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Sofía González Vargas | Grupo 15 | Semestre 2

El precio de la vida

TESIS
No es posible un mundo en el que ningún ser vivo sufra, pero
podemos evitar y/o minimizar ese sufrimiento.

El presente ensayo; si bien podrá parecer defender una postura negativa, se


escribió sabiendo que la mayoría de los que deciden tomar el tema del maltrato
animal para argumentar se basan en el hecho de que es algo “malo” y por tanto he
decidido ser un poco el abogado del diablo; si bien no tomando una postura
totalmente contraria, sí frenando los deseos utópicos de aquellos que se sientan
identificados por la descripción anterior.
Es, simple y llanamente, mostrar que no todo es tan bueno como lo pintan. El
núcleo del ensayo se sustenta de tres argumentos principales que se desarrollarán
en los siguientes párrafos, algunos más abstractos que otros, sí, pero que
considero que son los que más engloban el concepto. Por otra parte, y dada la
naturaleza del trabajo, no me he explayado demasiado con las explicaciones y los
detalles (cosa que pudo haber resultado en algo mil veces más grande si lo hacía);
aunque los huecos bien pueden fomentar la reflexión y la investigación posterior.
Primeramente hay que tener en cuenta algo esencial: la simple existencia de una
forma de vida en un ecosistema conlleva la muerte de otras criaturas con las que
ésta vaya a convivir.
E incluso; aunque sólo existiese una especie en todo el planeta (pasando por alto
la amenaza de la autodestrucción, en especial si se trata de seres inteligentes),
esa especie tendría que transformar y consumir los recursos de su entorno para
sobrevivir.
Es innegable: ya sea una planta que para crecer tiene que esparcir sus raíces,
matando a otras plantas más pequeñas en el proceso, absorbiendo también los
nutrientes de la tierra; una vaca en una granja que se alimenta de aquella planta; o
un ser humano que mata a esa vaca para consumir más tarde su carne o
aprovecha su leche mientras viva.
Mientras haya vida existirá una eterna batalla por la supervivencia, algunos le
llaman “selección natural”, otros “la muerte del más débil”, unos pocos “ciclo de la
vida”; pero sin importar cómo se le llame, está allí, y el ser humano no puede
hacerse ajeno a ello.
Sin embargo; hay algo que queda bastante claro al hablar del ser humano: no
somos como el resto de animales. Sin intención atropocentrista, hay que señalar el
hecho de que nuestra inteligencia para formar sociedades y sofisticar nuestra
Sofía González Vargas | Grupo 15 | Semestre 2

tecnología nos ha hecho, a lo largo de nuestra historia, no tener que depender de


la cacería para alimentarnos.
Y ese puede ser un argumento utilizado para tachar la “crueldad” hacia los
animales, comillas porque muchos de los que usan este argumento clasifican
como crueldad el simple hecho de alimentarse de carne, de algo cruel e
inhumano.
Recordemos el punto anterior. La supervivencia del ser humano acarrea la muerte
de otros especímenes, ya no sólo por el desplazamiento de hábitats o el consumo
desmedido de los recursos; sino en la alimentación. Cualquier ser vivo se necesita
alimentar de una u otra manera, y el ser humano, como es lógico, no está exento.
Una cosa es matar animales para alimentarnos, procurando su menor sufrimiento
y otra muy diferente es matar con tortura, o sin importar si la muerte de ese animal
ha sido dolorosa. Y lo último se debería evitar por que asumo que la mayoría de
los humanos podemos desarrollar empatía, y no somos seres sádicos deseosos
del sufrimiento ajeno.
El problema aquí radica en la cantidad exagerada de personas que tienen que
alimentarse, ya sea de productos animales o vegetales. Siete millardos de
personas no pueden sostenerse con varios miles de agricultores como hacía unos
siglos. Se necesita una industria: ganaderos, agricultores, químicos, proveedores,
vendedores y consumidores.
Ante una escala tan inmensa, y considerando que un daño hacia el planeta o los
seres vivos es inevitable; se entiende que es imposible mantener en condiciones
excelentes (a campo abierto tan sólo) a todos los animales del que el humano se
alimenta. Cultivo de temporal, de rotación, campos dedicados a ganadería y
agricultura, abonos… Sí, esas acciones pueden minimizar el daño hacia el
ecosistema y mejorar las condiciones de vida de algunos muchos animales; pero
siempre habrá al menos uno que viva en una jaula o se tenga que alimentar de
trigo toda su vida.
Y, sobre todo; la propia naturaleza humana complica las cosas. Si bien muchas
personas hoy en día se consideran espectadores o agentes activos de cambio,
¿qué harían, por ejemplo, si ante ellos y miles de personas más estuvieran
apuñalando a una vaca y a un joven? ¿Seguirían siendo esos activos agentes de
cambio a los que no les importa la especie que dicen ser?
¿Si pudieran salvar a uno, a quién salvarían? Y antes de eso, ¿lo harían? Dos
fenómenos e ideas entrarían en juego en una situación como esta. El efecto
espectador y el antropocentrismo. El primero es, según Psych Central: “un
fenómeno psicológico que establece que cuanto mayor sea la cantidad de otras
personas presentes cuando ocurra una emergencia, menos probable será que
cualquiera de ellos ayude”. Se entiende, entonces, que ante tantas persona
observando el mismo hecho, un individuo por sí sólo no actuará con la excusa
mental de “si hay tantas personas, alguien más intervendrá por mí”.
Sofía González Vargas | Grupo 15 | Semestre 2

