Los aceites vegetales comestibles tienen una función vital en nuestro organismo
y constituyen una de las más importantes fuentes de energía, indispensable para
mantener el equilibrio de lípidos, colesterol y lipoproteínas que circulan en la
sangre, proporcionan vitaminas A, D, E y K y aceites esenciales que nuestro
organismo no puede producir; y además, tienen la capacidad de resaltar muchas
de las características sensoriales de los alimentos, como el sabor, el aroma y la
textura.
Precisamente por ser un nutrimento fundamental, el ser humano ha utilizado todo su ingenio para buscar más y
mejores oleaginosas que hace unos dos millones de años el homosapiens adquiría con la recolección de semillas
suaves para consumirlas enteras o trituradas. En términos generales, se puede afirmar que la obtención de esta
fuente de energía empezó a ser muy eficiente a partir de la invención de la agricultura –entre 7 y 4 mil años de
antigüedad - en cinco centros de origen: el olivo, la colza y el lino del Mediterráneo; el maíz, el aguacate, el
algodón, el girasol y el cacao de América; el cártamo de Asia; la soya y el ajonjolí de China, y el coco y la palma
de aceite de la India y África.
Hace unos cuatro mil años que el ser humano descubre el sistema para extraer el aceite líquido de frutos y
semillas oleaginosas, cuando en la India, Turquía y Egipto se inventan sistemas para el descascarillado y fabrican
piedras especiales para la trituración y molienda de las semillas; más tarde en la región del Mediterráneo se
perfecciona el sistema para la trituración y prensado de la oliva.
Desde América en el siglo XVI empieza un intenso intercambio de plantas oleaginosas por todo el mundo, y se
diversifican las técnicas para la extracción y refinación de los aceites y se descubren nuevas aplicaciones. Pero
no fue sino hasta fines del siglo XIX que la industria de aceites, grasas y proteínas vegetales obtiene mejores
aceites gracias al mejoramiento por hibridación de las plantas, el perfeccionamiento de las técnicas agrícolas, y
de las tecnologías para la extracción y refinación de aceites, lo cual le permite una mayor eficiencia para la
obtención de aceites y diversificación de los usos y aplicaciones. El siglo XX es un período de intensificación y
diversificación del comercio mundial de oleaginosas, con lo cual la alimentación también se transforma de una
manera muy importante, de manera que se puede decir que hay una verdadera revolución en los hábitos
alimenticios.
En la actualidad, con los aceites vegetales se prepara una enorme gama de alimentos aromáticos, sabrosos y
nutritivos que van desde el uso de una gran variedad de aceites líquidos para condimentar los alimentos, los
aderezos que cuentan con muchísimos sabores, aromas y texturas, las deliciosas frituras que son parte
indispensable en nuestra alimentación, las mantecas vegetales que se utilizan en panadería y repostería, los
aceites para alimentos enlatados, y muchos otros, hasta llegar al uso generalizado de las pastas proteínicas que
se utilizan en la alimentación de aves, ganado vacuno y lechero y acuicultura.
Se ha descubierto que muchos componentes que se encuentran de manera natural en los aceites vegetales
tienen propiedades beneficiosas para la salud. Una vez aislados y concentrados, algunos de estos principios
activos sirven para tratar una gran cantidad de enfermedades, que van desde el síndrome del intestino irritable
hasta las enfermedades hepáticas crónicas . Del mismo modo, hace tiempo que se conocen las cualidades de
muchos ácidos grasos y otros componentes presentes en los aceites vegetales. Así, la producción de aceites
vegetales funcionales constituye un sector con mucho futuro.
La vitamina E es un poderoso antioxidante y los aceites vegetales constituyen una de las fuentes principales de
esta sustancia. Cada ácido graso tiene además propiedades específicas. El ácido linoleico es un ácido graso
poliinsaturado que permite reducir el nivel de colesterol, y el ácido alfalinolénico también tiene efectos en la
salud del corazón. El ácido ricinoleico es el principio activo del aceite de ricino y es un poderoso estimulante
laxativo, mientras que el ácido gammalinolénico es el principal responsable de los beneficios del aceite de
onagra, que se utiliza entre otras cosas para tratar el dolor de pecho y el eccema atópico.
