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La Restauración Monárquica (1815 -1848)

Posted on March 19, 2013

(Cuadro “El Congreso de Viena”, por Jean-Baptiste Isabey, 1819.)


La restauración monárquica es un proceso que se inicia después de la derrota de Napoleón[1], donde los
países vencedores convocaron el Congreso de Viena para decidir la repartición de los territorios
anexionados durante la era napoleónica y a su vez, restablecer las monarquías absolutas.
Durante el mes de septiembre de 1814 se convocó un congreso en Viena, que duraría 10 meses para
decidir como Europa se iba a reordenar después de la guerra. En el tránsito de este congreso, Napoleón
sería derrotado definitivamente en la batalla de Waterloo en 1815 por las fuerzas opositoras a su imperio.
Prusia, Austria, Rusia y Gran Bretaña lograron detener el feroz avance que implicaba este enemigo común,
poniéndole fin a las aspiraciones de Francia por su predominio en Europa.

El congreso de Viena tenía por objetivos dos puntos, la legitimidad y el equilibro del poder. En cuanto al
primero la legitimidad se refería al derecho hereditario de los monarcas a gobernar, apelando al derecho
divino estos defendían las bases del antiguo régimen absolutista. El pensamiento conservador de los
monarcas era en rechazo a los que ellos llamaban ilegítimos a los gobiernos instaurados por la fuerza en
base al liberalismo político. Estos principios nacidos de la revolución francesa y que habían desplazado el
gobierno absoluto de los reyes.

La legitimidad fue por lo tanto, el principio base para la restitución de los reyes a sus tronos depuestos por
Napoleón. Entre algunos reyes que volvieron al poder de sus reinos están, Fernando VII en España cautivo
durante la ocupación francesa. En el caso de la derrotada Francia, se buscó al pariente más cercano a la
familia real Borbónica, a Luis Estanislao Javier hermano de Luis XVI guillotinado durante la etapa de la
convención, quien se proclamo rey de Francia con el Título de Luis XVIII.

El segundo objetivo del Congreso de Viena, el equilibrio del poder, los países reunidos en el congreso sabían
que no podían volver a ser sometidos por una potencia militar mayor. Por eso se buscaban mediante
acuerdos diplomáticos y no por la guerra lograr establecer un orden y paz en los territorios de
toda Europa, siendo este un factor común a perseguir por todas la potencias. No obstante, Henry Kissinger
en su obra la diplomacia afirma:

Paradójicamente, este orden internacional, que fue creado en nombre del equilibrio del poder más
explícitamente que ninguno anterior o posterior, era el que menos dependía del poder para mantenerse. Este
singular estado de cosas ocurrió en parte porque el equilibrio estaba tan bien planeado que sólo podía ser
roto por un esfuerzo de magnitud excesiva. Pero la razón más importante fue que los países del continente
europeo se encontraban unidos por un sentido de valores compartidos. No solo había equilibrio físico, sino
moral. El poder y la justicia se encontraron en sustancial armonía”[2]

(arriba, imagen de Los Monarcas que integraron la Santa Alianza, a la izquierda,El zar Alejandro I de Rusia,
en el centro, el rey Federico guillermo III de Prusia y a la derecha al final, el emperador Francisco I de Austria)
Uno de los grandes logros que se dan en los acuerdos del congreso de Viena es una paz de casi un siglo que
evita que ocurra un enfrentamiento directo entre las naciones. Los otros objetivos, estaban el de lograr una
apoyo mutuo entre los monarcas y también, las de aplastar el legado revolucionario y todo lo que se había
alcanzado con él.

El equilibrio del poder se manifestó en el reparto de los territorios por parte de las potencias que salieron
victoriosas de la guerra contra Napoleón. Entre las potencias que se hicieron partícipes del congreso
precedido por el canciller austriaco, Von Metternich están también Francisco I por Austria, el Zar Alejandro
I por Rusia, Federico Guillermo III Por Prusia. En representación del gobierno Británico el Lord Castlereagh
y finalmente, en representación de Francia el ministro Talleyrand .Este hecho marco una nueva e
importante configuración territorial en el mapa europeo.
La restauración del absolutismo monárquico fue vista por parte de los opositores a este régimen un
hecho nefasto y de rechazo. La soberanía popular principio basado en gobernarse libremente por los
pueblos, se veía aplastado por el regreso de la monarquía absoluta. En rechazo a esto, los liberales
provocaron un doble movimiento marcado por un fuerte sentimiento nacional y liberal donde apelaba la
existencia de gobiernos constitucionales.

