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Diálogo Nacional:

Promoción de la salud sexual y reproductiva en la reforma del sector salud


INAP. Universidad de Chile. Sala Ignacio Domeyko
21-22 de agosto del 2003.

Derechos sexuales y reproductivos y los hombres


José Olavarría1
FLACSO-Chile

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1.- El debate internacional

El debate acerca de los derechos sexuales y reproductivo está directamente asociado


al movimiento feminista y los derechos que las mujeres tienen sobre su cuerpo,
sexualidad y reproducción. Sus referentes principales son la CEDAW (Convención
contra todo tipo de discriminación hacia la mujer), el Plan de Acción de El Cairo, la
Plataforma de Acción de Beijing y El Cairo y Beijung +5. Su objetivo político es alcanzar
la igualdad entre hombres y mujeres, entendida como la situación en que mujeres y
hombres gocen de la misma condición jurídica y social.

La mención de los hombres y su incorporación a la salud sexual y reproductiva se


produce en los años recientes cuando se expresa la preocupación por el rol y la
participación que deberían tener éstos en la salud sexual y reproductiva de las mujeres.
Surge en el contexto de la acción de los movimientos de mujeres del mundo, en su
búsqueda de equidad de género y reconocimiento de derechos. Es una problemática
que adquiere relevancia a partir de la realización de la Conferencia Internacional sobre
Población y Desarrollo (El Cairo, 1994), oportunidad en que se formula por primera vez
en forma explícita la necesidad de considerar a los varones y sus responsabilidades en
las políticas relativas a población, desarrollo y equidad de género. Se trata de un campo
de estudio en proceso de constitución -en una etapa inicial de desarrollo-, de
documentación de las formas que asume la participación de los varones en la salud
sexual y reproductiva de las mujeres. Las elaboraciones conceptuales y de interés
teórico son las menos y por lo tanto, los trabajos existentes se sitúan en algunas
perspectivas teóricas generales de los estudios de género, las que no han construido
este tema como objeto de estudio propiamente tal. Ello es un punto de partida que ha

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Sociólogo, profesor investigador FLACSO-Chile, Doctorando en Ciencias Sociales, UBA, con apoyo de Progresar.
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Los planteamientos de este punto han sido desarrollados en los trabajos: José Olavarría (2003) “La invisibilidad de los hombres
en la sexualidad y la reproducción y sus consecuencias en la responsabilidad. Notas para el debate” y José Olavarría, Teresa
Valdés, investigadores responsables, Gabriel Guajardo, investigados asociado, Rodrigo Parrini y Tatiana Tomicic investigadores
asistentes (2003) “Panorama de la investigación sobre el rol y las responsabilidades de los hombres en la salud sexual y
reproductiva de las mujeres. Identificación de tendencias emergentes. Vacío y desafíos (1994-2002)”. Documento preparado para
INSTRAW.

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condicionado los desarrollos conceptuales, las investigaciones y también las propuestas
de políticas, al no existir estudios demográficos ni investigación de salud y biomédica
que permitan reconocer y “construir la realidad” social de la reproducción de los
hombres. De allí que las propuestas que surgen tienden a tener un profundo sentido
normativo, de “deber ser”, que no reparan en las condicionantes estructurales y
culturales de esas conductas masculinas, y de las relaciones y dinámicas de género
propiamente tales; asimismo, enfatizan un marcado interés en el cambio de las
conductas de los varones.
En el marco de este análisis resulta fundamental examinar la noción de “responsabilidad” utilizada
reiteradamente en los documentos de los organismos de Naciones Unidas, en la medida en que es el
punto de partida para la elaboración de propuestas de políticas que buscan la equidad de género. En el
lenguaje corriente la noción de “responsabilidad” se opone a “irresponsabilidad”, a un “obrar equivocado”,
a acciones reprensibles. Se asocia con un llamado de atención a actuar “responsablemente” a aquellos
que no lo hacen. Este ha sido uno de los usos que se ha dado con mayor frecuencia a la noción de
responsabilidad en el Programa de Acción de El Cairo y que se reitera luego en parte importante de las
investigaciones e intervenciones a las que da origen en el campo de la salud sexual y reproductiva. Tiene
un componente fuertemente normativo, de deber ser.

