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UNIDAD EDUCATIVA:

JESÚS DE NAZARETH

NIVEL SECUNDARIO

GENERO ORATORIA

AMOR DE MADRE

ORADORA:

ALISON COLQUE CHAMBI

CURSO: 6°”B”

FECHA: 28/05/2018
El mayor tesoro del mundo es poseer una madre, su amor es una gran riqueza de
valor incomparable. Todos nuestros amores podrían llegar a ser “ex” pero nunca se
podrá tener una “ex-madre”. La madre es ese ser que lo entrega todo por amor, por
su hogar, por sus hijos y nietos. Cuando la madre aún está ahí contigo, es una suerte
tenerla, pues la clase de amor que entrega es el más puro que podrás encontrar
jamás. Hay muchas madres, pero ninguna como la nuestra: Es cierto que hay
muchos tipos de madres, pero siempre la nuestra será la más maravillosa que la vida
nos ofrezca. Ella será nuestra amiga, la que guarda todos nuestros secretos y lava
nuestras penas cuando sufrimos mal de amores, la que nos cuida como una doctora
cuando estamos enfermas.

Con el tiempo apreciamos más a nuestras madres los años no pasan en vano para
nadie y cada año parecieran pasar más lentamente, las hermosas arrugas en el
rostro de la madre son el vivo reflejo de las experiencias que ha vivido. No hay otro
ser más especial que la madre, no hay ni habrá un amor más sincero que el de una
madre. Cuando somos jóvenes muchas veces no sabemos apreciar el valor que
realmente tiene la madre y la tenemos como “nuestra amiga”, pero al pasar el tiempo
nos vamos dando cuenta de lo mucho que amamos a nuestras madres, mucho más
de lo que creímos en nuestra juventud. No es algo de lo que nos demos cuenta de un
momento para otro, pero siempre llega el día en el que nos percatamos que nuestra
madre es lo más grande que hay después de Dios. Siempre entreguemos amor a
nuestras madres: La madre es una mujer tan bendita que soporta tantas cosas por
amor a sus hijos, mientras muchas veces somos ingratos con ellas dando por
sentado que nuestras madres siempre estarán allí para nosotras. Hay que cuidar a la
mujer que nos dio la vida o simplemente la que nos crió o dejó marcado nuestro
camino. Como dicen por ahí, “no es madre la que pare, sino la que cría”, y es a ese
ser quien debemos respetar, amar y cuidar en sus años dorados cuando vuelven a
ser niños, cuando la vida va desapareciendo ante sus ojos. Cuando ese momento
llega, debemos prestarles nuestra ayuda para que sigan caminando, porque el día
que nos falte su presencia, seguro que no habrá dolor más grande.

No desaproveches la oportunidad ahora que tu madre está contigo cuídala, mímala,


sé su bastón y fortaleza. Cuídala como te ha cuidado a ti, no te enojes con ella por
sus cambios de humor, los años la cansan, los problemas que tuvo que resolver han
sido agotadores así como las veces que tuvo que ejercer todas las profesiones del
mundo para darte a ti lo que eres ahora. Pero sobretodo respétala, porque
verdaderamente jamás habrá nadie que te ame como ella te ama. Su amor por ti
siempre prevalecerá, porque eres parte de sus ser, su sangre y ella siempre estará
para ti esté donde esté. Cuando los años empiecen a cobrar factura a su cuerpo es
cuando más paciencia deberás tener con ella, te contará muchas veces los
recuerdos que tiene, y deberás escucharla contarlos como si fuese la primera vez
que te los cuenta. Ahora eres tú quien debe protegerla, amarla y valorarla, pues
madre hay una sola. Nuestras son mujeres llenas de títulos, licenciadas en amor,
enfermeras del alma capaces de curar las heridas con un beso, sanadoras del
corazón y expertas en cariño. Ellas son nuestras niñeras, nuestras confesoras,
nuestras maestras de vida, nuestras eternas acompañantes. Sus enseñanzas brillan
a través de sus ojos, unos ojos que nos han ofrecido el privilegio de ver cada día el
reflejo de las batallas de la vida. Ellas saben a unos besos que siempre han sabido
sellar con suavidad nuestros desvelos y preocupaciones. Ellas son unas manos que
se han pasado años forjando escudos para protegernos y unos brazos que son
mucho más que el rincón en el que nos escondíamos de un mundo al que no
queríamos rendir cuentas. Desde el punto de vista cristiano la mujer es una creación
especial de Dios, con un propósito definido y específico. No era bueno que el hombre
estuviera solo, necesitaba una ayuda idónea; por tanto, Dios le presentó a la mujer y
juntos constituyeron la célula vital de la sociedad que es el hogar. Cuando un hogar
funciona de manera correcta y normal, unido a otros hogares normales, se produce
una sociedad sana y vigorosa que trae paz y seguridad a quienes la integran. Los
niños pueden jugar y reír a puertas abiertas, los jóvenes inspirados en el ejemplo
paterno son desafiados a estudiar y a trabajar para reproducir el modelo adquirido en
su hogar y formar así una nueva familia normal.
La mujer es una pieza vital en el correcto funcionamiento del hogar. Dios quiere que
éste sea un lugar donde sus moradores se sientan protegidos, queridos y donde sus
necesidades sean satisfechas. Cuando eso no se logra, no sólo sufren los
integrantes de la familia, se altera también el estado normal de la sociedad.
Lamentablemente, en este tiempo que nos toca vivir la realidad es esta: la familia
luchando para sobrevivir a una profunda crisis. En muchos casos ya no existe un
hogar y una familia, sólo pedazos maltrechos de ella. En nuestras grandes ciudades
observamos cada vez a más niños cubiertos de harapos, sucios, durmiendo en
cualquier lugar donde los venció la droga. Nos preguntamos ¿por qué ese inocente
escogió la calle y no su hogar? Bueno, inocente ya dejó de ser, pues la calle y las
malas compañías lo han graduado de delincuente. Movemos la cabeza, lamentamos
y nos tomamos fuerte de nuestras carteras porque tememos un arrebato de nuestras
pertenencias. La maldad ya nos arrebató lo más querido; los niños y adolescentes.
En su plan perfecto Dios creó a la mujer con una sensibilidad y capacidad especial
para que en su rol de madre y esposa pudiera llenar las necesidades de los
miembros de la familia. La Palabra de Dios habla de la mujer virtuosa, aquella que ha
comprendido muy bien para qué el Señor le permitió nacer mujer. Es la que se
levanta temprano, da comida a su familia, cose la ropa, limpia la casa, alarga su
mano al pobre. También cuida su propia apariencia y agrada a su esposo. La Biblia
dice que abre su boca con sabiduría y redime el tiempo, ve que vayan bien sus
negocios, trabaja con diligencia para ayudar al presupuesto familiar. Considera los
caminos de su casa y no come el pan de balde. La tarea de la mujer, como vemos no
tiene límites. Algunas pueden quedarse todo el tiempo en casa, pero la mayoría se
ve obligada a salir a trabajar afuera. No es fácil pero es posible encontrar el equilibrio
para lograr algo bueno en su vida de mujer y sentirse realizada en todo sentido. Para
eso, debe poner las cosas por orden de prioridad.

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