Un aspecto del desarrollo moral implica entender a “las personas importantes” que nos
rodean. ¿Cómo aprendemos a interpretar los pensamientos y los sentimientos de los
demás?
Hacia los dos o tres años de edad, los niños empiezan a desarrollar una teoría de la
mente, es decir, entienden que los demás también son personas con sus propias mentes,
pensamientos, sentimientos, creencias, deseos y percepciones (Flavell, Miller y Miller,
2002). Los niños necesitan una teoría de la mente para que la conducta de los demás
tenga sentido. Alrededor de los dos años, los niños tienen un sentido de la intención, al
menos de sus propias intenciones. Conforme desarrollan una teoría de la mente, también
son capaces de entender que las demás personas tienen sus propias intenciones.
Conforme los niños maduran, son más capaces de evaluar y de tomar en cuenta las
intenciones de los demás.
Al desarrollar una teoría de la mente, los niños son cada vez más hábiles para entender
que las otras personas tienen sentimientos y experiencias diferentes y que, por lo tanto,
podrían tener puntos de vista o perspectivas distintas. Esta habilidad para considerar el
punto de vista del otro se desarrolla con el tiempo, hasta ser bastante compleja en los
adultos. Ser capaz de entender la manera en que otros podrían pensar y sentir es
importante para fomentar la cooperación y el desarrollo moral, disminuir los prejuicios,
resolver los conflictos y fomentar conductas sociales positivas en general (Gehlbach,
2004).
Robert Selman (1980) desarrolló un modelo de etapas para describir la habilidad para
considerar el punto de vista del otro. Conforme los niños maduran y pasan a un
pensamiento operacional formal, toman más información en cuenta y reconocen que las
diferentes personas pueden reaccionar de manera distinta ante la misma situación. En
cierto momento entre los 10 y 15 años de edad, la mayoría de los chicos desarrollan la
capacidad para analizar las perspectivas de varios individuos implicados en una
situación, desde el punto de vista de un observador objetivo. Por último, los adolescentes
mayores y los adultos incluso pueden imaginar la manera en que distintos valores
culturales o sociales podrían influir en las percepciones del observador. Aun cuando los
niños atraviesan esas etapas, podría existir una gran variación entre niños de la misma
edad. Los estudiantes que tienen problemas para tomar en cuenta la perspectiva de otros
podrían sentir remordimientos cuando tratan mal a los pares o a los adultos. Si el maltrato
no forma parte de un trastorno emocional o conductual más profundo, la ayuda del
profesor para considerar el punto de vista del otro podría ser útil (Berk, 2005).
Otra área que se relaciona con el desarrollo moral es la comprensión de las reglas. Para
los niños pequeños, las reglas simplemente existen. Piaget (1965) llamó a esto el estado
de realismo moral. En esta etapa, el niño de cinco o seis años cree que las reglas acerca
de la conducta o las reglas que indican cómo practicar un juego son absolutas y no
pueden modificarse. Si se infringe alguna regla, el niño cree que el castigo debe
determinarse de acuerdo con la magnitud del daño causado, y no por las intenciones del
niño ni por otras circunstancias. De esta forma, romper tres vasos de manera accidental
es peor que romper uno intencionalmente y, a los ojos del niño, el castigo por romper los
tres objetos debería ser mayor. Conforme los niños interactúan entre sí y ven que
distintos individuos tienen reglas diferentes, experimentan un cambio gradual hacia una
moralidad de cooperación. Los niños comienzan a entender que las personas elaboran
las reglas y que ellas mismas pueden cambiarlas. Cuando las reglas se desobedecen,
se toman en cuenta tanto el daño producido como la intención del infractor.
La teoría del desarrollo moral propuesta por Lawrence Kohlberg (1963, 1975, 1981) se
basa, en parte, en las ideas de Piaget descritas anteriormente; Kohlberg evaluó el
razonamiento moral tanto de niños como de adultos al plantearles dilemas morales, o
situaciones en las que las personas deben tomar decisiones difíciles y expresar sus
razones. Con base en el razonamiento de los sujetos, Kohlberg propuso una secuencia
detallada de etapas del razonamiento moral, o juicios acerca de lo correcto y lo
incorrecto. Dividió el desarrollo moral en tres niveles: 1. preconvencional, donde el juicio
se basa tan sólo en las propias necesidades y percepciones de un individuo; 2.
convencional, en el que se toman en cuenta las expectativas de la sociedad y de la ley;
y 3. posconvencional, donde los juicios se basan en principios de justicia abstractos y
más personales, que no necesariamente están definidos por las leyes de la sociedad.
