Al finalizar la lectura, podría decir que no siéndome extraño, la pluma del autor es de
una calidad literaria muy de mi gusto. Una lectura rica no sólo en el desarrollo de la
idea principal, sino también en las reflexiones propias del autor que parecen mostrarse
ante mí como el reflejo de un pensamiento propio nunca organizado. La forma de
escribir claridades ante aspectos humanos como el enamoramiento, y los rastros de
carácter que se van dejando inconscientemente son, en manos de Ginzburg y de todos
los autores maravillosos que he leído en esta escuela, de una simpleza y sencillez
fulminante que engancha aún más la mirada hacia esta concepción del ser humano.