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UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES

FACULTAD DE PSICOLOGIA

TESIS DE GRADO DE LIC. EN PSICOLOGÍA

REFLEXIONES SOBRE EL LUGAR DEL ANALISTA EN LA


CLINICA PSICOANALITICA DE LAS PSICOSIS

Tesista: Julieta Alejandra Milani


L.U.N°: 35729362-0
Tutora: Lic. Silvana Castro Tolosa
DNI N°: 26801523
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Índice

Introducción ............................................................................................................................... 2

Planteo del problema ................................................................................................................. 3

Hipótesis ..................................................................................................................................... 4

Objetivos..................................................................................................................................... 4

Marco teórico ............................................................................................................................. 5

Breve reseña de estudios sobre el tema ..................................................................................... 8

Metodología .............................................................................................................................. 11

Desarrollo ................................................................................................................................. 12

Breve recorrido de la psicosis desde Freud ............................................................................ 12

Las psicosis desde la primera enseñanza de Lacan ................................................................. 14

El lugar del analista en las psicosis ........................................................................................ 16

Transferencia en la psicosis .............................................................................................. 16

El analista y el saber ......................................................................................................... 19

El secretario del alienado .................................................................................................. 20

Sobre la erotomanía en la psicosis..................................................................................... 21

Analista y la ironía en transferencia .................................................................................. 23

Palabras conclusivas ................................................................................................................ 25

Bibliografía ............................................................................................................................... 27
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INTRODUCCIÓN

La presente Tesis de grado responde al requisito formal solicitado por la Facultad de

Psicología de la Universidad de Buenos Aires para la obtención del título de grado de

Licenciatura en Psicología de la alumna Julieta Alejandra Milani (L.U. N° 35729362-0). La

tutoría se encuentra a cargo de la Lic. Silvana Castro Tolosa, docente de la materia Clínica

Psicológica y Psicoterapias: Clínica de Adultos – Cátedra I a cargo del Profesor Lombardi –

(asignatura perteneciente al Ciclo Profesional del plan de estudios) y becaria de Maestría en

Psicoanálisis por la misma Universidad. El objeto de este trabajo es poder dar cuenta del recorrido

académico realizado durante estos cinco años de estudio.

Esta investigación se circunscribe en el área clínica, desde una perspectiva psicoanalítica.

El objetivo será explorar las coordenadas de la posición del analista en la clínica psicoanalítica de

la psicosis. Si bien para ello se tomarán como eje central los desarrollos de la primera enseñanza

de Lacan (1953 – 1963), será necesario remitirse a los desarrollos de Freud como también a las

investigaciones surgidas en los últimos años en relación al tema que se pretende abordar.

Para la realización de este trabajo fue fundamental haber cursado la materia Clínica

Psicológica y psicoterapias: Clínica de Adultos I- a cargo del profesor Lombardi-, donde se hizo

énfasis en temáticas como la posición del analista en la clinica con sujeto psicoticos, las

coordenadas especificas de la transferencia en la psicosis y los modos posibles de intervención.


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Planteo del problema

Desde los comienzos del psicoanálisis, se ha problematizado el lugar del analista en la

clínica psicoanalítica de la psicosis. Y, en ocasiones, se ha excluido la posibilidad de tratamiento,

por considerar una inadecuación del dispositivo analítico, debido a la dificultad para establecer

un lazo transferencial, por la disposición de la libido en yo del sujeto.

El interrogante que guiará el presente trabajo: ¿Cuál es el lugar del analista en la clínica

de las psicosis? Parte del postulado lacaniano de no retroceder ante la psicosis, sin dejar de lado

la enseñanza de Freud, respecto de la posibilidad de que el analista ocupe el lugar del

perseguidor en la paranoia.
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Objetivos

El objetivo general será indagar el lugar del analista en la clínica psicoanalítica de la psicosis.

Objetivos específicos:

- Revisión bibliográfica sobre el concepto de psicosis.

- Especificar las particularidades de la transferencia en la clínica de las psicosis.

- Dar cuenta de las coordenadas de la posición del analista en la

clínica psicoanalítica de las psicosis.

Hipótesis

Teniendo en cuenta lo mencionado por Lacan en el “Seminario 3: Las Psicosis”

(1956): “no sólo nos haremos sus secretarios, sino que tomaremos su relato al pie de la letra;

precisamente lo que siempre se consideró que debía evitarse” (Lacan, 1956, 295-296), nos

proponemos como idea directriz corroborar la siguiente hipótesis; el lugar del analista en la

clínica psicoanalítica de la psicosis es más que un secretario del alienado.


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Marco Teórico

Dado que la mira central de esta tesis estará puesta en la posición del analista en la clínica

de las psicosis, será necesario precisar los conceptos centrales: psicosis, transferencia y posición

del analista. Se tomará como marco conceptual el psicoanálisis, tomando como referencia los

desarrollos de Freud y los de la primera enseñanza de Lacan (1953-1963), como ya mencionamos.

