Resumen:
Las profesiones han sido un elemento característico del siglo XX. Pese a esta
importancia, el análisis de las mismas no despertó demasiada atención
académica. Este ensayo pretende ser un recorrido por diferentes estudios que
posaron su mirada en la formación de grupos expertos. Una lectura crítica de
los textos dedicados a estos temas puede que nos brinde pistas sobre un
proceso donde interactuaron elementos materiales, culturales y simbólicos. No
trata de presentar una única forma de apreciar este fenómeno, sino revisar una
serie de hipótesis elaboradas desde muy diversos ángulos. El objetivo de este
trabajo es, entonces, posibles caminos por podría circular la historia de las
profesiones en espacios donde esta temática ha sido ciertamente descuidada.
Perren, J.: “Los profesionales en la mira - Un ensayo sobre las relaciones entre élites de
expertos y ciencias sociales" en Contribuciones a la Economía, agosto 2007. Texto completo en
http://www.eumed.net/ce/2007b/jp.htm
Las profesiones han sido uno de los rasgos distintivos del siglo XX. Tan
importante fue su influencia que muchos aspectos asociados a ellas
funcionaron como principios organizadores de las sociedades modernas. El
énfasis en la “carrera”, la “educación especializada” y la “meritocracia”
permitieron el desarrollo de la economía capitalista, pero también modelaron un
novedoso mundo cultural. Ese antiguo ideal decimonónico que valorizaba a
los self made man y la cultura del esfuerzo terminaría siendo, con el paso del
tiempo, un lejano recuerdo del pasado. En su lugar, cobró impulso un “ideal
profesional” que cifraba sus expectativas en la figura del experto. Después de
todo, este último no era resultado de una “sabia” decisión del mercado, sino de
un entrenamiento prolongado y de una selección basada en el merito y en el
juicio de los pares. La relevancia de los profesionales en la modernidad, sin
embargo, no dio lugar a una frondosa literatura académica. En parte por la
dificultad de separarlos de categorías más familiares como “técnico” o
“intelectual” y en parte por el interés que despertaron los estudios sobre
obreros y burgueses, los expertos fueron por largo tiempo un territorio virgen en
materia investigativa.
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la formación de grupos de expertos, desde los funcionalistas hasta los
foucaultianos, puede que nos brinde pistas sobre un proceso que no fue
precisamente lineal. En el dialogo entre diferentes enfoques encontramos una
forma de profundizar en torno a los elementos materiales, culturales y
simbólicos que estuvieron detrás de la emergencia del “ideal profesional”. No
deseamos que estas páginas se conviertan en una receta -única y definitiva-
para el abordaje de las profesiones. Preferimos, en todo caso, presentar una
serie de hipótesis elaboradas en distintos momentos y desde diferentes ópticas
teóricas. En resumidas cuentas, intentaremos sumar una colaboración,
seguramente menor, al vasto programa que González Leandri delineo hace
algunos años. Este historiador entendía que los estudios sobre la formación de
grupos expertos debían marcar temas, problemas y metodologías que
permitieran “encarar nuevas investigaciones históricas, espacialmente para
aquellas que tienen como objeto de estudio las profesiones de países- como
los latinoamericanos- cuya problemáticas no han sido abordada
suficientemente”.[1]
1.
2
temporal. La ‘modernización’ o el montaje del ‘capitalismo avanzado’ fueron las
puertas que permitieron el acceso de los profesionales al campo de la
academia. Sin prestar atención a sus singularidades, el universo profesional fue
observado sólo a partir de sus similitudes y diferencias respecto a los super-
conceptos del marxismo y la sociología weberiana.[3]
3
automática a una sociedad que desconfiaba de los excesos del laissez-faire.
