Miguel Reale
Ediciones Piramide. Madrid. 1984
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Objeto y finalidad de la Introducción al
estudio del Derecho.
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SUMARIO:
En el caso de las ciencias humanas, tal vez el camino más aconsejable sea el de
aceptar, a título provisional o como principio de discusión, una noción
corriente consagrada por el uso. Ahora bien, a los ojos del hombre vulgar el
Derécho es ley y orden, esto es, un conjunto de reglas obligatorias que
garanticen la convivencia social gracias al establecimientó de límites a la
acción de cada uno de sus miembros. Cuando obra de conformidad con esta
regla, se comporta según derecho; cuando no lo hace, obra torcidamente.
Dirección, vinculación y obligatoriedad de un comportamiento para que
éste
pueda ser considerado lícito, tal parece ser la raíz intuitiva del concepto de
Derecho. La palabra ley, según su etimología más prol1able, se refiere a
vinculación, ligamen, lazo, relación, y se completa con el sentido nuclear de jus,
que invoca la idea de uncir, unir, ordenar coordinar.
Podemos, pues, decir, sin mayores indagaciones, que el Derecho
corresponde a una exigencia esencial e insoslayable de una convivencia
ordenada.
Estos dos sectores se subdividen, a su vez, en otras ramas. Tales como, por
ejemplo, el Derecho Constitucional y el Derecho Administrativo, en el campo
del Derecho Público, y el Derecho civil y el Derecho Mercantil, en el campo del
Derecho Privado. El Derecho es, pues, un conjunto de estudios discriminados;
abraza un tronco que tiene varias ramas, recibiendo cada una de ellas el
nombre de disciplina.
Pensemos, por ejemplo, que nuestro contacto personal está protegido por el
Derecho: todos, yo dando clase y vosotros oyéndola, estamos ejerciendo una
facultad jurídica. Vosotros adquiriendo el derecho de asistir a clase mediante
los exámenes que os habilitan para ello, y así os encontráis en el ejercicio de
una actividad garantizada. También yo, por mi parte, estoy en el ejercicio de
una función que se integra en mi personalidad como patrimonio mío: ejerzo un
poder de obrar, tutelado por el Derecho.
Las diversas disciplinas jurídicas toman cuerpo a partir del hecho de que varias
especies de normas del mismo género se relacionan entre sí y constituyen
campos distintos de intereses a la vez. que implican diferentes esferas de
investigación. Ni que decir tiene que es preciso apreciarlas en su conjunto para
no caer en el equívoco de que cada una de ellas existe independientemente de
las otras (que el Derecho Mercantil, pongamos por caso, nada tenga que ver
con el Derecho Constitucional). Las disciplinas jurídicas representan y reflejan
un fenómeno jurídico unitario. Y uno de los primeros objetivos de la
Introducción al estudio del Derecho es la visión panorámica y unitaria de las
disciplinas jurídicas.
Complementariedad del Derecho
No basta tener una visión unitaria del Derecho. Es necesario poseer también el
sentido de la complementariedad inherente a esta unidad. Las diferentes
partes del Derecho no se sitúan una al lado de otra como cosas acabadas y
estáticas, pues el Derecho es ordenación que se renueva cada día. De ahí que
la segunda finalidad de nuestra disciplina sea determinar la
complementariedad de las disciplinas jurídicas, o sea, el sentido sistemático de
la unidad del fenómeno jurídico.
Existen varios tipos de unidad. Hay un tipo de unidad física o mecánica que es
más propia de los entes homogéneos por la vinculación de elementos de la
misma o de análoga naturaleza, sin que de la composición de los elementos
particulares en el todo resulte acción o función alguna. Así, decimos que un
bloque de granito es unitario.
Hay otras realidades también unitarias, pero que lo son según una unidad de
composición de elementos distintos, aunque implicados o correlacionados entre
sí; composición que es esencial a la función ejercida por el todo. Pensemos, por
ejemplo, en el corazón. El corazón es una unidad, pero una unidad orgánica,
que existe en virtud de la armonía de las partes; contiene elementos varios,
cada cual con su función propia, pero ninguna de estas partes se desenvuelve
con actividad autosuficiente: sólo existe y tiene significado en razón del todo en
que se estructura y en el que sirve. Esa unidad que se constituye en razón de
una función común, se llama unidad orgánica; tomando la denominación
especial de unidad de fin cuando se trata de ciencias humanas. En éstas, en
efecto, el todo se constituye para obtener un objetivo común, irreductible a las
partes componentes. En todo caso, la idea de fin pertenece propiamente al
plano de los hechos humanos, sociales o históricos.
Conviene observar que algunos biólogos afirman que la idea de "fin" es útil
para la comprensión de los organismos vivos, representando éstos como un
paso entre lo "natural" y lo "histórico". Pero es preciso ser precavidos para no
caer en peligrosas analogías bajo el influjo o la fascinación de las ciencias físicas
o biológicas. Una de estas analogías es la de concebir la sociedad como un
cuerpo social; así lo hicieron los adeptos de la teoría organicista que tan en
boga estuvo entre los juristas y los teóricos del Estado a fines del siglo pasado y
primeras décadas del presente.
En nuestro estudio, para conseguir una visión unitaria del Derecho es necesario
estar en posesión de un adecuado y específico vocabulario. Cada ciencia se
expresa en su propio lenguaje. Decir que hay una ciencia física es decir que
existe un vocabulario propio de la Física. Por este motivo algunos pensadores
modernos consideran que la ciencia es el mismo lenguaje, porque en el
lenguaje se expresan los datos y los valores comunicables. Haciendo abstracción
del problema de la relación entre ciencia y lenguaje, preferimos afirmar que
donde quiera que exista una ciencia existe también su correspondiente
lenguaje. Cada científico tiene su propia manera de expresarse; y esto también
acontece tratándose de la jurisprudencia o ciencia del Derecho. Los juristas
hablan su lenguaje propio y pueden tener a gala que el que poseen es un
lenguaje multimilenario, dignidad que muy pocas ciencias pueden invocar.
El método en el Derecho
Para poder llevar a buen puerto estas tareas. es preciso seguir un método, una
vía que nos lleve a un conocimiento seguro y cierto de lo que traemos entre
manos. A lo largo de nuestra disciplina iremos adquiriendo las nociones básicas
del método jurídico. Método es el camino que debe ser recorrido para llegar a
la adquisición de la verdad, para llegar a un resultado exacto o rigurosamente
verificado. Sin método no hay ciencia. El hombre vulgar puede conocer con
certeza, pero no tiene certeza de la certeza.. El conocimiento vulgar no siempre
es equivocado o incompleto. Puede ser cierto, pero lo que lo pone en cuestión
es la falta de seguridad referente a aquello que afirma. Es un conocimiento
parcial, aislado, fortuito, sin nexo con los demás conocimientos. En el
conocimiento metódico, la realidad es muy otra. Cuando decimos que tenemos
ciencia de una cosa es porque verificamos lo que se enuncia respecto de la
misma. La ciencia es una verificación de conocimientos y un sistema de
conocimientos verificados. Sería simplemente inútil recorrer el mundo jurídico
buscando su visión unitaria sin disponer de los métodos adecuados para
conocerlo, pues cada ciencia tiene su forma de verificación, que no es
necesariamente la del modelo físico o matemático.
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SUMARIO:
Nociones de Filosofía del Derecho, Ciencia del Derecho y Teoría General del
Derecho.
Derecho y Sociología.
Derecho y Economía.
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Dentro de esta mudanza. ¿habrá algo permanente que nos permita saber en
qué consiste el Derecho? Si éste cambia, ¿será posible determinar las razones de
su mutación? En otras palabras, si el Derecho es un hecho social en que se
desenvuelve a través del tiempo, ¿habrá leyes que gobiernen tal proceso?
¿Cómo explicar la aparición del Derecho y el sentido de sus transformaciones?
Estos problemas y otras análogos son de orden filosófico, Y constituyen un
conjunto de indagaciones indispensables para penetrar en las "razones
fundamentales de la experiencia jurídica".
Tal aserto suscita, inmediatamente una duda: ¿Por ventura el Derecho será
aquello que se manda? ¿Se reduce el Derecho a ser una expresión de fuerza?
He ahí una serie de indagaciones que pertenecen también al campo de la
Filosofía del Derecho. Estas consideraciones y otras que podríamos suscitar nos
llevan a la conclusión de que, si resumimos los tipos de investigación
formulados, llegaremos a tres órdenes de investigaciones a los que responde la
Filosofía del Derecho: ¿Qué es el Derecho? ¿En qué se funda o cómo se legitima
el Derecho? ¿Cuál es el sentido de la Historia del Derecho?
La definición del Derecho sólo puede ser obra de la Filosofía del Derecho.
A ninguna ciencia jurídica particular le es dado definir el Derecho, pues es
evidente que la especie no puede abrazar el género. No debe inducimos a
error el hecho de encontrar una definición del Derecho en el inicio de un
tratado o de un compendio de Derecho Civil. Cometería una grave
equivocación quien pensara que todo lo que se halla en un libro de Derecho
Civil pertenece al ámbito del Derecho Civil. Lo que sucede es que el civilista,
antes de entrar propiamente en el estudio de su disciplina, se ve obligado a dar
algunas nociones que se presuponen a su investigación. Tal es el caso del
concepto de Derecho, que plantea un problema de índole filosófica; problema
que reclama. al mismo tiempo, una de las tareas primordiales de carácter
lógico que corresponde resolver al filósofo del Derecho. Otro problema
complementario es el relativo a la legitimidad o fundamento del mismo
Derecho: ¿Por qué obliga el Derecho? ¿Se basa el Derecho en la fuerza?
¿Puede explicarse el Derecho según criterios de utilidad? ¿El Derecho se funda
en la libertad o tiene su razón de ser en la igualdad? Basta enunciar tales
preguntas para caer en la cuenta que ellas envuelven el problema ético del
Derecho. que se inscribe en el axiológico, en el de los valores jurídicos.
Al lado de este segundo problema, ahora apuntado, que versa sobre el
fundamento del Derecho, existe un tercero no menos importante y que no se
refiere a la historia del Derecho como tal (ésta es tarea del historiador del
Derecho), sino al sentido de la experiencia jurídica: ¿Hay progreso en la vida
jurídica?, ¿se puede afirmar que existen leyes generales que gobiernan la
experiencia del hombre en su ardua tarea de hacer y rehacer leyes?
La Filosofía del Derecho no se confunde con la Ciencia del Derecho puesto que
se emplaza delante de la indagación científica a fin de examinar las
condiciones de posibilidad de la misma. Toda ciencia suscita una inquisición
referente a las condiciones lógicas de su propio desenvolvimiento. Si la Ciencia
del Derecho llega a determinados resultados, es preciso saber cual es su grado
de certeza y de seguridad. Contemplando esta problemática en profundidad
podemos decir que la Filosofía del Derecho es la Filosofía de la Ciencia del
Derecho; pero sin que por ello el filósofo del Derecho quede confinado en este
tema de carácter lógico, sino que ha de indagar, además y
concomitantemente, los valores éticos e históricos de la juridicidad l.
Con esto queda esclarecido otro punto esencial que versa acerca del sentido
que hay que dar a la expresión Derecho Positivo entendido como aquel
Derecho que, en un momento histórico determinado, entró en vigor y que tuvo
o continúa teniendo eficacia. Desde esta perspectiva, la positividad del
Derecho puede ser vista como una relación entre vigencia y eficacia, tema
importante en el que no vamos a entrar ahora.
Tampoco nos es dado, en este lugar, adentrarnos en la investigación
sobre la naturaleza de la Ciencia Jurídica, que algunos pretenden reducir a un
arte una técnica.
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2 Cuando empleemos la palabra Jurisprudencia como sinónimo de Ciencia del
Derecho, la escribiremos siempre con mayúscula.
Noción de Teoría General del Derecho
Derecho y Sociología
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3. El autor se refiere al plan de estudios de la carrera de Derecho en la
Universidad de Sao Paulo, (N. del T.)
Esta noción elemental nos permite ver que la Sociología no tiene por objeto
trazar normas o reglas para la vida colectiva, antes por el contrario, su objetivo
mira a descubrir, en la vida social, diversos tipos de reglas y saber como se
reacciona ante ellas según las diversas circunstancias, etc.
Hace mucho Tiempo que la Sociología dejó de aspirar a ser -como en otro
tiempo alimentó Augusto Comte, principal fundador de esta disciplina- la
ciencia por excelencia, la verdadera y omnicomprensiva filosofía social, en la
cual culminarían todos los valores del saber positivo.
La Sociología del Derecho se hace necesaria, tanto para el jurista como para el
legislador. Si bien carece de finalidad normativa en el sentido de instaurar
modelos de organización y de conducta, sus conclusiones son indispensables
para quien tiene la misión de modelar los comportamientos humanos y así
discriminar los lícitos de los ilícitos.
Derecho Y Economía
Es cierto que los actos de los héroes, de los sabios y de los santos, lo mismo que
los de abnegados anónimos en el campo de las ciencias y de las técnicas, están
atestiguando el posible sacrificio de necesidades vitales en favor de otros
valores; pero la satisfacción primordial de los intereses relacionados con la vida
y con su desenvolvimiento continúa constituyendo la regla. .
Nada justifica la concepción del Derecho como forma abstracta y vacía que
incluye un contenido económico. Más todavía, el Derecho está lleno de reglas
que regulan actos totalmente indiferentes o ajenos a cualquier finalidad
económica. Como muy bien observa Ascarelli, la cuestión es muy distinta,
porque es propio del Derecho recibir los diversos valores (económicos, artísticos,
religiosos, etc.) regulándolos según sus propias estructuras y fines,
convirtiéndolos así en jurídicos eI:1 la medida en que los integra en su
ordenamiento.
Cabe también considerar que así como el factor económico actúa sobre el
Derecho, éste resulta también de otros elementos de naturaleza religiosa, ética,
demográfica, geográfica, etc. Lo que demuestra la unilateralidad y la
inconsistencia de todas las teorías que, como la marxista, confinan al hombre
en una de sus múltiples dimensiones.
Diríamos que el Derecho es como el Rey Midas. Si en la leyenda griega este
monarca convertía en oro todo aquello que tocaba, aniquilándose en su
propia riqueza, el Derecho, no por castigo, sino por destino ético, convierte en
jurídico todo aquello que toca, para ponerlo en condiciones de poder realizarse
con garantía y en armonía con los demás valores sociales.
3
Naturaleza y cultura
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SUMARIO:
Lo dado y lo construido.
Concepto de cultura.
Leyes físico-matemáticas y leyes culturales.
Bienes culturales y ciencias culturales.
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Lo dado y lo construido
Si miramos a lo que nos rodea observamos que existen hombres y que existen
cosas. El hombre no sólo existe, sino que coexiste, o sea, vive necesariamente en
compañía de otros hombres. En virtud del hecho fundamental de la
coexistencia, los individuos establecen entre sí relaciones de coordinación, de
subordinación, de integración o de otra naturaleza, relaciones que no se dan
sin la concomitante aparición de reglas de organización y de conducta.
En el universo hay cosas que se encuentran, por así decir, en estado bruto y
cuyo nacimiento no requiere ninguna participación de nuestra inteligencia o
de nuestra voluntad. Pero, al lado de estas cosas puestas originariamente por
la naturaleza, hay otras sobre las cuales el hombre ejerce su inteligencia y su
voluntad adaptando la naturaleza a sus fines.
Esta definición vale tanto para las leyes físico-matemáticas como para las leyes
culturales. Veamos si se puede hablar de "naturaleza de las cosas"
cuando nos referimos a las leyes que explican el mundo físico, o sea, el mundo
de lo "dado" y cuando nos referimos a las leyes morales y jurídicas que tienen
una importancia capital entre las que rigen el mundo de la cultura y de la
conducta humana, es decir, el mundo de lo "construido".
Concepto de cultura
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1 Observamos que aunque inspirada en la terminología de Francois Gény. la
distinción que hacemos aquí entre "dado" y "construido" no corresponde a la
desarrollada por el ilustre jurisconsulto francés.
Pues bien, "cultura" es el conjunto de todo aquello que, en los planos material y
espiritual, el hombre construye sobre la base de la naturaleza, ya sea para
modificarla, ya sea para modificarse a sí mismo. De esta suerte, en el conjunto
de los utensilios e instrumentos, de las obras y servicios, así como de las
actitudes espirituales y formas de comportamiento que el hombre va
formando Y perfeccionando a través de la historia como caudal o patrimonio
de
la especie humana.
Siendo expresión neutra del hecho, cualquier ley física, por precisa que parezca,
cede ante cualquier aspecto fáctico que venga a contradecir su enunciado. En
el mundo físico, la discrepancia entre la ley enunciada y el hecho se resuelve en
favor de éste, siempre que sea un hecho observado; en tal caso se modifica la
teoría y se altera la ley.
Veamos si esto es posible en todos los campos del "mundo de la cultura" al que
pertenece el Derecho. Imaginémonos un hecho alterando una ley jurídica: un
individuo matando a otro, modificaría, mediante su acto, el Código Penal.
Recapitulando, podemos decir que, al revés de lo que sucede en las leyes físico-
matemáticas, las leyes culturales se caracterizan por su referencia a valores o,
más específicamente, por su adecuación de los medios a los fines. De ahí su
naturaleza axiológica o teleológica. Axiología significa teoría de los valores;
teleología, teoría de los fines.
