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La tradición de los cuarenta días de ayuno de Jesús.

Un análisis bíblico, algunas observaciones

Héctor B. Olea C.

El análisis de las observaciones que quiero presentar aquí respecto del tema planteado, se concentrará en la
llamada “tradición sinóptica” (Marcos, Mateo y Lucas); pues el cuarto evangelio, el evangelio de Juan, al
respecto nada dice, nada aporta.

Lo interesante es que, como veremos, la tradición sinóptica no muestra uniformidad en esta cuestión.
Volviendo al evangelio de Juan, es muy difícil (aunque no imposible) que el autor de este evangelio no
haya conocido la tradición en torno a los cuarenta días de ayuno de Jesús de Nazaret que proporciona la
tradición sinóptica (más bien sólo una parte de ella). Ahora bien, en caso de haberla conocido, ¿por qué no
la incluye el autor en su evangelio? Probablemente porque este elemento de la tradición no iría acorde con
su cristología (cristología descendente, la que enfatiza los elementos que asocian a Jesús con la deidad). En
todo caso, lo cierto es que definitivamente el cuarto evangelio no aporta nada en esta discusión.

Por otro lado, es obvio que la cristología de Marcos no es similar a la de Juan; en concordancia con Juan
tampoco se identifica Marcos con la tradición que da origen a los relatos de la cristología de la concepción
(sólo Mateo y Lucas); y al final tampoco se hace eco Marcos (considerado el primer evangelio en ser
escrito) de la tradición del ayuno de Jesús en el desierto.

Retomando la situación en torno a los evangelios sinópticos, quiero comenzar citando lo que textualmente
dice cada evangelio, a la luz de cómo se leen en la Reina Valera 1960. Posteriormente apelaremos al texto
griego.

El Evangelio de Marcos: “Y luego el Espíritu le impulsó al desierto. 13Y estuvo allí en el desierto cuarenta
días, y era tentado por Satanás, y estaba con las fieras; y los ángeles le servían” (Marcos: 1.12-13)

El Evangelio de Mateo: “Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el
diablo. 2Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre” (Mateo: 4.1-2)

El Evangelio de Lucas: “Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y fue llevado por el Espíritu al
desierto 2por cuarenta días, y era tentado por el diablo. Y no comió nada en aquellos días, pasados los
cuales, tuvo hambre” (Lucas: 4.1-2)

Observaciones:

Marcos, a diferencia de Mateo, no dice que Jesús fue impulsado (por el Espíritu) para ser tentado.
Simplemente afirma que fue impulsado por el Espíritu al desierto.

Marcos, en concordancia con Mateo y Lucas, afirma que el tiempo de Jesús en el desierto fue de cuarenta
(40) días.

Marcos, a diferencia de Mateo y Lucas, no dice que Jesús estuvo ayunando durante esos cuarenta días en el
desierto; simplemente afirma “y era tentado por Satanás, y estaba con las fieras; y los ángeles le servían”

Mateo, a diferencia de Marcos, afirma categórica y expresamente que Jesús fue impulsado al desierto (por
el Espíritu) “para ser tentado por el diablo”.

Mateo, a diferencia de Marcos (y en concordancia con Lucas) sostiene que Jesús estuvo en ayuno esos
cuarenta días que estuvo en el desierto.

Lucas, a diferencia de Mateo, pero en concordancia con Marcos, no sostiene que Jesús fue llevado al
desierto para ser tentado por el diablo. Simplemente afirma que estando allí “era tentado por el diablo”.
Lucas, en concordancia con Mateo, y a diferencia de Marcos, sostiene que Jesús estuvo en ayuno mientras
estuvo esos cuarenta días en el desierto. De todos modos, lo plantea con otras palabras. Mientras que Mateo
afirma “Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre”; Lucas afirma “Y no
comió nada en aquellos días, pasados los cuales, tuvo hambre”

Un importante detalle que tenemos que tomar en cuenta al observar que sólo Mateo y Lucas se hacen eco
de la tradición de los cuarenta días de ayuno de Jesús; es que esta tradición forma parte de la otra fuente
utilizada por estos dos evangelistas (además de Marcos), para componer sus evangelios; la llamada “fuente
Q” (“El evangelio desconocido”).

