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Y te dijeron bien. Pero ahora si quieres termino yo de explicár-
telo Pinto un sueño que un amigo mío me dijo que era un mila-
gro. Sucede una vez al año y te puedo asegurar que merece la
pena verlo. Sal una mañana a levante y verás el sol amaneciendo
con una luz más nueva; ve, luego, a poniente y contemplarás en
la Caleta el mismo sol despidiéndose pero sin irse de triste mane-
ra. Corre a una plaza y la verás llena de una vida que es más
vida porque vida nueva estrena; ve y tiempo no pierdas porque
veras a la ciudad despertar a un sueño que abandonarlo nunca
quisiera. No es un cuento, es la recién llegada primavera, señora
de pies a cabeza que llama a las puertas de esta ciudad para re-
galarle una quimera. Es el presente a Cádiz cada año que se viste
de fiesta. Los barrios que aún nos quedan nos entregan su alma
elegante y cofradiera, se abren de par en par las puertas de tem-
plos y enseñan las imágenes que se veneran, túnicas de largo
cuelgan planchadas, y en el cielo la primavera; se encienden te-
merosas la velas, rezos perdidos en plazuelas acompasan el si-
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lencio de la noche algo gélida, peregrinos abrigados que rezan a
una cruz que más que cruz es bandera; niños que tocan la trom-
peta junto al mar llamando a las sirenas de sus partituras; y so-
bre Cádiz , la primavera; en la casa un recibo, una medalla y una
estampa nueva; por la Palma, un viacrucis y un pregón, en Santa
Cruz, las madres y abuelas; despierta la mañana , y la primavera
sobre Cádiz que llama a la mayor de sus fiestas; pestiños en el
escaparate, torijas de la madre, gloria benditas ellas; una tertulia
y un cante, se llama saeta; redobles por el parque, frío que se
queda, ramos para un domingo, Jerusalén junto al mar, esto es
plata quieta, cuadrillas que arriman el hombro, horquillas guerre-
ras; el pasado se repite pero son estampas nuevas; la primavera
aprieta, la Semana que llaman Santa se acerca; lirios y claveles
en el calvario y en las jarras rosas frescas; azahar en los naran-
jos, geranios en las macetas y un olor que recuerda que esto ya
es primavera; un ensayo y su parihuela, una cuadrilla bajo un
paso, martillos y maniguetas; por la ventana de un coche, abier-
ta, tambores y cornetas, y en el balcón de una calle cualquiera, la
marcha de las marchas suena; un cartel en el ayuntamiento, un
viacruis, el señor de la Cena, pregoneros por Santa María en una
mesa, corridas de las que se recuerdan; en el teatro sones al
palo, quinarios y triduos, un cartel se presenta, el momento llega,
un abrazo, un llamada, un traslado el pregón espera; el falla
abierto, las butacas llenas, llega el primer enviste, el aplauso al
pregonero lo sube y al cielo lo lleva; la primavera empujando, lle-
ga nuestra Semana Santa, que llega, señores, que llega… ¡qué
poquito nos queda!
2
Y ahora que tenemos esbozado el milagro de nuestra Semana
Mayor, pongámonos todos a pintarla como ella misma se merece.