El razonamiento moral se relaciona tanto con el desarrollo cognoscitivo como con el
emocional. El pensamiento abstracto se vuelve cada vez más importante en las etapas
más elevadas del desarrollo moral, conforme los niños pasan de las decisiones basadas
en reglas absolutas a las que se fundamentan en principios abstractos como la justicia y
la compasión. La capacidad de entender la perspectiva de otro individuo, de juzgar las
intenciones y de utilizar el pensamiento operacional formal para imaginar bases
alternativas de las leyes y reglas también son juicios de las etapas más avanzadas.
En la vida cotidiana tomar decisiones morales implica algo más que razonar. Las
emociones, las metas en competencia, las relaciones y las consideraciones prácticas
influyen en las decisiones. Es probable que las personas sean capaces de razonar a
niveles más elevados, pero que tomen decisiones de niveles inferiores, con base en
estos otros factores (Carpendale, 2000). Kohlberg enfatizó el razonamiento cognoscitivo
sobre la moralidad; no obstante, relegó otros aspectos de la madurez moral, como el
carácter y la virtud, que funcionan para resolver problemas morales cotidianos (Walker y
Pitts, 1998).
Interesarse por los alumnos y ayudarlos a aprender a interesarse en los demás se ha
convertido en un asunto de suma importancia para muchos educadores. Nel Noddings
(1995) instó a que los “temas del interés” se utilicen para organizar el currículo. Algunos
posibles temas incluyen “el interés por uno mismo”, “el interés por la familia y los amigos”
y “el interés por los extraños y el mundo”. Con base en el tema del “interés por los
extraños y el mundo”, existirían unidades sobre la delincuencia, la guerra, la pobreza, la
intolerancia, la ecología o la tecnología.
Para los profesores, las situaciones “correctas e incorrectas” más comunes implican las
áreas moral y convencional. En el área moral, los niños, que inician con unas cuantas
ideas básicas sobre lo correcto e incorrecto (“es incorrecto lastimar a los demás”),
atraviesan las siguientes etapas: la idea de que la justicia implica un trato igualitario para
todos; el reconocimiento de la equidad y de las necesidades especiales; una integración
más abstracta de la equidad y la igualdad, junto con una idea de interés en las relaciones
sociales; y, por último, en la adultez, la idea de que la moralidad implica benevolencia y
justicia, y que los principios morales son independientes de las normas de cualquier
grupo específico.
En el área convencional, los niños primero creen que las cosas que observan
regularmente son reales y correctas: por ejemplo, los hombres usan el cabello corto y las
mujeres lo usan largo, y así es como debe ser. Conforme maduran, observan las
excepciones (hombres con cola de caballo, mujeres con cabello muy corto) y se dan
cuenta de que las convenciones son arbitrarias. Luego, los niños entienden que las
reglas, aunque sean arbitrarias, están hechas para mantener el orden, y que las
personas con autoridad establecen las reglas. Sin embargo, al principio de la
adolescencia, los chicos empiezan a cuestionar esas reglas. Como son arbitrarias y
fueron establecidas por otros, quizás “sólo sean” expectativas sociales.
Nucci (2001) ofrece varias sugerencias para crear una atmósfera moral en el salón de
clases. Primero, es importante establecer una comunidad de respeto mutuo y calidez,
con una aplicación justa y consistente de las reglas. Sin una comunidad como ésta, todos
los intentos por crear un clima moral serán inútiles. Segundo, las respuestas de los
profesores a los estudiantes deben ser adecuadas al dominio de la conducta, ya sea
moral o convencional. En el tercer dominio, el personal, los niños deben determinar
cuáles decisiones y acciones provienen de sus elecciones personales, y cuáles
decisiones son elecciones personales externas. Este proceso es la base para desarrollar
conceptos morales relacionados con los derechos individuales, la justicia y la
democracia. En este caso, es probable que distintas culturas tengan ideas muy diferentes
acerca de la decisión individual, la vida privada y el papel que desempeña la
individualidad en la sociedad en general.
Finalmente, debemos integrar las creencias y los valores morales con el sentido total de
lo que somos, con nuestro autoconcepto. La tendencia de una persona a comportarse
de forma moral depende en gran medida del grado en que las creencias y los valores
morales estén integrados en la personalidad y en el sentido que uno tiene de sí mismo.
Así, la influencia que nuestras creencias morales tienen en nuestra vida depende de la
importancia personal que, como individuos, les concedemos; debemos identificarlas y
respetarlas como propias. (Arnold, 2000, p. 372).