Los fitoesteroles se encuentran en los aceites vegetales, especialmente en los aceites de germen. Recientemente
se ha hablado mucho de las margarinas enriquecidas con esteroles, ya que permiten reducir el nivel de colesterol
de manera tan efectiva como muchos medicamentos . También se sugiere hoy en día que los niveles naturales
de fitoesteroles presentes en muchos aceites vegetales (aceite de maíz: 968mg/100g, aceite de germen de trigo:
553mg/100g y aceite de oliva: 221mg/100g)* pueden contribuir asimismo a reducir considerablemente el nivel
de colesterol.
Existen otros muchos componentes beneficiosos que se extraen y se concentran a partir de derivados del proceso
de refinado, como los betacarotenos, la vitamina K, la fosfatidilcolina, que se usa en el tratamiento de
enfermedades hepáticas, y la fosfatidilserina, empleada fundamentalmente en la prevención del deterioro
cerebral.
Potencial funcional
Dado que numerosos componentes de semillas oleaginosas ya han demostrado tener propiedades nutricionales
beneficiosas, existen muchas posibilidades de que puedan utilizarse en la elaboración de nuevos aceites
vegetales funcionales. Los aceites con niveles reforzados de principios activos beneficiosos podrían tener un
impacto notable en la salud, dada la cantidad de aceite de cocina y de ensalada que se consume en la mayoría
de los países industrializados. De hecho, en Japón, ya se encuentran aceites con niveles más elevados de vitamina
E y fitoesteroles.
Quizás en el futuro consumamos con toda naturalidad aceites vegetales enriquecidos, de la misma manera que
hoy tomamos pan o aceite de oliva. Los ácidos grasos esenciales
Enfermedad coronaria
La enfermedad coronaria sigue siendo la principal causa de mortalidad entre los hombres y mujeres de Europa
(informe sobre la salud de la OMS, 2002).
Existen varios factores de riesgo asociados al desarrollo de la enfermedad coronaria, entre ellos: la hipertensión,
el tabaco, la inactividad física, la obesidad, la diabetes, los antecedentes familiares y los niveles elevados de
lípidos en sangre (colesterol total, colesterol LDL, triglicéridos). Algunos de estos factores están relacionados con
la dieta, especialmente, los niveles de lípidos en sangre.
¿Qué es el colesterol?
El colesterol es una sustancia grasa que está presente de forma natural en todos los tejidos animales, incluido el
cuerpo humano. Una parte del colesterol es utilizada por el organismo como componente estructural de las
membranas celulares y para la formación de las hormonas sexuales y los ácidos biliares, que ayudan a absorber
y digerir las grasas procedentes de la dieta. Un exceso de colesterol o de triglicéridos en la sangre puede provocar
anomalías cardiovasculares. Más de las tres cuartas partes del colesterol de la sangre son producidas por el
organismo, mientras que el resto procede de nuestra dieta. El colesterol es transportado en la sangre en forma
de lipoproteínas: las LDL (lipoproteínas de baja densidad) y las HDL (lipoproteínas de alta densidad). Una
concentración elevada de colesterol LDL constituye un factor de riesgo de la enfermedad coronaria, por lo que a
veces se denomina "colesterol malo". El colesterol HDL favorece la eliminación del colesterol y se considera que
las concentraciones elevadas del mismo son beneficiosas, por lo que a menudo se denomina "colesterol bueno"
Cuanto más elevado sea el nivel de HDL de una persona menor será el riesgo de que padezca enfermedades
cardiacas. Es conveniente consumir alimentos que ayuden a reducir los niveles de LDL y a elevar o mantener los
niveles de HDL. La actividad física también incrementa los niveles de HDL.