Venid todos, Ilustrísimo señor obispo, presidente y miembros de la
permanente del Consejo Local de Hermandades y Cofradías de
Cádiz, Excmo. Señor Alcalde; arrimaos todos y traed vuestros im-
pronta Director del Secretariado de hermandades y cofradías, Ex-
cmo. Señor Alcalde de mi pueblo de Vejer, Señor Rector de la UCA,
Directora del Colegio de las Carmelitas; arrimad vuestros colores y
no dudéis en plasmarlos, compañeros docentes y y no olvidad
vuestra siempre sutileza, mis Hermanas Carmelitas de la Caridad;
en aquella mesa destacada perfilad los trazos, hermanos mayores y
miembros de las juntas de gobierno, porque gracias a todos conse-
guiremos que el sueño imposible se haga realidad; arrima tu expe-
riencia, estimado presentador, que tan bien supisteis decorar el
mismo sueño en este atril el año pasado y has volcado las últimas
gotas de tus plumines en definirme elogiosamente entre tanta ma-
ravilla; y no dudéis ni un instante en ayudarnos con vuestra amis-
tad colorista, vejeriegos, porcinos y madrileños que os habéis acer-
cado para ayudarme en mis trazos; seguid creyendo en él herma-
node la Esperanza y la Amargura que vive a pies del Guadalquivir, y
que la gloria que tiñe de luz a esta ciudad, querida familia mía, siga
brillando con la fe de vosotros, cofrades gaditanos, alumnos y ami-
gos, que quieren seguir creyendo que la Semana Santa, de verdad,
es del pueblo y que todo gira en torno a Jesús que aquí más que en
ningún otro sitio llaman Nazareno. Ahí es ná.
3
EL PRIMER DÍA: DOMINGO DE RAMOS
4
aquellos a ser sus discípulos llamados; y por San Francisco la Madre
en su regazo.
En San Agustín un hijo sentado, aguarda su final, poderoso y
sentenciado, vivo y muriendo por ser hermano de sus hermanos; y
su madre suspira cinco veces al mirarlo.
En San Lorenzo la Caridad es belleza que al cielo tiene descon-
certado; en Santo Domingo la Señora queda velando para que el
hijo se haga amor a los hermanos; por la avenida la Paz ofrece su
Amparo a grandes y niños, a padres, chiquillo y ancianos; cerca del
muelle la Madre esperando; por Salesianos, despide la madre a sus
hijos, con un leve soslayo; y en san agustín la madre esperando.
Sale el Hijo, sobre una piedra, el rigor de una humildad tallado
en un rostro que por mirar sabe bronce los ojos que glaucos per-
donar van perdonando. Ya no hay tiempo, la hora ha llegado, no os
olvidéis de vuestro trabajo, es día de demostrarlo…
5
Santa Mónica bendita
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y se oirán miles de glorias envolviendo el orbe entero.
Y es entonces cuando veréis
aquellos que ya se fueron
caminar junto a vosotros por los caminos del cielo,
y con lágrimas de gloria
y emoción ante el momento
pedirán con toda el alma al bendito de San Pedro
ocupar durante un rato en el palio un noble puesto
y llevar a la Amargura por la gloria de los cielos.
LA VIDA ES ESPERANZA
7
- ¡Vaya cómo te has levantado tú hoy? Todos los días
los que nos está pasando, la que quiere que seamos sus manos
9
y se para en cada esquina,
en cada puerta o ventana,
en cada tienda o comercio,
en la clínica o en la plaza,
en el hospital o asilo,
o simplemente en tu casa.
Ella no te pide un nombre
que de nombres va sobrada,
a ella jamás le importa;
si vive en la residencia
o la cuidan en su casa,
si es niño o adolescente,
si es jubilado o trabaja,
si es profesor o alumno
o tiene puesto en la plaza,
si emigrante o extranjero
o devoto sin más causa;
la esperanza nunca pide credenciales ni reclama
papeles a nadie,
así venga de tierras lejanas
y rece otras plegarias,
que allí estará la Esperanza.
La Esperanza lo que quiere es…
que se abran las ventanas
y entre la luz de la vida hasta el alma de las casas;
la Esperanza en esta tierra es… una niña galana
que venga de donde venga
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-cigarrera o franciscana,
Fue una tarde de octubre, era día ocho y, más o menos a las
siete y media, el año…ahora mismo os lo digo, 1970. La tarde fue
de viento, lluvia y tormenta, en el coche esperando, mi padre y su
suegra, o sea, mi abuela, y en la camilla mi madre que después de
ver al niño que se presenta, dijo mal rayo me parta si en acabando
este parto, a Vejer no parto donde alimentar este engendro que de
parirlo no acabo.