La psicosis es definida por Freud como un conflicto pulsional entre el yo y el mundo

exterior, mientras que Lacan la define como una falla en la estructura del lenguaje. Cuando Freud

aborda la psicosis basándose en un conflicto pulsional, refiere que en relación al vínculo con la

realidad la psicosis “la desmiente y procura sustituirla” (Freud, 1924, 195). Es decir que en la

psicosis se rechaza un fragmento de realidad. Por su parte Lacan se interesa por el término rechazo

de Freud, lo utiliza para designar al mecanismo especifico que opera en las psicosis al que llama

forclusión, entendiendo por éste el rechazo de un significante primordial que no se inscribe en el

registro simbólico. El significante forcluido del registro simbólico es el Nombre del Padre que

impide la promoción de la significación fálica. El trabajo que el psicótico toma a su cargo consiste

en el rearmado de sus vínculos con la realidad, trabajo cuya significación es delirante en términos

de que busca solucionar la pérdida de la realidad.

Dado que el lugar del analista en la clínica psicoanalítica no puede sostenerse sin la transferencia,

es necesario definir qué es la transferencia y, específicamente, cuales son las particularidades de

ésta en las psicosis.


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La transferencia es conceptualizada por Freud en relación a la movilidad de la libido. Éste

sostiene que, antes de la iniciación del tratamiento propiamente dicho deben realizarse algunas

entrevistas preliminares que tienen al diagnóstico como motivación. Este aspecto, que tanto le

importaba a Freud, se sostiene en que él no indicaba el tratamiento psicoanalítico en el caso de las

neurosis narcisistas (psicosis), en su decir: “si el enfermo no padece de histeria ni de neurosis

obsesiva, sino de parafrenia, él no podrá mantener su promesa de curación…” (Freud, 1913,126).

¿Qué quiere decir en esta frase Freud? Freud hace explícita su recomendación de no tomar en

tratamiento pacientes psicóticos y el fundamento que ofrece tiene que ver con las características del

dispositivo por él mismo desarrollado. Se puede vislumbrar un “escepticismo freudiano respecto de

la cura psicoanalítica de la psicosis… debido a una inadecuación del dispositivo analítico que fue

creado a la luz de síntoma neurótico y de un sujeto estructurado a la luz de la estructura que

subyace en la base de ese síntoma” (La Tessa, 2009, 20).

El tratamiento a prueba por algunas semanas permitiría evaluar qué sujeto sería apto, y

quién no, para iniciar un tratamiento analítico, de modo que en el caso de que durante ese tiempo se

interrumpiera, le ahorraría al enfermo la impresión penosa que pueda darle un intento de curación

infortunado.

Contrariamente, Lacan parte de considerar la posibilidad de tratamiento para la estructura de

las psicosis a partir del manejo de la transferencia, tomando en cuenta las particularidades de este

lazo en la psicosis. La maniobra transferencial especifica en la psicosis implica tomar el relato del

psicótico al pie de la letra, justamente lo que siempre se dijo que se debía evitar, y “una sumisión

completa… a las posiciones propiamente subjetivas del enfermo” (Lacan, 1958, 516), que es

correlativa a la posición del analista en la clínica de la psicosis en tanto semejante.


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Considerando que Freud plantea que el lugar del analista en la clínica de las neurosis

debe ser sostenido desde un lugar de abstinencia, nos interrogamos: ¿qué lugar sostiene el

analista en la clínica de la psicosis? La respuesta a este interrogante ya fue elaborada por Lacan,

quien retoma aquel lugar que Freud deja vacante proponiendo la posibilidad de tratamiento para

las psicosis y señala que el lugar del analista en la clínica para dicha estructura debe ser

sostenido desde una posición de ética y de responsabilidad. Si bien posteriormente varios autores

conceptualizaron el lugar del analista en la clínica de la psicosis, la dirección de este trabajo se

centra en considerar más pertinente pensar ese lugar en relación a la particularidad de cada

tratamiento en la relación analista-analizante, atendiendo a la singularidad de cada sujeto.


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Breve reseña de estudios sobre el tema

En referencia al estudio y análisis de los distintos desarrollos publicados en relación al

tema elegido, varios autores continuaron el camino iniciado por Freud y Lacan en torno al

lugar del analista en la clínica de la psicosis. A fin de profundizar en el desarrollo del mismo,

se destacan algunos trabajos.

Soler en sus escritos: “Estudios sobre las psicosis” (1989) se pregunta por el lugar del

analista en la clínica de la psicosis, y plantea la dirección de la cura en función de la maniobra

transferencial. Señala los modos de intervención del analista, los cuales posibilitan estabilizar

las psicosis, y también las soluciones que el sujeto toma a su cargo, solitariamente, para tratar lo

real, que no requiere la intervención del analista.

