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Originalmente publicado como ‘Os Centros de Ressocialização no Estado de Con formato: Normal, Sin control de líneas viudas ni

huérfanas, No dividir palabras, Punto de tabulación: -1,27 cm,


São Paulo: Estado e sociedade civil em um novo paradigma de administração Izquierda
prisional e de reintegração de ofensores’ Revista de Estudos Criminais No. 26,
Con formato: Fuente: 12 pto
July/Sept 2007, pp. 63-86 ISSN 1676-8698.
Con formato: Fuente: 12 pto, Portugués (Brasil)
Con formato: Fuente: 12 pto
Also available on academia.edu in English
----------------------------------------------------------------------------------------------------- Con formato: Fuente: 12 pto, Portugués (Brasil)
Con formato: Fuente: 12 pto
Traduccion en español:
Con formato: Fuente: 12 pto, Inglés (Estados Unidos)
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(Estados Unidos)
Los Centros de Resocialización en el Estado de São Paulo: El Estado y la Con formato: Fuente: (Predeterminada) Arial
sociedad civil frente a un nuevo paradigma de la administración carcelaria Con formato: Fuente: (Predeterminada) Arial, Negrita

y de la reintegración del infractor


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(España)
AUTORA: Fiona Macaulay Con formato: Fuente: (Predeterminada) Arial

INFORMACIÓN DE CONTACTO:
Department of Peace Studies,
Richmond Road,
University of Bradford,
Bradford,
West Yorkshire,
BD7 1DP, Reino Unido Con formato: Fuente: (Predeterminada) Arial, Portugués
(Brasil)
England

f.macaulay@bradford.ac.uk Con formato: Fuente: (Predeterminada) Arial


Con formato: Fuente: (Predeterminada) Arial, Portugués
Tel. 00 44 1274 235598 (Brasil)

Fax. 00 44 1274 235240 Con formato: Fuente: (Predeterminada) Arial

INFORMACIÓN BIOGRÁFICA:

1
La Dra. Fiona Macaulay es docente del Departamento de Estudios de Paz de la
Universidad de Bradford, en Inglaterra. Se desempeñó como docente en el
Instituto para el Estudio de las Américas (Universidad de Londres), y como
investigadora en el Centro de Estudios Brasileros (Universidad de Oxford) y en
el Secretariado Internacional de Amnistía Internacional. Esta trayectoria refleja
sus principales áreas de investigación: América Latina, principalmente Brasil;
políticas de género; reforma del sistema de justicia criminal (con enfoque en la
seguridad pública y en el sistema carcelario); derechos humanos; influencia de
la sociedad civil organizada en las políticas de esas áreas; partidos políticos,
especialmente el Partido dos Trabalhadores (PT); y gobierno local.

RESUMEN

Este capítulo examina una nueva forma de administración carcelaria en Brasil


que ofrece un modelo de buena práctica y exactamente contrario a un sistema
penitenciario caracterizado por altos niveles de abuso a los derechos humanos,
pobres condiciones en los centros de detención, altas tasas de reincidencia, y
una administración caótica. Se analiza el trabajo de los Centros de
Resocialización en el Estado de São Paulo, pequeñas prisiones administradas a
través de una innovadora asociación entre las autoridades públicas carcelarias y
organizaciones no gubernamentales locales. Los CRs se destacan por dos
características que se encuentran interrelacionadas. La primera es la creación
de un régimen penitenciario que genuinamente impulsa la reintegración del
infractor a la sociedad y la prevención de la reincidencia. La segunda es la
asociación formal entre el Estado y la sociedad civil en la administración de la
prisión y en el trabajo con los infractores. Esto ofrece una alternativa a las
formas de privatización de las cárceles a menudo presentadas como respuesta
a la incapacidad del Estado. La participación del sector sin fines lucrativos es la
clave para el ethos que guía los CRs y el factor que habilita a las prisiones para
ser permeables frente a la comunidad local, en un sentido positivo, raramente
visto en los sistemas penitenciarios tanto públicos como privados.

2
3
LOS CENTROS DE RESOCIALIZACIÓN EN EL ESTADO DE SÃO PAULO:
EL ESTADO Y LA SOCIEDAD CIVIL FRENTE A UN NUEVO PARADIGMA DE
LA REINTEGRACIÓN DEL INFRACTOR Y DE LA ADMINISTRACIÓN
CARCELARIA

1. INTRODUCCIÓN

1.1. Unl sistema penitenciario con consecuencias perversas

En los últimos años el sistema penitenciario brasilero se ha vuelto un claro


escenario generador de violencia, inseguridad y de serios abusos a los derechos
humanos (Amnistía Internacional 1993, 1999, 2002; Human Rights Watch 1998;
Lemgruber 2004; Macaulay 2006; ONU 2001). El sistema trabaja bajo serios
problemas estructurales, incluyendo la sobrepoblación generada por el marcado
aumento en las tasas de encarcelamiento; las condiciones estremecedoras de
detención que violan las normas y lineamientos internacionales; y la precaria
administración producto de la débil capacidad del Estado en esta área.

Prisiones mal administradas no son aptas para cumplir con los objetivos
dispuestos en la ley brasilera, dentro de los cuales el primero es proteger a la
población, inhabilitando a los infractores a través del encarcelamiento. En la
última década se han presentado , casi semanalmente, motines y rebeliones en
prisiones y unidades de la policía, especialmente en los Estados con más alta
concentración de detenidos. Las olas de violencia en mayo, julio y agosto de
2006 en la ciudad de São Paulo orquestradas por la banda de crimen
organizado, Primer Comando de la Capital (Primeiro Comando da Capital –
PCC), ilustran de forma gráfica la manera con que el sistema penitenciario
incuba y exporta crimen y violencia, en lugar de contenerlos. Los líderes del
PCC, la mayoría de los cuales están presos en cárceles de máxima seguridad,
hacen uso del control que poseen de las prisiones para acceder a teléfonos
móviles introducidos al local por guardas corruptos o parientes, y así iniciar una

4
serie de motines coordinados y toma de rehenes en 82 cárceles a lo largo del
Estado y en Estados vecinos, para atacar la justicia criminal y blancos
económicos en la ciudad (Caros Amigos, 2006).

El segundo objetivo es penalizar infractores mediante la privación de libertad.


Sin embargo, el castigo llevado a cabo en prisión excede de forma considerable
lo contemplado por la Ley de Ejecución Penal (LEP). Negación de cuidados
médicos, alimentos inaceptables, sobrepoblación y condiciones de vida
desagradables, y tratamientos brutales por parte del personal carcelario, a
través golpes e incluso torturas, constituyen formas ilegales de castigos
colectivos e individuales. Irónicamente, este tratamiento cruel, inhumano y
degradante no cumple con la función de seguridad del encarcelamiento, debido
a que alimenta agravios que resultan brindando apoyo a organizaciones como
el PCC, y estimulando violencia hacia los funcionarios de la prisión y los
compañeros presidiarios. Aún más, esto prejudica el tercer objetivo establecido
por el sistema carcelario, el cual aboga por la reintegración de los infractores a la
sociedad. En un ambiente que funciona como “una escuela del crimen”, y que
falla en proveer a los infractores educación, capacitación ocupacional, , trabajo,
soporte familiar y tratamiento para adicción a las drogas, la experiencia de la
prisión para la mayoría de los detenidos incrementa, más que disminuye, la
probabilidad de reincidir.

1.2. Los Centros de Resocialización como un modelo alternativo

Este artículo, entretanto, no busca analizar los defectos, bien documentados, del
sistema carcelario brasilero. Se focaliza, en cambio, en el poco conocido pero
innovador modelo de buena administración carcelaria que viene siendo
silenciosamente implementado durante la última década.1 En el Estado de São
Paulo hay actualmente 22 pequeñas prisiones conocidas como “Centros de
Resocialización” (Centros de Ressocialização – CRs).2 Localizados en ciudades
de provincia, albergan un promedio de 210 presidiarios y son administrados

5
mediante una inédita asociación entre las autoridades públicas carcelarias y
organizaciones no gubernamentales locales (ONGs). Los CRs brindan garantías
a los derechos humanos de los detenidos bajo las leyes nacionales e
internacionales, aparentemente muestran tasas mucho menores de
reincidencia, y significan costos operativos mucho más bajos que las cárceles
convencionales. El capítulo introduce una primera impresión de cómo el modelo
CR emergió y se desarrolló. Analiza, entonces, las dos inusuales e
interrelacionadas características de los CRs: su régimen de rehabilitación y sus
disposiciones administrativas. Está basado en un estudio piloto de cuatro CRs
realizado en octubre de 2004,3 incluyendo entrevistas semiestructuradas y
grupos de enfoque con prisioneros, familias, funcionarios del sistema carcelario
y de las ONGs, operadores del sistema jurídico-penal y formadores de opinión
de la comunidad local.4

