COAUTORES:
Printed in Argentina
Cuando hace casi tres años comenzamos con un grupo de jóvenes docen-
tes de la Facultad de Derecho de la U.B.A.los trabajos que llevaron a la publi-
cación de este Código Anotado, no teníamos ninguna certeza de alcanzar el
punto que hemos logrado. Mirando hoy para atrás, la satisfacción es grande.
Lo es no sólo por haber completado la obra sino porque ella cumplió, y
habrá de seguir cumpliendo, los propósitos principales que nos fijamos al
emprenderla.
Ante todo, corresponde aclarar por qué trabajamos de manera que el
Libro Segundo del Código Penal fue objeto del tomo publicado en primer
término, y ahora damos a las prensas el análisis del Libro Primero. El trabajo
del seminario inicial, que se había propuesto como un relevamiento de las
figuras de la parte especial, fue creciendo por sí mismo hasta alcanzar su
publicación hace un año. Empero, esa falta de cronicidad puede haber ayu-
dado a un propósito más importante.
Dos mil cuatro fue un año en que buena parte de la opinión pública y los
medios reaccionaron irracionalmente ante un aumento de la frecuencia de
delitos graves, exigiendo el dictado de medidas legislativas que parecían orien-
tadas a aquella situación que describía Bertrand de Jouvenel en el país en
donde todo aquello que no estaba prohibido, era obligatorio.
La publicación de la parte especial del código pretendió facilitar a los
colegas procesar ese aluvión legislativo y, sobre todo, aspiró a mostrar que
una interpretación lúcida y responsable de los textos vigentes tornaba inne-
cesaria la multiplicidad de normas, que sumaban superposiciones y contra-
dicciones.
Desgastada hoy aquella tendencia, es de esperar que la publicación de
este tomo pueda contribuir a contrarrestar la inclinación de algunos magis-
trados a incrementar la punición por el riesgoso camino de utilizar, frecuente
y promiscuamente. categorías de la teoría del delito que deberían ser objeto
de un uso muy prudente por parte de los jueces.
Así, el desmedido empleo de conceptos dogmáticos como el dolo even-
tual y la omisión impropia, o la proliferación de figuras consideradas de pe-
ligro abstracto, por ejemplo, ha conducido -en ocasiones- a sentencias que
parecen destinadas a convertir a Adán y Eva en responsables de todos los
delitos o, al menos, al carpintero del adulterio cometido en la cama que cons-
truyó.
En las páginas que ahora publicamos se intenta. por el contrario, explicar
esas categorías sofisticadas con una hermenéutica que prevenga la suerte de
esnobismo penal que asomó en esos fallos.
Nuevamente, ha sido el propósito de quienes hemos trabajado en ellas
brindar a los colegas de la justicia y el foro un instrumento útil para encarar
con rapidez el encuadre de los casos y, a partir de allí, profundizar su análisis
con otras fuentes doctrinarias y jurisprudenciales.
Recibimos elogios por haberlo logrado en el tomo correspondiente al
Libro Segundo, que esperamos se repitan respecto de esta parte de la obra.
La tarea de unos y otros, como era natural, no ha sido pareja. Un grupo
encabezado por Mauro Divito e integrado por Santiago Vismara, Guido
Otranto e Ignacio Iriarte, tomó sobre sí la responsabilidad de una revisión de
la tarea general, no sólo para evitar contradicciones, sino también para corre-
gir, en consulta conmigo, algunos puntos del trabajo realizado por los demás
sobre capítulos específicos.
La satisfacción, como ya he dicho, es grande. Esperemos que la acogida
que tenga la obra por sus destinatarios, la confirme.
No descartamos realizar un tercer tomo destinado a las principales leyes
penales especiales de naturaleza federal: propiedad intelectual, estupefacien-
tes, régimen penal cambiario, régimen penal tributario, y algunas otras más
que ahora se me escapan.
Agradezco finalmente a los coautores que, con su trabajo e inteligencia,
han permitido que me asigne el resultado de una labor que, en muchos casos,
ha sido superior a la mía.
ELDIHECTOR