[10] Las demandas sociales se traducían en un cuerpo de conocimientos que,
luego de institucionalizarse en entidades académicas, prestaban las bases para
el control colegiado y el reconocimiento del Estado.[11] Se trataba de un relato
teleológico que contaba con dos actores relevantes: el primero, diferentes
ocupaciones que pretendían ingresar al mundo de las profesiones cubriendo un
servicio vacante; y un segundo, la sociedad, que tomando una forma
personificada establecía un menú de demandas. La relación entre
profesionales y clientes esculpía un vínculo asimétrico que era justificado por
los altos fines contenidos en la tarea de los primeros y, especialmente, por su
entrenamiento prolongado. Por ser garantes de la cohesión social, los
profesionales se aseguraban una recompensa que se traducía en prestigio y
recursos económicos. El Estado, en esta apacible versión de la historia, venía a
convalidar una situación de hecho, sin mostrar mayor intención de incidir en el
armado de prioridades y, menos aun, en la ingeniería interna de las
profesiones. Los ritmos de la sociedad civil eran suficientes para explicar un
proceso que parecía darse de una vez y para siempre. No es extraño,
entonces, que se haya planteado a intervención y autonomía como pares de
opuestos, limitando la posibilidad de conciliarlos en una misma
conceptualización. La capacidad de cada sector de crear nuevas demandas, la
influencia del Estado en la formación de los distintos grupos profesionales, las
relaciones entre los ámbitos productores de conocimiento y los practicantes, o
las tensiones existentes entre un mosaico de profesiones que disputaban el
monopolio de una actividad, quedaron sumidas en un profundo interrogante.
Más preocupados en las formas que asumía el ‘deber ser’, los aportes
funcionalistas brindaron una justificación académica a un puñado de
profesiones que, lejos de ser la norma, se parecían más a casos singulares.
Quizás por ello, el resultado más palpable de sus postulados fueron estudios
que no abandonaron su carácter de meras constataciones, en ciertos grupos
ocupacionales, de atributos que se acercaban o no a la definición ideal de
profesión.[12] La contundencia de sus supuestos, si bien tenía solvencia para
explicar sociedades con larga tradición asociativa, mostraba menor aptitud para
retratar una variedad de situaciones que oscilaba entre el control de los propios
consumidores y la intervención estatal. De allí que su universo de análisis haya
sido reducido al mundo anglo-parlante, impidiendo que muchas de sus
conclusiones puedan ser contrastadas con otras realidades. Esta mirada
insular, que no estaba desprovisto de etnocentrismo, terminaría ubicando a las
profesiones en el sitial de las anormalidades más relevantes del mundo
desarrollado. A propósito de esta naturaleza, Burrage, en un tono humorístico,
diría que las profesiones eran como el cricket: el rey de los deportes, pero
nadie fuera del imperio conocía sus reglas.[13]
4
los profesionales en diferentes parcelas del paisaje social. Tampoco quedaban
claros los mecanismos y actores que intervenían en la distribución de prestigio
y remuneraciones.[14] Una plantilla dual no dejaba apreciar las mediaciones
que intervenían en la formación de cuerpos de expertos. Esa apariencia
pacífica que presentaba la relación entre clientes y profesionales ocultaba
detrás de sí una urdimbre de relaciones de poder que operaban a nivel capilar.
Aun cuando las profesiones representaban un ideal de cientificidad, no menos
cierto era que la obtención de ese estatuto requería la puesta en escena de
estrategias de persuasión y disciplinamiento. Todo esto configuraba un proceso
esencialmente político y, por ese motivo, alejado del ideal de armonía.
5
conclusiones. El juego de fuerzas planteado en el seno de las ciencias sociales
favoreció el tránsito hacia posturas que se encontraban en coordenadas
opuestas al funcionalismo. La perdida de centralidad de este holding intelectual
puso en entredicho cada uno de los principios que sostenían el estudio
tradicional de las profesiones. Este relevo paradigmático, si bien permitió
avistar territorios desconocidos, no ayudó a distinguir interesantes matices. A
propósito
Por concebir a los profesionales como un grupo benigno, apolítico y no económico; o por
entenderlas en términos conspiracionales, los modelos existentes han sido incapaces de
dar cuenta los matices y la distribución de los grupos profesionales. [19]
6
2.
Una escala obligada en este recorrido nos lleva a los tempranos aportes de
Terence Johnson. A mediados de la década de los setenta, este autor
presentaba una serie de trabajos que se encontraban alineados con los
postulados de la New Power Literature. Alentando un viraje en el estudio de las
profesiones, Johnson prestaría una especial atención al devenir de los grupos
expertos en un análisis profundamente histórico. Con ese propósito nos
avisaba sobre una ley de hierro que comprendía a las sociedades modernas:
el surgimiento de habilidades ocupacionales creaba relaciones de dependencia
y, éstas a su vez, un panorama surcado por la distancia social.[22] Al mismo
tiempo que el avance de las fuerzas productivas generaba una cada vez más
depurada especialización en la producción de bienes y servicios, era visible
una creciente des-especialización en el mundo del consumo. Esta asimetría
generaba una estructura de incertidumbre que modelaba el vínculo entre
clientes y productores. Las relaciones de poder entre ambos polos era,
entonces, la clave para comprender las formas que hacían posible una
disminución en la indeterminación: ella podía hacerse a expensas de los
consumidores o bien a costa de quienes ostentaban el dominio de alguna área
de conocimiento.