Pasemos a considerar ahora, ciertas diferencias en la tradición sinóptica, pero a la luz del texto griego.

1) Para hacer referencia a los cuarenta días de ayuno (sólo Mateo y Lucas), Mateo y Lucas usan dos verbos
distintos:

Por un lado, observamos que Mateo emplea una forma verbal (“nestéusas”) del verbo griego “nestéuo”
(ayunar): “ayunó”.

Por otro lado, Lucas emplea una forma verbal (“éfaguen”) del verbo “esthío” (comer), acompañada de la
partícula negativa (o adverbio de negación) “uk” (“uk éfaguen”: no comió).

2) Según Mateo 4.1 el Espíritu actuó como causa principal (empleando la preposición griega “jupó”
acompañada por el caso genitivo) al llevar a Jesús al desierto para ser tentado.

Pero Lucas 4.1 presenta la misma acción del Espíritu, también como la de causa principal, pero usando el
caso dativo, en este caso con la preposición “en”.

Es oportuno puntualizar que aunque la regla es que el agente personal (quien realiza la acción del verbo) de
un verbo en voz pasiva, se exprese por lo general con la preposición griega “jupó” acompañada por el caso
genitivo; también es cierto que la misma idea se puede expresar muy bien con el caso dativo, pero sin
preposición. Curiosamente aquí encontramos un verbo en voz pasiva, pero acompañado por el caso dativo
más la preposición “en”.

Ahora bien, que el texto de Lucas 4.1 emplee la preposición “en” en este caso, se debe al influjo del idioma
hebreo y su uso frecuente de la preposición “be” para señalar tanto una acción del tipo “causa
instrumental” como del tipo “causa principal”.

Otra diferencia es que Mateo 4:1 usa el aoristo pasivo (anéjthe) del verbo “anágo” (conducir), a diferencia
de Lucas que emplea una forma verbal en voz pasiva y en tiempo imperfecto (“égueto”) del verbo “ágo”
(“conducir”). Lamentablemente la versión Reina Valera 1960 no establece diferencia al traducir “fue
llevado” tanto en Mateo 4.1 como en Lucas 4.1.

Es cierto que la versión Reina Valera 1960 tradujo muy bien la forma verbal “anéjthe”, que tiene Mateo en
el texto griego, es decir “fue llevado”. No obstante y, en cambio, la forma verbal “égueto” que en realidad
leemos en el texto griego de Lucas 4.1, demanda la traducción “era guiado”, “era conducido”, y no “fue
llevado” como se lee en la Reina Valera 1960.

En conclusión, mientras que Mateo 4.1 afirma que el Espíritu condujo a Jesús al desierto; Lucas 4.1 más
bien sostiene que “en el desierto (estando en el desierto) el Espíritu conducía (guiaba) a Jesús.

3) La versión de Marcos en relación a la versión de Mateo y Lucas

Por un lado, la versión o perspectiva de Marcos concuerda con la de Mateo y la de Lucas, al señalar la
acción del Espíritu como la de una acción principal. Por otro lado, es diferente de la de Mateo y de la de
Lucas, porque usa una estructura gramatical distinta para expresar la misma idea y describir la misma
acción. Observemos:

En primer lugar, Marcos no usa el dativo (como Lucas), ni la preposición “jupó” más el caso genitivo
(como Mateo). Marcos, sencillamente usa la estructura básica de un sujeto gramatical y su correspondiente
acción verbal con un complemento u objeto directo (“le impulsó”). Marcos señala al Espíritu como el
sujeto gramatical que realiza una acción con un verbo transitivo (griego “ekbálo”), siendo Jesús el
complemento u objeto directo. Con dicha estructura, Marcos presenta al Espíritu como el único sujeto
(causa eficiente) de dicho verbo (griego “ekbálei”, forma verbal de “ekbálo), concordando así con Mateo y
Lucas.

