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La construcción social del cuidado se compone en base a símbolos y reglas sociales, que

involucra un aprendizaje desde las edades tempranas, para que así las mujeres respondan
fielmente a ello, al nivel de llegar a constituirse en parte de su identidad femenina
(Arroyo, 2010). Robles en De los Santos señala que hombres y mujeres han aprendido
mediante el discurso social, que las mujeres son las que poseen cualidades óptimas para
desempeñarse como cuidadoras "ideales", lo cual se basa en cuatro aspectos: las
"virtudes" femeninas; el rol social que le atribuye y responsabiliza de la familia; estar
"más capacitada" y calificada emocionalmente; y la "abnegación natural", que motivada
por el afecto, anula sus propios intereses (De Los Santos, 2012).

Marika Morris (Morris, 2011) en su reporte de Canadá "Gender-sensitive home and


community care and caregiving research: a synthesis paper", señala que la experiencia
entre hombres y mujeres difieren en contextos económicos y expectativas de roles de
género, donde las mujeres dan más horas de cuidado no remunerado que los hombres,
asumen formas de cuidado más demandantes, viajan a lugares más alejados y más
seguido para proveer cuidados, y tienen a más de una persona a su cuidado. Por lo que las
mujeres tienen que desarrollar estrategias para manejar las múltiples presiones de su vida
personal, responsabilidades familiares y domésticas, y su vida social y profesional, en un
contexto inflexible de servicios públicos y privados

Por otra parte, las desigualdades se observan también en las características del cuidado
que prestan las/os cuidadoras/es, tanto en el tipo de actividades que asumen como en el
tiempo dedicado a cuidar. Las mujeres asumen más 18 frecuentemente los cuidados de
atención personal e instrumentales, y tareas de acompañamiento y vigilancia, es decir, se
ocupan de los cuidados más pesados, y que exigen una mayor dedicación. Ellas asumen,
en general, la coordinación total de la atención (Garcia, 2004). En cambio, los hombres
mayoritariamente, realizan tareas de movilidad física dentro del hogar y cuidados fuera de
este, como visitas al médico, hacer compras, o ayuda a utilizar el transporte público,
instalaciones médicas en el hogar (Garcia, 2014).

Arroyo Rueda MC. El cuidado: escenarios y tramas de violencia estructural y de género.


Iberofórum Rev Ciencias Soc la Univ Iberoam. 2010;5(10):1–21.

De los Santos A, Carmona S. Cuidado informal: una mirada desde la perspectiva de género.
Rev Latinoam Estud Fam. 2012;4:138–46

Morris M. Gender-Sensitive home and community Care and caregiving research: a


synthesis paper [Internet]. 2001. Available
from: http://www.womenandhealthcarereform.ca/publications/synthesis.pdf
García Calvente M del M, del Río Lozano M, Marcos Marcos J. Desigualdades de género en
el deterioro de la salud como consecuencia del cuidado informal en España. Gac Sanit
[Internet]. 2011 Dec [cited 2014 Jun 13];25 Suppl 2:100–7. Available
from: http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/22088905

García-Calvente M del M, Mateo-Rodriguez I, Maroto-Navarro G. El impacto de cuidar en


la salud y la calidad de vida de las mujeres. Gac Sanit [Internet]. 2004; 18(Supl 2):83–92.
Available
from: http://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0213- 91112004000500011

Se busca conocer y analizar críticamente las representaciones sociales respecto del apego que
tienen los cuidadores.

SENAME define el apego como un lazo emocional entre el niño y sus padres o cuidadores,
podemos interpretar que la palabra lazo indica una conceptualización alejada del vocabulario
técnico utilizado en cuanto al apego,

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