Alomo, en su tesis de Maestría titulada “La elección irónica” (2012) se pregunta por el

lugar del analista, específicamente en la esquizofrenia, que difiere de la perversión, de la

neurosis, e incluso de otros tipos de psicosis. Además, siguiendo a Freud y Lacan, destaca la

noción de lo electivo, plantea que la apuesta del analista es la de brindarle al psicótico la

posibilidad de revisar sus posiciones subjetivas, que le permita posicionarse de un modo

diferente frente a lo real del goce, que toma al sujeto como objeto. En ese cambio de posición

radica lo electivo en el campo de la psicosis. No obstante, otra noción crucial en este escrito es

la “ironía de transferencia” e “ironía en trasferencia”, en esta última ubica la dirección de la cura

en las psicosis.

Lombardi, en “La clínica psicoanalítica: Las psicosis” (2009), siguiendo la enseñanza

de Lacan, señala las particularidades de la dirección de la cura en las psicosis, diferenciando la

posición del analista en la clínica de la neurosis y la psicosis, respecto del objeto a. No obstante,
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plantea que la destitución subjetiva es lo que sostiene la posición del analista, y que

específicamente en la clínica de la psicosis no puede ser otra, para poder ceder la posición d

sujeto al psicótico.

Laurent, en “Estabilizaciones en las psicosis” (1991), se centra en la enseñanza de Lacan

sobre la importancia del síntoma. Por una parte destaca la importancia de ubicar el fenómeno

elemental, a fines diagnósticos. Por otro lado, señala cómo la producción de un síntoma posibilita

una estabilización, sin el apoyo de la función paterna. Y piensa a la posición del analista, como

un modo determinado por la peculiar estructura del saber en las psicosis (Laurent, 1991, 33).

Leibson, en “Maldecir las psicosis” (2013) menciona que se ha instalado un discurso que

concibe al sujeto psicótico en términos de déficit. Suele pensarse la idea de que el psicótico

carece de algo que el neurótico posee (la metáfora paterna). Esta concepción deficitaria se

corresponde con el modelo mecanicista que enuncia que en la psicosis no hay inconsciente, no

hay síntoma, no hay deseo, no hay fantasma, no hay sujeto. Por lo tanto los psicótico se

convierten en unos raros ejemplares que puede ser tratados a condición de un sinnúmero de

precauciones, aunque en el fondo solo podrían ser diagnosticados y consecuentemente apartados

de los neuróticos (Leibson, 2015, 15-16). Si bien no es generalizable, este discurso está muy

difundido, incluso entre los profesionales de la salud. Por tanto, critica la utilización del

diagnóstico a modo de etiquetamiento, de déficit, y enfatiza su utilización a los fines de poder

plantear un tratamiento posible.

Entendiendo que la psicosis, es una manera particular de vincularse con el lenguaje, la posición

del analista implica mantener una hiancia entre saber y verdad. “Es por eso que el analista puede

ser un compañero de trabajo que le brinde al psicótico alguna diferencia…porque puede

acompañarlo a interpretar aquello que lo hable. Interpretar no en el sentido de una


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significación oculta, sino de encontrar otro modo de ponerlo en escena. Sin objetar que el Otro

está ahí y le habla” (Leibson, 2015, 71).

Maleval, en “La forclusión del Nombre del Padre” (2002), siguiendo la enseñanza de

Lacan, construye la evolución del concepto de la forclusión del Nombre del Padre. De ello

también se desprende la dirección de la cura y la capacidad de llevar adelante el tratamiento

analítico con sujetos psicóticos.


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Metodología

El método de investigación que se utilizará será de tipo cualitativo. Se realizará un estudio

descriptivo y exploratorio a partir de la revisión biográfica con el propósito de responder a los

objetivos de la presente Tesis.

Se realizará un breve recorrido bibliográfico de la obra de Freud acerca del concepto de

psicosis, a partir de los primeros textos donde aún no diferencia nítidamente las neurosis y las

psicosis, hasta los últimos desarrollos donde diferencia estas estructuras más nítidamente.

Se considerarán de fundamental importancia los textos de Lacan; “De una cuestión preliminar a

todo tratamiento posible de la psicosis” y el “Seminario 3: Las psicosis” intentando fundamentar

el tratamiento posible para dicha estructura.

Luego se indagará sobre el lugar del analista en la clínica de las psicosis, atendiendo a los

desarrollos de Freud, Lacan, Soler, Alomo, Maleval, Laurent, Lombardi, y otros autores más, que

serán citados durante el desarrollo de la tesis.


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Desarrollo

Breve recorrido de la psicosis desde Freud

Es posible observar numerosas consideraciones sobre la psicosis a lo largo de su obra,

desde sus primeros escritos de 1895 (donde aún no era clara la diferencia entre psicosis y

neurosis), hasta sus últimos trabajos en 1925, donde el autor diferencia más nítidamente esas

dos estructuras.

