro que grita: ¡Malditas, pero poderosas las madres
de este mundo, capaces de ocasionar a sus hijos una vida tan poco productiva! Pero no me sale natural
esa condena, por otro lado tan frecuente entre los de mi profesión.

Por ejemplo, hace unos cuantos meses me pidieron que revisara un proyecto de tesis doctoral que
evaluaba desde una perspectiva psicoanalítica las principales causas del intento de suicidio en México.
La autora del trabajo entrevistó a treinta pacientes que habían intentado suicidarse y ellos le contaron
historias terribles de incesto y golpizas por parte del padre o los parientes masculinos, adicciones a
distintas sustancias, fracasos laborales, rupturas con parejas, muerte de algún hijo y otras tragedias
similares. Como datos adicionales, la investigadora incluía las estadísticas acerca del suicidio en México,
que indicaban que las causas de la mayoría de los intentos eran desconocidas, seguidas por los
problemas amorosos con la pareja. Pero la psicoanalista culminó su trabajo con la siguiente conclusión
única: la culpable de todos esos intentos de suicidio había sido la madre, por no ser capaz de
“desarrollar en su hijo(a) el arraigo a la vida”. Me parece una injusticia absoluta contra las madres de
estas personas enfermas, pero independientemente de eso, por si acaso tú si tuviste una madre terrible,
de esas que hacen felices a los psicoanalistas, ¿por qué mejor no te olvidas de ella y te auto-adoptas a
partir de ahora?

Este consejo, a pesar de sorprender de entrada a quienes me consultan, acaba de una vez por todas con
el peso muerto de los rencores infantiles, ya sean válidos y reales o simplemente alimentados por
colegas de la salud mental, más interesados en que la persona se ajuste a la teoría que en ellos ajustar
sus ideas a la realidad y las necesidades del paciente.

Por tanto, saca del armario de tu mente lo que quede pendiente con relación a tus padres reales,
declárate primero huérfano/a, para después convertirte en tu propio hijo adoptivo, independientemente
de que decidas seguir frecuentando a quien cumplió, de acuerdo con sus capacidades y limitaciones
humanas, el papel de madre o de padre hasta entonces. ¡Jubila ya a tus padres!
Ahora, contigo mismo como padre y madre -de acuerdo con tu ideal interior acerca de lo que debe ser
cada uno de estos progenitores- comienza a alentarte para dar tu máximo esfuerzo, protege tu salud,
cuídate, consiéntete de vez en cuando y enséñate a ser responsable de tu propio destino. Piensa en lo
que te diría tu mejor padre interior si decidieras actuar de manera poco ética o contra quienes te
rodean. Considera que si fueras tu propia madre, jamás permitirías que alguien te denigrara o
aceptarías que alguien más abusara de ti. Te protegerías y defenderías con todas tus garras, ¿no es
cierto?

Pero también toma en cuenta que si te adoptas, el único riesgo es que se te acabe el pretexto para no
planear tu futuro, proponerte metas retadoras y, sobre todo, para dejar de hacer lo necesario para
alcanzarlas. Se te acabaría la actitud de “se cayó y se rompió” y ya no tendrías a quien culpar si no
realizas tu mejor esfuerzo. Después de todo, el pretexto de la mala madre era muy cómodo, ¿no crees?
¡Lástima que ya murió Freud!
Capítulo 14

“Mucho gusto en conocerte” La pareja a partir de los cuarenta

“It ain’t me babe, No, no, no,


it ain’t me babe”
Bob Dylan

En la década de los ochenta del siglo pasado, al inicio de la primera adolescencia de Jaime, todavía se escuchaba
una canción de Bob Dylan que decía: “No soy yo, nena, alguien que pueda abrirte todas las puertas, no, no, no, no
soy yo, nena”, y el resto de la letra hablaba acerca de las expectativas exageradas de una mujer que esperaba que su
hombre resolviera todos los problemas de su vida. Como Lorena antes de los cuarenta, ¿recuerdas?

Cada vez que Jaime escucha a alguna de las esposas de sus amigos quejarse de que su marido no les resuelve cada
detalle de la vida cotidiana -desde pagar la electricidad hasta decidir por ellas qué ponerse para un evento social-,
él recuerda esa canción y agradece al cielo el no tener una esposa pasiva y dependiente... aunque a veces le
agradaría que Patricia le demostrara más admiración o lo hiciera sentir tan indispensable como parecen serlo sus
amigos para sus dóciles esposas. ¿Qué será mejor? piensa, ¿una esposa dependiente, pero que te vea como si fueras
su dios, o una compañera que te mire de frente, que sea autónoma, pero que no te haga sentir que sin ti no podría
bastarse por sí misma? Jaime sabe que tiene la segunda, pero la primera idea también le resulta atractiva y por ello
tuvo aquel amorío con la colega más joven de quien fue mentor hace dos años. Ella sí lo veía con admiración y le
hacía sentir más joven, poderoso e importante. En especial en aquellos años en que su autoestima estaba
padeciendo los estragos del inicio de los cuarenta.

Patricia supo del amorío, le dolió enfrentarlo pero, por fortuna, ambos reconocieron que su relación era muy valiosa
y pudieron aprovechar el enamoramiento de Jaime para comprender mejor sus necesidades como pareja y sobre
todo dejar de culpar al otro de todas sus frustraciones. En las sesiones de orientación de pareja reflexionamos
acerca de la similitud entre la necesidad de enfrentar ante los padres al primer amor en la primera transición
adolescente, con la frecuente necesidad en esta segunda adolescencia de enfrentar a la pareja con un nuevo amor,
ya sea en la forma de una persona o bien de un proyecto apasionante que consumirá la mayor parte de nuestro
tiempo. El enamoramiento permite la redefinición de la pareja en nuevos términos, más acordes con la nueva etapa
de ambos, o puede propiciar que una relación ya muy dañada finalmente termine.

El breve período en el que Jaime se enamoró de su compañera fue muy difícil para él mismo, ya que lo confrontó con
su manera de relacionarse íntimamente con una mujer distinta a aquella con quien había convivido desde los
dieciséis años. El reto de conquistar a alguien más joven fue a la vez excitante y terrorífico. Al final de cada
encuentro amoroso, Jaime se sentía exhausto y su carácter esencialmente honesto terminó por hacerle recordar que
Patricia había sido antes que su esposa, su amiga, por lo que le confió el amorío y le pidió que ambos decidieran
qué hacer al respecto.

La reacción de Patricia fue en un principio de dolor, pero después de comprensión. Ella misma no había sido ajena
a las sensaciones agradables del coqueteo con alguno de sus compañeros de trabajo, a pesar de no haber llegado
más allá del intercambio de miradas o comentarios de deseo sexual. Las complicaciones propias de las infidelidades
le habían dado “una pereza enorme”, sobre todo sin estar tan segura de que no prefería la fantasía del encuentro en
su mente a la realidad de un posible amante torpe en la realidad. Pero podía entender cómo su esposo, más
impulsivo y menos imaginativo que ella, hubiera buscado en una mujer joven el reflejo de una imagen más elogiosa
que la que ella le podría ofrecer, sobre todo después de tantos años de convivencia.

Tras ocho sesiones de orientación matrimonial -en las cuales revisaron sus expectativas actuales y su idea acerca de
la pareja; en las que lloraron y descargaron enojos acumulados para finalmente poder descubrir de nuevo la
sensualidad en su contacto físico, ya libres de los prejuicios sexuales propios de otras épocas-, los García
recobraron el brillo en los ojos al verse el uno al otro y pudieron decirse, una vez más: “mucho gusto en conocerte”


La sexualidad a partir de los cuarenta. A partir de aproximadamente los cuarenta años de edad se
presentan cambios sustanciales en la respuesta sexual de un porcentaje considerable de las personas.
Esta respuesta está relacionada de manera importante con aspectos psicológicos, interpersonales y
culturales, en adición a los cambios hormonales característicos de la transición perimenopáusica en la
mujer. Aspectos tales como la idea del fin de la capacidad procreativa equiparada con el inicio de la
vejez, el deterioro en la autoimagen ocasionado por la exacerbación de un ideal estético que sólo
reconoce la juventud de la mujer como bella, así como el estrés ocasionado por el temor y la
incomprensión de los síntomas climatéricos, pueden llegar a afectar la capacidad de respuesta sexual de
la mujer y a deteriorar la relación sexual en las parejas, ya sean éstas homo o heterosexuales.

Como ya revisamos, en el caso de los hombres también se presentan cambios en el deseo, la excitación y
la erección durante esta etapa que sorprenden al hombre y le pueden hacer sentirse menos capaz
sexualmente.

La sexualidad, tanto femenina como masculina, está conformada por numerosas variables que
interactúan durante toda la vida de la persona y que se traducen en pensamientos, creencias y
conductas específicas. Estas variables son:

1. Neurobiología. Para comprender los cambios en la sexualidad durante la segunda adolescencia resulta
indispensable diferenciar los procesos de transmisión cerebral involucrados en los distintos tipos de
respuesta sexual. La libido o impulso sexual es una respuesta emocional que, de acuerdo con Ledoux
[46] puede seguir dos rutas alternas hacia la amígdala cerebral o centro regulador emocional; estas rutas

distintas definen el tipo de respuesta sexual experimentada y manifestada en conductas.



En la primera ruta, la información desde los sentidos pasa a través del tálamo sensorial y es transmitida
de manera directa hacia la amígdala, dando por resultado una respuesta emocional intensa, rápida y
directa de excitación. La segunda ruta también transmite información del tálamo sensorial hacia la
amígdala, pero esta vez de manera indirecta, a través de la corteza y el hipocampo. Mientras que la
primera ruta directa evoca respuestas sexuales muy primitivas e instintivas, la segunda acude a la
memoria de experiencias sexuales pasadas y es la base de las fantasías eróticas. Diversos estudios han
demostrado que la respuesta sexual relacionada con la segunda ruta de transmisión hacia la amígdala es
andrógeno-dependiente, mientras que la relación de este tipo de hormonas con el primer tipo de
respuesta no es clara. (Véanse por ejemplo: Laan, van Lunsen and Everoerd, 2001[47] o Borissova, y
otros, 2001[48]).

2. Estado emocional y nivel de energía disponible. Por otro lado, ya hemos analizado la acción de los
estrógenos sobre el sistema límbico y los neurotransmisores relacionados con el funcionamiento
emocional, como la serotonina, la noradrenalina, la adrenalina y la dopamina, en el capítulo
correspondiente a “La Pizca de Sal”. Del mismo modo, la acción de las gestágenos sobre el sistema
nervioso central, en esencia sedante, estaría relacionada con las respuestas de excitación y relajación
sexuales. Los síntomas de variabilidad en los niveles hormonales característicos de la transición hacia la
menopausia que ya hemos comentado, tales como irritabilidad, labilidad emocional, modificaciones en
los patrones de sueño-vigilia, cansancio, dolores de cabeza y resequedad vaginal cuando no son
atendidos, estarían vinculados con una disminución del deseo y la excitación sexuales. Por un lado,
estos síntomas incrementan el nivel de estrés de la mujer, dando como resultado un estado ansioso y
por el otro, al entorpecer el descanso y el patrón de sueño profundo, disminuyen el nivel de energía
física e imaginativa disponibles para la respuesta sexual.

3. Autoconcepto. Como recordarás, integra tanto la autoimagen corporal como la autoestima, y ha sido
consistentemente la principal contribuyente en las disfunciones sexuales de origen psicológico durante
el climaterio. En el estudio de Borissova y otros, citado arriba, la autoestima fue la variable más
importante para explicar la capacidad de pensamientos eróticos, excitación de la pareja y capacidad de
orgasmo en un grupo de mujeres búlgaras postmenopáusicas. En otro estudio, esta vez realizado por
Nappi E. y otros[49], al evaluar a un grupo de cuarenta mujeres que solicitaron consulta por problemas
sexuales con su pareja de varios años, al compararlas con cuarenta mujeres con síntomas de climaterio
encontraron que las mujeres con disfunciones sexuales tendían a padecer más bochornos así como
problemas psicosociales; pero en especial, se caracterizaban por sustentar su identidad femenina en
ideas vinculadas con la belleza física y la maternidad. En contraste, Hvas [50] encontró que las mujeres
cuya identidad está basada en conceptos de valía interior manifestaron que su vida sexual “jamás había
sido mejor que ahora”. Por tanto, si eres mujer y te valoras por lo que tienes dentro del alma, como
seguramente a estas alturas ya haces, ¡prepárate para disfrutar de la mejor etapa sexual de tu vida!

4. Memoria de experiencias pasadas y capacidad imaginativa. Si la persona ha tenido experiencias
sexuales poco placenteras, serán almacenadas en su memoria y podrán llegar a inhibir su deseo. Por
otro lado, en esta etapa la persona madura cuenta con un número suficiente de recuerdos y memorias
corporales a las que puede acudir y que, si han sido placenteras, le ayudarán en el desarrollo de
fantasías o pensamientos eróticos. La capacidad imaginativa le permitirá disfrutar aún más de su vida
sexual auto-erótica o con su pareja.

