INFORMACIÓN DE CONTACTO:
Department of Peace Studies,
Richmond Road,
University of Bradford,
Bradford,
West Yorkshire,
BD7 1DP, Reino Unido Con formato: Fuente: (Predeterminada) Arial, Portugués
(Brasil)
England
INFORMACIÓN BIOGRÁFICA:
1
La Dra. Fiona Macaulay es docente del Departamento de Estudios de Paz de la
Universidad de Bradford, en Inglaterra. Se desempeñó como docente en el
Instituto para el Estudio de las Américas (Universidad de Londres), y como
investigadora en el Centro de Estudios Brasileros (Universidad de Oxford) y en
el Secretariado Internacional de Amnistía Internacional. Esta trayectoria refleja
sus principales áreas de investigación: América Latina, principalmente Brasil;
políticas de género; reforma del sistema de justicia criminal (con enfoque en la
seguridad pública y en el sistema carcelario); derechos humanos; influencia de
la sociedad civil organizada en las políticas de esas áreas; partidos políticos,
especialmente el Partido dos Trabalhadores (PT); y gobierno local.
RESUMEN
2
3
LOS CENTROS DE RESOCIALIZACIÓN EN EL ESTADO DE SÃO PAULO:
EL ESTADO Y LA SOCIEDAD CIVIL FRENTE A UN NUEVO PARADIGMA DE
LA REINTEGRACIÓN DEL INFRACTOR Y DE LA ADMINISTRACIÓN
CARCELARIA
1. INTRODUCCIÓN
Prisiones mal administradas no son aptas para cumplir con los objetivos
dispuestos en la ley brasilera, dentro de los cuales el primero es proteger a la
población, inhabilitando a los infractores a través del encarcelamiento. En la
última década se han presentado , casi semanalmente, motines y rebeliones en
prisiones y unidades de la policía, especialmente en los Estados con más alta
concentración de detenidos. Las olas de violencia en mayo, julio y agosto de
2006 en la ciudad de São Paulo orquestradas por la banda de crimen
organizado, Primer Comando de la Capital (Primeiro Comando da Capital –
PCC), ilustran de forma gráfica la manera con que el sistema penitenciario
incuba y exporta crimen y violencia, en lugar de contenerlos. Los líderes del
PCC, la mayoría de los cuales están presos en cárceles de máxima seguridad,
hacen uso del control que poseen de las prisiones para acceder a teléfonos
móviles introducidos al local por guardas corruptos o parientes, y así iniciar una
4
serie de motines coordinados y toma de rehenes en 82 cárceles a lo largo del
Estado y en Estados vecinos, para atacar la justicia criminal y blancos
económicos en la ciudad (Caros Amigos, 2006).
Este artículo, entretanto, no busca analizar los defectos, bien documentados, del
sistema carcelario brasilero. Se focaliza, en cambio, en el poco conocido pero
innovador modelo de buena administración carcelaria que viene siendo
silenciosamente implementado durante la última década.1 En el Estado de São
Paulo hay actualmente 22 pequeñas prisiones conocidas como “Centros de
Resocialización” (Centros de Ressocialização – CRs).2 Localizados en ciudades
de provincia, albergan un promedio de 210 presidiarios y son administrados
5
mediante una inédita asociación entre las autoridades públicas carcelarias y
organizaciones no gubernamentales locales (ONGs). Los CRs brindan garantías
a los derechos humanos de los detenidos bajo las leyes nacionales e
internacionales, aparentemente muestran tasas mucho menores de
reincidencia, y significan costos operativos mucho más bajos que las cárceles
convencionales. El capítulo introduce una primera impresión de cómo el modelo
CR emergió y se desarrolló. Analiza, entonces, las dos inusuales e
interrelacionadas características de los CRs: su régimen de rehabilitación y sus
disposiciones administrativas. Está basado en un estudio piloto de cuatro CRs
realizado en octubre de 2004,3 incluyendo entrevistas semiestructuradas y
grupos de enfoque con prisioneros, familias, funcionarios del sistema carcelario
y de las ONGs, operadores del sistema jurídico-penal y formadores de opinión
de la comunidad local.4
6
comenzó por atraer la atención local e incluso internacional, especialmente
debido a la entonces disposición de no poseer guardias, dentro o fuera, dejando
toda la seguridad en manos de los presos y voluntarios.
construida dentro de la cárcel. En 1996 las autoridades del Estado de São Paulo
firmaron un acuerdo formal para suministrar a la ONG de una subvención de
costos por prisionero, inicialmente para la compra de comida.
7
Vale resaltar que varias de las ONGs coadministradoras de CRs han tomado el
nombre de la ONG original – APAC. Esto causa una considerable confusión ya
que el grupo APAC original y con orientación religiosa de São José dos Campos
está ahora operando primariamente en prisiones en el Estado vecino, Minas
Gerais.6 A pesar de que su trabajo inspiró lo que eventualmente se tornó el
modelo CR, también hay desacuerdos filosóficos y metodológicos entre ambos.
En el presente capítulo, por lo tanto, distingo entre los CRs desarrollados por el
Dr. Furukawa, que son únicos para el Estado de São Paulo, y reservo el nombre
APAC para referir al otro grupo.7 Cuando son relevantes las diferencias entre
ambos modelos, estas se encuentran resaltadas, buscando aclarar un número
importante de asuntos referentes a la propiedad del proceso de rehabilitación de
los infractores, la forma que una buena rehabilitación debe adquirir, y el correcto
relacionamiento entre el Estado y la sociedad civil en la reintegración de los
infractores.