No todas las leyes culturales tienen la misma naturaleza. Las leyes sociológicas,
históricas y económicas son enunciaciones de juicios de valor que se basan en
hechos observados (la Sociología como la Historia o la Economía no se limitan
a detectarlos, como pretendieron los filósofos positivistas). No sucede lo mismo
en el plano de la Ética que es la ciencia normativa de los comportamientos
humanos.
a) físico-matemática o natural
a ') sociológica, histórica,
Ley: económica, etc.
b) cultural:
b´) etica o norma etica (moral,
política, reIigiosa, Jurídica. etc.)
Hemos dicho que existen dos órdenes de fenómenos: los de la naturaleza y los
de la cultura. En el estudio de los fenómenos puramente naturales el hombre
llega a un acervo de conocimientos que forman' el contenido de las llamadas
ciencias físico-matemáticas, como son la Física, la Química, la Matemática, la
Astronomía, la Geología, etc. No son ciencias culturales, pero sí constituyen
bienes de cultura; entran a formar parte del patrimonio de la cultura, pero no
son ciencias culturales porque su objeto es la naturaleza; son "ciencias
naturales" y, como producto de la actividad creadora del hombre, integran
también el mundo de la cultura.
Cuando nace, el hombre recibe, a través de los primeros vocablos, una serie de
enseñanzas de las generaciones anteriores. Hereda, a través del lenguaje, un
acervo de espiritualidad que se integra en la convivencia. Después, el ser
humano irá recibiendo educación y adquiriendo más conocimientos, para, más
tarde, actuar sobre el medio ambiente y, de este modo, transformarlo a través
de nuevas formas de vida. La sociedad, que tiene su origen en la naturaleza
social del hombre, está en continua mutación. Conviene insistir en la enseñanza
que nos viene desde Aristóteles de que "el hombre es un animal político" y que
lo es por su propia naturaleza; es decir, es un animal destinado a vivir en
sociedad, de tal suerte que, fuera de la vida, social, jamás podría realizar su
proyecto vital.
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SUMARIO:
En el último capítulo vimos que las leyes éticas, o mejor dicho, las normas éticas
no envuelven solamente un juicio de valor sobre los comportamientos
humanos, sino que culminan en la opción de una directriz considerada
obligatoria en el seno de una colectividad. De la toma de posición axiológica
resulta la imperatividad de la vía escogida; imperatividad que no constituye el
mero resultado de una decisión arbitraria, sino que es la expresión de un
complejo proceso de opciones valorativas en el que se halla, más o menos
condicionado, el poder que decide.
Toda norma enuncia algo que debe ser en virtud de haber sido reconocido un
valor como razón determinante de un comportamiento declarado obligatorio.
Existe en toda regla un juicio de valor cuya estructura es preciso contemplar y
que se emplaza en el horizonte de la actividad del juez y del abogado. De ahí
la conveniencia de tener en cuenta lo que la lógica enseña acerca del juicio.
"S" es "p"
Las relaciones que se establecen entre los hombres pueden ser estudiadas según
nexos lógicos de esta naturaleza, como acontece en la Sociología; si bien ésta
opera también con juicios de valor formulando apreciaciones de naturaleza
valorativa o axiológica sobre los hechos sociales observados.
Toda norma ética expresa un juicio de valor, al cual se liga una sanción, una
forma de garantizar la conducta que, en función de aquel juicio, es declarada
permitida, prescrita o prohibida. La necesidad de que una sanción sea prevista
para asegurar el cumplimiento del fin propuesto basta para revelarnos que la
norma enuncia algo que debe ser y no algo que inexorablemente tenga que
ser.
. La previsión de un deber susceptible de no ser cumplido nos coloca ante un
problema que envuelve la substancia de la estructura normativa. Se trata de
que t()d..a norma está formulada sobre el presupuesto esencial de la libertad
que tiene su destinatario para obedecer o no sus dictámenes.
Se comprende la diferencia radical entre los dos tipos de leyes si se piensa que
la norma tiene por objeto decisiones y actos humanos, que es inherente a éstos
la dialéctica del sí y del no. el cumplimiento de la, regla o su transgresión.
La regla representa así un módulo o medida de conducta. Cada regla nos dice
hasta qué punto podemos ir; dentro de qué límites podemos situar nuestra
persona y nuestra actividad. Cualquier regla que examinemos presentará
como característica ineludible la de ser una limitación del obrar. Regla
consuetudinaria, de trato social de orden moral-o jurídico. etc. es siempre una
medida de aquello que podemos o no podemos hacer.
LO SANTO. 'Es el valor al cual corresponden las religiones y los cultos. También
en este campo existen hombres que sólo viven del valor de lo "santo", de lo
"sacro"; aunque todos los hombres sientan más o menos necesidad de este
complemento transcendente de la vida. -Es el valor de lo divino dirigiendo al
hombre en la sociedad y exigiendo determinado comportamiento por parte de
los individuos y de los grupos.
Bien personal es aquel que el individuo se lo propone como deber suyo propio
y lo realiza en cuanto individuo. Así un sujeto puede ser temperante sin que lo
sea para otro: la virtud de la templanza se realiza en el individuo y en favor
del propio individuo. Por el contrario nadie podrá ser justo consigo mismo
porque la justicia es siempre un lazo entre un hombre y otros hombres; será
bien del individuo porque, éste es miembro de una sociedad y participa del
bien propio del todo colectivo. Por consiguiente, el bien social se sitúa en otro
campo de acción humana campo que es propio del Derecho.
Esta cuestión exige que nos detengamos con cierta calma en su estudio. Hemos
de advertir antes de entrar en él que si bien el valor de la subjetividad es el
fundamento de la Moral, esto no significa que el individuo como tal sea la
medida de los actos morales. Cuando los individuos se respetan mutuamente,
reconociéndose unos a otros como personas, entonces avanzan en la realización
de sí mismos llevando a cabo su subjetividad en el seno de una necesaria
relación de intersubjetividad. Por esta razón, la Moral, que mira al bien de la
persona, mira también implícitamente al bien social. Con lo cual se demuestra
la unidad de la vida, ética por mucho que ésta pueda ser vista a través de
prismas diversos.
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Derecho y Moral
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SUMARIO:
Nos encontramos, ahora, ante uno de los problemas más difíciles y también
más bellos de la Filosofía Jurídica: el de la distinción entre Moral y Derecho. No
pretendo, ahora, agotar el tema, sino más bien dar algunos elementos
necesarios para no confundir ambos-conceptos aunque sin llegar a escindirlos.
No raras veces el avanzar en el conocimiento de la verdad radica en distinguir
las cosas sin separarlas. Al hombre de poca cultura le basta con percibir una
diferencia entre dos seres para inmediatamente oponerlos; pero los más
experimentados conocen el arte de distinguir sin separar, siempre que no haya
razones esenciales que justifiquen la contraposición.
Muchas son las teorías acerca de las relaciones entre el Derecho y la
Moral.
Nos limitaremos a tratar algunos puntos de referencia esenciales,
teniendo en cuenta de modo especial el papel que desempeñaron en el
desenvolvimiento histórico de la problemática que el tema presenta l.
¿Son aceptables los principios de esta doctrina? ¿Será correcto afirmar que
todas las normas jurídicas se contienen dentro del plano moral? El bien social
¿se realiza siempre que se alcanza la plena satisfacción de los valores de la
subjetividad. es decir. el bien personal de cada uno?
Como en el caso concreto que me fue dado conocer como abogado, demos por
hecho que el hijo no ceda a razones y se niegue obstinadamente a prestar
asistencia a sus progenitores. No quedará a los padres más que un camino: el
de ejercitar una acción procesal para urgir la obligación de dar alimentos.
Realizada la prueba demostrando la carencia económica de los interesados y
de la suficiencia del hijo para .pagar la cantidad señalada por los peritos, el
juez dictó sentencia .condenando .al hijo a pagar una pensión alimenticia
mensual.
El hijo hizo efectivo el pago de la pensión, pero de mala gana: vencido, pero no
convencido. Yo me pregunto: ¿hasta qué punto la regla moral coexiste en este
caso con la regla jurídica? ¿hasta qué punto el pago pudo convertirse en una
acción moral? La regla moral de asistencia a los ascendientes no coincide con la
regla jurídica desde el momento en que se hace indeclinable el recurso a la
fuerza a través del poder judicial. En el momento en que los padres
comparecieron ante el juez para interponer la acción a fin de lograr la
prestación del deber filial, la regla moral no acompañó a la regla jurídica, sino
que quedó momentáneamente eclipsada por falta de apoyo en el plano de la
conciencia del obligado; en realidad, el Derecho se pone al servicio de la Moral
para suplir la falta de adhesión espontánea a su imperativo de solidaridad
humana.
Derecho y coacción
Derecho y heteronomía
Por los ejemplos dados hasta; ahora se ve que podemos obedecer o no a las
normas de Derecho de las cuales somos los destinatarios. Éstas son puestas por
el legislador. Por los jueces, por los usos y costumbres. siempre por terceros,
pudiendo coincidir o no sus mandamientos con las convicciones que nosotros
tenemos sobre la cuestión.
Podemos criticar las leyes de las cuales disentimos. pero debemos obrar
en conformidad con ellas les demos o no la adhesión de nuestro espíritu. Esto
significa que ellas valen objetivamente, independientemente y a despecho de
la opinión y del querer de los obligados.
Esta validez objetiva y transpersonal de las normas jurídicas que por así decirIo,
se sobreponen a las pretensiones de los sujetos de una relación superándolas en
la estructura de un querer irreductible al querer de los destinatarios es lo que
se denomina heteronomia. Fue Kantel primer pensador que enunció esta nota
diferenciadora afirmando que la Moral es autónoma y el Derecho heterónomo.
No todos pagan los impuestos de buen grado; el Estado no pretende que al
pagar un tributo el contribuyente lo haga con una sonrisa en los labios, le basta
con que el pago se haga en las fechas determinadas. Nada más absurdo y
monstruoso que la idealización de un homo iuridicus, modelado según el
Derecho y destinado a practicado con rigurosa fidelidad a las estructuras
normativas.
Se dirá que los terceros son el Estado y que el Estado está constituido por la
sociedad de los hombres, de manera que, en último análisis, nos estamos
gobernando a nosotros mismos. Es una satisfacción poder pensar que nos
estamos autogobernando y dictando las reglas que debemos obedecer. Con
todo, no siempre existe esta aquiescencia, porque podemos estar en espíritu
contra la ley y al mismo tiempo estar obligados a obedecerla. La ley puede ser
injusta o inocua, pero en cuanto no ha sido revocada o no ha caldo en desuso
manifiesto, obliga y se impone contra mi voluntad; lo cual no impide que se
deba, en la medida de lo posible, neutralizar o atenuar el rigor del Derecho
injusto 2. El carácter de heteronomía es, por tanto, mucho más profundo de lo
que a primera vista parece. De ahí que podamos dar un paso más y decir que
el Derecho es la ordenación heterónoma y coercible de la conducta humana.
Bilateralidad atributiva
Durante mucho tiempo los juristas, bajo la influencia de la escuela positivista,
se contentaron con la presentación del problema en términos de coercibilidad.
Pronto renunciaron a la "teoría de la coacción en acto", para aceptar la "teoría
de la coacción en potencia"; o sea, después de ver al Derecho como coacción
efectiva pasaron a apreciarlo como posibilidad de coacción, pero nunca
abandonaron el elemento coercitivo. Éste permaneció como elemento último
en la determinación del Derecho. Podemos decir que el pensamiento jurídico
contemporáneo no se contenta con el concepto de "coacción potencial". sino
que. con mayor profundidad, procura penetrar más al interior de la
experiencia jurídica para descubrir la nota distintiva esencial del Derecho. Ésta
es, según nuestro criterio. la bilateralidad atributiva.
Por los estudios que hemos desarrollado sobre la materia pensamos que se da
bilateralidad atributiva cuando dos o más personas se relacionan según una
proporción objetiva que les autoriza a pretender o a exigir algo con garantías.
Cuando un hecho social presente este tipo de relación, decimos que es jurídico.
Donde no existe proporción en el pretender, en el exigir o en el no hacer, no
hay Derecho de la misma manera que no existe éste si no hay garantía
especít1ca para tales actos.
El Derecho, según él, sólo debe preocuparse de la acción humana una vez
haya sido exteriorizada: la Moral, por el contrario, se refiere a lo que se realiza
en el plano de la conciencia. Cuando una acción se desarrolla en el fuero
interno, nadie puede interferirse ni obligar a hacer o a dejar de hacer. El
Derecho, por consiguiente, rige las acciones exteriores del hombre,-al paso que
las acciones íntimas pertenecen al dominio especial de la Moral. La Moral y el
Derecho quedaban así totalmente separados, sin posibilidad de invasión
recíproca en sus campos de suerte que la libertad de pensamiento y de
conciencia recibía. a través de esta ingeniosa doctrina, una necesaria tutela.
¿Qué decir a la postura de Thomasius? ¿Será exacto decir que el Derecho sólo
cuida de aquello que se exterioriza sin tener en cuenta el mundo de la
intención? En primer lugar, no es posible separar la acción de los hombres en
dos campos estancos. Ella siempre es una y concreta, aunque pueda ser
examinada en dos momentos sin descomponerse propiamente en dos partes.
Por otro lado, si bien es cierto que el Derecho sólo aprecia la acción en cuanto
ésta se proyecta en el plano social, no es menos cierto que el jurista debe
apreciar el mundo de las intenciones. El fuero interno es de suma importancia
en la Ciencia Jurídica. En el Derecho Penal, por ejemplo, hacemos una
distinción básica entre delitos dolosos y culposos. Dolosos son las infracciones a la
ley penal que resultan de la intención premeditada del agente. El individuo
que saca un arma con intención de herir a su enemigo, practica un crimen
doloso, porque su acto es una concreción de su voluntad consciente. El delito
culposo, por el contrario, es aquel mediante el cual alguien causa daño, pero
sin la intención de realizarlo. Si una persona atropella a un transeúnte
matándolo o hiriéndolo existe evidentemente una infracción de la ley penal
infracción que no está acompañada de intención dolosa: es un delito culposo. Si
se probase que el accidente se realizó intencionalmente o que el automóvil fue
el instrumento de designio criminal, tendríamos un delito doloso. Estamos
viendo que, en la esfera penal es necesario tomar en consideración el elemento
íntimo o intencional.
Según algunos autores como Radbruch y Del Vecchio este tipo de reglas no
pueden constituir un tertium genus. Pero aceptada su existencia ocupan una
situación intermedia entre la Moral y el Derecho. Nadie puede ser forzado por
ejemplo a ser cortés, pues es inconcebible la cortesía forzada como lo sería un
saludo hecho bajo la amenaza de agresión. En este punto, las normas
convencionales comparten la espontaneidad y la incoercibilidad propias de la
Moral. Quien desatiende a esta categoría de reglas sufre una sanción social
(como es la censura o el desprecio público), pero no puede ser coaccionado a
practicarlas.
Por otro lado. no es indispensable que los actos de buen tono sean practicados
con sinceridad. Puede atender a las reglas de etiqueta tanto el hombre
desinteresado como quien se sirve de ellas con intenciones malévolas. Para
cumplir una norma de trato social basta con la adecuación exterior del acto a
la regla, sin necesidad de adherirse a su contenido: en este punto las reglas de
trato social coinciden con el Derecho.
Estos usos sociales o reglas de trato social son bilaterales lo mismo que las de la
Moral, pero no son bilateral-atributivas, razón por la cual nadie puede exigir
que lo saluden respetuosamente: la atribución surge solamente cuando la
costumbre se convierte en norma jurídica consuetudinaria o el acto de cortesía
se transforma en obligación jurídica, como es el caso del saludo militar al
superior jerárquico.
Teniendo a la vista lo expuesto podemos resumir las notas distintivas de los tres
campos de la Ética que acabamos de analizar componiendo el siguiente
cuadro:
________________________________________________________
Coercibilidad Heteronomía Bilateralidad Atribución
------------------------------------------------------------------------------------
---------
MORAL - - + -
------------------------------------------------------------------------------------
---------
DERECHO + + + +
------------------------------------------------------------------------------------
---------
COSTUMBRE - + + -
6
Concepto de Derecho. Su estructura
tridimensional
________________________________________
SUMARIO:
La intuición de Dante.
Acepciones de la palabra "Derecho".
Estructura tridimensional del Derecho.
________________________________________
Todas las reglas sociales -las morales, las jurídicas y las convencionales o de
trato social- ordenan la conducta. Pero el modo de esta ordenación difiere
según sea la regla. Es propio del Derecho ordenar la conducta de manera
bilateral y atributiva, o sea, estableciendo relaciones de exigibilidad según una
proporción objetiva. El Derecho, por tanto, no mira a ordenar las relaciones de
los individuos entre sí para satisfacción de ellos, sino que, por el contrario, mira
a realizar una convivencia ordenada la cual se traduce en la expresión: bien
común. El bien común no es la suma de los bienes individuales, ni la medida
del bien de todos. El bien común hablando con rigor, es la ordenación de lo
que cada hombre puede realizar sin perjuicio del bien ajeno, una composición
armónica del bien de cada uno con el bien de todos. Modernamente el bien
común ha sido visto -y esta es, en el fondo, la enseñanza del iusfilósofo italiano
Luigi Bagolini- como una estructura social en la cual se encuentran formas
posibles de participación y de comunicación de todos los individuos y grupos.
