Pensar en el neoliberalismo como un modelo económico o
pensarlo como una forma que moldea sujetos, prácticas, deseos y expectativas. De eso se trata Psicopolítica, del surcoreano Byung Chul Han (Seúl, 1959), libro que sigue la segunda de estas líneas. Pensarlo como un paquete de leyes estables que van en conjunto y que se aplican o desaplican según las decisiones del poder de turno (o según los consensos democrático-republicanos lo habiliten), o pensarlo, como proponía Michel Foucault a fines de los años setenta, como una racionalidad, que organiza no solo a los que gobiernan a través de dicha razón, sino también a aquellos que sufren sus consecuencias. Chul-Han recorre esta posibilidad a partir de frases fuertes, ideas grandes y máximas preocupantes. Una de esas es la que da título al libro. Si el capitalismo, desde el siglo XVII, dominó a través de la biopolítica, preocupada por la gestión y el control de los cuerpos (recordemos el panóptico), la dominación neoliberal opera a través del control de la psiquis. El sujeto se convierte en un empresario de sí mismo, y pasa de la explotación por parte del patrón a una suerte de autoexplotación material y espiritual. No solo se explota, dice Han, el tiempo de trabajo, sino toda la persona, su atención, su ocio, su vida entera. El empresario de sí mismo es tanto el emprendedor fogoneado desde la publicidad y el propio gobierno argentino, como también la imagen del trabajador que “gestiona” su propio tiempo, que vive o vivirá en la flexibilidad, que trabaja desde casa, que tiene un rato para ir al gimnasio. El neoliberalismo necesita de sujetos que busquen la optimización completa de sí mismos. A través de técnicas que se filtran capilarmente en nuestras conductas, la racionalidad neoliberal indica imperativos y modelos de vida, y genera curiosas actitudes en los sujetos. Por ejemplo, nuestra obstinada costumbre de continuar utilizando las redes sociales a pesar de que conocemos a ciencia cierta la utilización de datos concretos para su utilización en e-commerce o, incluso, con fines de otra clase de gravedad (el reciente affaire de Facebook lo demuestra). La obsesión por la sanidad, la mixtura entre meditación budista y objetivos occidentales (herramienta de trabajo del equipo de gobierno, entre otras), o nuestra férrea disposición al “Me gusta” son también algunos elementos disciplinadores de la razón neoliberal según Chul-Han. Como lo explica la socióloga Verónica Gago, son dos paradigmas: uno, la comodidad de pensar que el neoliberalismo lo aplican los otros, de arriba hacia abajo, que lo sufrimos únicamente como un modelo económico. El otro paradigma requiere de una reflexión aún mayor, que nos sumerge en el riesgo, y sostiene que la razón neoliberal se impregna en nuestras conductas, nuestras formas de interactuar en la sociedad, con la tecnología, con nuestro trabajo. Que no es una estructura aplicada para nuestra desgracia, sino que opera caóticamente incluso en contextos y situaciones que no imaginábamos y que están muy lejos de las realidades del equipo de CEOs que acelera en su fuerza desreguladora y liberal. ¿Qué cantidad de individuos han formalizado sus relaciones laborales a través de la Ley de Emprendedores? ¿Qué imagen de sí mismos tienen ellos, y cómo se articula esa imagen con la sociedad? ¿Qué tienen en común Andy Freire, el CEO de “Preguntados”, una PyME que comienza sus primeros pasos, una cooperativa de trabajo, y un emprendimiento artesanal? Esas son las preguntas que nos haríamos con el libro de Chul-Han en la mano en la Argentina de hoy, englobadas en una idea macro: hasta dónde la libertad del emprendedorismo es para unos pocos, mientras el peso de convertirse en emprendedores de sí mismos comienza a minar poco a poco la psiquis de los trabajadores que día a día deben refrendar su disposición a ser felices para evitar volverse locos (o como una forma de locura). Más allá de que cada uno adscriba a una visión más o menos rígida sobre cómo interactúan las condiciones estructurales con las condiciones superestructurales de la sociedad, creo que trabajos como el de Byung Chul-Han nos tienen que recordar que hemos aprendido los costos de sobreestimar la capacidad de un discurso para articular con los valores y creencias de los sujetos. Con las críticas pertinentes que se le pueden realizar al surcoreano, situadas en América Latina y en nuestro país, sería prudente abandonar momentáneamente nuestra seguridad, confianza y certeza para decir que los neoliberales son los otros, y reflexionar, con algo más de humildad, cuando sacamos una selfie, participamos de un hashtag o le damos “Me gusta” a la foto de una rica y saludable palta.
(*) Escritor, conductor de Las Lecturas por Radio Gráfica.