Grasas saturadas
El consumo elevado de grasas saturadas tiene un efecto mucho mayor sobre los niveles de colesterol en sangre
que el consumo de alimentos ricos en colesterol. Está demostrado que las grasas saturadas son el componente
dietético que más influye en los niveles de colesterol total en sangre y de colesterol LDL, pero no todos los ácidos
grasos tienen la misma influencia en el incremento de colesterol. Los ácidos grasos con cadenas medianas (p. ej.:
láurico C12:0, mirístico C14:0 y palmítico C16:0) tienen en general más efecto que los ácidos con cadenas de
mayor longitud
Grasas monoinsaturadas
Existe mucha información en la que se afirma que comer menos grasas puede ser bueno, pero recientemente se
ha comprobado que la ingesta moderada de grasas con una composición adecuada es la mejor manera de
controlar el nivel de lípidos en sangre y de gozar de una buena salud a largo plazo. Esto se debe en gran parte a
que el consumo de cantidades moderadas de grasa ayuda a mantener los niveles de colesterol HDL, el colesterol
"bueno". También puede ayudar a evitar el incremento de triglicéridos en sangre, que a veces se da cuando se
incluyen en la dieta grandes cantidades de carbohidratos, como sustitutos de las grasas (las dietas bajas en grasas
suelen ser ricas en carbohidratos). Un aumento del consumo de ácidos grasos monosaturados puede reducir los
niveles de colesterol LDL, aunque cabe la posibilidad de que este efecto se deba en gran medida a que se reduce
la cantidad de grasas saturadas de la dieta.
Grasas poliinsaturadas
Se ha comprobado que los ácidos grasos de cadena larga de la familia omega-3 que se encuentran en el pescado
protegen contra las enfermedades cardiacas. En los países en los que la población consume una gran cantidad
de pescados grasos, como Japón, la prevalencia de enfermedades cardiacas es proporcionalmente baja. El
consumo habitual de pescado reduce los niveles de triglicéridos en sangre y el riesgo de formación de coágulos.
No parece que estos ácidos grasos de cadena larga del pescado tengan consecuencias beneficiosas sobre el
colesterol en sangre, sino que sus efectos son más bien neutros a este respecto. Los ácidos grasos poliinsaturados
de la familia omega-6 poseen potentes propiedades que contribuyen a reducir el colesterol LDL y protegen contra
las enfermedades cardiacas. Sin embargo, una gran cantidad de grasas poliinsaturadas omega-6 puede reducir
los niveles de colesterol HDL o colesterol "bueno". Por este motivo y por las preocupaciones con respecto al
posible efecto adverso de los ácidos grasos poliinsaturados sobre la oxidación de LDL, es aconsejable no
consumirlos en cantidades excesivas.
El cuerpo humano es capaz de producir todos los ácidos grasos que necesita, excepto dos: el ácido linoléico (LA),
un ácido graso omega-6, y el ácido alfa-linolénico (ALA), un ácido graso omega-3, que deben ingerirse a través
de la alimentación y que por ello se conocen como “ácidos grasos esenciales”. Ambos son necesarios para el
crecimiento y la reparación de las células, y además pueden utilizarse para producir otros ácidos grasos (como el
ácido araquidónico (AA) que se obtiene del LA). Sin embargo, como la conversión en ciertos ácidos grasos es
limitada, se recomienda incluir fuentes de ácido eicosapentanoico (EPA) y ácido docosahexanoico (DHA). El LA y
el ALA se encuentran en los aceites vegetales y de semillas. Aunque en general la cantidad de LA sea muy superior
a la de ALA, el aceite de colza y el de nuez son excelentes fuentes de este último. El EPA y el DHA se encuentran
en el pescado graso (Ej. salmón, caballa, arenque). El ácido araquidónico puede obtenerse de fuentes animales
como la carne y la yema de huevo.
Sin embargo, aún no se ha identificado la proporción asociada con un menor riesgo de padecer enfermedades
cardíacas, y hoy en día algunos expertos sugieren que esta proporción no es tan importante como los niveles
absolutos de consumo. Los datos derivados de un taller realizado en este área concluyen que basta con aumentar
la cantidad de ALA, EPA y DHA consumida en la dieta para lograr el aumento deseado de los niveles de estos
ácidos grasos en los tejidos corporales, y que no es necesario reducir el consumo de LA y ALA3. Además, el
método de la proporción no diferencia entre las dietas con una cantidad adecuada tanto de omega-6 como de
omega-3 y las dietas deficitarias en ambos tipos de ácidos grasos.