2. EVOLUCIÓN DEL ‘MODELO’ CR

La primera experiencia en participación comunitaria para operar cárceles


comenzó en 1972, en São José dos Campos, Estado de São Paulo, cuando tres
católicos laicos intentaron mejorar las condiciones de la decrépita, sobrepoblada
y violenta cárcel pública en la calle Humaitá, y ayudar a los detentos a encontrar
trabajo al momento de ser liberados. Uno de ellos, el juez de ejecución penal,
responsable por monitorear las sentencias criminales, fracasó en su intento por
clausurar la dependencia carcelaria, y por esto formaron una ONG – La
Asociación de Protección y Asistencia a los Condenados (– APAC). Esta ONG
fue gradualmente desarrollando su ethos y metodología, sustituyendo el
suministro de servicios a los prisioneros y construyendo una nueva ala para 75
presos en sistema semiabierto , la cual era operada sin la participación de la
Policía Civil, que había estado administrando la dependencia. Luego de cinco
años de clausura debido a la brutalidad y hostilidad de la polícia frente a esta
experiencia, la cárcel vuelve a abrirse en 1984, esta vez bajo el único control del
grupo APAC, con la aprobación de las autoridades del Estado. Su trabajo

6
comenzó por atraer la atención local e incluso internacional, especialmente
debido a la entonces disposición de no poseer guardias, dentro o fuera, dejando
toda la seguridad en manos de los presos y voluntarios.

En 1978 un grupo de ciudadanos de Bragança Paulista, una pequeña ciudad a


pocas horas de distancia, se inspiraron fundando una ONG con el mismo
nombre. Sin embargo, tal iniciativa se fracasó frente a la indiferencia del juez
local. Fue solamente en 1990 que el presidente de la ONG comenzó a presionar
los jueces y fiscales para restaurar la cárcel de la ciudad, la cual estaba en un
estado similar de caos y en pésimas condiciones. El juez encargado de la
Tercera Corte Criminal en Bragança Paulista, Dr. Nagashi Furukawa, visitó São
José dos Campos. A su retorno hizo un llamado público por ayuda, y la ONG fue
reactivada. Un acuerdo fue realizado, y en 1993 la primera oficina de la ONG fue Con formato: Fuente: (Predeterminada) Arial

construida dentro de la cárcel. En 1996 las autoridades del Estado de São Paulo
firmaron un acuerdo formal para suministrar a la ONG de una subvención de
costos por prisionero, inicialmente para la compra de comida.

Mientras tanto, Dr. Furukawa se retira de su cargo de juez. Luego de un breve


período como consejero especial de la Secretaría para la Seguridad Pública
(SSP) de São Paulo, y un corto y frustrante período como Director del
Departamento Penitenciario Nacional en el ámbito del gobierno federal, en 1999
fue nombrado Director de la Secretaría de Administración Penitenciaria (SAP)
del Estado de São Paulo. A pesar de estar asumiendo la responsabilidad por
53,000 presos (número que aumentó precipitadamente a 126,000 al momento
de su renunica en 2006), Furukawa vio que era una oportunidad ideal para
replicar e institucionalizar el modelo de Bragança Paulista. De esta forma, en el
2000 la cárcel de Bragança Paulista fue transferida de la jurisdicción de la SSP
para la de la SAP y se convirtió en el primer CR.5 Otras cárceles públicas fueron
subsecuentemente transformadas, a pesar de que la mayoría de los CRs han
sido construidos para ese propósito.

7
Vale resaltar que varias de las ONGs coadministradoras de CRs han tomado el
nombre de la ONG original – APAC. Esto causa una considerable confusión ya
que el grupo APAC original y con orientación religiosa de São José dos Campos
está ahora operando primariamente en prisiones en el Estado vecino, Minas
Gerais.6 A pesar de que su trabajo inspiró lo que eventualmente se tornó el
modelo CR, también hay desacuerdos filosóficos y metodológicos entre ambos.
En el presente capítulo, por lo tanto, distingo entre los CRs desarrollados por el
Dr. Furukawa, que son únicos para el Estado de São Paulo, y reservo el nombre
APAC para referir al otro grupo.7 Cuando son relevantes las diferencias entre
ambos modelos, estas se encuentran resaltadas, buscando aclarar un número
importante de asuntos referentes a la propiedad del proceso de rehabilitación de
los infractores, la forma que una buena rehabilitación debe adquirir, y el correcto
relacionamiento entre el Estado y la sociedad civil en la reintegración de los
infractores.

3. EL MODELO CR DE REINTEGRACIÓN DEL INFRACTOR

Todos los CRs siguen un régimen común que parece impulsar genuinamente la
reintegración del infractor en la sociedad. Los cuatro elementos centrales del
modelo son: la creación de una cultura de prisión alternativa que subvierte e
invierte la tendencia predominante de subcultura de la prisión y sus rituales,
jerarquías, lenguaje y normas morales; un compromiso consciente de la familia y
la comunidad a la cual probablemente el infractor retornará; la oportunidad de
completar su educación, trabajar y recibir capacitación ocupacional; y apoyo a la
autoestima del preso, a sus capacidades sociales y sus proyectos de vida.

A pesar de la consistencia de la práctica, alcanzada con la capacitación del


personal del CR y de la ONG, aún no hay una metodología escrita ni una
estructura analítica explícita.8 En contrapartida, todos los CRs disponen de cierta
autonomía para interpretar e implementar los elementos centrales, por ejemplo
adoptando poco a poco diferentes rutinas internas y normas disciplinares.9 Esto

8
permite a los funcionarios hacer uso de su creatividad para responder a las
características socioeconómicas del local y de los reclusos bajo su
responsabilidad. La siguiente es, por lo tanto, una síntesis analítica basada en
entrevistas y documentación, y un intento por teorizar la práctica de los CRs.

3.1. Selección de prisioneros

La selección de reclusos para los CRs es importante, pero no significa que sea
determinante para su suceso. Está basada en dos simples criterios. El primero
es que un miembro de la familia debe vivir en la vecindad del CR, y debe estar
dispuesto a comprometerse y dar apoyo al recluso y al programa CR. El
segundo es que el recluso debe querer responder al ethos y régimen de
rehabilitación del CR. Por otro lado, el perfil del recluso en los CRs refleja
ampliamente la composición de la población carcelaria brasilera como un todo,
con la mayoría de los detenidos involucrados en la problemática de las drogas.
Los CRs recibirán también personas acusadas o condenadas bajo la ley de
‘crimes hediondos’, que incluye homicidas, y algunos aceptarán acusados por
crímenes sexuales así como prisioneros homosexuales, pues en ambos casos
normalmente sufren la estigmatización y acaban siendo víctimas en el sistema
carcelario predominante. No obstante, hay dos excepciones. Los CRs no
aceptan infractores que son persistentemente violentos o se consideran, ellos
mismos, como criminales de carrera, los cuales incluyen crímenes tales como
secuestro, tráfico de drogas a grande escala, o violencia letal cometida en un
delito contra la proprieded. Esta clase de criminales serían extremamente
perturbadores del ambiente del CR y probablemente se escaparían,
considerando que la poca seguridad que se mantiene es más por coerción moral
que por tecnología, barreras físicas o guardas armados.10

Repárese que, aquellos CRs que constituyen la única dependencia penitenciaria


en la región no están habilitados a seleccionar su población de reclusos, por
esto reciben criminales que fueron encontrados in flagante por las fuerzas

9
policiales locales y que esperan ser juzgados. Solamente los procesados
considerados perturbadores, como fue detallado antes, son transferidos a los
centros convencionales de detención. Aquellos CRs que sólo albergan
prisioneros sentenciados deben seleccionarlos a partir de un universo de
candidatos potenciales mucho mayor a su capacidad efectiva: actualmente los
CRs mantienen sólo un 3% de la población carcelaria del Estado de São Paulo.
El Director del CR, el Jefe de Disciplina y el personal técnico de la ONG
(normalmente un/a psicólogo/a o trabajador/a social) visitan prisiones próximas y
realizan entrevistas basadas no en criterios altamente formalizados, sino más en
una evaluación subjectiva del potencial del infractor de responder positivamenta
al ethos del CR. A menudo ellos siguen recomendaciones dadas por la polícia, el
personal de la penitenciaria o los reclusos del CR. Si bien que los CRs no son
ampliamente conocidos en São Paulo o en Brasil como un todo, su reputación
se ha desparramado a través del sistema carcelario, al punto de los reclusos
más ‘empedernidos’ llegan a avisar a algunos prisioneros y sus familias de pedir
una transferencia al CR. Con el objetivo de evitar la percepción que el CR es un
beneficio para una minoría privilegiada de infractores, los Directores son muy
cautelosos en relación a pedidos hechos por abogados penales locales.

