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Lucas 1:39-45

Y en aquellos días, levantándose María, fue con prisa a la


montaña, a una ciudad de Judá, y entró en casa de Zacarías, y
saludó a Isabel. Y aconteció que cuando Isabel oyó la
salutación de María, la criatura dio saltos en el vientre. Y fue
llena Isabel del Espíritu Santo. Y exclamó en alta voz y dijo:
"Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre. ¿Y
de dónde esto a mí, que la Madre de mi Señor venga a mí?
Porque he aquí luego que llegó la voz de la salutación a mis
oídos, la criatura dio saltos de gozo en mi vientre. Y
bienaventurada la que creíste, porque cumplido será lo que fue
dicho de parte del Señor". (vv. 39-45)

San Ambrosio
Habiendo el ángel anunciado cosas ocultas para confirmar la fe
con su ejemplo, anunció a la Virgen la concepción de una mujer
estéril. Cuando María oyó esto, no como incrédula del oráculo,
ni como incierta del mensajero, ni como dudando del ejemplo,
sino como alegre del voto, religiosa por su oficio y transportada
de gozo, se dirigió hacia las montañas. De donde sigue:
"Levantándose María en aquellos días, se fue a las montañas".
Llena ya de Dios ¿dónde había de ir con presteza sino hacia las
alturas?

Orígenes
Jesús, que estaba en su seno, se apresuraba para santificar a
Juan, encerrado aún en el vientre de su madre. Por lo que
sigue: "Con premura", etc.

San Ambrosio
La gracia del Espíritu Santo no conoce dilaciones. Aprended,
oh vírgenes, a no deteneros en las plazas, a no mezclaros en
público en conversaciones.

Teofilacto
Por esto se fue a las montañas, porque Zacarías habitaba en
las montañas. De donde sigue: "En una ciudad de Judá, y entró
en casa de Zacarías".

San Ambrosio
Aprended, santas mujeres, los cuidados que debéis prestar a
vuestras parientas embarazadas. María, pues, que antes
estaba sola en el mayor recogimiento, no fue detenida lejos del
público por su pudor. La aspereza de las montañas no arredró
su celo, ni lo largo del camino retardó sus servicios. Aprended
también, vírgenes, de la humildad de María. Viene la cercana a
la próxima, la más joven a la más anciana. Y no sólo viene,
sino que también saludó la primera, por lo que sigue: "Y saludó
a Isabel". Conviene, pues, que cuanto más casta sea una
virgen, más humilde sea y deferente para los superiores en
edad. Debe ser maestra en humildad la que profesa la
castidad. Hay también una causa de piedad, porque el superior
viene al inferior para asistirlo. María viene a Isabel, Cristo a
Juan.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Mathaeum, 4


O de otro modo, la Virgen ocultaba en el fondo de su corazón lo
que se le había dicho y no lo descubrió a nadie, porque no creía
que prestasen asentimiento a relatos admirables. Antes al
contrario, creía que si hablaba recibiría ultrajes como si
ocultase un crimen propio.

Griego
Por esto va a refugiarse -o mejor dicho recurre- sólo a Isabel.
Así estaba acostumbrada, tanto por el parentesco y por
conformidad de sus costumbres.

San Ambrosio
Pronto se declaran los beneficios de la venida de María y la
presencia del Señor, pues sigue: "Y cuando Isabel oyó la
salutación de María, la criatura dio saltos". Advierte en esto la
diferencia y la conformidad de una y otras palabras. Isabel oyó
la voz primero y San Juan recibió primero la gracia. Ella oyó
según el orden de la naturaleza y éste saltó de gozo por razón
del misterio. Aquélla sintió la venida de María, éste la venida
del Señor.

Griego
El profeta ve y oye mejor que su madre y saluda al Príncipe de
los profetas. Mas no pudiendo con palabras, lo saluda en el
vientre -lo cual constituye la cúspide de la alegría-. ¿Quién ha
tenido noticias alguna vez de que alguien haya saltado de gozo
antes de nacer? La gracia insinuó cosas que eran
desconocidas a la naturaleza. El soldado, encerrado en el
vientre, conoció al Señor y al Rey que había de nacer, sin que
el velo del vientre obstaculizase la mística visión. Por tanto, vio,
no con los ojos de la carne sino con los del espíritu.

Orígenes
No había sido lleno del Espíritu Santo hasta que la que llevaba
a Jesucristo en su vientre se presentó delante de él. Entonces
fue cuando -lleno del Espíritu Santo- saltaba de gozo dentro de
su madre. Y prosigue: "Y fue llena Isabel del Espíritu Santo". No
hay que dudar, pues, que la que entonces fue llena del Espíritu
Santo, lo fue por su hijo.

San Ambrosio
Aquella que se había ocultado, porque había concebido un hijo,
empezó a manifestarse porque llevaba en su vientre un profeta.
Y la que antes se avergonzaba, ahora bendice. Por tanto,
prosigue: "Y exclamó en alta voz, y dijo: Bendita tú entre las
mujeres". Exclamó en alta voz cuando advirtió la venida del
Salvador, porque creyó que su parto debía ser misterioso.

Orígenes
Dice, pues: "Bendita tú entre las mujeres". Ninguna fue jamás
tan colmada de gracia, ni podía serlo, porque sólo ella es
Madre de un fruto divino.

Beda
Fue bendecida por Isabel del mismo modo que lo había sido
por el arcángel, para que se mostrase digna de la veneración a
los ángeles y a los hombres.