Todos los CRs siguen un régimen común que parece impulsar genuinamente la
reintegración del infractor en la sociedad. Los cuatro elementos centrales del
modelo son: la creación de una cultura de prisión alternativa que subvierte e
invierte la tendencia predominante de subcultura de la prisión y sus rituales,
jerarquías, lenguaje y normas morales; un compromiso consciente de la familia y
la comunidad a la cual probablemente el infractor retornará; la oportunidad de
completar su educación, trabajar y recibir capacitación ocupacional; y apoyo a la
autoestima del preso, a sus capacidades sociales y sus proyectos de vida.
8
permite a los funcionarios hacer uso de su creatividad para responder a las
características socioeconómicas del local y de los reclusos bajo su
responsabilidad. La siguiente es, por lo tanto, una síntesis analítica basada en
entrevistas y documentación, y un intento por teorizar la práctica de los CRs.
La selección de reclusos para los CRs es importante, pero no significa que sea
determinante para su suceso. Está basada en dos simples criterios. El primero
es que un miembro de la familia debe vivir en la vecindad del CR, y debe estar
dispuesto a comprometerse y dar apoyo al recluso y al programa CR. El
segundo es que el recluso debe querer responder al ethos y régimen de
rehabilitación del CR. Por otro lado, el perfil del recluso en los CRs refleja
ampliamente la composición de la población carcelaria brasilera como un todo,
con la mayoría de los detenidos involucrados en la problemática de las drogas.
Los CRs recibirán también personas acusadas o condenadas bajo la ley de
‘crimes hediondos’, que incluye homicidas, y algunos aceptarán acusados por
crímenes sexuales así como prisioneros homosexuales, pues en ambos casos
normalmente sufren la estigmatización y acaban siendo víctimas en el sistema
carcelario predominante. No obstante, hay dos excepciones. Los CRs no
aceptan infractores que son persistentemente violentos o se consideran, ellos
mismos, como criminales de carrera, los cuales incluyen crímenes tales como
secuestro, tráfico de drogas a grande escala, o violencia letal cometida en un
delito contra la proprieded. Esta clase de criminales serían extremamente
perturbadores del ambiente del CR y probablemente se escaparían,
considerando que la poca seguridad que se mantiene es más por coerción moral
que por tecnología, barreras físicas o guardas armados.10
9
policiales locales y que esperan ser juzgados. Solamente los procesados
considerados perturbadores, como fue detallado antes, son transferidos a los
centros convencionales de detención. Aquellos CRs que sólo albergan
prisioneros sentenciados deben seleccionarlos a partir de un universo de
candidatos potenciales mucho mayor a su capacidad efectiva: actualmente los
CRs mantienen sólo un 3% de la población carcelaria del Estado de São Paulo.
El Director del CR, el Jefe de Disciplina y el personal técnico de la ONG
(normalmente un/a psicólogo/a o trabajador/a social) visitan prisiones próximas y
realizan entrevistas basadas no en criterios altamente formalizados, sino más en
una evaluación subjectiva del potencial del infractor de responder positivamenta
al ethos del CR. A menudo ellos siguen recomendaciones dadas por la polícia, el
personal de la penitenciaria o los reclusos del CR. Si bien que los CRs no son
ampliamente conocidos en São Paulo o en Brasil como un todo, su reputación
se ha desparramado a través del sistema carcelario, al punto de los reclusos
más ‘empedernidos’ llegan a avisar a algunos prisioneros y sus familias de pedir
una transferencia al CR. Con el objetivo de evitar la percepción que el CR es un
beneficio para una minoría privilegiada de infractores, los Directores son muy
cautelosos en relación a pedidos hechos por abogados penales locales.
10
revertido si el recluso puede adoptar identidades alternativas, y comenzar a
asociarse con personas de fuera del grupo estigmatizado. Por esta razón en el
CR, reclusos no son llamados de detenidos sino de reeducandos. Buscando
traerles nuevamente a sus identidades anteriores a la prisión, ellos son llamados
por sus nombres reales, y no por sus apodos, sus números de prisioneros, o
términos derogatorios como ladrón. Con el objetivo de llevar a los reclusos a
entender el carácter socialmente construido del estigma, la Directora de un CR
decidió tomar un agresor sexual con un bajo coeficiente intelectual y desafió a
sus nuevos compañeros de celda a explicar por qué ellos consideraban a un
criminal sexual como algo peor que un asesino.
Las relaciones de poder entre el staff y los reclusos también son reconfiguradas.
En los CRs los reclusos no deben seguir los rituales de humillación y status del
Sistema, tales como la práctica de los reclusos volver su rostro hacia la pared o
bajar la cabeza cuando se aproxima un guarda. El abuso a los derechos
humanos y la brutalidad por parte del personal no son tolerados y son objeto de
investigación y castigo. La violencia entre reclusos es prohibida de forma
semejante. En parte esto se debe a que los CRs están, notablemente, libres de
drogas. El ingreso de drogas es tratado como una grave infracción a las reglas y
ethos porque debilita a eficicia de los programas para adicción y otras
actividades de rehabilitación, e introduce uno de los elementos más corrosivos
de la subcultura de la prisión: el uso de drogas en una economía ‘negra’ que
crea dependencia, deudas, jerarquías entre los prisioneros y violentos ajustes de
cuentas. El alcohol está similarmente prohibido y algunos CRs han incluso
interrumpido la compra de cigarrillos con el objetivo de tratar ambas adicciones y
los problemas asociados con la comercialización de tales productos en la cárcel.
11
funcionarios de la prisión. Las interacciones más distantes son con la comunidad
que rodea la cárcel, y con los operadores del sistema judicial penal, como
jueces, fiscales y policía. Los CRs están comprometidos con un proceso de
aproximar los círculos a los infractores, con el objetivo de disminuir el nivel de la
distancia social y así reducir el grado del estigma (Becker 1963; Ericson 1977).