El uso de la noción de responsabilidad califica implícitamente las acciones de los hombres, sea su
realización u omisión y las asocia a los posibles efectos negativos que tienen sobre la salud reproductiva
de las mujeres. Las limitaciones del término, en su sentido común, han llevado a buscar otros que
permitan incorporar actitudes positivas, como por ejemplo “participación” o “involucramiento” de los
hombres, en contraposición a “responsabilidades”, pero sin preguntarse en profundidad qué se quiere
afirmar cuando se habla de “responsabilidad”, “participación” y/o “involucramiento” de los hombres en la
salud sexual y reproductiva y en los derechos reproductivos de las mujeres.

Las investigaciones con hombres en Chile y en diversos países de América Latina revelan que una de las
expresiones del uso de recursos de poder por parte de los varones es, precisamente, el sentido que
adquiere la noción de responsabilidad para ellos. El modelo dominante de masculinidad permite a los
varones justificar prácticas contradictorias como “responsables”, liberándoles subjetivamente de las
obligaciones que tienen en las consecuencias de dichas prácticas, pero que sienten como “honorables”
en la construcción de sus propias biografías. Un varón puede ser responsable tanto asumiendo la
paternidad de un hijo como no haciéndolo. Castigando o no a su mujer e hijo cuando estima que se le
perdió el respeto. En algunos casos los padres asumen su paternidad, y el embarazo de la pareja los
lleva a convivir/casarse con ella, especialmente a varones de sectores populares cuando hay una
relación de afecto/amorosa; en otros casos, niegan su paternidad, porque ponen en duda si ellos
efectivamente son los padres, aun cuando tengan conciencia de que eran la única pareja sexual de la
embarazada.

La ausencia de un debate profundo sobre la responsabilidad de los hombres en la salud


sexual y reproductiva de las mujeres ha llevado a que prevalezcan nociones asociadas
a acciones reprensibles, a partir de una mirada más bien normativa. La responsabilidad
de los hombres estaría basada, según esta visión, en su disposición para “flexibilizar
sus roles” como hombres o padres. Este supuesto sitúa el problema en la subjetividad
de los varones más que en su identificación con el/a otro y en las obligaciones que
generan sus acciones en relación con las mujeres y los niños. En este plano los
varones sienten que la reproducción y la fecundidad son cuestiones de mujeres. No se
confrontan con una “realidad” que les muestre su capacidad reproductiva y fecunda. No
hay información demográfica, el discurso es débil cuando lo hay; los/as profesionales
que trabajan cuestiones relativas a familia, salud, educación y población, en general, las
desconocen, y las agencias e instituciones de los/as que forman parte no las incluyen
en sus programas y políticas. La persistencia en su invisibilidad como reproductores y
fecundos no permite que se reconozcan como tales, aunque gocen del poder que les ha

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otorgado esta situación. Subjetivamente no se sienten participes activos, salvo en
momentos específicos, de la concepción, embarazo, parto y crianza de sus hijos. La
responsabilidad se relativiza y no hay recursos sociales que los obliguen, en última
instancia, a asumir las consecuencias de su actividad sexual.

En el campo de los derechos, no se asocia la responsabilidad de los varones con la


construcción de éstos ni con el empoderamiento de la mujer como un recurso para su
propio beneficio, que les permita establecer relaciones horizontales, adultas, más
equitativas con quienes aman, procrea y crían. Si los derechos sexuales y reproductivos
de las mujeres, que están en las agendas nacionales e internacional, apuntan al
empoderamiento de las mujeres y a señalar lo que esperan de los hombres en relación
a ellas ¿Cómo se construyen derechos, en este campo, en el que los hombres puedan
reconocerse e involucrarse y asumir responsabilidades y obligaciones en función de
ellos, más allá de las consideraciones subjetivas?