3.2. Desestigmatización, sistema y antisistema

El aspecto más notable de los CR es la manera con la que conscientemente


desafía los valores y prácticas de las cárceles brasileras comunes, cuyo
funcionarios, reclusos y parientes constantemente llaman de ‘El Sistema’. Esta
es la parte fundamental del proceso de desestigmatización de los reclusos.
Cuando la sociedad etiqueta a los individuos como ‘criminales’, un patrón de
interacción social es creado por el cual estos individuos frecuentemente acaban
aceptando tal etiqueta como su identidad fundamental y permanente, lo que los
teóricos han llamado un “master status” (Becker, 1963). Entonces, ellos
comienzan a asumir el papel y a actuar bajo ese estatus, el cual es también
reforzado por la subcultura de la prisión. Sin embargo, tal proceso puede ser

10
revertido si el recluso puede adoptar identidades alternativas, y comenzar a
asociarse con personas de fuera del grupo estigmatizado. Por esta razón en el
CR, reclusos no son llamados de detenidos sino de reeducandos. Buscando
traerles nuevamente a sus identidades anteriores a la prisión, ellos son llamados
por sus nombres reales, y no por sus apodos, sus números de prisioneros, o
términos derogatorios como ladrón. Con el objetivo de llevar a los reclusos a
entender el carácter socialmente construido del estigma, la Directora de un CR
decidió tomar un agresor sexual con un bajo coeficiente intelectual y desafió a
sus nuevos compañeros de celda a explicar por qué ellos consideraban a un
criminal sexual como algo peor que un asesino.

Las relaciones de poder entre el staff y los reclusos también son reconfiguradas.
En los CRs los reclusos no deben seguir los rituales de humillación y status del
Sistema, tales como la práctica de los reclusos volver su rostro hacia la pared o
bajar la cabeza cuando se aproxima un guarda. El abuso a los derechos
humanos y la brutalidad por parte del personal no son tolerados y son objeto de
investigación y castigo. La violencia entre reclusos es prohibida de forma
semejante. En parte esto se debe a que los CRs están, notablemente, libres de
drogas. El ingreso de drogas es tratado como una grave infracción a las reglas y
ethos porque debilita a eficicia de los programas para adicción y otras
actividades de rehabilitación, e introduce uno de los elementos más corrosivos
de la subcultura de la prisión: el uso de drogas en una economía ‘negra’ que
crea dependencia, deudas, jerarquías entre los prisioneros y violentos ajustes de
cuentas. El alcohol está similarmente prohibido y algunos CRs han incluso
interrumpido la compra de cigarrillos con el objetivo de tratar ambas adicciones y
los problemas asociados con la comercialización de tales productos en la cárcel.

El grado de estigmatización que el recluso siente y la fuerza de las reacciones


sociales contra él o ella depende del grado de distancia social. Los prisioneros
existen en el centro de una serie de círculos concéntricos de interacción social,
siendo el contacto más íntimo con su familia, luego con los guardas y

11
funcionarios de la prisión. Las interacciones más distantes son con la comunidad
que rodea la cárcel, y con los operadores del sistema judicial penal, como
jueces, fiscales y policía. Los CRs están comprometidos con un proceso de
aproximar los círculos a los infractores, con el objetivo de disminuir el nivel de la
distancia social y así reducir el grado del estigma (Becker 1963; Ericson 1977).
Por esta razón, el personal de la cárcel toma sus comidas en el comedor de los
prisioneros, y dispone de un acceso compartido a los mismos cuidados médicos
así como a las actividades religiosas y de ocio. La separación de funciones se
diminuye ya que individuos confiables tienen permitido trabajar en áreas de la
administración de la prisión, y pueden ser responsables por aspectos de la
seguridad interna, apertura y cierre de puertas entre las alas o sectores. Llaves
en manos de reclusos pueden producir significados completamente contrarios.
En el sistema esto significa pérdida de control y ausencia del Estado, que ha
cedido el control de grandes áreas de penitenciarias a bandas de crimen
organizado. No obstante, en los CRs esto significa la confianza de autoridades
en formas ‘suaves’ de control sobre los prisioneros. A través del diálogo entre las
partes se consigue lidiar con conflictos menores entre guardas y los reclusos,
siendo que, cuando sea necesario, la parte responsable por ofender es la que
asume la labor de pedir disculpas. Se espera de los guardas de la prisión un
trato cordial para con los reclusos, para así modelar la conducta esperada de
estos, utilisando una técnica esencialmente comportamentalista. Un infractor
recientemente recibido en un CR escribió a un amigo de la prisión de la cual
acababa de ser transferido y comentó: ‘Pienso que todos han sido capacitados
para tratarnos bien, con respeto y siempre con cordialidad, nadie aquí es
malhumorado. Y esto hace que el preso se sienta bien, donde todos viven en
harmonía y son educados unos con otros’.11

La brecha social entre los reclusos y la comunidad es mejor trabajada a través


de una movilización de los recursos de la comunidad (Ericson, 1977: 29). Sin
embargo, no siempre la comunidad se encuentra inicialmente bien dispuesta a
relacionarse con instituciones penales de cualquier tipo. Un leve pánico moral

12
fue estimulado por los medios de comunicación locales en una ciudad cuando un
CR fue propuesto y las autoridades municipales se negaron a ceder el espacio.
A pesar de ello, una vez que la antigua cárcel cerró y el nuevo CR estaba
operando, el mismo alcalde que se opuso radicalmente, a la hora de trabajar
para su reelección, en su campaña se declaraba como el responsable de
haberle traído a la ciudad. Una encuesta de opinión demostró que las personas
que viven en municipalidades que disponen de un CR son menos propensas a
concordar con proposiciones tales como ‘el preso tiene que ser maltratado,
porque también maltrató’, y más propensas a aceptar que ‘el preso debe ser
tratado con humanidad’y que ‘la resocialización del preso no es sólo una misión
del gobierno, de la justicia, de la polícia: es de todos’ (Secretaria de
Administración Penitenciaria, 2002). Actitudes hacia los CRs tienden a cambiar
una vez que la población ve que esos infractores de todas partes no serán
‘importados’ a su comunidad, hecho que para ellos podría ocasionar una ola de
crimen y de violencia.

El CR es diseñado para atraer donaciones y voluntarios provenientes de la


comunidad, la que también se beneficia de varias formas. La mayoría de los
CRs producen frutas y vegetales en sus huertas, y cocinan allí sus propios
alimentos, incluyendo el pan. Los excedentes son donados a entidades
municipales como jardines de infancia, escuelas y hospitales. Algunos
reeducandos que se encuentran bajo sistema semiabierto trabajan en negocios
locales y en proyectos comunitarios. Evidentemente el grado de contacto entre
la comunidad local y la población del CR varía, y a menudo refleja el carácter
con que la ONG participa de la coadministración. Algunos están estrechamente
ligados a restringidos grupos de profesionales (como abogados ligados a la
Asociación Brasilera de Abogados - OAB), mientras que otros tienen una base
social más amplia. Estos disponen de mayor capacidad para establecer vías de
contacto con la comunidad, a diferencia de aquellos que tienden a ser más
‘profesionalizados’. Sin embargo, algunos resultados de investigaciones
muestran que a la población local le gustaría estar mejor informada sobre los

13
CRs e interactuar más con ellos (Secretaria de Administración Penitenciaria,
2002).12

3.3. ‘Igual a nuestra casa’: Redomesticando reclusos

Dar apoyo a la familia del recluso es central en el método CR porque, tal como
señala Ericson (1977: 29), en sociedades cuyas estructuras sociales están
altamente diferenciadas, y son propensas a mantenerse así, ‘el estigmatizado
debe poder contar con los otros que afuera conforman su núcleo íntimo, como
principales fuentes de asistencia.’ En el momento que un prisionero es
transferido al CR, la trabajadora social de la ONG le realiza una entrevista de
inclusión referiéndose, en su mayor parte, sobre asuntos relacionados a la
situación socioeconómica de la familia. Luego, se visita a los familiares para
identificar cualquier tipo de necesidades inmediatas que puedan tener, como
medicamentos (a menudo proveídos gratuitamente del stock de la cárcel).
Reciben asistencia para acceder a los posibles beneficios estatales, como ayuda
económica, alimentos, educación o capacitación ocuapcional. Es entonces en
este momento que comienza el proceso de reconstrucción del relacionamiento
con el infractor, estimulando las visitas regulares de la familia con el objetivo de
restablecer las relaciones familiares deterioradas o de fortalecer las ya
existentes para que el recluso tenga a alguien a quien recurrir. Todos los CRs
tienen uno o dos días a la semana destinados a las visitas familiares, así como
también visitas conyugales regulares.13 Datos oficiales muestran que en los CRs
las visitas de parientes de reclusos doblan en frecuencia si se compara a las que
eran realizadas cuando estaban en cárceles convencionales, y cuentan con un
60 por ciento de los familiares visitando una vez a la semana (Secretaria de
Administracion Penitenciaria). Esto se debe en parte a la mayor proximidad o,
también, a la existencia de un ambiente más receptivo. Los miembros de las
familias tienen una actitud claramente positiva para con los CRs. Inclusive están
de acuerdo en tolerar algunas prácticas, que probablemente no aceptarían en el
Sistema, como el ‘cacheo’ o revista de los visitantes (que son obligados a

14
quitarse la ropa) para evitar el ingreso de drogas ilegales, y que continúan
siendo realizados en algunos CRs. Ellos sopesan este inconveniente con los
beneficios recibidos, razonando que ‘de otra manera unos pocos perjudicarían a
todos’. En consecuencia ellos también están siendo beneficiados por el proceso
de destigmatización, y expresan que, al igual que los reclusos, ahora están
siendo tratados por los guardas como ‘gente’. La vergüenza que socialmente
sentían los parientes frente a la comunidad también ha disminuído: ‘Yo le digo a
la gente que mi hijo está en el internado, terminando la educación que yo no
hubiera sido capaz de darle!’

