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El peor calabozo: el Miedo

C.I. E-82.073.464
Veintidós años después de lo sucedido (…) me atrevo a afirmar que la tortura es el
acontecimiento más atroz que un ser humano puede conservar en su interior.
(Amery 83)
El primer golpe hace consciente al prisionero de su desamparo. Tras el primer mamporro, la
tortura y la muerte en la celda se presienten como posibilidades reales, incluso como certezas.
(90)

En 1936 se demolió La Rotunda, ese nefasto edificio que cumplía casi un siglo de
antigüedad, aquel que albergó a tantos presos comunes y políticos, y que fuera la sede del Miedo
durante el régimen de Juan Vicente Gómez; cayó pedazo a pedazo tras ser aprobada su
demolición en enero de ese año. El General Eleazar López Contreras ordenó desmoronar la
prisión caraqueña, como un gesto para limpiar al país (y a sí mismo, ex-Ministro de Gómez,
como era) de la violencia, la represión y la tortura que la Rotunda simbolizaba.
En su lugar se construye una plaza, la Plaza de la Concordia, inspirada quizás en la
famosa plaza parisiense1, y con la esperanza de tiempos mejores, haciendo acopio de corazones
(con-cordia) para construir un futuro más democrático. Después de todo, la Rotunda representaba
en la memoria venezolana todo el poder sin restricciones del Tirano, quien sólo se debía a sí
mismo, a la Patria y a la unión. Una unión, que en sus propias palabras2, asimilaba los mejores
rasgos de los partidos liberal y conservador, y que “la llamo El Gomecismo” (Caballero Historia
54). La Rotunda daba clara evidencia de que el Benemérito podía hacer lo que quisiera. De
hecho, los rigores y terrores de la prisión eran conversación abierta durante el régimen, como lo
muestra el testimonio de un diplomático cubano, que vivió en Caracas en 1926:

Al principio de mi estancia en Caracas, extrañábame de que personas muy allegadas al


Gobierno se refiriesen sin comedimiento a los horrores de la Rotunda. Y llegué a concluir
que eso era alentado por el propio Dictador, como amparo de su fuerza. (Caballero
Gómez 237-38)

1
También la Plaza de la Concordia francesa nace (es rebautizada con ese nombre) para romper con el pasado, tras
ser la sede del Terror, pues la guillotina se instaló allí, y Luis XVI, María Antonieta y cientos de personas más,
fueron decapitados en ella.
2
Así lo aseguró en 1913 en declaraciones al New York Herald
El Terror y la Propaganda son dos caras de la misma moneda: El Totalitarismo (Arendt
425). Otro elemento de propaganda eficaz era la liberación de presos en grupos, que aseguraba
que un mayor número de personas (familiares, amigos y curiosos) vieran el mal estado en que
terminaban aquéllos que se oponían a la justicia del Régimen (Pérez 135).

De modo que la sucinta enumeración de los suplicios habituales entre los prisioneros de
la Rotunda, que haremos a continuación, era más o menos conocida por los habitantes de la
Caracas gomecista.
Lo primero que hay que discernir es que la Rotunda abarca varios espacios: 1) Dos
edificios circulares, la Rotunda Nueva (en mejores condiciones) y la Rotunda Vieja, con sus
celdas distribuidas en dos pisos; aquí vivían confinados casi todos los presos, mientras los
soldados rondaban la azotea. 2) Rellenando los triángulos que tales edificios circulares dejaban
sin usar, estaban las celdas ‘encortinadas’: El Silencio, El Reloj, El Olvido y La Serpiente; aquí
los presos eran completamente aislados, para ser reducidos, en muchos casos hasta la muerte. 3)
El Patio intermedio entre las Rotundas, especie de limbo en el cual hacían vida algunos presos de
consideración, sin grillos, quienes eran testigos del paso de los torturados y los fallecidos. 4) La
Carcelita y el Rastrillo, ambos espacios previos a las rotundas, donde los recién llegados podían
pasar semanas o meses (en celdas, claro está), mientras eran interrogados y sonsacados a
confesar y a delatar. 5) La Prevención, pasillo inmediatamente adyacente a la puerta principal de
La Rotunda, donde aguarda a cualquier visitante una cohorte de militares con fusiles y
bayonetas, a manera de bienvenida (Trujillo 19-44).
Muchos de estos nombres se repiten en otras prisiones del país, son parte de la jerga
presidiaria y del discurso del poder, son nombres que infunden Miedo, y que deben mantener a
raya a los detractores del Gobierno.
Tal vez por esta razón, el número de presos durante el Régimen de Juan Vicente Gómez
es relativamente bajo. De acuerdo a los registros oficiales del Estado 3 y los testimonios de los
sobrevivientes (como José Rafael Pocaterra) el número de apresados anualmente en el país no
llegaba a 2000 personas. Esta cifra fue superada significativamente en el gobierno de López
Contreras. Podríamos decir que el Miedo cumplía su cometido.