La invisibilidad de los hombres en la reproducción en Chile


La vida cotidiana de hombres y mujeres en los últimos 30 años en Chile se ha visto afectada en las
condiciones de sus trabajos, ingresos y calidad de vida; en las dinámicas familiares y en la intimidad entre
sus miembros. La separación de lo público y lo privado, entre hombres y mujeres, se resquebrajó al
parecer definitivamente, con la participación masiva y creciente de las mujeres en el mercado de trabajo y
la redefinición de su maternidad y crianza en relación al trabajo remunerado y la vida familiar. Las
mujeres ya no son sólo o preferentemente de la maternidad y la crianza, además son activas
participantes en el mercado de trabajo, la educación, y en alguna medida lo comienzan a ser en la
política.

Pero, el espacio de lo privado, de la reproducción, de la crianza sigue siendo de las mujeres. Los
hombres, en general, no vienen a cubrir las prestaciones que tradicionalmente han dado las mujeres.
Pese a que en las investigaciones con hombres se observan demandas que van más allá de su calidad
de proveedores en relación a su pareja e hijos. Los jóvenes especialmente manifiestan su interés en
involucrarse activamente en la reproducción, en ser partícipes conscientes en la concepción de sus hijos
o de la contracepción, así como en su crianza y acompañamiento, pero es evidente que no es suficiente
la declaración de deseos o el participar en ocasiones o durante un cierto período de tiempo en
actividades de este tipo para que se avance en este sentido. Por mucho que haya interés subjetivo por
reconocerse y ser activo en la reproducción en algunos varones o en muchos hay una orden social y
sanitario que lo hace extremadamente difícil, por el contrario este orden reafirma su calidad de padres,
como protectores y proveedores de sus hijos, y como observadores de la reproducción de sus mujeres.

Este orden, que es parte de nuestra cultura ha centrado en la madre la reproducción; el


binomio madre-hijo ha estado en el centro de las políticas de salud pública, así lo
ratifica el discurso público y la interpretación de los datos que producen la “realidad” de
la reproducción; ésta corresponde a las mujeres. Ellas son las fecundas y las
responsables de la reproducción; los hombres tienen una participación ocasional y
(casi) accidental en la fecundidad de las mujeres. Pasado el momento de la concepción,
si es que hay coito, o incluso desde la inseminación artificial misma –cuando se hace
uso de bancos de semen- la fecundidad es un espacio feminizado.
Si uno se detiene en cada uno de los momentos de la reproducción se encuentra con que la mujer y su
cuerpo es el objeto principal de atención e intervención. Y ha habido motivos importantes para que ello
sea así.

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Con orgullo se muestran los indicadores sanitarios relativos a la salud reproductiva de Chile: baja
mortalidad materna, baja mortalidad infantil, distanciamiento de los embarazo en las mujeres, disminución
de la tasa global de fecundidad, incremento de la esperanza de vida. Ello ha sido fruto de un proceso
que se inició en las primeras décadas del siglo XX, con Salvador Allende entre sus precursores, al
estructurar un sistema sanitario y de salud pública que permitiera condiciones sanitarias adecuadas,
atención prenatal para la embarazada, asepsia en el momento del parto mediante la internación en una
maternidad u hospital y cuidado y alimentación para el niño. En la década de los sesenta, durante el
gobierno de Frei Montalva, se introducen masivamente los anticonceptivos femeninos como forma de
disminuir los valores que tenían los indicadores antes mencionados. Las consecuencias son bastamente
conocidas y reconocidas. Pero ello implicó traspasar cada uno de los pasos de la reproducción
(concepción, contracepción, embarazo, parto, infancia) desde los núcleos familiares al sistema de salud,
institucionalizando la reproducción. Se medicalizó, por decirlo de alguna manera, la reproducción y las
mujeres devinieron en el cuerpo del control de la reproducción. Ello, a su vez, ha permitido a las mujeres
empoderarse de sus cuerpos y asumir la reproducción como un proceso que puede ser relativamente
autónomo de los hombres.

