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Valentina Vargas Rendón

¿Somos realmente dueños de nuestro cuerpo?

Represión sexual

“Se nos explica que si a partir de la edad clásica la represión ha sido, por cierto, el
modo fundamental de relación entre poder, saber y sexualidad, no es posible
liberarse sino a un precio considerable: haría falta nada menos que una trasgresión
de las leyes, una anulación de las prohibiciones, una irrupción de la palabra, una
restitución del placer a lo real y toda una nueva economía en los mecanismos del
poder; pues el menor fragmento de verdad está sujeto a condición política”.
(Foucault, 1976, p. 7)

La sexualidad pasó de ser algo donde “los códigos de lo grosero, de lo obsceno y


de lo indecente” (Foucault, 1976, p. 6) eran más liberales que en la actualidad. El
cuerpo y los placeres los construimos y expresamos bajo condiciones sociales,
históricas y culturales particulares, todo esto agrupado hace que la sexualidad haga
parte del capitalismo, dejando atrás por ejemplo la educación sexual en las distintas
instituciones ya que nombrar la palabra sexo en las escuelas se volvió algo más
difícil, ya no existían las preguntas o discursos directos a los niños, solo eran usados
para su economía. Las mujeres eran utilizadas y su cuerpo sometido al sexo solo
para un fin en común, el de la función reproductora.

Aunque la “liberación” de esta represión ocurrió de manera lenta, hoy en día se


puede decir que tenemos cierto control sobre nuestros propios cuerpos, sobre
nuestros deseos y pasiones. O, por otro lado, ¿deberíamos aceptar la noción de
que el cuerpo de un individuo no le pertenece a él, sino al gobierno? “El poder, como
puro límite trazado a la libertad, es, en nuestra sociedad al menos, la forma general
de su aceptabilidad”. (Foucault, 1976, p. 52) ¿De quién es el cuerpo y la vida a fin
de cuentas?

Desde el punto de vista moral y, porque no decirlo, tocando lo religioso; el cuerpo


se nos ha dispuesto como un templo al cual debemos respetar y sobre el cual no
se nos permite, desde ningún punto de vista, hacerle algún tipo de daño; sino que
por el contrario; debemos preservar y cuidar ya que en la medida que mas nos
preocupemos por ello, podemos tener una vida saludable y tal vez más longeva.

Quizá suene muy lógico, sin embargo, el consumismo que nos ofrece el mundo,
los estereotipos de “belleza”, los hábitos dañinos pero que pueden brindar
instantes de placer, los desarrollos tecnológicos e industriales y muchas otras
cosas más; hacen que, unas veces consciente y otras inconscientemente,
atentemos contra nuestros cuerpos, lo deformemos y hasta lo destruyamos.

Al final no somos dueños de nuestro cuerpo, empezando por el hecho de que a


diario necesitamos cubrir necesidades fisiológicas, necesidades que no podemos
controlar. Por otro lado, tomamos decisiones sobre él y como se ha mencionado
antes, siempre queremos satisfacer los deseos y que estos son la motivación del
hombre. Todo esto tiene un movimiento circular, un ciclo que, en el momento en
que se acaba o se satisface un deseo, vamos en busca de otro.

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