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Curación a Nivel de Jaiá y Iejidá

El tercer nivel de curación es a través del poder de los Nombres sagrados, tales como los
inscriptos en los amuletos que se llevan en el cuerpo o conservado en algún lugar visible.

Un Nombre sagrado tiene el poder de atraer influjo Divino hacia los aspectos supraracionales del
alma, produciendo una suprema experiencia Divina que fortalece el alma y le brinda suficiente
poder para curar el cuerpo.

Este método de curar, se relaciona en particular con el tercer nivel del alma, la neshamá, que es
la habilidad del alma de percibir directamente la presencia de Hashem en el mundo y sentir el
aliento de vida Divino entrando en su ser.

El nivel de la

neshamá

está inicialmente en forma inconciente en la psique del hombre, porque el estado de conciencia
inicial innato es exclusivamente el de

NEFESH (conciencia física, material) Y ruaj (conciencia espiritual).

Los Nombre sagrados se dirigen a la neshamá

y la traen a un estado de apercibimiento y experiencia concientes. Uno siente que Hashem está
siempre dentro de si –“Hashem es tu sombra, del lado de tu mano derecha”. Hashem está
siempre allí para protegerte y curar todas tus dolencias espirituales y físicas.

El curador experto que hace uso de los Nombres sagrados debe ser un cabalista “experto”. Debe
conocer el exacto matiz y poder de cada uno de estos Nombres, y al escribir un amuleto debe
rezar a Hashem, en un estado de sincera humildad y auto anulación, para que su remedio sea
efectivo y meditar en todas las intenciones Divinas prescriptas por la Kabalá con respecto al
Nombre específico (junto con el nombre del paciente).
Dicen que rabí Israel Baal Shem Tov escribió sólo su propio nombre en un amuleto hecho para
curar a un paciente enfermo. Con esto produjo, a nivel de la

neshamá, que el paciente sea conciente de que el alma del verdadero tzadik está presente junto
a él en todo momento. El verdadero tzadik atrae el conocimiento auténtico de la absoluta
unidad y bondad de Hashem (para curar toda carne) a la conciencia de todas las almas
conectadas a él.

Curación a nivel de

Jaiá

(el viviente)

Nuestros sabios hacen referencia al cuarto nivel de curación de la siguiente manera: “si nos
duele la cabeza, debemos profundizar en el estudio de la Torá… si nos duele todo el cuerpo,
debemos profundizar en el estudio de la Torá”.

De manera similar, nuestros sabios enseñan: “aquel que profundiza en la luz de la Torá, la luz de
la Torá lo revitaliza”.

Para atraer vitalidad física desde la luz de la Torá, nuestra alma se debe conectar de verdad a la
Torá, la palabra de Hashem. La luz de la Torá es la luz trascendente de Hashem, la luz infinita que
“rodea todos los mundos”. A este nivel, la experiencia del alma no es la de la presencia de
Hashem como algo diferente a esa experiencia del alma (irradiando Su luz Divina dentro del alma
y el cuerpo), sino más bien ella se siente como una misma entidad dentro de la presencia de
Hashem. Esto es así porque “la Torá y Hashem son uno”.

Esta experiencia es a nivel de jaiá, “el viviente”, la percepción de la luz de la Torá como “nuestra
vida y el largo de nuestros días”. El poder del vínculo reforzado del alma hacia la Torá es
suficiente para atraer la fuerza de la curación al cuerpo.

Este nivel de curación es análogo a la ley de que un cuerpo de agua impuro (enfermo) se
purificainstantáneamente cuando “besa” las aguas de una mikve pura. De la misma manera,
cuando el alma toca –“besa”– las aguas puras de la Torá, se “mezcla” con las aguas vivientes,
recibiendo así suficiente fuerza de vida para curar el cuerpo.

Sin embargo, en el dicho de nuestros sabios —“si nos duele la cabeza…”— el término “dolor” (en
hebreo jash) es usado (más que una palabra fuerte de enfermedad física) implicando que el mal
al que se refiere aquí no es que se ha dañado mortalmente un órgano interno vital, sino un
simple “dolor” en uno de los miembros del cuerpo (o en todos —“si nos duele todo el
cuerpo…”).

Aquí, continuando con la analogía de las aguas puras de la mikve, la luz de la Torá ciega los ojos
de las “cáscaras” (kelipot) impuras responsables de la enfermedad. La influencia negativa de las
“cáscaras” desaparece y el cuerpo se recupera. No obstante, cuando los órganos internos vitales
del cuerpo han sido dañados mortalmente, el “beso” de la luz de la Torá no es suficiente para
curarlos milagrosamente (es decir, regresarlos a su estado completo de ser anterior).

El cuarto nivel del alma,

jaiá, es identificado en Kabalá con el origen de la sabiduría Divina de la Torá. Este es más elevado
que la capacidad del alma de percibir la presencia de Hashem en el mundo y experimentar Su
aliento de vida penetrando en su ser, el nivel de neshamá, energizado con Nombres sagrados
como se describió arriba. De este nivel está dicho: “la sabiduría [de la Torá] da vida a sus
poseedores”.

Se nos enseña en Kabalá que jaiá del alma reside en el “fluido aéreo” por sobre el cerebro, por
debajo del cráneo. Esto corresponde en nuestro servicio Divino a un estado de verdadera auto
anulación —como el que experimentamos cuando nos sumergimos en las aguas puras de la

mikve— imbuidos con un sentido de infinita serenidad.