Por esta razón, el personal de la cárcel toma sus comidas en el comedor de los
prisioneros, y dispone de un acceso compartido a los mismos cuidados médicos
así como a las actividades religiosas y de ocio. La separación de funciones se
diminuye ya que individuos confiables tienen permitido trabajar en áreas de la
administración de la prisión, y pueden ser responsables por aspectos de la
seguridad interna, apertura y cierre de puertas entre las alas o sectores. Llaves
en manos de reclusos pueden producir significados completamente contrarios.
En el sistema esto significa pérdida de control y ausencia del Estado, que ha
cedido el control de grandes áreas de penitenciarias a bandas de crimen
organizado. No obstante, en los CRs esto significa la confianza de autoridades
en formas ‘suaves’ de control sobre los prisioneros. A través del diálogo entre las
partes se consigue lidiar con conflictos menores entre guardas y los reclusos,
siendo que, cuando sea necesario, la parte responsable por ofender es la que
asume la labor de pedir disculpas. Se espera de los guardas de la prisión un
trato cordial para con los reclusos, para así modelar la conducta esperada de
estos, utilisando una técnica esencialmente comportamentalista. Un infractor
recientemente recibido en un CR escribió a un amigo de la prisión de la cual
acababa de ser transferido y comentó: ‘Pienso que todos han sido capacitados
para tratarnos bien, con respeto y siempre con cordialidad, nadie aquí es
malhumorado. Y esto hace que el preso se sienta bien, donde todos viven en
harmonía y son educados unos con otros’.11
12
fue estimulado por los medios de comunicación locales en una ciudad cuando un
CR fue propuesto y las autoridades municipales se negaron a ceder el espacio.
A pesar de ello, una vez que la antigua cárcel cerró y el nuevo CR estaba
operando, el mismo alcalde que se opuso radicalmente, a la hora de trabajar
para su reelección, en su campaña se declaraba como el responsable de
haberle traído a la ciudad. Una encuesta de opinión demostró que las personas
que viven en municipalidades que disponen de un CR son menos propensas a
concordar con proposiciones tales como ‘el preso tiene que ser maltratado,
porque también maltrató’, y más propensas a aceptar que ‘el preso debe ser
tratado con humanidad’y que ‘la resocialización del preso no es sólo una misión
del gobierno, de la justicia, de la polícia: es de todos’ (Secretaria de
Administración Penitenciaria, 2002). Actitudes hacia los CRs tienden a cambiar
una vez que la población ve que esos infractores de todas partes no serán
‘importados’ a su comunidad, hecho que para ellos podría ocasionar una ola de
crimen y de violencia.
13
CRs e interactuar más con ellos (Secretaria de Administración Penitenciaria,
2002).12
Dar apoyo a la familia del recluso es central en el método CR porque, tal como
señala Ericson (1977: 29), en sociedades cuyas estructuras sociales están
altamente diferenciadas, y son propensas a mantenerse así, ‘el estigmatizado
debe poder contar con los otros que afuera conforman su núcleo íntimo, como
principales fuentes de asistencia.’ En el momento que un prisionero es
transferido al CR, la trabajadora social de la ONG le realiza una entrevista de
inclusión referiéndose, en su mayor parte, sobre asuntos relacionados a la
situación socioeconómica de la familia. Luego, se visita a los familiares para
identificar cualquier tipo de necesidades inmediatas que puedan tener, como
medicamentos (a menudo proveídos gratuitamente del stock de la cárcel).
Reciben asistencia para acceder a los posibles beneficios estatales, como ayuda
económica, alimentos, educación o capacitación ocuapcional. Es entonces en
este momento que comienza el proceso de reconstrucción del relacionamiento
con el infractor, estimulando las visitas regulares de la familia con el objetivo de
restablecer las relaciones familiares deterioradas o de fortalecer las ya
existentes para que el recluso tenga a alguien a quien recurrir. Todos los CRs
tienen uno o dos días a la semana destinados a las visitas familiares, así como
también visitas conyugales regulares.13 Datos oficiales muestran que en los CRs
las visitas de parientes de reclusos doblan en frecuencia si se compara a las que
eran realizadas cuando estaban en cárceles convencionales, y cuentan con un
60 por ciento de los familiares visitando una vez a la semana (Secretaria de
Administracion Penitenciaria). Esto se debe en parte a la mayor proximidad o,
también, a la existencia de un ambiente más receptivo. Los miembros de las
familias tienen una actitud claramente positiva para con los CRs. Inclusive están
de acuerdo en tolerar algunas prácticas, que probablemente no aceptarían en el
Sistema, como el ‘cacheo’ o revista de los visitantes (que son obligados a
14
quitarse la ropa) para evitar el ingreso de drogas ilegales, y que continúan
siendo realizados en algunos CRs. Ellos sopesan este inconveniente con los
beneficios recibidos, razonando que ‘de otra manera unos pocos perjudicarían a
todos’. En consecuencia ellos también están siendo beneficiados por el proceso
de destigmatización, y expresan que, al igual que los reclusos, ahora están
siendo tratados por los guardas como ‘gente’. La vergüenza que socialmente
sentían los parientes frente a la comunidad también ha disminuído: ‘Yo le digo a
la gente que mi hijo está en el internado, terminando la educación que yo no
hubiera sido capaz de darle!’
15
para ser cuidados, debido a que también los padres se rehusan a asumir tal
responsabilidad o se encuentran también presos. Asimetrías de género son
inevitables en cualquier institución social, y merecen ser tratadas con más
profundidad que el rápido abordaje permitido por este artículo.