El compromiso de los miembros de la familia con los reeducandos, en primer


término, crea una coacción moral por medio de los lazos afectivos: ‘Es la familia
que te acoge’. El deseo de los infractores de no avergonzar, decepcionar o
traicionar su familia les desestimula a reincidir. Algunas veces la familia juega un
papel incluso más explícito con relación a la disciplina, dando aviso sobre
reclusos que les piden traerles drogas y trayendo de vuelta fugitivos. En
segundo término, el contacto con la familia permite a los reclusos ‘re-
encontrarse’ con ellos mismos, y asumir identidades alternativas y más
apropiadas como compañeros ‘responsables’14 y padres. Como muchos niños
no poseen un padre registrado en su partida de nacimiento o no usan el apellido
paterno, el proyecto Padre Legal 15 llevado a cabo en los CRs anima al
reconocimiento de la paternidad, acción generalmente bien recibida por las
madres. Los hombres también asumen compromisos para la realización de
fiestas para el Día del Niño y Navidad, así como otras actividades que puedan
disfrutar con sus hijos.16 No obstante, las cuestiones para las mujeres detenidas
son bastantes diferentes. Mientras esposas, hermanas y madres asumen las
funciones femeninas tradicionales de apoyo de los miembros masculinos de la
familia que están detenidos, las infractoras femeninas frecuentemente son
abandonadas por sus compañeros, muchos de los cuales pueden haber sido
responsables del motivo de su detención.17 Sus hijos pueden ser cuidados por
sus propios parientes (mujeres), o entregados al Estado o entidades privadas

15
para ser cuidados, debido a que también los padres se rehusan a asumir tal
responsabilidad o se encuentran también presos. Asimetrías de género son
inevitables en cualquier institución social, y merecen ser tratadas con más
profundidad que el rápido abordaje permitido por este artículo.

Los CRs no solamente fortalecen las relaciones de los reclusos con su familia,
sino que también crean lazos ‘seudo familiares’ en varios niveles dentro de la
institución. El tamaño de los CRs – con no más de 250 reclusos – estimula una
cierta familiaridad entre presos, y entre ellos y los funcionarios, lo que sería
imposible en establecimientos mayores. Por ejemplo, las celdas comunales
reunen de 12 a 14 prisioneros en pequeñas agrupaciones, lo que estimula la
integración social. Se espera que ellos resuelvan sus diferencias de opiniones y
lleguen a acuerdos sobre asuntos que deberán ser presentados por el
representante en las reuniones regulares con el personal. En el caso del preso
por crimen sexual, anteriormente mencionado, son sus compañeros de celda
quienes deben cuidarlo, como un individuo vulnerable, y enseñarle cómo realizar
tareas diarias, tales como higiene personal. A diferencia del Sistema, donde los
prisioneros tienen prohibido, bajo amenaza de violencia, interactuar con los
visitantes de otros reclusos, en el CR es común ver parientes visitando reclusos
y ‘adoptando’ otros que no reciben visitas ese día, invitandolo a comer y a
socializar con ellos. En algunos pocos CRs, los ‘padrinos’, individuos dispuestos
a asumir la función de seudo parientes, entre ellos integrantes más antiguos del
personal y prisioneros con más tiempo de detención, crean relaciones similares
a las familiares.

También llama la atención que la mayoría de los Directores de CR son mujeres.


Muchas no son ex-guardas de prisión pero poseen experiencia en trabajo social
o estudios de psicología. Estas son vistas como figuras super maternales – una
es llamada de ‘Supermaezinha’ – una imagen que ellas también cultivan. Esto
constituye un poderoso componente del poder discplinario ‘suave’ implementado
en los CRs. Una Directora relató que había quedado tan furiosa por una fuga

16
realizada por un reeducando en quien ella había invertido mucha energía y
confianza, que le abofeteó sin más y denigró por no haber sido ‘suficientemente
hombre’ para terminar su sentencia de prisión. Al día siguiente ella se disculpó
en frente a todos los reclusos por haber perdido el control e invitó a cada uno de
ellos a realizar una queja oficial por su comportamiento. Irónicamente, los demás
reclusos aplaudieron su respuesta al prisionero en quien ella había interpretado
el papel de una madre furibunda pero también cariñosa. En el ámbito del
Sistema, un intento de fuga de esta clase hubiera primero recibido una
respuesta masculina, fría y violenta (hubiera sido golpeado por altos policías
militares y/o por guardas a su regreso) y después un castigo administrativo en la
celda de aislamiento, y una pérdida de ciertos privilegios.

Los CRs también crean un entorno físico semejante a la casa: ‘Esto es como
estar bajo arresto domiciliar, tenemos todo aquí!’ Las celdas se mantienen
limpias y ordenadas, y nadie duerme en el piso como sucede en las demás
prisiones. Los prisioneros también se hacen cargo de la limpieza de su ropa, con
un muy buen organizado sistema que alterna las tareas e identifica lasbolsas
para cada celda colectiva. La comida tiene sabor casero y es servida en
generosas porciones. A los reclusos no se les pasa por alto que las condiciones
del CR a menudo son mejores que en sus propias casas. Una Directora
comentó, ‘Las muchachas muchas veces lloran cuando llegan aquí porque
saben que están comiendo mejor de lo que pueden comer sus familias’. Lo
mismo sucede con la alta calidad en la atención médica y cuidado odontológico
disponible en los CRs.18 Además, el objetivo es aumentar las perspectivas de
vida de toda la familia por medio de la intervención del trabajo social, generación
de ingresos para los reclusos y la transferencia de productos desde el CR (tales
como ayuda alimentaria o medicación) para la familia.

Los sanitarios también están impecables y con muy buena calidad de


construcción, con pisos en mármol.19 Un recluso quedó maravillado por el estado
de la celda que le fue adjudicada al ingreso: ‘Es un apartamento de lujo... el

17
baño tiene azulejos blancos de 1.5 metros de altura, el inodoro con asiento de
abrir y cerrar, igual a mi casa ... con alfombras en el piso y todo!’. Esta
reproducción de la ‘normalidad’ más allá de las paredes de la prisión está
reforzada por la prohibición del uso de la jerga de las cárceles, que es
remplazada por términos cotidianos o expresiones positivas. El inodoro no es la
‘burra’ o el ‘boi’ sino el ‘sanitario’, una celda no es la ‘cela’ o ‘buraco’ sino que
refiere a ‘convivencia’. 20 Esto reduce el grado de alienación de sus familias y el
choque cultural a la hora ser liberados.

3.4. Trabajo y educación – capacitación para el mercado de trabajo

Los CRs aspiran no solamente a desrotular los reclusos, sino también a


inhabilitarlos como criminales. Mientras El Sistema funciona como la escuela del
crimen, los CRs capacitan nuevamente a los reclusos para ser ciudados
respetuosos de la ley. Por numerosas razones, la inactividad es corrosiva para la
buena administración de las cárceles. En primer lugar, los reclusos disponen de
más oportunidades para involucrarse en comportamientos negativos, consumo
de drogas, planificar fugas, y desarrollo de elementos de la contracultura
carcelaria. La falta de educación y de oportunidades laborales mantendrá
intactos algunos problemas claves de los infractores – bajo nivel de alfabetismo
y capacidades, y su consecuente vulnerabilidad frente al mercado de trabajo.
Todos los CRs brindan educación de nivel primario con algunos también
empleando profesores para enseñanza en nivel secundario.