Freud, aborda por primera vez la paranoia, en una carta enviada a Fliess conocida como

“Manuscrito H” (1985). Parte del concepto de defensa, que luego es llamado represión, para

realizar un diagnóstico diferencial entre psiconeurosis de defensa y neurosis actuales. Al incluir a

la paranoia dentro del grupo de las psiconeurosis de defensa, es definida al igual que la histeria, la

neurosis obsesiva y la confusión alucinatoria, como un modo “patológico de la defensa” (Freud,

1895, 247). La defensa es frente una representación inconciliable que se opone al yo.

En la paranoia, la representación inconciliable y el monto de afecto son expulsados

hacia el exterior. Así, señala que el mecanismo que caracteriza a la paranoia es el abuso de un

modo de defensa, específicamente el de la proyección.

En 1911, cuando analiza las memorias del presidente Schreber en “Puntualizaciones

psicoanalíticas sobre un caso de paranoia” (1911) introduce el concepto de narcisismo, definido

como una fase del desarrollo libidinal, que luego formaliza en “Introducción al narcisismo”

(1914). La introducción de ese concepto le permite modificar su primera nosología, donde el

diagnostico se basaba en la defensa por otra nueva; neurosis de transferencia y neurosis

narcisista, estas últimas se caracterizan por el retiro de la catexis libidinal de los objetos y su

retorno al yo, creando el estado narcisístico secundario propio de las psicosis.


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A partir de la conceptualización del narcisismo, Freud a abandona la proyección como el

mecanismo fundamental de la paranoia:

“No era correcto decir que la sensación interiormente sofocada es proyectada hacia afuera;

sino más bien inteligimos que lo cancelado adentro retorna desde afuera” (Freud, 1911, 66).

Entonces, lo característico de la paranoia no sería el abuso del mecanismo de la

proyección, ya que en otros casos como frente a la pérdida de personas u objetos, también puede

producirse un desasimiento de la libido sin enfermar por ello. Sino que lo patógeno de la

paranoia conlleva una fijación en el narcisismo, señalando que el retroceso desde la

homosexualidad sublimada hasta el narcisismo indica el monto de la regresión, característica de

la paranoia” (Freud, 1911, 67).

Hacia 1920, Freud diferencia más nítidamente la psicosis y la neurosis basándose en su

segunda tópica del aparato psíquico (constituido por las instancias yo – ello – Súper yo), y define

a la psicosis como un conflicto intrapsíquico, entre el yo y el mundo exterior. En palabras de

Freud:

“la neurosis es el resultado de un conflicto entre el yo y su ello… en tanto en la psicosis es el

desenlace análogo de una similar perturbación entre en los vínculos entre el yo y el mundo

exterior” (Freud, 1924, 155).

De esta manera, le atribuye la responsabilidad al yo, de lo que haga con la tensión

conflictiva: “si permanece fiel a un vasallaje hacia el mundo exterior y procura sujetar al ello, o

si es avasallado por el ello y así se deja arrancar por la realidad” (Freud 1924, p 155).

En cuanto a su relación con la realidad, la neurosis no desmiente la realidad, se limita a

no querer saber nada de ella, en tanto la psicosis la desmiente y procura surtirla (Freud, 1924,

195). El fragmento de realidad rechazado se impone en la vida anímica, lleva al sujeto a un


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extrañamiento de la realidad y la reedificación de una nueva (Freud, 1924,196), allí radica el

éxito de la psicosis.

Debido a la creación del mundo nuevo que el sujeto produce en la psicosis, Freud le va a

dar importancia a la construcción del delirio. Sostiene que el delirio es un intento de curación,

que funciona a modo de parche, que posibilita el sujeto reconstruir realidad.

Las psicosis desde la primera enseñanza de Lacan

Lacan, retoma la lectura de los desarrollos de Freud acerca de la psicosis. Se interesa

particularmente por el término rechazo, que utiliza Freud en “La pérdida de la realidad en la

neurosis y la psicosis” (1924) para referirse a la forclusión, mecanismo específico de las

psicosis.

En “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis” (1958), Lacan

ubica el mecanismo fundamental de la psicosis: la forclusión del significante Nombre-del-Padre.

También, indica que para el desencadenamiento de la psicosis “es necesario que el Nombre-del-

Padre, Verwerfung, percluido, es decir, sin haber llegado nunca al lugar del Otro, sea llamado allí

en oposición simbólica al sujeto” (Lacan, 1958, 549). La falta del Nombre-del-Padre, en el lugar

donde es llamado Un-Padre en lo real, produce un agujero que propicia “el desastre creciente de lo

imaginario, hasta que se alcance el nivel en que el significante y significado se estabilizan en la

metáfora delirante” (Lacan, 1958, 550). Al igual que Freud, Lacan también le otorga al delirio la

función de restitución de la realidad. Por medio de la metáfora delirante, el psicótico intenta reconstruir la

trama edípica.

