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Una manera típica de poner en relación la política con el
arte plantea que el arte puede representar de una u otra
forma asuntos políticos. Pero hay un punto de vista mu-
cho más interesante: el que aborda con una perspectiva
política el campo del arte en tanto lugar de trabajo.1 Se
trata de observar lo que el arte hace, no lo que muestra.
De entre todas las formas de arte, las bellas artes
han sido las más estrechamente ligadas a la especula-
ción posfordista, con gran lujo y fases de expansión y
contracción. El arte contemporáneo no es una disciplina
inocente protegida en alguna lejana torre de marfil. Por
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Madrid, Akal, 2007. En lo que respecta al tipo de distribución de la riqueza
que de ello resulta, un estudio del World Institute for Development Eco-
nomics Research de la United Nations University (UNU-WIDER) de Helsinki
descubrió que en el año 2000, el 1% más rico de la población adulta
poseía el 40% de las bienes globales. La mitad inferior de la población
adulta mundial poseía un 1% de la riqueza global, en www.wider.unu.edu/
events/past-events/2006-events/en_GB/05-12-2006/.
4. Para dar solo un ejemplo de cómo se implican las oligarquías: Kate
Taylor y Andrew E. Kramer, “Museum Board Member Caught in Russian
Intrigue”, en The New York Times, 27 de abril de 2010, en www.nytimes.
com/2010/04/28/nyregion/28/trustees.html. Si bien tales bienales se ex-
tienden de Moscú a Dubái y Shangai y a muchos otros de los denominados
países en transición, no debemos considerar la posdemocracia como un fe-
nómeno no occidental. El área de Schengen es un brillante ejemplo de re-
glamentación posdemocrática, con abundancia de instituciones políticas no
legitimadas por el voto popular y con una parte importante de la población
excluida de la ciudadanía (por no hablar de la creciente debilidad que el
Viejo Mundo siente por los fascistas democráticamente elegidos). Una expo-
sición de 2011 en la Haus der Kulturen der Welt en Berlín, Principio Potosí,
organizada por Alice Creischer, Andreas Siekmann y Max Jorge Hinderer,
resaltaba la conexión que existe entre la oligarquía y la producción de imá-
genes, desde otro punto de vista histórico también pertinente.
H
I
T
O involucrado en la búsqueda de materias primas para fa-
S bricar procesadores de doble núcleo. Contamina, gentri-
T fica y viola. Seduce y consume, y súbitamente se aleja
E rompiéndote el corazón. De los desiertos de Mongolia a
Y los altiplanos de Perú, el arte contemporáneo está en
E
R todas partes. Y cuando se arrastra a la Gagosian Gallery
L goteando sangre y mugre de la cabeza a los pies, arran-
ca una y otra vez apasionados aplausos.
¿Por qué y para quién resulta el arte contemporá-
neo tan atractivo? Una suposición: la producción de
arte presenta una imagen especular de las formas pos-
democráticas del hipercapitalismo que parecen dispues-
tas a convertirse en el paradigma político dominante
de la Posguerra Fría. Parece impredecible, inexplicable,
brillante, volátil, temperamental, guiado por la inspi-
ración y el genio. Tal y como cualquier oligarca que
anhela ser un dictador quisiera verse a sí mismo. La
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sensación e impacto. Su origen histórico en el modelo
de las brigadas estalinistas añade un aspecto más al
paradigma de la hiperproductividad. Los trabajadores
y trabajadoras de choque actuales producen en masa
sentimientos, percepción y distinción, en todas las di-
mensiones y variaciones posibles. Intensidad o evasión,
sublime o porquería, objeto encontrado o realidad fa-
bricada: los trabajadores y trabajadoras de choque abas-
tecen a su público consumidor de todo lo que nunca
antes creyeron desear.
El trabajo de choque se alimenta del agotamiento
y el ritmo, de fechas límite y porquería curatorial, del
parloteo trivial y copias de alta calidad. También pros-
pera mediante la explotación acelerada. Yo diría que
–dejando a un lado el trabajo doméstico y de cuidados
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cos o los comerciantes de armas más depredadores, y se
encuentra completamente incrustado en las retóricas del
marketing urbano, la producción de marcas y la ingenie-
ría social.9 Por razones muy obvias, esta condición muy
raramente se explora en el arte político, que se contenta
en muchos casos con ofrecer su exótica autoetnización,
gestos efímeros y una nostalgia militante.
Guggenheim Bilbao, Donostia, Nerea, 1997 (N. del T.)]. Otro caso de estu-
dio: Beat Weber y Therese Kaufmann, “The Foundation, the State Secretary
and the Bank: A Journey into the Cultural Policy of a Private Institution”,
en transform, 25 de abril de 2006, en www.transform.eipcp.net/correspon-
dence/1145970626. También Martha Rosler, “Take the Money and Run?
Can Political and Socio-critical Art ‘Survive’?”, en e-flux journal, nº 12,
en www.e-flux.com/journal/view/107; y Tirdad Zolghadr, “11th Istanbul
Biennial”, en frieze, nº 127, noviembre-diciembre de 2009, en www.frieze.
com/issue/review/11th_istanbul_biennial/.
10. Esto es evidente desde el momento en que este texto se publica en
la revista e-flux junto con un complemento publicitario. La situación se
complica aún más por el hecho de que estos anuncios podrían también apa-
recer junto a mis propias exposiciones. A riesgo de repetirme, me gustaría
subrayar que no considero la inocencia una posición política sino moral, y
por tanto me parece políticamente irrelevante. Se puede encontrar un co-
mentario interesante sobre esta situación en Luis Camnitzer, “The Corrupt
in the Arts / The Art of Corruption”, publicado en el contexto de Marco
Polo Syndrome, un simposio celebrado en la Haus der Kulturen der Welt en
Berlín, 11 de abril de 1995, en www.universes-in-universe.de/magazin/
marco-polo/scamnitzer.htm.
POLÍTICAS DEL ARTE: EL ARTE CONTEMPORÁNEO
Y LA TRANSICIÓN A LA POSDEMOCRACIA
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palabra extranjera. Habitado por bribones encantadores,
reyes de la bravuconada, casi-reinas de la belleza. Es
HDMI, CMYK y LGBT. Pretencioso, insinuante, hipnotizador.
Este desorden se mantiene a flote por la pura dinámi-
ca de montones y montones de mujeres muy trabajadoras.
Una colmena de trabajo afectivo sometido a estrecha vi-
gilancia y controlado por el capital, fuertemente entrela-
zado con sus múltiples contradicciones. Todo ello lo hace
importante para la realidad contemporánea. El arte afecta
a esta realidad precisamente porque está involucrado en
todos sus aspectos. Es conflictivo, problemático, irresisti-
ble. Podríamos intentar entender su espacio como un sitio
político en lugar de pretender representar una política
que siempre está sucediendo en otro lugar. El arte no
está fuera de la política, sino que la política reside en su
producción, su distribución y su recepción. Si nos enfren-
tamos a esto, podríamos superar el plano de una política
de representación y embarcarnos en una política que está
ahí, frente a nuestros ojos, lista para ser adoptada.