Es así que la “realidad” de la fecundidad y de la reproducción de la población fue y es la que corresponde


a las mujeres. Las estadísticas de la fecundidad, que “construyen” la realidad macrosocial, es la de las
mujeres. Según esa realidad, los hombres no son fecundos, o si lo son no tiene mayor interés su registro
para las políticas públicas ni para el sistema sanitario. No se conoce cuál es la fecundidad de los
hombres, y la información sobre éstos es mínima y obtenida en estudios ocasionales. Ello, por supuesto
invisibiliza el poder de los hombres, porque finalmente los hijos son el recurso que les permite mantener
la división sexual del trabajo y la subordinación de la mujer en el hogar.

El orden de género que está, tras esta invisibilidad se expresa en diversos espacios y momentos en el
orden de la salud. Es, por ejemplo, lo que ha sucedido con la reproducción en la salud privada en Chile.
La reforma al sistema de la salud de fines de los 70 y la creación de las ISAPRES -que sigue vigente- fue
la concreción del nuevo orden de la economía y la organización del trabajo que impuso la dictadura en el
campo de la salud pública. Su foco de atención pasó a ser el de las personas individuales, reemplazando
a las familias. Los núcleos familiares son desgajados y se toma como ente autónomo a cada uno de sus
miembros. En la salud privada a cada prestación realizada a una persona se le asigna un precio; en la
salud pública se define un percápita. En la medida que la reproducción está institucionalizada, sus costos
son altos y también lo es la “siniestralidad”. Como la reproducción ha sido situada en el cuerpo de las
mujeres son ellas las que deben cubrir esos costos. Curiosamente en la atención privada además se
incrementan las cesáreas y con ello los costos. Los hombres padres, los que fecundaron a la madre, no
tienen importancia para tales efectos. Ellas son las de gran riesgo para las ISAPRES, por los costos que
suponen, y ellos, inversamente, salvo accidentes, son de bajo riesgo y siniestralidad.

Dos palabras sobre la diversidad sexual, el VIH/SIDA y la invisibilidad de la


epidemia y de los hombres homosexuales

Es ampliamente conocido que el epidemia del VIH/SIDA ha afectado, en el caso de


Chile, especialmente a hombres homosexuales y el medio de contagio ha sido el
contacto sexual. En los años reciente ha comenzado a incrementarse la epidemia en
mujeres heterosexuales e hijos nacidos de mujeres con VIH positivo, especialmente por
prácticas bisexuales de sus parejas. Las investigaciones, desde el campo de la salud,
sobre varones homosexuales es escasa y, cuando la hay, está especialmente
circunscrita a los comportamientos de riesgo. El estudio “Comportamiento sexual de los
chilenos”, realizado desde el CONASIDA, ha sido un aporte importante al conocimiento
y reafirmación de conductas y opiniones públicas, que se habían constatado en
diversas investigaciones a partir de estudios de casos efectuados durante los 90’. Pero
este estudio nacional no logró dar cuenta de cuál es la población homosexual
masculina en Chile, ni de su “realidad”, opiniones y comportamientos sexuales. Esta
situación la mantiene invisibilizada, desde la realidad de las estadísticas, pese a que la

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epidemia les afecta a ellos fundamentalmente. Menos aún se conoce de los hombres
bisexuales.

Es conocida la relación entre incremento del VIH/SIDA y los comportamiento sexuales


desprotegidos. Las poblaciones más vulnerables, en la medida que han sido
informadas, han desarrollado estrategias de protección. Pero el silencio oficial de los
últimos años, ha hecho patente a otros grupos vulnerables, que no han tenido
información suficiente para protegerse de la epidemia, como es el caso de las mujeres
cuyas parejas tienen prácticas bisexuales, así como de los hijos nacidas de éstas,
cuyas tasas han crecido significativamente en los años recientes. Es difícil aceptar el
silencio oficial e incomprensible que el Ministerio y la CONASIDA no hayan continuado
hasta la fecha con las campañas públicas y masivas de prevención del VIH/SIDA.