Los CRs no solamente fortalecen las relaciones de los reclusos con su familia,
sino que también crean lazos ‘seudo familiares’ en varios niveles dentro de la
institución. El tamaño de los CRs – con no más de 250 reclusos – estimula una
cierta familiaridad entre presos, y entre ellos y los funcionarios, lo que sería
imposible en establecimientos mayores. Por ejemplo, las celdas comunales
reunen de 12 a 14 prisioneros en pequeñas agrupaciones, lo que estimula la
integración social. Se espera que ellos resuelvan sus diferencias de opiniones y
lleguen a acuerdos sobre asuntos que deberán ser presentados por el
representante en las reuniones regulares con el personal. En el caso del preso
por crimen sexual, anteriormente mencionado, son sus compañeros de celda
quienes deben cuidarlo, como un individuo vulnerable, y enseñarle cómo realizar
tareas diarias, tales como higiene personal. A diferencia del Sistema, donde los
prisioneros tienen prohibido, bajo amenaza de violencia, interactuar con los
visitantes de otros reclusos, en el CR es común ver parientes visitando reclusos
y ‘adoptando’ otros que no reciben visitas ese día, invitandolo a comer y a
socializar con ellos. En algunos pocos CRs, los ‘padrinos’, individuos dispuestos
a asumir la función de seudo parientes, entre ellos integrantes más antiguos del
personal y prisioneros con más tiempo de detención, crean relaciones similares
a las familiares.
16
realizada por un reeducando en quien ella había invertido mucha energía y
confianza, que le abofeteó sin más y denigró por no haber sido ‘suficientemente
hombre’ para terminar su sentencia de prisión. Al día siguiente ella se disculpó
en frente a todos los reclusos por haber perdido el control e invitó a cada uno de
ellos a realizar una queja oficial por su comportamiento. Irónicamente, los demás
reclusos aplaudieron su respuesta al prisionero en quien ella había interpretado
el papel de una madre furibunda pero también cariñosa. En el ámbito del
Sistema, un intento de fuga de esta clase hubiera primero recibido una
respuesta masculina, fría y violenta (hubiera sido golpeado por altos policías
militares y/o por guardas a su regreso) y después un castigo administrativo en la
celda de aislamiento, y una pérdida de ciertos privilegios.
Los CRs también crean un entorno físico semejante a la casa: ‘Esto es como
estar bajo arresto domiciliar, tenemos todo aquí!’ Las celdas se mantienen
limpias y ordenadas, y nadie duerme en el piso como sucede en las demás
prisiones. Los prisioneros también se hacen cargo de la limpieza de su ropa, con
un muy buen organizado sistema que alterna las tareas e identifica lasbolsas
para cada celda colectiva. La comida tiene sabor casero y es servida en
generosas porciones. A los reclusos no se les pasa por alto que las condiciones
del CR a menudo son mejores que en sus propias casas. Una Directora
comentó, ‘Las muchachas muchas veces lloran cuando llegan aquí porque
saben que están comiendo mejor de lo que pueden comer sus familias’. Lo
mismo sucede con la alta calidad en la atención médica y cuidado odontológico
disponible en los CRs.18 Además, el objetivo es aumentar las perspectivas de
vida de toda la familia por medio de la intervención del trabajo social, generación
de ingresos para los reclusos y la transferencia de productos desde el CR (tales
como ayuda alimentaria o medicación) para la familia.
17
baño tiene azulejos blancos de 1.5 metros de altura, el inodoro con asiento de
abrir y cerrar, igual a mi casa ... con alfombras en el piso y todo!’. Esta
reproducción de la ‘normalidad’ más allá de las paredes de la prisión está
reforzada por la prohibición del uso de la jerga de las cárceles, que es
remplazada por términos cotidianos o expresiones positivas. El inodoro no es la
‘burra’ o el ‘boi’ sino el ‘sanitario’, una celda no es la ‘cela’ o ‘buraco’ sino que
refiere a ‘convivencia’. 20 Esto reduce el grado de alienación de sus familias y el
choque cultural a la hora ser liberados.
También gozan del 95 por ciento de tasa de empleo. A todos los prisioneros les
es dada la oportunidad – y eso se espera de ellos – de trabajar o estudiar,
incluso aquellos que están en prisión preventiva aunque la Ley de Ejecución
Penal los exime del derecho a trabajar. Trabajar puede consistir en llevar
adelante tareas administrativas o domésticas conocidas como rateio (limpieza,
lavado de ropa, trabajar en la cocina o en la huerta, asistir a la administración), o
trabajar para una empresa comercial. Algunos reclusos también se ocupan con
18
artesanías, que luego son vendidas a los miembros de la familia o en locales
comerciales.21 Aquellos que cumplen su sentencia bajo régimen semiabierto
pueden trabajar afuera de la prisión durante el dia. Aquellos que trabajan para
compañías externas ganan salarios fijos, y todos que estudian o trabajan reciben
a cambio la reducción de un día de sentencia por cada tres días de trabajo.
El dinero ganado por los reclusos es colocado en cuentas de ahorro a las que
tanto ellos como su familia tienen acceso. Pueden ser usadas para ahorrar para
los gastos necesarios al momento de salir, para asistir a la familia, o gastar en
comidas u otros productos para el día de visitas. En un CR fui testigo de la
19
llegada de una van proveniente de una floristería local, cuyo chofer traía un gran
bouquet para un recluso. Fui informada que el recluso quería sorprender a su
esposa al día siguiente cuando ella vinera a visitarle, ya que era su aniversario.
Este es un ejemplo perfecto de cómo el ahorro y control de los reclusos sobre
sus ingresos, tales como salarios recibidos, les permite reconstruir su autoestima
y afirmar identidades positivas (en este caso, un esposo enamorado).
