Para dar fuerza a lo que ya se ha expuesto se presenta también una jerarquización que plantea
de una forma natural un conjunto de notas y de corolarios. Postulando uno de ellos que el
significado real de algo se manifiesta en operaciones que eleva y operaciones que son
elevadas, donde el significado de elevación es ilustrado. Sin embargo, hay que entender, que,
una metodología fundamental puede desempeñar la función de una filosofía de la religión
sólo si va más allá de los niveles de la experiencia, la inteligencia y el juicio para incluir la
importancia y relevancia superiores de la deliberación, la evaluación, la decisión y la acción.
Esto se manifiesta sin descartar otras religiones. Dando la oportunidad que si se quiere pasar
de una religión a otra se puede hacer de dos maneras: La primera tiene premisas
específicamente cristianas. Apela a la regla: "Por sus frutos los conoceréis" (Mateo 7:16).
Resalta el texto de la escritura que favorece la afirmación de la voluntad de Dios que quiere
que todos los hombres se salven (1 Timoteo 2:4). Y en la segunda se procede hacia una
concepción universalista de la religión que se puede partir de la concepción de Raymond
Panikkar de una teología fundamental que se basa en la religión vivida o en la fe mística que
es anterior a toda formulación y que quizás se encuentre más allá de toda formulación. Esto
será posible teniendo en cuenta y viendo la filosofía de la religión como una metodología
fundamental.
Por otra parte, está el enfoque o estructura heurística que tiene como objetivo el conocimiento
de la totalidad del ser. Esta estructura tiene como fundamento la auto-apropiación del sujeto
que tiene experiencia que es inteligente, razonable, libre y que ama. Este fundamento
también trae consigo su consecuencia que va orientada a la investigación metódica de una
forma análoga a la manera como se aplican las matemáticas en las investigaciones de la física
moderna.
En definitiva se puede decir que a través de estas etapas fue que se inició y se esparció el
cristianismo, atreves de las palabras, la acción de Cristo y de sus apóstoles. Pero, hacia el
final del siglo II emergió una élite que estudió las escrituras y leyó a Ireneo en Galia, a
Hipólito en Roma, a Tertuliano en el norte del África, a Clemente y a Orígenes en Egipto.