7
hallamos en distintas organizaciones de consumidores o en cooperativas de
gran dimensión.
Las profesiones, con el uso de este lente, comenzaron a ser vistas como
una forma de control institucional sobre una determinada ocupación. No se
trataba de la única, pero sí de aquella que aseguraba mayor autonomía para
los grupos expertos. Con una mirada menos lineal, donde convivía una
multiplicidad de destinos, cobraron relevancia los mecanismos a partir de los
cuales un grupo conseguía el monopolio sobre su lugar de trabajo.[28] La
conjunción de una labor de persuasión frente a la autoridad estatal y la
construcción de una distancia respecto al lego fue la vía elegida para
garantizar una escasez artificial de servicios indispensables. Gracias a ello, las
profesiones se aseguraban una posición de privilegio en un mercado
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crecientemente competitivo, donde diferentes grupos ocupacionales pugnaban
por cumplir nuevas funciones.
Esta mirada, que tiene mucho de dicotómica, era acompañada por cierta
tendencia a concebir a profesiones y Estado como actores preconstituidos,
coherentes y totalmente calculadores.[30] La capilaridad entre estos dos
mundos fue una gran incógnita que sólo posteriores investigaciones
comenzaron a resolver. Recién a partir de los trabajos de Foucault fue posible
ver a Estado y profesiones anudados en una misma conceptualización. Si el
Estado moderno para asegurar la gobernabilidad ponía en juego nuevas
tecnologías de poder, todas tendientes a lograr un efecto normalizador, su
condición de posibilidad residía en la formación de grupos expertos. De ahí
que no sea adecuado sostener una separación tajante entre Estado y
profesionales. La independencia de los expertos, en todo caso, dependía de la
intervención oficial, aunque el Estado era al mismo tiempo “dependiente de la
independencia” de las profesiones para asegurar su capacidad de gobernar.
[31]
3.
9
satisfacción coyuntural, traducible en prestigio y dinero, se ocultaba una trama
de relaciones de explotación que terminaba por acercarlos a un público del que
deseaban diferenciarse.
10
Otro aspecto significativo de la mirada de Sarfatti Larson, que se aleja
de lo sostenido por Johnson, era la complementariedad que encontraba entre
profesiones y burocracia. Lejos de concebirlos como un par antitético, esta
autora se esforzaba por demostrar su naturaleza común: una y otra nacieron
con propósito fundamental de poner orden a un mundo laboral que, bajo el
efecto desestructurante de la doble revolución del siglo XIX, se había vuelto
particularmente caótico. Así, desafiando la clásica oposición entre autonomía e
intervención, nos muestra cómo hasta las profesiones que siguieron el guión
tradicional mostraban una creciente inserción en el Estado durante el siglo XX.
Si bien el ideal de autonomía no fue cuestionado en ningún momento, era
interesante observar cómo los profesionales entraban al mundo del trabajo con
un “nombre, grado, y un número de serie adquirido durante el entrenamiento
en una enorme organización burocrática, la universidad”.[38] No es casual,
entonces, que ambos actores fueran considerados como una suerte de “motor
dual” que impulsaba la modernización capitalista de la sociedad. Suavizando
las aristas más rígidas del planteo de Weber, Sarfatti Larson afirmaba que los
profesionales no sólo no podían abstraerse de este proceso, sino que además
eran parte integrantes del mismo. Esto era así porque se enrolaban en las filas
del Estado, pero también por el papel ideológico que desempeñaban: la
medicina y el derecho nos enseñaban a buscar soluciones individuales a los
problemas estructurales de la sociedad.[39]
11
Un interrogante que no podemos dejar de formular es: ¿cómo una
ideología basada en la idea de servicio podía legitimar el orden vigente? La
respuesta dada por Sarfatti Larson se organizaba en la oposición entre
individuo y clase, pero también en el conflicto entre continuidad y cambio. A
diferencia de los sindicatos, las asociaciones colegiadas privilegiaban las
soluciones individuales, encarnadas en el ideal de movilidad, antes que una
salida colectiva orientada a la transformación social. Esta conciencia se
edificaba sobre una percepción que los tenía como un grupo moralmente
superior. Y eso no se debía a la posesión de ciertos bienes o privilegios
hereditarios sino, por el contrario, al culto que rendían a “la inteligencia, el
esfuerzo, y la libertad”.[42] De allí nacía la necesidad de que esas
características sean recompensadas con una posición monopólica en el
mercado, lo cual retroalimentaba la percepción de superioridad experimentada
por las élites profesionales. No sería incorrecto, por este motivo, imaginar al
dominio sobre el espacio laboral como causa y resultado de una ideología que
hacía enormes esfuerzos por desconectarse de un contexto surcado por
diferencias sociales.