Se debe observar que desde este nivel en adelante, el curador y el paciente se vuelven uno.
Aquí, con el servicio espiritual del alma doliente logramos curarnos.

[20:52, 13/2/2019] Liliana Emilia Burdman: LA “GUERRA” CONTRA LAS ENFERMEDADES

El gran autor, poeta y médico de Boston del siglo XIX, en realidad no tenía nada en contra de los
peces; sólo que reconoció dentro de su propia profesión un defecto fundamental que persiste
hasta el día de hoy. La gran mayoría de las medicinas, junto con la cirugía alopática y técnicas de
radiación, tratan los síntomas e ignoran las causas de la enfermedad.

Pero primero, asegurémonos de que conocemos cómo se escribe correctamente la palabra


malestar. Debería ser "mal-estar", con un guión, porque la enfermedad conlleva estar mal,
porque la pérdida del bienestar en el mundo del caos es exactamente lo que yace en el centro de
todo desde la varicela hasta el cáncer. El mal-estar de la enfermedad, propiciado por nuestras
perspectivas emocionales y creencias retrógradas, literalmente significa una alteración del bien-
estar, una perturbación del estado de reposo y quietud de la mente, que conlleva a la buena
salud. Implica desbalance, falta del orden, y la existencia de condiciones caóticas que son tan
omnipresentes en nuestro mundo.

Reaccionamos a este mal-estar de la enfermedad con otra palabra que podemos analizar. Al
enfermar nos alteramos, que es una manera de decir que experimentamos una sensación de
que las cosas no están en orden, y por ende en caos. También nos angustiamos, deprimimos,
abatimos y desanimamos y todos los términos que tienen un uso en común: explican el síntoma,
pero no el problema.

Aquí yace la barrera fundamental para encontrar soluciones para los problemas que nos
aquejan. Somos incapaces o no estamos dispuestos a investigar las causas principales,
prefiriendo una solución rápida en vez de cualquier análisis mental o espiritual. Incluso los
antibióticos, que se supone que serían la sentencia de muerte, de una vez por todas, a las
enfermedades infecciosas, se han usado tanto que se han declarado prácticamente inútiles. La
Enciclopedia Grolier Multimedia (1993) concluye que el 90 por ciento de todas las prescripciones
de antibióticos que se realizan son "innecesarias o inapropiadas".

El enfoque de la medicina alopática moderna intenta curar la enfermedad produciendo una


condición dentro del sistema que es diferente u opuesta a la enfermedad en sí. Si alguna vez has
tenido fiebre, los doctores alopáticos dirán que la trates con una aspirina; si tienes indigestión te
dirán que la combatas con una cucharada o dos de antiácido. En resumen, lo que podría ser
descrito como la pesadilla de los trastornos sintomáticos, estos sólo tratan los síntomas externos
de todas las enfermedades, ya sean físicas, mentales o sociológicas, mientras que no prestan
atención en lo absoluto a la causa interna, metafísica. Por ende, el alivio temporal se convierte
en el objetivo primordial de una perspectiva corrupta de las ciencias de la vida. Se presta una
gran atención a "ganarle la guerra" a la enfermedad, pero pocas veces la "guerra" siquiera
profesa prevención.
Aún así, incluso con una trayectoria que podría ser catalogada como dudosa en cualquier otro
campo, la medicina alopática sigue imperante, mientras que los sanadores que usan otros
enfoques siguen siendo catalogados como curanderos y charlatanes. Según la sabiduría
convencional, sólo los médicos tienen la capacidad de sanar cuerpos, pero la verdad es que
ningún médico ha sanado a alguien. Cuando los cirujanos ortopédicos enderezan un brazo o
pierna roto, ¿en realidad ellos sanan algo? Claro que no; la sanación es una propiedad natural
del cuerpo. El médico, quien esencialmente actúa como un mecánico, o si se quiere un
facilitador, no juega ningún papel ahí. Los "sanadores" de otras disciplinas también entran
dentro de esta categoría.

Sólo hay una fuerza de energía que realmente sana y esa es la Luz del Creador. Todas las otras
sanaciones consisten en una variedad de mecanismos de ayuda que permiten que la Luz
espiritual obstruida realice su función, que es buscar y destruir organismos extraños y dañinos, y
si es necesario reparar el daño causado por la oscuridad del Oponente. Desde afecciones leves
como dolor de espalda, fatiga, alergias en la piel a aflicciones tan serias como el cáncer,
enfermedades cardíacas, y VIH, el factor crítico para la sanación es el flujo de energía de la Luz
espiritual.

Un cuerpo enfermo es un cuerpo con un nivel bajo de Luz. Puede que resulten enfermedades
como respuesta directa de situaciones de tristeza, o duelo en el que, como hemos visto, la
Shejiná abandona al paciente, dejándolo vulnerable ante la separación de la conciencia de
Yesod. Recordarás que la Shejiná es la fuerza metafísica que sirve como una cortina para
protegernos del poder directo de la Luz del Creador, así como también como el canal por el cual
hacemos una conexión con la conciencia de Yesod, para vaporizar la negatividad. Al conectarnos
con el flujo de Luz espiritual, cualquier cantidad de aflicciones humanas pueden ser eliminadas.
Nuestros sistemas inmunológicos son la clave para su erradicación y la meditación kabbalística
puede lograrlo.

