I. INTRODUCCIÓN.-
A diario podemos conocer a través de distintos medios casos de abuso y de
violencia; hasta inclusive vivirlos; esto nos lleva a formular diversas
interrogantes; ¿qué lleva a manifestar conductas tan violentas?, ¿es un individuo
intrínsecamente agresivo o ello depende de las circunstancias? Son numerosas
las investigaciones que han demostrado el impacto de los factores sociales, ante
el desarrollo de conductas violenta. Parte de las neurociencias se ha enfocado
en tratar de responder esas interrogantes. La agresión es una conducta natural
de gran valor adaptativo ya que permite que los individuos se protejan a sí
mismos y a los suyos de intrusos que representen amenazas. El verdadero
problema surge cuando estas conductas van más allá de defendernos ante
amenazas, dirigiéndose de manera indiscriminada hacia cualquier grupo o
sujeto, cuando esta ni siquiera se asocia con estímulos amenazantes, dando
como resultado la violencia. Nacemos con cierta predisposición a manifestar
violencia, pero el desarrollo social nos enseña a controlarla. Entonces se
adquieren las pautas que determinan cuándo debe manifestarse y cuándo debe
inhibirse. Estos procesos están controlados por ciertas estructuras cerebrales.
En el presente trabajo nos enfocaremos en los factores biológicos que están
detrás y causan la violencia.
II. ORIGEN.-
Estudios llevados a cabo con individuos violentos han podido demostrar que sus
cerebros presentan anomalías en regiones muy concretas. Adolescentes
considerados violentos reaccionan con miedo y pierden capacidad de
razonamiento cuando se les muestran imágenes de rostros amenazantes. En
otro estudio se comprobó que la corteza prefrontal es más pequeña en asesinos
y personas de comportamiento antisocial. Estos estudios centraron el debate de
la reciente conferencia anual de la Society for Neuroscience norteamericana,
donde también se puso de manifiesto que la estructura cerebral, que depende
mayormente de la genética, no siempre es determinante para que un individuo
sea violento, ya que el entorno puede asimismo modificar su estructura.
Aunque estos descubrimientos podrían tener un doble filo a nivel ético (el riesgo
de estigmatizar a individuos analizados antes de que puedan hacer algo “malo”
o de reducir la responsabilidad moral de asesinos o agresores por su
condicionamiento neurológico), los neurólogos enfatizan que los análisis
cerebrales sólo pueden predecir riesgos y que, en última instancia, como señala
el neurólogo Craig Ferris, de la Northeastern University de Boston (Estados
Unidos): “no somos esclavos de nuestra biología”.
3.1. Actividad extra en la amígdala.-