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PENAS Y LAS DICHAS

En los albores de la humanidad las Penas y las Dichas convivían por igual en el corazón de los
hombres.

Las Dichas son causa dela perdición humana. Debemos expulsarlas acordaron las Penas.

Así comenzó el asedio a las Dichas, quienes optaron por refugiarse en lugares ignotos del
firmamento.

Cansadas las Dichas de vagar, dijeron:

Vayamos al Cielo y pidamos a Zeus cómo comportarnos sin despertar las envidias de las Penas.

Zeus aconsejó de inmediato:

No vayan en grupo. En adelante, irán una tras otra.

Por este motivo, las Penas, que viven en la Tierra, asedian constantemente a los hombres;
mientras que las Dichas se presentan de tiempo en tiempo, pues deben bajar desde el Cielo.

La alegría bajó del cielo; la tristeza sube del suelo.

UNA PERRA DE PARTO

Una perra preñada, no tenía donde alumbrar a sus hijos y suplicó a una compañera:

Mira el estado en que me encuentro… por favor, dejame ocupar tu covacha.

Es tuya mi casa cuando sea necesario. Pasados unos días, la dueña la visitó para decirle:

Vengo por la vivienda. Ya no debes necesitarla.

¡Hay amiga! Dame un tiempecito más hasta que mis cachorros puedan valerse por sí mismos.

¡Sé buena conmigo!

Vencido el nuevo plazo, solicitó su perrera;

Mas la huésped, mostrando los colmillos, se apertrechó y le dijo:

¡De aquí me sacas muerta! ¡Me quedaré hasta cuando me dé la gana!

Por la puerta del confiado se cuela el bribón y taimado.

EL PERRO Y SU IMAGEN

Cierto perro cogió entre sus dientes un grande y sabroso hueso.

“! ¡Que regalo! Se dijo el incauto animal. Lo llevaré a casa y allí lo comeré a mi regalado gusto”.

En el camino halló un arroyuelo cuyas cristalinas aguas, reflejando su imagen, le hicieron ver
ingenuamente a otro perro con una suculenta presa entre sus dientes.

Como el animal estaba hambriento, abrió el hocico y se zambulló en el agua para coger el
hueso del otro perro. Mas, ¡oh desencanto!, al sumergirse hasta el fondo no halló a su rival, ni
menos, por supuesto, el otro hueso que creyó ver.

Se dio cuenta entonces, aunque tarde, que su gula le había costado la pérdida de su propia
presa, lo que fue peor, el hambre siguió aguijoneándole terriblemente.
EL PERRO DE PRESA Y OTROS CANES

Un granjero adiestraba a un enorme perro para pelear con los osos y leones que depredaban
su ganado.

Cuando se presentó el día de hacer frente a las fieras, la cadena que sujetaba al mastín se
arrancó y el animal salió disparando por las calles.

Los perros de la vecindad al verlo pasar como una saeta, le gritaron:

¿Por qué huyes de manera tal?

Aunque de comida tengo lo suficiente, el hecho de tener que combatir con osos y leones es
como enfrentarme a la muerte, repuso el mastín.

Entonces, los asombrados perros, comentaron:

Nuestra vida callejera, aunque pobre, es mejor a tener que pelear esas temibles fieras.

No vale exponer la vida, por un plato de comida.

EL CABRITO FANFARRÓN

Mientras paseaba en la floresta, en un tibio día de sol, un cervatillo, que iba detrás del ciervo,
admiraba el magnífico aplomo y señorío de su padre.

Sin poder contener su curiosidad, el pequeño hablo al ciervo de este modo.

Padre, veo que luces fina estampa y eres, según compruebo, más ágil que los perros, además,
llevás fuerte cornamenta para defenderte, ¿Por qué huyes cuando ves uno de ellos?

El ciervo, luego de escuchar a su crio, le replico sonriente:

Todo cuanto dices, hijo mío, es cierto: pero yo mismo no puedo explicarme la razón; pues tan
pronto escucho el ladrido de un perro, se me escarapela el cuerpo y me faltan patas para
echármelas, rápido y lejos.

Ni buscar la muerte es valentía ni huirla es cobardía.

LA ZORRA, EL PERRO Y EL AMO

Las gallinas de un labriego habían estimulado el apetito de una zorra que merodeaba en el
corral.

Tacaño y miserable debe ser el dueño del gallinero pensó la raposa. Tiene bien cerradas las
puertas y, además, cria un detestable perro que no es de mi agrado.

Dando vueltas a su caletre y al corral, se dijo:

La esperanza es lo último que debe perderse y se sostiene que la constancia todo lo alcanza.