5. Creencias y expectativas. Las creencias, significados asignados y expectativas con respecto a la
sexualidad durante esta etapa, ejercen una influencia muy importante en la manifestación de la
sexualidad en cada mujer. El estudio de Hvas con mujeres danesas revisado arriba y otros realizados en
distintos países del mundo indican que las creencias y expectativas con respecto a la menopausia
pueden influir en la sexualidad de la mujer.

6. Relación con la pareja. Hasta este momento hemos revisado las variables intrapsíquicas en especial en
la mujer de más de cuarenta, que influyen o condicionan su respuesta sexual. Respecto a estos aspectos,
hemos dicho que se aplican tanto a la conducta autoerótica y de masturbación, como a la respuesta
sexual en pareja. En esta segunda manifestación sexual debemos integrar como elemento indispensable
la calidad e intensidad tanto del vínculo afectivo como de atracción física con la pareja. La Dra.
Anamely Monroy, sexóloga mexicana, dice que “no existe mejor afrodisíaco que una pareja interesada e
interesante”.

En efecto, el grado de interés tanto físico como emocional que manifiesta y evoca la pareja en esta etapa
es un ingrediente vital para contrarrestar los posibles impactos negativos de una autoestima deteriorada
o de un sistema de creencias y expectativas que devalúa las relaciones sexuales plenas entre personas
maduras.

7. Funcionamiento y habilidad sexual de la pareja. Al mismo tiempo que la mujer inicia el climaterio, su
pareja muy probablemente también estará experimentando cambios biológicos y psicológicos que
modificarán su propia respuesta sexual. En caso de ser hombre, como sabemos, se presenta una
disminución gradual de la testosterona, ya sea por edad o enfermedad. Esto puede llegar a disminuir
tanto el deseo como la erección firme, lo cual no debería ser un problema; pero, adicionalmente, el
conocimiento de otros recursos eróticos para la excitación de la mujer es en general muy limitado, por
lo que la penetración con el pene se convierte en el único medio conocido y aceptado para manifestar la
potencia y habilidad sexual.

El énfasis exagerado en la erección en el hombre maduro se puede convertir entonces en una fuente de
ansiedad y de memorias de fracaso que inhiben la respuesta sexual. Para evitar este problema, recuerda
que el hombre cuenta con muchos órganos sexuales, además del pene, para excitar a su pareja. Disfruta
la sensualidad de las caricias y el pene no se sentirá tan presionado, por lo que quizá hasta se anime a
participar en la fiesta. Si no lo hiciera, créeme que a tu pareja no le importará tanto si usas otros
recursos para excitarla. También recuerda que si para ustedes como pareja, la penetración es
indispensable para el disfrute sexual, existen tratamientos que bajo supervisión médica resultan
efectivos y seguros.
En todo caso, la pareja madura deberá realizar ajustes a sus nuevos cuerpos, tiempos y requisitos para el
goce sexual mutuo. En el caso extremo de que la inmensa cantidad de información erótica disponible
no haga el truco de darte ideas para estimular el goce sexual con tu pareja, la orientación de un
sexólogo o psicólogo especialista resulta muy útil para facilitar el aprendizaje de nuevas técnicas que
incrementen la creatividad erótica. Lo importante es pasar al arte, también en las relaciones sexuales.

Indicadores y criterios para valorar los cambios en la sexualidad y determinar el tratamiento más
adecuado. A continuación presento un cuadro para la valoración clínica de la respuesta sexual durante
esta etapa, para uso de los especialistas e información para ti, en caso de que tu pareja y tú estéis
teniendo problemas con vuestra sexualidad a partir de la perimenopausia femenina. Espero que no lo
necesites, pero por si acaso, aquí está.


Indicador/Fase Posible(S) Causa(S)

Disminución de:

1. Fantasías Neurobiología, creencias, autoestima

2. Sueños eróticos Trastorno del sueño o emocional

3. Deseo en general Neurobiología, trastorno emocional, creencias

4. Deseo de la pareja Creencias, relación con y/o funcionamiento de la pareja


5. Excitación por estímulos Trastorno emocional, estrés,
visuales o auditivos trastorno médico

6. Excitación por masturbación Autoimagen, neurobiología, creencias

7. Excitación por caricias de la pareja Relación con y/o funcionamiento de la pareja

8. Lubricación vaginal Hipoestrogenismo

9. Excitación del clítoris Hipoandrogenismo

10. Orgasmo onírico Trastornos del sueño o emocionales

11. Orgasmo autoproducido Autoimagen, trastorno emocional.

12. Orgasmo con la pareja Relación con y/o funcionamiento de la pareja

Incremento de:

13. Dispaurenia Memorias dolorosas recientes o pasadas

14. Vaginitis Memorias dolorosas recientes o pasadas

15. Dolor no específico Padecimientos ginecológicos


© D. Legorreta 2002

El reencuentro emocional con la pareja en la madurez. Después de la sección anterior, en la que tuve
que emplear una vez más algunos términos médicos complicados, me voy a mantener alejada lo más
posible de términos especializados para extraer la esencia de lo que Carl Gustav Jung, uno de los
iniciadores de la psicología, nos dice acerca de las relaciones amorosas a partir de los cuarenta.

Jung comienza por replantear un conocimiento muy antiguo -tan antiguo como los escritos egipcios y
como las ideas de Platón en Grecia- que dice que cada ser humano tiene en sí mismo la posibilidad del
ser total. En las religiones judeocristianas esto sería el equivalente de decir que Dios nos hizo “A Su
imagen y semejanza”. No pretendo entrar en conceptos religiosos, pero sí establecer que esta idea ha
sido parte del acervo de sabiduría de la humanidad desde hace miles de años.

Continuando con la idea de la posibilidad del ser total que existe en cada persona y que, como hemos
visto a lo largo de todo este libro, se lleva a cabo a través del proceso de individuación, Jung plantea que
para lograr ser integrales, además de incorporar en nuestra personalidad todas las facetas y actitudes
complementarias, también tenemos que establecer una relación positiva con nuestra alma -que, de
acuerdo con ese autor, en el hombre es femenina (anima) y en la mujer es masculina (animus)-. Según
Jung, cuando nos enamoramos es porque encontramos en el otro un reflejo de nuestra propia alma. El
enamoramiento nos ayudaría entonces a ver nuestra propia alma reflejada en el otro para en una
segunda etapa poder reconocerla en nosotros mismos y seguir amando a quien nos ha ofrecido la
maravillosa oportunidad de ser mejores personas.

Si bien podríamos cuestionar el concepto, la idea es muy bella, ¿no crees? Lo malo ocurre cuando no
estoy en contacto con mi alma o tengo una idea distorsionada de la misma y entonces proyecto en la
otra persona los aspectos terribles o negados de mi misma, a los que llamamos en psicología la sombra.
En la sombra de nuestra mente conviven instintos, impulsos creativos, emociones socialmente
inaceptables y muchos otros aspectos que a lo largo de nuestras vidas han recibido críticas o han sido
reprimidas por nosotros mismos frente a los requisitos de nuestro entorno social. La sombra guarda
grandes tesoros, como la asertividad de muchas mujeres que aprendieron muy temprano a depender de
los demás, por ejemplo las esposas de algunos de los amigos de Jaime. También en la sombra se
esconde agazapada la creatividad personal del esposo de la gran escultora, de la pareja del gran
compositor o de la asistente del gran investigador, quienes viven solo en función de la obra del otro.
Todas estas personas viven sin manifestar su propia capacidad creadora, proyectada en los logros de sus
parejas.

También existen innumerables ejemplos de esta proyección en el otro de lo que no deseo o no puedo
ver en mí mismo. ¿Quién no ha escuchado a alguien terriblemente agresivo decir que en realidad es su
pareja “la mala de la película”? ¿Alguno de ustedes conoce a una persona que no pueda controlar su
ingestión de drogas o alcohol, quien sostenga que sólo lo hace por culpa de su pareja o de la sociedad
que no lo comprende? Durante la segunda adolescencia es mucho más frecuente que quien se niegue a
vivir con valor su propia crisis proyecte en su pareja todos sus malestares y busque en alguien nuevo la
proyección de todo lo positivo que anhelaría ser pero ya no es o nunca llegó a ser.

Esta distorsión también ocurre en personas que viven solas respecto a su relación con quienes son sus
colaboradores, parientes o amigos. La diferencia en ellos es que no han tenido en la misma cama todos
los días a alguien a quien echarle la culpa. Por tanto, quizá en algunos aspectos le lleven ventaja a
quienes viven en pareja en este proceso de madurez hacia la auto-aceptación realista.

Jung planteaba como uno de los momentos críticos de nuestra madurez ese momento en que podemos
recoger nuestras proyecciones de los demás y vernos como en realidad somos: con nuestras virtudes y
cualidades, pero también con nuestros defectos y limitaciones. También sostenía que esta capacidad se
da en la segunda mitad de la vida, cuando ésta ya se ha encargado de indicarnos cuál es nuestra
verdadera dimensión.

La soltería no es la soledad. Pero quien ha vivido solo por uno o varios años ha experimentado los
beneficios y los problemas que conlleva este estilo de vida. El soltero, ya sea por elección o por pérdida
de la pareja, tiene que enfrentarse diariamente a una sociedad que le dice que la vida “correcta” es en
pareja y que elegir estar solo es propio de locos, de egoístas o de fracasados. La única excepción serían
los viudos, a quienes la sociedad les da el “permiso” de vivir solos. Sin embargo, quien ha tenido la
fortaleza de enfrentarse con él o ella misma y de elegir vivir esta vida con sus propios recursos internos
nos muestra el camino de individuación, que paradójicamente es el mismo que tenemos que seguir si
queremos tener una mejor relación con nuestra pareja. Puede sonar extraño, así es que voy a intentar
explicarme.

Quizá la capacidad más importante y que podrá hacer la gran diferencia en nuestras relaciones
interpersonales es aprender a vivir con nosotros mismos. Dedicar tiempo de reflexión para poder
despertar por la mañana con una persona con la que nos gustaría pasar toda la jornada, porque la
respetamos y admiramos su capacidad para enfrentar la vida: la persona que vemos en el espejo.

Si queremos aspirar a ser integralmente nosotros mismos, tendríamos que comenzar por dedicar tiempo
a conocernos de manera más profunda para así poder relacionarnos con los demás sin proyectar
demasiado en ellos nuestros propios defectos o virtudes ocultas. Por otro lado, si de lo único de lo que
podemos estar seguros es que, como humanos, cometemos errores y de que por momentos o períodos
nos costará mucho trabajo aceptar los cambios, las limitaciones y los conflictos que ocurren en toda
etapa de transición de nuestras vidas. Es por ello que el amor hacia uno mismo y hacia los demás -como
el faro- me parece una luz imprescindible en la madurez.

Pero tal vez estarás de acuerdo conmigo en que el amor más difícil es el verdadero amor hacia uno
mismo. Esto, que parecería la base del egoísmo más terrible, es sin embargo el fundamento del amor
hacia los demás. Cuando no quiero a la persona que tengo dentro, no puedo querer a la persona que veo
afuera, sería la consecuencia de las ideas expresadas arriba acerca de nuestra imagen y de la sombra que
proyectamos en los demás. Por otro lado, quien se acepta a sí mismo jamás vive en soledad, aunque sea
soltero toda su vida.

Como ejemplo, quisiera compartir contigo la historia de una gran amiga que murió a los setenta y cinco
años rodeada de amigos y familiares, después de una vida rica en experiencias y amores. Mi amiga,
Tony Pérgola, eligió desde muy joven no casarse ni tener hijos porque en su época y cultura - la
siciliana de la década de 1930- el matrimonio equivalía a dejar de estudiar y aceptar encerrarse entre
cuatro paredes para dar toda su energía y apoyo a su marido e hijos.

Siendo una mujer con una mente científica privilegiada, aunada a un espíritu de viajera audaz, la
opción del matrimonio no se presentaba como atractiva para mi amiga. Cuando yo misma vivía lo que
hasta los treinta y nueve años era una vida de soltería voluntaria, Tony me dijo: “Recuerda que existe
una gran diferencia entre estar sola y estar solitaria. Y al final, todos terminamos solos, pero ojalá que
no solitarios…no dejes que el miedo a la soledad te haga renunciar a estar contigo misma”.

También recuerdo el gusto que le dio saber que me había enamorado y decidido casarme poco antes de
que ella muriera, porque sabía que lo hacía por la oportunidad de aprender y crecer junto a un hombre
maravilloso y no por huir de mí misma.

Esta gran amiga y mentora me enseñó la importancia de permanecer fiel hacia uno mismo, de dedicar
tiempo a la procreación no solamente de niños sino de obras diversas de nuestro impulso creativo en
todas las etapas de la vida. También me enseñó el valor de la solidaridad y la amistad entre personas de
edades, géneros, culturas y niveles educativos distintos, como la fuente más extraordinaria de
conocimientos y afectos. Con pareja o sin ella, el amor de Tony la hizo vivir una vida de compañía y
afecto muchos años después de su segunda adolescencia.