En “El Seminario 3: Las psicosis” (1955), Lacan retoma la lectura del comentario que

Jean Hippolyte hizo sobre la Verneinung (negación). Afirma que “en lo inconsciente, todo no

esta tan sólo reprimido” (Lacan, 1955, 23). ¿Qué quiere decirnos con esto? Lacan hace
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explicito que luego de ser verbalizado no todo es desconocido por el sujeto, sino que admite

que antes del proceso de verbalización hay una admisión en lo simbólico que puede faltar, este

proceso es denominado Bejahung (afirmación primordial). Entonces para que algo sea

reprimido primero tuvo que haber sido admitido en lo simbólico (Bejahung). Lo que fue

expulsado de lo simbólico retorna bajo la forma de represión, esa operación es llamado

Verneinung (negación). Mientras que lo que fue expulsado de lo simbólico y retorna en lo real

es llamado Verwerfung (forclusión). Así, el fenómeno de la alucinación y el retorno en lo real

consiste en “no saber nada de la cosa ni siquiera en el sentido de lo reprimido” (Lacan,

1955, 25), ya que lo que es rechazado en el orden de lo simbólico retorna en lo real.

El significante Nombre-del-Padre en la psicosis recorre el camino de la Verwerfung,

no se inscribe en lo simbólico. Al quedar aislado de la cadena, el significante retorna desde lo

real en forma de voz o alucinación. Lacan homologa la carretera principal a la función de la

significación fálica en tanto agrupa y polariza en un haz las significaciones. En palabras de

este autor, si la carretera principal no existe aparecen los carteles al costado de la carretera que

representan las alucinaciones. No obstante, en ausencia de la significación fálica, el sujeto

puede crear un delirio, que es una suplencia de significación fálica, para tratar lo real y hacer

la realidad un poco más tolerable.


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El lugar del analista en transferencia psicótica

La transferencia en la psicosis

En primer lugar, definimos a la transferencia, tal como la concibe Lacan en la

proposición del 9 de Octubre de 1967:

“La transferencia, vendo martillándolo desde hace algún tiempo, no se concibe sino a partir del

término del sujeto supuesto saber” (Lacan, 1967)

El sujeto supuesto saber constituye el pivote desde donde se articula todo lo que se refiere

a la transferencia. Según esta idea, la transferencia consiste en suponerle un saber al Otro. Si bien

la transferencia es una condición necesaria para la cura, por si misma no es suficiente, además se

debe tratar con ella de un modo singular.

Lo primero que hace el analista con su acto, es ceder la posición de sujeto al paciente, es

lo que garantiza el despliegue de la transferencia, sea el sujeto psicótico o neurótico. La

transferencia “implica que el sujeto no reconoce en quien lo escucha a otro sujeto, uno que lo

toma como objeto. El analista al dejarse tomar como objeto, abre la puerta al desarrollo de la

transferencia” (Lombardi, 2009, 66-67).

Para ello es indispensable que el lugar del analista sea sostenido desde una destitución

subjetiva, que implica no estar motivado por sus juicios e ideales. “Solo un sujeto que acepta

resignar sus títulos, sus significantes, su decir de sujeto del inconsciente, al menos

transitoriamente, solo él puede tolerar que cuenten únicamente, durante toda la entrevista o la

sesión, los títulos, los emblemas, los significantes que representan a otro sujeto, al paciente”

(Lombardi, 2009, 68). Así, Lombardi afirma que la posición del analista, en el caso de la

psicosis, no puede ser otra, que la de ceder la posición de sujeto al psicótico.


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Retomando el desarrollo anterior respecto del sujeto supuesto saber, en la psicosis, el sujeto

no le atribuye al analista ese lugar de sujeto supuesto saber, tiene otras características. El saber, se

ubica del lado del sujeto, no del analista.

De esta manera, la función del analista en la clínica de la psicosis no es la de operar desde la

interpretación, ya que en la psicosis no hay nada que descifrar en el sentido de lo reprimido, como

en la neurosis. Lacan se opone a considerar, en el caso de las psicosis, al síntoma como un

fenómeno oculto. Siguiendo la enseñanza de Lacan, Lombardi menciona que, en el caso de las

neurosis, los significantes significan en relación a otros significantes, en cambio en la psicosis el

significante no significa nada, “el psicótico es entonces un sujeto al que la significación, no

enmascara (…). El significante como tal, no significa nada. (Lombardi, 2009, 83). En suma, en la

psicosis la función del analista no se trata de interpretar, sino de cifrar los efectos del significante en

lo real que resiste a la civilización del goce que le impone el discurso.

Siguiendo la enseñanza de Lacan, esto solo es posible, como menciona en “De una cuestión

preliminar a todo tratamiento de la psicosis” (1958) en tanto el analista esté dispuesto a ubicarse

en una:

“sumisión completa, aun cuando sea advertida, a las posiciones propiamente subjetivas del

enfermo, posiciones que son demasiado a menudo forzadas al reducirlas en el dialogo al proceso

mórbido, reforzando entonces la dificultad de penetrarlas con una reticencia provocada no sin

fundamento en el sujeto” (Lacan, 1958, 511).

