Algunas críticas al
psicoanálisis.
Gerardo Primero
u ontología, que uno puede elegir adoptar o no. Según Popper, el psicoanálisis es
infalsable y no es ciencia, según Grünbaum es infalsable en la situación analítica (la
relación es circular porque la situación analítica sólo permite confirmaciones de la teoría,
y está viciada por la sugestión), pero podría ponerse a prueba apropiadamente (fuera de
la sesión), según Wittgenstein el psicoanálisis es el tipo de especulación previa a la
formación de hipótesis científicas, como lo es el animismo en biología. La postura de
Freud es anti-empirista debido a su sesgo a buscar confirmaciones y reinterpretar la
evidencia contraria en modo favorable (por ejemplo llamar resistencia a los casos en los
que la terapia no avanza o el paciente no acepta las interpretaciones). Freud inaugura el
rechazo a los disidentes y un método de teorización que se guía por criterios más
literarios que empíricos. Su construcción teórica tiene una apariencia sólida, desde un
punto de vista conceptual (coherencia lógica) y literario (es agradable de leer,
persuasivo). Para algunos (como Klimovsky) esa coherencia lógica y literaria es
suficiente para aceptar la teoría, pero hay otros criterios más importantes, en los cuales la
teoría resulta problemática: criterios pragmáticos (la ineficacia para tratar los
problemas), empíricos (la falta de contrastación experimental y de diálogo con otras
teorías y disciplinas) e incluso éticos (los prejuicios esencialistas y etnocéntricos, el mito
de la neutralidad).
1.2. Empíricas.
Cuando se intentó poner a prueba experimentalmente partes de la teoría, las hipótesis no
recibieron apoyo empírico. La ausencia de evidencia experimental favorable es admitida
tanto por partidarios como por opositores (Eysenck, Kline, Fisher y Greenberg,
Kihlstrom), y estos resultados se interpretan como un reclamo de mayor investigación en
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el mejor de los casos, y en el peor como señal de que sería mejor investigar hipótesis
rivales más plausibles y dejar a la teoría como un recurso heurístico. Los intentos de
contrastación empírica pueden llevar a un considerable alejamiento respecto de las
teorías originales, cosa que es para muchos intolerable. Hay quienes para evitarlo
rechazan los métodos de contrastación utilizados en otras disciplinas de conducta (Lacan
es tal vez el caso extremo) y transforman a la disciplina en una especie de dogma,
cerrado al cambio y a la investigación, aislado del resto de la psicología, cuya tarea
fundamental es preservar la fidelidad a los textos fundadores. La palabra de Freud fue al
psicoanálisis lo que la palabra de Dios al catolicismo o lo que la palabra de Aristóteles a
la filosofía medieval del siglo XII. Así fue como el criterio de autoridad ("lo dijo Freud")
fue antepuesto al desarrollo de investigaciones y tratamientos más eficaces.
freudiano (utiliza las teorías de Sullivan sobre las relaciones interpersonales y aportes
propios de Klerman). Desde un punto de vista pragmático y empírico, el psicoanálisis no
ha mostrado ser eficaz en el tratamiento de diversos problemas (ver Eysenck), mientras
que otras terapias han mostrado resultados consistentes (ver Chambless sobre
tratamientos empíricamente validados). Sin evidencias favorables, un tratamiento puede
no superar al placebo, y puede incluso ser perjudicial (iatrogenia). Por otro lado, la
afirmación usual de que sin psicoanálisis sólo hay cambio de síntoma resulta
insostenible: los seguimientos de terapias cognitivo-conductuales muestran ausencia de
recaída, y los casos psicoanalíticos carecen de seguimiento y en ocasiones (por ejemplo
los de Freud) es claro que distan de poder ser considerados exitosos (Dora seguía más
histérica que nunca cuando en los años 20 consulta al psicoanalista Felix Deutsch, el
Hombre de los Lobos siguió con síntomas y tuvo otros tratamientos hasta terminar sus
días en el hospicio con diagnóstico de psicosis paranoica, del resto el Hombre de las
Ratas murió al poco tiempo, Schreber no fue un tratamiento sino una interpretación de
sus memorias, Juanito es tal vez el más exitoso pero menos sorprendente pues es un caso
simple y no es rara la remisión espontánea de un temor infantil). En los casos de Freud,
lo que fascina al público es su exposición literaria y su compleja especulación, y no el
haber logrado resultados terapéuticos. Hay que reconocer la diferencia entre la
complejidad teórica, la riqueza literaria y la eficacia pragmática. Que una teoría nos
fascine y que nos guste leerla no significa que sea correcta o eficaz (ver más abajo
acerca de las posibles razones de esa seducción).
