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Un acercamiento a Niebla, de Miguel de Unamuno

A la hora de hacer un análisis sobre Niebla no sabía por dónde empezar, ya


que de esta novela de Miguel de Unamuno se desprenden múltiples tópicos de
interés. Por lo tanto, decidí comenzar por el principio de la misma.

Lo primero que tenemos es el prólogo de Víctor Goti, del cual ya se


desprenden algunas ideas que van a ser desarrolladas a lo largo de todo el texto.
Desde el primer párrafo ya se da a conocer el final de la historia: Augusto Pérez
muere. Se puede dilucidar que no importa en esta novela la trama sino las
reflexiones y los juegos que se dan a partir de ella. La confusión entre realidad y
ficción se deja entrever desde el mismo prólogo, escrito por un personaje (ente de
ficción en términos de Unamuno), pero funcionando como un prólogo escrito por
una persona real: los prólogos son paratextos, por lo tanto están fuera del texto y
uno puede inferir que quedan fuera de la historia ficcional que se narra en la
novela. En el caso de Niebla siempre se mantiene esta confusión: Goti dialoga con
Unamuno, ambos en un mismo nivel. Además, dice ser amigo de Augusto, por lo
tanto ya se plantea el problema de la verosimilitud: ¿la historia a narrar ocurrió
realmente o es ficcional? Goti cita a otros personajes, entes ficticios, pero
presentados de manera tal que parezcan seres reales: a Del Aquilón (personaje de
Amor y pedagogía) y a Parrigópulos: de esta manera crea personajes que se
confunden con personas que nos recuerdan a los apócrifos de Antonio Machado.
Detrás de este planteo hay toda una propuesta filosófica por parte de Unamuno: él
afirma que los personajes, los entes de ficción, se asemejan más a su modo de
ser que una piedra o un árbol, ya que cuentan con una historia, con una vida, con
una biografía, con una lógica interna. 1

La pregunta metafísica “¿Qué somos?” atraviesa toda la novela, y la duda


se plantea ya desde el prólogo. Los personajes comienzan la novela sin
cuestionarse sobre su esencia, pero en el transcurrir de las páginas comienzan a

1
Julián Marías, Miguel de Unamuno, Espasa-Calpe, Madrid, 1980, pp. 54, 55, 56.
dudar sobre ello y a plantearse de si son reales o de ficción. Augusto Pérez se
pregunta: “Y esta mi vida, ¿es novela, es nivola o qué es? Todo esto que me pasa
y que les pasa a los que me rodean, ¿es realidad o es ficción?” 2. Esta duda
persiste y se agudiza al avanzar la historia. En un diálogo del protagonista con
Goti, aquel dice: “Acabo por dudar de mi propia existencia e imaginarme,
viéndome como otro, que soy un sueño, un ente de ficción...” 3. El momento
fundamental y decisivo con respecto a todos estos planteos es el encuentro entre
Augusto y Unamuno, su autor. Desde el momento en que decide ir a verlo ya se
confirma que descubre su cualidad: es y ahora lo sabe, un ente de ficción. De
todas maneras, en el diálogo con su creador le quedan dilucidadas muchas de las
dudas que fueron apareciendo a lo largo de la novela. Se entera finalmente que no
tiene una existencia empírica en el mundo real, que es un ente de ficción y que
como tal depende del autor para tomar decisiones: “-No, no existes más que como
un ente de ficción; no eres, pobre Augusto, más que un producto de mi fantasía
[…]. Ya sabes, pues, tu secreto.”4. En este descubrimiento se ponen en tela de
juicio dos cuestiones que, de todas maneras, se fueron desarrollando en la novela:
el libre albedrío y la jerarquía ontológica.

La cuestión del libre albedrío se plantea desde un principio: ¿los entes de


ficción pueden hacer lo que deseen o están atados a lo que su autor les indique?
Víctor Goti, quien desde un primer momento sabe lo que es, se opone en el
“Prólogo” a las ideas de Unamuno: de esta manera, ya está planteando un
distanciamiento entre ambos: sus opiniones van más allá de las de su autor. De
hecho, Unamuno mismo en el “Post-Prólogo” admite que Goti ha dicho cosas que
él no quería que dijese, pero reconoce que tiene sobre él un poder superior: “Y
debe andarse mi amigo y prologuista Goti con mucho tiento en discutir así mis
decisiones, porque si me fastidia mucho acabaré por hacer con él lo que con su
amigo Pérez hice, y es que lo dejaré morir o le mataré a guisa de médico.” 5. De
esta manera, se oscila, no se llega a una posición determinante con respecto al
2
Miguel de Unamuno, Niebla, Espasa-Calpe, Madrid, 1975, p. 93.

3
Ibidem, p. 114.

4
Ibidem, p. 149.
libre albedrío. De hecho, en “Historia de Niebla”, Unamuno retoma la cuestión y
afirma que, como las basílicas se han impuesto, a lo largo de su construcción, a
sus arquitectos, lo mismo ocurre con las novelas y sus personajes: se les han
impuesto a sus creadores.

