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Universidad Metropolitana

Profesionalización en Servicio
Pensamiento Político y Económico (BPTHU04)
Prof: Rafael Dávila Parra

ESTUDIANTE​: Alvarado Mary Carmen


C.I: 14463284

SEMBRAR EL PETRÓLEO
Arturo Uslar Pietri

Cuando se considera con algún detenimiento el panorama económico y financiero de


Venezuela se hace angustiosa la noción de la gran parte de economía destructiva que hay en
la producción de nuestra riqueza, es decir, de aquella que consume sin preocuparse de
mantener ni de reconstituir las cantidades existentes de materia y energía. En otras palabras la
economía destructiva es aquella que sacrifica el futuro al presente, la que llevando las cosas a
los términos del fabulista se asemeja a la cigarra y no a la hormiga.
En efecto, en un presupuesto de efectivos ingresos rentísticos de 180 millones, las
minas figuran con 58 millones, o sea casi la tercera parte del ingreso total, sin numerosas
formas hacer estimación de otras numerosas formas indirectas e importantes de contribución
que pueden imputarse igualmente a las minas. La riqueza pública venezolana reposa en la
actualidad, en más de un tercio, sobre el aprovechamiento destructor de los yacimientos del
subsuelo, cuya vida no es solamente limitada por razones naturales, sino cuya productividad
depende por entero de factores y voluntades ajenos a la economía nacional. Esta gran
proporción de riqueza de origen destructivo crecerá sin duda alguna el día en que los
impuestos mineros se hagan más justos y remunerativos, hasta acercarse al sueño suicida de
algunos ingenuos que ven como el ideal de la hacienda venezolana llegar a pagar la totalidad
del Presupuesto con la sola renta de minas, lo que habría de traducir más simplemente así:
llegar a hacer de Venezuela un país improductivo y ocioso, un inmenso parásito del petróleo,
nadando en una abundancia momentánea y corruptora y abocado a una catástrofe inminente e
inevitable.
Pero no sólo llega a esta grave proporción el carácter destructivo de nuestra economía,
sino que va aún más lejos alcanzando magnitud trágica. La riqueza del suelo entre nosotros
no sólo no aumenta, sino tiende a desaparecer. Nuestra producción agrícola decae en cantidad
y calidad de modo alarmante. Nuestros escasos frutos de exportación se han visto arrebatar el
sitio en los mercados internacionales por competidores más activos y hábiles. Nuestra
ganadería degenera y empobrece con las epizootias, la garrapata y la falta de cruce adecuado.
Se esterilizan las tierras sin abonos, se cultiva con los métodos más anticuados, se destruyen
bosques enormes sin replantarlos para ser convertidos en leña y carbón vegetal. De un libro
recién publicado tomamos este dato ejemplar: «En la región del Cuyuní trabajaban más o
menos tres mil hombres que tumbaban por término medio nueve mil árboles por día, que
totalizaban en el mes 270 mil, y en los siete meses, inclusive los Nortes, un millón
ochocientos noventa mil árboles. Multiplicando esta última suma por el número de años que
se trabajó el balatá, se obtendrá una cantidad exorbitante de árboles derribados y se formará
una idea de lo lejos que está el purguo». Estas frases son el brutal epitafio del balatá, que,
bajo otros procedimientos, hubiera podido ser una de las mayores riquezas venezolanas.
La lección de este cuadro amenazador es simple: urge crear sólidamente en Venezuela
una economía reproductiva y progresiva. Urge aprovechar la riqueza transitoria de la actual
economía destructiva para crear las bases sanas y amplias y coordinadas de esa futura
economía progresiva que será nuestra verdadera acta de independencia. Es menester sacar la
mayor renta de las minas para invertirla totalmente en ayudas, facilidades y estímulos a la
agricultura, la cría y las industrias nacionales. Que en lugar de ser el petróleo una maldición
que haya de convertirnos en un pueblo parásito e inútil, sea la afortunada coyuntura que
permita con su súbita riqueza acelerar y fortificar la evolución productora del pueblo
venezolano en condiciones excepcionales.
La parte que en nuestros presupuestos actuales se dedica a este verdadero fomento y
creación de riquezas es todavía pequeña y acaso no pase de la séptima parte del monto total
de los gastos. Es necesario que estos egresos destinados a crear y garantizar el desarrollo
inicial de una economía progresiva alcance por lo menos hasta concurrencia de la renta
minera.
La única política económica sabia y salvadora que debemos practicar, es la de
transformar la renta minera en crédito agrícola, estimular la agricultura científica y moderna,
importar sementales y pastos, repoblar los bosques, construir todas las represas y
canalizaciones necesarias para regularizar la irrigación y el defectuoso régimen de las aguas,
mecanizar e industrializar el campo, crear cooperativas para ciertos cultivos y pequeños
propietarios para otros.
Esa sería la verdadera acción de construcción nacional, el verdadero aprovechamiento
de la riqueza patria y tal debe ser el empeño de todos los venezolanos conscientes.
Si hubiéramos de proponer una divisa para nuestra política económica lanzaríamos la
siguiente, que nos parece resumir dramáticamente esa necesidad de invertir la riqueza
producida por el sistema destructivo de la mina, en crear riqueza agrícola, reproductiva y
progresiva: sembrar el petróleo.