En otras palabras, tenemos la habilidad de convertirnos en nuestros propios sanadores. Si lo


permitimos, la Luz espiritual fluirá a través de nosotros, sanando mientras se mueve a través de
nuestro cuerpo y alma. Pero, al mismo tiempo, actuamos regidos por la ilusión de que podemos
interferir libremente con el ritmo normal de las funciones corporales a través de pensamientos
negativos, o abusos de drogas o alcohol, panaceas médicas inapropiadas, comer de más de o
menos, o cualquiera de las miles de cosas que hacemos que son perjudiciales para el corazón,
hígado, riñones, y otros órganos vitales.
Esencialmente tenemos dos cuerpos. El primero es la construcción física ilusoria que ocupamos
aquí en Maljut. El segundo es el cuerpo metafísico oculto que está conectado directamente con
el Árbol de la Vida. Sirve como una interface entre el Árbol de Conocimiento y el Árbol de la
Vida, donde ocurre la única sanación verdadera.

VER Y CREER

Antes de que examinemos la verdadera disciplina de la meditación kabbalística en lo que


respecta a la sanación, exploremos primero una importante técnica de auto-sanación que
podemos incorporar en el proceso. Es el uso de imágenes.

El efecto placebo es bien conocido en todas las aplicaciones de la medicina. Llamar a algo
"placebo" significa que sus beneficios surgen de la conciencia de creencias del paciente en vez
de ser algo inherente a la medicina en sí. La sanación que ha ocurrido por los placebos sin duda
prueba que los pensamientos pueden desencadenar las habilidades auto curativas del cuerpo. A
través de imágenes dirigidas, nuestras creencias, deseos, y voluntad de recuperarnos se
traducen en sanación significativa. En resumen, así como podemos engañarnos para realizar una
auto sanación porque hemos sido engañados con un placebo, podemos hacerlo
deliberadamente con una conciencia intencional.

Se han realizado muchas investigaciones sobre la conexión entre la actividad mental y el cuerpo
físico, y la mayoría de ellas indica que la mente participa activamente en curar las enfermedades.
Los kabbalistas siempre han sabido esto. Ellos se han comprometido con lo que comúnmente se
denomina el poder de la mente sobre la materia, pero llevan el concepto un paso más allá que
los científicos especializados en temas físicos que observan el mismo fenómeno. El kabbalista
sugiere que más que ser un mero participante en el esquema metafísico-cuántico, un hombre o
una mujer, utilizando el poder del pensamiento, puede determinar la actividad tanto física como
metafísica.

Para lograr esto, utilizamos las siete Sefirot representadas en el esquemático Árbol de la Vida
(Tikún Hanéfesh o Corrección del alma), desde Jésed bajando hasta Maljut. Este quantum
energético, también conocido como el Tetragramatón, afecta directamente partes específicas del
cuerpo a través de la influencia astral.
TIKÚN HANÉFESH

Tikun Hanafesh

La tríada superior del árbol, que consiste en Kéter, Jojmá y Biná, representa las fuerzas que
habilitan y dirigen los sentidos externos de la vista, el oído, el olfato y el gusto. Cada paquete
gobierna e influencia los dos ojos, los dos oídos, las dos ventanas de la nariz, y la boca. Por ende,
las Sefirot abren la puerta a la sanación kabbalística de cada parte del cuerpo.

Para utilizar el poder del Tetragramatón, el practicante simplemente debe meditar sobre la
combinación de nombres sagrados pertinentes al área física afligida, y luego, a través de la
kavaná –intención- dirigir el poder hacia esa área. Al ser los canales más poderosos del poder
puro y descubierto de la Luz del Creador, estos nombres nunca deben ser pronunciados, pero en
la sanación, se pueden realizar mediaciones concentrándose en ellos con completa seguridad y
efectividad.

La idea básica de usar fuerzas astrales para influenciar la vida humana es tan antigua como la
raza humana en sí. Antiguamente las personas reconocían la "magia" de la luz y adoraban al sol,
la luna, y otros cuerpos celestiales. Ellos entendían que las influencias astrales existían, pero que
podían hacer muy poco para utilizarlas o superarlas. Ahora sabemos que el efecto de la luz en
nuestra mente y cuerpo es menos mágica que biológica. El poder sanador de la luz es tema de
investigación en las clínicas y laboratorios alrededor del mundo. Finalmente la ciencia está
reconociendo algo que los humanos siempre han sabido instintivamente: la luz estimula y
energiza; la luz vaporiza lo que la oscuridad oculta; la luz nos hace sentir bien. La ciencia puede
usar la luz para alterar nuestros relojes corporales, patrones de sueño y posiblemente hasta
nuestros sistemas inmunes. Y si la luz a un nivel físico puede hacer todo eso, ¿Cuán mejores son
las oportunidades cuando la energía espiritual metafísica de la Torá es invocada?