Consumo
El consumo recomendado de omega-3 varía entre países, situándose entre el 0,5 y el 2% de la energía total,
mientras que el consumo recomendado de ALA está entre el 0,6 y el 1,2% de la energía, o 1-2 g/día. Un estudio
realizado sobre el consumo alimentario de varios tipos de grasas halló que el consumo real de ALA varía desde
los 0,6 g/d (Francia y Grecia) hasta los 2,5 g/d (Islandia) entre la población masculina y de 0,5 g/d (Francia) a 2,1
g/d (Dinamarca) entre la femenina4. En la mayoría de los casos el consumo es demasiado bajo, por lo que
aumentar el consumo de alimentos ricos en omega-3 sería beneficioso para casi todas las dietas. Esto puede
lograrse, por ejemplo, consumiendo pescado azul una o dos veces por semana, y sustituyendo el aceite de girasol
por aceite de colza.
Las grasas monoinsaturadas son las que tienen un doble enlace y las poliinsaturadas las que tienen dos o más
dobles enlaces. Los ácidos grasos omega-3 y omega-6 son grasas poliinsaturadas, pero su diferencia radica en el
lugar donde ocurre el primer doble enlace. En los ácidos grasos omega-3, el primer enlace doble aparece en el
tercer átomo de carbono, mientras que en los omega-6 el primer doble enlace se da en el sexto átomo de
carbono contando desde el extremo metilo (denominado omega).
Normalmente se recomienda elegir una dieta baja en grasas saturadas y colesterol, y moderada en grasas en
general. Las carnes grasas y los productos lácteos enteros son los alimentos que aportan más grasas saturadas a
la dieta. Las grasas insaturadas provienen sobre todo de los aceites vegetales. Las dietas ricas en grasas
monoinsaturadas y poliinsaturadas bajan los niveles de colesterol “malo”, mientras que las grasas saturadas
provocan su aumento. Por ello, una dieta ideal debería contener más grasas monoinsaturadas y poliinsaturadas
que la dieta europea actual.
Prensado en frío
La presión en caliente de los aceites vegetales
Desde un punto de vista mercantil y de rendimiento, los aceites vegetales pueden estar prensados en caliente
de forma mecánica a temperaturas de 80° a 120°C. Con este objetivo, las materias vegetales de base sufren una
serie de tratamientos químicos muy invasivos (refinamiento, peeling, desodorización, decoloración…) que privan
a los productos terminados de una parte importante de sus vitaminas, ácidos grasos esenciales y antioxidantes.
Los extractos obtenidos son muy estandarizados y poseen una correcta composición pero han perdido todas sus
cualidades nutricionales y sus propiedades cosméticas.
A pesar de esta completa desnaturalización, hay quién todavía se permite llamar a estos productos «aceites no
refinados», «aceites brutos», «aceites crudos», «aceites naturales».
La presión en frío
La presión en frío, es un modo de extracción exclusivamente mecánico que se realiza a baja temperatura,
preservando de este modo la proporción de ácidos grasos esenciales, vitamina E, antioxidantes naturales y no
necesita ningún aditivo. La primera extracción denominada «primera presión» da como resultado un «zumo de
frutas» puro y verdaderamente oleaginoso.
Extracción
La extracción de aceites prensados en frío se sigue realizando hoy en día en forma simple y artesanal. la semilla
se descascara parcialmente y se limpia mediante ventilación y zarandeo para eliminar impurezas. la semilla limpia
se lleva a la prensa: un extrusor a tornillo sin fin. Aquí se vigila especialmente que la temperatura generada por
la presión no supere los 45° C para asegurar la estabilidad molecular de los ácidos grasos poliinsaturados. Se
evita así también la disolución de ceras y otras sustancias.