Teofilacto
Pero como había habido otras mujeres santas que habían
engendrado hijos manchados por el pecado, añade: "Y bendito
el fruto de tu vientre". O de otro modo, había dicho: "Bendita tú
entre las mujeres". Y como si alguien le preguntase el porqué,
añadió la causa: "Y bendito el fruto de tu vientre,...". Así como
se dice en el Salmo 117 (Sal_117:26-27): "Bendito el Señor
Dios, que viene en nombre del Señor, y nos iluminó".
Acostumbraba la Sagrada Escritura tomar la palabra y en el
sentido y lugar de la palabra porque.

Orígenes
Llamó al Señor fruto del vientre de la Madre de Dios porque no
procedió de varón, sino sólo de María, pues los que tomaron la
sustancia de sus padres, fruto son de ellos.

Griego
Sólo este fruto es bendito, porque se produce sin varón y sin
pecado.

Beda
Este es el fruto que se prometió a David: "Pondré sobre tu trono
un fruto de tu vientre" (Sal_131:11).

Severo de Antioquía
De este pasaje -en el cual se afirma que Cristo es fruto del
vientre- surge una refutación de Eutiques. En efecto, todo fruto
es de la misma naturaleza que la planta de donde procede. De
donde se deduce que la Virgen es de la misma naturaleza que
el segundo Adán, que quita los pecados del mundo. Y aun
aquellos que dicen que es fantástica apariencia la carne de
Cristo, quedan confundidos con el verdadero parto de la Madre
de Dios; porque el mismo fruto nace de la misma sustancia del
árbol. ¿Dónde están también aquellos que dicen que Jesucristo
ha pasado por la Virgen como por un acueducto? Noten en las
palabras de Isabel, a quien llenó el Espíritu Santo, que
Jesucristo fue fruto del vientre. Prosigue: "¿Y de dónde esto a
mí, que la Madre de mi Señor venga a mí?"

San Ambrosio
No dice esto como ignorando pues sabe que por gracia y
operación del Espíritu Santo, la Madre del Señor saluda a la
madre del profeta para provecho de su hijo. Y para que conste
que esto no sucede en virtud de mérito humano, sino del don
de la gracia divina, dice así: "¿De dónde esto a mí?", esto es:
¿Con qué jactancia, en virtud de qué acciones, por cuáles
méritos?

Orígenes
Diciendo esto está conforme con su hijo; porque también San
Juan se considera indigno de la venida de Jesucristo a él.
Llama Madre del Señor a la que todavía es Virgen, vaticinando
así la realización de lo que se le había anunciado. La provisión
de Dios -o sea su providencia- había llevado a María a casa de
Isabel para que el testimonio de San Juan llegase desde el
vientre al Señor. Y desde aquel momento el Señor constituyó a
San Juan en profeta suyo. Por lo cual sigue: "Porque he aquí,
luego que llegó la voz de tu salutación a mis oídos".

San Agustín, epistola, 57


Para decir esto, como antes declara el evangelista, fue llena del
Espíritu Santo, el cual sin duda se lo reveló, y por ello conoció
lo que significaba aquel salto del niño; esto es, que había
venido la Madre de Aquel de quien él era precursor y el futuro
manifestador. La significación de un asunto de tanta
importancia pudo ser conocido por personas mayores, no por
un niño. Pues no dijo: "Saltó de fe el niño en mi vientre", sino
"Saltó de gozo". Pues vemos que el salto no sólo es propio de
los niños, sino también de los corderos, cuyos saltos no
proceden de alguna fe, ni de la religión, ni de ningún otro
conocimiento racional. Pero este saltar es nuevo e inusitado,
porque tiene lugar en el vientre, y a la venida de Aquella que
había de dar a luz al Salvador de todos. Por tanto, este saltar y
-por decirlo así- este saludo dado a la Madre del Señor -como
suelen hacerse los milagros-, se hizo divinamente en el niño y
no naturalmente por el niño. Aun cuando el uso de la razón y de
la voluntad hubiera sido tan precoz en el niño, que desde el
seno de su madre hubiese podido conocer, creer y sentir,
también esto debe considerarse como obra del divino poder y
uno de sus milagros, pero nunca como obra de la naturaleza
humana.

Orígenes
Había venido la Madre del Señor a visitar a Santa Isabel para
ver la concepción milagrosa que el ángel le había anunciado,
para que de ello se siguiese la credulidad respecto del fruto
más excelente que habría de nacer de la Virgen. Y refiriéndose
a esta fe, habla Santa Isabel, diciendo: "Y bienaventurada la
que creíste, porque cumplido será lo que te fue dicho de parte
del Señor".

San Ambrosio
Ved que María no dudó sino que creyó, por lo cual consiguió el
fruto de la fe.

Beda
Y no debe llamar la atención que el Señor -que había de redimir
al mundo- empezase su obra por su propia Madre, a fin de que
aquella, por la que se preparaba la salvación a todos, recibiese
en prenda -la primera- el fruto de salvación.

San Ambrosio
Pero también vosotros sois bienaventurados, porque habéis
oído y creído. Cualquier alma que cree, concibe y engendra al
Verbo de Dios y conoce sus obras.

Beda
Todo el que concibe al Verbo de Dios en su inteligencia, sube
al punto por la senda del amor a la más alta cumbre de las
virtudes, puesto que puede penetrar en la ciudad de Judá -esto
es, en el alcázar de la confesión y de la alabanza- y hasta
permanecer en la perfección de la fe, de la esperanza y de la
caridad "como tres meses" en ella.

San Gregorio Magno, super. Ezech., 1,8


Fue ilustrada por el espíritu de profecía acerca de lo pasado, lo
presente y lo futuro, que conoció que aquélla había creído en
las promesas del ángel. Y llamándola Madre, comprendió que
llevaba en su vientre al Redentor del género humano. Y
prediciendo las cosas que habían de suceder, vio también lo
que se seguiría en lo futuro.

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