12
Algunos avances posteriores brindaron una mayor flexibilidad a los
supuestos defendidos por Sarfatti Larson. Esto es especialmente evidente en
el caso de Berlant, quien sostuvo la necesidad de entender a los grupos
profesionales como el resultado de un ejercicio de persuasión. El auxilio de
una élite convencida de la utilidad social de una ocupación, era una condición
indispensable para que ella ganara en autonomía. No es extraño que sea el
poder económico o la influencia política la regla utilizada para medir el éxito de
un proceso de profesionalización. Hasta allí, las miradas de ambos autores son
coincidentes. La novedad presentada por Berlant era mostrar la capacidad, por
parte de las profesiones, de establecer nuevas ideas o actividades que se
alejaban de la propuesta primitiva. Una vez conseguido el padrinazgo de una
élite, cada una de ellas lograba una dinámica propia, muchas veces
contradictoria a las expectativas de aquella.[45] Con un enfoque menos rígido,
las profesiones perdieron parte de esa imagen que las tenía como un producto
derivado de la burocracia o como un instrumento ideológico al servicio del
poder. En contrapartida, comenzaron a ser interpretadas a la luz de la
ambivalencia: aunque era imposible desprenderlas del proceso de
estratificación social, no menos cierto era que gozaban de cierto margen de
acción que, inclusive, podía convertirlas en herramientas de cambio.
4.
13
contaban con identidades de la misma consistencia. La edificación de este
universo simbólico favorecía, en definitiva, el pasaje de ‘grupo ocupacional’ a
‘profesión’. Sin un espíritu de cuerpo, sea éste conciente o no, permanecía en
suspenso la posibilidad de concretar una exitosa clausura ocupacional.
14
casillero, se sostenía en la constante necesidad de crear un ‘conocimiento
abstracto’ que debía complementarse con la invención de rituales. Sólo
escapando a los dictados del “sentido común” era posible mantener la brecha
que separaba a los expertos de su público, haciendo legítima y hasta “natural”
la clausura del mercado.
15
comprender, desde miradas dinámicas y asentadas en la idea de conflicto,
procesos tan variados como la construcción de ‘sociedades carcelarias’, la
edificación de un grupo de instituciones de control social, así como también la
constitución de arenas de fricción en áreas antes consideradas pacíficas.
5.
16
obtener un mayor nivel de autonomía.[57] De ahí que el acento haya sido
puesto, menos en la organización interna de la profesión, que en el análisis de
la competencia entre diferentes profesiones y, más precisamente, en su
capacidad para invocar una autoridad científica. El control sobre los
conocimientos y sus aplicaciones significaba dominar a contendientes que
constituían una amenaza externa a su hegemonía. Por este motivo, un
elemento clave en todo proceso de profesionalización era, al decir de González
Leandri, institucionalizar un saber mediante la creación de escuelas, facultades
y otros ámbitos académicos exclusivos, como un paso necesario para avanzar
en lo que han denominado ‘monopolio cognitivo’.[58]
17
asociaciones tenían a ambas como elementos constitutivos. La ‘persistencia’ y
la ‘proximidad’, en cambio, eran características exclusivas de las élites de
expertos: mientras que la primera se refería a la uniformidad, en la larga
duración, de los objetivos profesionales (facilitada por la existencia de de
esferas formales e informales de sociabilidad); la segunda tenía relación con la
permanencia de ciertas demandas atendidas los expertos que, a diferencia de
los conflictos entre Estado y grupos de presión, no entendía de intermitencias.
[63]
18
educación superior era creadora de identidades, pero a su vez difusora de
técnicas y conocimientos que podían ser aplicados en el mundo del trabajo.