Tanto las corrientes cognitivas como las conductuales, a pesar de sus diferencias,
coinciden en el esfuerzo por contrastar sus resultados y realizar seguimientos, lo cual
permitió validar, descartar o mejorar sus técnicas. Esa situación obligó a algunos
seguidores del psicoanálisis a comprometerse en la investigación experimental, pero a la
vez eso implica aceptar el riesgo de modificar la teoría en función de los resultados, algo
que muchos no están dispuestos a enfrentar. Este es el dilema actual que enfrenta el
psicoanálisis, el cual llevó a la escisión de un grupo dispuesto a la investigación y el
cambio, y otro que se repliega en un conservadurismo teórico. Por dar sólo un ejemplo
de este conservadurismo dogmático, cito a Lacan: Ningún progreso se ha podido hacer,
por pequeño que sea, cada vez que ha sido desatendido uno de los términos de Freud. Se
anula el diálogo con otros abordajes (incluso antes de comprenderlos), se transforma la
teoría en dogma, se dejan de cuestionar sus supuestos básicos, y se frena la posibilidad
de comprender, controlar y predecir los temas de la psicología.
Se pueden rescatar algunas ideas del psicoanálisis como heurísticos para generar nuevas
teorías y ponerlas a prueba empíricamente, como la idea de transferencia y las
investigaciones sobre relaciones interpersonales, pero a la vez eso implica abandonar el
conservadurismo y el temor a distanciarse de las propuestas freudianas originales (hecho
que resulta esperable en una disciplina que se modifica en base a la investigación). Esa
línea alternativa, más abierta a la investigación y al diálogo con hipótesis rivales se
puede encontrar reseñada en Bergin (Handbook of Psychotherapy and Behavior Change)
y en los autores de distintas corrientes que recibieron influencias del psicoanálisis y
buscaron contrastar sus propias hipótesis, como Klerman, Snyder, Safran y Kohlenberg.
3.2. Homúnculos.
La idea de personas dentro de la persona (homúnculos: subsistemas con cualidades
idénticas que la persona) es parte de la concepción cartesiana. La explicación
homuncular no hace más que retroceder un paso: el homúnculo tiene las características
de la persona, por lo cual no la explica. (Esta crítica es aplicable a parte del
cognitivismo). Claramente plantea una regresión al infinito: si se explica que la persona
percibe remitiendo a una conciencia-espectador interno, para explicar cómo percibe ese
espectador la remitiremos a otro espectador aún más interno. De estas paradojas que se
originan en una metáfora errónea se entiende por qué el psicoanálisis se consideró una
psicología profunda: siempre lleva a remitirse a algo aún más abajo o más atrás (por
ejemplo los mitos de origen de la cultura, de la neurosis o de la vivencia de placer
originaria). Sólo tiene sentido hablar de consciente o inconsciente respecto a la persona
como totalidad, y no de un homúnculo respecto a objetos mentales en un depósito.
Cuando se habla de esa manera el sentido es metafórico y refiere a la conducta: qué
sentido más que metafórico y disposicional (actúa como si lo sintiera) podría tener
hablar de dolor inconsciente?
conductuales. Otro campo en donde existe este peligro es el de los tests psicométricos y
proyectivos: no hay que olvidar que detectan la probabilidad de ciertas conductas, y no
una esencia, que su grado de correlación con otras conductas debe ponerse a prueba
también y no darla por hecho (por ejemplo entre dibujar ciertos ojos y las conductas
paranoicas), y que en ningún caso es explicativo (siempre refieren a probabilidades de
conducta).