3
En la Memoria que presenta el Ministro de Relaciones Interiores al Congreso Nacional y en el Anuario
Estadístico de Venezuela, como lo muestra Rogelio Pérez Perdomo en “Estado y justicia en tiempos de Gómez
(Venezuela 1909-1935)”
La justicia gomecista (léase también totalitaria) discriminaba a los convictos. Los presos
comunes estaban a merced de los juzgados, y los presos políticos en manos de Gómez (y sus
esbirros). En ambos casos, la prisión figuraba una cierta desaparición. El grado de desaparición
variaba: o bien nadie sabe dónde están (ni su familia se logra enterar), o saben que están en la
Rotunda pero no saben cómo están ni les permiten mandarle mensajes; o bien pueden pasarles
mensajes y hasta comida (que será revisada y robada en parte por los guardias), pero no pueden
recibir atención médica; o finalmente son encortinados, para la muerte y el Olvido. Sin hablar de
la posibilidad de ser enviado a la Carretera, a morir bajo el sol. La pena de muerte fue abolida en
Venezuela, pero se aplicaba de forma sucedánea. Y el misterio que rodeaba el futuro de los
presos alimentaba el Miedo.
Y luego están las torturas, los llamados ‘castigos’ (Caballero Gómez 243). Nacidos del
mundo militar, el uso de los grillos, los azotes del acial, los ahorcamientos con el tortol, la carga
de fusiles en el cepo militar, los colgamientos de los testículos, y el vidrio molido en la comida,
son la asimilación final del Terror y la Propaganda. Tan comunes eran estos recursos que la
correspondencia al Benemérito da fe de ello4. Y sin embargo, hasta hoy se discute si eran
invenciones de Gómez o libertades siniestras de sus esbirros. Se pone en duda y esa
incertidumbre se suma al Miedo y al Terror.

Todo ese local del Terror caraqueño pasó a ser una hermosa plaza, coronada con un
Templete neoclásico diseñado nada menos que por Carlos Raúl Villanueva. Portentoso se le
puede ver en fotos de la época. No duró mucho, en 1974, por razones que no quedan muy claras,
fue demolido también y la plaza se tornó estacionamiento con centro comercial. Recientemente
(en 2015) ha vuelto a ser Plaza de la Concordia, pero sin la arquitectura de Villanueva. Por los
comentarios de hipernautas se puede notar que sigue asediada por el Miedo5.

4
Véase en Caballero, Manuel. Gómez, el tirano liberal. pp. 237-248
5
Hace poco asaltaron un camión cargado con harina pan en las inmediaciones de la plaza
(http://elbilluyo.com/zaperoco/tension-la-plaza-la-concordia-caracas-luego-saqueo-camion-harina-pan/). Los
guardias tienen un puesto de protección allí, pero no siempre cumple su función (http://cronica.uno/vecinos-
concordia-no-tienen-mucho-carino-gn/)
Bibliografía:
Jean Amery. Más allá de la culpa y la expiación. Valencia: Pre-Textos, 2001
Arendt, Hannah. Los orígenes del Totalitarismo. México: Taurus, 1998
Caballero, Manuel. Gómez, el tirano liberal. Caracas: Monte Ávila Editores, 1995
________. Historia de los venezolanos en el siglo XX. Caracas: Editorial Alfa, 2010
Pérez Perdomo, Rogelio. “Estado y justicia en tiempos de Gómez (Venezuela 1909-1935)”.
Politeia (Instituto de Estudios Políticos, UCV), jul-dic 2007: 121-150
Pocaterra, José Rafael. Memorias de un venezolano de la decadencia. Caracas: Biblioteca
Ayacucho, 1990
Trujillo, Alejandro. La respuesta del Destino (La Rotunda por dentro). Táchira: Biblioteca de
autores y temas tachirenses, 1963

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