La intuición de Dante
Esta conceptuación ética del Derecho, que coloca la coacción como elemento
externo y no como elemento intrínseco de la propia vida jurídica, tiene una
formulación bastante feliz por obra de un poeta: Dante.
La personalidad extraordinaria de Dante Alighieri es de sobras conocida.
Esto quiere decir que ideas que hoy nos parecen tan modernas, como la de la
humanización y la de la socialización del Derecho, echan sus raíces en una
tradición histórica milenaria. El Derecho innova y presenta elementos de
renovación permanente, pero, al mismo tiempo conserva siempre una base
tradicional.
Nada hay de extraño en este hecho, pues es frecuente que una misma palabra
designe tanto la ciencia como el objeto de la misma, esto es, la realidad o tipo
de experiencia que constituye la razón de sus indagaciones y esquemas teóricos
.
Muchas confusiones surgen del hecho de no hacer una clara distinción entre
una y otra acepción. Cuando decimos, por ejemplo, que el Derecho español
contemporáneo es diferente del que existía bajo los Austrias, aun manteniendo
una línea de continuidad de acuerdo con la índole del pueblo español y de sus
contingencias socioeconómicas, nos estamos refiriendo preferentemente a un
momento de la vida de la sociedad, a un hecho social. El Derecho es un
fenómeno histórico-cultural.
Historia del Derecho, Sociología Jurídica y Ciencia del Derecho son tres campos
de conocimiento distintos y que se constituyen sobre la base de una única
experiencia humana que es el Derecho como hecho de convivencia ordenada.
El hecho de que la palabra Derecho tenga varias acepciones, no- debe parecer
extraño, al ser imposible, en las ciencias humanas, tener siempre una palabra
para cada idea. El químico tiene la ventaja de emplear símbolos distintos: la
fórmula CO2, por ejemplo, se refiere a un único y determinado ser.
Esto da seguridad en el campo de la investigación y pone el problema de la
comunicación sobre bases más sólidas, lo cual ha inducido a algunos juristas a
tratar de axiomatizar el Derecho. Pero tales formulaciones de tipo matemático
sacrifican el contenido axiológico, esencial para la comprensión de la
experiencia jurídica. En el campo de las ciencias sociales no podemos alimentar
ilusiones en el sentido de lograr un extremado rigor terminológico, pero no por
esto nos faltan estructuras conceptuales que puedan ajustarse a la compleja y
matizada conducta humana.
_____________________________________
1 Sobre estos y otros aspectos de mi teoría Trídimensional. véanse mis obras:
Filosofia do Direito. 7.8 edición. Sito Paulo. 1975: Teoría Trídimensional do
Direito; Sao Paulo, 1968,
Por ejemplo, una norma legal prevé el pago de una letra de cambio, en la
fecha de su vencimiento, bajo la pena de protesto, gozando el acreedor de
la facultad de promover la ejecución del crédito. En este caso diríamos:
Desde su origen, esto es, desde la aparición de la norma jurídica -que es síntesis
integrante de hechos ordenados según valores- hasta el momento final de su
aplicación, el Derecho se caracteriza por su estructura tridimensional en la cual
hechos y valores se dialectizan, esto es, obedecen a un proceso dinámico que
hemos de ir desvelando. Decimos que este proceso del Derecho obedece a una
forma especial de dialéctica que llamamos "dialéctica de implicación-
polaridad" que no se confunde con la dialéctica hegeliana o marxista de los
opuestos. Ésta es una cuestión que podrá ser esclarecida con mayor eficacia en
el ámbito de la Filosofía del Derecho. Según la dialéctica de implicación
polaridad aplicada a la experiencia jurídica, el hecho y el valor de la misma se
correlacionan de tal modo que cada uno de ellos se mantiene irreductible al
otro (polaridad), pero ambos son exigidos mutuamente (implicación), dando
origen a la estructura normativa como momento de realización del Derecho.
________________________________________
Sobre estos y otros aspectos de mi teoría trídimensional. véanse mis obras:
Filosojia do Direilo. 7.8 edición. Sito Paulc. 1975: Teoría Trídimensional do
Direilo;' Sito Paulo, 1968, y o Direito como Experiencia, Sáo Paulo. 1968. (Hay
traducción italiana. J/ diril10 come esperienza, con Introducción" de Domenico
Coccopalmerio, Milán, 1973.) Cf. también. Recaséns Siches. Tratado General de
Filosofia del Derecho, México, 1959. págs. 158 a ]64. e Introducción al Estudio del
Derecho. México. 1970, págs. 40 y ss.
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SUMARIO:
Si es H, debe ser C
Según esta concepción, toda regla de derecho contiene una previsión genérica
de un hecho, con la indicación de que, cada vez que un comportamiento
corresponda a este enunciado, deberá producirse una consecuencia que, en la
teoría de Kelsen, corresponde siempre a una sanción.
Solamente por un artificio verbal podría decirse que el citado artículo primero
de la Constitución brasileña significa que si el Brasil quiere ser una República
Federal, ésta deberá ser constituida por la unión indisoluble de los Estados, etc.;
o que en virtud del art. 155 del Código Civil, si alguien fuese padre tendrá la
facultad de corregir y castigar moderadamente a sus hijos. La mera conversión
verbal extrínseca de una proposición normativa que enuncia simplemente un
deber o confiere poderes, en otra que presente este deber o facultad en forma
condicional, no es bastante para conferir carácter hipotético a una norma.
En realidad, las reglas que regulan la organización de los poderes del Estado,
las que estructuran los órganos y distribuyen competencias y atribuciones y las
que disciplinan la identificación, modificación y aplicación de otras normas no
se presentan como juicios hipotéticos: lo que las caracteriza es la obligación
objetiva de hacer algo que debe ser hecho, sin que el deber enunciado quede
subordinado a que se dé un hecho previsto del cual puedan o no derivarse
determinadas consecuencias. Pero, no habiendo la alternativa del
cumplimiento o incumplimiento de la regla, no se puede hablar de carácter
hipotético.
Afirmamos que una norma jurídica enuncia un deber ser porque ninguna
norma describe que algo es, incluso cuando, para facilidad de expresión,
empleamos el verbo "ser". Es cierto que la Constitución brasileña declara que el
Brasil es una República Federal, pero es evidente que la República no es algo
que esté ahí delante de nosotros como si se tratase de un árbol o de una placa
de bronce: aquella norma enuncia que "el Brasil debe ser organizado y
considerado como una República Federal". Ésta, a su vez, sólo tiene sentido en
cuanto que se ordena y se actualiza a través de un sistema de disposiciones
que determinan los ámbitos de acción y de competencia que deben ser
respetados por los poderes de la Unión, de los Estados, del Distrito Federal y de
los Territorios. La República Federal es, pues, una realidad de deber ser, una
construcción cultural de tipo finalístico o, en otras palabras, una realidad
normativa en la cual se integran hechos y valores. Todas las consideraciones
que hicimos sobre la naturaleza de las reaIidades culturales que son en cuanto
deben ser- nos dispensan de más amplias explicaciones sobre la forma por la
cual los entes y actos jurídicos son y se desarrollan.
Pensamos que el concepto de norma que acabamos de dar abarca todos los
tipos de reglas jurídicas, sin vaciarlas de sus posibles contenidos (la conducta
humana y los procesos de organización social) y sin reducirlas a mero enlace
lógico.
Aunque más adelante nos hemos de ocupar más detenidamente del estudio
de las diversas clases de normas jurídicas, conviene establecer, ahora, algunas
distinciones que afectan de modo inmediato a lo expuesto sobre la estructura
de la norma jurídica.
De este hecho surge la tendencia a considerar, como primarias, las normas que
enuncian las formas de acción o de comportamiento lícitas o ilícitas y como
secundarias, las normas de naturaleza instrumental.
En cierta forma, si bien con aIcance mucho más restringido, esta distinción ya
fue hecha por Jhering cuando se refería a las normas que establecen lo que
debe o no debe ser hecho y las que se destinan a los órganos del poder judicial
o del poder ejecutivo para asegurar el cumplimiento de las primeras en la
hipótesis de que sean violadas.
Si es H, debe ser C
Kelsen sólo considera jurídica la norma que prevé la sanción penal. A nuestro
entender, la concreta juridicidad sólo se realiza a través de la conjunción o
complementariedad de dos normas que se integran en una sola norma de
naturaleza lógica y axiológica a la vez.
Ésta es la razón por la cual cuando el Código Penal dispone que matar a
alguien 'lleva consigo una pena determinada, no se enuncia un simple juicio
lógico de naturaleza hipotética (si alguien mata, deberá ser castigado con la
pena correspondiente) porque en este juicio está implícito el valor de la vida,
expresado en el imperativo "no matar" que se subsume en el carácter
hipotético de la norma jurídica, como fundamento moral suyo.
Siendo la norma jurídica el elemento nuclear del Derecho, es evidente que ella
no puede dejar de tener una estructura tridimensional. Si desde el punto de
vista lógico-formal una-norma jurídica de conducta se reduce a una
proposición hipotética, o mejor, a una conjunción de dos proposiciones
hipotéticas, este aspecto lógico por importante que sea no agota el problema
del modelo normativo.
Si es H, debe ser C
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SUMARIO:
Las normas jurídicas en el espacio.
Las normas jurídicas en relación con las fuentes del Derecho.
Normas de equidad y tipos de justicia.
Las normas con respecto a su violación.
Las normas jurídicas en cuanto a la imperatividad.
Otras especies de normas.
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Otro modo de clasificar las reglas jurídicas es por su referencia a las fuentes o
formas de producción jurídica. Según los medios y procesos a través de los
cuales se manifiesta el Derecho, podemos distinguir cuatro tipos de normas
jurídicas, que encontraremos de nuevo al tratar de la cuestión de las fuentes
del Derecho: normas legales, consuetudinarias, jurisprudenciales y doctrinales o
científicas. A estos tipos tradicionales de reglas unimos las reglas negociales,
producto de la autonomía de la voluntad, con función diversa a la de las
llamadas normas doctrinales 1,
El desuso puede darse bien porque la norma legal nunca fue aplicada o dejó
de serIo en un momento determinado, bien porque ha empezado a prevalecer
en el seno de la comunidad la aceptación de una norma consuetudinaria
diversa con olvido de la norma legal. En esta segunda hipótesis tendríamos,
propiamente hablando, la costumbre jurídica contra legem.
Tales casos son más bien raros, pero es innegable que existen leyes obsoletas
que plantean al intérprete, al juez o al administrador gravísimas dificultades.
Puede suceder que súbitamente se invoque un precepto legal del que se ha
perdido la memoria, hasta tal punto que el legislador se olvidó de revocarlo.
Este precepto está vigente formalmente, pero la experiencia demuestra que se
trata de un Derecho muerto, de algo olvidado en el desarrollo dogmático de
las fuentes legales. Grave problema. ¿Cómo resolverlo? Puede darse un pseudo
desuso. Esto sucede cuando el conjunto del sistema legal, considerado en su
totalidad, implica la revocación del precepto' obsoleto. Cuando se produce este
conflicto la solución está en considerar la revocación de la norma sin hablar de
desuso, sino atendiendo al ordenamiento jurídico considerado como un todo
sistemático.
Una vez que haya sido positiva do el desuso mediante la prueba inconcusa de
la pérdida de eficacia de una disposición legal, resultaría absurdo pretender su
imprevista aplicación alegando solamente el principio de revocabilidad formal
de una ley por otra ley, principio que ha constituido una categoría histórica
variable en el espacio y en el tiempo, pero no un principio lógico de valor
general.
No son sólo razones éticas y sociales las que justifican la aplicación de una
norma legal en manifiesto desuso, sino que es también la estructura
tridimensional de la regla jurídica la- que exige que ésta, además de su
vigencia, tenga un mínimo de eficacia.
Aristóteles fue el primer gran pensador que dedicó la debida atención a e"ste"
problema. Consideraciones y esbozos interesantes se hallan en las obras de
pensadores prearistotélicos; pero es con el Estagirita cuando el problema
adquiere expresión precisa.
Para el autor de la Ética a Nicómaco la equidad es una forma de justicia, o
mejor dicho, es la misma justicia en uno de sus momentos, en el momento
decisivo de su aplicación al caso concreto. La equidad es, para Aristóteles, la
justicia del caso concreto, adaptada, "ajustada", a las particularidades de cada
hecho real. Teniendo en cuenta que la justicia en sí misma es una medida
abstracta, susceptible de aplicación a todas las hipótesis a las que pueda
referirse, la equidad aparece como la justicia en su dinámico ajustamiento af
caso 2.
Fue por este motivo que Aristóteles la comparó a la regla de Lesbos. Esta
expresión posee una gran precisión. La regla de Lesbos era una regla especial
de la que se servían los canteros para medir determinados bloques de piedra,
por estar hecha de metal flexible que le permitía ajustarse a los contornos del
objeto. La justicia es una proporción genérica y abstracta, al paso que la
equidad es específica y concreta, es, como la regla de Lesbos, flexible y no sólo
mide lo que es normal, sino también las variaciones y curvaturas inevitables de
la experiencia humana.
Esta materia fue también estudiada con sutileza por Aristóteles que procuró
distinguir los diversos tipos de igualdad que se manifiestan en la vida práctica.
En primer lugar, tenemos la justicia conmutativa que responde a la igualdad
de proporción propia de los trueques en los cambios mercantiles: se presupone
que las dos partes cambien entre sí objetos de igual valor: do ut des. Transfiero
un objeto y recibo el precio que vale. Entre comprador y vendedor existe una
proporción aritmética-. El criterio de igualdad retributiva o co-respectiva no
preside solamente las relaciones de cambio, sino también la aplicación de las
penas: quien infringe la ley penal no debe sufrir una pena desproporcional a la
gravedad de su acto. Modernamente, exigencias de orden social pueden
imponer excepciones a esta correspondencia esencial entre "infracción" y
"pena",
'Pero aquel criterio de igualdad continúa rigiendo sustancialmente las
relaciones contractuales y penales, puesto que siempre se ha de tener en
cuenta la persona del infractor y el objeto de la relación obligatoria.
Cabe examinar, además, otros tipos de relación social que se refieren a las
obligaciones de los individuos para con el todo. No existen sólo derechos y
deberes de los hombres entre sí; también se dan derechos y deberes de los
hombres con respecto a la colectividad.
Con este resumen pretendemos, sobre todo incitar al estudio del problema de
la justicia en la Historia, puesto que existen varias formas de manifestación de
lo justo que, a su vez, implican diferentes criterios en su valoración.
Hemos de tener presente que no sólo en ¡ajusticia social, sino también en la
distributiva y en la conmutativa, tenemos siempre una proporción abstracta
que no cubre plenamente el caso particular-que el administrador tiene que
resolver o el juez juzgar. Hay ciertos casos en que la aplicación -rigurosa del
Derecho redundaría en un acto profundamente injusto. Summum ius, sümma
iniuria. Esta afirmación es, para nosotros, una de las más bellas y profundas de
la jurisprudencia romana, porque pone en evidencia la noción fundamental de
que el Derecho no es sólo un sistema lógico-formal, sino, sobre lodo, la
apreciación estimativa o axiológica de la conducta.
Podemos distinguir las reglas jurídicas según los efectos que provienen de su
violación. La regla de Derecho se promulga para ser cumplida, pero siempre
existe la posibilidad de su violación. Si es violada, la Sociedad y el Estado
toman posición frente al infractor con referencia al acto lesivo.
Los diferentes tipos de consecuencias posible dan lugar a una clasificación de
normas que, según algunos tratadistas, se remonta al Derecho romano. Es lo
que, por ejemplo, leemos en la Teoría General del Derecho de Korkounov, o en
la Introducción a la Ciencia del Derecho del profesor mexicano García Maynez.
Esta afirmación no es del todo exacta. Los romanos no llegaron a esta
clasificación que, como nos demuestra Cogliolo, es de inspiración romanística,
fruto de una elaboración doctrinal que nos llega a nosotros desde los
expositores medievales del Derecho romano, después de haber adquirido
contornos más precisos en la ciencia jurídica renacentista.
Según este criterio podemos dividir las normas jurídicas en cuatro clases:
plus quam perfeclae, perfeclae, minus quam perfectae e imperfectae.
Las normas jurídicas plus quam perfectae son aquellas cuya violación
determina dos consecuencias: a) nulidad del acto, y b) la aplicación al infractor
de una restricción o pena. Veamos un ejemplo en el Código Civil. En el arto 83
leemos: "No pueden contraer matrimonio: ...5.° Los que se hallaren ligados con
vínculo matrimonial". He aquí una regla plus qua m perfectae. ¿Por qué?,
porque en primer lugar hay que tener presente la consecuencia prevista en el
artículo 101 del mismo Código Civil: "Son nulos: 1.° Los matrimonios celebrados
entre las personas a quienes se refieren los artículos 83 y 84, salvo los casos de
dispensa." La primera consecuencia es la nulidad del acto. La segunda es la
aplicación de una pena al infractor por delito de bigamia. Se trata, por
consiguiente, de normas cuyo cumplimiento está protegido por una doble
garantía: una referente al acto y otra referente a las restricciones impuestas al
infractor.