Otras palabras psicológicas refieren a conductas que pueden no ser observables por otras
personas (Skinner las denomina ¨eventos privados¨): diálogo interno, imaginación,
emoción, percepción propio e interoceptiva, atención sensorial. Algunas de ellas son en
parte observables y en parte no (emoción, atención). En el caso del diálogo interno, las
conductas son inicialmente observables e interpersonales y la persona aprende luego a
ocultarlas y dirigirlas a sí mismo, pero no hay una diferencia esencial de su función. Son
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La conducta se puede definir como un evento del organismo (algo que puede ocurrir o
no, y puede determinarse de alguna manera su ocurrencia, a diferencia de los términos
que no aluden a acontecimientos singulares) que tiene relaciones funcionales, que puede
entenderse como respuesta (reactiva en relación al antecedente, conducta respondiente)
y/o como acción (activa en relación a los efectos, conducta operante). El efecto puede
operar cambios sobre el objeto de estímulo y sobre el propio organismo. La conducta
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puede ser o no observable para otros, también son conducta los pensamientos o
emociones. Los estímulos con los cuales se relaciona la conducta pueden estar presentes
en lo inmediato o no (en cuyo caso la relación es implícita, a través de un estímulo
presente que lo sustituye y con el cual se aprendió una relación).
Aunque no haya objetos mentales, sí es cierto que los enunciados mentales difieren de
los físicos y que existe cierta ambigüedad respecto a la atribución de algunos estados
mentales, pero a través de las reglas que impone cada contexto cultural y cada
aprendizaje individual para usar cada término psicológico (por ejemplo, hasta qué punto
lo que una persona llamaría ¨amor¨ coincide con lo que otra persona de la misma u otra
comunidad llamaría ¨amor¨?). Este es un terreno válido para una construcción conjunta
de significados, del cual pueden hacer uso a su modo las distintas escuelas de
psicoterapia.
3.5. El inconsciente
El inconsciente como agente interno homuncular es seductor por su aire animista, pero
no explica (tiene las mismas características de la persona). Los eventos privados son
válidos dentro de una explicación, pero también hay que explicarlos. En la psicología
empírica se usa el término como adjetivo, no como entidad: se llama inconscientes a las
conductas que no reciben atención, y en el caso de causas inconscientes es más claro
decir desconocidas (que evita imaginarlas en un supuesto depósito oculto). Aunque la
psicología empírica acepta que existen muchos procesos no conscientes, rechaza la
concepción del inconsciente como un reservorio que contiene motivos, deseos,
preferencias, etc. Loftus y Klinger lo llaman ¨inconsciente tonto¨, porque los procesos
parecen ser automáticos y poco complejos, a diferencia del inconsciente agencial y
complejo.
La idea de inconsciente tiene una historia previa a Freud en autores que plantean la
percepción no consciente (Leibniz, Herbart, Helmholtz, Nietzche). En sucesivas
investigaciones (Bruner, Erdelyi, Kihlstrom, Greenwald) se estudió la percepción no
consciente. Los resultados fueron: 1. Si bien hay pruebas de reacciones no conscientes,
estas no parecen exceder cierto nivel de complejidad (son actos simples e inflexibles), 2.