Sin embargo, antes de que podamos sanarnos a nosotros mismos, debemos superar nuestra
propia negatividad, dolor, tristeza y depresión, las terribles klipot que nos cubren y nos separan
de la Luz del Creador que todo lo sana.
Ahora los científicos están estudiando sistemáticamente el duelo y la tristeza y su efecto en la
salud física y en el sistema inmunológico. Ellos han encontrado que el sistema inmunológico de
individuos en proceso de duelo de hecho se debilita. Pero no han hallado la razón, ni el
mecanismo. La mayoría de los investigadores atribuyen el impacto al estrés, que es una etiqueta
y no una descripción adecuada. El Zóhar atribuye la conexión entre el duelo y el sistema
inmunológico a una alteración de la conciencia de Yesod, una alteración que se deriva del hecho
de que el duelo y la tristeza no pueden coexistir con la Shejiná. Y, como discutimos
anteriormente, la Shejiná es la que canaliza la Luz espiritual al sistema inmunológico. Mientras
más tiempo ocurra esta interrupción, mayor será el peligro para el sistema inmunológico porque
para funcionar, requiere el sustento que sólo la Luz del Creador puede trasmitir. El sistema
inmunológico es el instrumento que les ordena a las defensas del cuerpo a que luchen en contra
del cáncer y una serie de enfermedades infecciosas, pero debe ser cargado con energía para
trabajar, y sólo la Luz puede realizar ese trabajo. El Oponente, el amo del caos, sabe
exactamente cómo mantener un abismo de oscuridad entre nosotros y la Luz. Él lo hace con el
estrés.

Desde hace tiempo se ha reconocido que el estrés es un gran factor contribuyente en relación a
las enfermedades. El estrés allana el camino para las aflicciones que van desde un accidente
cerebrovascular fatal y ataque al corazón, a úlceras, que cada vez más se reportan hasta en niños
pequeños. El estrés puede afectar los patrones del sueño, desviarnos de acciones positivas, y
nublar nuestras vidas con ansiedad.

Por ello, debemos desprendernos proactivamente de la mentalidad negativa a través de las


técnicas de meditación kabbalística que mencionamos anteriormente. El grado de nuestra
sanación depende completamente de nuestra habilidad de restaurar la Luz interna a su
revelación más completa, y eso sólo puede ser alcanzado al transformar nuestro deseo negativo
de recibir para sí mismo, a una actitud de compartir. Sólo así podemos vencer a cualquier invasor
microscópico decidido a perturbar el balance natural de nuestro cuerpo.

La transformación de nuestro deseo inherente de recibir, de codicia a uno de compartir, no tiene


nada que ver con religión, o incluso con moralidad o ética. Es un asunto supremo de interés
propio. Cada vez que nos comportamos de manera negativa, cediendo ante la codicia, la envidia,
el odio y la intolerancia, estamos de hecho dañando los poderes curativos naturales dentro de
nuestro cuerpo. Con cada pensamiento o acto negativos nos estamos poniendo en riesgo. Sólo
hay una razón por la que nuestra sociedad como un todo se convertirá en una comunidad que
comparte y eso es porque nos conviene. La prohibición religiosa del "pecado" no tiene nada que
ver con esto. Sin la conciencia elevada de la Luz espiritual, estamos condenados a caminar toda
nuestra vida en una caminadora cíclica de éxito-fracaso, mañana-ayer, salud-enfermedad.
La única razón para que el cuerpo físico sufra dolor, sufrimiento, degeneración, envejecimiento, y
muerte es el control de Oponente sobre el universo material. Al eliminar al Oponente
eliminamos todas esas condiciones debilitantes. Cuando permitimos que la Luz espiritual inunde
nuestro cuerpo físico con la energía de la fuerza que da vida, comenzamos a disfrutar de los
beneficios de la intención original del Creador para Su Creación, que es compartir Su eterna
beneficencia y vida.

[20:57, 13/2/2019] Liliana Emilia Burdman: El sistema digestivo (y el desarrollo espiritual)

…”Adán pecó al comer del árbol del Conocimiento. Así, nuestra exploración de la anatomía
espiritual comenzará con el “sistema digestivo”. Los órganos del sistema digestivo sirven como
base de las características más fundamentales del hombre. Sólo reconociendo el potencial
oculto en estos órganos podremos avanzar en nuestro crecimiento espiritual.

Las tres pasiones primarias del hombre son el deseo de riquezas, el placer sexual y la comida.
Enseña el Rebe Najmán que el deseo de riquezas es un abismo sin fondo del cual resulta
extremadamente difícil retornar (Likutey Moharán I, 23). La pasión sexual también constituye
una importante prueba que la persona debe enfrentar constantemente a lo largo de su vida
(Likutey Moharán I, 36; ibid. 23). Pero es a la gula a la que el Rebe Najmán denomina “la pasión
principal,” pues es el alimento el que le da al hombre la fuerza para perseguir sus otros deseos y
nunca puede abandonarse por completo (Likutey Moharán I, 62:5). Más aún, comer es lo
primero que desea un ser humano al llegar al mundo. En cambio el amor, el temor, la paciencia y
la humildad, el anhelo de éxito o de poder, los celos, la envidia, la arrogancia y todas las otras
pasiones se manifiestan en diferentes etapas de la vida. Algunas características se desarrollan
durante la infancia; otras, durante la pubertad y otras en la edad adulta. Pero la necesidad de
comer, de digerir y de eliminar los desechos es algo que comienza al nacer.