Durante varios días el aceite bruto decanta en tanques de acero inoxidable. Luego se bombea por un filtro de
algodón descartable y se envasa en botellas de vidrio oscuro o envases de hojalata para evitar la oxidación del
aceite por acción de la luz ultra violeta. El refinado se hace innecesario, y el aceite conserva el suave sabor propio
de la semilla de la cual proviene.
Por estar elaborado con materia prima orgánica debidamente certificada por organismos autorizados, por ser
extraído mediante un procedimiento artesanal de rendimiento reducido y tener un envase que lo resguarde de
la luz, este tipo de aceites llega al consumidor con un valor diferencial.
Debemos tener en cuenta que los diversos aceites (girasol, lino, sésamo, germen de trigo, etc.) con sus
propiedades individuales no son sólo aderezos para las comidas y aporte calórico, sino un alimento esencial:
porque aporta nutrientes que el organismo no puede elaborar por sí mismo a partir de otras sustancias.
Estos nutrientes son la vitamina E o tocoferol y los ácidos grasos poliinsaturados. El tocoferol, por su acción
contra los radicales libres es la vitamina antienvejecimiento y de la fertilidad. Se destruye en los procesos de
refinado de los aceites industrializados, por lo cual debe ser restituida en su forma sintética.
¿Prensado en Frío?
Cuando se trata de aceites delicados, o aquellos en los cuales el sabor o el matiz de sus propiedades son un
componente clave, se necesita tener mayor cuidado en el control de los factores durante el proceso de
elaboración.
Aceites denominados como prensados en frío son en realidad prensados por expulsor en un ambiente con
temperaturas controladas que se mantienen por debajo de los 120 grados F ( digase = 48 grados Celsius ) . Es
importante señalar que mientras que en Europa existen rigurosos estándares para la terminología de prensado
en frío (aceite totalmente sin refinar extraído a temperaturas por debajo de los 122 grados F), la frase "prensado
en frío" ha sido usada erróneamente por muchos años en Estados Unidos, generalmente se la ha empleado como
una técnica de mercadeo para aceites que han sido prensados por expulsor o hasta refinados (que someten al
aceite a temperaturas hasta de 470 grados F).
En la cosmética, para crear una crema, es necesario al mínimo mezclar a alta temperatura (80°C mini) un cuerpo
graso, agua destilada, un emulsionante, un perfume y un conservante antibacteriano necesario por la presencia
del agua. Utilizando excipientes de alta calidad como los aceites vegetales biológicos de primera presión en frío
y combinándolos con aceites esenciales biológicos se puede obtener tratamientos de belleza conteniendo 100%
de principios activos naturales, sin calentarlos y sin necesidad de emplear conservantes.
Prensado en frío:
El prensado en frío se efectúa a una temperatura máxima de 45°C; a continuación, se decanta y se filtra antes de
ser embotellado en botellas opacas. Los aceites prensados en frío no pasan por un refinado adicional. Cabe
destacar que la denominación "prensado en frío" no se ajusta a ningún precepto legal, por lo que los aceites así
comercializados pueden no haber sido sometidos a este proceso.
¿Conoces la chía?
El milagro de la naturaleza, la revelación de los incas.
Son una fuente de salud y vida que durante años nadie ha recordado, pero las
semillas de chía no es un producto nuevo, fruto de la actual fiebre por lo natural
y ecológico sino que ha sido un producto natural consumido de forma habitual
como alimento básico y como solución a muchas de enfermedades por los
antiguos pueblos precolombinos. Una herencia natural que ha estado
desaparecida durante años, olvidada en nuestra dieta y que ahora vuelve a ser
protagonista al comprobarse su excelente potencial nutricional.
Hoy en día numerosos estudios han demostrado las innumerables propiedades beneficiosas para la salud de las
semillas de chía, una semilla milagrosa fuente de energía y vitalidad natural que se puede consumir molida
añadiéndola a cualquier alimento o bebida, o en forma de aceite natural prensando las semillas.