También gozan del 95 por ciento de tasa de empleo. A todos los prisioneros les
es dada la oportunidad – y eso se espera de ellos – de trabajar o estudiar,
incluso aquellos que están en prisión preventiva aunque la Ley de Ejecución
Penal los exime del derecho a trabajar. Trabajar puede consistir en llevar
adelante tareas administrativas o domésticas conocidas como rateio (limpieza,
lavado de ropa, trabajar en la cocina o en la huerta, asistir a la administración), o
trabajar para una empresa comercial. Algunos reclusos también se ocupan con

18
artesanías, que luego son vendidas a los miembros de la familia o en locales
comerciales.21 Aquellos que cumplen su sentencia bajo régimen semiabierto
pueden trabajar afuera de la prisión durante el dia. Aquellos que trabajan para
compañías externas ganan salarios fijos, y todos que estudian o trabajan reciben
a cambio la reducción de un día de sentencia por cada tres días de trabajo.

El salario de la prisión está basado en el salario mínimo, sobre el cual se


realizan una serie de deducciones destinadas al trabajo de la ONG y a aquellos
que trabajan en el mantenimiento del establecimiento o que estudian. La clase
de negocios que ofrecen trabajo a los reclusos varía dependiendo del local. En
un CR, una fábrica de productos de electrónicos contrató reclusos en el
ensamblaje de componentes. Esto es típico: el trabajo no especializado de la
cárcel proporciona salario y reducción de la pena pero pocos puestos de trabajo
al momento de ganar la libertad. En Jaú, una ciudad reconocida por la
producción de calzado femenino, los reclusos cosen y colan calzados tanto para
el mercado doméstico como para el internacional. A sus parientes también se les
ofrece capacitación en la producción de calzado, gran parte de la cual es hecha
en el hogar. Significa que al ganar la libertad el preso puede trabajar junto a su
familia en la generación de renta. La asistencia en la búsqueda de empleo a los
egressos es una parte crucial del apoyo dado por muchas ONGs en el CR, ya
que el contacto directo con las familias significa que al menos es improbable que
queden sin hogar, como a menudo sucede con muchos reclusos liberados. Un
ex-recluso regresó a su antiguo CR para administrar la lavandería de la prisión
como un contratado de fuera, empleando la mano de obra de antiguos
compañeros reclusos y asumiendo nuevos contratos de prestación de servicios
con hoteles de la ciudad.

El dinero ganado por los reclusos es colocado en cuentas de ahorro a las que
tanto ellos como su familia tienen acceso. Pueden ser usadas para ahorrar para
los gastos necesarios al momento de salir, para asistir a la familia, o gastar en
comidas u otros productos para el día de visitas. En un CR fui testigo de la

19
llegada de una van proveniente de una floristería local, cuyo chofer traía un gran
bouquet para un recluso. Fui informada que el recluso quería sorprender a su
esposa al día siguiente cuando ella vinera a visitarle, ya que era su aniversario.
Este es un ejemplo perfecto de cómo el ahorro y control de los reclusos sobre
sus ingresos, tales como salarios recibidos, les permite reconstruir su autoestima
y afirmar identidades positivas (en este caso, un esposo enamorado).

3.5. El modelo de rehabilitación

La filosofía de rehabilitacion del CR tiene como objetivao la ‘reintegración social’,


es decir, el retorno del infractor a la sociedad con capacidades y recursos
relevantes que le permitirán a él o ella dar continuidad a estrategias que evitarán
la reincidencia. Los recursos y capacidades son afectivos (lazos familiares,
aumento de autoestima), sociales (autoconsciencia, solución de problemas,
negociación y conflictos en ámbito grupal) y materiales (dinero en su cuenta de
ahorros, capacidades para el mercado laboral y contactos).

El éxito de los CRs se basa en su búsqueda por conseguir lidar tanto con los
factores criminogénicos, es decir, la identificación de las motivaciones
psicológicas por detrás del comportamiento criminal, como con las necesidades
no criminogénicas. El primero incluye actitudes pro-criminales, asociaciones
criminales y abuso de drogas o alcohol, rasgos antisociales de personalidad,
falta de capacidad para la resolución de problemas y de sentimientos de
hostilidad y rabia. La última categoría de necesidades incluye la actual posición
socioeconómica y futuros prospectos de los reclusos (y de sus familias), bajo
nivel de educación y autoestima, así como sentimientos de alienación frente a la
familia o la comunidad.

La filosofia de los CRs puede contraponerse a otras metodologías


aparentemente parecidas. Por ejemplo, en un pequeño grupo de cárceles, los
infractores reciben apoyo psicoterapéutico intensivo (Genders y Player, 1995).

20
No obstante, debido a que los CRs ofrecen grupos de discusión (cubriendo
asuntos como sexualidad y relaciones familiares) y apoyo psicológico, en
general el abordaje no es basado en la medicina y evita la patologización y la
psicologización de los detenidos, prefiriendo verles no como individuos
aberrantes, sino como infractores de las normas sociales establecidas
(Secretaria de Administración Penitenciaria, 2005: 18, 19). De forma semejante,
a pesar de que los CRs permiten el libre acceso a todo tipo de grupos religiosos
que ofrecen apoyo pastoral y espiritual, no conciben la conversión religiosa
como la piedra fundamental de la rehabilitación, tal como sí sucede con el grupo
APAC original (Ottoboni, 2000, 2001).

Es importante para los reeducandos que experimenten progresos en el sistema,


para así estar en condiciones de evaluar sus metas personales más allá de la
obtención de la libertad. Por esta razón el diseño arquitectónico pensado para
los CRs consiste en un sector de celdas con forma de herradura rodeando un
espacio destinado a deportes, música, shows y celebraciones religiosas. Los
prisioneros comienzan en una punta del semicírculo como processados,
pasando luego para el sector de sentenciados en régimen cerrado y terminan en
el ala del régimen semiabierto. Los reclusos pueden entremezclarse para así
aprender de aquellos que ya se han ‘graduado’ a través del sistema.
Estrictamente hablando, esta mezcla de categorías de infractores no es
recomendada por las leyes nacionales e internacionales, que visan proteger los
detenidos de aquellos infractores más graves. A pesar de esto, los CRs que
acogen prisioneros antes de su juzgamento, han transformado una necesidad en
virtud. La mayoría de ellos deberán probablemente quedarse luego de la
condena y aquellos que fueron declarados no culpables y liberados al menos no
han sido detenidos en un ambiente saturado de criminalidad y violencia. Como el
sistema CR no se focaliza en el ‘arrepentimiento’ o ‘aceptación’ del crimen de
alguien sino más en capacidades para la vida, significa que los processados
liberados fueron al menos beneficiados de todos los servicios como educación,
trabajo, cuidados médicos y apoyo familiar.

21
22
3.6. Poder disciplinar duro y suave

Si bien que los CRs, en varios sentidos, son la antítesis del sistema carcelario
predominante, la continuidad de la existencia de éste es funcional en dos
sentidos. En primer lugar, ofrece un modelo de peor práctica para ser
contrastado con las mejores prácticas de los CRs en las áreas de
administración, derechos humanos y rehabilitación. Los presos y los funcionarios
se dividen entre comprender si es mejor acoger infractores provenientes
directamente de las celdas de la polícia, pues no estarían ‘corrompidos’ por
haber pasado a través del Sistema, absorviendo sus valores, o si es preferible
acoger infractores que hayan estado en el Sistema y que puedan apreciar de
forma justa la oportunidad que les está siendo ofrecida. Los prisioneros tienden
a creer que los infractores deben ‘ganar’ su espacio en el CR habiendo sufrido
durante un período en el Sistema, caso contrario serían vistos como ‘bacanes’
(‘aprovechados’).

En segundo lugar, el Sistema practica un poder disciplinario en las sombras del


CR, conformándose como la última sanción para aquellos prisioneros que fallan
en seguir el régimen del CR y son devueltos al Sistema. Los CRs cuentan tanto
con el ‘suave’ como con el ‘fuerte’ poder disciplinario para controlar el
comportamiento de los reclusos, el que puede ser resumido como familia y
miedo. La primera está localizada dentro de los CRs y está fundada en
coacciones morales creadas por laos relaciones con la familia y la seudo familia. Con formato: Fuente: (Predeterminada) Arial

El segundo se localiza fuera de los CRs, y está respresentado por el Sistema


cuya fuerza coercitiva es tanto simbólica como real.