Normas jurídicas perfectae son aquellas que determinan la nulidad del acto,
pero no implican una sanción de índole personal. Por ejemplo, si un menor
realiza un contrato asumiendo cargas que afectan a su patrimonio, se aplica la
regla jurídica que hace nulo o anulable el acto, pero sin establecer penalidad o
sanción a la persona del infractor. Es muy frecuente que el Derecho se contente
con el restablecimiento del orden jurídico, considerando que la vuelta al estado
anterior constituye hasta cierto punto una pena.
Existen otras reglas, las minus quam perfectae, que sé limitan a aplicar una
pena o una consecuencia restrictiva y no querida, pero no privarfal acto de su
eficacia. Así, por ejemplo, el arto 45del Código Civil dispone: "Está prohibido el
matrimonio: 1.° ÁI menor de edad no emancipado por anteriores nupcias que
no haya obtenido la licencia de las personas a quienes corresponda otorgarla...
". El hecho de haber realizado el matrimonio con infracción de esta norma no
implica la nulidad del acto, sino solamente la aplicación de las consecuencias
establecidas en el art. 50: "Si a pesar de la prohibición del arto 45 se casar en
las personas comprendidas en él, su matrimonio será válido, pero los cónyuges
quedarán sometidos a las siguientes reglas: l. a Se entenderá contraído el
casamiento con absoluta separación de bienes..." Como puede verse, el
matrimonio contraído infringiendo lo dispuesto en el arto 45 no lleva consigo la
nulidad del acto del casamiento, pero se sigue como consecuencia la imposición
del régimen. de separación de bienes tal como lo dispone el arto 50 antes
citado.
Las reglas jurídicas imperfectae son las que, aun siendo válidas, no llevan
consigo una pena para el infractor, ni una alteración de lo que se ha realizado.
Tales reglas se refieren especialmente a las llamadas obligaciones naturales. En
cierta manera representan un momento del paso de las reglas éticas y
consuetudinarias, lato sensu al campo del Derecho efectivamente garantizado.
Un ejemplo de obligaciones naturales nos lo dan las deudas provenientes del
juego. El individuo que pierde en el juego no está, jurídicamente hablando,
obligado a pagar. Paga porque quiere. La obligatoriedad del pago es de
orden ético-social. Nadie podrá llevar a los tribunales a un compañero de
juego para que le pague lo que ha perdido en una partida de póquer. Tales
obligaciones se llaman naturales y se rigen por normas consideradas como
imperfectae. Pero ¿por qué se las considera jurídicas? Son jurídicas porque
aunque no obliguen de manera directa. lo hacen de un modo mediato: nadie
está obligado a pagar una deuda contraída en el juego, pero una vez
efectuado el pago no puede exigir su devolución. Se trata de normas jurídicas
porque implican consecuencias jurídicas indirectas. Dejan la iniciativa al
agente, pero una vez efectuado el pago, éste pasa a ser justo título de
obligación fundada en el juego.
El tipo de clasificación de las reglas jurídicas que acabamos de ver tiene una
gran importancia práctica y presenta la ventaja de poseer, al menos, cierta
precisión esquemática.
No hay legislador que legisle sin pensar en quienes deberán cumplir o ejecutar
la ley. Algunos penalistas sostienen que las reglas de Derecho Penal se destinan
al juez y no al delincuente, o, en todo caso, a la sociedad. Dicen que el Estado
no castiga al individuo por haber violado éste el Código Penal, sino por haber
infringido una norma ética de vida honesta. Las reglas de Derecho Penal se
destinarían a los jueces como si se tratase de esquemas de evaluación de
aquello que constituye el modo norma! de vivir en sociedad que no cause daño
a otro.
Cuando ciertas reglas amparan altos intereses sociales no es lícito a las partes
contratantes disponer de manera diversa a los mismos. Por ejemplo, el artículo
1.280 del Código Civil dispone: "Deberán constar en documento público:
1.o Los actos y contratos que tengan por objeto la creación, transmisión,
modificación o extinción de derechos reales sobre bienes inmuebles..." Es decir,
la ley exige documento público para realizar, v. gr., la compraventa de un
inmueble; sin él la transmisión no se realiza. Según algunos sistemas de Derecho
la inscripción registral no es condición esencial para la transmisión de los bienes
inmuebles, Inciden en esta cuestión consideraciones de diversa índole, de las
que no están ausentes las de tipo técnico. Así, por ejemplo, Teixeira de Freitas
propugnaba la necesidad de que, 'en el Brasil, la incripción en el "Registro de
Inmuebles" fuera condición esencial para la transmisibilidad de bienes
inmuebles, porque así lo requería la enorme extensión del país.
Para ilustrar esta materia, haremos referencia a lo dispuesto en el art. 924 del
Código Civil brasileño sobre el cumplimiento parcial de un contrato y la
reducción proporcional de la multa. Por ejemplo, en un contrato de
arrendamiento por dos años en el que esté prevista una multa, por una
cantidad determinada, el juez puede reducir el pago de esta cantidad en
proporción al tiempo en que el arrendamiento se ha cumplido. La norma
enunciada en el artículo citado del Código Civil del Brasil, ¿es de orden público
o es meramente dispositiva? Si fuera de iure cogente, los contratos de alquiler
no podrían establecer que haya que pagar la multa en su totalidad cualquiera
que sea el tiempo transcurrido. De hecho, si examinamos ciertos impresos de
contratos podríamos encontrar una cláusula en la que se dispone que la multa
será exigible en su totalidad cualquiera que sea el tiempo de ejecución del
contrato.
¿Quién declaró que la norma jurídica antes citada debe ser tenida como
norma de orden público? La doctrina y la jurisprudencia. Es a través de las
investigaciones de los juristas y de las decisiones judiciales que las normas,
manteniendo la misma expresión verbal, van cambiando su sentido según las
nuevas exigencias fácticas y valorativas para así responder a las nuevas
contingencias sociales y económicas.
Las normas dispositivas forman la gran masa de las reglas jurídicas. Son normas
de conducta que dejan a los destinatarios el derecho de disponer de manera
diversa de lo que en ellas se contiene. Algunos autores creen, erróneamente,
que son normas jurídicas que pueden ser revocadas por la voluntad de las
partes. No se trata de revocación. Es evidente que las partes no revocan nunca
una ley por el mero hecho de que su voluntad haya tomado una disposición
diversa de la que contiene la ley. Es propio del contenido de la norma
dispositiva establecer una alternativa de conducta, de tal manera que sus
destinatarios puedan someterse a lo que la norma determina, o bien regular
ellos mismos la relación social.
Por ejemplo, el título III del libro IV del Código Civil trata "del contrato sobre
bienes con ocasión del matrimonio" y en su art. 1.315 se dispone que: "Los que se
unan en matrimonio podrán otorgar sus capitulaciones antes o después de
celebrarlo, estipulando las condiciones de la sociedad conyugal relativamente a
los bienes presentes y futuros, sino tras limitaciones que las señaladas en este
Código. A falta de contrato sobre los bienes, se entenderá el matrimonio
contraído bajo el régimen de la sociedad legal de gananciales". Se trata de un
derecho dispositivo supletorio. Los contrayentes tienen derecho a otorgar
capitulaciones antes o después del matrimonio, pero, si no lo hacen, el régimen
de bienes será el de la sociedad legal de gananciales.
Las reglas jurídicas pueden dividirse según otros criterios. Uno de estos criterios
es el que se basa en la naturaleza o contenido de lo ordenado. Con arreglo al
mismo se distinguen las reglas preceptivas las prohibitivas y las permisivas.
Las reglas preceptivas son las que mandan hacer algo, las que establecen un
status, las que reconocen o identifican otras normas como pertenecientes al
sistema vigente. Reglas prohibitivas son, como indica la palabra, las que niegan
la práctica de ciertos actos. Las reglas permisivas son las que facultan para
hacer u omitir algo.
Los criterios distintivos anteriormente expuestos se combinan con este. Así, verbi
gracia las normas jurídicas cogentes pueden tener carácter preceptivo y
carácter prohibitivo.
Los juristas invocan otra categoría de reglas que son las reglas supletorias. En
realidad éstas constituyen una especie de reglas dispositivas destinadas a llenar
el vacío dejado por la libre disposición de las partes, como es el caso enfocado.
en el art. 1.315 antes citado. Sin embargo, hay otro 'significado del término regló
supleroria. Es el que se da cuando decimos que, existiendo una laguna u
omisión de la ley, debemos recurrir a la norma supletoria de la costumbre,
según el art. 1.
Cabe poner de relieve una distinción que se debe a Kelsen y que supone un
cambio fundamental en la comprensión del Derecho. En la ciencia jurídica del
siglo pasado y de las primeras' décadas del actual prevalecía la tesis de que las
normas o reglas jurídicas debían tener siempre el carácter de generalidad.
Contra esta concepción, de raíz legalista, que reducía el Derecho 'a la ley
(atendida ésta como norma escrita de carácter genérico), se encuentra la
teoría, hoy en boga, que admite la existencia de normas particulares e
individualizadas y de leyes desprovistas de la nota de generalidad. De esta
manera, tendríamos la siguiente gradación:
a) Normas genéricas, que son las que, en función de los presupuestos que las
enuncian, obligan indiscriminadamente a todos cuantos entran en su ambito
de acción. De este tipo son la mayoría de las leyes y reglamentos y ciertas
normas consuetudinarias y jurisprudenciales.
b) Normas particulares, que son las que vinculan a determinadas personas (por
ejemplo. las que realizan un negocio jurídico. un contrato) y las de una ley que
expresamente contenga disposiciones solamente aplicables a casos particulares.
Cuando tal hecho sucede decimos que nos encontramos ante una
interpretación auténtica. Interpretación auténtica es solamente aquella que se
realiza a través de otra ley. Hay que tener presente que la ley tiene vida
propia y no permanece sometida a la persona del legislador que participó con
su voto en su creación o con su inteligencia en su elaboración: una vez
promulgada, la ley se desprende del legislador que le dio vida para tener
existencia propia.
Dar una ley para interpretar otra ley significa en último análisis, sustituir la
primera por la segunda. No cabe la retroactividad en la interpretación: regula
la materia tal como ha sido aclarado; pero solamente a partir del momento de
su vigencia.
En sentido impropio consideramos normas interpretativas las que son
elaboradas por el trabajo científico de los juristas -por la doctrina- o por los
jueces y tribunales -por la jurisprudencia-, y que miran a determinar la forma
más adecuada de entender la norma. También la Administración pública da,
con cierta frecuencia, normas destinadas a fijar la interpretación que los
órganos subordinados deben dar a las leyes y reglamentos. Es obvio que tales
"normas interpretativas" vinculan a las autoridades administrativas y se
contienen en el ámbito de las reglas interpretadas, pero también lo es que no
privan a los particulares del poder-deber adoptar, a la luz del texto legal o
reglamentario en vigor, otras interpretaciones.
_____________________________________________
SUMARIO:
Para que una norma jurídica sea obligatoria no basta con que esté
estructurada, sino que es también preciso que satisfaga los requisitos de
validez. La validez de una norma de Derecho puede verse desde tres puntos
de vista: el de la validez formal o técnico-jurídica (vigencia), el de la validez
social (eficacia o efectividad) y el de la validez ética (fundamentación) 1.
La problemática es compleja y de gran importancia, tanto en el plano
especulativo como para enfocar no pocos problemas de orden práctico que
han de ser resueltos por el abogado o por el juez. El art. 2, 1 dice: "Las leyes
entrarán en vigor a los veinte días de su completa publicación en el "Boletín
Oficial del Estado", si en ellas no se dispone otra cosa". Las condiciones de
vigencia de la ley vienen establecidas por el legislador.
¿Qué es vigencia? ¿Qué requisitos debe cumplir la regla jurídica para que sea
obligatoria? Corresponde a la doctrina jurídica esclarecer lo que hay que
entender por vigencia o validez técnico-jurídica.
¿Bastarán estos dos elementos para que la ley tenga validez? No. Es necesario
un tercer requisito: que el poder se ejerza también de acuerdo con las
exigencias reales, o sea, la legitimidad de procedimiento, que en la técnica del
Derecho norteamericano se denomina due process of law. Este requisito se
refiere a la legitimidad del modo según el cual el órgano ejecuta lo que le
compete y elabora así la norma jurídica. El Derecho rodea de debidas cautelas
la acción de los individuos y del Estado; de ahí que no baste tener el poder
legislativo, sino que sea preciso llevar a cabo los actos legislativo según 19s
cauces legales.
Tenemos, pues, que la ley ha de reunir tres requisitos esenciales que se refieren
a:
La eficacia o efectividad
Nos hemos estado refiriendo sólo a las normas legales. Pero hay un campo
inmenso en el que la validez tiene otras características: es el campo del
Derecho consuetudinario que el eminente jurisconsulto alemán Friedrich Carl
von Savigny, fundador de la Escuela Histórica del Derecho, calificaba de
Derecho auténtico por ser expresión inmediata y espontánea de lo que
llamaba "espíritu del pueblo" (Volksgeist). Una norma jurídica consuetudinaria
nunca surge con validez formal; ésta resulta de una práctica habitual en la
colectividad, esto es, surge de la eficacia de un comportamiento.
Vale la pena recordar la evolución sufrida por uno de los mayores juristas
contemporáneos, el fundador del la Teoría Pura del Derecho, Hans Kelsen.
Inicialmente había adoptado una posición radicalmente normativa,
sosteniendo que el elemento esencial del Derecho es la validez formal. Escribió
sus primeras obras bajo el influjo del medio jurídico austríaco donde el primado
de la ley escrita era tradicional. Huyendo de la persecución racial del nazismo,
se refugió en Estados Unidos y allí entró en contacto con un tipo de Derecho
con una fuerte impronta consuetudinaria y jurisprudencial, viéndose obligado
a reconocer que el Derecho, tomado en su acepción amplia, presupone un
mínimo de eficacia. En cierta forma volvía a la enseñanza de uno de los
maestros de la generación anterior, Rudolf Stammler, quien, basándose en su
concepción de la norma de Derecho como "norma de cultura", sólo concebía la
positividad del Derecho como una relación necesaria entre validez formal y
eficacia.
En resumen, son tres los aspectos esenciales de la validez del Derecho, que
constituyen tres requisitos necesarios para que una regla jurídica sea
legítimamente obligatoria: el fundamento, la vigencia y la eficacia, y que
corresponden respectivamente a validez ética, validez formal o técnico-jurídica
y validez social. Su correspondencia con la estructura tridimensional del
Derecho es patente, pues la vigencia se refiere a la norma, la eficacia se vincula
al hecho y el fundamento expresa siempre la exigencia de un valor2.
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SUMARIO:
Es preciso entender bien los significados que la palabra "coacción" lleva consigo.
Coacción es un término técnico, empleado por los juristas, en dos acepciones
bastante diferentes. En un primer sentido, coacción significa violencia física o
psíquica que puede ser hecha contra una persona o grupo las; personas. La
mera violencia no es una figura jurídica, pero cuando se contrapone al
Derecho hace que los actos jurídicos sean anulables. En esta acepción genérica,
la palabra coacción es, en cierta manera, sinónima de violencia practicada
contra alguien.
Dejando por ahora este problema, debemos retener esta noción básica: existen
nulidades de naturaleza absoluta y de carácter relativo. Las absolutas
corrompen el acto desde el momento de su aparición y no producen efecto
válido. El acto anulable, por el contrario, produce efectos mientras no sea
declarada su nulidad.
Ahora bien, entre los actos anulables están aquellos que nacerán marcados por
la violencia y la coacción. La coacción puede ser de orden físico, yendo desde la
amenaza de agresión hasta el empleo de todas las formas de sufrimiento o de
tortura infligidas a la víctima o a personas allegadas a la misma. La violencia
puede ser también de orden psicológico, muchas veces no menos dura que la
anterior o Imaginemos que un individuo presiona sobre otro para que realice
un acto que espontáneamente no haría, bajo la amenaza de revelar un
secreto que le afecta. Los arts. 1.265 y ss. del Código Civil, establecen que la
intimidación, para que se considere viciada la voluntad, ha de ser tal que
induzca en el que la sufre un temor racional y fundado de sufrir un mal
inminente y grave en su persona o bienes o en la persona o bienes de sus
familiares más allegados.
Concepto de sanción
Toda regla de conducta, de cualquier tipo que sea (religiosa, moral, jurídica o
de etiqueta), se formula con la pretensión de ser cumplida. No existe regla que
no implique cierta obediencia, cierto respeto...; Al mismo tiempo, es obvio que
busque medios para garantizar de una forma o de otra su cumplimiento, para
que no aparezca sobre el papel como simple expectativa o promesa. Las
formas de garantía del cumplimiento de las reglas se llaman sanciones.
¿Cuáles son las sanciones específicas de orden moral? En primer lugar tenemos
el remordimiento, el arrepentimiento, el amargo examen de conciencia. El
hombre bien formado que faltó a un dictamen ético, encuentra en símismo
una censura, una fuerza psíquica que lo coloca en situación de reo ante sí
mismo. El examen de conciencia es una forma inmediata de sanción de los
dictámenes morales. Es la sanción del fuero interno. Pero existe también una
sanción extrínseca o externa que se refleja en la sociedad por el mérito o
demérito que se granjea el individuo como consecuencia de los actos
realizados. La sanción de naturaleza social tiene una fuerza mucho mayor de
la que a primera vista pueda parecer. No vivimos sólo para nosotros mismos,
sino también en función del medio y de la sociedad en la que actuamos. El
hombre es como el Jano bifronte, con una cara dirigida a sí mismo, reflejándose
la otra en el medio social. El hombre no es una cosa puesta entre otras cosas,
sino más bien una fuerza que se integra en un sistema de fuerzas. En la Moral,
la sanción obedece a esta dimensión individual-social del hombre, en cuanto
opera tanto en el plano de la conciencia como en el plano de la llamada
conciencia colectiva. Por parte de la sociedad se da una reacción cuando el
hombre obra de modo contrario a la tabla de valores vigentes. Es lo que se
denomina mérito o demérito social, como forma de sanción .de las normas
morales.