Digamos que uno de estas miles de persona se ha decidido actuar a pesar de toda
la presión social, ¿a quién salvaría; al joven o la vaca? ¿Humano o no humano?
No me siento tan mal al señalar que, en la mayoría de las veces el salvado será el
joven, no por su edad o su raza, sino por su especie. ¿Especismo?
Probablemente.
Está bien pensar que los animales tienen sentimientos y derechos, que se quiera
abogar por ellos, que se desarrolle empatía imaginando cómo nos sentiríamos de
ser tratados con una gallina ponedora en una granja. Pero ante situaciones de
emergencia quien más nos podría causar empatía sería el joven perteneciente a
nuestra especie. Es simple, un instinto antiguo y un reflejo espontáneo.
La situación anterior, quizás para el desagrado de muchos, no es un experimento
mental alejado de la realidad. Es algo que vivimos todos los días, ¿quién no se ha
topado con vídeos en donde asesinan a un gato o en donde matan a un ser
humano? Y no necesario ir tan lejos, en las noticias siempre hay espacio para
hablar de las nuevas leyes en contra del maltrato animal o aquel asesinato en la
zona sur del país, pero podríamos hablar también de algo que pasa en nuestra
colonia o que acecha en nuestra propia casa. Y aún así, es difícil que alguien haga
algo.
A pesar de todo lo anterior, no pretendo yo esparcir una mentalidad negativa ante
el tema, mucho menos justificar la negligencia. Mi intención es, como dije más
arriba, únicamente equilibrar la balanza moral de aquellos que piensan que una
utopía donde la industria cárnica tenga a todos animales en campo abierto, felices
y como se pinta en las series infantiles es imposible.
Por más que cueste aceptar, nuestra estadía en el planeta acarrea una lucha por
la supervivencia, y aunque nuestra especie no sufra de las penurias de la cacería
y búsqueda de alimento gracias a nuestro intelecto, no podemos sobrevivir sin
alimento. Los abrigos de piel, los zapatos de cuero y los espectáculos sádicos son
prescindibles; pero no podemos vivir sin comer, ya sea salmón o lechuga.
Entre la extinción de los seres vivos en pos de un planeta Tierra en donde los
animales, ya sea domésticos o salvajes, no se vean perturbados por nuestra
actividad y el consumo irresponsable, consumista y desmedido que satisfaga
todos nuestras necesidades debemos de buscar un punto medio. Un punto medio
en el que el homo sapiens, la única especie que ha logrado salir de esta esfera
azul para aventurarse al espacio no se desvanezca por completo, y en donde esa
misma especie no destruya su hogar por intereses egoístas.
Nuestra capacidad cerebral, además de llevarnos a la cima de la pirámide
alimenticia puede llevarnos a cuidar de nuestros compañeros de planeta, aquellos
que son parte importante de nuestra vida y supervivencia, pero sólo podremos
brindarle una mejor condición de vida a esos con los que tenemos una gran
relación si superamos la apatía y verdaderamente nos ponemos a ello.
Sofía González Vargas | Grupo 15 | Semestre 2

Bibliografía
Anaya, G. (2014, agosto). Antropocentrismo: ¿un concepto equívoco?. Entre
textos. Recuperado de http://entretextos.leon.uia.mx/
Fournier, G. (2018). Bystander Effect. Psych Central. Retrieved on March 10,
2019, from https://psychcentral.com/encyclopedia/bystander-effect/
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video]. Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=NZv94PH-kuo

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