En tanto esto se cumpla, tanto más será interesante para el psicótico sostener un dialogo con

semejante interlocutor (Leibson, 2013, 31). No obstante, la sumisión a las posiciones propiamente

subjetivas del sujeto, se vuelve condición para alojar el testimonio, y para un tratamiento posible de

la psicosis.
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Leibson, en “Maldecir las psicosis” (2013) siguiendo la enseñanza de Lacan, entiende

la importancia de aquella posición, y señala dos cuestiones:

En primer lugar entiende que esa expresión alude a una estructura subjetiva particular,

entendida como “el efecto de un modo específico de inscribirse las marcas en el lenguaje”

(Leibson, 2013, 35).

En segundo lugar “implica dejar de lado los prejuicios acerca de cómo deberías ser los

psicóticos. Esto incluye especialmente a los prejuicios que surgen de suponer a la neurosis como

unidad de realidad” (Leibson, 2013, 35).

En suma, es preciso aclarar que si bien esta posición de sumisión no es específica de

las psicosis, es en esta estructura donde se enfatiza aún más aquella posición.

Por su parte, Soler en “Estudios sobre las psicosis” (1991) en el capítulo “Trabajo de

las psicosis” señala que “mientras el trabajo de la transferencia supone el vínculo libidinal con

el Otro hecho objeto, en el trabajo del delirio es el propio sujeto quien toma a su cargo

solitariamente, no el retorno de lo reprimido sino el retorno de lo real que lo abruman” (Soler,

1991, 15).

En esta frase, se observa que la autora concibe al delirio, como otra posibilidad de

estabilización, que el sujeto toma a su cargo sin la intervención del analista. Asimismo,

señala diferentes modos de tratar lo real:

- En algunos casos del sujeto recurre a una solución simbólica, que consiste en

construir una ficción como suplencia de la metáfora paterna, y construir una metáfora

delirante. En el caso de Schreber, es posible ubicar al menos una: ser la mujer de

Dios.
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- En otros casos la solución es a nivel del registro imaginario, consiste en

tomar prestado un significante del Otro.

- En otros casos cosiste en trabajar lo real por lo real, en estos casos se ubica el pasaje

al acto, como el caso de la automutilación, por mencionar alguna forma.

Soler llama “eficacia del sujeto” a estas soluciones, que el sujeto toma a cargo

solitariamente, sin la intervención de un analista. Sin embargo, no deja de lado que el analista

acoge la singularidad del sujeto, quien como testigo del testimonio que le impone el

psicótico, muchas veces mide los riesgos que asume en cada caso para sí y para otros.

El analista y el saber

Laurent (1991), entiende que la posición del analista está determinada por un modo

particular del saber. En la psicosis el saber se ubica en el sujeto, a diferencia del neurótico que

le supone un saber al analista.

Al respecto, Laurent, señala que la dificultad de las psicosis reside en que el analizante se

pone del lado del objeto a, es decir del lado del que habitualmente se pone el analista, y produce

la división subjetiva. Precisamente, a la inversa, el sujeto psicótico se coloca del lado del sujeto

se coloca en la posición del que sabe (Laurent, 1991, 33-34). Por tanto, el lugar del analista no se

constituye desde el lugar de saber cómo en la neurosis, sino desde un lugar de no-saber, y se deja

guiar por el testimonio del sujeto.

Entonces si en la psicosis el sujeto supuesto saber no opera como pivote de la

transferencia, la transferencia tiene otras particularidades, nos preguntamos ¿cómo se establece la

transferencia, para mantener el lugar del analista dese una posición de no-saber? Salinas,

atendiendo a las particularidades en que se presenta en relación al saber, en “La transferencia


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psicótica y el acto del analista” (2011), llama al modo particular de la transferencia en la

psicosis: transferencia invertida. Implica una inversión en relación al saber. Por tanto, para

sostener la transferencia invertida, el analista se deja guiar por el testimonio del sujeto, es

testigo y secretario del relato que lleva el psicótico. El analista debe abstenerse a responder

desde el lugar del Otro que tiene el saber ubicándose desde un lugar de escucha, vacío de saber,

sosteniendo “una hiancia entre saber y verdad” (Salinas, 2013, 117).

Secretario del alienado

En la clase XVI del “Seminario 3: de Las psicosis”, Lacan parte de una crítica a los

alienistas, quienes desacreditaban la palabra del loco, por su condición de alienado. Menciona

que “nos contentamos con hacer de secretarios del alienado” (Lacan, 1956, 295) para

reprochar la posición de los alienista, y reivindicar la palara del sujeto.

