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A comienzos de los años 80 Medellín atravesó un período en el que se desbordaron las

problemáticas incubadas en la primera mitad del siglo XX: aumento desmedido de la


población, crecimiento del índice de desempleo, ampliación del cinturón de pobreza,
debilidad institucional y corrupción, auge del narcotráfico, surgimiento del sicariato,
nacimiento de los grupos de autodefensas, aumento progresivo de las violencias (secuestro,
extorsión, homicidios, masacres, magnicidios, ataques con explosivos, fronteras invisibles);
entre otros fenómenos que despertaron sentimientos de temor y desesperanza en los
ciudadanos
En esta época proliferaron los escuadrones de la muerte, grupos privados que buscaban
eliminar ladrones, atracadores y secuestradores, con el fin de alcanzar la denominada
“limpieza social”. Paralelamente, estudiantes, profesores, sindicalistas, líderes políticos y
defensores de los derechos humanos fueron perseguidos y asesinados por paramilitares en
complicidad con agentes estatales (guerra sucia); causando temor, indignación y protesta
en los ciudadanos, como lo demostró la marcha de los claveles rojos
En Medellín se dio un entramado de violencias proveniente de múltiples actores (guerrillas,
paramilitares, milicias, sectores de la fuerza pública, narcotraficantes, bandas
delincuenciales) que hicieron muy difícil entender, diferenciar y caracterizar el fesnómeno
de la violencia en la ciudad. Sumado a esto, el país vivió bajo estado de sitio durante varios
períodos de tiempo.
Paradójicamente, en medio de esta crisis existieron manifestaciones sociales, culturales y
artísticas que surgieron y sobrevivieron a pesar de la violencia: una pluralidad de formas
de entender, enfrentar y resistir a la problemática social. Nacieron grupos juveniles,
religiosos, sociales, deportivos, culturales y académicos; se desplegaron eventos que
fomentaron lazos sociales y actividades que despertaron solidaridades; se generaron
estrategias artísticas que permitieron disipar el miedo y enfrentar las fronteras invisibles;
se creó la Consejería Presidencial para Medellín y su Área Metropolitana (1990), que
posibilitó la articulación de las iniciativas comunitarias a la institucionalidad; surgieron
canales regionales que permitieron divulgar las problemáticas propias de la ciudad; entre
otras acciones, individuales y colectivas, públicas y privadas, que se emprendieron en esta
época y representaron la fuerza, dignidad y capacidad de la ciudad para sobreponerse al
horror de la guerra.

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