Para finalizar este apartado quisiera compartir contigo las palabras de una gran mujer del siglo veinte, la
autora Marguerite Yourcenar. En una entrevista, cuando ella tenía ya más de sesenta años, Marguerite
contestó al entrevistador, cuando le preguntó qué era lo que pensaba que extrañaría más de la vida al
morir:

“A la persona que ha estado conmigo por más tiempo, quien me ha apoyado y estimulado para
desarrollarme plenamente: Yo misma”[51]

Para vivir con plenitud a partir de la madurez es indispensable dedicar tiempo y energías para
encontrarnos de nuevo con esa persona de la que habla Yourcenar y, si lo logramos, seguramente
podremos relacionarnos mucho mejor con esa otra persona, igualmente importante en la vida de
muchos de nosotros: nuestra pareja.
Capítulo 15

“Soy el relleno del sándwich.” La responsabilidad hacia los padres y


parientes ancianos

La madre de Patricia tiene setenta y cinco años y una salud muy deteriorada debido a los más de cuarenta años de
tabaquismo, la falta de ejercicio, el consumo de una dieta alta en grasas animales y baja en frutas y vegetales,
además de la falta de terapia hormonal sustitutiva durante la postmenopausia.

Tiene la presión alta, principios de enfisema pulmonar, osteoporosis, está pasada de peso y se deprime con
facilidad. En síntesis: es una madre como la de cualquiera de nosotros, producto de los hábitos y las costumbres
propias de la segunda mitad del siglo XX.

Patricia intenta visitar a su madre lo más frecuentemente posible, pero tiene un trabajo que le consume de diez a
doce horas diarias, llega a una casa en la que la esperan dos hijos que enfrentan decisiones cruciales acerca de su
futuro y que de los que sabe que ya no estarán en casa por mucho tiempo más; así que desea estar con ellos el
mayor tiempo posible y darles los últimos consejos de madre antes de que sean jóvenes adultos independientes.
Después de la relación extramarital de Jaime, ambos han decidido dedicar al menos una noche a la semana a salir
solos al cine o a cenar para alimentar su relación de pareja y no volver a alejarse el uno del otro. Agrega a estas
relaciones que Patricia se ha integrado a un grupo de buenas amigas con quienes se reúne cada quince días una
tarde, después del trabajo, para conversar libremente y de todo como sólo en los grupos sin mezcla de géneros se
puede hacer, y tendrás un panorama de lo demandantes que son en esta etapa de vida las relaciones
interpersonales de nuestra amiga.

Perdón, se me escapaban otro grupo de personas que demandan la atención y los cuidados de Patricia: sus suegros
y sus parientes políticos. Como mujer, la sociedad tradicional espera que sea ella quien llame a la suegra, lleve al
médico al suegro y atienda a los cuñados con sus familias cuando están de visita en la ciudad. Es la obligación de
una “buena esposa”, sin importar que tenga tantas o más obligaciones que su esposo Jaime.

Nuestra amiga se queja en la reunión de las amigas y les dice que ha decidido adoptar la frase de la poetisa
mexicana Pita Amor, aunque la critiquen por ello. Se rehúsa a seguir desviviéndose por todos sus parientes con tal
de seguir siendo “la más buena de la familia”. A partir de ahora, citando a Pita, dice: “No tengo por qué ser buena.
Bastante hago con ser genial”.


Los cuarenta nos enfrentan con la posibilidad de tener que volvernos padres o cuidadores de nuestros
padres y parientes ancianos. En las culturas más tradicionales, como las latinas, la obligación
usualmente recae sobre las mujeres, ya sean las hijas o las nueras de la persona mayor. Cuando una
mujer de cuarenta y tantos trabajaba dentro del hogar, el cuidado adicional de un anciano era ya difícil,
pero aún posible. Pero en este siglo, con un alto porcentaje de mujeres con ocupaciones laborales de
tiempo completo fuera del hogar, ser “el relleno del sándwich generacional”-con los hijos por debajo y
los padres por arriba presionándonos por ambos lados- se ha vuelto extremadamente difícil y punto
menos que imposible. Lejos de ser comprendida esta dificultad, la mujer lo vive desde adentro con
culpas y la sociedad la mira desde afuera con críticas injustas.

Con las expectativas de vida cada vez mayores, muy probablemente te tocará en algún momento, seas
hombre o mujer de más de cuarenta, ser el relleno del sandwich, así que te presento algunos consejos
para manejar la situación.

1. Si la persona mayor tiene varios hijos, la responsabilidad es de todos, independientemente del sexo. No
cargues con la responsabilidad completa y a solas. La psicóloga Hanne Lore Schluter recomienda llevar
acabo un cónclave familiar en el cual “se hace un plan del cuidado, para lo que hay que ser muy
conciente de ofrecer lo que realmente se pueda dar. Se tiene que convenir un programa a tiempo corto,
evaluarlo y reprogramarlo, ya que las circunstancias de la persona a cuidar pueden cambiar, así como
las de la familia”[52] También, de acuerdo con esta autora, se deben establecer y negociar de manera
muy clara los compromisos económicos para la manutención, así como las reglas y los límites para
preservar la privacidad, si acaso la persona mayor tendrá que ir a vivir con alguno de sus parientes más
jóvenes.

2. Cuanto más independiente pueda seguir su vida, mejor. Una de las cosas que asustan más acerca de la
vejez es la incapacidad para bastarse por uno mismo. Existen muchos elementos que harán del hogar de
la persona mayor un sitio con menos riesgos de caídas y más propicios para que continúe, dentro de lo
posible, con una vida autónoma y digna. Las barandillas o barandales a lo largo de las paredes, un
banquito dentro de la zona de la ducha, grifos sencillos para abrir y cerrar, la adecuación de la altura de
lavabos, fregaderos y superficies de trabajo en general para evitar que la persona mayor tenga que
agacharse demasiado, son tan sólo una cuantos ejemplos de lo que puede hacerse para que la persona
mayor continúe siendo autosuficiente en la mayoría de sus tareas.

3. No fomentar la depresión, la dependencia o la apatía. Los ancianos son en gran medida como los
niños: necesitan atenciones y cuidados, pero pueden volverse cómodos, dependientes en exceso y
manipuladores. Hay que aprender a distinguir cuándo requieren de nuestra ayuda y cuándo, al igual
que los niños, están haciendo un berrinche. El anciano se deprime más entre más inútil se siente. No
fomentes su sensación de incapacidad resolviéndole todo y acudiendo ante su menor reclamo.

4. Si tú no puedes atenderle, buscar quien lo haga no es un pecado. Otra situación, por desgracia muy
común, es que alguna persona mayor desarrolle una enfermedad degenerativa e incapacitante, como
sería el caso de la enfermedad de Alzheimer, una artritis reumatoide o una fractura de cadera. Ante
estas enfermedades, los hijos o esposos se sienten con la obligación de atender directamente y hasta
etapas muy avanzadas de incapacidad a la persona, por presión social o por la sensación de ser unos
ingratos si no aceptan esa responsabilidad. En esos casos tan graves y en cualquier situación en la cual
no se cuente con la energía, el tiempo o los conocimientos necesarios para atender al anciano, lo mejor
es encontrar una institución especializada donde pueda ser atendido adecuadamente y visitarle tan
frecuentemente como sea posible para asegurar que cuente con todo lo necesario. Si la decisión de
internar en una residencia a tu familiar te parece demasiado drástica, los miembros de la familia
deberán decidir si sus ingresos permiten la contratación de alguna persona especializada en enfermería
geriátrica que pueda suplir, al menos a ratos, al cuidador principal del anciano. La persona que cuida
por demasiado tiempo a un enfermo crónico tiene un grado de estrés muy alto y pudiera también caer
enfermo debido a ello.

5. Aprovecha el tiempo con los ancianos, para aprender de ellos. No todos los ancianos son sabios, pero
de todos se aprende algo; al menos, como dijo un paciente acerca de uno de sus amigos: “Es un
excelente amigo; de él he aprendido todo lo que no se debe hacer”.

A los ancianos les gusta charlar. Pregúntales a tus parientes mayores acerca de su vida y de su
perspectiva de lo que ha ocurrido en tantos años como los que han estado en este mundo. ¿Cómo
decidieron dedicarse a lo que se dedicaron? ¿Cuándo y cómo se enamoraron por primera vez? ¿Cómo
era tu país y tu ciudad cuando ellos eran jóvenes? ¿Qué enseñanzas les ha dejado la vida?

Recuerdo a don Ernesto Uriegas Barocio, quien a los noventa y ocho años me comentó muy serio:
“Hija, hay que morirse joven... como a los noventa, porque ya después esta vida no es igual de buena”.
Unos cuantos días antes de su muerte seguía lúcido, lleno de sabiduría y con su sentido del humor
intacto. Aprendí mucho de él, en especial en esos últimos meses, antes de que cruzara el último puente.

Si tú decides dedicar tiempo para visitar a tus parientes ancianos, te aseguro que también aprenderás
mucho de ellos. En especial, acerca de las distintas maneras como esas personas han decidido vivir esa
etapa que muy posiblemente también será parte de tu futuro.
Capítulo 16

“A los sesenta, me jubilo.” Madurar en este siglo

“¡Lo bailado y lo comido, ni quién me lo quite!”


Jaime tiene un tío llamado Fabián, hermano menor de su madre, que ha sido siempre el alma de todas las fiestas
familiares. Es el mejor para contar chistes, baila como un profesional todos los bailes de salón, siempre tiene
anécdotas graciosas que compartir y viste con un estilo extraordinario. Por ser el menor de seis hermanos fue el
consentido de su madre y de las hermanas mayores, entre las que se encontraba la mamá de Jaime García. Fabián
pasaba muchas tardes con Jaime cuando éste era niño y mantenía al sobrino extasiado cuando le contaba sus
aventuras, algunas no del todo legales, y sus correrías con la pandilla de amigos con quienes el tío pasaba la mayor
parte del día. Fabiancito dejó la escuela dos años antes de que se enteraran sus padres y siguió pidiendo el dinero
para las colegiaturas puntualmente. Dejó embarazada a la novia de dieciocho años y tuvo que casarse con ella.
Acción por cierto muy lucrativa para Fabián, ya que el suegro era dueño de una fábrica de ropa y como el yerno no
tenía oficio conocido lo instaló en un puesto como “asesor de relaciones públicas” con un sueldo digno para que
pudiera mantener a la hija y al nieto.

En las comidas en casa de Jaime y sus padres el tío Fabián se vanagloriaba de su suerte, se burlaba del rostro
cansado de su cuñado cuando éste regresaba a las ocho de la noche después de trabajar todo el día y le decía que
él era más listo, que se había buscado una mujer “casera, hacendosa y orgullosa”, con lo cual quería decir que era
casera porque tenía una casa, era hacendosa porque gozaba de hacienda y orgullosa porque le daba pena que su
marido trabajara. Esta broma siempre hacía reír a carcajadas al propio Fabián y de tantas veces escuchada sólo
provocaba una mueca, entre sonrisa y gesto de disgusto, por parte de su cuñado. La mamá de Jaime festejaba todas
las ocurrencias de su “hermanito”.

Otra expresión muy frecuente de Fabián, en especial cuando su padre o su cuñado le hacían notar que no estaba
sembrando nada para su futuro, era: “Pero lo bailado y lo bebido, ¡ni quién me lo quite!; ¡al fin que no voy a durar
tantos años vivo!”

Fabián tiene ahora setenta años. Su mujer lo dejó hace más de veinte años, cansada de los amoríos y las
borracheras, pero sobre todo de la flojera crónica de su marido. El tío vive precariamente de la caridad de los
parientes que todavía le guardan algún cariño. Está muy enfermo, conectado a un tanque de oxígeno todo el día por
el enfisema pulmonar avanzado, pero todavía intentando robarle algún cigarrillo a quien se descuide; su habitación
alquilada en la azotea de un edificio está sucia, llena de botellas de ron vacías y con restos de comida tirados en el
suelo.

Jaime visita por compromiso al tío y piensa que Fabián es uno de los ancianos de los que puede aprender todo lo
que no se debe hacer. Sobre todo, piensa, esa vida de dilapidación, falta de previsión, irresponsabilidad infantil y
autocomplacencia es todavía menos aceptable para quien inicia su madurez en este siglo. Los parientes no tienen
por qué cargar con el peso de quien decidió no crecer nunca y pasó, como decíamos al principio de este libro, de
verde a podrido sin madurar nunca.