Se explican mejor como sesgos de respuesta, en términos de selectividad y filtros, que
no implican un procesamiento de información complejo e intencional (censura, defensa,
represión, etc.), 3. No hay apoyo para el bagaje conceptual que acompaña la idea
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hace falta ningún número de casos, sino la sincera confesión de que hice la acción B por
la razón A, por eso sostener una razón no es sostener una hipótesis. Las razones explican
lo que la acción significa para el agente, la relación entre razón y acción es gramatical,
no empírica, es lo que hace inteligible la acción. El psicoanálisis se basa en la estrategia
de ampliar la explicación intencional (propia de la psicología del sentido común, y que
remite a creencias y deseos) a motivos no reconocidos por el agente (razones
inconscientes), y luego teoriza sobre esos motivos con una teoría basada en las metáforas
de la metafísica cartesiana y de la hidráulica. Esta estrategia hace inteligibles acciones
antes no explicadas, y resulta bastante facil de aceptar por su parecido con la psicología
del sentido común. La confusión entre razones y causas la explica Bouveresse: Freud
trata la razón de una acción como una causa cuando supone que puede conjeturarse
científicamente y confirmarse por la aquiescencia del sujeto que reconoce que tiene esa
razón, y trata la causa como una razón cuando supone que las causas que buscan pueden
conocerse de esa forma, que no tiene nada que ver con la forma en que la ciencia verifica
sus hipótesis causales. Freud toma el consentimiento del paciente como confirmación de
la explicación causal, y el disenso como indicador de una hipótesis desacertada o como
resistencia del paciente. Esta confusión genera el círculo autoconfirmatorio en la sesión.
En este sentido, el psicoanálisis propone una extensión de nuestra psicología ordinaria
(atribuir intención inconsciente), pero no una genuina explicación de la acción humana,
que sería causal y remitiría al contexto y la historia del sujeto. Una persona puede tener
una razón para la acción, realizar la acción, y aún así que esa razón no sea su razón para
la acción. Una buena razón para A puede no ser la causa de A. La conducta de dar
razones se suma a la de actuar de diferentes maneras, no necesariamente causales. El
caso más cercano al causal es la conducta gobernada por reglas. La concepción
cartesiana propone a la mente como una cámara interior, amueblada de ideas que
podemos describir como describimos el mundo externo. Lo que aparece en la cámara es
inmediato e indudable, lo externo es inferido y sujeto a duda. Freud adapta esta
concepción al lenguaje de su época, con fluidos, fuerzas y cantidades de energía.
Wittgenstein critica esta concepción: no hay acceso privilegiado, porque se precisan de
criterios externos para hablar de procesos internos, y el vínculo no es causal sino
gramatical. Pero hay un privilegio gramatical: mi expresión sincera de términos
psicológicos (yo creo, siento, deseo), si el contexto de conductas es apropiado, es el
criterio para que otros me atribuyan el estado psicológico. No es que tengo conocimiento
privilegiado, sino que si el contexto es adecuado y sé usar las palabras de sensación por
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porque grita), el uso es disposicional, no refiere a algo fuera de la acción que la cause
sino que califica a la acción (come con hambre, grita con bronca), y sobre todo no
explica la conducta (la explicación es circular si no remite a un evento que se defina con
independencia del efecto). Pero también puedo llamar deseo a la conducta de imaginar
algo como gratificante (me imagino tomando sol en el Caribe), a la percepción de un
evento privado (sensación de hambre) o a la conducta verbal de expresar un deseo (decir
me tomaría un helado, puede ser una conducta respondiente u operante), en tal caso el
deseo puede ser causa o no según sus relaciones con otras conductas, a la vez que debe
explicarse (no es causa iniciadora) por otra causa previa (la situación, la historia de la
persona). Lo mismo pasa con la creencia: en algunos casos se usa como metáfora (actúa
como si creyera que...), como disposición (creer en algo no implica que se esté pensando
en eso, Wittgenstein dice: creí que esta silla me sostendría, es decir nunca pensé que se
rompería), o para calificar una acción, mientras que otras veces refiere a una conducta de
expresión verbal o de imaginación. En todo caso, a partir del término psicológico habrá
que encontrar el sentido con el cual se usa y las relaciones funcionales pertinentes. En
cuanto al uso para calificar la acción, una acción puede describirse desde distintos
niveles según la inclusión de sus efectos (por ejemplo apretó el gatillo y la bala lo mató,
lo mató disparando con un arma) como parte de la intención, pero aún siendo posible
puede no ser cierta (voy a la puerta y voy al norte, pero no es cierto que intento ir al
norte y sí que intento ir a la puerta). Puedo tener la razón para hacer algo y hacerlo, y
aún así no hacerlo por esa razón. Que una razón sea causa es un caso particular de
muchos posibles, y hay que investigarlo. El psicoanálisis propone a veces una visión
omni-intencionalista y racionalista del hombre. No hay negligencia (provocar un efecto
sin intención pero con descuido), no hay error (intentar algo y no lograrlo), no hay
consecuencias no intencionales de la acción, todo se subsume en intenciones
inconscientes. Se podría resumir como la falacia ¨si la acción tiene como efecto P, tiene
la intención de P (lo acepte o no el agente)¨.