Fue entonces cuando me dieron el primer abrazo de la vida, el
de mis padres, agradecidos. Abrazo que agradecí como niño recién
nacido.
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Luego, con el tiempo, vinieron más abrazos: el de mis
hermanos, el de mis abuelas, el de mis tías, el de mis primos y so-
brinos, y el de aquellos que la vida por delante me ponía. Y el abra-
zo fue creciendo. Y me trajo a esta tierra para que alguien a dispo-
sición de la vida lo pusiera. Y miré al cielo, y agradecí como ahora
agradezco cada instante que me regalaba y me sigue regalando,
abrazos que me arroparon a los pies de un Cristo Caído, señor de
los universitarios, y rogaba mis aprobados; abrazo que a las puer-
tas de la Merced para sentenciarme definitivamente con mi título en
la mano, el mismo que aquel Cristo agarraba en las suyas propias,
las mías libres y abrazando; abrazo que tendía su entrega prendido
en el patrocinio que nos devolvía la luz de un camino universitario;
abrazo de Madre de las Angustias a su hijo yerto, cantándole ese
arrullo de cuna de alameda para que siga de amor siempre dur-
miendo.
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poder lograrlo,os pido a todos los presentes un favor de amigo, una
ayuda de hermano..
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pues es su amor a la cruz a la que abraza entregado
lo que en verdad me enseña
para aprender de un abrazo.
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Así lo aprendí en la vida lo tengo al final muy claro
y la vida está en sus manos: el gran poder de este mundo
tenga lo que en verdad tenga es el poder de su abrazo
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ciedad y deciden públicamente pertenecer a una cofradía; doy gra-
cias cuando alguno de ellos toma el camino hacia el seminario; me
enorgullezco cuando las hermandades meriendan con sus jóvenes y
aprenden charlando con ellos; me crezco cuando el hermano mayor
de La Columna me saluda y me recuerda que desde que éramos jó-
venes (él lo sigue siendo) nos hemos comprometido por un con
proyecto; yme honra de manera sublime recibir la llamada de mi
hermandad de Sanidad para encarnar la alegría cada enero, allá en
la buena casa de Fragela, siempre escoltado de jóvenes que se
postran a los pies de los más impedidos, jóvenes que dibujan sonri-
sas en el desierto de la senectud, jóvenes que bailan y cantan, ríen
y danzan en nombre de una Madre que nunca se rinde y que llama
a las puertas de la residencia llevando en su canasto la salud que
allí todos esperan.
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no termino la faena.
- Buenos días, buena dama,
¿es ésta la residencia donde habitan los ancianos
y a la que llaman Fragela?
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bienvenida a su casa ésta!
Y mira, con estos jóvenes, siempre muy dispuesta
muy feliz y acompañada,
¡bendita juventud ésta
Vengan primero acá, pasen y vean la sala
llena de todos nuestros mayores que como niños esperan,
que aunque parezcan perdidos
no se les olvida la fecha,
y aunque no os lo creáis
sois su ilusión navideña.
- Señora, deme usted un beso
y permítame quererla
que cada año la espero,
a usted y a su gente buena.
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Cojo el diario, sección de cofradías. Hoy viene completita: para
el año próximo se prepara en Cádiz una procesión mariana. Nada y
nada menos. ¡Ea! pues ya tenemos otra vez los pasitos en la calle.
Algunos estarán que echan chispas. Otra vez los cofrades a pasear-
se con sus imágenes. ¡Mira que son jartibles! Bueno, a veces. El
año pasado el primer puesto fue para el Nazareno, Regidor Perpe-
tuo que perpetuó su presencia en las calles y hasta visitó a la pa-
trona. Ahí lo tuvimos, Regidor frente a Regidora, cara a cara, y am-
bos pregúntandose dónde estaba el regidor que tenía que llevar la
vara a esa hora, que los hermanos lo estaba buscando después del
bonito gesto del Jueves Santo como cirineo de una madre que no
podía con sus años. No hubo respuesta. “¡Espero que aprenda, -le
dijo la madre al hijo-que en Cádiz quien lleve el bastón de mando a
nuestro favor ha de recurrir si quiere seguir gobernando!”