Enseña el Rebe Najmán que los deseos son superfluos. Se los compara con la cáscara de una
fruta que se pela y descarta. De la misma manera, uno puede descartar y vivir sin lo superfluo
(Likutey Moharán I, 62:5), tal como se observa en el caso del infante quien “sabe” cuánto
alimento necesita y no come en exceso. El cuerpo humano requiere para una supervivencia
óptima de una simple y balanceada dieta de carbohidratos, proteínas, grasas, frutas y vegetales.
Y, enseña el Rebe Najmán, todo alimento puede ser elevado y otorgar ese estado de completa
nutrición del que disfrutaba Adán en el Jardín del Edén (Likutey Moharán II, 5:17).

Afirma el Talmud que el hombre debe probar de todo lo que está permitido, para así apreciar y
agradecer a Dios por Sus maravillosas creaciones (Ierushalmi, Kidushin 4). Es obvio que se espera
entonces que sintamos placer al comer. Pero existe una diferencia entre consumir aquéllo que es
esencial y el deseo por los excesos. Aunque el hombre pueda vivir de pan y agua, usamos
manteca, margarina, miel o jalea para mejorar el sabor del pan. Le damos sabor a nuestras
bebidas para hacerlas más agradables al paladar. Estos son ejemplos simples de los agregados
permitidos que pueden llevar a excesos si uno no se cuida.

El mantenimiento apropiado del sistema digestivo es de fundamental importancia para el


crecimiento físico y el bienestar del hombre. Dado que el cuerpo es un paralelo del alma, el
bienestar del cuerpo indica una medida igual de bienestar en las capacidades del alma. Sólo
mediante el alimento es posible mantener una relación armoniosa entre cuerpo y alma, pues el
cuerpo debe nutrirse para poder existir.

El alma, por su parte, no requiere alimento. Sólo cuando ambos, el cuerpo y alma están unidos,
se necesita de la nutrición (Likutey Moharán II, 5:3).

Aunque la medicina occidental considera a los órganos de la digestión, del procesado de los
alimentos y de la excreción, como sistemas separados, nosotros, en aras de la conveniencia, los
trataremos como una unidad. (Cabe destacar que la medicina china y otras formas de medicina
holística enseñan que todas las partes del cuerpo son interdependientes).

Así, en esta sección trataremos sobre el estómago, el hígado, la vesícula biliar, el bazo, los
riñones y el sistema circulatorio, todos ellos órganos que de alguna manera se encuentran
conectados con la digestión del alimento, con su procesado para la obtención de los nutrientes y
con la excreción de la materia de desecho.

Al comer, el alimento desciende al estómago, donde las enzimas y los ácidos lo disuelven en
partículas más pequeñas. El tracto digestivo continúa procesando este alimento, reduciéndolo a
nutrientes que son transportados por el sistema sanguíneo. La sangre, enriquecida con los
nutrientes, fluye hacia el corazón y los pulmones, donde es enriquecida con oxígeno y bombeada
a través del sistema, llevando el alimento a todo el cuerpo. Todo lo extraño es rechazado y
expelido. La capacidad del cuerpo para saber exactamente qué absorber y qué rechazar es una
de las más notables maravillas de Dios.

[20:59, 13/2/2019] Liliana Emilia Burdman: El bazo y su relación con la avaricia

Las funciones del bazo consisten en mantener el volumen sanguíneo, producir cierto tipo de
células de la sangre y recuperar la materia de las células sanguíneas gastadas (filtrando
impurezas de la sangre).

Como tal, su energía se focaliza sobre las impurezas que se hallan en el cuerpo y entabla una
batalla constante por eliminar los excesos del sistema. Cuantos más excesos hay en el cuerpo,
más difícil es el trabajo del bazo.

Tradicionalmente se ha asociado al bazo con la melancolía. La conexión es clara: el bazo


representa la “bilis negra” y la depresión melancólica es atribuida a un exceso de “bilis negra”.
Así es como el bazo, trabajando constantemente con materia superflua, tiene de hecho una
tarea realmente “depresiva”.

El Asiento de la Depresión

Enseña el Rebe Najmán:

La melancolía está asociada con el bazo. El bazo puede filtrar sólo una limitada cantidad de
sangre en un tiempo determinado y esta actividad es muy beneficiosa para la salud. Sin
embargo, si dentro del sistema hay una cantidad extra de excesos, el bazo no puede filtrarla
como es debido. Estos excesos inducen a la tristeza y a la depresión [que en sí mismas
envenenan más aún la sangre, generando la enfermedad] ( Likutey Moharán II, 6) .

El bazo, llamado t-jol en hebreo, es considerado “frío y seco,” como el elemento tierra ( jol en
hebreo significa arena), el más bajo y denso de los cuatro elementos. Siendo el más bajo y denso
de los cuatro elementos, la tierra corresponde a la depresión. Cuanto más triste se encuentra la
persona, más dominada está por la inercia interna enraizada en el elemento tierra. Esto lleva a la
pereza y a la indiferencia, las que a su vez generan mayor depresión y letargo. La sangre
envenenada que debe ser purificada por el bazo es también densa por naturaleza (ver Tikuney
Zohar #70, p.134) . Más aún, enseña el Rebe Najmán que la más importante “mordida de la
Serpiente” es la tristeza y la dejadez.