Se entiende por secretario al lugar del analista, quien aloja el testimonio de la posición

del sujeto respecto del lenguaje. Una posición específica del sujeto con el lenguaje, que Lacan

llama erotización o pasivización, que revela un modo de padecer el fenómeno del discurso. En

sus palabras:

“no solo nos haremos sus secretarios, sino que tomaremos su relato al pie de la letra:

precisamente lo que siempre se consideró que debía evitarse” (Lacan, 1956, 295-296).

Lacan, no sólo nos sugiere ser testigos del testimonio del sujeto, sino que nos invita a no

retroceder a la psicosis. El lugar de secretario no debe confundirse con un lugar pasivo

de escucha. Es más bien un lugar activo, el analista interviene activamente atendiendo a

las posiciones subjetivas del sujeto.


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Por su parte, Soler, siguiendo el camino de Lacan, homologa el lugar de secretario al de

testigo. En el capítulo “¿Qué lugar para el analista?” de su escrito “Estudios sobre las

psicosis” (1991) define al lugar del analista como testigo: “un testigo es un sujeto al que se

supone no saber, no gozar, y presentar por lo tanto un vacío en el que el sujeto podrá colocar su

testimonio” (Soler, 1991, 10).

De esta manera, se puede vislumbrar que el lugar para el analista que Soler sugiere en la

clínica de las psicosis es la de testigo, entendiendo por éste, aquel que debe estar preparado

para escuchar y soportar a quien que no es esclavo de la ley fálica, tendrá que medir los riesgos

que asume en cada caso para sí mismo, y para algunos otros (Soler, 1991, 20). Así el analista

queda ubicado en el lugar “del semejante, el del testigo, el del que escucha, que toma nota, que

supuestamente comprende y se apiada…” (Soler, 1991, 50).

Sobre la erotomanía de transferencia

La elección del concepto de erotomanía para designar la transferencia psicótica tiende a

hacer de esta última un fenómeno articulado a la trama de un delirio. Lo característico, es que

se basa en un postulado: “la certeza de ser amado, a menudo por un personaje eminente, que es

quien ha tomado la iniciativa a este respecto” (Maleval, 2002, 329), en palabras de Freud

implica que lo que esta abolido en el interior, vuelve desde el exterior.

La fórmula de la erotomanía, se obtiene de la lectura que Freud hizo de las memorias del

Presidente Schreber. Lectura que es retomada por Lacan, quien ubica el lugar que no es

recomendable que el analista que el analista ocupe en la psicosis.

Clérambault fue quien elaboró el síndrome erotomaníaco, la ubica en la categoría

nosológica de las psicosis pasionales junto a los delirios de celos y reivindicación.


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La premisa: -él o ella me mama- es constituyente de la relación con el Otro. Lacan ubica

este postulado pasional junto con el automatismo mental de su maestro, Clérambault, para

aislar los dos rasgos de la lógica psicótica: la relación con el Otro y la certeza.

En primer lugar, en cuanto a la relación con el Otro, implica una relación donde el Otro

“se impone en el lugar de la emisión de la libido” (Soler, 2004, 50), que toma como emisor

directo de la palabra alucinada, de igual modo que se impone en el automatismo mental. En

segundo lugar, la certeza, no implica creencia o tener conocimiento. Al contrario, implica que

el sujeto se pregunta por los signos que provienen del Otro, como en el caso de la neurosis. En

el caso de la histeria, el sujeto se cuestiona por los signos que provienen del Otro, mientras que

en la erotomanía recorre un camino inverso, no se cuestiona, toma ese signo como certeza

inquebrantable.

En el delirio de Schreber, Flechsig, ocupa el lugar de perseguidor. En palabras de

Lacan, ocupa el lugar del Otro, precisamente lo que no es recomendable en la psicosis.

Señala que la transferencia que operó sobre la persona de Flechsig, es el factor que

precipitó la psicosis en Schreber (Lacan, 1958, 556). Al respecto, Lacan nos advierte acerca del

peligro de responder desde el lugar del Otro en la clínica de las psicosis, ya que si bien es

convocado al lugar del Otro, no debe responder desde ahí, desde el lugar del oráculo que tiene

el saber, conviene responder desde el lugar de testigo, que no sabe ni aconseja, que no predica

su saber (Alomo, 2012, 44), así evita correr el riesgo de desencadenar una erotomanía.

Al respecto, Soler, para evitar la erotomanía, menciona en su escrito “Estudios sobre la

psicosis” que en un caso analizado por ella, refiere que evitó la erotomanía sirviéndose de la

maniobra analítica. Por un lado la cura consistió en obtenerse a la respuesta, a suplir el vacío de la

forclusión, es decir a llenar los vacíos con su saber. Por otro lado, se sirvió de la función de
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límite de goce. Propone la vacilación forzosa del analista, para referirse a la alternancia del

lugar del analista como testigo y como orientación de goce (Soler, 1991, 11).