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Días después volvía solo, dar las gracias me lo pedía el corazón.
Sentado en la capilla crucera mis pensamientos se mezclaban y me
preguntaba cómo aquel Cristo dormía de júbilo frente al sagrario y
era el mismo que regaba de esperanza de la vida en un belén. Vida
y muerte siempre juntos para seguir viviendo eternamente; el úni-
co Cristo que frente al Sagrario duerme, los gozos de la vida en-
vuelven a este que os habla, aquellos que le brotaron allá por di-
ciembre para venir a postrarse a sus pies cuando por marzo pre-
siente que el mandato divino se cumple inexorablemente.
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Un día, junto a la nave central,
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buscad al ser preguntado.
Él es quien es y quien puede
Por Santa María las viejas mujeres sus ganas no reprimían; las
antiguas cigarreras esperan a la puerta su Cristo que venía, por la
Viña, en la pleamares no cabían más soleares, ni seguidillas, y por
las Canastas oraban las viejas gargantas para su Madre querida.
El tiempo está marcado y el destino escrito.
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son artistas y comentan por qué de la algarabía;
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confesor y fiel testigo con que grita el corazón.
Sí, el momento ha llegado:
cruz de guía, penitentes,
varios cirios y el incienso
con los pinceles ausentes de brochazos diferentes.
Y traspasado el instante
rompe el aplauso expectante.
El alma siempre anhelante
de este arrabal gaditano
cae rendido ante la fe de un rostro herido que ve
el Nazareno gitano,
padre de hijos, y hermano.
El silencio se hace dueño en el quejío primero
que desgarra el saetero con un ¡ay! hondo y pequeño;
todo es parte de este sueño,
su voz comienza a vibrar mientras la noche se llena
con el dolor y la pena,
un quejío y un cantar que hace al gentío llorar.
El tiempo se ha detenido,
sufre el artista cantando sin mirar
y desgarrando los tercios que se han oído;
la emoción ha aparecido
en el rostro de la gente,
lágrimas han aflorado
que no deja indiferente a ningún alma presente.
LA MISERICORDIA ES ETERNA
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- No. Hemos escrito un gran libro y lo hemos colocado en la biblio-
teca, estantería 2016.
- Y ¿dónde está es estantería?
- En el alma de los hombres.
- Ojú, complicado, profe.
Si en verdad quieres saber quieres encontrar la misericordia
ve a San Juan de Dios y la hallarás en el trabajo humilde y callado
que la Hermandad de la Santa Caridad realiza por un digno culto y
a favor de los más necesitados.
Misericordia son los besos tallados que los jóvenes dejáis en
las mejillas de los ancianos, mMisericordia son todos esos alimentos
que todos habéis traído y recogido para el hambriento, son las jóve-
nes manos de quienes reparten comida en la noche oscura para en-
cender una luz de esperanza a quienes la cera les falta para seguir
creyendo en una tierra más igualitaria. Vosotros sois misericordia y
estad orgullosos, como Dios lo está de vuestra labor cuando pedís o
dais con vergüenza pero sin miedo. Que se entere todos de una
vez, son los jóvenes los que sin temor se calzan las sandalias del
pescador en esta tierra de Dios. Misericordia infinita de la que mu-
chos deberíamos aprender, seamos ovejas o pastores. Obras son
amores, ¿queréis aún más poderosas razones? Que se abran los co-
razones; esa también es la juventud de este momento. ¿Cabe más
entendimiento? Desde aquí y al cielo, mi reconocimiento.
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dando al Padre que no quede un solo hijo sin atender, que para eso
Ella misma lo reclama.
Frente a él, la misericordia de un hijo abraza la cruz y tiende
su mano. Escuece en su Mayor Dolor por el falso amor.