Jaime también es consciente de que él muy probablemente tendrá que olvidarse de su idea de retirarse al cumplir los
sesenta años. Con la situación laboral actual, quizá tenga que aceptar muy pronto una “jubilación anticipada”,
concepto eufemístico que emplean las grandes empresas en este siglo cuando deciden echar a las personas de más
de cincuenta años, o bien, como es mucho más probable, Jaime tendrá que seguir trabajando hasta los setenta o
setenta y cinco años, debido a las tendencias demográficas actuales. En cualquier caso, al decidir su futuro, tanto
Jaime como Patricia ya están previendo cómo y con qué vivirán una vez que se jubilen.

En este capítulo quisiera revisar contigo algunos aspectos relacionados con las expectativas de vida y lo
que esto implicará para quienes, como tú, comienzan su segunda adolescencia al inicio del siglo XXI.

“Si no voy a durar tantos años vivo.” Como lo demuestra el ejemplo de Fabián, usualmente vivimos
más o menos de lo que esperábamos, pero las probabilidades de que nuestra vida se extienda hasta la
vejez son cada día mayores. De acuerdo con el Doctor Egon Diczfalusy, Profesor Emérito del Instituto
Karolinska, de Estocolmo, Suecia: “La estructura de la población de 2050 será fundamentalmente
distinta a la actual debido al incremento de la población de adultos mayores. Se espera que para ese
año, el 21 por ciento de la población mundial, 24 por ciento de la de México y más del 36 por ciento de
la europea, excederán los sesenta años.”[53] Otro dato importante se refiere al hecho de que ya en la
actualidad, en varios países europeos, no hay al menos una persona menor de catorce años por cada
persona de sesenta años o más y para el 2050 hasta en Latinoamérica, donde no ha existido un control
tan estricto de la natalidad, no habrá un joven que reemplace a cada adulto que deje de trabajar.
¿Conclusión? Si tú ahora tienes entre cuarenta y cincuenta años, muy probablemente tendrás que
trabajar muchos más años que tus padres antes de poder jubilarte.

Por otro lado, esta idea de jubilarse a los sesenta es verdaderamente obsoleta. Cuentan que se inició a
finales del siglo XIX, cuando el Káiser alemán decidió premiar a aquellos soldados que sobrevivieran
hasta la avanzada edad de los sesenta. En esa época, la expectativa de vida era de aproximadamente
cincuenta años en Europa, ¡así es que se jubilaba a quienes vivían diez años más que el resto de la
población! Si aplicáramos esa regla en la actualidad, tendrían derecho a jubilarse quienes cumplieran
ochenta y no sesenta años de edad. Con las expectativas de vida que se incrementan día a día gracias a
los avances de la medicina, no me extrañaría que en un futuro, quienes ahora son adolescentes de
segunda vuelta pensaran en jubilarse jóvenes... a los noventa, como diría Don Ernesto Uriegas.

La empresa es una frígida. Una sustituta de la madre es la empresa donde trabajamos. Esperamos de
ella aliento, protección, seguridad, estabilidad y hasta cariño. Pero cuando enfrentamos los cambios
constantes derivados de la inestabilidad económica, nos dan ganas de calificarla como una mala madre
o una amante frígida. A continuación comparto contigo algunas ideas para enfrentar en los cuarenta o a
cualquier edad los cambios organizacionales de manera decidida[54].

A finales del siglo veinte, fui contratada por una de las mayores industrias químicas del mundo como
consultora, para apoyar la transformación corporativa que debería llevarse a cabo en los siguientes cinco
años.

El Consejo de la empresa había decidido llevar a cabo una escisión de sus operaciones sin precedentes y
ésta afectaría a los más de cinco mil empleados en México, entre muchos otros países. El objetivo del
programa a mi cargo debería ser el comenzar a preparar a las personas para no sólo aceptar, sino
participar activamente en el cambio. Era la primera vez, en aquella época de fusiones y adquisiciones,
que me enfrentaba a una empresa que optaba por el camino contrario: escindirse para salvar las
operaciones rentables en el futuro y comenzar a desmantelar la gran estructura dedicada a aquellas
áreas que pertenecían al pasado... pero que habían sido las más rentables y que identificaron a la
empresa en sus entonces casi cien años de existencia.

El primer problema al que me enfrenté es que no podía transmitir la información confidencial acerca de
la inminente escisión del personal, pero debía apoyarles para que estuvieran preparados emocional y
laboralmente para el momento de la transición hacia otro esquema radicalmente distinto de operar.
Comencé a pensar en cómo llevar a cabo esta tarea hasta que por fin, en una madrugada de insomnio,
apareció en mi mente un personaje que tipificaba la actitud renuente al cambio: era un hombre
regordete, de edad indefinida, con escaso cabello pero peinado de “prestadito”, gafas para vista cansada
a la mitad de la nariz, camisa a punto de dar el “botonazo” sobre la barriga prominente, pantalones
brillantes de tanto plancharlos y pasados de moda, corbata con manchas de mole, de salsa y arrugada,
pero con la etiqueta del diseñador “discretamente” vuelta hacia fuera.

En el escritorio de este personaje se apilaban montañas de papeles, dos revistas, varios “post-its” con
recados diversos y una colección de plumas corrientes sin tapa. El personaje me miró, recargado en su
sillón, y me dijo que llevaba trabajando veinte años en la empresa, que cada año los asustaban con un
posible recorte de personal, pero él había sobrevivido a todo simplemente por no hacer “ruido” y
mantener un perfil discreto. Además, la empresa seguía siendo una de las cinco más importantes en su
ramo, aunque reconoció que en los últimos dos años había bajado de ser la número uno a ser la
número cinco, pero no había por qué preocuparse, ya pasaría la época de vacas flacas y todo volvería a
ser como antes. Finalmente, el personaje imaginario me miró retadoramente y exclamó: “¿Para qué
cambiar? Mientras menos muevas las cosas, en las empresas y en la vida te va mejor”.

Llamé al personaje “Don Prudencio” y la caricaturista Malú elaboró su “retrato hablado”, el mismo que
sirvió como imagen para la campaña de sensibilización con el slogan: “¿Para qué cambiar?”

Cuando algunos años después ocurrió la planeada escisión, Don Prudencio y sus colegas, con una
actitud similar de resistencia al cambio, estaban desempleados. Sólo sobrevivieron y continuaron sus
carreras en esa y en otras empresas importantes los que, a pesar de la comodidad y aparente estabilidad
que les ofrecía la empresa al inicio de la campaña, comprendieron que, a partir de ese momento, el
cambio corporativo regiría en el ambiente laboral. Te invito ahora a pensar en algunas características
personales que manifiestan una actitud no sólo abierta sino entusiasta ante el cambio:

Flexibilidad. En el libro Las tres es de la mujer exitosa menciono que, hasta hace muy poco tiempo, el
liderazgo deseable en las organizaciones partía de un perfil militar. En ese contexto la disciplina estricta,
el seguimiento de los procedimientos sin desviación alguna y la rigidez de carácter pudieron resultar
adecuados pero, en la empresa cambiante de este siglo, la falta de flexibilidad ocasiona que muchos
directivos, al igual que el capitán del Titanic, no cambien de rumbo a tiempo para evitar estrellarse
contra el glaciar. Ser flexible implica también ajustar gastos personales, enfocarse en prioridades básicas
durante épocas difíciles, aceptar cambios de funciones o tareas y saber disfrutar la novedad o la mayor
eficiencia que implican los adelantos tecnológicos.

Perspectiva amplia. La resistencia al cambio usualmente proviene del miedo, de la inseguridad. Ante
lo desconocido, tendemos a aferrarnos a lo que sabemos o a lo que tenemos, aunque sea una tabla que
se dirige rápidamente hacia las cataratas del Niágara. Cuando nos anuncian un cambio o
transformación radical en la empresa donde trabajamos, la sensación inicial es de miedo, lo que nos
lleva a perder la perspectiva más amplia para enfocarnos tan sólo en lo que tenemos ahora; en lo que
sabemos hacer hoy. En esos momentos, ayuda mucho hablar con quienes ya hayan pasado por procesos
similares o leer casos de empresas donde hayan realizado transformaciones como la que ahora
enfrentamos. La visión de microscopio debe ser cambiada por la del gran angular para poder
comprender nuestra vida en el nuevo entorno laboral.

Visión a futuro. Don Prudencio estaba muy cómodo con su presente y recordaba con placer su pasado.
Pensaba que la vida sería una continuación de lo mismo hasta el final y comentaba siempre que él se
retiraría de la misma empresa a los sesenta ¿Para qué pensar demasiado en el futuro?, se decía. En otro
artículo te mencioné que la expectativa de vida aumentará a más de ochenta y cinco años en el 2025 y
que para entonces, hasta en Latinoamérica ya no habrá un joven por cada mayor de sesenta años que lo
sustituya en el trabajo. Si ahora tú tienes entre veinticuatro y cuarenta años, te aseguro que no te
retirarás a los sesenta y, cuando lo hagas, desde luego que no será de la empresa donde trabajas ahora
(aunque sea propia). Por tanto, más vale que desde hoy comiences a preparar tu futuro, desarrollando
las competencias laborales que seguirán siendo útiles: pensamiento estratégico; enfoque en el cliente;
apertura al conocimiento; dedicación; cumplimiento y ética laboral, entre otras.

Sentido del humor. Por último, cuando nos damos permiso para reírnos y bromear acerca del desorden
momentáneo; de los errores propios del aprendizaje de nuevos procesos o tecnologías; de la caótica red
de comunicaciones en las organizaciones más planas y flexibles, comenzamos a manejar el cambio
nosotros mismos. Dejamos de ser parte de un grupo de rock que tan sólo ha servido de relleno en la
empresa, llamado “Don Prudencio y Las Víctimas Verdaderas” del cambio corporativo, para
convertirnos en las estrellas del espectáculo.

Logrando el júbilo en la jubilación. Como vimos al inicio de este capítulo, muy probablemente no
decidirás o podrás jubilarte a los sesenta años. Pero, independientemente de cuándo ocurra tu
jubilación, ya sea a los sesenta, sesenta y cinco o noventa años, será importante que asegures que esa
nueva etapa sea verdaderamente jubilosa. A continuación te sugiero cómo lograrlo.

Como seguramente sabes, las palabras “júbilo” y “jubilación” provienen de la misma raíz latina, a pesar
de que en la experiencia de muchas personas esta última palabra no parezca contener en nada la alegría
que le asignamos a la primera. Quisiera en este breve artículo comentar contigo las diferentes maneras
como enfrentamos hombres y mujeres este momento de transición. Estas ideas están basadas en lo que
mis clientes y pacientes me han enseñado a través del programa de preparación para la jubilación que
realizo desde hace más de quince años.

En primer lugar, es importante saber que una persona enfrenta un cambio abrupto en su vida cuando
se jubila. Este cambio es especialmente difícil para los hombres, ya que la mayoría se definen por su rol
laboral y, por ello, supone un vacío existencial la pérdida de identidad que les sobreviene cuando sus
carreras terminan. Debido a la situación económica mundial, esta pérdida del trabajo como fuente de
satisfacción y autoestima se presenta en hombres y mujeres en edades menores a la tradicional para la
jubilación de los sesenta y cinco años. Por ello, comienzo las sugerencias para lograr el júbilo en la
jubilación con la siguiente:

1. Prepararse para la jubilación: cuanto más pronto, mejor. Algunas personas piensan que bromeo
cuando les digo que la preparación para nuestra tercera edad debería comenzar desde la escuela
primaria. Pero si tomas en cuenta que el mayor problema para enfrentar ese momento es la actitud tan
negativa que tenemos frente a la vejez, comprenderás que cuanto más jóvenes aceptemos esa última
etapa de la vida, mejor podremos vivirla. Dicen que en algunos lugares de China todavía existe una
actitud tan respetuosa ante la vejez que, al preguntarle a una persona su edad, si ésta responde que
tiene menos de cincuenta años, quien preguntó le dice: “Ojalá llegues a una edad digna”, lo cual
significa que quien tiene menos de sesenta años todavía puede aspirar a llegar a ser “digno” en un
futuro.

Pero una buena etapa de post jubilación no sucede espontáneamente; se prepara. La jubilación es
parte del continuo flujo de vida que transcurre desde el nacimiento. Pero, al igual que otras etapas de
transición importantes como la elección de nuestra profesión, nuestra boda o la decisión de comprar
nuestra primera casa, la jubilación debe planearse. Si deseamos pasar los siguientes veinticinco o treinta
años de manera digna y jubilosa no podemos dejar al azar lo que nos pasará; habrá que planear y
preparar ese futuro que deseamos mediante la adecuación y el aprovechamiento de aquello con lo que
contamos, de manera realista.