El éxito de los CRs se basa en su búsqueda por conseguir lidar tanto con los
factores criminogénicos, es decir, la identificación de las motivaciones
psicológicas por detrás del comportamiento criminal, como con las necesidades
no criminogénicas. El primero incluye actitudes pro-criminales, asociaciones
criminales y abuso de drogas o alcohol, rasgos antisociales de personalidad,
falta de capacidad para la resolución de problemas y de sentimientos de
hostilidad y rabia. La última categoría de necesidades incluye la actual posición
socioeconómica y futuros prospectos de los reclusos (y de sus familias), bajo
nivel de educación y autoestima, así como sentimientos de alienación frente a la
familia o la comunidad.
20
No obstante, debido a que los CRs ofrecen grupos de discusión (cubriendo
asuntos como sexualidad y relaciones familiares) y apoyo psicológico, en
general el abordaje no es basado en la medicina y evita la patologización y la
psicologización de los detenidos, prefiriendo verles no como individuos
aberrantes, sino como infractores de las normas sociales establecidas
(Secretaria de Administración Penitenciaria, 2005: 18, 19). De forma semejante,
a pesar de que los CRs permiten el libre acceso a todo tipo de grupos religiosos
que ofrecen apoyo pastoral y espiritual, no conciben la conversión religiosa
como la piedra fundamental de la rehabilitación, tal como sí sucede con el grupo
APAC original (Ottoboni, 2000, 2001).
21
22
3.6. Poder disciplinar duro y suave
Si bien que los CRs, en varios sentidos, son la antítesis del sistema carcelario
predominante, la continuidad de la existencia de éste es funcional en dos
sentidos. En primer lugar, ofrece un modelo de peor práctica para ser
contrastado con las mejores prácticas de los CRs en las áreas de
administración, derechos humanos y rehabilitación. Los presos y los funcionarios
se dividen entre comprender si es mejor acoger infractores provenientes
directamente de las celdas de la polícia, pues no estarían ‘corrompidos’ por
haber pasado a través del Sistema, absorviendo sus valores, o si es preferible
acoger infractores que hayan estado en el Sistema y que puedan apreciar de
forma justa la oportunidad que les está siendo ofrecida. Los prisioneros tienden
a creer que los infractores deben ‘ganar’ su espacio en el CR habiendo sufrido
durante un período en el Sistema, caso contrario serían vistos como ‘bacanes’
(‘aprovechados’).
23
ambivalente. Por un lado, reconocen que algunos detenidos no son ‘verdaderos
delincuentes’. Por otro, los CRs representan una salida al camino del juego del
crimen y del castigo: ‘el CR acabará con su carrera’. Entre tanto, hay una cierta
envidia para con aquellos transferidos a los CRs, e incluso hostilidad; la
solidaridad con los ‘inocentes’ está también manchada de rabia a los ‘traidores’
que dejan el Sistema. Cuando algunos prisioneros han sido traídos de vuelta al
Sistema desde los CRs luego de haber cometido una infracción seria, como
introducción ilegal de drogas o intento de fuga, la reacción de sus pares ha sido
salvaje: algunos fueron fuertemente golpeados, supuestamente hasta la muerte.
Sólo se puede presumir que se trata de una reacción brutal hacia un individuo
que presenta un ‘master status’ confuso e incompleto: no es un criminal
auténtico (salió para ir al CR), luego también no es un ‘ciudadano decente’
exitoso (falló en seguir las reglas del CR). Por tal razón, muy pocos criminales
de carrera en el Sistema han realizado intentos para ser transferidos al CR ya
sea para disfrutar de mejores condiciones como para realizar un intento de fuga.
Ellos no desean abandonar la subcultura de la prisión que constantemente
refuerza su estatus adquirido y les proporciona más oportunidades para la
actividad criminal. También comprenden el precio terrible que deberían pagar en
caso de que su deshonestidad fuese descubierta. Esta es, por lo tanto, una
pregunta que se abre, si los CRs estarán capaces a ejercer alguna influencia
benigna sobre el Sistema, o si se mantendrán como una experiencia paralela y
aislada, cuya excelencia continua a ser puesta en evidencia por el caos y la
degradación de la mayoría de los establecimientos penales del Brasil.
4. EL MODELO ADMINISTRATIVO
24
como propiedad del Estado; y como un locus de encuentro entre comunidades
locales y diferentes agentes del Estado involucrados en el control y castigo del
crimen.
25
4.1. ¿Privatización con otro nombre?
¿Hasta qué punto el éxito de los CRs puede ser atribuido a la participación de la
sociedad civil a través de la participación de las ONGs? ¿Podrían ser
alcanzados resultados semejantes en dependencias penales administradas por
el Estado o entidades particulares? ¿ No constituyen los CRs simplemente una
forma de semi privatización? Tradicionalmente, las prisiones en Brasil han sido
dirigidas por el Estado, vía administración pública directa. No obstante, desde Con formato: Fuente: (Predeterminada) Arial, Color de
fuente: Automático
1999 seis estados (Paraná, Amazonas, Espírito Santo, Ceará, Bahía y Santa Con formato: Fuente: (Predeterminada) Arial
26
proveedores cuando fuere necesario. Ambos factores han permitido a las ONGs
gastar mensalmente R$ 600 (seiscientos reales) por prisionero en 2004 - la
mitad del costo normal del Estado.