Hay también sanciones propias dé las normas religiosas que dicen relación a la
creencia y a la fe, fundadas en la esperanza y la certeza de una vida
ultraterrena en la cual cada hombre recibirá la retribución de su conducta, la
paga ética ideal de su comportamiento. La idea fundamental de la religión es
la de que vivimos una vida transitoria que no tiene en sí misma la medida de
su valor, sino que se mide según valores eternos a la luz de la idea de una vida
ultraterrena, en la cual los hombres serán juzgados según el valor ético de su
propia existencia. El remordimiento es también, para el creyente, una forma
de sanción inmediata e imperiosa. Todas las reglas poseen, en suma, su forma
de sanción.
El Estado como organización del poder regula las formas y los procedimientos
de ejecución coercitiva del Derecho. Ésta puede consistir en la prenda, como
sucede cuando el juez determina que cierto bien sea sustraído del patrimonio
del individuo como garantía de su deuda si las circunstancias legales lo
autorizan. Coacción puede ser la prisión, o sea, la pérdida de la libertad
infligida al infractor de una ley penal. Coacción puede ser la pérdida de la
propia vida, como acontece en los países que admiten la pena de muerte; se
llega al extremo de quitar el bien supremo que es la vida a fin de preservar el
orden jurídico, lo cual no nos parece compatible con la naturaleza del Derecho.
En nuestros días, el Estado continúa siendo por excelencia la entidad
detentadora de la sanción organizada y garantizada, aunque no falten otros
entes -en la órbita internacional- que aplican sanciones con éxito variable,
como es el caso de la ONU. Crece de día en día la importancia de las entidades
supranacionales que disponen de recursos eficaces para lograr la obediencia de
sus preceptos. Instituciones como el Mercado Común Europeo se convierten
cada vez más en unidades jurídico-económicas integradas, marcando sin duda
una segunda fase en el proceso objetivo de actualización de las sanciones. Con
todo, a la luz de estos ejemplos sería exagerado concluir la evanescencia del
Estado o su progresiva desaparición cuando, en realidad, el poder estatal crece
concomitantemente con el de aquellos organismos internacionales.
De ahí que digamos que si, en un país, existen múltiples entes que poseen un
orden jurídico propio (teoría de la pluralidad de los ordenamientos jurídicos
internos), sólo el Estado representa el ordenamiento jurídico soberano al cual
todos recurren para dirimir los conflictos recíprocos. Existe, como hemos dicho
en el citado libro 1, una gradación de positividad jurídica. o sea, diversos grados
de incidencia del Derecho Positivo ya sea en extensión ya en intensidad, debido
exactamente a una mayor o menor organización de la sanción, de su
objetividad y de su eficacia.
Por consiguiente, a pesar de la posibilidad de la existencia de organismos de
coacción fuera del Estado, es en éste donde tal hecho reviste mayor intensidad
y vigor. Nada impide, sin embargo, que pueda existir, en un futuro todavía
imprevisible, un Estado o una Organización Universal cuyas sanciones sean
tanto o más eficaces que las del propio Estado.
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SUMARIO:
Designamos con las palabras fuente del Derecho los procesos o medios en
virtud de los cuales las normas jurídicas se positivizan con fuerza legítima
obligatoria, esto es, con vigencia y eficacia. El Derecho resulta de un complejo
de factores que estudian la Filosofía y la Sociología; pero se manifiesta, como
ordenación vigente y eficaz a través de ciertas formas, como son el proceso
legislativo, los usos y costumbres jurídicos, la actividad jurisdiccional y el poder
negocial.
Hemos visto que el Derecho se realiza a través de un conjunto sistemático de
reglas que determinan actas y abstenciones, imputándose al transgresor ciertas
consecuencias o sanciones penales.
Sería absurdo pretender saber cuál de los dos sistemas es el más perfecto,
puesto que sólo en función de la índole y de la experiencia histórica de cada
pueblo se puede hablar de un Derecho ideal. Si, por una parte, en favor de
cada tradición romanística se alardea de las ventajas de la certeza legal, por
otra, los adeptos del common law invocan una mayor fidelidad a los usos y
costumbres, a las aspiraciones inmediatas del pueblo. En realidad, son
expresiones culturales diversas, que en los últimos años han sido objeto de
influencias recíprocas, pues si bien las normas legales ganan día a día una
mayor importancia en el régimen del common law, a su vez los precedentes
judiciales desempeñan un papel cada vez más relevante en el derecho de
tradición romanística l.
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1 Un ejemplo destacado lo tenemos en el papel que ejercen las súmulas en el
Derecho brasileño. Constituyen una especie de "jurisprudencia codificada" que
sirve de orientación a jueces, funcionarios y abogados. Periódicamente el
Tribunal Supremo hace público en "normas concisas", lo que puede ser
considerado su modo pacífico de entender la normativa vigente. La
Jurisprudencia dada por el Tribunal será compendiada en la Súmula del
Tribunal Supremo Federal" (art. 98 del Reglamento Interno del Tribunal
Supremo Federal). Cf. cap. 13. (N del T. sobre la base de datos proporcionados
por el autor.)
Simplificando diremos que son dos los grandes canales a través de los cuales se
origina el Derecho como costumbre. Uno está representado por la fuerza, por
el predominio de un jefe: entendiendo aquí por "fuerza" tanto su acepción
moral como su acepción física, porque la supremacía de un individuo puede
imponerse en el grupo por el prestigio de su inteligencia, de su sabiduría, de su
astucia y, también, por la potencia de sus músculos.
Esta posición del hombre primitivo da una coloración mágica a las primeras
reglas jurídico-sociales. No pensemos que el Derecho surgió con los romanos o
que tenga una corta historia a partir del Código de Harnmurabi redactado
dos mil años antes de Cristo. Los etnólogos nos afirman que, en épocas remotas,
hubo cavernas en que trabajaban decenas de individuos empleados en la
fabricación de hachas neolíticas para ser vendidas en mercados lejanos. La
existencia de estas cavernas implica una división de tareas y, por consiguiente,
una relación entre señores y esclavos como primera y tosca forma de
realización del trabajo en orden a transacciones comerciales, etc.
Gran parte de los usos y costumbres de las sociedades primitivas están ligados a
la religión. La Ciudad Antigua de Fustel de Coulanges constituye una obra
clásica en esta materia. Este gran historiador francés muestra cómo las más
Importantes reglas jurídicas relativas al patrimonio, a la propiedad o al
contrato estaban ligadas a elementos de orden religioso (el culto a los
muertos...).
Los estudios actuales de Etnología Jurídica nos dan datos muy interesantes. Por
ejemplo, el contrato aparece como un hecho espontáneo de la razón humana.
A primera vista, la idea de que dos individuos se puedan obligar mediante un
acuerdo de voluntades, parece obvia. Pero en realidad, la Humanidad tuvo
que esperar varios milenios para llegar a comprender que una voluntad de
acuerdo con otra voluntad puede ser generadora de obligaciones o de efectos
jurídicos. En el Derecho romano se afirmó por mucho tiempo que los simples
pactos o la mera convención no daban derecho a la acción.
En Roma la ley como pura abstracción racional, nunca jugó un papel decisivo
en el sistema general del Derecho. Como lo demuestran los estudios de los
romanistas contemporáneos fue la doctrina la que desempeñó una función
primordial proveyendo a los pretores de directrices teórico-prácticas esenciales
a la decisión de los litigios. Con la invasión de los bárbaros sabemos que la
civilización romana se desintegró: nuevos usos y costumbres invadieron el
mundo europeo; eran costumbres de gentes pertenecientes a estirpes
germánicas, de pueblos que todavía no habían alcanzado el grado de
evolución histórica de los latinos.
De esta suerte surgen las grandes teorías que afirman la posibilidad de obtener
el Derecho a través de una labor racional, meramente abstracta. Se desprecian
los usos y costumbres jurídicos, considerándolos como un Derecho secundario y
se contempla la ley como expresión racional de la voluntad colectiva.
La aparición del Código Civil francés y de los demás que fueron elaborados
tomándolo como modelo, proporcionó a los juristas un Derecho cierto y
susceptible de interpretación lógica y segura. La Ciencia del Derecho encontró
una nueva base para poder alcanzar un notable grado de sistematización.
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SUMARIO:
Los antiguos decían que no puede haber norma jurídica consuetudinaria sin
que se dé en ella la opinio iuris seu necessitatis, y lo decían en virtud de la
existencia del "elemento intencional". No basta la repetición material del acto,
puesto que es esencial que ésta esté marcada por la convicción de juridicidad
de] comportamiento. De una manera más objetiva podríamos decir que una
costumbre adquiere la condición de costumbre jurídica cuando pasa a referirse
intencionalmente a valores jurídicos, tanto si mira a realizar un valor positivo
considerado de interés social como si atiende a impedir que se dé un valor
negativo, un disvalor.
Por lo dicho hasta aquí aparece claro que el Derecho consuetudinario tiene un
sentido de espontaneidad. El Derecho legislado es un Derecho racional en el
que sus elementos se expresan de forma esquemática y sistematizada después,
de una valoración razonada de la conducta humana que se va a regular.
Vale la pena referimos a otro aspecto importante de la cuestión puesto que sus
efectos prácticos son importantes. La ley está envuelta desde su origen en una
serie de certezas y garantías; opera por sí misma erga omnes, es universal en
cuanto a su aplicación; es de ejecución inmediata y general, dispensándose la
prueba de su existencia. Es ella misma la que señala su contenido normativo y
su fuerza de obligar, a no ser que haya un elemento de orden formal que
condicione su realización. En cambio, el Derecho consuetudinario es susceptible
de prueba en contrario. Por tanto, no son iguales los efectos de ley y
costumbre. Las leyes tienen efectos indeclinables y firmes que ni las partes ni el
juez pueden excluirlos, salvo la hipótesis extrema del desuso manifiesto.
Volvamos al plano del Derecho Positivo donde las fuentes son categorías
históricas, realidades sujetas a variaciones de lugar y de tiempo. En el
ordenamiento jurídico español actual se da el primado de las normas legales.
No sucede lo mismo en otras naciones. Las diferencias y contrastes aparecen
incluso en países pertenecientes a una misma tradición jurídica.
Los equívocos que rodean a la palabra "Ley" son más frecuentes de lo que se
piensa. Ya tuvimos ocasión de poner de relieve que, en su acepción genérica,
leyes toda relación necesaria de orden causal o funcional establecida entre dos
o más hechos según la naturaleza que les es propia. Utilizamos este sentido
amplio de ley cuando nos referimos tanto a las leyes éticas y a las sociológicas
como a las leyes físico-matemáticas.
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SUMARIO:
La jurisprudencia;
Técnicas de unificación de la jurisprudencia.
La doctrina y los modelos dogmáticos.
La fuente negocial.
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La jurisprudencia
Los jueces son llamados a aplicar el Derecho a los casos concretos, a dirimir
conflictos que surgen entre individuos y grupos. Para aplicar el Derecho, el juez
debe realizar una labor previa de interpretación de las normas jurídicas que no
son siempre susceptibles de una única aprehensión intelectual. Las leyes tisico-
matemáticas tienen un rigor y una estructura que no dan lugar a
interpretaciones conflictivas; en cambio, las leyes jurídicas son momentos vitales
que se integran en la experiencia humana y que exigen, en todo momento, un
esfuerzo de superación que conduce a interpretaciones no siempre coincidentes
y, a veces, contrapuestas, para poder ser aplicadas en consonancia con las
exigencias de una sociedad concreta enclavada en un momento y un lugar
determinados.
Cabe preguntar: este trabajo jurisprudencial, este Derecho revelado por los
tribunales y los jueces ¿altera substancialmente la norma? Depende 'del punto
de vista que se tome. En teoría, los tribunales son llamados a aplicar la norma
y a revelar el Derecho siempre a través de la norma. No obstante, se dan casos
en que el trabajo jurisprudencial va tan lejos que, en cierta forma, la norma
adquiere un sentido muy diverso del originariamente querido.
Ha habido épocas en que los juristas estuvieron dotados del ius respondendi, el
cual tenía fuerza vinculante. El llamado "Tribunal de los muertos" se refería a
aquellos grandes jurisconsultos romanos cuyas enseñanzas debían ser seguidas
obligatoriamente en los casos de desacuerdo en la interpretación de los textos
del Derecho Romano.
Siendo así las cosas, la ley, que es la fuente más general del Derecho, no puede
alcanzar su plenitud de significado sin el antecedente lógico y necesario de la
labor científica de los juristas, ni puede actualizarse sin la participación de la
doctrina.
Los modelos doctrinales se llaman también modelos dogmáticos. Los motivos
de esta denominación aparecerán mejor expuestos cuando tratemos de la
Dogmática Jurídica. Es suficiente señalar, ahora, que e: Derecho es considerado
ciencia dogmática, no porque se base en verdades indiscutibles, sino porque la
doctrina jurídica se desenvuelve a partir de las normas vigentes del Derecho
Positivo: etimológicamente, "dogma" significa lo que es puesto o establecido
por quien tiene autoridad para hacerlo.
Como hemos de ver luego, la Dogmática Jurídica corresponde al momento
culminante de la Ciencia del Derecho, al momento en que ésta ejerce, como
desdoblamiento natural de la significación de los modelos jurídicos, su
fundamental y decisiva función preceptiva.
No se puede hablar en Derecho en su sentido pleno sin referirse al momento
esencial de la normatividad, pues los hechos sociales son sólo jurídicos cuando se
insertan en un contexto normativo. De aquí el gran equívoco de los que
pretenden reducir el Derecho a conducta. Sin norma, sin el sentido normativo
de los hechos enfocados axiológicamente, no hay Derecho. De aquí que la
Ciencia del Derecho, aunque no establezca las normas, es una ciencia
normativa porque le corresponde determinar en qué consiste el significado de
las disposiciones emanadas de las fuentes del Derecho.
La doctrina no es, pues, fuente del Derecho, pero no por esto deja de ser uno
de sus engranajes propulsores y la más racional de las fuerzas directrices del
ordenamiento jurídico.
La fuente negocial
Una vez declarado que la doctrina no es propiamente una fuente del Derecho,
debemos hacer resaltar la importancia del negocio jurídico como fuerza
generadora de normas jurídicas.
Los que manejan las nociones jurídicas básicas del Derecho, no siempre han
dado el debido relieve a esta fuente del Derecho, incluso cuando admiten que
la experiencia jurídica no solamente es regida por normas legales de carácter
genérico, sino también por normas particulares e individualizadas2.
Entre las normas particulares, llamadas así porque sólo vinculan a los
participantes de la relación jurídica, se encuentran las normas negociales y,
entre éstas, las normas contractuales, llamadas también cláusulas
contractuales.
Cualquiera que sea el ordenamiento jurídico vigente, la naturaleza misma de
las cosas muestra que el hombre es un ser capaz de derechos y de obligaciones
y, por consiguiente, apto para realizar negocios para la obtención de fines
lícitos mediante el acuerdo de voluntades. Incluso en los países socialistas, que
restringen la libre disponibilidad personal de los bienes económicos transfiriendo
al Estado iniciativas que antes estaban en manos de los individuos, y en
aquellos er) los que se ha operado "la socialización de los bienes de producción",
se reconoce una esfera de acción privada que incluye un poder de disposición
en el individuo.
En último análisis, se admite como una conquista irrenunciable de la
civilización lo que, técnica y tradicionalmente, se denomina autonomía de la
voluntad, esto es, el poder que, dentro de los límites señalados por las leyes
vigentes, tiene cada hombre de ser, de obrar y de abstenerse, para obtener
algo que entra en la escena de su interés y que, situado en el ámbito de la
relación jurídica, se denomina bien jurídico. En cuanto a su contenido, este bien
jurídico, puede ser de naturaleza económica, estética, religiosa, de
conveniencia social, de esparcimiento, etc., pues el Derecho sincroniza con todas
las formas de vida social.
Importa poco el hecho de que el negocio jurídico, que es una de las
exteriorizaciones fundamentales de la autonomía de la voluntad, implique un
poder sometido a los límites de la ley, pues, de lo contrario, se debería llegar a
la conclusión extrema de que sólo la ley constitucional sería fuente del Derecho.
Por haberlo convenido libremente, los hombres y los grupos dan nacimiento a
nuevos modelos jurídicos de acción que los vinculan al ejercicio de
determinados derechos y deberes. Generalmente, esos acuerdos se ajustan a
modelos previstos en los Códigos o en leyes complementarias; pero nada
impide que las partes constituyan estructuras negociales atípicas que no
corresponden a los tipos normativos elaborados por el legislador. Por otra
parte, es muy frecuente la combinación de dos o más modelos normativos, así
como diversas modificaciones en los esquemas consagrados en las leyes, a fin de
atender mejor, tanto en el plano interno como en el internacional, a las
múltiples e imprevistas exigencias de la vida contemporánea.