[65]
19
profesional. Sin los conocimientos nacidos de la acción profesional faltaba esa
llave maestra que hacía posible la capacidad técnica e institucional para
ejercer formas complejas de poder.[69] A propósito de esta simbiosis entre
Estado y profesiones, Johnson dice:
6 (o epílogo).
20
análisis pecaron de cierta linealidad fundada en la idea de armonía. Quedó así
construida una imagen idílica a partir de la cual algunos grupos ocupacionales
transitaban sin obstáculos la senda de la profesionalización. El segundo
momento se nutrió de los aportes de la New Power Literature. En clara
oposición a las primeras miradas, esta perspectiva se esforzó en demostrar la
importancia de las estrategias monopolizadoras implícitas en la actividad
profesional. Guiados por una novedosa lectura de Weber, pusieron en el centro
de su atención aquello que había brillado por su ausencia en la etapa anterior:
el conflicto. El tercer grupo de trabajos renunció a este principio programático,
pero sumó a su agenda otros puntos antes descuidados. Con los aportes
teóricos de Bourdieu y Foucault, se edificaron estudios comparativos que
“rompieron definitivamente con esa mirada parroquialista hegemónica desde la
época del estructural funcionalismo”[72]. El uso criterioso de las nociones de
campo y gobernabilidad permitió poner en el candelero una mirada dinámica
de las profesiones que destacaba por la interacción de una multitud de actores.
A modo de cierre, y abusando de una metáfora artística, podríamos decir que
el bastidor teórico de la obra se encuentra instalado; solo resta que comiencen
las pinceladas empíricas sobre espacios y tiempos poco explorados.
Bibliografía General.
BERLANT, Geoffrey, Professions and monopoly, University of California Press, Berkeley, 1975.
BURRAGE, Michael y otros, “An actor based framework for the study of the professions”, en
BURRAGE, Michael y TORSTENDAHL, Rolf, Professions in theory…op cit., pp. 203-225.
COLLINS, Randall, “Market closure and the conflict theory of the professions”, en BURRAGE,
Michael y TORSTENDAHL, Rolf, Professions in theory…op cit, pp. 25-43.
21
JOHNSON, Terry, “Governmentality and the institutionalization of expertise”, en JOHNSON,
Terry, LARKIN, Gerry y SAKS, Mike (Ed.), Health professions and the state in Europe, Londres,
1995, pp. 7-24.
MURPHY, Raymond, “Power and autonomy in the sociology of education”, Theory and Society,
vol. 11, 1982, pp. 179-203.
RIGOTTI, Ana María, “La que no fue. Notas preliminares para un análisisi de la
profesionalización del urbanismo en Argentina”, Las profesiones…, op cit, pp.187-203.
* Este articulo es parte de un trabajo más extenso realizado en ocasión del seminario “El
estudio de los grupos y élites profesionales. Conceptos, recorridos y problemas”, dictado por
Ricardo González Leandri en el marco del Programa de Doctorado de la Universidad Nacional
del Centro de la Provincia de Buenos Aires.
[2] BURRAGE, Michael, “Introduction: the professions in sociology and history”, en BURRAGE,
Michael y TORSTENDAHL, Rolf, Professions in theory and history, Sage, Londres, 1990, Cap.
1, p. 1.
[3] BURRAGE, Michael, “Introduction: the professions in sociology and history…” op. cit., p. 3.
[4] GEISON, Gerard, “Introduction”, en GEISON, Gerard (ed.), Professions and professional
ideologies in America, Chapel Hill, University of North Carolina Press, Cap. 1, p. 3
[5] MURPHY, Raymond, “Power and autonomy in the sociology of education”, Theory and
Society, vol. 11, 1982, p. 185.
[6] RUESCHEMEYER, Dietrich, The Sociology of the professions, Londres, Mc Millan, 1983,
Cap. 2, p. 43.
[7] GONZALEZ LEANDRI, Ricardo, “Las profesiones en Argentina. Algunas reflexiones sobre
nuevos estudios de caso”, Argumentos. La revista del doctorado, Rosario, año 1, nº 1, 2003, p.
136.
22
[9] SCHUDSON, Michael, “A discussion of Magali Sarfatti Larson’s ‘The rise of professionalism:
a sociological analysis’”, Theory and Society, num. 9, 1980, p. 214.
[13] BURRAGE, Michael, “The professions…”, op. cit., pp. 4-5 (traducción mía JP).