Siendo que a las compañías privadas les es permitido gozar de las mismas
libertades, ¿por qué el costo per cápita en las prisiones semi privatizadas es
mucho más alto? Cuesta entre R$ 1,800 y 2,000 por mes mantener un prisionero
en el sector privado, comparado con R$ 1,000 en una dependencia pública
(Revista Exame, 6/9/2006). Defensores de la participación del sector privado en
las prisiones argumentan que los costos van a caer a través de la economía de
escala, al momento que más cantidad de prisiones queden bajo la co-
administración del sector privado. De hecho, algunas ONGs de CRs, con esto en
mente, llevaron adelante la idea de realizar compras para cárceles grandes
vecinas . Obviamente, la primera razón es que el sector privado existe para
obtener lucros y debe distribuir las ganancias provenientes de la administración
eficiente de los costos para sus inversionistas. El sector privado debe responder
a estímulos económicos, para así ser más eficiente en la búsqueda del lucro
(Cabral y Azevedo, 2005). No obstante, las ONGs responden a varios estímulos
morales y no económicos. Sienten orgullo de su vigilancia cuidadosa de los
recursos, reinvirtiendo todo excedente en la mejoría de los servicios a los
prisioneros. En los inicios de Bragança Paulista, el excedente generado por el
ahorro en las facturas de compra de comida permitió al grupo construir un nuevo
sector en las instalaciones de la prisión, aliviando así la sobrepoblación. Cuando
en 1998 fue renovado el contrato, la ONG estaba hasta orgullosa porque su
cuota per cápita recibida había sido reducida. La reducción de costos también es
posible porque las ONGs son instituciones sin fines de lucro y disponen de una
influencia moral en la obtención de recursos como donaciones de alimentos y
materiales. También están sometidas a estrictos sistemas de registros
contables.
27
Nótese que el relacionamiento de la ONG con las autoridades estatales va
mucho más allá de ser un eficiente subcontratado. Se trata de una gestión
compartida o co-gestión, que brinda no sólo una división de tareas sino un
elemento adicional a través de la sinergia. Este ‘valor agregado’ surge por medio
del los funcionarios y voluntarios de la ONG, mucho de los cuales están
motivados, via la iglesia, su trabajo comunitario o su cuerpo profesional, por
valores humanitarios de compasión, derechos humanos y servicio, de una
manera que no necesariamente coincide con la del personal contratado por
empresas privadas. De forma semejante, ellos aportan invalorables lazos con
redes de la sociedad civil en la comunidad local formando un puente de
intercambio, en ambos sentidos, que estimula a prisioneros y población local a
ver los muros de los CRs menos impenetrables que aquellos de las prisiones
convencionales. Así, el estatus sin fines de lucro de la ONG crea y refuerza ese
ethos único a los CRs.
28
‘propios’ infractores. A pesar de eso, mientras esto es muy positivo desde el
punto de vista de la reintegración social, pone a la ONG en conflicto con el
Estado, que legalmente retiene la responsabilidad por la custodia de los
infractores.
Más aún, diferentes sectores del Estado también compiten por el poder
disciplinario sobre los prisioneros. La rama ejecutiva es responsable por la
detención de los criminales (a través de la policía) y por su encarcelamiento (por
medio del gerenciamiento de los prisioneros y las penas privativas de libertad).
Sin embargo, es el poder judicial que procesa los infractores, en la mayoría de
los casos aprueba las sentencias, y luego hace un seguimiento a su
cumplimiento. De hecho el LEP de 1984 específicamente ‘judicializaba’ las
sentencias penales, con la intención que tal supervisión judicial pudiera
garantizar un justo tratamiento a los detenidos. El mandato del Dr. Nagashi
inauguró un proceso de ‘desjudicialización’, ya que argumentaba que algunos
derechos dados a los prisioneros, como el pasaje de un régimen cerrado de
prisión para uno semi abierto, libertad condicional o libertad definitiva no serían
garantizados bajo un criterio básico y objetivo como el tiempo de cumplimiento
de sentencia, sino más bien por discreción del poder judicial. Él apoyó el fin del
requisito legal que imponía a los jueces basar sus decisiones en un examen
criminológico, generalmente una evaluación del infractor realizada por un
psicólogo o trabajador social que nunca hubiera tenido trato con éste. Siguiendo
la reforma de la LEP en 2003 (ley 10.792), actualmente esto ha sido
reemplazado por un tipo de evaluación semejante y llevada a cabo dentro de la
prisión, con recomendaciones enviadas al juez. Esto lleva a un problema. El
principio en la LEP de individualización de la pena requiere de evaluaciones
subjetivas del progreso de los prisioneros. Sin embargo, parece que el juez, el
equipo técnico de la ONG y la administración de la cárcel (generalmente el
Director y el Jefe de Disciplina) están convencidos que su jucio es aquel que
debe prevalecer, lo cual conduce a frecuentes diferencias en las opiniones.24
Esto surge porque el juez continua manteniendo la responsabilidad legal por el
29
prisionero, las autoridades de las cárceles estatales están preocupadas con
respecto a la seguridad de los reclusos, mientras que las ONGs están
convencidas que les fue concedida la responsabilidad moral por los infractores
bajo los términos del contrato con las autoridades. En el día a día esto tiende a
manifestarse como desacuerdos entre los funcionarios de la ONG y el Jefe de la
Disciplina respecto a cómo las fallas en la conducta de los presos deben ser
tratadas, y también entre el Director del CR y el juez local sobre la concesión de
beneficios como libertad condicional y salidas transitorias. Esto se vuelve mucho
más complejo por el hecho de que cada una de las tres partes involucradas
siempre están inspeccionando las acciones de las otras dos. En instituciones
cerradas, un único órgano o institución no debería tener total poder sobre los
detenidos, por lo tanto tales conflictos son inevitables entre quien mejor
represente los ‘mejores intereses’ de los prisioneros. Lo que aquí es único es la
introducción de la sociedad civil como un sector más dentro del sistema
carcelario, mucho más que como un monitor externo con pocos poderes, que ha
sido el papel de los Consejos de la Comunidad.
