Durante las últimas clases de Profundización en la Fe y en los encuentros formativos hemos estados estudiando El Credo, nuestro compendio que guarda todas las verdades de fe, y al estudiar las tres personas de la Santísima Trinidad y ver como las tres se unen en una sola esencia parece algo grande que nos impulsa a vivir lo que profesamos con radicalidad, con entrega, con confianza como lo realizó el padre jesuita Frans en Siria. En efecto cada día el Señor llama a muchas personas a ser sus discípulos-misioneros, un binomio inseparable que nos puede costar hasta la propia vida, el mejor ejemplo lo percibimos de Cristo y lo podemos palpar en este sacerdote que decide perder su vida por el Reino de los Cielos, entregarse a acompañar a todos los habitantes de Siria y hacerse uno con su pueblo, con su sufrimiento y configurarse con Cristo: Sacerdote, Victima y Altar. No obstante, este testimonio nos aviva a creer en lo que profesamos todos los domingos en la Eucaristía, lo que profesaron nuestros padres y padrinos en nuestro bautismo y nos evoca a escudriñar más las Sagradas Escrituras para el conocimiento de Dios que se hace uno con nosotros. Asimismo podemos ver como la fuerza del Espíritu Santo puede actuar en los que verdaderamente se lo permiten y no colocan impedimentos a la llamada universal del Señor vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio (cf. Mt 28, 19), y esta efusión puede alcanzar en nosotros cosas increíbles, dolorosas y hasta injustas por las que Dios se vale para seguir realizando su misión. En el credo niceno-constantinopolitano profesamos que creemos “en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, y que recibe una adoración y gloria” esta convicción nos debe transformar para seguir confirmando con fe firme y entrega generosa nuestro “sí” que cada mañana al levantarnos ratificamos y cada noche al acostamos agradecemos. Finalmente El Credo no es una simple oración que alguien inventó para sentirnos bien, para rezarlo corriendo. No, El Credo es nuestra forma de vivir, es el testimonio que damos a las demás personas, es el compromiso con que vivimos el llamado que Dios ha querido realizarnos. El Credo es configurarnos con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo de una manera radical, es dejarlo todo para tenerlo todo siguiéndolo a Él.