8 de octubre del 2018. No podré olvidar ese día. Estaba en mi celda, el rumor se venía colando
lentamente por el pasillo del SEBIN a pesar del aislamiento y el castigo. Me llegó por asalto,
como un puñal al corazón, y llenó la celda toda de miedo, frío y dolor. Habían asesinado a alguien
- otra vez. Saber si era verdad era casi imposible, pero el silencio del silencio me hacía sospechar
que sí. Le pregunté a un funcionario si era verdad que había muerto un detenido y bajó la mirada,
me estaba confirmando la desgraciada noticia.
Luego de años secuestrado no había lógica aparente en lo que estaban haciendo conmigo. Pero
sí, había una y muy vil: buscaban desviar la atención del grave crimen que habían cometido.
Albán fue víctima de las torturas que he denunciado desde hace años, incluso desde antes de
estar preso, y que yo mismo viví: su detención tenía como finalidad la mentira, el engaño y la
falsa acusación de líderes. Su muerte desenmascaró, una vez más, el terrorismo de Estado que
sufrimos los venezolanos, y que yo mismo viví unos años antes en el mismo lugar de su asesinato.
Fue un punto y aparte, un quiebre para que el mundo de cómodos volteara su mirada por un
instante hacia Venezuela y sus presos políticos.
Todos los días pienso en ello, lo retorcido de nuestra realidad y la forma de actuar de la
dictadura. ¿Tuvo que morir Albán de esa forma para que, por fin, me liberaran? Esa cruz me
duele y me pesa, la llevo conmigo en silencio, en mis pensamientos, en mi vida diaria.
A Fernando Albán lo asesinaron en unos de los mayores actos de cobardía. Fernando Albán era
un ser dedicado al servicio social, creía en lo humano y en el amor al prójimo. Dejó un legado,
dejó un trabajo, dejó un sinfín de bonitos recuerdos y enseñanzas a todos los que le rodearon.
Me cuesta dormir por las noches asediado por la pregunta, constante y permanente, ¿cómo
haremos para que haya justicia y no quede impune este asesinato?
No puedo olvidar este capítulo. Debo ofrendar lo que me queda de vida a trabajar por todos
aquellos que, como Albán y como yo, han sido víctimas de la tiranía y el abuso del poder. Debo
investigar, documentar, denunciar y consignar estos crímenes en todos los organismos de
Derechos Humanos, así muchos lo crean una pérdida de tiempo.