Esto se debe a que la Serpiente fue maldecida con (Isaías 65:25), “El polvo será el alimento de la
Serpiente”. El elemento polvo representa la dejadez y la tristeza, las cuales surgen del elemento
tierra ( Likutey Moharán I, 189) .

Es por esta misma razón que el Rebe Najmán previno respecto a los excesos espirituales (es
decir, al rigor y a la severidad) en el camino de la búsqueda espiritual. El versículo afirma
(Levítico 18:5) , “Vivirán por ellos”. ” Vivirán y no morirán por ellos” (ver Ioma 85b) . La gente
que siempre busca mayor rigor debido a que nunca cree en sus logros en el campo de la
devoción espiritual, vive generalmente en un estado de constante depresión. El exceso de rigor
en la devoción y de hecho en todos los aspectos de la vida, conduce a la depresión (Sabiduría y
Enseñanzas del Rabí Najmán de Breslov #235) . Esto puede apreciarse en la palabra JuMRoT
(rigores) similar a JoMeR (materia, como opuesto a la espiritualidad).

Por lo tanto estos rigores tendrán el efecto contrario al esperado, pues la depresión es un
obstáculo en el logro de la grandeza espiritual.

La Avaricia: Obsesión y Envidia

En ningún otro ámbito se manifiesta la depresión con tanta fuerza como en la búsqueda de
riquezas. En una de sus principales lecciones, el Rebe Najmán se refiere a la conexión entre la
avaricia y la depresión.

Enseña el Rebe Najmán:

El rostro de la santidad es un rostro brillante que representa la vida y la alegría. El rostro de lo no


santo es un rostro oscuro que representa la melancolía y la idolatría.

Están aquellos que son arrastrados por un deseo de riquezas pero se niegan a creer que el Santo,
bendito sea, puede darles lo que necesiten con un mínimo de esfuerzo de su parte. Esta gente
invierte todos sus esfuerzos corriendo tras la fortuna, pero aunque hayan acumulado una vasta
riqueza, esto no les genera placer alguno, como en (Génesis 3:17) , “Con tristeza comerás”. Esta
gente se encuentra atormentada por las fuerzas del mal, de la idolatría y de la muerte ( Likutey
Moharán I, 23:1) .
Por otro lado, escribe el Rabí Natán que la fe corresponde a la tierra, como en el versículo
(Salmos 37:3) , “Radícate en la tierra y cultiva la fe”. Esto puede comprenderse a la luz del hecho
de que tal como un hombre se apoya sobre la tierra y depende de ella, de la misma manera su
espiritualidad depende de su fe. Por eso, así como la búsqueda de riquezas corresponde a una
falta de fe en la capacidad de Dios de proveer lo necesario, tener fe en que Dios sí puede
proveernos, nos elevará desde “la tierra material” hasta el plano espiritual (ver Likutey Tefilot I,
#128) .

El Bazo Ríe

El Rebe Najmán dedica gran parte de la lección citada más arriba a ofrecer pruebas adicionales
sobre esta enseñanza, indicando varias acciones que pueden arrastrar a la persona a la avaricia,
tal como la impurificación del Pacto, decir mentiras y demás. Luego, introduce al bazo jugando
un papel importante en esta pasión por la riqueza.

El bazo representa a Lilit, la “esposa” de Satán, el ángel de la Muerte. Ella es la “madre” de la


multitud mezclada (cf. éxodo 12:38) , la veleidad del tonto. Ella atrapa a la gente con la riqueza y
luego la mata ( Tikuney Zohar, 140a) .

Cuando Adán comió del árbol del Conocimiento del Bien y del Mal, fue maldecido, “Con tristeza
comerás”. También la Serpiente fue maldecida (Génesis 3:14) : “Polvo comerás todos los días de
tu vida”. “Polvo” corresponde al dinero, como en (Job 28:6) , “Su polvo es oro”. Explica el Rebe
Najmán: cuando alguien se obsesiona con la riqueza y desperdicia “todos los días de su vida”
corriendo tras ella, su maldición es idéntica a la de la Serpiente; es decir, este perseguir la
riqueza le “come” los días de su vida. Malgasta así su vida buscando riquezas (es decir, polvo). Tal
persona realmente come con tristeza y melancolía (ver Likutey Moharán I, 23:6).

Como hemos apuntado, el bazo corresponde a la melancolía. La melancolía es un estado


anormal atribuido a un exceso de “bilis negra”. Se caracteriza por la depresión, el malhumor y la
desilusión quizás los enemigos más grandes del hombre. La gente que hace de la búsqueda de
riquezas su único objetivo en la vida tiene en general aspiraciones de grandeza. Al no estar
nunca conformes con lo que poseen, sienten constantemente depresión y tristeza y tienden a
ser irascibles.

El Rebe Najmán continúa explicando qué es lo que quiere decir el Zohar al representar al bazo
como “Lilit, la “madre” de la multitud mezclada, veleidad del tonto, quien atrapa a la gente con
la riqueza y luego la mata”. La multitud mezclada no buscaba la espiritualidad, sino que estaban
impresionados por la nueva grandeza de los judíos.