3.7. La idea de las instancias del aparato psíquico.
Ya hablamos del error de considerar el psiquismo, la mente o la conciencia como un
lugar o una cosa. Es también un error el negar su existencia, negarse a atribuir términos
psicológicos. Como dice Wittgenstein, la mente no es un algo, pero tampoco es una
nada. Se entiende mejor cuando ampliamos nuestras categorías sobre las palabras, y nos
damos cuenta de que no siempre las palabras refieren a cosas. A veces refieren a
propiedades de otras cosas, o a cambios, de los que se puede decir que están ocurriendo
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Una vez aclarado el tema de la mente como capacidad en vez de como lugar, a qué se
refieren las instancias o provincias psíquicas? Se pueden clasificar las capacidades de
acuerdo a algún criterio. Así se suelen distinguir capacidades sensoriales, motoras,
volitivas, afectivas, cognoscitivas, mnémicas, etc. La clasificación será de utilidad o no
según el caso. La distinción Yo-Ello-Superyo marca sobre todo la tensión entre deseos
egoístas y exigencias sociales. La distinción es válida como una más, pero conlleva el
riesgo de tomar las instancias como homúnculos, pensar que se explica cuando sólo se
describe (sólo se da un nombre nuevo: un superyo débil no explica la escasa culpa, pues
esto último es el criterio que define un superyo débil), pensar que existen en forma
estable (sólo se puede distinguir las instancias cuando las conductas tienen contingencias
de reforzamiento contradictorias). Esta ficción cómoda lleva a que dejemos de observar
y explicar efectivamente. La explicación de las instancias cae con frecuencia en
posiciones esencialistas (por ejemplo al explicar las diferencias entre los géneros por la
resolución del complejo edípico). Para dar un ejemplo del esencialismo de género y
negación de lo social, cito a Dolto: El Yo de las mujeres es en la mayoría de las
ocasiones de las ocasiones más débil que el de los hombres. Su superyo es rudimentario
(salvo en los casos de neurosis). Es porque no tiene superyo -porque lo tiene menos- por
lo que la mujer aparece llena de gracia, es decir, de presencia. Obsérvese como el niño,
que no tiene superyo, está también lleno de gracia . El desarrollo de la conducta moral
se explica mejor teniendo en cuenta las normas del contexto social (Bandura) y los
procesos de aprendizaje (refuerzo y castigo, modelado, autocontrol, reglas verbales).
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Referencias
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Thought.
2. Allen, R., Reasons, not causes: A reply to Wakefield and Eagle. Psychoanalysis
and Contemporary Thought.
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8. Barber, J. P. y Foltz, C. (1999), Issues in research on short term dynamic
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En Revista de libros de la Fundación Caja madrid, Nº 49.
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Citado en Allen, R., Psychoanalysis after Wittgenstein. Psychoanalysis and
Contemporary Thought.
13. Bouveresse-Quilliot, R. y Quilliot, R. (1991), Las críticas al psicoanálisis.
14. Bruner, J. (1992), Another look at New Look 1. American Psychologist, 47 (6),
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15. Bunge, M. (1974-1989), Treatise on Basic Philosophy.
16. Bunge, M. (1985), El problema mente-cerebro.
17. Caballo, V. E. (1993), Manual de evaluación y entrenamiento de las habilidades
sociales.
18. Caballo, V. E. (1996), Manual para el tratamiento cognitivo-conductual de los
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