Desgraciadamente, una noche el amo olvido cerrar las puertas del corral y como por encanto
el, los criados el perro, gallos y gallinas dormían como uno benditos.

¡Que feliz oportunidad para la zorra! Sigilosamente se introdujo en el gallinero y las plumíferas
fueron cayendo una tras otra entre sus dientes.
¡Que buen festín el que me di! Me llevare algunas para mañana, dijo la taimada y se marchó
con la panza satisfecha.

Al día siguiente el amo se percató de la horrenda carnicería, lamentándose de esta manera:

¡La desgracia me persigue! Gemía entrando y saliendo del gallinero, y culpando de lo ocurrido
a los criados y al perro.

¡Oye haragán! Grito a su perro ¿Qué hacías durante la noche? ¡Solo sirves para comer,
desdichado gandul!

El perro. En su impotencia, respondió al amo:

¿Por qué no cerraste bien la puerta? Siendo amo y señor de la granja duermes como un lirón.
¿Querés que me desvele por algo que no me pertenece?

El perro demostró tener juicio y no obstante que sus razones eran irrefutables, el amo cogió un
palo y descargo duros golpes sobre el infeliz can.

Casa mal guardada, pronto robada.

EL HOMBRE Y LA CULEBRA

Un hombre, con fementidas promesas, capturo a una culebra y la metió en un saco,


condenándola a morir.

Ser bueno con los malos es estupidez le musito ¡Símbolo de la ingratitud! Voy a hacerte
pedazos. Así ni tu cólera ni tus dientes podrán hacerme daño.

Si te juzgás leal, acepta que el símbolo de la ingratitud eres tu alego el reptil, pues lo que
llamas justicia se basa en tus conveniencias, mi vida está en tus manos, matame, si ese es tu
deseo.

Impresionado el hombre por la acusación, replico: por derecho me corresponde decidir de tu


vida; sin embargo, someteré el juicio a un tercero.

Y, acto seguido, llamo a una vaca exponiendo el caso. Esta, sin titubear, le argumento:

Para mí, el caso no ofrece dudas, pues la culebra tiene razón. Mi amo me cuido mientras pude
serle útil. Ahora que soy vieja, me tiene atada en el establo y casi sin alimento.

El hombre, inconforme, llamo a un buey, que, advertido de la causa, apoyo a la culebra,


fundamentando que él también había sido víctima de la ingratitud humana, afirmando que
ahora que se siente agotado será sacrificado a los dioses.

Conteniendo la ira, el hombre acudió a un viejo árbol. El nuevo juez, puesto al corriente,
concluyo:

La culebra tiene razón. Recuerda que antes te brindaba sombra y frutos; ahora que estoy
achacoso, mutilás mis ramas haciendo leña para tu chimenea. Eres, pues, un ingrato.

¡Basta! Rugió el hombre, yo tengo la culpa de pedir consejo a imbéciles. ¡No los necesito! Y sin
contener el mal humor estrello a la culebra contra el muro.

Justicia es agravio cuando no la aplica el sabio.


EL RATÓN Y EL GATO

Había un ratoncito que por su lisura era la presa apetecida de don comilón, un gato de mata y
come.

Así, una tarde, el gato estuvo a punto de atraparlo cuando providencialmente apareció un
perro, gran amigo del pericote y jurado enemigo del gato.

¿Qué pretendés hacer, miserable, con mi amigo?

Intervino el perro, mostrándole los dientes.

El gato, hecho un puerco espín, tomo las de Villadiego y se refugió en el tejado.

Lo curioso es que, mientras el perro ladraba y el gato maullaba, el ratón subido sobre el lomo
de su amigo, se puso a bailar.

Pero, un día. Estando el perro ausente, el pericote se perdió en la panza del gato marrullero.

DE POCO SERVIRÁ AFANARTE. SI LA FORTUNA NO ESTÁ DE TU PARTE.

EL RIO Y EL CUERO

En un recorrido de su camino, el rio vio flotando en sus aguas un cuero de vaca.

¿Cómo te llamas? Preguntole el rio.

El cuero, arrugando el entrecejo, respondió:

¿Yo? Me llamo Duro.

Pues espera, que de seguro te hare cambiar de nombre. Con que Duro ¿no?

El cuero rio de buena gana.

La cristalina corriente se propuso escarmentar al intruso y aumentando sus aguas lo arrastro


hacia la parte más profunda… pasados unos días preguntóle el rio:

¿Sigues llamándote Duro?

Ya no se ni como me llamo.

Desde ahora te llamaras blando- sentencio el rio- y permanecerás ahí abajo hasta que
desaparezcas.

Quien habla para hacer eco, tiene el cerebro hueco.