La idea de preparar tu jubilación “cuanto más pronto, mejor”, también se refiere a que tanto en el
aspecto económico como desde el punto de vista de tu salud y de tu vida familiar o de pareja, si esperas
a empezar a construir tu futuro cuando tu retiro sea inminente lo más probable es que ya sea
demasiado tarde para lograr el júbilo en esa etapa. Respecto a tu economía, es evidente que si no
comienzas a formar un patrimonio o a ahorrar en un fondo de pensiones antes de los cincuenta años,
las probabilidades de que puedas contar con un nivel de vida similar al que disfrutas ahora serán
remotas. La inversión en tu relación de pareja o en tu red de amistades requiere aún más que
comiences a “depositar” en ella ahora mismo. Y por ello también te sugiero que tomes en cuenta que:

2. Si te asusta la soledad, cuida tus relaciones desde ahora. Para quienes viven en pareja, la cercanía del
retiro de uno de ellos puede resultar amenazante debido a que se han tolerado mientras existió una
vida separada por las largas jornadas laborales, que les mantenían alejados la mayor parte del tiempo.
Por ello, en una encuesta realizada con esposas de jubilados estadounidenses, al preguntarles si en la
etapa posterior a la jubilación de sus esposos habían considerado divorciarse la mayoría de ellas dijeron
que no, pero varias confesaron que ¡convertirse en auto viudas sí les había cruzado por la mente!
Después de todo, -dijeron- la viudez es un estado más noble que el divorcio.

Por tanto, antes de jubilarse se requiere del diálogo acerca de las expectativas y temores que cada uno
experimenta frente a una nueva estructura del tiempo y de la vida en común. ¿Qué desean compartir y
qué seguir haciendo por separado? ¿Cuánto tiempo permanecerá el jubilado en casa y cuánto pasará
fuera de ella? Éstas y otras preguntas deberán ser revisadas en conjunto.

¿Cómo evitar los conflictos con la pareja después de tantos años de vivir cada cual en su “territorio” y
con su propia estructuración del tiempo? En todos estos años no he encontrado una mejor fórmula que
ésta:

-En primer lugar: hablar, analizar y negociar en las expectativas, las necesidades personales y, por qué
no, los sueños, fantasías o temores acerca de lo que pasará una vez que ocurra la jubilación de uno o
ambos miembros de la pareja.

- En segundo lugar: reflexionar acerca de las características personales que nos han mantenido juntos
durante estos años y aquellas que hemos “soportado” por amor, soportables porque no convivíamos con
el otro durante todo el día pero que ahora nos asustan al enfrentar el retiro.

- En tercer lugar: negociar la estructuración del tiempo para esta nueva etapa. Uno de los problemas
más recurrentes que he visto en las sesiones con parejas de estas edades es que cada uno se ha
planteado una estructuración diferente del tiempo compartido. Mientras que uno desearía dedicar más
tiempo en esta etapa a actividades de crecimiento o esparcimiento personal, el otro desearía pasar la
mayoría del tiempo diario con su pareja en el hogar. Es por tanto indispensable que ambos planteen sus
expectativas en este renglón antes de que ocurran conflictos.

Cabe la aclaración de que no es necesario esperar hasta el momento mismo del retiro para dialogar
acerca de estos aspectos. De hecho, lo ideal sería proponer a nuestra pareja la discusión de estos temas
durante la segunda adolescencia, al inicio de nuestra madurez y no cuando ya estemos enfrentando el
primer conflicto.

3. Después de la jubilación, cualquier opción menos hacer nada. Mantener activo nuestro cerebro con
estímulos intelectuales se considera como uno de los requisitos indispensables para sobrevivir y
mantenerse sano. Por ello, al planear la jubilación es indispensable contemplar una variedad de
actividades equilibradas que incluyan el deporte, la recreación y el cultivo de las relaciones profundas,
así como un uso productivo de todos esos conocimientos y experiencias acumulados a lo largo de toda
una vida laboral. Algunas opciones de ocupación incluyen la docencia o la elaboración de manuales de
entrenamiento, la asesoría especializada, el trabajo como “ejecutivo rentado” que ayude a una nueva
empresa a iniciar sus operaciones o a realizar cambios. También es una etapa para hacer realidad los
sueños o ambiciones como pintor, escultora, escritor o cantante. Hay que pasar de la producción
incesante a una de creación o síntesis productiva en obras que de verdad trasciendan y rescaten la idea
de la vejez sabia. Una vez más, arte en lugar de harto.
Capítulo 17

“Habrá una vez un futuro” Los avances científicos en este siglo y


nuestra vida.

El inicio de este siglo ha traído avances extraordinarios mucho más allá de los ya alcanzados durante el
siglo anterior. El Profesor Diczfalusy, quien tiene más de noventa años y sigue tan activo como siempre,
dice: “Durante mi propia vida, yo he presenciado más progreso en las ciencias y tecnología que todos los
científicos de períodos anteriores juntos, desde el amanecer de la historia. De hecho, cuando me gradué
de la Escuela de Medicina en 1944, “el tamaño crudo” de las ciencias médicas era probablemente el 5
por ciento o menos del tamaño de hoy”[55]

El avance extraordinario en Medicina y otras disciplinas es quizá lo más apasionante que está
ocurriendo en todo el mundo al iniciar un nuevo siglo. Estoy convencida de que estamos comenzando a
vivir un nuevo renacimiento que permitirá a esta especie, tan afecta a intentar llegar a los límites de su
supervivencia, encontrar las respuestas para mejorar la calidad de vida del mayor porcentaje de sus
miembros.

Como ejemplo de este nuevo enfoque multidisciplinario y arriesgado, los premios Nobel otorgados hace
unos cuantos años fueron, por ejemplo, en Economía para Daniel Kahueman y Vernon L. Smith,
haciéndose acreedor el primero por su aplicación de la investigación psicológica en la Economía; y el
premio de Química para los investigadores Fern, Tanaka y Wüthrich por el desarrollo de aplicaciones
de su especialidad en el estudio de macromoléculas biológicas - como las proteínas- con aplicación
inmediata en la investigación farmacológica y de diagnóstico temprano del cáncer de mama o de
próstata. Estos grandes científicos son ejemplos de los superhéroes del nuevo siglo: no vuelan sobre
Metrópolis pero sí lo hacen con las alas de la imaginación creativa, y con ello están ayudando a salvar al
mundo.

Para concluir este último capítulo me gustaría compartir contigo algunos de los descubrimientos
maravillosos que en los últimos años han cambiado de manera radical nuestra idea con respecto a la
mente humana, el cerebro y su capacidad para realizar milagros a diario.

1. El reality show del cerebro. Al igual que en los populares programas televisados actuales, donde se
graba las veinticuatro horas del día a las personas, uno de los avances más importantes en neurociencias
lo constituyen las nuevas herramientas para “ver” al cerebro mientras funciona. La resonancia
magnética funcional y la tomografía por emisión de fotones son tan sólo dos de las nuevas técnicas
empleadas actualmente para explorar el funcionamiento de las distintas áreas del cerebro en el
momento mismo en que lleva a cabo tareas como resolver problemas matemáticos, componer una pieza
musical o imaginarnos tirados en la playa con una bebida. La posibilidad de ver al cerebro, actuar en el
momento mismo en que está llevando a cabo tareas específicas, o bien la posibilidad de observar a
personas de distintas edades, géneros o profesiones realizar la misma tarea y observar si existen o no
diferencias en el funcionamiento cerebral, ha permitido descartar ideas hasta hace muy poco
predominantes acerca de funciones como la memoria o el pensamiento racional, que antes se creía
ubicados en sólo un área cerebral específica, así como eliminar prejuicios con respecto a supuestas
diferencias intelectuales entre géneros. Por otro lado, la aplicación de estas técnicas en el diagnóstico
más preciso de los trastornos emocionales y de la conducta ha eliminado ideas erróneas y también ha
permitido una atención más efectiva de estos trastornos.

2. La reivindicación de las madres. En el desarrollo de las enfermedades mentales como la depresión, la
ansiedad y la personalidad antisocial, hasta hace muy poco existía la dualidad de propuestas para
explicar su origen: químico o experiencia infantil, sobre todo en relación a la buena, mala, poca o nula
madre que se hubiera tenido durante los primeros años de vida. Por fortuna, las investigaciones
recientes demuestran que “los trastornos mentales y conductuales son resultado de una compleja
interacción entre los factores biológicos, psicológicos y sociales” El milagro del conocimiento actual
acerca del origen complejo de los trastornos, lejos de complicar su tratamiento ha permitido acabar en
menor tiempo con el sufrimiento de millones de personas y devolverles la capacidad de tener una mejor
calidad de vida, mediante el empleo de tratamientos médico-psicológicos diseñados para atacar el
problema específico desde todos los ángulos. También comprendemos ahora los componentes
neurológicos de la conducta explosiva de algunas personas hasta hace poco calificadas como intratables,
así como la influencia del estrés postraumático o el crónico, en el desarrollo de los trastornos ansiosos y
depresivos, como ya analizamos en este libro.
Por otro lado, si bien no podemos negar la importancia del afecto en los primeros años de la vida del
niño por parte de la o el adulto de quien el niño depende, las mamás del mundo han sido finalmente
colocadas en un nivel de influencia más justo, aunque esto conlleve la desventaja de que sus hijos ya no
hablen de ellas por horas y durante varios años en el consultorio del psicoanalista de su preferencia.
Pero, a cambio de esto, los pacientes afortunadamente ahora sí se curan pronto y no tan sólo
“entienden” su problema o culpan a su mamá de lo que les sucede hasta a los cincuenta años o más.

3. El cerebro plástico. Quizá los descubrimientos más importantes realizados en los últimos años, se
refieran a la increíble capacidad del cerebro para sanarse a sí mismo. Salvo en casos extremos, hemos
descubierto que este órgano rector canaliza hacia otras áreas la mayor cantidad posible de las funciones
perdidas debido a lesiones, accidentes o la extirpación quirúrgica.

La reciente investigación con el uso de células madre y otras técnicas genéticas están dando buenos
resultados en experimentos con animales y muy probablemente las veremos aplicadas en muy poco
tiempo en el tratamiento de desórdenes neurodegenerativos como la Enfermedad de Alzheimer, las
epilepsias y el Mal de Parkinson, entre otros. El debate ético que despierta este tipo de investigaciones
es en buena medida ocasionado por la ignorancia de lo que las células madres son y de donde
provienen, pero bajo el control ético adecuado este tipo de tratamiento traerá esperanzas a millones de
personas y sus familiares. También para el tan temido Alzheimer se están explorando tratamientos de
auto inmunización basados en la capacidad del cerebro para auto curarse. Si bien, hay que tomar con
optimismo cauteloso los resultados obtenidos a la fecha, el tratamiento para evitar el avance de esta
terrible enfermedad parece estar mucho más cercano que antes[56].

4. “Lo que se hereda, no se roba”. El conocimiento actual en genética está avanzando a pasos
agigantados. En los últimos dos años ya no sólo es posible asegurar que muchas enfermedades tienen
un componente genético importante sino que ya es posible ubicar el sitio exacto, en algunos casos con
nombre de calle, número exterior y de departamento en el mapa genético de las personas. Las
implicaciones para la prevención y el tratamiento temprano de los trastornos son enormes y estoy
segura de que ya desde hoy ayudan a quienes los padecen a sentirse menos culpables y a buscar
tratamiento si padecen ataques de pánico, se deprimen o son disléxicos, por mencionar tan sólo algunos
de los padecimientos donde la herencia juega un papel importante.

5. “La mente y su cuerpo.” De acuerdo con el reconocido psiquiatra inglés Julian Leff: “No existen
dudas de que las técnicas de monitoreo del cerebro viviente incrementarán sustancialmente en su
capacidad y sofisticación en los próximos años. También es indiscutible que habrá avances importantes
en la aplicación de la biología molecular en los padecimientos del cerebro. El mapa del genoma ya está
disponible al completo. Sin embargo, no creo que será alguna vez posible explicar el comportamiento y
avance del ser humano (solo) en términos de neurotransmisores, genes o cambios en la actividad en las
regiones cerebrales”[57] Hasta los científicos más escépticos reconocen que apenas estamos comenzando
a explorar el cerebro y con ello sería absurdo intentar explicar la compleja capacidad de la conciencia,
del amor, de la inventiva y de la imaginación creativa del ser humano.

La mente humana es, en efecto, mucho más que el cerebro y por ello es capaz de auto explorarse,
sanarse, crear arte e inventar su propio futuro. Estamos comenzando a respetar el impacto de nuestra
mente sobre el sistema inmunológico; sobre nuestra capacidad de sobrevivir al cáncer, al SIDA o alguna
otra enfermedad grave. Ya visualizamos la influencia de la psicología en la economía, la política y las
ciencias exactas. Reconocemos la importancia prioritaria de no sólo vivir más años, sino de vivirlos con
la sensación de que vale la pena hacerlo y que esta sensación proviene del enfoque que nuestra mente
da a lo que vivimos. En el conocimiento nos atrevemos a rebasar los límites artificiales entre ciencia y
arte, entre pensamiento lineal e integral, y la mente nos alienta a seguir hacia delante, a no darnos por
vencidos aun cuando nuestro cuerpo esté paralizado o las estadísticas de supervivencia a nuestro tipo de
enfermedad sean muy pesimistas.