En tales casos no hay por qué indagar si hubo culpa o dolo por parte del
agente: el poder que sobrepase los límites que le consiente la ley o que se
desvía de su finalidad legítima hace que por sólo esta razón, el acto o el
negocio jurídico sea anulable.
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SUMARIO:
a) Principios omnivalentes. Son válidos en todas las formas del saber. Tal es el
caso de los principios de identidad y de razón suficiente.
b) Principios plurivalentes. Son aplicables a varios campos del conocimiento.
Tal es el caso del principio de causalidad, esencial en las ciencias naturales, pero
no extensivo a todos los campos del conocimiento.
c) Principios monovalenres. Sólo valen en el ámbito de determinada ciencia.
Tal es el caso de los principios generales del Derecho.
A nuestro modo de ver, los principios generales del Derecho son enunciaciones
normativas de valor genérico que condicionan y orientan la comprensión del
ordenamiento jurídico, tanto para su aplicación e integración como para la
elaboración de nuevas normas. Tienen cabida en la zona de la investigación
jurídica pura y en el ámbito de la actualización práctica del Derecho.
Algunos de dichos principios tienen tal importancia que el legislador les confiere
fuerza de ley, incluso en el plano constitucional (como es el caso de la isonomía.
-igualdad de todos ante la ley-, la irretroactividad de las leyes penales, etc).
Con todo, aunque la mayoría de los principios generales del Derecho no
constan expresamente en los textos legales, sí suponen siempre contextos
doctrinales o dogmáticos fundamentales. Josef Esser ha puesto de relieve que,
por ser principios, son eficaces independientemente del texto legal. Éste, al
consagrarlos, les da fuerza obligatoria, pero no altera su esencia. De esta
suerte, constituyen un ius previo y exterior a la lex.
No todos los principios generales tienen la misma amplitud. Los hay que
solamente se aplican en un ámbito jurídico determinado, siendo objeto de
estudio de la Teoría General del Derecho Civil, o del Derecho Constitucional, o
del Derecho Financiero, etc. Y, puesto que son elementos que condicionan y
fundamentan la experiencia y responden a exigencias de variado tipo (de
orden ético, sociológico, político, de carácter técnico, etc.), su origen es también
muy variado y plural.
Son suficientes estos ejemplos para comprobar que los principios generales del
Derecho no son meros preceptos de orden estrictamente moral o económico,
sino esquemas que se insertan en la experiencia jurídica, convirtiéndose de este
modo en elementos' componentes del Derecho. La inserción de los principios
generales en el ordenamiento hasta adquirir fuerza coercitiva, puede realizarse
a través de las fuentes del Derecho. Aunque tal inserción se da en el proceso
legislativo, sin embargo, se lleva a cabo con más frecuencia y hondura a través
de la actividad jurisdiccional y de la formación de los precedentes judiciales y,
también, a través de los usos y costumbres y de la práctica de los actos
negociales. Es en el plano del Derecho Positivo donde se desenvuelven los
principios generales del Derecho, aunque hallen su fundamento en razones
éticas o de Derecho Natural (concebido éste, como hemos de ver más
adelante, en función de la experiencia jurídica y no como una duplicación
inútil del Derecho Positivo).
Existe una segunda teoría que sale de los estrechos límites trazados por la "que
acabamos de ver. Tal teoría sustenta que la naturaleza propia de los principios
generales impide el emplazamiento nacionalista del problema, porque,
independientemente del lugar y del tiempo, el hombre que se halla situado en
una misma estructura social obra y reacciona de la misma manera, dando
lugar a soluciones normativas equivalentes. Los principios generales serían
previamente comunes al Derecho Positivo español, al brasileño, al alemán o al
inglés, a pesar de las naturales variaciones que se diesen en su aplicación.
Los seguidores de esta segunda postura señalan que los principios generales del
Derecho adquieren mayor consistencia y objetividad cuando son confirmados
por el estudio comparativo de la legislación de diversos pueblos. A la luz de
esta premisa, si se da una laguna en el Código Civil o en cualquier otro cuerpo
legal, el intérprete debe apoyarse en la solución dada por otras legislaciones
que guarden mayor afinidad cultural y moral, porque en último análisis, los
principios generales del Derecho serían los del Derecho comparado.
El Derecho Natural
En tercera actitud afirma que los principios generales del Derecho no pueden
concebirse sólo en función de las normas positivas que históricamente se han
ido manifestando en las diversas naciones, sino que se legitiman como
presupuestos de naturaleza lógica o axiológica, es decir, como principios de
Derecho Natural. En, relación con esta cuestión cabe distinguir la actitud de
aquellos autores que, como Del Vecchio, reducen todos los principios generales
del Derecho a principios de Derecho Natural y los que contemplan el problema
en, otros, términos entendiendo que ]a vinculación al Derecho Natura] no
excluye c]a existencia de principios generales del Derecho pertenecientes al
plano del Derecho Positivo.
Esta correlación entre la idea y los hechos continúa viva en los filósofos estoicos,
hasta tal punto que no hicieron distinción alguna entre ley natural y ley
racional.. El primer deber. de todo hombre es seguir a la naturaleza, puesto
que esto equivale a vivir según razón. La doctrina estoica tiene, para nosotros
juristas, una especial significación por la inmensa influencia que ejerció en los
juristas romanos, sobre todo a través de Panecio y Posidonio que propagaron
el estoicismo en el mundo romano del siglo 1 a. de C. Los principios de Zenón y
Crisipo acerca del deber 'que tiene todo ser humano de vivir en conformidad
con la naturaleza y la razón -principios que correspondían al talante y a las
tendencias del pueblo romano, pasarán a informar la jurisprudencia en Roma.
De acuerdo con su concepción panteísta, los estoicos no diferenciaban las leyes
naturales de las que rigen la conducta humana; esto explica que el
jurisconsulto Ulpiano conciba al ius naturale como aquel que la naturaleza
enseña a todos los animales, quod natura omnia animalia docuit.
La idea del Derecho Natural constituye una de las constantes del pensamiento
de Occidente. Se alteran los sistemas, se cambian las doctrinas y los regímenes
políticos, se llega a proclamar que ha muerto definitivamente y, sin embargo,
resurge de sus cenizas con renovada vitalidad. Puede contestarse la existencia
de un Derecho distinto del Derecho Positivo, pero no se puede negar el papel
que su idea, aunque se declare ilusoria, ha ejercido y continúa ejerciendo en el
desenvolvimiento de la experiencia jurídica, actuando unas veces como fuerza
revolucionaria, otras como factor conservador, pues tal es la paradójica
plurivalencia de su significado. Ha servido al pesimismo de Hobbes para
legitimar la monarquía absoluta y ha servido también a Rousseau para
concebir una democracia radical fundada en la doctrina optimista de la
bondad natural de los hombres. Y ha servido, también, para inspirar solemnes
Declaraciones de derechos de los individuos y de los pueblos. Lo cierto es que el
Derecho Natural refleja las esperanzas y las exigencias de la especie humana,
nunca conforme, a lo largo del dramático proceso de la Historia, con las
asperezas de la ley positiva.
"Sé una persona y respeta a los demás como personas". He ahí una exigencia
axiológica que, lejos de constituir un "dictamen de la razón práctica", como
quería Kant, emerge transcendentalmente de la conciencia histórica.
A nuestro modo de ver, los principios generales del Derecho comunes a todos
los ordenamientos jurídicos se originan de las constantes axiológicas del tipo de
las que acabamos de ver. De estos principios se derivan otros, no por mera
inferencia, sino en virtud de exigencias de orden práctico a medida que la
Ciencia Jurídica va recortando de la realidad social e histórica distintas esferas
de comportamiento y a las que corresponden distintos sistemas de normas.
Ha quedado dicho que, cuando la ley permanece muda ante una situación
determinada, el juez debe juzgar de acuerdo con la costumbre y, en su
defecto, según los principios generales del Derecho (cf. arto 1 del Código Civil).
También se hizo referencia a la analogía, procediéndose a la aplicación
analógica de las normas cuando éstas no contemplen un supuesto específico,
pero regulen otro semejante y, entre uno y otro, se aprecie identidad de razón
(art. 4, 1). ¿Se trata de una enumeración excluyente de tal manera que,
primero, hay que recurrir a la costumbre y, luego, a los principios generales?
¿Qué papel juega la analogía en este ámbito? Basten por ahora unas breves
consideraciones sobre este punto.
Es, pues, a la luz de los principios como debemos interpretar y aplicar los
modelos jurídicos a la relación social sobre cuya juridicidad ha de decidir el
juez, aunque haya dificultades de ajuste. Y antes que el juez, son los juristas y
los abogados los que examinan los casos contrastándolos con las disposiciones
legales, fijando directrices y formulando pretensiones que orientan la función
jurisdiccional; porque, como ya hemos dicho, son los modelos teóricos o
dogmáticos los que señalan el significado pleno de los modelos jurídicos. Sean
éstos legales, consuetudinarios, jurisprudenciales o del tipo de los negocios
jurídicos.
Los principios generales del Derecho son conceptos básicos que presentan
diversa gradación y diversa extensión, pues los hay que cubren todo el campo
de la experiencia jurídica universal, mientras que otros se refieren a los
ordenamientos jurídicos pertenecientes a una misma "familia cultural", y otros
son propios y específicos del Derecho patrio.
Los principios generales del Derecho constituyen las bases teóricas y las razones
lógicas del ordenamiento jurídico que recibe de ellas su sentido ético, su
medida racional y su fuerza vital o histórica. La vida del Derecho es elemento
esencial de diálogo en la Historia.
Hasta hace poco, las paremias y los brocardos jurídicos eran considerados con
soberano desprecio por los filósofos y teóricos del Derecho, que los consideraban
como reminiscencias de procesos rutinarios conducentes a dificultar la tarea de
la Ciencia Jurídica. De esta manera, la actitud adoptada diametralmente se
oponía a la aplicación de los antiguos aforismos, en otro tiempo considerados
como principios generales elaborados y comprobados por la experiencia de
muchos siglos.
Podemos citar algunos ejemplos de estos aforismos que, como dice J. Esser,
poseen un valor permanente como punto de partida, pero que a mi parecer
valen también como cristalizaciones históricas de principios generales:
Ubi eadem legis ratio, ibi eadem legis dispositio (Cuando la razón de la
leyes coincidente, debe darse también la misma disposición legal).
Permittitur quod non prohibetur (Se presume que está permitido lo que
no está prohibido).
Exceptiones sunt strictissimae interpretationis (Las excepciones son de
estrictísima interpretación).
Semper in dubiis benigniora praeferenda sunt (En los casos dudosos ha
de preferirse la solución más benigna).
Ad impossibilia nemo tenetur (Nadie está obligado a lo imposible).
Utile per inutile non vitiatur (Lo que en un acto jurídico es útil no debe
ser perjudicado por lo que no lo es).
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SUMARIO:
¿Qué es lo que significan las fuentes del Derecho? Las fuentes se desenvuelven
en normas y "situaciones normadas", esto es, en estructuras objetivas que
disciplinan clases de ordenamientos o instituyen entidades y órdenes de
competencia y, concomitantemente, determinan o posibilitan situaciones
subjetivas constituidas bajo la garantía de aquellas estructuras. Dejamos el
estudio de las situaciones subjetivas para cuando tratemos de los derechos
subjetivos; vamos a concentrar, ahora, nuestra atención en las estructuras
objetivas que componen el Derecho objetivo.
. De las fuentes del Derecho resulta una amplia trama ordenada de relaciones
sociales que, en virtud de las matrices donde tienen origen, están dotadas de
garantía específica, de sanción. De este modo, a través de la Historia, se opera
el proceso de "modelación jurídica" de la realidad social, en virtud de
"calificaciones valorativas" de los hechos constantemente renovadas y diversas.
Repetimos que donde hay norma hay siempre sanción, esto es, una forma de
garantía adherida a la regla para asegurar su cumplimiento, pudiendo ser
tales sanciones, penales o de premio. Lo que no hay son modelos jurídicos
desprovistos de sanción. Por esto entendemos que los modelos de Derecho
elaborados por la doctrina no son "modelos jurídicos" en el sentido técnico de la
palabra.
La Ciencia del Derecho adquirió consistencia más precisa y madura con los
jurisconsultos romanos precisamente porque fueron ellos los primeros en
descubrir que hay comportamientos humanos que obedecen a ciertas
condiciones de hecho (presupuestos fácticos) y a ciertas finalidades o exigencias
axiológicas, lo cual hace que estén dotados de cierta regularidad o constancia.
Observaron que, dadas ciertas circunstancias, es posible prever un cierto tipo
de comportamiento y que la vida social, a pesar de su continua mutación,
presenta relaciones estables y regulares permitiendo así una representación
anticipada de lo .que va a ocurrir. Si en la sociedad no existiesen tendencias e
inclinaciones más o menos estables condicionando modos de ser y de obrar
dotados de relativa "regularidad" y "normalidad", no sería posible comprender
la formación del Derecho. Podemos decir que el Derecho surgió como ciencia
cuando los jurisconsultos romanos, con sabiduría empírica y casi intuitiva,
vislumbraron en la sociedad "tipos de conducta" y crearon, como visión
anticipada de los comportamientos probables, los estupendos "modelos
jurídicos" del Derecho Romano.
Pues bien, el hecho de que las relaciones sociales estén dotadas de cierta
estructura y consistencia no sólo posibilita su estudio objetivo, sino que permite
también que una serie de actos de la misma naturaleza sea considerada lícita
o ilícita. No nos referimos sólo a las estructuras sociales básicas, como la familia
y la propiedad, sino también a las diversas formas de comportamiento que, a
través de la Historia, variando de época en época presentan una innegable
estabilidad, siendo consideradas necesarias o al menos útiles para la
convivencia humana dentro de los cuadros de una sociedad concreta.
Cuando nos hemos referido a las normas y modelos jurídicos decíamos que se
positivan y se objetivan: son Derecho Positivo objetivo, es decir, están vigentes y
tienen eficacia durante un cierto tiempo como realidades culturales puestas y
garantizadas por la sociedad y por el Estado. Éste es una organización de
poder, es ]a sociedad o la nación organizada en una unidad de poder que
implica ]a distribución originaria y congruente de las distintas esferas de
competencia según los diversos campos de autoridad.
En cada país hay un ordenamiento jurídico constituido por las diversas fuentes
del Derecho, bajo la protección del Estado. Aparece como sistema abierto y
polivalente; subordinados a él se forman ordenamientos menores, que tienen
un menor grado de positividad. Nos inclinamos en favor de la teoría de la
pluralidad de ordenamientos jurídicos que implica una gradación entre ellos
según su positividad y cuyo ápice está representado por el ordenamiento
jurídico del Estado.
. El término figura indica las varias modalidades que puede asumir un instituto
(la posesión puede ser, por ejemplo, de buena o de mala fe; etc.). También es
empleada para designar conjuntos de normas ligados a una categoría
fundamental o a diversas modalidades de los actos jurídicos.
Son varias las teorías que sobre el ordenamiento jurídico se han elaborado,
tanto en orden a la comprensión de su estructura como en orden a las razones
de validez de sus elementos componentes, tomando aquí la palabra "validez"
en sentido genérico, y no como sinónimo de validez formal o vigencia.
Siendo así las cosas, no hay por qué hablar de un escalonamiento continuo y
unilinear, sino más bien de una gradación de zonas normativas diversas,
correspondiente a distintos aspectos de la realidad social. Estas zonas de
gradación normativas están en correlación mutua, pero no siempre lo son en
forma escalonada o jerárquica, de tal suerte que la imagen de una pirámide
gravitando sobre el vértice no corresponde a la naturaleza histórico-cultural
del ordenamiento.
Pues bien, el postulado de la razón práctica jurídica a que nos referimos puede
ser enunciado de la siguiente manera: "el ordenamiento jurídico vale en su
totalidad como una exigencia de la razón en función de la experiencia
histórica" .
No basta la visión sincrónica -o lógico-formal del ordenamiento con olvido de
su no menos esencial comprensión diacrónica o histórica por tratarse de una
experiencia social de naturaleza dialéctica: la ordenación lógico-formal
corresponde a un momento abstractamente extraído de un proceso que, en sí
mismo, es uno y concreto. La unidad a que Kelsen apunta en el plano lógico-
formal de las normas no es otra cosa que un reflejo del sentido unitario y
globalizante de la experiencia jurídica en cuanto objetivación y positivación
histórica de valores sociales que son reflejo del querer de la comunidad.
Ésta es la razón por la cual no subordinamos la validez de una norma jurídica
particular o genérica a una supuesta norma fundamental. Su admisión
equivale a un círculo vicioso: la norma fundamental es supuesta a fin de dar
validez lógica al sistema y, a su vez, el sistema es concebido de forma unitaria y
gradual a fin de tener a la norma fundamental como su presupuesto.
____________________________________
SUMARIO:
Tan grande es esta correlación entre los hechos y el derecho que algunos
juristas, sobre todo pertenecientes a la escuela neo-empirista, han sido llevados
a establecer una falsa sinonimia entre hecho y hecho jurídico. Es ésta una
cuestión que ha de ser esclarecida.