¿De veras eres capaz de rogarle su misericordia cuando no
perdonas al que duerme a tu lado? Ven, ponte de frente y dime cuál
es el valor cristiano del que tanto presumes. Ese no es el hermano
que Dios quiere ni el que busco a mi lado. No me vale ese cofrade
que solo mide sus metros por sus golpes de pecho. Aquí se viene
con la lección aprendida de saber perdonar al hermano e hincar la
rodilla del orgullo en tierra.
Y ahora mírale, con los brazos abiertos, crucificado, derraman-
do el perdón de su misericordia, cabeza alta , cabello al viento, per-
donando sigue a aquellos que incluso viendo la injusticia siguen co-
bardes y ciegos; aún vive, entre cadencias de rosario; no está
muerto, a pesar de que la madrugada se muere por él amanecien-
do, esperando su llegada.
Misericordia es la Victoria de una madre, Viernes Santo, que
ha sabido enseñarnos que hay vida en su palabra aunque haya días
que por un cáncer o una muerte no la entendamos. Este año por
Santa María no expirará Cristo como viejo soldado sino que se al-
zará sobre sus heridas con misericordia por sus hermanos.
Misericordia son dos brazos abiertos, que abrazan a un barrio
que sigue siendo barrio aunque las cornadas de la miseria tengan a
sus hijos hartos, es el alma de una Viña que se vuelve catedral
para honrar a una madre que la pena la hace más hermosa, una
mujer vestida de azul que guarda cada beso que el barrio deja pe-
renne a los pies del Hijo muerto; misericordia es entender que un
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barrio, que es barrio de veras, muere por el Hijo para dejarse
arrastrar hasta donde sea por el cariño de una Madre que además
de señora y gaditana, es mujer y, sobre todo, viñera.
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¿Quien ha dicho que en la Viña no hay corona pá una reina?
Quizás el cielo bendito de su divina belleza
desconoce todavía porque
no ha visto su pena;
quizás no le han presentado la gracia de esta tierra
la tarde del Lunes Santo
cuando hasta el sol pisa tierra
por no perderse el momento que bajo un palio pasea;
quizás aún no haya acudido
a su capilla, a verla
y rezarle un rosario como solo aquí se reza;
o quizás no ha visto el rostro de su intocable belleza
y que no hay flor en el mundo
que a Ella parecerse pueda…
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y los pájaros del cielo por campiñas y veredas!
Han entendido que han dado en el clavo y que merece la pena oír.
PrSan José, 19 de marzo. Mi abuela paterna se llamaba Pepa; una
de mis tías Pepita, y , por supuesto, el día de mi padre. Y el vier-
nes de Dolores, porque Lola se llama mi abuela y Loli se llama mi
madre.
La iglesia ya no celebra dicho día en la Cuaresma. Me da igual.
Mi abuela nunca cambió su celebración. Mi madre tampoco. Sus
ojos eran los de una madre, ya abuela, que nunca perdía la razón
de mirar a pesar de sus años. Mirada por mirada. Y he visto Vier-
nes de Dolores abrazarse las dos con la fuerza que da el cariño.
Ojos que hallo en el besamos de San Lorenzo: la madre baja
de su altar y te ofrece su mano. No está sola. Siempre arropada por
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almas samaritanas. Su hijo pende de un madero entre mortajas
blancas y oraciones que la acompañan.
Mirada de una Madre, las manos fundidas, Angustias en San
Pablo, dolor sereno, neoclásico, que ruega en silencia ungüento
para la injusticia que descarna la vida en la sangre de los inocentes.
Ojos que suben por Jabonería para fundirse en las lágrimas de
las hijas de un barrio, dolor frente al dolor de niñas, madres o
abuelas. Y frente a ellas Dolores en su espera.
Dolor que se aprieta como ave en su nido regado por Lágrimas
de San Antonio; querer quisieran saciar el contrito sufrimiento de
su hijo, sus hijos: un azote, un desprecio; una gota de sangre, un
adios solitario; una oración, un beso, una caricia, un regalo.