Una palabra sobre violencia doméstica


Son múltiples los estudios demandados por organismos públicos para conocer sobre la violencia
doméstica. En ellos se obtiene reiteradamente que son hombres los principales causantes de la violencia
y los agresores de mujeres, hijos e hijas. Asimismo, las estadísticas sobre denuncias a Carabineros de
violencia doméstica señalan que sobre el 95% de ellas corresponden a mujeres o hijos/as violentados por
hombres. Desgraciadamente nada de eso se observa en las campañas oficiales sobre violencia
intrafamiliar. Por el contrario se muestra que la violencia está en el espacio de la familia o de la pareja
pudiendo ser cualquiera de los miembros el agresor o agresora. Ello no corresponde a la realidad. ¿Por
qué, después de tantos años de campañas públicas no se confronta a los varones con sus propios
comportamientos violentos en el espacio de la familia y la pareja? He hecho infinidad de veces la
pregunta y no he obtenido respuestas.

¿Palabras sobre adolescencia?

Son múltiples los estudios que se han hecho sobre adolescentes, fundamentalmente
mujeres, en relación a educación sexual, comportamientos sexuales y reproductivos,
embarazos, hijos nacidos vivos de madres solteras, entre otros. Hasta el presente no se
observa una decisión, desde las autoridades de salud, de enfrentar la realidad y las
demandas de este sector de la población, pese a que múltiples indicadores lo muestran
como de gran vulnerabilidad. El Plan Piloto sobre Sexualidad responsable, del que
forma parte del Ministerio, es muy limitado, con escasos recursos y en ningún caso
responde a los problemas sociales que en el espacio de la salud afectan a esta
población. ¿Hasta cuándo habrá que esperar?

Palabras finales para soñar

Pero, también podemos soñar de que es posible meterse en el mundo privado y


generar nuevas realidades que permitan a los varones reconocerse como fecundos y
reproductores, visibilizar la diversidad sexual y protegerla.

Algunos sueños para incentivar la presencia del padre en la concepción, embarazo y


parto, premiando su disposición y compromiso con el proceso de concepción.

A) En la contracepción: se incentiva y financia investigaciones de contraceptivos


masculinos temporales –como las que lleva a cabo el ICMER- y se masifica su uso;
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se difunde y apoya la contracepción definitiva, como la vasectomía, entre aquellos
varones que estiman ha cumplido su ciclo reproductivo a través de los sistemas
públicos y privados,

B) En la concepción y planificación familiar. Teniendo en cuenta que, según


estadísticas de las mujeres, se tiene, en general no más de dos hijos en la vida
sexual activa, esta decisión es ocasional y fundamental. Es por ello que se incentiva,
especialmente entre los hombres, que la concepción sea un acto consciente, que
tiene consecuencias, gratificaciones, responsabilidades y obligaciones, a través de
campañas públicas que fomenten la conversación y educación sobre esta decisión
consciente.

C) Para aquellos parejas que concibe un hijo se abre una opción en el sistema de salud
para la atención de su proceso reproductivo, a la que pueden afiliarse libremente,
cuyo costo sería significativamente menor, según se verá más adelante, y que
incluye:

− Control de embarazo compartido entre madre y padre, dando facilidades laborales y


de horario a los padres en sus respectivos trabajos para poder concurrir junto a su
pareja a las controles y estableciendo un cierto tipo de protocolo de qué se espera
del padre mientras la mujer está embarazada, según sea el mes de embarazo en
que se encuentra.