REFLEXIÓN

“llegar a hacer de Venezuela un país improductivo y ocioso, un inmenso parásito del


petróleo, nadando en una abundancia momentánea y corruptora y abocado a una catástrofe
inminente e inevitable.” Pietri. A. U (2005)
Este texto de Arturo Uslar Pietri es un llamamiento profético a una situación que en
ese momento se estaba vislumbrando y que lamentablemente se convirtiò en una realidad:la
tentación por parte de los líderes políticos en Venezuela de convertir al país en una sociedad
completamente monoproductora, parasitaria y corrupta. Esto, aunque tiene consecuencias
gravísimas en la sociedad venezolana actual, hunde sus raíces en esa realidad que Uslar Pietri
vislumbró: el posgomecismo y los inicios de una democracia que tuvo evidentes rasgos de
populismo socialdemócrata.
A inicios del siglo XX, la economía venezolana era, como lo fue en el siglo XIX,
predominantemente agropecuaria. Sin embargo, el descubrimiento de los yacimientos
petrolíferos a inicios del siglo pasado cambiaría la situación. Los ingresos por las concesiones
petroleras dadas a empresas extranjeras serían mucho más lucrativas para las arcas del Estado
que los beneficios por una economía basada en el campo. Evidentemente, esto centró la
atención de los políticos en darle prioridad a la política petrolera en desmedro de otros rubros
de la economía.
Justamente de ese desbalance económico hablaba Uslar Pietri en el año 1936, un
momento en el que Venezuela estaba en un periodo de transición después de la muerte de
Gómez y estaba tratando de lograr una modernización en diversos ámbitos, sobre todo en lo
político. Apenas se estaba comenzando con el proceso, pero el despertar era inevitable.
Es de imaginar que si el autor en esa época ya despertaba esa alerta era porque ya se
notaban los efectos negativos de la mala política en el tema agropecuario por la falta de
actualización de los productores y su carácter depredador. Por otra parte, él hace un llamado a
no dejarse llevar por una mentalidad parasitaria fruto de una riqueza fácil que entraría al fisco
nacional y alimentaría toda una serie de lacras en la administración pública y en la sociedad
en general. ¿Se pudiera decir que el tiempo le dio la razón?
El período democrático (1958-1998) y el chavismo (1999-?) han sido una muestra
evidente de que las palabras de este pensador venezolano lamentablemente estaban ajustadas
a la realidad. Veamos algunos elementos:
1. El centro de la economía venezolana ha sido la producción y venta del petróleo. El
presupuesto nacional se ha trabajado en función del precio del barril de crudo y los
mayores esfuerzo de los presidentes han sido tener una cada vez mayor posición del
Estado en el negocio petrolero (OPEP, nacionalización).
2. Todos los otros sectores económicos en Venezuela han sido descuidados. Una
reforma agraria mal realizada, una industrialización muy dependiente del Estado y por
ende poco productiva, son algunos de los ejemplos de la poca lucidez de los diferentes
gobiernos con respecto a la economía no petrolera.
3. La corrupción y el clientelismo político resultante de un Estado hipertrofiado, lleno de
dinero e ineficiente, han dado al traste con muchos proyectos de modernización del
país, que se han quedado en el camino y han dejado a muchos con los bolsillos llenos
y prófugos de la justicia.

Esta situación se ha acentuado en el periodo chavista, especialmente bajo la actual


administración de Nicolás Maduro. Este gobierno y el anterior hablan de desarrollo
endógeno, agricultura urbana, Venezuela como potencia; pero la realidad es que todos los
indicadores económicos hablan de una economía totalmente en quiebra, sin industria que
funcione, con un sector agropecuario en pésimas condiciones fruto de las expropiaciones y el
control cambiario y con una industria petrolera que cada vez produce menos, muy endeudada
y que no tiene capacidad de revertir la situación.
¿Cómo este gobierno llegó a esta situación? En vez de sembrar el petróleo con
políticas de diversificación económica en armonía con la sociedad y el mundo productivo, se
dedicaron a despilfarrar los inmensos recursos petroleros que recibieron en la primera década
del siglo XXI con programas para beneficiarse políticamente (Petrocaribe, misiones, regalos a
otros países). No se invirtió en la industria petrolera ni en el mejoramiento de otros sectores
de la economía; al contrario, se ahuyentó a los productores con las expropiaciones y los
controles de todo tipo, mientras que se partidizó a PDVSA (se hizo “roja rojita”) con lo cual
se minimizó la profesionalidad de la empresa petrolera para dar prioridad a la lealtad
partidista. Esto se notó poco cuando el barril estaba a $ 100, pero cuando este precio se
desplomó todos los problemas económicos saldrían a la luz.
En conclusión, la clase política venezolana ha hecho caso omiso a las sabias palabras
de Arturo Uslar Pietri y han condenado a Venezuela a ser un pobre país rico, que no se ha
podido desarrollar a pesar de todos los recursos con los que ha contado para ello. Más bien, el
petróleo lo que ha servido es para alimentar la corrupción y la negligencia de los jefes de
gobierno de turno y para adormecer la conciencia de un pueblo que durante todos estos años
ha sido mareado con un poco de “pan y circo”. Adicionalmente, el carácter autoritario del
gobierno actual sólo puede obtener un poco de adhesión a través de los poquitos petrodólares
que todavía consigue. Entonces, esto nos tiene que servir de lección a la sociedad venezolana:
es absurdo pensar que podemos usar el petróleo como si fuera la lotería que nos ganamos
para gastarla como se nos dé la gana. Tenemos la responsabilidad como país de utilizar esos
recursos como palanca para diversificar nuestra economía y buscar caminos de desarrollo e
industrialización diversos, que nos aparten de la petrodependencia y nos ayuden como nación
a sustentar un nivel de vida adecuado para sus ciudadanos.

REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA

Pietri, A. U. (2005). Sembrar el petróleo. Revista de Artes y Humanidades UNICA, 6(12),


231-233. Recuperado de: ​https://www.redalyc.org/pdf/1701/170121560013.pdf

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