Pero aún se hallaban demasiado hundidos en el materialismo como para apreciar el significado
de esa grandeza. Ellos salieron de Egipto junto con los Hijos de Israel pero, mientras estaban en
el desierto, eligieron adorar (el dinero y) el Becerro de Oro. Esto era idolatría, “la veleidad del
tonto,” pues “ella los atrapa,” ofreciéndoles riquezas a cambio de la verdadera espiritualidad.
Esto es lo que quiere decir, “Ella atrapa a la gente con la riqueza y luego la mata”.

El bazo, que corresponde a la avaricia y a la depresión, representa a “Lilit”. Ella atrapa a la gente
toda su vida, pues constantemente creen que “ahora” sí van a aprovechar y que “ahora” sí van a
ganar dinero, pero de hecho “comen polvo todos los días de sus vidas”. Su avaricia los deja
vacíos, en un estado caracterizado por la melancolía.

Es de notar que ella es llamada “LILiT” porque en hebreo la palabra para lamento es IeLaLah
( Likutey Moharán I, 205) . Las personas que están abrumadas por el rasgo de la avaricia se
lamentan y se quejan constantemente de lo duro de su trabajo y de todo aquello que aún les
falta.

La envidia es una consecuencia natural de la avaricia desear las posesiones de los otros. “La
verdad es,” dice el Rebe Najmán, “que a veces un hombre recibe una gran riqueza. Todos lo
envidian y pasan sus vidas persiguiendo la riqueza debido precisamente a esta envidia. Todo esto
es obra del Malo; él trabaja duro para hacer que un hombre se enriquezca de modo que muchos
otros malgasten sus vidas envidiándolo. Que el Santo, bendito sea, nos salve de esta idea
equivocada” ( Sabiduría y Enseñanzas del Rabí Najmán de Breslov #284) .

Más aún, “la veleidad está asociada con el bazo” ( Likutey Moharán II, 83:6) . Este es el
significado de, “Ella es la veleidad del tonto”. La avaricia se burla de la gente que espera hacerse
rica. En lugar de obtener riquezas, malgastan sus vidas corriendo detrás de ella y terminan en
general con muy poco dinero y a veces con muchas deudas. Dónde está entonces la riqueza que
ellos buscaron “todos los días de sus vidas”? ( Likutey Moharán I, 23:5). Esto es lo que nuestros
Sabios quieren significar cuando dicen, “El bazo ríe” ( Berajot 61b) .
[21:05, 13/2/2019] Liliana Emilia Burdman: El torrente sanguineo

El cuerpo humano tiene 248 miembros, correspondientes a los 248 mandamientos positivos de
la Torá. También posee 365 tendones y canales conectivos (ligamentos, arterias, venas, etcétera),
que corresponden a las 365 prohibiciones de la Torá ( Zohar I, 170b; ver arriba, Capítulo 1) . El
cuerpo necesita miembros para poder hacer algo. Por tanto, los mandamientos positivos
corresponden a los sistemas esquelético y muscular.

Por otro lado, las prohibiciones de la Torá son paralelas al tejido celular y al sistema circulatorio
del cuerpo pues la sangre lleva consigo todos los deseos y pasiones que deben ser superados
para poder cultivar los aspectos espirituales de la existencia.

La sangre es la fuente de vida de la mayor parte de las formas de vida animal y es bombeada por
el corazón a través de una red extremadamente compleja de arterias y venas. El fluir de la sangre
tiene dos propósitos principales: llevar oxígeno y nutrientes hacia los músculos y tejidos del
cuerpo y extraer el dióxido de carbono y otras sustancias de desecho para librar al cuerpo de los
venenos que acumula.

El sistema circulatorio, una de las más increíbles redes existentes, es tan intrincado como
asombroso y se vuelve más asombroso aún cuando uno piensa en sus implicaciones espirituales.
Contiene literalmente cientos de millones de células que transportan el combustible del cuerpo
en la forma de alimentos y minerales. Las células reciben el alimento procesado del tracto
intestinal, lo transportan al hígado y luego al corazón. El corazón envía la sangre hacia los
pulmones, donde reciben el oxígeno. La sangre retorna entonces al corazón y es bombeada a
través de todo el cuerpo, distribuyendo oxígeno y nutrientes en su camino.

Además de distribuir estos elementos esenciales para la vida, el torrente sanguíneo se encarga
también de retirar toda la impureza que pueda haber en el cuerpo. Es por esta razón que la
sangría (flebotomía) fue el método primario de curación en la antiguedad. Su propósito era
eliminar la sangre “usada y cansada”, permitiendo la eliminación de productos de desecho y
generando la producción de nueva sangre. Así afirma el Talmud ( Baba Batra 58b) , “Yo, la
sangre, soy la causa principal de las enfermedades”. Rashbam (Rabí Shmuel Ben Meir [c.1080-
1174], nieto de Rashi) explica (v.i. b-reish ) , “Todas las enfermedades son llevadas por la sangre
[a través del cuerpo]”. Algunos han entendido esta enseñanza del Rashbam en el sentido de que
si uno se hiciera una sangría regularmente, purgaría así las impurezas del torrente sanguíneo que
abruman al sistema.
Enseñó el Rebe Najmán con respecto a las impurezas espirituales, “La sangría es beneficiosa para
contrarrestar la mayor parte de los rasgos negativos ” ( El Libro del Alef-Bet, “Malos
Pensamientos” A:47) . Donar sangre a un banco de sangre dos o tres veces al año puede duplicar
los beneficios de la sangría, tanto en el aspecto del beneficio personal del donante, al cual
apunta al Rebe Najmán, como del beneficio del receptor, quien necesita desesperadamente este
regalo de vida de sangre sana.