De nuevo, a San Lorenzo; el dolor se viste de luto la tarde del
Viernes de pasión entre encajes lívidos y manos que se abrazan la
una a la otra. En ella, mi madre, en ella mi tía, en ella mi abuela.
En ella la verdad que nunca alcancé y amarla cuanto por ella quisie-
ra. En ella la verdad de un niño que que siempre rezó al paso por
su puerta. Para ella la plegaria que inocente pero crédulo mi amor
hacia una madre componer pudiera:
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pero no sé cómo hacerlo, lo confieso, pues diría
Yo quisiera componerle
un gran ramo de divinas palabras
que le apacigüen el dolor de su afligida alma
y también le sonaran
cual bálsamo de la vida;
yo quisiera construirle
unas estrofas escritas que la perfección rozasen
y mostraran la maestría que su figura merece,
su nobleza y su valía;
yo verla llorar no quiero,
ni oírla cuando suspira,
lágrimas no quiero ver columpiarse en sus mejillas
ni sentir su soledad,
su amargura o su agonía;
no quiero verla en el gólgota velando su quinta angustia,
ni aún en el mayor dolor
suplicante y de rodillas,
que no quiero ver mi madre en su camino caída
azorada por el hado ni por su fe destruída;
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de Jesús y María las que nos hacen ser un poquito más cristianos
cada día. Vengan y entiendan que a la muerte es Buena y las Penas
gloriosas.
Vengan y suban hasta una parroquia donde una Madre llora
desconsolada por la sed de su hijo, Piedad la llaman, pero antes de
que el rostro el dolor le rompa, el escultor la impregnó de una be-
lleza que solo en ella puedes encontrarla como hija gaditana.
Sigan el camino hasta Santiago y por la Piedad de un hijo va-
yan a la capilla de su Madre, donde unas lágrimas riegan una rosa
transida de dolor que un cáncer marchitó sin saber lo que secaba,
pero que germina de nuevo día tras día porque sigue amando lo
que tenía y juró que jamás lo perdería.
Continúen hasta un torreón donde la Luz son los ojos de una
madre que abre sus manos para abrazar la muerte que siembra
vida. En Cádiz el agua que mana de un costado herido es vida para
la vida de todos lo que en la vida creemos.
Vengan a la Soledad enlutada de una Madre que espera a que
la muerte no sea el final porque su hijo duerme que no muere aun-
que ya no lo pueda acunar por más que lo intente. Más de cuatro
siglos lleva queriendo a esta ciudad aunque a veces la olvide en su
triste y apartada Soledad.
Apresúrense hasta la misma Catedral para ver el cielo escondi-
do cuando la Madre obediente lo mira con las manos vacías de tan-
to dar lo que tenía...He aquí a tu Madre.
Y busquen sitio en San Agustín, antes de que el mudo reloj de
la plaza dé la hora, porque allí el Viernes Santo dialoga y se vuelve
escribano para la Muerte que es Buena en Cádiz y despoja de su
hábito al calvario
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Despliega el cielo su manto al querer la noche verte
pues es su vida quererte
y tu cruz amarla tanto;
un negro velo enlutado
ciñe silente tu espera
y la ciudad a tu vera
como el hijo más amado;
las campanas cuelgan mudas, sin tañidos,
pues musitan solo rezos que palpitan entre bronces y desnudas;
un chirrido seco y bronco
despierta la puerta dormida,
el interior cobra vida,
en el aire mudo y bronco
luces marcan el camino que presagia tu llegada
el eco de una llamada
da la razón al destino;
cruje fría la madera
cuatro velas, cuatro hachones,
crepitan los corazones,
mereció, y tanto, la espera.
Veo y no puedo verte
pero el verte toda mi alma
se place en bondad y calma
frente a tu serena muerte.