[15] La Escuela de Chicago, con la intención de explorar muchas de las aristas del paisaje
urbano estadounidense, dio forma a un enfoque cualitativo que reposaba en
la importancia del trabajo de campo. Esta predisposición metodológica se encontraba
claramente influida por el interaccionismo simbólico. De ahí que haya centrado su atención en
grupos pequeños, más o menos marginales, donde existía un caudaloso flujo de ideas y
percepciones. El estudio de comunidades étnicas, bandas de jóvenes delincuentes o médicos
fueron algunos ejemplos de un enfoque claramente internista. Cf. SALTALAMACCHIA,
Homero, Historias de Vida, Costa Rica, Caguas, 1989; o para el caso particular de los
médicos: GONZALEZ LEANDRI, Ricardo, Las profesiones…, op. cit., pp. 33-34.
[21] Cf. GONZALEZ LEANDRI, Ricardo, “Las profesiones en Argentina…op. cit., p 138; o para
el caso de los historiadores: EUJANIAN, Alejandro, “Método, objetividad y estilo en la
profesionalización de la historiografía argentina entre 1910 y 1920”, Argumentos. La revista del
Doctorado, Rosario, año 1, nº1, 2003, pp. 166.
[22] JOHNSON, Terence, “Types of occupational control”, Professions and power, Mc Millan,
Londres, 1972, Cap. 3, p. 41. Una ajustada síntesis de sus postulados en: GONZALEZ
LEANDRI, Ricardo, Las profesiones…, op. cit., pp. 40-44.
[28] RIGOTTI, Ana María, “La que no fue. Notas preliminares para un análisis de la
profesionalización del urbanismo en Argentina”, Argumentos…, op. cit., p. 187.
23
[29] JOHNSON, Terry, “Governmentality and the institutionalization of expertise”, en JOHNSON,
Terry, LARKIN, Gerry y SAKS, Mike (ed.), Health professions and the state in Europe, Londres,
1995, p. 9.
[30] Ibid, p. 9.
[39] SARFATTI LARSON, Magali, The Rise of professionalism…, op. cit., p 225.
[42] SARFATTI LARSON, Magali, The Rise of professionalism…, op. cit., p. 241.
[45] BERLANT, Geoffrey, Professions and monopoly, University of California Press, Berkeley,
1975, Cap. 4, p. 73.
[46] COLLINS, Randall, “Market closure and the conflict theory of the professions”, en
BURRAGE, Michael y TORSTENDAHL, Rolf, Professions in theory…op. cit., p. 24.
[47] COLLINS, Randall, “Market closure and the conflict theory of the professions”, en
BURRAGE, Michael y TORSTENDAHL, Rolf, Professions in theory…op. cit., p. 24.
[49] COLLINS, Randall, “Market closure and the conflict theory of the professions”, en
BURRAGE, Michael y TORSTENDAHL, Rolf, Professions in theory…op. cit., p. 26.
[50] Ibid, p. 39 o para el caso de los arquitectos: RIGOTTI, Ana María, “La que no fue…, op.cit.,
p. 188.
24
[53] GEISON, Gerard, “Introduction…”, op. cit., p. 6. (Traducción mía, JP).
[55] BOURDIEU, Pierre, Intelectuales, política y poder, EUDEBA, Buenos Aires, 1999, Cap. 2,
pp. 75-76.
[56] JOHNSON, Terry, “Governmentality and the institutionalization…, op. cit., p. 16.
[59] BOURDIEU, Pierre, “El campo científico… op. cit., pp. 76-77.
[60] RUESCHEMEYER, The Sociology of the professions…, op. cit., pp. 50.
[61] BURRAGE, Michael y otros, “An actor based framework for the study of the professions”,
en BURRAGE, Michael y TORSTENDAHL, Rolf, Professions in theory…op. cit., p. 203.
[63] BURRAGE, Michael y otros, “An actor based framework for the study of the professions”,
en BURRAGE, Michael y TORSTENDAHL, Rolf, Professions in theory…op. cit., pp.209-210.
[65] BURRAGE, Michael y otros, “An actor based …, op. cit., p. 216.
[67] BURRAGE, Michael y otros, “An actor based …, op. cit., p. 212.
[71] GONZALEZ LEANDRI, Ricardo, “Las profesiones en Argentina…”, op. cit., pp. 135-136.
[72] GONZALEZ LEANDRI, Ricardo, “Las profesiones en Argentina…”, op. cit., p. 136.
25