30
pies en el CR, prefiriendo permanecer en su propio territorio, manteniendo la
distancia social con los reeducandos. También, varios jueces locales o fiscales
no cumplen con las visitas mensuales que deberían realizar a las dependencias
carcelarias que se encuentran bajo su jurisdicción e ignoran completamente el
trabajo de los CRs. Esto se debe en parte al entendimiento técnico-burocrático
sobre sus responsabilidades con relación a los prisioneros, que ignora el
elemento substantivo de asegurar que el recluso esté rehabilitado, tal como la
LEP demanda. También puede ser una característica del cargo de juez de
ejecución penal, al que algunos jueces parecen considerar como una nada
exigente sinecura.
Por otro lado, la policía parece mantener una actitud casi uniformemente hostil
para con los CRs, viéndoles como ‘livianos’ con los infractores. No pierden
oportunidad para recordarles a los reclusos sobre su estatus: existen relatos de
prisioneros de CRs que fueron golpeados en las camionetas de la policía que les
trasladaban a la corte para audiencias con el juez. Frecuentemente intentan
reproducir lo que Garfinkel llama de ‘ceremonias de degradación de estatus’,
presentes en el sistema de justicia criminal predominante, esposando
prisioneros no violentos, insistiendo en la obligación de mantener la mirada hacia
abajo y en la no interacción con los oficiales. Incluso, han deliberadamente
‘invadido’ el espacio de CR con perros de la policía, y tratado de desautorizar a
Directoras (mujeres), con insinuaciones sexuales y otro tipo de provocaciones.
Los oficiales de la policía son los más interesados en mantener el estigma sobre
los infractores pues, en gran parte, su propia identidad profesional depende de
esto.
31
Sistema. El resto – algunos de ellos elige trabajar en los CRs, otros son
simplemente transferidos – generalmente se acomodan en la situación. Ganan
menos dinero que en una gran penitenciaría (los salarios están ligados al índice
guardas/prisioneros y grado de riesgo), pero se benefician del entorno mucho
menos estresante, acceden a mejor comida, servicios de salud gratuitos y
mejores condiciones de trabajo. El puesto de Jefe de Disciplina es clave para
dar el tono de la prisión: a menudo al inicio son vistos como muy estrictos por las
ONGs y tienden a relajarse respecto a la seguridad una vez que las fuentes
alternativas de disciplina y control están bien establecidas. Así es que los CRs
demandan un proceso de ‘reculturación’ por parte de las partes involucradas –
prisioneros, familias y guardas.
32
el Rotary o Lions Club y el Colegio de Abogados. En Bragança Paulista muchos
de los voluntarios y staff habían sido colegas de trabajo en la sucursal local del
Banco Itaú. El segundo desafío es que los miembros de la ONG no están
inmunes a motivaciones innobles, tal como buscar ventajas personales y elevar
su estatus. Por lo tanto, en todos los CRs, menos los que son mejor
establecidos, lleva un tiempo para aliviar tensiones entre las figuras claves en la
administración de la prisión y la ONG mientras negocian una serie de límites
referidos a disciplina, seguridad, habilidad respecto a los prisioneros,
responsabilidad mútua y estatus. La limitada ‘oferta’ de los grupos de la
sociedad civil interesados y competentes desestabilizó el equilibrio al inicio, con
el SAP creyendo más fácil remplazar los Directores de los CRs que las ONGs.
Mesmo asi,, la sociedad civil tiende a responder a los nuevos espacios de
participación, con el resultado que en ciudades con CR, la idea de cooperar en
la administración de las prisiones se normaliza y más grupos comunitarios están
dispuestos a considerar participación en el bienestar de los reclusos.
5. CONCLUSIONES
Los CRs son muy exitosos en varios sentidos. Desde un punto de vista moral,
ofrecen un ambiente penitenciario positivo y humano lo que se contrapone a la
violencia y brutalidad encontrada en las prisiones del ‘sistema’ convencional
antes descritas. Desde una perspectiva legal, implementan el espíritu de la LEP
y son absolutamente obedientes con las normas domésticas e internacionales
de derechos humanos (Coyle 2002). Desde un punto de vista administrativo, han
probado ofrecer servicios de alta calidad a los reclusos y con costos muy bajos
al Estado. Los niveles de reincidencia han llegado a ser tan bajos como de un 10
por ciento, si comparado al 50-70 por ciento en el Sistema. Sin embargo, dado la
falta de confiabilidad en los datos de reincidencia criminal en Brasil , tal vez sea
más útil mirar más allá de los números y reparar en medidas más cualitativas.
Existe un valor inestimable al evitar las externalidades negativas creadas por las
formas convencionales de encarcelamiento que afectan al infractor (desempleo,
33
problemas de adicción, baja autoestima), el círculo interno familiar (familias
separadas y vulnerables, niños sin padres, transmisión entre generaciones de
hábitos criminales) y repercusión en el círculo externo de la comunidad y de
operadores del sistema de justicia criminal (un impacto en las actitudes sociales
hacia los infractores y en las prácticas de sentencia). De esta forma, los CRs son
exitosos en lo que Braithwaite llama de vergüenza reintegradora, que habilita a
los infractores a retornar a la sociedad, mientras que el Sistema solamente
puede alcanzar la vergüenza desintegradora, que es la exclusión permanente
del infractor de la sociedad (Braithwaite, 1989). La asociación entre Estado y
sociedad civil trae a luz muchas preguntas fascinantes sobre la función de las
prisiones en la sociedad, y sobre el entendimiento social del crimen y de la
rehabilitacion del infractor. En este sentido los CRs son una obra notable e
innovador en proceso, y vale la pena su consideración y estudio de forma más
detallada.
34
REFERENCIAS
Boswell, Gwyneth and Peter Wedge (2002) Imprisoned Fathers and their
Children, London: Jessica Kingsley.
Cabral, Sandro and Paulo F. Azevedo (2005): ‘Dealing with incentives and
institutions in prison management,’http://atom.univ-
paris1.fr/documents/Cabral_Azevedo_isnie_prisons2005.pdf.