Dentro del Sistema la violencia de los guardas (golpes, castigos colectivos,


torturas) es banalizada y hace parte de la rutina.22 Sin embargo, en relación con
los CRs específicamente, el poder disciplinario está actualmente ejercido por los
proprios prisioneros dejados atrás en las penitenciarias y en las comisarías.La
actitud de los reclusos de las prisiones del Sistema con relación a los CRs es

23
ambivalente. Por un lado, reconocen que algunos detenidos no son ‘verdaderos
delincuentes’. Por otro, los CRs representan una salida al camino del juego del
crimen y del castigo: ‘el CR acabará con su carrera’. Entre tanto, hay una cierta
envidia para con aquellos transferidos a los CRs, e incluso hostilidad; la
solidaridad con los ‘inocentes’ está también manchada de rabia a los ‘traidores’
que dejan el Sistema. Cuando algunos prisioneros han sido traídos de vuelta al
Sistema desde los CRs luego de haber cometido una infracción seria, como
introducción ilegal de drogas o intento de fuga, la reacción de sus pares ha sido
salvaje: algunos fueron fuertemente golpeados, supuestamente hasta la muerte.
Sólo se puede presumir que se trata de una reacción brutal hacia un individuo
que presenta un ‘master status’ confuso e incompleto: no es un criminal
auténtico (salió para ir al CR), luego también no es un ‘ciudadano decente’
exitoso (falló en seguir las reglas del CR). Por tal razón, muy pocos criminales
de carrera en el Sistema han realizado intentos para ser transferidos al CR ya
sea para disfrutar de mejores condiciones como para realizar un intento de fuga.
Ellos no desean abandonar la subcultura de la prisión que constantemente
refuerza su estatus adquirido y les proporciona más oportunidades para la
actividad criminal. También comprenden el precio terrible que deberían pagar en
caso de que su deshonestidad fuese descubierta. Esta es, por lo tanto, una
pregunta que se abre, si los CRs estarán capaces a ejercer alguna influencia
benigna sobre el Sistema, o si se mantendrán como una experiencia paralela y
aislada, cuya excelencia continua a ser puesta en evidencia por el caos y la
degradación de la mayoría de los establecimientos penales del Brasil.

4. EL MODELO ADMINISTRATIVO

El modelo de administración carcelaria representado por los CRs – una


asociación formal entre la rama ejecutiva del Estado y la sociedad civil – es
novedoso en varios aspectos: como alternativa altamente eficiente con muy
bajos costos comparados con las formas convencionales de privatización
carcelaria; por ser un desafío a la visión tradicional de los infractores criminales

24
como propiedad del Estado; y como un locus de encuentro entre comunidades
locales y diferentes agentes del Estado involucrados en el control y castigo del
crimen.

25
4.1. ¿Privatización con otro nombre?

¿Hasta qué punto el éxito de los CRs puede ser atribuido a la participación de la
sociedad civil a través de la participación de las ONGs? ¿Podrían ser
alcanzados resultados semejantes en dependencias penales administradas por
el Estado o entidades particulares? ¿ No constituyen los CRs simplemente una
forma de semi privatización? Tradicionalmente, las prisiones en Brasil han sido
dirigidas por el Estado, vía administración pública directa. No obstante, desde Con formato: Fuente: (Predeterminada) Arial, Color de
fuente: Automático
1999 seis estados (Paraná, Amazonas, Espírito Santo, Ceará, Bahía y Santa Con formato: Fuente: (Predeterminada) Arial

Catarina)23 han experimentado con el llamado modelo ‘francés’ o ‘europeo’ de


semi privatización, donde el Estado contrata firmas privadas para suministrar
ciertos servicios, vía un contrato administrativo. El Estado mantiene la
responsabilidad por la seguridad, disciplina, y guardas de prisión, mientras que
la compañía privada providencia la misma clase de recursos suministrados por
las ONGs en los CRs.

La mayor ventaja estructural del sector privado sobre el público en la


administración de prisiones es que se encuentra libre de ciertas restricciones
para el manejo de recursos. Los empleados contratados directamente por las
autoridades gozan de ciertas protecciones bajo la ley laboral brasilera, tales
como seguridad de empleo, lo que vuelve casi inviable llevar a cabo un despido,
incluso cuando se está frente a una clara situación de falta de cumplimiento con
sus obligaciones contractuales. En varias prisiones administradas por el Estado,
los profesionales contratados, tales como médicos, muchas veces son pagos por
servicios que nunca suministran. Sin embargo, si son contratados por las ONGs
de los CRs, pueden ser despedidos y remplazados por incumplimiento de
contrato. Las ONGs pueden también evitar los arreglos que atan a las
autoridades estatales a la compra de mercaderías de ‘proveedores preferidos’,
inflando inevitablemente los costos y abriendo las puertas a sobornos. Esto
permite a las ONGs a comprar mercaderías más baratas y de mejor calidad a
comercios locales (así contribuyendo con la economía local) y cambiar de

26
proveedores cuando fuere necesario. Ambos factores han permitido a las ONGs
gastar mensalmente R$ 600 (seiscientos reales) por prisionero en 2004 - la
mitad del costo normal del Estado.

Siendo que a las compañías privadas les es permitido gozar de las mismas
libertades, ¿por qué el costo per cápita en las prisiones semi privatizadas es
mucho más alto? Cuesta entre R$ 1,800 y 2,000 por mes mantener un prisionero
en el sector privado, comparado con R$ 1,000 en una dependencia pública
(Revista Exame, 6/9/2006). Defensores de la participación del sector privado en
las prisiones argumentan que los costos van a caer a través de la economía de
escala, al momento que más cantidad de prisiones queden bajo la co-
administración del sector privado. De hecho, algunas ONGs de CRs, con esto en
mente, llevaron adelante la idea de realizar compras para cárceles grandes
vecinas . Obviamente, la primera razón es que el sector privado existe para
obtener lucros y debe distribuir las ganancias provenientes de la administración
eficiente de los costos para sus inversionistas. El sector privado debe responder
a estímulos económicos, para así ser más eficiente en la búsqueda del lucro
(Cabral y Azevedo, 2005). No obstante, las ONGs responden a varios estímulos
morales y no económicos. Sienten orgullo de su vigilancia cuidadosa de los
recursos, reinvirtiendo todo excedente en la mejoría de los servicios a los
prisioneros. En los inicios de Bragança Paulista, el excedente generado por el
ahorro en las facturas de compra de comida permitió al grupo construir un nuevo
sector en las instalaciones de la prisión, aliviando así la sobrepoblación. Cuando
en 1998 fue renovado el contrato, la ONG estaba hasta orgullosa porque su
cuota per cápita recibida había sido reducida. La reducción de costos también es
posible porque las ONGs son instituciones sin fines de lucro y disponen de una
influencia moral en la obtención de recursos como donaciones de alimentos y
materiales. También están sometidas a estrictos sistemas de registros
contables.

27
Nótese que el relacionamiento de la ONG con las autoridades estatales va
mucho más allá de ser un eficiente subcontratado. Se trata de una gestión
compartida o co-gestión, que brinda no sólo una división de tareas sino un
elemento adicional a través de la sinergia. Este ‘valor agregado’ surge por medio
del los funcionarios y voluntarios de la ONG, mucho de los cuales están
motivados, via la iglesia, su trabajo comunitario o su cuerpo profesional, por
valores humanitarios de compasión, derechos humanos y servicio, de una
manera que no necesariamente coincide con la del personal contratado por
empresas privadas. De forma semejante, ellos aportan invalorables lazos con
redes de la sociedad civil en la comunidad local formando un puente de
intercambio, en ambos sentidos, que estimula a prisioneros y población local a
ver los muros de los CRs menos impenetrables que aquellos de las prisiones
convencionales. Así, el estatus sin fines de lucro de la ONG crea y refuerza ese
ethos único a los CRs.

4.2. Propiedad discutida del crimen y del criminal

A pesar del trabajo conjunto entre Estado y sociedad civil en innumerables


consejos locales (para la niñez, salud, educación, entre otros tantos) en el Brasil
(Macaulay, 2005), el sector de la justicia criminal ha sido, tradicionalmente, el
más cerrado de las áreas de políticas sociales para con las contribuciones de la
sociedad civil debido a la concepción de que la ‘seguridad’ es asunto del Estado.
De hecho, la participación de la sociedad civil en los CRs pone de relieve una
serie de cuestionamientos interesantes sobre la ‘propiedad’ del delito y del
infractor. Los sistemas convencionales de justicia criminal están centrados en
torno del Estado. El Estado determina, a través de la legislación, qué debe ser
considerado crimen, y aquellos que incumplen con las reglas son considerados
de haber perjudicado al Estado. Penalistas radicales han señalado que esto
oblitera completamente las víctimas del crimen, sea individuos o sea una
comunidad como un todo viviendo con temor e inseguridad (Christie, 1977). Las
ONGs permiten a la comunidad local reconocer su interés en la suerte de sus

28
‘propios’ infractores. A pesar de eso, mientras esto es muy positivo desde el
punto de vista de la reintegración social, pone a la ONG en conflicto con el
Estado, que legalmente retiene la responsabilidad por la custodia de los
infractores.

