Homo Outsider
Por Rodrigo Fresán
Desde Barcelona
Así y de ahí, comportamientos extremos que se hacen aún más extremistas. Así –por lo
pronto y para empezar, des/cortesía de Podemos– abrieron en canal y destriparon el
pacto por las pensiones que ya se suponía cerrado. Así, incursión relámpago de los
treinta y seis diputados de Ciudadanos al pueblo natal de Puigdemont para cortar lacitos
amarillos; y apenas retiradas las fuerzas invasoras, los lugareños saliendo a baldear con
lejía la plaza al grito de “¡Desinfectar! ¡Desinfectar!”. Así, huelga general “fracasada”
pero tan molesta en CRACKalunya al cuidado de los “comités de defensa de la
república” que no existe y en protesta por los juicios a los presos del Procés (donde
todos declaran ahora que lo de la república fue una ocurrencia simbólica). Así Pedro
Sánchez presentando su best-seller Manual de resistencia donde cuenta que es muy duro
ser considerado simplemente guapo, que la reina quiso conocerlo y que su primera
medida al llegar a La Moncloa fue la de cambiar el colchón por eso del refrán que
advierte de que “dos que duermen en el mismo colchón acaban siendo de la misma
opinión” y porque no quería que se le pegase la modorra oblomoviana de Rajoy. Allí, a
vuelta de página, Sánchez confunde cita célebre de Fray Luis de León atribuyéndosela a
San Juan de la Cruz. Aunque –Rodríguez tiene que admitirlo– al menos Sánchez parece
construir las frases en sus entrevistas con cierta pericia, es dueño de un inglés 6,5 puntos
(algo inédito hasta ahora en los jefes de gobierno ibéricos) y parece creer tanto en sí
mismo como los habitantes de Ciudad Esmeralda en aquel Mago que, finalmente, tenía
truco. Por el momento, Sánchez no deja de ser un enigma: algunos lo quieren como si
fuese Rafa Nadal, otros lo desprecian como si fuese Fernando Alonso. Y Rodríguez está
cada vez más convencido que no le vendría nada mal una temporadita con un líder estilo
Lionel Messi: una especie de Chauncey “Chance” Gardiner en Desde el jardín, con gran
pericia para nunca perder el equilibrio y embocarla con ese aire sonámbulo (por lo
pronto, el Cirque du Soleil ya anuncia estreno de nuevo espectáculo con el futbolista
como tema). Porque Rodríguez ya no sabe qué quiere en este paisaje ideo-ilógico
rebosante de leones cobardes, oxidados prohombres de hojalata y espantapájaros con
modales de cuervo y todos acusando al otro de ser Bruja Mala del Oeste y
proclamándose Bruja Buena del Norte. Algunos dan pena, otros son lamentables. Y
todos –PSOE, PP y Ciudadanos, deseando tanto que los quieran quienes ya apenas los
aguantan– peleándose por aclarar a quién se le ocurrió primero el slogan “La España
que quieres”. España que –brillante en lo macroeconómico, miserable en lo micro–
según un crítico informe de la Unión Europea resulta cada vez más polarizada y
precaria.
Rodríguez, por su parte, no sabe qué quiere (quiere que lo dejen en paz) y ni siquiera
sabe dónde está o en qué sitio pararse. Porque alguna vez estar en el centro de todas las
cosas era ser un insider. Ahora, en cambio y sin cambio a la vista, es ser un outsider.
TRES Y las palabras que Sánchez citó correctamente pero confundiendo autor –página
48 de Manual de resistencia y que ahora utilizan como motivo de burla los seguramente
tan letrados y cultos políticos de la oposición– eran “Cómo decíamos ayer...” y son allí
invocadas en el contexto de nuestro héroe recuperando la capitanía del PSOE luego de
haber sido expulsado y dado por muerto. También, sus rivales le recomiendan que vaya
embalando el colchón. Rodríguez también tiene colchón nuevo pero se teme que lo suyo
va para largo, para siempre. “Como diremos mañana...”, piensa chocando en vano sus
zapatitos no de rubí sino de bisutería. Y hay noches en las que Rodríguez juguetea con
la idea de atarse para no amanecer –y suele ocurrirle cada vez más seguido– como caído
de la cama, con el ánimo por los suelos ante tanta pusilanimosidad, y tan cansado de no
estar en Kansas.