− Parto natural en el hogar. Según estadísticas conocidas aproximadamente el 85%


de los partos son normales. De acuerdo a la experiencia de profesionales de Chile y
de otros países, que tienen a los menos las condiciones sanitarias y de calidad de
vida semejantes a las nuestras, es posible que estos partos pueden ser realizados
en los propios hogares de la madre o en locales especialmente habilitados,
contando con el apoyo de profesionales y de sistema de alarma para las
emergencias que se presentan. Los costos del parto natural son significativamente
menores que los efectuados en un hospital o clínica. Las parejas que tomen esta
opción compartirán los gastos del proceso que van desde la concepción, embarazo,
parto hasta el control de niños sanos. Esta opción cambia el carácter de
siniestralidad que tiene el período reproductivo de las mujeres en los actuales
seguros de salud y modifica sustancialmente sus valores.

− Los padres tendrán derecho a licencia los mismos días que se estima la madre
debería estar internada en un establecimiento hospitalario. La licencia será cubierta
por el sistema de seguro de salud que contrate. En el caso de trabajadores de
empresas pequeñas, microempresas y por cuenta propia sin seguro de salud, ésta
será cubiertas por un subsidio público a la paternidad.

− A los padres que tomen esta opción se les definirá un protocolo sobre lo que él
deberá hacer durante el parto, a través de capacitación previa, de acuerdo a
indicación de los profesionales.

− Los partos serán realizados en el hogar de la madre, cuando las condiciones de la


vivienda así lo permitan, con la presencia activa del padre Cuando no se asegure las

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condiciones de asepsia, cercanía de un centro de salud para atención de urgencia u
otras condiciones estimadas básicas, se llevará a cabo en una espacio
especialmente habilitado en el centro de atención primaria de salud que
corresponde al domicilio de la madre, el que asegure las condiciones antes
mencionadas.

− Se harán modificaciones en el sistema de atención primaria de salud y en los


hospitales y clínicas, especialmente en los servicios de obstetricia y neonatología.
Se realizarán actividades de difusión y educación sobre esta opción y se capacitará
al personal profesional, especialmente a matronas y matrones para su aplicación. Se
dispondrá de sistema de emergencia y ambulancia con una unidad neonatal móvil.

− Control de niños sanos. Se requerirá de la presencia de los dos padres en los


controles y vacunaciones, con permiso de sus trabajos y adecuación de los horarios
de atención..

D) Se fomenta el funcionamiento de guarderías y jardines de infantes en las cercanías


del hogar, premiando a aquellas parejas en las que el padre optó por esta
modalidad.

E) Se desincentiva el servicio doméstico a través de la obligatoriedad de contratos de


trabajos para quienes lo ejercen, seguros de salud y previsión social. Fijación de una
remuneración mínimas que cubra las necesidades de calidad de vida aceptable.

F) Se crea el Programa de Salud Sexual y Reproductiva que coordina, fija la políticas y


define los recursos requeridos para integrar las distintas acciones que se realizan en
torno a ello y reestructura, en aquellos aspectos que lo requieran, la atención
primaria y la hospitalización.

G) Se crea la especialidad en Salud Sexual y Reproductiva en los centros de formación


de los distintos profesionales y universidades. Se requiere de ella para quienes se
inserten a trabajar en el Programa de SSR y de los centros de atención primaria. Se
integra en sus planes de estudios los conocimientos y experiencias logrados por
centros académicos independientes y ONG’s a partir de la década del 90

H) Se incentiva la incorporación de hombres en profesiones que están relacionadas


con la reproducción, como es el caso de Obstetricia, Enfermería, Nutrición, Maestros
jardineros, otorgando facilidades para quienes así lo decidan.

I) Se llevan estadísticas sobre fecundidad y reproducción desagregados en hombres y


mujeres Se aplican las encuestas HDS en Chile y se incluye información sobre los
comportamientos reproductivos de los hombres. Se continua la investigación sobre
calidad de vida del MINSAL, con la periodicidad anunciada y se incluye información
sobre los comportamientos reproductivos de los varones

J) Se realizan estudios sobre varones homosexuales a nivel nacional que permitan un


mejor conocimiento acerca de su situación y que orienten las acciones en salud
sexual.

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K) Se realizan campañas públicas permanentes de conversación y educación sobre
sexualidad y paternidad, ITS y VIH/SIDA, y violencia doméstica.

L) Dejemos de soñar.

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