Se acostumbra a decir que el Derecho, según la vetusta enseñanza del Derecho
Romano, nace del hecho: ex facto oritur ius. Es necesario entender cuál es el
sentido exacto de este brocardo que es invocado muchas veces indebidamente.
Se engaña quien piense que el Derecho proviene del hecho de la misma
manera que una ley física resulta de una experiencia realizada en el
laboratorio. No hay semejanza posible entre las leyes físico-matemáticas, que
miran a reproducir de una manera neutra y objetiva la realidad, y las leyes
jurídicas, que marcan siempre una posición espiritual, una actitud crítica y
vaIorativa del hombre ante los hechos. No es raro que esta toma de posición
ante los hechos (por ejemplo, los lesivos a personas y bienes) culmine en la
instauración de normas tendentes a impedir que los mismos se repitan o que
sus autores queden impunes. Las normas jurídicas no pretenden conformarse a
los hechos como ocurre en las leyes físicas, sino que llegan a contraponerse a los
hechos cuando así lo exige el bien común. Por otra parte, hhY que notar que
una de las características del Derecho actual es su sentido dinámico y
operacional, que interfiere positivamente en el proceso social.
El Derecho se origina del hecho en el sentido de que si no hay un
acontecimiento o evento, no hay "base para establecer un vínculo que tenga
significación jurídica. Esto no implica la reducción del Derecho al hecho, ni
tampoco que el hecho sea un mero hecho bruto, pues los hechos de los cuales
se origina el Derecho son hechos naturales objeto de valoraciones humanas o
hechos propiamente humanos. Cuando hablamos de hecho jurídico, no nos
referimos al hecho como algo anterior o exterior al Derecho, ni afirmamos que
el Derecho se origine del mismo, sino de que se trata de un hecho
jurídicamente cualificado, al cual las normas jurídicas atribuyen determinadas
consecuencias, configurándolo y tipificándolo objetivamente. Confundir hecho
con hecho jurídico constituye un grave error.
Entendemos, pues, por hecho jurídico todo hecho de orden físico o social inserto
en una estructura normativa. Esta correlación se realiza de dos maneras. El
elemento fáctico existe-tanto cuando se formula la hipótesis normativa (<<si es
H", es decir, si se da un hecho que corresponde a la hipótesis "H") como cuando,
en la misma norma, se prevé la consecuencia que deberá o podrá producirse
por haber ocurrido o no H ("deberá ser C o D").
El hecho es dimensión esencial del Derecho. Pero, tal como aparece en la teoría
tridimensional, es sólo una de sus dimensiones. Se puede decir que el Derecho
nace del hecho y al hecho se destina, obedeciendo siempre a ciertas medidas
de valor consustanciadas en la norma. Por esto Ihering, ya en el siglo pasado,
anticipándose a la comprensión culturalista del Derecho afirmaba que es
esencial al mismo su posibilidad de realización según fines; fines que
presuponen instancias irreductibles a los hechos, como son las instancias a los
valores y a las normas. Cuando no se admite esta distinción y se declara que los
fines no pasan de ser hechos naturales (psicológicos, económicos, sociales,
etcétera), todo el Derecho queda reducido a mero hecho, como sucede en las
teorías empiristas de Alf Ross, Karl Olivecrona o Pontes de Miranda,
confundiéndose equivocadamente hecho y hecho jurídico.
En todo caso, hecho jurídico es aquel hecho que, en la vida social, corresponde
al modelo de comportamiento o de organización configurado por una o varias
normas de Derecho; repite, en el plano de los comportamientos efectivos, lo
que genéricamente está enunciado en el modelo normativo.
Gran relieve tiene la distinción entre actos nulos, actos anulables y actos
inexistentes. Los primeros son aquellos actos que carecen de validez formal o
vigencia por padecer un vicio insanable, dada la preterición o la violación de
exige'1cias que la ley declara esenciales.
Actos anulables son aquellos que se constituyen sin tener en cuenta ciertos
requisitos legales que no afectan a la sustancia del acto, pero sí a su eficacia,
haciéndolos incapaces de producir los efectos que normalmente deberían
derivarse de los mismos. Por eso se dice que los actos nulos están viciados de
nulidad absoluta, mientras que los anulables padecen nulidad relativa. Lo
cierto es que los segundos pueden ser sanados o ratificados a través de
determinados procedimientos que varían según la naturaleza de la materia
regulada. Ésta es la razón por la que 'la teoría de la nulidad de los actos
jurídicos está siendo sometida a revisión crítica en el sentido de que, en virtud
del predominio del interés público, no siempre se aplicarán al plano del
Derecho Administrativo los criterios tradicionalmente seguidos en el campo del
Derecho Privado.
Dentro del género de los actos jurídicos adquieren una relevante importancia
los llamados negocios jurídicos, que constituyen una de las bases fundamentales
del Derecho privado. Negocio jurídico es aquel tipo de acto jurídico que no sólo
se origina por un acto de voluntad, sino que implica una declaración expresa
de voluntad creadora de una relación entre dos o más sujetos en ord.en a
obtener un objetivo protegido por el ordenamiento jurídico. Tales actos
culminan en una relación intérsubjetiva y no se confunden con los actos
jurídicos en sentido estricto en los que no hay acuerdo de voluntades (como
sucede, por ejemplo, con los llamados actos materiales, tales como la
ocupación de un terreno, la edificación de una casa en solar ajeno, etc.). Un
contrato de compraventa tiene la forma específica de negocio jurídico.
Separar una cuestión de otra no siempre resulta fácil y, a veces, se hace muy
cuesta arriba. En casos excepcionales, cuando ambas cuestiones se hallan
estrechamente vinculadas y recíprocamente conexas, se hace necesario un
esclarecimiento teórico sobre alguno de los puntos, siendo entonces aconsejable
el juicio previo del tribunal o la admisión del recurso extraordinario.
14
La relación jurídica
______________________________________
SUMARIO:
Tanto si las relaciones jurídicas son reconocidas por el Estado, como si surgen
también en virtud de un acto constitutivo del Estado, lo cierto es que no se
puede hablar de relación jurídica nos da un hecho vinculado a la norma
jurídica, de acuerdo con el principio básico de que "los hechos y relaciones
sociales sólo tienen significación jurídica si están insertos en una estructura
normativa".
Hemos visto que toda norma enuncia algo que debe ser realizado de mal1era
garantizada e implica exigibilidades intersubjetivas que, cuando no son
sinalagmáticas (como en los contratos), deben responder a una proporción
objetiva. Se trata de un modelo que se aplicará o no a ciertas manifestaciones
sociales, a determinados tipos de conducta humana. Cuando una relación de
hombre a hombre se subsume en el modelo normativo instaurado por el
legislador, tal realidad concreta es reconocida como relación jurídica.
Dos son, por consiguiente, los requisitos necesarios para que haya relación
jurídica. En primer lugar, una relación intersubjetiva, un vínculo entre dos o
más personas. En segundo lugar, 'que este vínculo corresponda a una hipótesis
normativa, de tal suerte que se deriven consecuencias obligatorias en el plano,'
de la experiencia. La labor del jurista o del juez consiste propiamente en
calificar jurídicamente las relaciones sociales de acuerdo con el modelo
normativo que les es propio.
El ejemplo nos lo ofrece Carlos Cossio. En Buenos Aires, un soldado tenía que
estar en el cuartel a una hora determinada. No encontrando medio de
transporte disponible y sin parar mientes en la sanción que iba a sufrir, decidió
apoderarse de un automóvil y a toda velocidad se dirigió al cuartel. Cuando
llegó, ya se había dado la voz de alarma y fue detenido.
No se pueden dejar en segundo plano estas dos nociones correlativas del título
y de la legitimación, pues son fundamentales. Por ejemplo, nadie puede
llamarse propietario de un fundo si su pretensión no está amparada por un
vínculo normativo que efectivamente le atribuya el dominio: es este vínculo el
que le confiere el título de propietario y el que legitima los actos realizados por
éste en su calidad de propietario.
Hay autores, como Legaz y Lacambra y Recaséns Siches, que niegan que una
persona pueda ser objeto de Derecho. El nudo de la cuestión radica en
considerar el término "objeto" en su sentido lógico, como la razón en virtud de
la cual se establece el vínculo. Así, por ejemplo, la ley civil atribuye al padre un
conjunto de poderes y de deberes respecto de la persona del hijo menor, la cual
es la razón de la institución de la patria potestad.
En otros casos se dice que no hay sujeto activo, como sucede, por ejemplo, en
las fundaciones. Éstas son patrimonios individualizados que se ponen al servicio
de una finalidad social, sin que impliquen propiamente la constitución de un
sujeto. Las fundaciones son entidades autónomas que como tales actúan en la
sociedad, asumen obligaciones, compran, venden y comparecen en juicio como
'si fuesen personas físicas de carne y hueso: son, pues, sujetos de derecho, son
personas jurídicas, cuya naturaleza hemos de analizar más adelante.
Finalmente, tenemos el problema del objeto. ¿En qué consiste el objeto de una
relación jurídica? Objeto de una relación jurídica puede ser una persona, una
prestación y una cosa. Ya hicimos observar que en la patria potestad resulta
fácil percibir que la relación jurídica se establece entre la persona del padre y
las de los hijos. La persona se pone como objeto de la relación. En los contratos
y en el derecho de obligaciones en general, el objeto propiamente dicho es la
prestación, aunque ésta se concrete a través de algo material. Finalmente, el
objeto puede ser también una cosa, como acontece especialmente en el campo
de los derechos reales.
De lo dicho aparece claro que el objeto es aqueIlo sobre lo que incide el vínculo
de atribución. Y, también, la distinción que puede hacerse del derecho en base
a su objeto -persona, cosa, prestación-, entre derecho personal, derecho real y
derecho de obligaciones. Teixeira de Freitas afirmaba que únicamente existen
dos clases de derecho: el de personas (incluido el de obligaciones) y el de cosas.
Nosotros entendemos que la distinción tricotómica obedece a un criterio más
riguroso, no siendo posible reducir los derechos personales (como, por ejemplo,
los derechos sobre el propio nombre y sobre la propia imagen y todos' los que
versan sobre las relaciones personales de familia) a la categoría de derechos de
obligaciones.
Por último, hemos de advertir que los derechos personales son absolutos en el
sentido que valen erga omnes (asemejándose en este. punto a los derechos
reales), mientras que los derechos de obligaciones sólo son exigibles a los que
participan en la relación.
Puede, pues, decirse que el negocio jurídico es el acto jurídico por el cual una o
más personas, en virtud de la declaración de voluntad, instauran una relación
jurídica cuyos efectos, para ellas y para los demás sujetos, se subordinan a la
voluntad declarada dentro de los límites permitidos por la ley. Como puede
verse, todo negocio jurídico culmina en una relación jurídica o bien abre
posibilidades para establecerla.
Esta somera exposición muestra cómo los tipos o modelos jurídicos no son meras
concepciones mentales, sino que resultan de exigencias prácticas; son
configuraciones o estructuras normativas de la experiencia jurídica concreta. La
forma jurídica no se adhiere a la realidad social como si se tratase de algo
concebido artificialmente y destinado a ajustarse externamente a dicha
realidad social, sino que brota de la íntima estructura de los hechos que han
sido puestos a prueba por los hombres, empeñados en la consecución de sus
valores existenciales.
15
Sujeto de derecho y personalidad
jurídica
______________________________________
SUMARIO:
Personalidad y capacidad.
Las personas jurídicas.
Personas jurídicas de Derecho Público Interno.
Personas jurídicas de Derecho Privado.
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Personalidad y capacidad
Este ejemplo nos muestra que fue a través de una larga evolución histórica
cómo los hombres se fueron emancipando de los grupos a los que pertenecían.
Se trata de un proceso que podríamos llamar de "integración social", gracias al
cual se dieron concomitantemente dos fenómenos complementarios: la
atribución progresiva de poderes autónomos e iguales a los individuos como
tales y la constitución de una estructura jurídica superior capaz de garantizar
esta autonomía.
Por muy ingeniosa que sea esta teoría, es innegable que la concepción de la
persona jurídica como simple ficción no corresponde a la práctica del Derecho.
Si una sociedad anónima incurre en quiebra, ésta no afecta a las personas de
los accionistas; si una sociedad civil de tipo recreativo no llega a alcanzar sus
objetivos y contrae grandes deudas, de éstas no responden privadamente los
socios; etc. ¿Cómo justificar estos hechos basándose en una mera ficción?
Sí actualmente se ve claro en esta cuestión, no sucedía lo mismo anteriormente
cuando, a causa de la teoría de la ficción, surgían dudas y dificultades. Esto
explica la aparición de una nueva teoría opuesta a la de la ficción, enunciada
principalmente por el jurista alemán von Gierke, y que se denomina teoría
organicista o teoría real. Según esta teoría, cuando los hombres se reúnen para
alcanzar un objetivo determinado de naturaleza política, mercantil, civil,
estética o religiosa, se crea realmente una entidad nueva. Se constituye un
grupo que posee existencia propia, que no se confunde con la de los miembros
del grupo. Algunos de los partidarios de esta teoría quieren poner de relieve
esta afirmación aludiendo a que también en las combinaciones químicas el
compuesto resultante presenta" cualidades que no siempre son las de los
elementos que lo constituyen. El hidrógeno y el oxígeno son dos gases que,
combinados, dan origen a un líquido que es el agua. El todo no siempre
conserva las mismas cualidades de sus componentes, aparece como una
realidad distinta de éstos.
Entre estos dos polos extremos -el de la mera ficción y el de la persona jurídica
como organismo real- se encuentran otras teorías, entre las que merece
especial atención la llamada teoría institucional. La doctrina institucionalista se
elaboró en nuestro siglo principalmente por obra de un jurista francés, Maurice
Hauriou, que descolló especialmente en los campos del Derecho Constitucional
y del Derecho Administrativo.
Los partidarios del institucionalismo afirman que las personas jurídicas son
instituciones. ¿Qué se entiende por institución? Hemos de partir de la existencia
de dos tipos de unidades, de acuerdo con una antigua tradición tomista: la
unidad física y la unidad de fin o de orden, la unitas ordinis. UnidadJísica se da
cuando el todo es homogéneo, de suerte que las partes no presentan entre sí
diferencias fundamentales o relevantes. Por el contrario, la unidad de fin se
establece mediante la complementariedad de partes diferenciadas. Un
ejemplo de unidad física nos lo ofrece un bloque de hierro o de granito; un
ejemplo de unidad de fin o de orden lo tenemos en un reloj y, mejor todavía,
en el cuerpo humano.
En la unidad de fin, la unidad existe porque sus partes, múltiples y
diferenciadas, se componen y se relacionan entre sí en orden a obtener un
objetivo común. Los institucionalistas dicen que, en las sociedades, diversos
hombres se reúnen para alcanzar un fin determinado, siendo este fin o idea
directora lo que confiere unidad a: la entidad que se ha originado. La persona
jurídica existe, pero existe con una existencia teleológica, finalística. Una
sociedad mercantil existe porque en ella se unen dos o más personas movidas
por la idea de constituir una empresa. El elemento nuclear de la institución es
la idea que congrega e inspira a los que se dedican a una misma tarea y
conjugan sus diversos esfuerzos, orientados todos a un fin determinado.
Con relación al tema que tenemos entre manos, Kelsen afirma que las
llamadas personas jurídicas privadas (porque, en definitiva, no distingue entre
Derecho Público y Derecho Privado) no significan más que sistemas parciales
de normas según diversos puntos de vista de imputabilidad normativa. Esto
quiere decir, empleando palabras más llanas, que así como el Estado es la
persona jurídica general a la cual lógicamente se refiere la totalidad del
sistema normativo, las personas jurídicas menores son "conjuntos normativos"
referidos a sujetos particulares. Se trata, pues, de entidades normativas que
aparecen como "centro de imputación" de distintos conjuntos de normas.
Es más, este modo de ver las cosas que sólo considera el aspecto
lógiconormativo de la cuestión, pone fuera del Derecho otros dos aspectos no
menos esenciales: el hecho de que determinados hombres se reúnan para la
realización de un valor o fin que los inspira y determina. Sin esta base fáctico-
axiológica, ¿cómo sería posible recortar, dentro del sistema universal de las
normas jurídicas, aquel conjunto referido (imputable) a tales o cuales
individuos?
Tengamos en cuenta que la teoría tridimensional, superando el normativismo
kelseniano también en lo tocante a la naturaleza de las personas jurídicas,
reconoce la existencia de estas "realidades normativas" pero no las secciona,
antes, por el contrario, las vincula necesariamente a los hechos y valores que
son la razón de ser y el contenido de aquellas realidades.
Muy atrás queda la concepción del Estado gendarme orientado a velar por el
orden interno y por la seguridad exterior del país, con la misión esencial
centrada en la administración de la justicia. Esta concepción formal del Estado
de Derecho va cediendo progresivamente su lugar a una nueva imagen del
Estado de Derecho, entendido concretamente como Estado de Justicia Social.
Éste debe atender, no sólo a las altas funciones de elaborar y de aplicar leyes,
sino que ha de atender también con carácter perentorio al desenvolvimiento
del bienestar social de la ciencia, de las artes, de la cultura. Este crecimiento
continuo de la actividad del Estado exige nuevas técnicas en la ejecución de los
servicios. El servicio público es siempre tardígrado, porque queda siempre
atado a las trabas de las formalidades burocráticas. No es posible obtener en la
Administración pública el mismo impulso constructivo que caracteriza a las
entidades privadas. El hombre cuando se mueve por el propio interés
multiplica su actividad, sintiendo de manera concreta y estimulante, una cierta
identificación del fin y de la actividad. En el plano del Estado todo marcha en
un ritmo más lento, con pérdidas del sentido de responsabilidad en virtud de la
exagerada concentración de la misma responsabilidad.