35
Cornwall, Andrea (2002): ‘Making spaces, changing places: Situating
participation in development’, IDS Working Paper 170.
Human Rights Watch (1998): Behind Bars in Brazil, New York: Human Rights
Watch.
Macaulay, Fiona (2005): ‘Civil Society-State Partnerships for the Promotion of Con formato: Fuente: (Predeterminada) Arial
36
Macaulay, Fiona (2006): ‘Política carcerária e prisões no Brasil’, em Liana de
Paula and Renato Sérgio de Lima (orgs), Segurança pública e violência, São
Paulo: Editora Contexto.
ONU (2001): Informe del relator especial, Sir Nigel Rodley, presentado de
conformidad con la resolución 2000/3 de la Comisión de Derechos Humanos.
Adición. Visita al Brasil E/CN.4/2001/66/Ad.2. Geneva. Naciones Unidas
Comisión de Derechos Humanos.
Ottoboni, Mário (2000): Kill the Criminal, Save the Person: The APAC
Methodology, Washington DC: Prison Fellowship International.
37
NOTAS
1 Tuve contacto por primera vez con los prototipos de los CRs mientras Con formato: Fuente: (Predeterminada) Arial
38
7 Para más información sobre las actividades de este grupo ver
www.apacitauna.com.br y www.geocities.com/fbacapac.
8 Este es un punto de diferencia con el grupo APAC, que trabaja con una
‘metodología’ muy explícita contenida en los escritos de su ideólogo Dr Ottoboni
(Ottoboni 2000, 2001b). A pesar de eso, su crítica sobre la falta de método CRs
no se sustenta debido a la consistencia de la práctica y el enfoque en las 22
unidades.
9 Por ejemplo, el regimento interno en Sumaré fue diseñado conjuntamente por
prisioneros y personal, y puede ser modificado luego de consultar a ambos.
10 Los guardas policiales externos, situados en las torres de vigilancia, están
siendo retirados de aquellos CRs que los poseen, y los nuevos CRs están
siendo construídos sin tales espacios de control. Las celdas no son trancadas
con llave en la noche, solamente las alas, para así permitir el acceso a los
sanitarios comunales. Cada CR registra en promedio una fuga por año.
11 Esta carta fue originalmente leída y copiada por autoridades carcelarias, sin el
conocimiento del prisionero. Sin embargo, el autor me dio su autorización para
citarla.
12 Por ejemplo, existe unaposibilidade de participación mucha mayor en los CRs
por parte de instituciones locales de educación superior, proporcionando
asistencia a través de sus facultades de trabajo social, derecho, educación y
otras y en la realización de investigaciones sobre la metodología y práctica del
CR.
13 Las visitas conyugales son llevadas a cabo en las celdas colectivas
desocupadas. Es permitido el uso de cortinas alrededor de las cuchetas para
mantener la privacidad.
14 Un reeducando relató que el CR le ayudó a ver que estaba peligrando perder
su segundo matrimonio y familia, y que ahora había dado los pasos necesarios
para evitarlo.
15 En Portugués se trata de un juego de palabras que significa Padre
Genial/Legal.
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16 Los directores parecen ambivalentes con relación al lugar de los niños en los
CRs; por un lado estimulan a los reclusos a organizar actividades especiales
para estos, por otro les preocupa que si los niños asocian la cárcel con
‘diversión’ no la comprenderán como un lugar de castigos y segregación. La
importancia de larelación padre-hijo para los reclusos solamente ahora está
siendo reconocida (Boswell y Wedge, 2002).
17 El número de mujeres encarceladas por delitos de drogas ha aumentado
dramáticamente en los últimos años. En muchos casos ellas han sido detenidas
por motivos relacionados a su compañero o a delitos de drogas de parientes.
Algunas fueron encontradas introduciendo drogas de forma ilegal a la prisión a
pedido de su compañero detenido, para quien las drogas representan una fuente
vital de sobrevivencia en el sistema carcelario (tanto para consumir como para
pagar ‘deudas’). En otros casos la polícia ha encontrado drogas escondidas por
parientes hombres en las casas de las mujeres sin que ellas tuvieran
conocimiento del hecho. Todas estas circunstancias llevan a condenas por
tráfico que resultan en severas sentencias de prisión.
18 El tratamiento de ortodoncia gratuito beneficia particularmente a mujeres
presas, ayudándole en su autoestima y capacidade para emplearse, ya que la
apariencia femenina todavía es considerado como criterio de selección laboral
en varios sectores de servicio.
19 Cada nuevo CR también reserva una celda próxima a la entrada para
reclusos de más edad o con necesidades físicas con un baño especialmente
construído de acceso fácil. .
20 El grupo APAC usa el término recuperandos, el que tiene una connotación
diferente como de recuperación de una enfermedad, o de rescate espiritual y
salvación. El énfasis de los CRs en educación, habilidades y en ‘re-educación’
moral está implícito en el término reeducandos.
21 Artesanías de tipo popular que incluyen piezas de croché o ganchillo como
alfombras y manteles, objetos en madera colada y pintada (pequeñas cajas,
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juguetes para niños), elementoss hechos de material reciclable, en cuero y
metal.
22 La noción de poder ‘fuerte’ y ‘suave’ es tomada del trabajo de Joseph Nye
sobre relaciones internacionales donde contrapone el poder de las ideas y la
influencia cultural con la amenaza de las armas y la fuerza bruta coercitiva
tradicional. Esto es combinado con la noción sociólogica de Foucault de poder
disciplinario, desarrollado en su trabajo seminal sobre el sistema penal europeo
(1979).
23
Unos 5,000 prisioneros están albergados en prisiones semi privatizadas en
Brasil.
24 Ha habido un acalorado debate sobre la transferencia de poder desde el Con formato: Fuente: Times
41