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EXCEPCIONES AL DEBER DE TESTIMONIAR

Los artículos 209 del c.g.p y 385 del c.p.p se deben armonizar y de ellos se
infiere que toda persona esta en el deber de prestar el testimonio que se le
solicita, excepto los casos determinados legal y constitucionalmente.
Las excepciones a ese deber están contenidas en el articulo 33 de la
constitución.
El no tener la obligación de declarar contra si mismo, es una garantía
constitucional que va acorde con la dignidad y la libertad de todo ser humano
y con el principio de carga de la prueba. La garantía de no ser obligado a
declarar contra el cónyuge, quien jurídicamente no es un pariente del testigo,
se debe a que es la persona con quien normalmente hay mayores vínculos
afectivos, a quien no se puede imponersele una obligación legal en contravia
de la tendencia natural y lógica de proteger a un ser querido, sicologica y
afectivamente ligado de manera intima con el declarante, igual que con el
compañero permanente.
En relación con los parientes la dispensa es el producto de la defensa de un
valor superior como lo es la familia.
El declarante citado puede renunciar a este derecho, aunque siempre
corresponderá al juez informar ineludiblemente sobre estas excepciones a
cualquier persona que vaya a declarar.
Es necesario comprender que muchas veces la razón por la que una persona
acude a un profesional cualquiera que sea su oficio, o a un ministro religioso
esta en la confianza en la reserva, lo que implica que el estado debe velar por
garantizar que las personas puedan confiar en sus profesionales sin que
quede duda alguna de la confidenciabilidad de lo confiado, es por eso que los
profesionales o los ministros religiosos que tengan la obligación de guardar el
secreto profesional o de confesión no pueden renunciar a su obligación,
sencillamente porque no es un derecho.
La jurisprudencia ha dicho que el secreto profesional no se traduce en un
privilegio para el profesional que recibe la confidencia, sino que apunta a
proteger los derechos fundamentales de la intimidad, la honra y el buen
nombre de la persona confidente.
También dice que la estructura dinámica del secreto profesional es la de un
derecho-deber, porque salvaguarda el derecho a la intimidad de la persona
que se ve obligada a confiar en el profesional, quien al mismo tiempo tiene el
deber de protegerlo y no comunicarlo a terceros ni aun a las autoridades, tanto
por respeto al confidente como en virtud del interés publico en el correcto
ejercicio de las profesiones.

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