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M, de Nicolás Prividera

Luego del epígrafe, las primeras imágenes del documental que refieren a las
aguas vistas detrás de un tejido que las enmarcan. Luego la imagen de las aguas
agitadas, como si indicaran la memoria, se funden con la lluvia de una pantalla de
televisor. Luego en un travelling se recorre el departamento que revelan las distintas
habitaciones vacías, mientras el off de distintos testimonios comienzan un primer
acercamiento a la historia que se comienza a narrar.
Esos lugares vacíos remiten a la ausencia, la ausencia de cuerpos que dan
sentido a los lugares. Si bien inicialmente podemos remitirnos al significado simbólico
de ese plano en referencia a su madre desaparecida; a su vez, ese sitio nos remonta al
presente, poseen un orden que remiten a alguien, están configurados en su sentido
por alguien que está ausente en la imagen. Y estas consignan al que está fuera, el único
presente sin ser visibilizado es el que está detrás de cámara, el que que configura esas
imágenes y testimonios con los que pretende reconstruir el cuerpo ausente, la historia
no contada. Lo sabe perfectamente Prividera que en una reflexión sobre su film afirma,
que en este tipo de narraciones en primera persona son posibles “solo si su director
pone en juego su propio cuerpo puede dar cuenta de la Historia” (Prividera, 2015, p.
285)1. Por eso aquellas imágenes iniciales que referimos nos remiten ante todo a la
consciencia de la ausencia, por lo que el relato esta conformado no solo como un
camino de reconstrucción de los recorridos de su madre desaparecida, sino al mismo
tiempo se hace foco sobre la mirada con la cual cada uno reconstruye esa ausencia.
Aún cuando esa ausencia obligue al realizador a ponerse en camino, en
búsqueda para reparar el olvido con esos vestigios que han quedado del pasado, los
restos de la historia, como denomina al segundo capítulo del film. Y con la clara
convicción de que solo descifrando la realidad es como podremos descifrarnos a
nosotros mismos, sobre todo porque este documental se erige sosteniendo que
“memoria, sociedad y Estado son tres entidades que se producen juntas, en
correlación” (Aguilar, 2007, p.174). y que el único modo de reparar la sociedad es
determinando responsables y culpables. No se trata de una cuestión personal como

1
Aguilar señala con mucha perspicacia que la semejanza de M con Los Rubios, está en
que tienen la misma preocupación a la hora de pensar en la realización, la pregunta
“no es dónde pongo la cámara, sino como se pone el cuerpo”(P. 173).
señala Prividera en la entrevista con la periodista extranjera, lo que le sucedió al país
no es algo abstracto, se materializa en lo que le sucedió a determinadas personas. y
mientras no sepamos lo que sucedió a cada uno de los desaparecidos no podremos
hablar de una democracia real. A Prividera no solo le interesa el camino que lo
conduzca a restablecer los detalles del pasado de su madre, su militancia, o cómo se
llegó a su desaparición forzada, exige que la sociedad y Estado se hagan responsables
de las acciones u omisiones para que eso sucediera, y por otro lado, que están
haciendo en el presente. Como señala el director en el discurso del acto en el Inta, en
el que en el que se descubre una placa con el nombre de su madre, “la memoria… no
debería ser simple rememoración sino una condición para la acción”.
El último testimonio de esos off inicial pareciera remitirnos una clave con la cual
realizar un acercamiento a las intencionalidad del realizador. El off de una mujer señala
para sustentar su explicación de los hechos: “ese es mi modelo, yo me lo armé así”. El
director que nos invita a su recorrido pareciera advertirnos, que este es su modelo de
interpretación, este documental es un recorrido que permite armar el rompecabezas
(palabra que aparece una y otra vez consignada), en el que cada pieza remite a otra, y
que cada una adquiere sus sentido en relación a las demás.
Quisiera reparar en una secuencia de la película que nos parece, sintetiza la
visión de la memoria del realizador. En la primera parte de la película el director visita
el edificio de ATE en búsqueda de una placa en homenaje a los desaparecidos. Una vez
en el patio y ante la vista del monumento, una de las personas le comenta que la obra
fue modificada. El monumento consta de un grupo de varillas de metal fijadas a una
base y en medio, una de ellas sueltas que con el viento producía un sonidos, una
especie de carrillón. El interlocutor le señala al director que la varilla suelta tuvo que
ser fijada porque en días de mucho viento el ruido era tremendo. El documental de
Prividera, pareciera por momentos producir un ruido insoportable, imposible de
tolerar, un ruido que interroga acerca de las responsabilidades y culpabilidades que el
realizador se encarga de subrayar. Incomoda a sus entrevistados, con repreguntas,
solicitando una y otra vez aclarar lo que estos afirman, dejando al desnudo algunas
cavilaciones de sus interlocutores incomodándolos y en paralelo incomodando al
espectador. En este sentido el autor es claramente consciente que “solo el cine
permite hacer palpable los silencios, los balbuceos, las dudas” (Prividera, 2015, p. 284).
De algún modo podríamos señalar que lo que Carlos señala en la intervención
en el Congreso de comunicación y Ciencias Sociales sobre el cine de la memoria se
cumple en el film M, pues no solo se trata en este documental de recuperar piezas,
testimonios o archivos del pasado sino una comprensión crítica de esos elementos para
configurar el relato.

Bibliografía

Aguilar, Gonzalo (2007) Con el cuerpo en el laberinto. Sobre M de Nicolás Prividera, en:
Sartora, J. Y Rival, S. (Ed) Imágenes de lo real. La representación de lo político en el
documental argentino. Buenos Aires, Libraria. Pp. 171-187)
Prividera, Nicolás (2016), El país del Cine. Para una historia política del nuevo cine
argentino. Villa Allende, Los Ríos.

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