De todas maneras, no sólo la existencia y el libre albedrío de los entes de


ficción es sólo lo que está puesto en jaque: sino también la de Unamuno, el autor,
inclusive la de los lectores, las personas reales, de “carne y hueso”. En este punto
entra en juego la jerarquía ontológica: si los entes de ficción son creaciones de sus
autores y dependen de ellos, estos últimos, como hombres de carne y hueso,
también dependen de algo: de Dios. Julián Marías afirma que “el ente de ficción
[...], en cuanto sueño o relato, es real, es una vida o existencia temporal, del modo
de ser de la humana; pero en cuanto resultado […] de un sueño del autor no tiene
sustantividad, […] no se sostiene por sí mismo en la existencia y cae en el vacío
[…]. Visto desde Dios, el hombre [real] carece también de sustantividad y depende
de su creador […].”6 Esta cuestión la plantea Augusto Pérez de la siguiente forma:
“¿No es acaso todo esto un sueño de Dios o de quien sea, que se desvanecerá en
cuanto Él despierte, y por eso le rezamos y elevamos a él cánticos e himnos, para
adormecerle, para acunar su sueño?” 7. La charla entre personaje y autor deja en
claro cómo es la relación entre ellos, pero al finalizar, es Augusto quien le hace
dudar a Unamuno de su propia existencia, diciéndole sus postulados acerca de
Dios: “Pues bien, mi señor creador don Miguel, también usted se morirá, también
usted, y se volverá a la nada de que salió... ¡Dios dejará de soñarle! […] ¡Entes de
ficción como yo; lo mismo que yo!” 8 En este punto se homologa la relación entre
personaje/autor y autor/Dios.

En fin, estos planteos sobre la existencia, nos llevan hacia las concepciones
unamunianas acerca del arte. Para el autor español, es fundamental que el
5
Ibidem, p. 17.

6
Julián Marías, Op. Cit., pp. 126, 127.

7
Miguel de Unamuno, Op. Cit., p. 93.

8
Ibidem, p. 154.
hombre dude de su existencia, de si es real, de ficción, o un sueño; y la función del
arte es justamente plantear esa duda. En “Entrevista con Augusto Pérez”,
Unamuno afirma lo siguiente: “[...] lo más liberador del arte es que le hace a uno
dudar de que exista.”9

Luego de que los personajes supieran la verdad sobre su esencia de entes


de ficción, viene otro de los postulados importantes de Unamuno. Si son entes de
ficción, ¿quién les da vida? Hasta ahora sólo se habló de autor en este trabajo,
pero cuando Augusto Pérez le dice la misma afirmación a su amigo Víctor Goti,
éste le corrige: no es el autor quien les da vida, sino el lector. De esta manera,
Unamuno de adelanta a teorías desarrolladas más específicamente a lo largo del
siglo XX: las teorías de la recepción. Estos postulados se fueron presentando a lo
largo de toda la novela. En “Historia de Niebla”, Unamuno afirma: “De su casta, de
su índole son nuestros mejores lectores, nuestros colaboradores y co-autores
-mejor, co-creadores- […].”10. También se afirma que los personajes pasan a ser
de quiénes los leen, en las diversas lecturas es donde ellos reviven. De hecho,
Augusto mismo se plantea, cuando intenta buscar respuestas sobre su existencia,
que él, ente de ficción, vive en la mente de quienes lo leen e imaginan: “Y ¿por
qué no he de existir yo? […] Supongamos que es verdad que ese hombre me ha
fingido, me ha soñado, me ha producido en su imaginación; pero, ¿no vivo ya en
las de otros, en las de aquellos que lean el relato de mi vida?” 11.

Junto con este desarrollo de las teorías de la recepción, Unamuno pone en


cuestión constantemente el nombre de autor en la obra. Desde el poder de los
personajes, las nivolas y las basílicas por sobre sus autores, hasta afirmar que
Descartes no existió, sino que los pensamientos se crean a sí mismos, como se
puede ver en este diálogo entre Pérez y Goti: “-Y no era verdad. Porque como
Descartes no ha sido más que un ente ficticio, una invención de la historia, pues...
¡ni existió...ni pensó!