Los soberanos en vista de este movimiento liberal, lanzaron contra ella una lucha común entre los
monarcas estableciendo una alianza militar, la Santa alianza. Esta era una verdadera sociedad de reyes
donde al principio se mantenía un fuerte sentimiento religioso a través del zar de Rusia, Alejandro I.
Este proponía una verdadera unión fraternal cristiana entre los pueblos reinantes. Esta idea se menciona
en el artículo primero del acta de la santa alianza que señala:

“En conformidad con las palabras de las Santas escrituras, que ordenan a todos los hombres considerarse como
hermanos, los tres monarcas contratantes quedan unidos por los lazos de una fraternidad verdadera e
indisoluble y considerándose como compatriotas, se prestarán en toda ocasión y en todo lugar asistencia,
ayuda y socorro; mirando a sus súbditos y ejércitos como padres de familia, los dirigirán en el mismo espíritu
de fraternidad de que están animados para proteger la religión, la paz y la justicia”[3]
Sin embargo, con la influencia del canciller de Austria, Metternich, la Santa alianza se convirtió en una
herramienta eficaz para combatir las amenazas revolucionarias. Esto impidió que se alzaran contra
cualquier reino, para eso estableció que los soberanos se reunieran cada cierto tiempo para acordar
decisiones y organizarse. A esta forma se le conoció como el sistema Metternich, donde un gobierno absoluto
que se viera amenazado por una revolución de corte liberal, recibiera un apoyo de intervención militar de
inmediato por parte de los demás soberanos para aplastar tal revolución. Es así que en 1815 firman los
reinos de Austria, Rusia y Prusia, como al mismo tiempo lo hacia Francia a la cual no se le dejo fuera para
mantenerla a raya y evitar que volviera a transformase en una amenaza, también se agregó al tratado
España.

Finalmente los acuerdos establecidos en el congreso de Viena son cuestionados cuando comienza
a desarrollarse fuertes movimientos revolucionarios quienes marcados por los ideales del liberalismo y el
nacionalismo[4]. Se opondrán a los gobiernos despóticos. Las primeras se darán entre los años de 1820
y 1930 consideradas Alzamientos liberales y nacionalistas, apaciguados rápidamente por el actuar de la
Santa alianza. Sin embargo, no se pudo contener por mucho tiempo las aspiraciones liberales de aquellos
grupos. Por otro lado la revolución de 1848 Pondrá fin a las aspiraciones de los reyes en la
restauración basada en los principios Monárquicos absolutista.
En esta revolución se logra obligar a varios soberanos adoptar monarquías constitucionales o
parlamentarias, con la aprobación del sufragio universal. Las únicas que se mantendrán al margen, será la
lejana Rusia con las políticas zaristas hasta la revolución Rusa en 1917 y por otra parte Inglaterra.

Si bien, en los primeros años la Santa alianza mediante el sistema Metternich logró operar exitosamente, el
legado de la revolución francesa pudo extenderse por toda Europa gracias al expansionismo
militar durante la era napoleónica. Lo anterior permitió hacer un cambio de mentalidad en la sociedad
quienes vieron en el liberalismo y nacionalismo la clave para iniciar nuevos gobiernos con base democrática.

[1] Napoleón Bonaparte fue un general de guerra hijo de una familia de la pequeña nobleza corsa. En 1804
se coronó emperador de los franceses conquistando gran parte de Europa y estableciendo las reformas e
ideas políticas nacidas de la revolución Francesa. La unión de las potencias opositoras, lograron vencerle
en el año de 1814, desterrado a la isla Elba. Logrando escapar de ella volvió al poder de Francia, para ser
derrotado definitivamente en la batalla de Waterloo en 1815, siendo desterrado a la isla Santa Elena donde
posteriormente falleció

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