Sangre “Caliente”

El color rojo de la sangre simboliza el sufrimiento, la ira y el derramamiento de sangre. Si alguien


se corta y sangra, siente dolor y sufrimiento. Cuando es humillado, su rostro puede “ponerse
colorado”. Si se enoja y le “sube la temperatura,” se pone “rojo de ira”. Estas reacciones
representan el concepto de Guevurá (literalmente, “fuerza”; “juicio”). Si alguien es juzgado por
sus malas acciones puede sentirse humillado, o si le ocurre alguna desgracia, puede irritarse por
ello. En este sentido, cada persona tiene su propio sistema de justicia que genera el sufrimiento
requerido. El Rebe Najmán explica cómo trabaja este sistema:

La inclinación al mal de una persona recta es de naturaleza angélica. Pero para la mayoría de la
gente la inclinación al mal es de hecho su propia sangre contaminada. Esta los hace actuar de
manera necia y los lleva a pecar (Likutey Moharán I, 72) .

Como hemos indicado, el sufrimiento implica una disfunción espiritual; es como si el propio
torrente sanguíneo, contaminado por la mala inclinación, estuviese demandando justicia para
poder purificarse. Así, cuando alguien ve que está sufriendo y que las cosas no suceden de la
manera en que le gustaría, debe comprender que esto se debe a su mala inclinación, manifiesta
a través de su propia sangre contaminada, pues la mala inclinación “cabalga” con la sangre. El
Rebe Najmán enseña así que uno puede mitigar los juicios y los sufrimientos sobreponiéndose a
las pasiones ( Likutey Moharán I, 72:2, 4) . De esta manera, uno supera la mala inclinación, “la
disfunción del sistema sanguíneo” y lo purifica.
Más arriba (Capítulo 8) hemos tratado sobre la paciencia que se manifiesta en el cuerpo humano
cuando debe separar el alimento en sus nutrientes constitutivos. Hicimos notar cuán importante
es la paciencia para el propio desarrollo espiritual. Llevando esto un paso más adelante,
podemos comprender cuán importante es la paciencia cuando uno está experimentando el
juicio, tal como cuando la persona sufre o debe enfrentarse a situaciones desagradables. El
ejercicio de la paciencia es en sí mismo un factor importante para mitigar los juicios y purificar el
torrente sanguíneo.

Esto no quiere decir que si la persona purifica su torrente sanguíneo deberá cambiar el color de
su sangre. El rojo siempre implica juicio y la sangre siempre será roja. Sin embargo, existen
juicios que pueden ser beneficiosos cuando son usados para ejercer la prudencia y la contención
(por ejemplo, conducir vehículos de manera prudente o aquietar una situación explosiva).
Hablando espiritualmente, Guevurá representa el atributo del temor y de la reverencia a Dios y
por tanto tiene un lado muy positivo. (Estas ideas serán tratadas más adelante, en la Parte 5 y 8,
donde trataremos sobre las diez Sefirot en términos de su influencia sobre la vida de la
persona) . Por el momento, sin embargo, basta con decir que la sangre es sinónimo de la mala
inclinación que trae el juicio y el sufrimiento sobre la persona. Cuanto más control ejerza la
persona sobre su mala inclinación, mayor será su control sobre el sufrimiento, la frustración y la
humillación. Y estará mejor equipada para enfrentar el sufrimiento. Esto se debe a que, en este
sentido, la persona

ha establecido un nivel de “control” sobre los juicios mismos.

Considerando que el torrente sanguíneo sirve como sistema interno de justicia, podemos
comprender cómo puede transformarse en el vehículo para la caída tanto física como espiritual
de la persona. La gente se mete en problemas debido a su “sangre caliente” su apuro, su
impulsividad y su ira. Es a través de sus propias acciones que las personas hacen descender el
juicio sobre ellas mismas y determinan el castigo que resultará de sus acciones.

Enseña el Rebe Najmán ( Likutey Moharán I, 29-5, 9), “Un sistema sanguíneo contaminado por el
pecado genera dificultades para ganarse el sustento. Aquél que roba crea en sí mismo una
sangre pútrida; y lo mismo sucede con aquél que actúa de manera deshonesta en los negocios,
pues la palabra hebrea damim puede traducirse como “sangre” o “dinero””. Ambos se
encuentran relacionados: el sistema sanguíneo puro previene el robo, mientras que robar
contamina la sangre, creando un ciclo negativo de deseo cada vez mayor por el robo, con el
potencial inherente de más sangre contaminada, la que requiere de un poderoso esfuerzo para
purificarse.

Más aún, como apunta el Rabí Natán, la palabra hebrea para ilusión es meDaMé , que comparte
la misma raíz que DaM , “sangre” ( Likutey Halajot, Shlujin 5:19) . Las ideas ilusorias provienen de
un sistema sanguíneo impuro de la misma sangre que lleva los deseos y pasiones de la persona.
También aprendemos que “el deseo por los placeres sensuales surge de la sangre contaminada
de la persona” ( Likutey Moharán I, 36:3) . De modo que el hombre es su propia fuente de auto
engaño y la causa primaria de sus propios errores.

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