9
Ibidem, p. 229.

10
Ibidem, p. 23.

11
Ibidem, p. 155.
-Y ¿quién dijo eso?
-Eso no lo dijo nadie; eso se dijo ello mismo.” 12 De esta forma, se está pensando
en la autonomía de las ideas, más allá de quién las haya pensado o dicho, y hasta
puede relacionarse con las teorías sobre la muerte del autor (claro que muy
relacionadas con las de la recepción). Sobre este mismo punto, Iris Zavala afirma:
“Con Unamuno no sólo se da muerte al autor y se incorpora al interlocutor/lector
(otro sujeto) en el circuito comunicativo textual, sino que se plantea la tarea de
recuperar la pluralidad contra el monologismo autoritario del sujeto metafísico y el
texto.”13
Otro punto fundamental a analizar es el de la metanovela. Ya desde los
prólogos se adelanta que el concepto “nivola” va a ser desarrollado por Goti en la
misma trama. Por lo tanto, si se habla de la nivola y se la define en ella misma,
estamos frente a un caso de “metanivola”, para ser más exactos. En un diálogo
determinado entre Augusto y Víctor, éste le cuenta a aquél que está escribiendo
una novela, pero que tiene sus propias reglas, se aleja de las características de la
novela tradicional, por lo tanto, para no ser criticado por eso mismo, decide no
llamarla novela, sino “nivola”. Goti le enumera a Pérez las características de su
obra, y no son otras que las características de Niebla, la novela de la que ellos son
protagonistas. En un primer lugar afirma “Mi novela no tiene argumento, o mejor
dicho, será el que vaya saliendo. El argumento se hace él solo.” 14. Esto nos
recuerda a los postulados del mismo Unamuno, desarrollados con anterioridad,
sobre los textos que se desarrollan a sí mismos, los personajes que toman sus
propias decisiones, etc. Sobre los personajes, Goti dice: “Mis personajes se irán
haciendo según obren y hablen, sobre todo según hablen; su carácter se irá
formando poco a poco. Y a las veces su carácter será el de no tenerlo.” 15 Esto nos
recuerda al propio Augusto Pérez, de quien no tenemos descripciones por parte de
un narrador omnisciente, sino que todo lo que sabemos es lo que él habla y piensa
12
Ibidem, p. 147.

13
Iris M. Zavala, Unamuno y el pensamiento dialógico, Anthropos, s/datos, p. 99.

14
Miguel de Unamuno, Op. Cit., p. 91.

15
Ibidem.
sobre sí mismo. Esto está emparentado con las teorías existencialistas que
Unamuno apoyó y desarrolló. Víctor asegura que no va a haber grandes
descripciones, sino que lo que va a predominar es el diálogo (exactamente lo
mismo que ocurre en Niebla). A través del diálogo se conocen a los personajes, y
se dejan actuar sus propias voces: Goti insiste en que no hay que abrumar a los
lectores con la voz del autor, aunque éste hable a través de los personajes. Pérez
no tarda en aportarle “[...] empezarás creyendo que los llevas tú, de tu mano, y es
fácil que acabes convenciéndote de que son ellos los que te llevan.” 16 La misma
duda se plantea el mismo Unamuno con respecto a sus personajes, tanto en los
prólogos como en los epílogos. Finalmente, el dato fundamental para terminar de
reforzar la idea que la obra de la que Goti habla no es otra que la se está leyendo
es: “-¿Y cuándo un personaje se queda solo?
-Entonces...un monólogo. Y para que parezca algo así como un diálogo invento un
perro a quien el personaje se dirige.” 17 En este momento, identificamos esta
propuesta con los largos monólogos, disfrazados de diálogos, que Augusto
mantuvo y mantiene con su perro Orfeo.
La novela ofrece diversas líneas de análisis. Va dando máximas,
teorizaciones, dialoga con otros textos y otros análisis. Todo esto es innumerable e
imposible de desarrollar en una exposición de tan corta duración. Algunas de estas
líneas son las definiciones de arte que plantea, la funcionalidad del mismo
(adelantándose de alguna manera a las teorías desarrolladas por Jan Mukarovsky
décadas después): “El uso estropea y hasta destruye toda belleza. La función más
noble de los objetos es la de ser contemplados.” 18. En esta cita se ve la
disociación entre función estética y función extra estética. También se dan
diferentes teorías sobre el amor: Augusto Pérez llega a la conclusión de que el
sentimiento amor precede al conocimiento del objeto amado. Además, se presenta
un diálogo con la teoría cartesiana, al ir modificando su postulado fundamental:
“Pienso por lo tanto existo”, a “Amo por lo tanto existo” y “Como por lo tanto

16
Ibidem, p. 92.

17
Ibidem, p. 93.

18
Ibidem, p. 27.
existo”. Estos postulados los va presentando Augusto Pérez a medida que intenta
analizar su propia existencia. Por otra parte, se presenta una teoría del lenguaje.
Se afirma que éste, que las palabras, preceden a la realidad. Ya no se confía en el
lenguaje como un reflejo de lo que representa, sino que, en palabras de Augusto
Pérez, “No hay más verdad que la verdad fisiológica. La palabra, este producto
social, se ha hecho para mentir.” 19 Estas diversas teorizaciones que se van dando
a lo largo de todo el texto demuestran otra manera de pensar de Unamuno la
literatura. Para él, literatura y filosofía estaban estrechamente ligadas. Julián
Marías asegura que “Lo que Unamuno quiere decir en esos escritos lo dice
valiéndose de medios poéticos, novelescos, teatrales, en suma, literarios, aunque
eso, lo dicho, tenga una dimensión que trascienda de la esfera en que se mueve la
literatura.”20
Para finalizar esta exposición debo aclarar que muchas cuestiones han
quedado sin abordar, como al relación de Niebla con la tradición literaria española,
especialmente con el Quijote y sus novelas intercaladas, o bien han sido
abordados de manera muy escueta, por una cuestión de tiempo. De todas
maneras, podemos concluir que esta novela, o nivola, despierta diversas líneas de
análisis, tanto desde lo literario como desde lo filosófico.

19
Ibidem, p. 96.

20
Julián Marías, Op. Cit., p. 41.

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