Nuestra mente es, por tanto, el más grande milagro de nuestra especie y nuestra imaginación creativa,
es la herramienta más poderosa para lograr en un futuro cercano ser maduros y no tan sólo más viejos.

De ti depende, desde hoy en tu segunda adolescencia, como vivas esas mañanas que todavía te quedan.
Conclusión en forma de cuento

“Azul celeste”
“Debajo del abrigo, todo se ve mejor. Como si estuviera más calentito... cuando me da ese frío en el pecho,
que no se me quita ni con el suéter de lana que me tejió mi abuelita, tengo que meterme aquí, en el
armario, y taparme con el abrigote de mi papá para calentarme”.

El niño cerró los ojos para disfrutar aún más la cálida protección de su escondite de pelo de camello.
Como tantas otras veces, en cuanto sintió que desaparecía el frío de su cuerpo pudo dirigir su
pensamiento hacia el mundo habitado por su personaje favorito: el Caballero Azul.

En esta ocasión, el Caballero se encontraba enfrascado en una lucha a muerte con el terrible Hechicero
Negro de las Fracciones y de las Tablas de Multiplicar. Como tú ya sabes, este personaje se dedica a
perseguir a los niños a partir del cuarto año de primaria para hechizarlos y hacerles repetir una y otra
vez números sin sentido o pensar en situaciones totalmente ridículas como: “Si tienes una barra de
chocolate y la repartes entre tus amigos, ¿cuánto le toca a cada uno de ellos?” Si contestas que nada, te
castiga por dar la respuesta incorrecta y te corrige diciendo: “¡Un tercio a cada uno! ¡Niño tonto!” Y tú
piensas: “¡Como si uno quisiera darles a sus compañeros toda la barra de chocolate!” Por ello, el
Caballero Azul sabía que debía vencer a este malvado ser antes de que él acabara por completo con la
capacidad de pensar al revés que todos los niños tienen cuando empiezan primaria.

Para luchar contra el tedioso Señor de las Repeticiones, el héroe azul había seleccionado su escudo de
espejo y su lanza de plumas. Con el espejo, esperaba lograr que su contrincante se viera a sí mismo
repientiendo: “Doos por doos, cuatro, doos por trees, seeis, doos por cuaatro, oocho”, hasta que se diera
cuenta de que al hacerlo sus ojos se veían opacos y perdidos; como de pescado muerto.

Con la lanza de plumas, el Caballero Azul esperó atento a que el hechicero comenzara a plantear un
problema del tipo: “¿Cuántos dieciochoavos hay en un tercio?”, y comenzó a hacerle cosquillas,
intentando que el malo soltara la carcajada en mitad de tan seria pregunta. Pero, hasta ese momento,
su rival se resistía y seguía con una cara con gesto de ciruela pasa”.

“¡Alberto!, ¡Ya baja a merendar!” gritó en ese momento su mamá, y el niño regresó al armario, sin
conocer el final de la pelea.
“Ojalá le gane Azul antes de mañana, porque tengo el examen de aritmética”, pensó el niño, consciente
de no haber estudiado por quedarse dibujando toda la tarde coches de carreras y naves espaciales.

La tarde siguiente, regresaba del colegio en el autobús -con una calificación de suspenso escrita con
pluma roja sobre el examen-, cuando vio en el escaparate de una tienda de artículos eléctricos, entre las
resistencias con sus claves de colores, los cables y los focos redondos, alargados y también con forma de
foco, una esfera de cristal del tamaño de una pelota de tenis, color azul celeste.
El brillo del objeto le atrajo tanto que le pidió al chofer que parara el autobús de inmediato, arguyendo
que “se le había volado el jersey por la ventana”. Con cara de “niño latoso”, el chófer frenó de golpe,
ganándose una pitada y varios recuerdos familiares por parte de los pasajeros que viajaban de pie.
Alberto bajó corriendo, no si antes recibir varios empujones y manotazos de los molestos pasajeros.

La bola azul no tenía ningún letrero enfrente que indicara su nombre; ni siquiera se llamaba “birlo”,
“remache” o alguno de esas palabras que uno no entiende. Tampoco tenía un precio apuntado en
grandes números como el resto de los extraños objetos que poblaban el escaparate. Simplemente estaba
ahí, sobre una base color plomo, casi como un adorno y no como mercancía que el dueño de la tienda
deseara vender.

El niño se atrevió finalmente a entrar a la tienda y todavía tardó unos instantes antes de juntar valor
suficiente para acercarse al mostrador y preguntar por la bola. Le daba vergüenza preguntar por algo de
lo que no conocía el nombre, porque era un niño muy orgulloso. “Y si me pregunta para qué la quiero,
¿qué le voy a contestar?”, pensó preocupado y todavía con la autoestima golpeada por su fracaso escolar
de esa mañana. Por fin, pudieron más sus ganas de tener entre sus manos la bola azul que su vergüenza
y preguntó en voz muy baja al dependiente: “La bola azul del aparador, ¿cuánto cuesta?” Ocurrió lo que
más temía: el dependiente, ocupado en envolver una serie de cables para otro cliente, lo miró de reojo y
dijo molesto: “¿Qué bola niño?... aquí no hay bolas, ¡no es juguetería, ni tienda de deportes!”. Y Alberto,
en lugar de señalar con el dedo la esfera azul que tanto le atraía, se dio por vencido y, ruborizado, dijo
un “perdón” apresurado antes de salir de la tienda. “Tengo que averiguar cómo se llama esa bola, para
pedirla correctamente”, pensó, y se dirigió a la parada más cercana del autobús pensando que ése no
había sido su día: primero suspender el examen y ahora esta vergüenza. Como no logró saber el nombre
de la bola azul, por vergonzoso nunca regresó a buscarla.
El Gitano había soñado de joven con ser torero, pintor, bailarín de flamenco o guitarrista, pero en lugar
de alguna de esas ocupaciones había pasado los últimos veinte años como empleado dentro de una gran
empresa internacional. En esos años había avanzado profesionalmente y, por su esfuerzo, había logrado
llegar a ocupar puestos cada día más importantes. Su trabajo le había llevado a recorrer las cuatro
esquinas del mundo, como en un pasodoble muy cosmopolita, y por ese estilo de vida itinerante,
aunado a los intereses juveniles de Alberto, sus amigos le pusieron el sobrenombre del “Gitano”.

Pero en los últimos tres años la compañía había decidido que debería establecerse en un sólo lugar,
ocupando el puesto de Gerente General, y el Gitano comenzaba a sentirse muy inquieto. “Es como si
hubiera cambiado la montaña rusa por un paseo en carretela”, pensaba al tratar de describirse su ritmo
de vida actual. Por otro lado, era más cómodo tener un trabajo estable, vivir en una casa de verdad y
tener horarios fijos. Después de todo -pensaba- ya no era un jovencito sino un señor de cuarenta y
tantos. Ir rodando por el mundo era para los más jóvenes y la vida como señor Gerente General, así,
con mayúsculas como en su tarjeta de presentación, no estaba tan mal. Su vida era muy estable y
cómoda ahora.

Sin embargo, vivía estresado todo el tiempo y en ocasiones hubiera deseado que, al menos en sus
sueños, apareciera de vez en cuando el Caballero Azul y le ayudara a pelear las batallas contra los
abogados, los acreedores y los competidores. A falta del abrigo calientito de su padre, ahora se curaba el
frío del pecho con whisky, tequila y vino muy caros, pero no funcionaban igual que el abrigo; siempre le
quedaba un pequeño escalofrío muy adentro y entonces añoraba el armario y el refugio lanudo de su
infancia. Salvo en esos momentos de añoranza, casi siempre después de varios vasos de alcohol, el
Gitano se sentía muy conforme con su vida cotidiana.

Pero un día le llegó un paquete sin remitente y todo cambió.

Entre los regalos navideños que cada año le enviaban de su ciudad natal venía una caja cubierta de
papel de china color azul añil, sin tarjeta o indicación alguna de su origen. Era un paquete muy pesado
y al recibirlo Alberto sintió temor, por lo que decidió no abrirlo. Miró la caja largo tiempo y la mantuvo
en su escritorio durante varios días sin atreverse a abrirla, pero la caja parecía tener un imán que le
atraía todo el tiempo. Una noche de insomnio, el Gitano no pudo resistir más la atracción y cogió la
caja, quitó el papel de la envoltura, caminó con la pesada caja hasta el armario de su estudio, se encerró
y con sumo cuidado levantó la tapa. De inmediato tuvo que cerrar los ojos, deslumbrado por la intensa
luz que emanaba de la bola azul. Y al cerrar los ojos, pudo ver a lo lejos un hombre sobre un caballo
alado que volaba hacia él entre un mar de nubes. El hombre vestía una malla plateada y tenía un
escudo de espejo. Con la mano izquierda sostenía una lanza de plumas de pavo real muy azules con
unos ojos verdes en el centro, que parecían observar a Alberto. El Caballero Azul llegó hasta donde él
se encontraba y sin hablar le acercó el escudo para que el Gitano pudiera verse. La imagen que se
reflejó en ese momento no fue la que Alberto había visto en su espejo durante todos estos años sino la
de un ser azul celeste, con ojos que despedían luces y que parecían dos caleidoscopios. Al principio,
pensó que habría alguien más detrás de él que era quien se reflejaba, pero al darse la vuelta se dio
cuenta de que no había nadie más y que ese ser era él. Entonces se asustó muchísimo y prefirió abrir los
ojos. Salió del armario, cuidándose de guardar la bola azul, sin verla de nuevo. Decidió en ese
momento que ya nunca más se expondría a su magia. Era muy amenazante verse así, como un ser
colorido excepcional y no como el ejecutivo de traje gris que había elegido ser.

Pasaron dos años más y el Gitano cumplió su promesa de no volver a sacar de su caja a la mágica esfera.
La vida le traba bien: tenía una mansión con piscina, equipo de sonido del mejor, sirvientes y coches de
lujo a la puerta. Comía en los mejores restaurantes y compraba en las tiendas más caras. Hasta podía
conversar con conocimiento de inversiones, tasas de interés, ventajas competitivas, fusiones y
adquisiciones de gran nivel. Era reconocido como un miembro muy importante de su comunidad y era
respetado por su gran sentido empresarial. Por tanto, se sentía tan seguro y tan aburrido que una
noche, en lugar de encender su televisor de sesenta pulgadas, decidió atreverse a sacar una vez más la
caja con la bola azul.

Esperó a que su familia se durmiera y se dirigió hacia la cava donde guardaba sus mejores vinos. La caja
parecía ahora ser mucho más pesada. Le costó trabajo cargarla y también fue difícil levantar la tapa.
Finalmente pudo sacar la bola, pero esta vez sintió un gran dolor en la cabeza al momento de ser
iluminado por su luz. Cerró los ojos, que también le dolían muchísimo, y al cerrarlos volvió a tener una
visión extraordinaria.

El Caballero Azul galopaba a toda velocidad hacia él. Su caballo resoplaba y relinchaba desesperado. Las
nubes eran oscuras y los relámpagos hacían que la malla del jinete brillara como si fuera de fuego. Al
llegar junto al Gitano, el Caballero extendió su escudo y el hombre, al principio, no pudo ver nada; el
espejo no le reflejaba, como hace unos años, al ser azul celeste y con ojos de luz.

El Gitano trató de enfocar la mirada para encontrar esa imagen que en el fondo de su alma siempre
había anhelado que fuera la suya, y al no lograr ver en el escudo más que sombras, confirmó que se
había quedado ciego. Muy triste, comenzó a llorar, pensando en todas esas cosas bellas que ya jamás
vería: las flores de colores encendidos de su ciudad natal, los tonos ocres de las hojas en otoño, los
volcanes con sus picos nevados, pero sobre todo el rostro de sus seres queridos. Al pensar en ellos, lloró
aún más porque hacía tanto tiempo que sólo se dedicaba a sus negocios que le costaba mucho trabajo
recordar sus facciones con nitidez.

Después de llorar por largo rato, Alberto se dio cuenta de que no estaba triste por haber perdido la vista
en ese momento, sino por haber estado ciego tantos años. La paz que le inundó en ese momento fue
tan intensa que no se dio cuenta en qué momento apareció de nuevo la imagen del ser luminoso en el
escudo, que se escapó del espejo y se le metió en el cuerpo.

