Theodore Spencer
En primer lugar, el autor explica lo que llama <Teoría Optimista>. Ésta sitúa al
hombre como centro de la naturaleza, y sostiene que éste fue creado para servir a
Dios. Partiendo de esta hipótesis se desprende uno de los supuestos fundamentales
que todo isabelino daba por sentado, el hombre no es nada por sí solo y no se lo
puede considerar como algo aislado del resto de la creación porque así como el
hombre fue hecho para el servicio de Dios, también fue hecho para el servicio del
hombre y para poder realizar esto debe conocerse a sí mismo y a su medio
ambiente.
De esta manera se desprende el segundo supuesto el cual da mayor importancia al
hecho que el hombre debe comprender el orden universal. Sobre este orden
gobierna la naturaleza y la obediencia de las criaturas a las leyes de esta última, lo
cual es el sostén de todo el mundo. Así, Spencer explica cómo la naturaleza rige tres
dominios, sobre el cosmos, sobre las cosas creadas y sobre el gobierno humano, lo
importante era conocer las leyes de cada uno para llevar una vida sabia y natural.
Luego Spencer explica que dentro del segundo dominio de la naturaleza, que es el
mundo sublunar y el de las criaturas, hay leyes o reglas propias de este dominio.
Asimismo, este está ordenado por una jerarquía de almas. Así, dentro de esta
jerarquía el hombre está situado por encima de los otros seres vivos, puesto que no
sólo posee alma vegetativa y sensible, sino también un alma racional. Además, el
hombre posee la voluntad la que utiliza para buscar a Dios y a las cosas del cielo.
De esta manera, Spencer expone cómo el hombre ocupaba el centro en el segundo
dominio de la naturaleza. Sin embargo, el autor agrega que, así como la naturaleza
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Teoría Optimista y Conflicto Renacentista
gobierna sobre todas las cosas, su orden se manifiesta en los cielos, en los seres
creados y en el Estado; es tarea del hombre velar por su conservación. Por esta
razón, se compara el cuerpo del hombre con el Estado, por ejemplo, Aquino dice,
“… Que el rey se da cuenta que ese es el misterio que se compromete a desempeñar, a
saber que él ha de ser en el reino lo que el alma es en el cuerpo…”. De esta manera, se
puede comprender que el Estado está también sujeto a las leyes que gobiernan las
otras dos jerarquías y es, además, responsable de ambas.
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Aparte de atacar la condición del hombre como ser superior dentro del
segundo dominio de la naturaleza, Montaigne también afirma que “… el
hombre nada sabe de Dios y que su presunción de creer que Dios está hecho
como él y que sus asuntos son el centro de interés de Dios es
completamente infundada…”. Montaigne también se burla de las
argumentaciones sobre el conocimiento que el hombre tiene sobre la
naturaleza y finalmente concluye diciendo que “… puede haber leyes en la
naturaleza pero en el hombre se han desvanecido…” Así, Montaigne
destruye el orden psicológico y, al hacer esto, destruye todo lo demás.
Finalmente, las ideas de Maquiavelo fueron en contra de las viejas ideas
sobre el orden y la ley. Maquiavelo fue fundamentalmente práctico, sostenía
que el estado estaba moralmente separado del hombre y vio que el hombre
era naturalmente malo y sostuvo que la mejor manera de gobernarlo era
mediante el miedo y la fuerza. En vez de pensar en el gobierno humano
como un reflejo del gobierno de Dios, sugiere que su príncipe asuma las
características de los animales.
De esta manera, con Copérnico, que sitúa al sol como centro del universo, con
Montaigne, que asume que el hombres es incapaz de conocimiento puesto que es
intelectualmente ignorante, y con Maquiavelo, que da por sentado que el hombre
es incapaz de buenas acciones y es moralmente malo; el orden ideal en cuya
creencia había sido educado el hombre del siglo XVI se desplomaba.
Luego de exponer las dos teorías más significativas de la época isabelina, Spencer
realiza un análisis de las obras de Shakespeare. En este caso se tomará sólo
“Macbeth”, por ser esta el objeto de estudio.
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