San Agustín enmudece y San Francisco silencia
ante la dulce cadencia que tu caminar padece;
por Cobos todo es amor
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y al tocar la Catedral
se agita la fe del mar por acariciar a su Dios.
El gran templo se estremece,
suena el eco de unas nanas,
las olas rezan lejanas
mientras su Cristo se mece.
Su pureza en Montañés queda entre tocas planchadas
y en Ancha…. son las miradas las que descarnan la fe.
Luego es Cádiz quien espera
verte en tu paso imponente
que por ti se hace creyente
y viste su fe sincera.
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pero ya nada es igual;
agoniza el Viernes Santo
a los pies de tu calvario,
seco sudor de sudario que cuesta entenderlo tanto
La misma plaza espera
grabar el último instante,
un silencio penetrante diluye la fría espera;
etéreas nubes de incienso
preludian tu llegada,
horquillas acompasadas marcan tu latido intenso.
El momento ha llegado:
Él de nuevo, frente al templo,
yo boquiabierto, contemplo
su misterio, cautivado por la magia de un instante,
y me siento traspasado a un paraíso lejano de paz,
sereno y constante,
sorprendido porque miro
y no hallo explicación
a tan noble perfección que provoca este delirio,
y gozoso por saber
que es tu dulce faz amada
la mejor muerte tallada que unos ojos puedan ver.
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en silencio y con su llanto
no queriendo muerto verte;
ya no queda más amor
en tus labios que dejarte
y la noche para amarte
torna su duelo en ardor,
y por querer más quererte
y querer más adorarte
muere el día por rezarte
y las sombras por tenerte,
y el cielo por entenderte
la ciudad por abrazarte
y la muerte por besarte
Cristo de la Buena Muerte.
LA ÚLTIMA CUESTA
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ningún testamento, es el corazón que se desnuda y desvela porque
quiere encontrar a Dios, su Dios.
En un punto inesperado
vuelvo mi rostro y observo
almas junto a mí gemelas cargando con su madero,
rotas de heridas y flechas
que superan todo duelo.
Suenan unos pasos, horquillas que avanzan con su racheo;
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termina Jabonería,
el dintel está abierto;
los suspiros son más largos
y se acelera el jadeo de un corazón asustado
que sosegarlo no puedo.
El murmullo me atenaza
pero me calma, estoy dentro;
busco en el todo y la nada el rigor de este ruego;
crece toda mi inquietud
y entre tantos, verle puedo con sus manos en la cruz
abrazando el madero.
Es muy raro, algo ha cambiado,
siento algo distinto al verlo,
mi corazón se ha parado….aunque late, ya sin miedo;
un hálito extraño pasa
y sin poder entenderlo
me despoja de su carga y todo parece nuevo.
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siento en mi ser un infinito y apaciguador sosiego
que me lleva a comprender
quien es Cristo, el del madero,
y comprendo en mi esperanza
que es el Regidor Perpetuo de esta ciudad entregada
a quien es su Nazareno,
el centinela de amores en su garita dispuesto,
el guardián de confesiones
que declaran en silencio,
el protector del creyente
que atiende sin ningún precio a quienes dicen no creer
y, en verdad, están creyendo;
¡que lo llamen como llamen
él es nuestro Nazareno,
el del Jueves Santo tarde agarrado al madero,
el de todo gaditano sin importarle su credo,
el del payo y el gitano,
el de grandes y pequeños,
el de los pobres y ricos
y aquellos que andan pidiendo,
el que hinca la rodilla cada vez que cae al suelo
y se disculpa cada día
porque el orgullo no es bueno,
y a perdonar nos enseña agarrando su madero,
que perdonar en la tierra es el camino hacia el cielo;
Él es quien te ruega y pide
la limosna para el ciego,
y el pan que luego bendice
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y el amor para el hambriento,
el que abre su posada al que llaman forastero
y no pide más papeles,
que solo quiere hombres buenos que por la vida peleen
aunque se caigan al suelo.
HE DICHO
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