A todos sus conocidos sorprendió la entereza con la que el Gitano aceptó esa extraña enfermedad que
le tornó la piel de una palidez casi azul y que le provocaría una sensibilidad tal en los ojos que ante
cualquier situación bella o triste se le llenarían de lágrimas.
Les sorprendió todavía más que dejara de correr todo el día y de seguir realizando negocios muy
lucrativos para dedicarse a diseñar coches de juguete, encerrado en su casa. Desde su “nuevo
padecimiento” tenía que pasar muchas horas dentro de su hogar, con su familia, y por momentos
necesitaba encerrarse en un lugar oscuro para cerrar los ojos y descansar soñando. La respuesta a las
condolencias recibidas en esta nueva época de su vida era sorprendente para los demás. A todos decía,
con una sonrisa de oreja a oreja:
“Al que quiera azul celeste...”
Epílogo

La confesión

Escribí este libro porque estoy convencida de que existe muy poca bibliografía que ayude a quienes
enfrentan esta etapa “puente” entre la tierra firme de la juventud y aquella otra orilla sólida de la
madurez de los cincuenta. A los cincuenta y nueve, ya me encuentro muy cerca de la nueva orilla de los
sesenta y puedo afirmar que he vivido la etapa más importante de crecimiento personal en estos últimos
veinte años. Pero te confieso ahora que mi interés inicial en esta etapa surgió de manera totalmente
egoísta y dramática. Como narro a continuación, comencé a estudiar los cuarenta cuando llegué a
pensar que era cierto lo que decía mi abuelo Arthur Peyton, con su característica ironía irlandesa:
“Dicen que la vida comienza a los cuarenta. ¡Pero lo malo es que no te dicen la clase de vida que
comienza!” Mi vida, al cumplir los cuarenta, no era la clase de vida que había soñado tener.

Hasta los treinta y nueve años fui una profesional muy activa y se podría decir que exitosa. Dirigía mi
propia firma de consultoría, era reconocida en el medio empresarial y contaba con clientes de primer
nivel. Personalmente, estaba comprometida para casarme por segunda vez, además de que tenía una
vida social y deportiva muy placentera. En general, era muy feliz.

Pero todo cambió a finales de ese año. Comencé a tener irregularidades menstruales frecuentes y muy
abundantes que atribuí a mis frecuentes viajes de trabajo, que ya en otras ocasiones habían
descontrolado mis ciclos menstruales, por lo que no di importancia a estos desajustes. Hasta que, en
noviembre de 1993, me desmayé al bajar del caballo después de una competencia debido a una
hemorragia que no había cesado en quince días.

Al consultar al ginecólogo, me solicitó una ecografía vaginal y descubrieron que tenía un tumor en la
matriz del tamaño de una pelota de golf. Tendría que someterme a cirugía, pero decidí esperar “porque
estaba muy ocupada” y tenía programada para dar una conferencia importante en abril del siguiente
año, en una reunión empresarial latinoamericana, que se celebraría en la ciudad de Miami. En esa
época, no me permitía anteponer mi salud a mi trabajo; era toda una profesionista “dedicada” y
“responsable”. Durante los siguientes seis meses sangré casi de manera constante, bajé de peso hasta
llegar a pesar sólo 46 kilos y aprendí a vivir con los mareos y dolores de cabeza y de vientre casi
constantes, producto de la anemia. Una vez impartida la conferencia -que a fin de cuentas no fue ni tan
gratificante ni tan trascendente como yo esperaba-, en mayo de 1994, un mes después de cumplir los
cuarenta años, me sometieron a una histerectomía y esta cirugía precipitó de inmediato y de golpe
todos los cambios hormonales y síntomas consecuentes que, usualmente, se experimentan de manera
gradual durante los tres o cuatro años que preceden al cese menstrual.

Sin comprender por qué me sentía tan mal, durante los siguientes doce meses consulté a especialistas en
ginecología, neurología, psicología junguiana, hematología, médicos internistas y traumatólogos. Cada
uno de estos profesionales en salud me hizo pruebas de gabinete y laboratorio; me ofreció
medicamentos o sesiones costosas de análisis, sin un diagnóstico preciso que explicara en su totalidad
mi malestar. Desde mi ginecólogo hasta los internistas negaron la posibilidad de que mis síntomas
tuvieran relación con la menopausia. Después de todo, había conservado un ovario y con ello, decían,
la producción hormonal estaba garantizada. Me sugirieron que lo más probable fuera que tuviera un
trastorno emocional. Como psicóloga, su explicación me parecía razonable, pero los neurólogos,
analistas y psiquiatras a quienes consulté posteriormente tampoco encontraron nada que explicara mi
malestar general. Varios meses, consultas y estudios después y una cantidad considerable de dinero
menos en mis ahorros, finalmente un neurólogo pidió que me hicieran un perfil hormonal y al
encontrar que presentaba los niveles de FSH elevada y estradiol muy bajo, característicos de la etapa
postmenopáusica, me dijo: “En efecto, estás menopáusica y así se sienten las mujeres. No hay nada que
hacer salvo aguantarse”.

De acuerdo con este médico debería aceptar que los días de mi plenitud ya habían pasado, que a partir
de ese momento comenzaba a “ser una mujer vieja” y que muy probablemente debería dejar mi
práctica profesional para dedicarme a las “labores propias de mi sexo y de mi edad”. Salí de su oficina,
por fortuna enfadada y no deprimida, convencida de que dicho doctor era muy poco cuidadoso con sus
expresiones. Si yo no hubiera tenido la fortuna de contar, por un lado con una personalidad poco dócil
e inquisitiva y por el otro, con la formación educativa que me hacía poner en duda las palabras de ese
médico, muy posiblemente habría dado por terminada mi vida productiva y feliz, “conformándome” -es
decir, aceptando la forma- de lo que todavía en esos años del final del siglo XX se esperaba de una
mujer mayor de cuarenta años. Mi espíritu rebelde, al igual que el de Alberto, el personaje del cuento,
se negaba a aceptar tan deprimente y aburrido futuro.

Sabía que yo era una de las pocas afortunadas que habían contado con el acceso a una educación
profesional en Latinoamérica y sabía también que la mayoría de mis hermanas no tenían este privilegio.
Por ello, creían a ciegas lo que sus amigas, los medios masivos de comunicación o bien su médico
asignado por el sistema de salud, les dijera acerca de lo que sucedía en su cuerpo y qué hacer. Mi mala
experiencia me había enseñado que, aún en los sistemas hospitalarios privados de México en ese
momento, reinaba el desconocimiento acerca de la transición hacia la menopausia, pero disfrazada por
una soberbia negación. Por otro lado, me negaba a pensar que no existieran en el mundo verdaderos
médicos, preocupados por el bienestar de sus pacientes y especialistas en ésa, hasta recientemente
desconocida fase de transición.

Por tanto, no me di por vencida y comencé a investigar quién o quiénes se dedicaban a esta naciente
especialidad de la salud de la mujer hasta que, en septiembre de 1995, encontré a través de la Sociedad
Norteamericana de Menopausia (North American Menopause Society) a la Dra. Dorothy Barbo,
Directora del Hospital de la Mujer dependiente de la Universidad de Nuevo México, en Albuquerque,
quien entonces tendría alrededor de sesenta y cinco años y era una de las especialistas en el entonces
naciente estudio del climaterio femenino. Después de una consulta de dos horas con la Dra. Barbo, en
la cual ella básicamente me escuchó e hizo preguntas durante buena parte de la primera hora, procedió
a aclararme todas mis dudas, me explicó cuáles de mis síntomas se explicaban por la variabilidad
hormonal y lo que podría hacer para controlarlos. También me hizo consciente de que no todo se
explicaba por los cambios hormonales: tenía que aceptar que estaba pasando a una nueva etapa de vida,
que recientemente había realizado cambios sustanciales en mi patrón anterior, como un nuevo
matrimonio, la integración de toda una nueva familia política, así como un estilo de vida menos intenso
debido a las consecuencias que mi ritmo acelerado cotidiano había dejado: una anemia y problemas
gastrointestinales por comer tantos años poco y a deshoras, dolores de espalda y de cabeza consecuencia
de las múltiples caídas de caballo durante los años en que competí intensamente en salto; y sobre todo,
tenía un escalofrío en el fondo del alma, como el del Alberto del cuento, por no haberme atrevido a
dedicar más tiempo y energía a la escritura y a la danza, como soñaba desde niña. Mi estilo de vida
había sido hasta entonces muy similar al del Gitano: adicta a la adrenalina de los deportes peligrosos, de
“trabajólica” e inestable. De harto y no de arte.

Gracias a la doctora Barbo, mi guía sabia al inicio del puente de los cuarenta, recuperé la confianza en
mi salud mental y la esperanza en que mi vida no sería permanentemente el martirio que había sido
desde la histerectomía y del inicio de mis cuarenta.

Desde entonces, y a medida que fui recuperando la salud, decidí dedicar una parte importante de mi
tiempo primero al estudio y posteriormente a la difusión acerca de los cambios y síntomas que pueden
acompañar la transición de los cuarenta en la mujer. Inicié cursos privados para mujeres de más de
cuarenta años y en esa época tuve la fortuna de conocer, gracias a la introducción de mi amigo, el
traumatólogo Roberto Osante, al presidente de la entonces naciente Asociación Mexicana para El
Estudio del Climaterio (AMEC): Alfonso Murillo. Alfonso me invitó a colaborar con él y con un grupo
muy entusiasta de médicos ginecólogos y endocrinólogos, agrupados por el interés de apoyar a la mujer
peri y postmenopáusica. Desde 1995, he tenido el privilegio de colaborar en cursos, investigaciones y
labores de difusión con médicos extraordinarios, tales como los entrevistados para este libro, quienes
me han hecho recuperar la confianza en la vocación humanista y la ética profesional de la mayoría de
los profesionales de la salud, en especial de los dedicados al estudio del climaterio tanto femenino como
masculino. Este libro concentra los conocimientos que he podido adquirir, así como las valiosas
experiencias de los especialistas en climaterio y madurez con quienes he tenido el privilegio de
compartir mi propia segunda adolescencia.

En lo que respecta a la transición del hombre, con anterioridad ya había trabajado por varios años con
personas que enfrentaban la pérdida del empleo y las reubicaciones características durante las fusiones
y adquisiciones. Durante las sesiones con estas personas en el paro, había notado que quienes tenían en
el momento de la separación laboral cuarenta o más años manifestaban una serie de síntomas
psicológicos no explicables sólo por la pérdida del empleo. Los hombres, en especial, se mostraban
intranquilos e insatisfechos con su estilo de vida; mencionaban dudas no sólo acerca de su vocación o
empleo sino acerca de todas las decisiones trascendentes de su vida hasta ese momento. También
denotaban una especie de hiperactividad, muy similar a la del “Gitano” del cuento, ocasionada por la
sensación de que estaban viviendo la etapa del “ahora o nunca” en todos los aspectos de su vida. La
famosa crisis de los cuarenta era, en mi experiencia profesional, una realidad en la vida de estas
personas y de muchas más con quienes había tratado, tanto en hombres, como en mujeres.

Para estimularte a enfrentar tu propia “bola azul” que simboliza tu creatividad y tu gran potencial, al
finalizar este libro me permito compartir contigo lo que he podido lograr desde que finalmente me
atreví, durante mi segunda adolescencia, a mirarme en un espejo muy distinto al cotidiano.

En estos años, después de cumplir los cuarenta, terminé un doctorado en investigación psicológica, he
escrito varios artículos tanto en el campo de la psicología, como en el de la medicina del climaterio y he
podido publicar 5 libros, incluyendo varias ediciones del que tienes ahora frente a ti. Dedico tres días a
la semana a la consulta psicológica y dos más a la investigación, a impartir conferencias o a participar en
programas de radio. En otras áreas igualmente importantes de mi vida que el trabajo, disfruto cada día
más de la compañía y el buen humor con Guillermo mi esposo y con nuestra familia tanto por
parentesco, como por adopción del corazón. Ya sin las inhibiciones ni las expectativas perfeccionistas de
mi juventud, me atrevo a bailar flamenco, aunque lo haga fatal; sigo paseando a caballo y caminando
por el bosque; me regalo una siesta a diario, disfruto con mi esposo de meriendas en la cama y de las
comidas con largas sobremesas con nuestros amigos o familiares. Cuido mi salud y disfruto mi
alimentación. En síntesis: he aprendido a vivir con arte y ya no con harto, como vivía aún hasta el inicio
de mis cuarenta.

Ojalá que tú seas más sabia o más sabio que yo y que te atrevas a mirar tu bola azul sin necesidad de
que tenga que llegar convertida en un tumor negro. Que lleves a cabo a tiempo las tareas de tu
maravillosa crisis y confirmes, a partir de hoy mismo, que la mejor vida sí comienza a los cuarenta.
Lista de organizaciones de investigación y apoyo a la madurez

International Menopause Society www.imsociety.org


email: imsociety@Filink.net
A través de la IMS, se puede solicitar datos acerca de las asociaciones afiliadas en todo el mundo.