LAS GALLINAS GORDAS Y LAS FLACAS

Vivian en cierto corral varias gallinas, unas gordas y bien cebadas, y otras, por lo contrario,
flacas y desmedradas.

Las gallinas gordas, orgullosas de su buena facha, se burlaban de las flacas, llamándolas
esqueletos vivientes, muertas de hambre, fantoches emplumados, etc.

Mas he aquí que el cocinero, debiendo preparar algunos platos para el banquete de Año
Nuevo, bajo al gallinero y eligió las mejores que allí habían.
La elección, lector, no fue difícil. Las gallinas gordas, viendo su fatal destino, envidiaron
entonces la mejor suerte de sus compañeras flacas y esqueléticas.

La suerte de la fea, la bonita la desea.

El ciego

Un ciego poseía el don de reconocer al tacto a cuanto animal se le acercaba, y era tal su
destreza que aun podía decir a que especie pertenecía.

Cierto día, sus amigos le presentaron un zorrito para probar su virtud. Acto seguido, el ciego
palpo al animal y, permaneciendo vacilante un instante, dijo al fin.

No puedo adivinar, pero creo que se trata de un zorrito, de un lobezno o de otro animal
parecido. Pero puedo aseguraros que no ha nacido este villano para convivir con las gallinas,
porque el muy carnicero, apenas este solo con sus apetecidas presas, las devorara una tras
otra.

¡En verdad que nuestro amigo es amarilloso! ¡Pues ha acertado una vez más! Exclamo,
admirado, uno de los vecinos.

Lo que con los ojos no miro, con el dedo lo adivino.

EL HOMBRE Y LA HORMIGA

Al hundirse una nave con todos sus pasajeros, un hombre, que presencio el naufragio desde la
orilla, dijo para sí:

¡Que injusto castigo manda el cielo, pues por sancionar a un pecador, hace perecer a
numerosos inocentes!

Mientras así pensaba, una hormiga le pico una pierna y el para vengarse de ella, extermino a
todas las demás que por allí habían.

Al poco rato se le presento un ángel y, tocándole el hombro, le interrogo de esta manera:

¿Aceptaras, ahora, que el cielo juzgue a los hombres como tú a las hormigas?

Adora a la providencia, que cuida de tu existencia.

EL ÁGUILA, LA GATA Y LA JABALINA

Una vieja encina daba albergue a un águila con sus crias, a una gata montes y a una jabalina y
sus jabatos.

Todas Vivian en paz y armonía. Mas, una mañana la gata perdida hablo así a la Reina de las
Aves:

La fiera que habita abajo no cesa de cavar para derribar el árbol. Luego que haya caído se
comerá a nuestros hijos. ¡Vivamos con cuidado!

El águila quedo preocupada. Entre tanto, la gata musito a la jabalina.

Platique con el águila y colijo que espera el momento en que te marches para devorar a tus
hijos.
En conclusión. Águila y jabalina resolvieron no abandonar sus casas…. pereciendo todos de
hambre.

La gata y sus críos se hartaron con los despejos de quienes dieron oídos a chismes de vecindad.

A quien te traiga un cuento, desprecialo al momento.

LA RANA MEDICA Y LA ZORRA

Sabido es que las ranas habitan en las charcas croando, a todo pulmón, en las horas de serena
quietud.

Así las cosas, una rana bullanguera, subida sobre una piedra de cierto estanque próximo al
camino, pregonaba:

¡Atención, amigas y amigos! ¡Soy una experimentada médica y conozco toda clase de remedios
para curar vuestros males! ¡Acérquense! ¡Acérquense!

En ese momento paso por el lugar una zorra ladina que escucho el pregón de la rana y
acercándose al borde del estanque le increpo:

Señora rana, veo que rengueás al caminar; si eres médica, cura primero tu cojera antes de
aliviar los males ajenos.

La rana, avergonzada se zambulló y no volvió a salir del agua hasta que la zorra se marchó.

Quien te engaño una vez, si puede, te engañara diez.

El lobo y el murciélago

Volando de rama en rama un murciélago adormitado fue a caer sobre un lobo dormido. Este,
despertando al instante, lo cogió y al punto intento devorarlo.

Entonces, el murciélago clamo por su libertad.

Te dejare libre dijole el lobo; pero con la condición de que me digas porque los murciélagos
son tan alegres y retozones. En cambio, yo siempre me fastidio.

Me asustás sobremanera replico el murciélago. Dejame volar a mi cueva y te lo explicare al


punto.

El lobo lo dejo libre y el murciélago le increpo:

Te fastidiás, compadre, porque eres malo y tu crueldad seca tu corazón. En cambio, nos ves
alegres porque jamás intentamos dañar al prójimo.

Haz bien, sin mirar a quien.