Más aún, diferentes sectores del Estado también compiten por el poder
disciplinario sobre los prisioneros. La rama ejecutiva es responsable por la
detención de los criminales (a través de la policía) y por su encarcelamiento (por
medio del gerenciamiento de los prisioneros y las penas privativas de libertad).
Sin embargo, es el poder judicial que procesa los infractores, en la mayoría de
los casos aprueba las sentencias, y luego hace un seguimiento a su
cumplimiento. De hecho el LEP de 1984 específicamente ‘judicializaba’ las
sentencias penales, con la intención que tal supervisión judicial pudiera
garantizar un justo tratamiento a los detenidos. El mandato del Dr. Nagashi
inauguró un proceso de ‘desjudicialización’, ya que argumentaba que algunos
derechos dados a los prisioneros, como el pasaje de un régimen cerrado de
prisión para uno semi abierto, libertad condicional o libertad definitiva no serían
garantizados bajo un criterio básico y objetivo como el tiempo de cumplimiento
de sentencia, sino más bien por discreción del poder judicial. Él apoyó el fin del
requisito legal que imponía a los jueces basar sus decisiones en un examen
criminológico, generalmente una evaluación del infractor realizada por un
psicólogo o trabajador social que nunca hubiera tenido trato con éste. Siguiendo
la reforma de la LEP en 2003 (ley 10.792), actualmente esto ha sido
reemplazado por un tipo de evaluación semejante y llevada a cabo dentro de la
prisión, con recomendaciones enviadas al juez. Esto lleva a un problema. El
principio en la LEP de individualización de la pena requiere de evaluaciones
subjetivas del progreso de los prisioneros. Sin embargo, parece que el juez, el
equipo técnico de la ONG y la administración de la cárcel (generalmente el
Director y el Jefe de Disciplina) están convencidos que su jucio es aquel que
debe prevalecer, lo cual conduce a frecuentes diferencias en las opiniones.24
Esto surge porque el juez continua manteniendo la responsabilidad legal por el

29
prisionero, las autoridades de las cárceles estatales están preocupadas con
respecto a la seguridad de los reclusos, mientras que las ONGs están
convencidas que les fue concedida la responsabilidad moral por los infractores
bajo los términos del contrato con las autoridades. En el día a día esto tiende a
manifestarse como desacuerdos entre los funcionarios de la ONG y el Jefe de la
Disciplina respecto a cómo las fallas en la conducta de los presos deben ser
tratadas, y también entre el Director del CR y el juez local sobre la concesión de
beneficios como libertad condicional y salidas transitorias. Esto se vuelve mucho
más complejo por el hecho de que cada una de las tres partes involucradas
siempre están inspeccionando las acciones de las otras dos. En instituciones
cerradas, un único órgano o institución no debería tener total poder sobre los
detenidos, por lo tanto tales conflictos son inevitables entre quien mejor
represente los ‘mejores intereses’ de los prisioneros. Lo que aquí es único es la
introducción de la sociedad civil como un sector más dentro del sistema
carcelario, mucho más que como un monitor externo con pocos poderes, que ha
sido el papel de los Consejos de la Comunidad.

4.3. Operadores del sistema de justicia criminal

Esta tensión afecta también al sistema de operadores de la justicia criminal, que


parecen dividirse en dos grupos con relación a los CRs. Algunos jueces están
muy entusiasmados y han sido cruciales para atraer a la comunidad hacia las
cárceles locales, primero por medio de los grupos APAC y luego con la
instalación de un CR. Otros, sin embargo, son indiferentes o incluso hostiles. Por
ejemplo, cada CR dispone de una habitación especialmente construida donde
los jueces pueden venir y realizar audiencias previas al juicio o tratar de asuntos
relacionados a las sentencias (aprobación de remisión de sentencias, salidas
provisorias, libertad condicional, progresión de régimen). Esto busca eliminar la
necesidad de los escoltas policiales para trasladar los prisioneros a la corte,
disponiendo a la policía en otros deberes, y permitiendo a los jueces ser más
eficientes. No obstante, en algunos casos los jueces han rechazado poner los

30
pies en el CR, prefiriendo permanecer en su propio territorio, manteniendo la
distancia social con los reeducandos. También, varios jueces locales o fiscales
no cumplen con las visitas mensuales que deberían realizar a las dependencias
carcelarias que se encuentran bajo su jurisdicción e ignoran completamente el
trabajo de los CRs. Esto se debe en parte al entendimiento técnico-burocrático
sobre sus responsabilidades con relación a los prisioneros, que ignora el
elemento substantivo de asegurar que el recluso esté rehabilitado, tal como la
LEP demanda. También puede ser una característica del cargo de juez de
ejecución penal, al que algunos jueces parecen considerar como una nada
exigente sinecura.

Por otro lado, la policía parece mantener una actitud casi uniformemente hostil
para con los CRs, viéndoles como ‘livianos’ con los infractores. No pierden
oportunidad para recordarles a los reclusos sobre su estatus: existen relatos de
prisioneros de CRs que fueron golpeados en las camionetas de la policía que les
trasladaban a la corte para audiencias con el juez. Frecuentemente intentan
reproducir lo que Garfinkel llama de ‘ceremonias de degradación de estatus’,
presentes en el sistema de justicia criminal predominante, esposando
prisioneros no violentos, insistiendo en la obligación de mantener la mirada hacia
abajo y en la no interacción con los oficiales. Incluso, han deliberadamente
‘invadido’ el espacio de CR con perros de la policía, y tratado de desautorizar a
Directoras (mujeres), con insinuaciones sexuales y otro tipo de provocaciones.
Los oficiales de la policía son los más interesados en mantener el estigma sobre
los infractores pues, en gran parte, su propia identidad profesional depende de
esto.

Los guardas de las cárceles también se sienten desafiados por la bastante


reducida distancia social entre ellos y los prisioneros, y por el sobreentendido de
que la seguridad depende más de la interacción humana que de barreras físicas
y amenaza de fuerza. Les lleva aproximadamente un año para ajustarse a la
cultura del CR y algunos de ellos nunca se adaptan y regresan a trabajar al

31
Sistema. El resto – algunos de ellos elige trabajar en los CRs, otros son
simplemente transferidos – generalmente se acomodan en la situación. Ganan
menos dinero que en una gran penitenciaría (los salarios están ligados al índice
guardas/prisioneros y grado de riesgo), pero se benefician del entorno mucho
menos estresante, acceden a mejor comida, servicios de salud gratuitos y
mejores condiciones de trabajo. El puesto de Jefe de Disciplina es clave para
dar el tono de la prisión: a menudo al inicio son vistos como muy estrictos por las
ONGs y tienden a relajarse respecto a la seguridad una vez que las fuentes
alternativas de disciplina y control están bien establecidas. Así es que los CRs
demandan un proceso de ‘reculturación’ por parte de las partes involucradas –
prisioneros, familias y guardas.

4.4. Relaciones entre Estado y sociedad civil

Los CRs constituyen un espacio fascinante de ‘participación por invitación’


(Cornwall, 2002), donde el Estado ha asumido el lideranzgo en la búsqueda de
asociaciones con la sociedad civil, más que en dejar un espacio vacío a ser
ocupado, como fue el caso de la primera APAC. Hasta la llegada de los CRs, el
poco interés de la sociedad civil por las prisiones estaba restringido a los grupos
de derechos humanos, la Pastoral Carcelaria, y los Consejos de la Comunidad.
Las ONGs en cierto sentido combinan las funciones de estes últimos (defensa
de prisioneros, asistencia espiritual y de bienestar, supervisión) con las
funciones administrativas llevadas a cabo por el sector privado en las cárceles
semi privatizadas.25

El primer desafío que las autoridades carcelarias enfrentan dentro de este


modelo es la variabilidad en densidad y carácter de la sociedad civil. Algunas
veces ONGs existentes se ofrecerán para asumir el trabajo en el CR. Tal es el
caso de un grupo de lucha contra HIV/SIDA, que ya estaba trabajando con
prisioneros como un grupo social considerado de alto riesgo. En otros casos,
ONGs fueron organizadas sobre la base de redes sociales y profesionales, como

32
el Rotary o Lions Club y el Colegio de Abogados. En Bragança Paulista muchos
de los voluntarios y staff habían sido colegas de trabajo en la sucursal local del
Banco Itaú. El segundo desafío es que los miembros de la ONG no están
inmunes a motivaciones innobles, tal como buscar ventajas personales y elevar
su estatus. Por lo tanto, en todos los CRs, menos los que son mejor
establecidos, lleva un tiempo para aliviar tensiones entre las figuras claves en la
administración de la prisión y la ONG mientras negocian una serie de límites
referidos a disciplina, seguridad, habilidad respecto a los prisioneros,
responsabilidad mútua y estatus. La limitada ‘oferta’ de los grupos de la
sociedad civil interesados y competentes desestabilizó el equilibrio al inicio, con
el SAP creyendo más fácil remplazar los Directores de los CRs que las ONGs.
Mesmo asi,, la sociedad civil tiende a responder a los nuevos espacios de
participación, con el resultado que en ciudades con CR, la idea de cooperar en
la administración de las prisiones se normaliza y más grupos comunitarios están
dispuestos a considerar participación en el bienestar de los reclusos.

