Se dice que hoy, todo está permitido y eso parece ser una autentica tragedia. Todo parece estar perdido,
hacen falta retornos, el retorno de la autoridad, de los valores, manos duras, límites y leyes, volver a la vieja
disciplina, restaurando la así asimetría que separa maestros de alumnos. Y por último, presencias: de los
padres, de las autoridades, de alguien que venga a poner un poco de orden.
Es falso afirmar que no hay reglas, limites y autoridades, la autoridad supone la posibilidad de una oposición y
la renuncia consciente y voluntaria a la realización de esa posibilidad, si no existe la posibilidad de reaccionar
no hay autoridad. La autoridad es una relación social y en esa relación una de las partes suspende la acción.
No hay autoridad cuando de por medio se encuentra la fuerza bruta, para tener autoridad no es necesario
hacer nada.
La autonomía parece ser el hechizo de la modernidad. Era la promesa que llegaría en principio con el simple
paso del tiempo, con volverse adultos, y en la que la escuela desempeño un lugar fundamental. Una promesa
asentada en el extraño supuesto de que el sometimiento consentido de los alumnos a valores y reglas los
convertiría en hombres libres.
Hoy hablamos de una autoridad que no manda, se trata de múltiples autoridades que no logran conservar su
lugar por mucho tiempo, con varios referentes, por lo que parece reinar son autoridades autónomas, que no
pretenden cuidar de nadie. Las autoridades que no dan órdenes sino que ejercen influencias, que coordinan,
gestionan y practican una política impersonal, que demuestran hasta qué punto están en dominio de si
mismos mediante la indiferencia hacia los otros. Sujetos autónomos, librados a su propia ley, escuelas que
promueven la autonomía, que exhortan a los alumnos a la independencia, pero al mismo tiempo insisten en
trabajar sobre la comprensión, la importancia del vínculo y el respeto por la diversidad.
CONTRA EL DESAMPARO
PERLA ZELMANOVICH
En la Argentina más del 50% de los chicos vive bajo la línea de pobreza. Si el desamparo es la falta de
recursos para subsistir, a la falta de comida, de techo, de salud, de seguridad, se suman la fragilidad y la
inconsistencia de los discursos que sostiene el vínculo social.
Pero la posibilidad de dar sentido a lo que se ubica en los confines de la racionalidad, se hace factible si
hay otro que mantiene algún grado de integridad para situar en una trama significativa lo que irrumpe en la
realidad. Incluso en las condiciones más penosas, el recurso de dar sentido posee una fuerza vital
extraordinaria al ejercer con eficacia una función de velamiento, no en el sentido de la mentira, sino en el
sentido de una distancia necesario con los hechos, que permite aproximarse a los mismos sin sentirse
arrasados por ellos.
Se pretende incursionar en una zona que contribuya con evitar que los adultos en las escuelas
incrementemos el desamparo que padecen los más jóvenes fuera de ellas, y el que deviene de su propia
condición de niños y adolescentes.