Por el contrario, Lombardi observa una contradicción cuando Soler menciona “la

vacilación de la implicación forzosa del analista” (Lombardi, 2009, 133) ya que califica como

antinomias esas dos posiciones, dado que se contraponen. Señala que el lugar del analista no se

limita a la función de “orientación o límite de goce” sino que es sostenido desde la maniobra

transferencial, y el deseo del analista, que es lo que posibilita la dirección de la cura. De esta

manera, la función de pacificación que propicia el analista para el sujeto psicótico no depende

de la “orientación de goce” sino de “la ubicación del objeto a en el analista como causa de

deseo del psicótico” (Lombardi, 2009, 134).

En esta misma línea, Lombardi señala que la mejor posición del analista es, como

mencionemos anteriormente, la de una “sumisión completa a las posiciones subjetivas del

enfermo” (Lombardi, 2009, 128) ya que es la única que posibilita evitar la reticencia del sujeto.

Reticencia, nos dice Lombardi, es un término de los psiquiatras para referirse a la resistencia que

el psicótico opone al diálogo, sobre todo con el médico, que muchas veces banalizan lo que los

psicóticos testimonian, y el desafío que queda planteado para el analista es no colaborar con esa

resistencia.

Analista y la Ironía en transferencia

Alomo, se interesa por pensar las coordenadas de la transferencia, específicamente en la

esquizofrenia. En “La elección irónica” (2012) señala que en el tratamiento de esta estructura,

la ironía representa un obstáculo, como un modo particular de aislase del lazo social.
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En esos puntos en los que emerge la ironía del esquizofrénico, diferencia dos

modalidades distintas: la “ironía de transferencia” y “la ironía en transferencia”

En el primer caso, el sujeto responde a la sugestión del analista, como un modo

electivo de desenlazarse del lazo transferencial. Esta forma de transferencia, puede

vislumbrarse en el caso de Schreber, en cuanto a su relación con su médico Flechsig.

En el segundo caso, el sujeto no atenta contra el analista, sino que esta modalidad

posibilita sostener un lazo transferencial. Esta operación, posibilita incluir el objeto como

semblante, y por eso puede funcionar como operador lógico. “El objeto puesto de manifiesto

a través de un semblante, es decir de un sentido, con el que estaría coordinado el sujeto

esquizofrénico, sería el que emerge en la ironía en transferencia” (Alomo, 2012, 77-78).

Esta diferentes presentaciones clínicas de la ironía, constituyen momentos electivos en el

tratamiento de sujetos esquizofrénicos (Alamo, 2012, 153). Es interesante ya que a partir del

modo particular de establecer un lazo transferencial, el esquizofrénico puede repudiar el lazo

social (en este caso el analista representa para el analizante un sujeto aburrido), ahí el lugar del

analista tabalea. Mientras que desde la perspectiva de establecer un lazo social, es decir de ironía

en transferencia, “el analista puede mantenerse como partenaire del sujeto, ya que la

transferencia no está dirigida al Otro del sujeto” (Alomo, 2012, 152).

.
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Palabras conclusivas

La presente tesis partió de un interrogante que durante mucho tiempo me acompañó, y

que guio esta investigación: cuál es el lugar del analista en la clínica de las psicosis. Luego de la

revisión bibliográfica realizada, fue posible arribar a una posible respuesta.

En primer lugar, resultó necesario ahondar sobre qué es la psicosis y cuál es el

mecanismo de formación, entendiendo esta estructura no como un déficit, sino como un

mecanismo diferente al que acontece en la neurosis o la perversión.

Comenzando por el escepticismo freudiano y continuando con el postulado lacaniano

respecto de no retroceder en la psicosis, se puedo corroborar que el lugar del analista no es solo

la del secretario. Además es tomar su relato al pie de la letra, es hacer un vacío para alojar el

testimonio del psicótico, es ubicarse como otro, y no como Otro gozador, es escuchar no

sabiendo, es prestar su significante, y también su presencia, es destituirse subjetivamente y ceder

el lugar de sujeto. Esta posición no se reduce a un lugar de escucha pasiva, sino que es un lugar

donde el analista interviene activamente desde un lugar de sumisión a las posiciones

propiamente subjetivas del enfermo. De esta manera, el analista, ubicado desde el lugar de no

saber, es guiado por el testimonio del psicótico y se deja enseñar por su discurso, sus delirios y

certezas, tomando su relato al pie de la letra.

Por tanto, no sería posible precisar un solo lugar, ya que éste dependerá de la estrategia

de la maniobra transferencial del analista, así como también de las posibilidades que admita, o

no admita, el analizante.

Para finalizar, en relación al desarrollo de este trabajo, no solo me dio la posibilidad de

realizar un recorrido bibliográfico del tema en cuestión, sino que además me permitió, en lo
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personal, proponerme no retroceder ante la psicosis, y cuestionarme cuales son las

posiciones que como profesionales debemos asumir en la clínica psicoanalítica de la

psicosis para dirigir la posibilidad de tratamiento atendiendo a la

singularidad del sujeto.


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