5. CONCLUSIONES

Los CRs son muy exitosos en varios sentidos. Desde un punto de vista moral,
ofrecen un ambiente penitenciario positivo y humano lo que se contrapone a la
violencia y brutalidad encontrada en las prisiones del ‘sistema’ convencional
antes descritas. Desde una perspectiva legal, implementan el espíritu de la LEP
y son absolutamente obedientes con las normas domésticas e internacionales
de derechos humanos (Coyle 2002). Desde un punto de vista administrativo, han
probado ofrecer servicios de alta calidad a los reclusos y con costos muy bajos
al Estado. Los niveles de reincidencia han llegado a ser tan bajos como de un 10
por ciento, si comparado al 50-70 por ciento en el Sistema. Sin embargo, dado la
falta de confiabilidad en los datos de reincidencia criminal en Brasil , tal vez sea
más útil mirar más allá de los números y reparar en medidas más cualitativas.
Existe un valor inestimable al evitar las externalidades negativas creadas por las
formas convencionales de encarcelamiento que afectan al infractor (desempleo,

33
problemas de adicción, baja autoestima), el círculo interno familiar (familias
separadas y vulnerables, niños sin padres, transmisión entre generaciones de
hábitos criminales) y repercusión en el círculo externo de la comunidad y de
operadores del sistema de justicia criminal (un impacto en las actitudes sociales
hacia los infractores y en las prácticas de sentencia). De esta forma, los CRs son
exitosos en lo que Braithwaite llama de vergüenza reintegradora, que habilita a
los infractores a retornar a la sociedad, mientras que el Sistema solamente
puede alcanzar la vergüenza desintegradora, que es la exclusión permanente
del infractor de la sociedad (Braithwaite, 1989). La asociación entre Estado y
sociedad civil trae a luz muchas preguntas fascinantes sobre la función de las
prisiones en la sociedad, y sobre el entendimiento social del crimen y de la
rehabilitacion del infractor. En este sentido los CRs son una obra notable e
innovador en proceso, y vale la pena su consideración y estudio de forma más
detallada.

34
REFERENCIAS

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37
NOTAS

1 Tuve contacto por primera vez con los prototipos de los CRs mientras Con formato: Fuente: (Predeterminada) Arial

investigaba sobre las violaciones a los derechos humanos en el sistema


carcelario brasilero para Amnistía Internacional en cuyo informe de 1999 fueron
indicados como ejemplo a ser seguido.
2 Datos de Octubre 2006. Una lista completa de CRs está disponible en
http://www.sap.sp.gov.br/
3 Cuatro CRs fueron seleccionados para ser ampliamente representativos. Dos
fueron los pioneros originarios del modelo (Bragança Paulista y São José dos
Campos) y ambas dependencias fueron convertidas de pre-existentes cárceles
públicas. Dos eran nuevas y construidas para tal fin (Jaú y Sumaré). Tres
albergan prisioneros masculinos y uno, femenino. Cuatro de los 22 CRs son
para mujeres infractoras.
4 Esta investigación fue generosamente financiada por el la Asociación de
Estudios Socio-Jurídicos del Reino Unido. Estoy también agradecida con los
funcionarios de la Secretaria de Administración Penitenciaria del Estado de São
Paulo, prisioneros y otros informantes en los CRs por su colaboración y por
permitir un completo y libre acceso.
5 Como consejero especial de la SSP le fue permitido extender el modelo para
otras cárceles públicas. Sin embargo, considerando que la SSP – órgano
encargado por la policía– no debería tener responsabilidad por la custodia de
largo plazo de los presos, de acuerdo a las normas internacionales, hubo un
inherente conflicto de intereses.
6 Durante 1999 el proyecto de São José dos Campos comenzó a tener
problemas, por varias razones, y fue objeto de una investigación judicial. La
cárcel pública Humaitá vuelve a abrirse como un CR para mujeres en 2002, y el
grupo original APAC está actualmente trabajando con las autoridades estatales
como ONG asociada. Este es el único lugar del Estado de São Paulo en donde
está trabajando.

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7 Para más información sobre las actividades de este grupo ver
www.apacitauna.com.br y www.geocities.com/fbacapac.
8 Este es un punto de diferencia con el grupo APAC, que trabaja con una
‘metodología’ muy explícita contenida en los escritos de su ideólogo Dr Ottoboni
(Ottoboni 2000, 2001b). A pesar de eso, su crítica sobre la falta de método CRs
no se sustenta debido a la consistencia de la práctica y el enfoque en las 22
unidades.
9 Por ejemplo, el regimento interno en Sumaré fue diseñado conjuntamente por
prisioneros y personal, y puede ser modificado luego de consultar a ambos.
10 Los guardas policiales externos, situados en las torres de vigilancia, están
siendo retirados de aquellos CRs que los poseen, y los nuevos CRs están
siendo construídos sin tales espacios de control. Las celdas no son trancadas
con llave en la noche, solamente las alas, para así permitir el acceso a los
sanitarios comunales. Cada CR registra en promedio una fuga por año.
11 Esta carta fue originalmente leída y copiada por autoridades carcelarias, sin el
conocimiento del prisionero. Sin embargo, el autor me dio su autorización para
citarla.
12 Por ejemplo, existe unaposibilidade de participación mucha mayor en los CRs
por parte de instituciones locales de educación superior, proporcionando
asistencia a través de sus facultades de trabajo social, derecho, educación y
otras y en la realización de investigaciones sobre la metodología y práctica del
CR.
13 Las visitas conyugales son llevadas a cabo en las celdas colectivas
desocupadas. Es permitido el uso de cortinas alrededor de las cuchetas para
mantener la privacidad.
14 Un reeducando relató que el CR le ayudó a ver que estaba peligrando perder
su segundo matrimonio y familia, y que ahora había dado los pasos necesarios
para evitarlo.
15 En Portugués se trata de un juego de palabras que significa Padre
Genial/Legal.

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16 Los directores parecen ambivalentes con relación al lugar de los niños en los
CRs; por un lado estimulan a los reclusos a organizar actividades especiales
para estos, por otro les preocupa que si los niños asocian la cárcel con
‘diversión’ no la comprenderán como un lugar de castigos y segregación. La
importancia de larelación padre-hijo para los reclusos solamente ahora está
siendo reconocida (Boswell y Wedge, 2002).
17 El número de mujeres encarceladas por delitos de drogas ha aumentado
dramáticamente en los últimos años. En muchos casos ellas han sido detenidas
por motivos relacionados a su compañero o a delitos de drogas de parientes.
Algunas fueron encontradas introduciendo drogas de forma ilegal a la prisión a
pedido de su compañero detenido, para quien las drogas representan una fuente
vital de sobrevivencia en el sistema carcelario (tanto para consumir como para
pagar ‘deudas’). En otros casos la polícia ha encontrado drogas escondidas por
parientes hombres en las casas de las mujeres sin que ellas tuvieran
conocimiento del hecho. Todas estas circunstancias llevan a condenas por
tráfico que resultan en severas sentencias de prisión.
18 El tratamiento de ortodoncia gratuito beneficia particularmente a mujeres
presas, ayudándole en su autoestima y capacidade para emplearse, ya que la
apariencia femenina todavía es considerado como criterio de selección laboral
en varios sectores de servicio.
19 Cada nuevo CR también reserva una celda próxima a la entrada para
reclusos de más edad o con necesidades físicas con un baño especialmente
construído de acceso fácil. .
20 El grupo APAC usa el término recuperandos, el que tiene una connotación
diferente como de recuperación de una enfermedad, o de rescate espiritual y
salvación. El énfasis de los CRs en educación, habilidades y en ‘re-educación’
moral está implícito en el término reeducandos.
21 Artesanías de tipo popular que incluyen piezas de croché o ganchillo como
alfombras y manteles, objetos en madera colada y pintada (pequeñas cajas,

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juguetes para niños), elementoss hechos de material reciclable, en cuero y
metal.
22 La noción de poder ‘fuerte’ y ‘suave’ es tomada del trabajo de Joseph Nye
sobre relaciones internacionales donde contrapone el poder de las ideas y la
influencia cultural con la amenaza de las armas y la fuerza bruta coercitiva
tradicional. Esto es combinado con la noción sociólogica de Foucault de poder
disciplinario, desarrollado en su trabajo seminal sobre el sistema penal europeo
(1979).
23
Unos 5,000 prisioneros están albergados en prisiones semi privatizadas en
Brasil.
24 Ha habido un acalorado debate sobre la transferencia de poder desde el Con formato: Fuente: Times

sector judicial al ejecutivo, con muchos juristas brasileros en desacuerdo con


esta ‘administracionalización’. Con formato: Fuente: (Predeterminada) Arial

25 En los CRs la Pastoral Carceraria tiende a volver a centrarse en el apoyo


puramente religioso y espiritual y los Consejos de la Comunidad, donde existen,
se concentran en apoyar al prisionero puesto en libertad. Sin embargo, a
menudo la sociedad civil local no puede mantener más de un grupo de interés.

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