EL PASTOR Y EL MAR

A un pastor, que apacentaba su rebaño a orillas del mar, le pico la ventolera de hacerse
comerciante.

Es breve la travesía se dijo, y embarcando a las ovejas, se puso a remar. En la costa vecina
vendió su ganado a magnífico precio.

Con el dinero obtenido compró dátiles africanos.


Al retornar con su carga se levantó una bravísima tormenta. En tanto, para poder salvarse,
arrojó todo su cargamento al mar.

Sumido en la miseria, sin dátiles ni rebaño, el pastor sollozaba, cuando alguien le dijo:

Tranquilo está el mar, buen hombre. ¿Por qué no arriesgás a sacarle algún provecho?

Desengañate, amigo contesto cuando el mar se aquieta es porque desea más dátiles.

Desengaños y sinsabores, Matan a los mejores.

LA SERPIENTE, LA COMADREJA Y LOS RATONES

La serpiente y la comadreja, que son enemigas juradas, prefieren a los ratones como
predilecto bocado.

En el interior de una vieja casona, a la cual habían acudido en pos de pericotes, se encontraron
las enemigas trabándose en mortal contienda.

En tal circunstancia un ratón, sacando las narices de su escondite, gritó a sus congéneres:

¡los enemigos se destruyen! ¡salid, hermanos, en busca del sustento cotidiano!

La familia ratonil salió de sus huecos, a cuya vista los gladiadores se dijeron:

¡dejemos el pleito por el momento! No despreciemos tan magnífica ocasión.

Así pues, los ratones pasaron de sus huecos a las panzas de sus depredadores.

A la ocasión venida, aprovechala enseguida.

LA MUJER Y EL CÁNTARO

Una mujer, al ir a la ciudad, encontró en el camino un cántaro viejo que en algún tiempo
guardo excelente vino.

Por curiosidad la mujer olfateo el recipiente y comprobó el embriagador aroma que despedía.

¡oh!, dioses exclamo que delicioso debió ser el vino que guardo este cántaro abandonado,
cuando al cabo de tantos años conserva aún su fragancia.

Entonces, la mujer concluyo de esta manera:

Una vida noble es como un cántaro de buen vino que, en la vejez, conserva el aroma de sus
virtudes, aunque su aspecto sea achacoso o miserable.

Caja que tuvo alcanfor, queda siempre el olor.

La corneja y el cuervo

El cuervo es un pájaro que, según creencia popular, pasa el tiempo anunciando la buena
aventura o la desgracia de los viajeros, quienes lo elogian al verlo.

Una corneja, conocedora de esos atributos y enceguecida por los celos, pensó:

¿Qué de participar tiene el cuervo para merecer tanta atención de los hombres? Yo también
podría vaticinar el futuro.
Acompañando los hechos a las palabras, la corneja se encaramo en lo alto de un árbol y desde
una rama, comenzó a chillar sin ton ni son a la vista de los viajeros.

Vaya majadería del pajarraco, exclamo un caminante, sigamos adelante pues una novata
corneja no tiene agallas de augur.

No hay que creer en las brujas, porque las hay, las hay.

LA ARAÑA Y LA MOSCA

En una mañana fatídica, cierta mosca volaba de un lugar a otro en busca de comida.

Al fin, se detuvo en una rama donde una araña había hecho malabares con su tela y
contemplándola embobada, pensaba:

Jamás vi trabajo más hermoso. No lo haría ni el gusano de seda más famoso. ¡Que tersura!
¡Que belleza! Es realmente una obra de arte.

La araña. Aprovechando la coyuntura, salió de su escondite, tendió su red con admirable


maña, atrapo a la mosca, y le dijo:

Si no fueras tan curiosa aun estarías fastidiando por otros lugares y se la comió.

Por estar distraído, en la trampa has caído.

El joven y el ladrón

Un joven, sentado en el brocal de un pozo, vio que un ladrón se le acercaba y, conociendo sus
intenciones, fingió llorar amargamente.

El ladrón pregunto al joven qué motivos tenía para afligirse de tal manera.

El sagaz joven le explicó que había venido a sacar agua con una jarra de plata, pero que, al
romperse la soga, se le fue hasta el fondo la vasija.

Tan pronto como el ladrón oyó la noticia, se quitó los vestidos y, movido por la codicia, bajo a
buscar la jarra sumergida. Mas inútiles esfuerzos los suyos: la vasija valiosa no pudo ser
encontrada.

Entretanto, el mozo cogió la ropa del ladrón y echó a correr. De esta suerte, el amigo de lo
ajeno recibió una lección. Fue por lana y salió trasquilado.

Ladrón que roba a ladrón, tiene cien años de perdón.

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