En segundo lugar, hay un matiz con el cual la versión de Marcos concuerda con la de Mateo y no con la de
Lucas. Me explico, Marcos y Mateo coinciden en afirmar que el Espíritu Santo impulsó a Jesús al (hacia el)
desierto (“eis ten éremon”); pero Lucas más bien sugiere que el Espíritu guiaba (conducía) a Jesús en el
ámbito del desierto (mientras estuvo, estaba, en el desierto; el griego “en te éremo”).

En tercer lugar, y con relación específica al verbo, Marcos usa el presente histórico (griego “ekbálei” forma
verbal de “ekbálo”: “lo arroja, lo echa”), tiempo que en la narración de hechos pasados se usa para hacer
los eventos más vívidos o actualizarlos en el presente. En este aspecto disiente tanto de Mateo (que usa el
aoristo pasivo del verbo “anágo”, o sea “anéjthe”: “fue conducido, impulsado”), así como de Lucas (que
usa el imperfecto pasivo del verbo “ágo”, o sea, “égueto”: “era conducido, guiado”).

Finalmente, respecto a los cuarenta (40) años, diré que no hay nada que obligue a interpretarlos
literalmente. Pienso que la explicación que ofrece E. W. Bullinguer («Cómo entender y explicar los
números de la Biblia», publicado por CLIE), es adecuada, cito: “El número 40 ha sido reconocido
universalmente y durante mucho tiempo como un importante número, tanto debido a la frecuencia de su
aparición, como a la uniformidad de su asociación con un período de prueba y disciplina” (página 288).

Conclusión:

Cualquier valoración de los cuarenta días de ayuno de Jesús de Nazaret, no debe ignorar varias cosas:

1) dos de los evangelios canónicos (Marcos y Juan), no dicen nada al respecto, y sencillamente no
concuerdan con Mateo y Lucas en este sentido. Ahora bien, no digo que Marcos y Juan no hayan conocido
este elemento de las tradiciones relacionadas con la figura histórica de Jesús de Nazaret; simplemente
afirmo que Marcos y Juan no concuerdan en este punto con Mateo y Lucas, porque no incluyeron en sus
evangelios ese elemento de la tradición en torno a la figura histórica de Jesús de Nazaret.

2) la tradición sinóptica misma (Marcos, Mateo y Lucas) no presenta uniformidad en la forma en que relata
la estadía de cuarenta días de Jesús en el desierto, después de ser bautizado por Juan (detalle en el que, sin
embargo, concuerdan Marcos, Mateo y Lucas). Claro está, también llama la atención que el cuarto
evangelio, el evangelio de Juan, no dice nada respecto de que Jesús fue bautizado por Juan el Bautista; más
bien va en sentido muy contrario (léase Juan 1.25-34).

3) no hay razón alguna para interpretar estos cuarenta días de Jesús en el desierto como un tiempo o
período radicalmente literal. Más bien, por su uso generalizado en la Biblia misma, parece más acertado
interpretarlo sencillamente como un período de disciplina y capacitación.

4) a pesar del testimonio de Mateo y Lucas (sólo de estos dos evangelistas) del ayuno de Jesús mientras
estuvo en el desierto, después de ser bautizado y, al principio de su ministerio; no obstante, no se puede
soslayar el hecho de que no hay en los evangelios ni en las epístolas, una sola evidencia de que Jesús
enseñara o exigiera alguna vez, como necesaria, la práctica del ayuno. A lo más que se puede llegar es a
sostener que en sus enseñanzas Jesús reconoció que el ayuno era una práctica judía observada y muy
conocida en su tiempo, aunque ciertamente no establecida por las Escrituras del AT como una exigencia
divina.

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