Protege tu salud con un alimento natural considerado como un tesoro digno de dioses. Viejos alimentos que nos
ofrecen un futuro mejor, una bomba natural cargada de antioxidantes, vitaminas, minerales, proteínas y sobre
todo con una gran cantidad de omega 3.
Descubre el secreto de los incas, sus propiedades medicinales y terapéuticas, aumentara tu rendimiento físico, ,
mejorara tu sistema inmunológico aumentando las defensas, fortalecerá tus huesos y tu memoria, reducirá el
colesterol y mejorarán tus digestiones y el tránsito intestina por su alto contenido en fibra, además de luchar
contra el envejecimiento.
El fruto de la eterna juventud, un refuerzo natural para el cuerpo y la mente, un recurso olvidado que te permite
una alimentación saludable y previene enfermedades de forma sencilla y natural.
Tipos de Aceites
Almendra
Este aceite está elaborado con almendras dulces de primera calidad. Su color es
amarillo claro, su sabor es muy suave y sutil y prácticamente no tiene aroma. Es
un aceite recomendado para las personas que gustan de una alimentación sana
y nutritiva y que a su vez disfrutan del sabor característico de cada alimento sin
esconder su sabor.
Avellana
El aceite de avellanas virgen se obtiene por la presión en frío de las semillas de
Corylus avellana, árbol de la familia de las betuláceas.
Chía
El aceite de Chía proviene de una semilla vegetal 100% natural. Es la fuente vegetal más eficiente de ácidos grasos
esenciales Omega-3.
Su consumo diario, permite un rápido balance de los ácidos grasos Omega-3 con los Omega-6, lo que trae consigo
múltiples beneficios.
PARA NIÑOS: ayuda a prevenir problemas de déficit atencional, hiperactividad y agresividad en caso de estrés.
PARA MUJERES EMBARAZADAS Y LACTANTES: ayuda a prevenir la hipertensión durante el embarazo y la
depresión post parto, es indispensable en el desarrollo visual y neurológico del feto, en el sistema inmunológico
y en el desarrollo psicomotor del recién nacido.
PARA ADULTOS: ayuda a reducir el colesterol malo y prevenir enfermedades cardiovasculares, previene
problemas de obesidad, diabetes, depresión, mejora la concentración. La chía se convirtió en un cultivo básico
de civilizaciones precolombinas, quienes utilizaron la semilla de chía como base de su alimentación y para
elaborar medicinas.
La semilla de Chía contiene la mayor fuente natural conocida de ácido linolénico (60%) que tiene muchos usos
en la industria y en la cosmetología. El remanente de la semilla después de exprimida, llamado Aceite de Chía,
tiene un alto contenido de proteínas y fibra, pudiendo utilizarse como alimento humano y animal.
Por otra parte , hay que tener en cuenta que la contaminación planetaria también afecta a los peces, de forma
que en sus grasas se pueden hallar diversas cantidades de productos químicos y tóxicos contaminantes, entre
los que se encuentran el bifenilo policlorinado, metales como el mercurio, o contaminantes como la dioxina. Ello
implica que los procesos de refinado o destilación a los que se someten estos aceites de pescado, deben ser muy
eficientes para evitar la presencia de estas sustancias nocivas. La autoridad de Alimentos Seguros de Irlanda
(IFSA), realizó una encuesta para examinar la contaminación de dioxina y PCB en aceite e hígado de pescado
vendidos en el país para consumo humano. IFSA determinó que la cápsulas de aceite de pescado, utilizadas como
complemento nutricional, presentaron exceso en los rangos fijados por la Unión Europea: diez de los quince
suplementos analizados dieron niveles mayores a los permitidos (Food Safety Authority of Ireland, 2002).
Aceite de Linaza
Se obtiene del prensado en frío de las semillas de lino. El aceite obtenido es de
color amarillo intenso y de un suave olor bien característico. Su consumo ha sido
durante años de uso medicinal ya que disminuye el nivel de colesterol, protege
el corazón de sufrir infartos y controla la presión arterial. También controla el
estreñimiento, hemorroides y cálculos biliares.
Barí Esfera