The International Society for The Study of the Aging Male
http://www.issam.ch/

North American Menopause Society (NAMS)
http://www.menopause.org

Organización Mundial de La Salud. Sitio dedicado al Envejecimiento y La Salud.
http://www.who.int/hpr/ageing/index.htm
Notas y referencias bibliográficas
Parte I. Las dos adolescencias

1 Paz, Octavio, Árbol adentro, México, Seix Barral, 1987.

1. Adolescente, menopáusica y otros insultos comunes

2 Véase, por ejemplo Soules, M.R., Sherman, S. y otros “Executive Summary: Stages of Reproductive
Aging Workshop (STRAW)”, en Climateric, diciembre de 2001, vol.4(4) págs. 267-272 y Burger,
HG., “The stages of reproductive aging as proposed by workshops held in 2001 and 2010 (STRAW
and STRAW +10): a commentary” en Climacteric 2013 online 05/06/13
3 Benedetti, Mario, Rincón de haikus, México, Alfaguara, 1999

2. “¡Está insoportable!” La autopercepción durante las dos adolescencias

4 Tiggeman, Marika y Lynch, Jessica E., “Body Image Across the Life Span in Adult Women. The
Role of Self-Objectification”, en Developmental Psychology, Marzo de 2001 Vol.37, núm.2, págs. 243-
253.
5 Archibald, A.B.; Graber, J.A.; Brooks-Gunn, J. (1999), “Associations among parent-adolescent
relationships, pubertal growth, dieting, and body image in young adolescent girls”, en Journal of
Research in Adolescence, Núm. 9; págs. 395-416.
6 Steinberg, Laurence, “Adolescent development”, en Annual Review of Psychology, Annual Reviews,
Inc.,2001
7 Benedetti, Mario, Rincón de haikus, México, Alfaguara, 1999.

3. El proceso de individuación y los cambios de personalidad

8 Jung, Carl G., Psychological Types, 1920, págs. 448-449.

4. “Los pájaros, las abejas y los García” Los cambios biológicos

9 Agradezco al Dr. Santiago Palacios la revisión de la información médica que se incluye en esta
sección. Información adicional obtenida de Gale Encyclopedia of Medicine y de los distintos estudios
citados en el propio texto.
10 Miller, Chrysty B; Eccles, Jacquelynne S., y Becker, Jill B. “Are Adolescents The Victims of Raging
Hormones? Evidence from Activational Effects of Hormones on Moods and Behavior at
Adolescence”, en Psychological Bulletin, enero de 1992, Vol. 11, núm.1, págs. 62-107.
11 Pryor, Jerrylinn C., “Perimenopause: The complex endocrinology of the menopausal transition”,
en Endocrine Reviews, 1998, 19(4), págs. 397-428.
12 Burger, HG., “The stages of reproductive aging as proposed by workshops held in 2001 and 2010
(STRAW and STRAW +10): a commentary” en Climacteric 2013 online 05/06/13.
13 Aceves, Luis Mariano, “La Madurez del Varón: Un Puente Oscuro”, En Los Puentes, Revista
Prometeo, México, 2002, núm.31, págs. 18-22.
14 Arroyo, C., Piña, N., Soto, E, “Hipogonadismo asociado a edad avanzada” en Revista Mexicana de
Urología 2011; 71(6):331-337

Parte II. Separar y juzgar

15 Montero, Rosa, Historias de Mujeres Madrid, Extra Alfaguara, 1998.

5. “Pero, ¿qué me está pasando?”

16 Jung, Carl G., Psychological Types. Collected Works 6. Princeton, Bollingen Series, 1971.

6. “El trío miseria” El estrés y sus consecuencias

17 Dante Alighieri, La Divina Comedia, traducción libre de la autora del primer canto del Inferno
“Nel mezzo del camin di nostra vita, mi ritrovai per una selva oscura, ché la diritta via era smarrita”.
18 Sapolsky, Robert M., Why Zebras Don’t Get Ulcers, Nueva York, W.H. Freeman and Co., 1999.
4a. ed. rev.
19 Los autores estadounidenses llaman a estas sustancias epinefrina y norepinefrina, en lugar de
adrenalina y noradrenalina.
20 De acuerdo con un estudio de la psiquiatra inglesa Terrie Moffit del Institute of Psyquiatry at
King’s College de Londres, el gen MAOA, relacionado con la proteína mono-amino-oxidasa-A, que
regula los niveles de los principales neurotransmisores relacionados con las emociones, en los
hombres violentos existen menores niveles de esta proteína, mediados por la testosterona.

7. “La pizca de sal” o la acción de las hormonas sexuales durante la segunda


adolescencia

21 Dos estudios de interés para los especialistas, ya que sus autores han hecho una revisión rigurosa
de la mayoría de lo publicado con respecto a los estrógenos y su impacto en los trastornos
emocionales, son: Archer, Johanna S.M., “Relationship between Estrogen, Serotonin and Depression”
Menopause: The Journal of the North American Menopause Society 1999, Vol. 6, núm.1, págs. 71-78 y
el publicado por Avis, N.E., Stellato, C.R., y Longcope, C., “Longitudinal study of hormone levels and
depression among women transitioning through menopause”, Climacteric: The Journal of the
International Menopause Society, 2001, Vol. 4, Núm.3, págs. 243-249.
22 Warga, Claire, Menopause and the Mind, Nueva York, Free Press, 1999.
23 Véase por ejemplo: Chedraui P, Blümel JE, Baron G, et al, “Impaired quality of life among middle
aged women: a multicentre Latin American study” en Maturitas 2008;61:323-9
24 Legorreta, D., Montaño, J.A., Hernández, I., Salinas, C., and Hernández-Bueno, J.A. on behalf of
the AMEC Research Committee “Age at menopause, motives for consultation and symptoms
reported by 40-59- year-old Mexican women” en Climacteric 2012; 15:1-9.
25 Véase, por ejemplo: Arroyo, C., Piña, N., Soto, E, “Hipogonadismo asociado a edad avanzada” en
Revista Mexicana de Urología 2011; 71(6):331-337; Lunenfeld, Bruno., “Male Endocrine Ageing” y
Morley, John E., “Androgens and ageing-the dawning of a new age”, En Climacteric, Book of
Abstracts The 10th World Congress on the Menopause, Berlin, del 10 al 14 de junio de 2002.
Parthenon Pub.; también: Hammond J; Le Q; Goodyer, y otros, “Testosterone-mediated
neuroprotection through the androgen receptor in human primary neurons”, en Journal of
Neurochemistry, junio de 2001, 77(5), págs.1319-1326.
26 Véase, por ejemplo: Haren, MT; Morley, J.E.; Chapman, I.M.; O’Loughlin, P.D. y Wittert, G.A.,
“Defining ‘relative’ androgen deficiency in aging men: how should testosterone be measured and
what are the relationships between androgen levels and physical, sexual and emotional health?”, en
Climacteric, 2002, vol.5, núm.1, págs. 15-25.
27 Véase, por ejemplo: Simon D; Charles M.A.; Nahaul K, y col., “Associations between plasma total
testosterone and cardiovascular risk factors in healthy adult men: the Telecom study” En Journal of
Clinical Endoc. and Metab., 1997, 82, págs. 682-685.
28 Véase la obra citada de Haren y col., 2002.

8. “La limpieza del armario” Separar lo útil de lo inútil

29 Villaurrutia, Xavier, “Mudanza”, en Nostalgia de la muerte, México, FCE, 1984, pág.39.

Parte III. La salud en la segunda adolescencia

30 Sabines, Jaime, “Algo Sobre La Muerte del Mayor Sabines. Primera Parte”, en Nuevo recuento de
poemas, México, Joaquín Mortiz, 1991, 3 ed. pág. 227.

10. “Más vale prevenir que lamentar” Los nuevos hábitos de prevención y estilo de
vida

31 Courtenay, Will H., “A Social Constructionist Examination of Men’s Health Beliefs and
Behaviors”, en Psychology of Men and Masculinity, 2000, vol. 1, núm.1, págs. 4-15.

11. “¿Temer o no temer?” La salud de la mujer después de los cuarenta y los


tratamientos hormonales

32 Legorreta, D., Montaño, J.A., Hernández, I., Salinas, C., and Hernández-Bueno, J.A. on behalf of
the AMEC Research Committee “Age at menopause, motives for consultation and symptoms
reported by 40-59- year-old Mexican women” en Climacteric 2012; 15:1-9.
33 Villiers de TJ, Gass, MLS, Haines, CJ, Lobo RA, Pierroz, DD, Rees, M, “Global Consensus
Statement on Menopausal Hormone Therapy” en Climacteric 2013;16:203-204.
34 Goldstein, Steven R. y Ashner, Laurie, Could it be… Perimenopause?, Boston, Little, Brown and
Company, 2000.
35 Weiss, Gerson, “Clinical implications of perimenopausal steroid changes”, en Climacteric, 2001, 4,
págs. 93-94.
36 Villiers de TJ, et al, obra citada 2013.
37 Writing Group for the Women’s Health Initiative Investigators, “Risks and benefits of estrogen
plus progestin in healthy postmenopausal women”, en Journal of the American Medical Association,
2002, 288, págs. 321-333. Véase también Schneider, H.P.G., “The view of The International
Menopause Society on the Women’s Health Initiative”, en Climacteric 2002, 5, págs. 211-216.
38 Legorreta, D. “To fear or not to fear. That is the Question. Consumers’ perspective on HRT Risks
and Benefits” en Climacteric, mayo 2008; II(2): 28.
39 Rossouw JE, Manson JE, Kaunitz AM, Anderson GL, “Lessons learned from the Women’s Health
Initiative trials of menopausal hormone therapy” en Obstet Gynecol 2013;121:172-6.

12. “La edad de los nunca” Los síntomas y padecimientos más comunes a partir de
los cuarenta

40 Ventós, Xavier Rubert de, Oficio de Semana Santa Barcelona, Kairós, 1979.
41 Cutolo, Maurizio y Wilder, Ronald L., “Different Roles for Androgens and Estrogens in the
Susceptibility to Autoimmune Rheumatic Diseases”, en Rheumatic Diseases Clinics of North America
vol. 26, núm.4, noviembre de 2000, págs.1-12.
42 Brincat, Marc P., “Skin Collagen- Metabolism, Pathology, Clinical Aspects”, en 10th World
Congress on The Menopause. Abstracts and Scientific Program, del 10 al 14 de junio de 2002, IMS,
Berlin, Alemania.
43 Schwanke, Jane, “Understanding sex hormones may help treat aging skin: No longer just for low
libidos and weak bones, sex hormones offer less slackness as skin ages”, en Dermatology Times, enero
de 2002, www.findarticles.com

Parte IV. Decidir tu futuro

44 Maruja Torres, “Primavera en Invierno” en EPS 2012.

13. “Crear tu futuro” La planificación de vida en esta etapa

45 Legorreta, Deborah, Las tres es de la mujer exitosa. Eficacia, ética y equilibrio de vida para el nuevo
siglo. México, Paidós, 2001.

14. “Mucho gusto en conocerte” La pareja a partir de los cuarenta

46 Ledoux J.E., The Emotional Brain, Nueva York: Simon and Schuster, 1996.
47 Laan R.H.; van Lunsen, W; Everaerd, W; “The effects of tibolone on vaginal blood flow, sexual
desire and arousability in postmenopausal women”, en Climacteric, 2001, 4, págs.28-41.
48 Borissova, M; Kovatcheva, R; Shinkov, A; Vukov, M., “A study of the psychological status and
sexuality in middle-aged Bulgarian women: significance of the hormone replacement therapy
(HRT)”, en Maturitas, 2001, 39, págs. 177-183.
49 Nappi, E; Veneroni, J.B.; Verde, F; Polatti, A; Fignon, C; Farina, C. y Genazzani A.R.,
“Climacteric complaints, female identity and sexual dysfunctions”, en Journal of Sex Marital Therapy,
2001, 27, págs. 567-76.
50 Hvas, L., “Positive aspects of menopause. A qualitative study”, Maturitas, 2001, 39, págs. 11-17.
51 Yourcenar, Marguerite, Quoi? L’Eternité Paris, Gallimard, 1988.

15. “Soy el relleno del sándwich.” La responsabilidad hacia los padres y parientes
ancianos

52 Schluter, Hanne Lore, “¿Generación sandwich o generación puente?”, en Puentes. Revista


Prometeo Núm. 31, México, Proyecto Espiral, 2002, págs. 64-69.

16. “A los sesenta me jubilo”

53 Diczfalusy, Egon, “La revolución demográfica; ¿quo vadis homo sapiens?”, Conferencia presentada
durante el Simposium Investigación y Salud. Retos y necesidades en el siglo XXI, organizado por
Schering Mexicana el 13 de noviembre de 2001, México, D.F. Agradezco al Dr. Cuauhtémoc Celis,
Director Médico de esa firma, el permiso para reproducir porciones de esta extraordinaria
conferencia.
54 Una primera versión del siguiente texto fue publicado originalmente como el artículo “Para Qué
Cambiar”, en la columna “Tu Equilibrio”, enero de 2003.

17. “Habrá una vez un futuro” Los avances científicos en este siglo y nuestra vida.

55 Diczfalusy, Egon, Conferencia citada arriba.


56 Véase, por ejemplo, el artículo de Dale Schenk, “Amyloid- immunotherapy for Alzheimer’s
disease: the end of the beginning”, en Nature Neuroscience Reviews, octubre de 2002 (3), págs.824-
829.
57 Leff, Julian, The Unbalanced Mind, Londres, Phoenix Ed., 2002.
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