___________________________________________
SUMARIO:
Derecho y voluntad.
Derecho e interés.
La solución ecléctica y la de Del Vecchio.
Derecho subjetivo como norma y como hecho.
Nuestro concepto de Derecho subjetivo.
Otras situaciones subjetivas.
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Derecho y voluntad
Las normas jurídicas tienen siempre como destinatarios a las personas que
componen la sociedad. Queda ahora por aclarar en que consiste la posibilidad
que tienen las personas físicas y jurídicas de ser, de pretender y de actuar con
referencia al sistema de normas jurídicas vigente en un determinado país. Tal
es el problema del Derecho subjetivo o, más ampliamente, el problema de las
situaciones subjetivas.
Una primera postura es la que tiene por autor a Windscheid, jurista que se
distinguió por sus conocimientos de Derecho Romano y su capacidad de
transferir los principios romanísticos al campo de la Ciencia Jurídica
contemporánea. Pertenece a la escuela de los pandectistas, así llamados por
haberse inspirado, en sus estudios de Derecho Privado, en el Derecho Romano
y, más concretamente, en el que se lIamó "Derecho Romano actual". No hay
que olvidar que Alemania hasta principios del siglo actual no ha tenido un
Código Civil propio, habiendo sido regida anteriormente por un complejo de
normas basadas en el Derecho Romano modificado y completado por leyes y
costumbres regionales y locales. Este Derecho Romano, que estuvo en vigor en
Alemania hasta el siglo pasado, era el llamado "Derecho Romano actual",
denominación que corresponde a una de las obras fundamentales de Savigny:
Sistema de Derecho Romano actual.
Así, por ejemplo, se aduce que, muchas veces, el Derecho subjetivo existe y
continúa existiendo a pesar de la voluntad del titular e, incluso, en contra de
esta voluntad. Tal sería el caso de un acreedor que no quisiese cobrar una
cantidad de dinero. El Derecho Positivo le confiere la acción para hacer
efectivo su derecho. Supongamos que el acreedor por el motivo que sea
(amistad, espíritu altruistico, etc.) no ejerce su derecho, ni se preocupa de él.
Hay, en este supuesto, una carencia de voluntad, pero esto no implica la
extinción del Derecho subjetivo: a todos los efectos, el acreedor continúa siendo
el titular de un derecho subjetivo.
Otras veces, el Derecho subjetivo existe en contra de la voluntad del agente.
Un ejemplo típico lo encontramos en el campo del Derecho Laboral. El derecho
a las vacaciones es un derecho inherente al trabajo, de tal manera que lo tiene
el obrero aunque él renuncie a las mismas. El derecho a la estabilidad en el
trabajo es otro derecho que existe aun en contra de la voluntad del obrero,
aunque éste renuncie por escrito a la estabilidad adquirida. La renuncia al
empleo con garantía de estabilidad sólo producirá efectos válidos si obedece a
ciertas formalidades que responden a evitar posibles abusos. En tales casos, el
Derecho subjetivo existe y subsiste al margen de la voluntad del titular e,
incluso, en contra de esta voluntad.
Podemos aducir también el caso de los incapaces y del nasciturus a los que
corresponden derechos que no pueden en modo alguno ser considerados como
"expresión de su voluntad", tanto si son ejercidos por sus representantes como si
lo son por órganos del Estado.
Podríamos poner más ejemplos, pero los señalados son más que suficientes
para demostrar que la teoría de Windscheid no podía sostenerse. El propio
Windscheid reconoció que estas críticas eran procedentes, puesto que hizo
objeto a sil teoría de una segunda elaboración, señalando que no entendía la
palabra "voluntad" en su sentido estrictamente psíquico, sino en sentido lógico,
como voluntad normativa, como poder jurídico de querer. Con lo cual el
mismo Windscheid abandonaba su teoría clásica para sumergirse en una serie
de indagaciones que nunca llegó a 'plasmar con adecuada claridad. Para él, el
Derecho subjetivo pasó a ser la concreción de la voluntad abstracta que se
contiene en la norma jurídica.
Derecho e interés
Interesa, sin duda, el paisaje como expresión de belleza. Tanto es así que el
ordenamiento jurídico protege ciertos parajes pintorescos mediante normas
adecuadas a este objeto. Estamos ante un interés estético protegido. Pero
¿donde está el Derecho subjetivo? Podríamos citar innumerables
manifestaciones de intereses amparados y garantizados por el Estado sin que
por ello se atribuya a alguien un Derecho subjetivo.
Por otro lado, existen casos en los que no hay, por parte del titular del derecho,
propósito alguno por ver protegido su interés, lo que nos llevaría a la paradoja
de un Derecho subjetivo que fuera expresión de un "desinterés".
Con todo, esta teoría no logra superar las objeciones formuladas contra cada
una de "Sus partes. El eclecticismo es siempre una suma de problemas sin
solución plena de las dificultades que continúan vivas en el fondo de las
objeciones que se pretenden dar como definitivamente superadas. Los mismos
reparos que se hacen por separado a las teorías de la voluntad y del interés se
dirigen, como es obvio, contra la teoría ecléctica de Jellinek.
Así, según Del Vecchio, el problema se transpone del plano psicológico al plano
lógico. No se trata ya de voluntad psíquica, concreta, empírica de un sujeto en
un determinado momento, sino solamente de una posibilidad lógica de querer
en el ámbito normativo.
Bien consideradas las cosas, la postura de Del Vecchio presenta una actitud
que conduce a la concepción del Derecho subjetivo en términos estrictamente
formales, tal como se desenvuelve en el normativismo jurídico de Kelsen.
Para el autor de la Teoría Pura del Derecho, el Derecho subjetivo no es otra
cosa que una expresión del deber jurídico, O sea, un reflejo de aquello que es
debido por alguien en virtud de una norma jurídica. Derecho objetivo y
Derecho subjetivo no son, en el pensamiento kelseniano, más que diversas
posiciones del Derecho, que es un único sistema lógico y escalonado de normas.
La actual Teoría General del Derecho, partiendo de estas y otras críticas a las
antiguas posturas que ya hemos examinado, ha reelaborado los estudios sobre
el Derecho subjetivo, fijando algunos puntos esenciales. Uno de estos se refiere
exactamente al concepto de situación subjetiva que, al principio, se consideró
como sinónimo de Derecho subjetivo para pasar, posteriormente, a ser
considerado más acertadamente como el género del cual el Derecho subjetivo
es una especie. Mientras tanto, la noción de situación jurídica fue reelaborada
dejando de ser concebida como simple situación de hecho amparada por la
ley.
A través del largo debate planteado sobre el tema que examinamos, las
doctrinas negadoras tuvieron el mérito de incitar a la doctrina a una revisión
crítica del problema, superando la actitud que contemplaba al Derecho
subjetivo como algo ligado a la persona natural o jurídica. En último análisis,
tal actitud implicaba la tesis iusnaturalista de tipo racionalista de un Derecho
natural subjetivo con independencia del ordenamiento jurídico positivo.
Las dos tesis contrapuestas que acabamos de ver -la que convierte al Derecho
subjetivo en un modo de ser de la norma jurídica (Kelsen) y la que lo reduce a
una situación fáctica jurídicamente garantizada (Duguit)- apuntan ya hacia
una solución superad ora de esta antítesis al reconocer que estos dos puntos-de
vista corresponden, en la realidad, a dos momentos complementarios de un
único proceso: uno, que se haya configurado abstractamente en el plano
normativo como "posibilidad de pretensión de algo en tales o cuales
circunstancias", y, otro, que corresponde a la realización de esta posibilidad
como pretensión efectiva de la persona que concretamente se sitúa en las
circunstancias genéricamente previstas en la regula iuris.
Siendo así las cosas, nos parece que se dará situación jurídica subjetiva
siempre que el modo de ser, de pretender o de obrar de una persona
corresponda al tipo de actividad o de pretensión abstractamente configurado
en una o varias normas jurídicas. Englobando los dos momentos indicados en
una visión sintética, podemos concluir que situación subjetiva es la posibilidad
de ser, de pretender o de hacer algo, de manera garantizada, dentro de los
límites atributivos de las normas jurídicas.
Es, pues, esencial que el Derecho subjetivo sea visto en su doble momento: el
normativo o de previsibilidad tipológica de la pretensión .y el de la posibilidad
de realización de la pretensión en concreto, a través de la garantía específica.
Este segundo momento puntualiza y verticaliza por decirlo así la norma
cuando un sujeto convierte la pretensión abstracta, enunciada genéricamente
en la norma jurídica, en una pretensión concreta suya. Sin la idea de
pertenencia no se puede hablar de .Derecho subjetivo.
Son también formas de poder las ejercidas por los órganos del Estado o de una
sociedad civil o mercantil. Un director de correos o un gerente de una sociedad
anónima no ejercen un derecho subjetivo a] que corresponda una prestación,
sino que ejercen una competencia o una atribución de poder según una
estructura objetiva; en este caso, al poder corresponde una forma de mayor o
menor sujeción.
___________________________________
SUMARIO:
Al Iado de los derechos subjetivos simples o complejos y del status iuridicus que
indican un "crescendo" de pretensiones, hay otras distinciones fundamentales.
Una de ellas es la que, basándose en el objeto, distingue entre: derechos
personales, derechos de obligaciones y derechos reales a la que ya hemos hecho
referencia.
Algunos autores incluyen entre los derechos subjetivos absolutos los derechos
potestativos. Pero a nuestro modo de ver éstos no constituyen propiamente
derechos subjetivos, sino poderes. Derechos subjetivos y derechos potestativos
son categorías que se excluyen, como ya ha quedado dicho.
'Hasta época muy reciente no había pasado por la mente de los tratadistas la
idea, hoy fundamental, de la existencia de derechos públicos subjetivos.
Constituye uno de los grandes temas de la Teoría del Estado. Apunta V. E.
Orlando que es il formidabile argumento, pues envuelve una serie de
cuestiones de orden jurídico, tanto en la problemática de las relaciones entre
Estado y Derecho como en las existentes entre el individuo y las fuerzas
políticas, poniendo en jaque el problema esencial de la libertad.
No hay duda que la teoría del Derecho público subjetivo es una teoría
fundamental, porque implica la afirmación de que el individuo posee una
esfera de acción inviolable en cuyo ámbito no puede entrar el poder público.
No constituye, pues, una mera coincidencia el hecho de que, en el proceso
liberal del siglo XVIII y en el individualismo que prevaleció en la Revolución
francesa, estas ideas empezarán a adquirir contornos más nítidos. Porque, en el
fondo, todos los derechos públicos subjetivos presuponen eL derecho
fundamental de La Libertad entendida ésta en su doble vertiente de poder
autónomo de ser y obrar en la esfera privada (libertad civil) y en la esfera
pública (libertad política).
Las primeras Declaraciones de Derechos, que aparecen en el siglo XVIII en
Estados Unidos de América y en Francia, son documentos solemnes en los que
se proclaman los derechos públicos subjetivos. La Declaración de los derechos
del hombre y del ciudadano, de 1789, en Francia, representa un marco
fundamental en la experiencia jurídica y política. De modo análogo, tenemos
la Declaración universal de los derechos humanos, dada por la Organización
de las Naciones Unidas, en 1948, después de la Segunda Guerra Mundial. Entre
ambas declaraciones ha transcurrido siglo y medio, pero este lapso de tiempo
ha sido suficiente para que se operase una profunda transformación. La
primera Declaración era de cuño esencialmente político, atendía más a los
derechos públicos del hombre considerado como ciudadano, mientras que la
segunda no sólo es más amplia -pues añade a los derechos políticos, los
derechos sociales sino que también recoge los derechos de los pueblos como es,
por ejemplo, el de la autodeterminación.
Tratar de los derechos públicos subjetivos implica discutir la cuestión del valor
del hombre en el- Estado y frente al Estado. El asunto ha ocupa90 a grandes
tratadistas del pensamiento moderno. En primer lugar, cabe hacer una
referencia a la doctrina que afirma que el individuo es anterior al Estado,
siendo titular de derechos públicos subjetivos como algo inherente a su propia
existencia. Son los iusnaturalistas, sobre todo los del .siglo XVIII, los que
sustentaron que los individuos poseen derechos naturales públicos subjetivos en
virtud del "contrato social" por ellos concluido para su propia garantía. Si el
Estado ha sido precedido por un "estado de naturaleza" en el que cada
hombre era libre, es obvio que se afirme que el poder público no pueda
constituirse con el desconocimiento, y mucho menos el repudio, de estos
derechos que son inherentes a la naturaleza misma del hombre. En el ámbito
de esta manera de pensar se elaboró la Declaración de Derechos de 1789,
donde se proclama, a la luz del Derecho Natural racionalista, que los hombres
nacen y deben permanecer libres e iguales.
Aunque haya desempeñado un papel muy importante en la historia del
Estado moderno, esta doctrina ha sido ya superada lo mismo que la idea, que
está en su base, de la existencia de derechos naturales anteriores a la
organización política. Muchos autores sustentan que no existen derechos
individuales mientras un individuo no se une políticamente a otros dentro del
cuadro, por incipiente que sea, del Estado. El individuo no tiene derechos más
que cuando surge el Estado, declaran los partidarios de la doctrina que se
contrapone al iusnaturalismo.
Una de las doctrinas que pretendió dar una explicación a este problema y que
tuvo gran aceptación fue la llamada teoría de la autolimitación de la
soberanía. Hoy en día no le faltan adeptos.
El primer autor que trató con profundidad el tema fue Rudolf von Ihering en
su obra clásica El fin del Derecho. En este libro, que el gran romanista dejó
incompleto y en el que pretendía dejar sintetizé1da su concepción del Derecho,
afirma que la soberanía para poder actuar, necesita ir discriminando esferas
de acción entre los individuos y los grupos. Es el Estado el que se limita a sí
mismo.
Esta teoría de Ihering fue desarrollada por Georg Jellinek, sobre todo en sus
obras Sistema de los derechos públicos subjetivos y Doctrina general del Estado.
Jellinek defiende la teoría de la autolimitación del Estado diciendo que los
derechos públicos existen en la medida en." que ei Estado no puede dejar de
trazarse límites a sí mismo al constituirse como Estado de Derecho.
No podemos pretender -y en este punto tiene razón Ihering- poseer una pura
teoría jurídica para explicar un fenómeno complejo que es de naturaleza
política, sociológica, económica, etc. Hemos de reconocer que la sociedad
cuanto más se desenvuelve, más necesidad tiene de centros directores y, al
mismo tiempo, de autodescentralización, de autodiscriminación en la manera
de ser y de obrar, a la que corresponden situaciones subjetivas para los
individuos y los grupos. El problema de los derechos públicos subjetivos es un
problema histórico-cultural que representa un momento de ordenación
jurídica y atiende a una exigencia social que se va configurando
independientemente del arbitrio y de la voluntad de los que transitoriamente
tienen en sus manos el poder político. Vemos, pues, que el problema no podrá
nunca ser explicado con teorías puramente jurídicas. Todas las teorías que
pretendan examinar la cuestión como si se tratase de Derecho Constitucional
están destinadas al fracaso. Estamos ante un tema de Teoría del Estado que no
puede dejar de contemplarse según tres puntos de vista diversos: el sociológico,
el jurídico y el político y es en este triple aspecto como podremos apreciar
adecuadamente esta materia que dice relación a la posición jurídico-política
del hombre en el seno de la comunidad y del Estado como expresión de su
libertad.
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SUMARIO:
La ley fue colocada en un plano tan alto que pasó a ser considerada como si
fuese la única fuente de] Derecho. E] problema de la Ciencia del Derecho se
resolvió, en cierta manera, en un problema de la mejor interpretación de la
ley.
Grandes figuras de estudiosos que seguían esta actitud consideraban que los
usos y costumbres no tenían valor alguno a no ser cuando la ley hiciera expresa
referencia a los mismos. El deber del jurista consistía en atenerse al texto, sin
buscar soluciones extrañas al mismo. Se pusieron así las bases de lo que se
conoce con el nombre de Jurisprudencia conceptual, porque prestaba más
atención a los preceptos jurídicos inscritos en la ley que a las estructuras sociales,
que a los campos de interés a los que aquellos conceptos se destinan.
" Con todo, era inevitable que se hiciera perentoria la necesidad de nuevas
formas de comprensión del Derecho, puesto que, con el paso del tiempo, se
operaba un cambio en los usos y costumbres en el- que pesaba notablemente
el influjo de la ciencia y de la técnica. Este paso a nuevas formas de
interpretación jurídica no se verificó ex abrupto, sino que obedeció a una
elaboración gradual, como es propio de la experiencia jurídica.
Hay que tener presente que cuando fue promulgado el Código de Napoleón,
Francia era un país eminentemente agrícola y que Inglaterra contemplaba los
primeros pasos de la mecanización indispensable para el capitalismo industrial.
Fue en el decurso del siglo pasado cuando se operó la revolución técnica a
través de los grandes inventos en el campo de la Física y en el de la Química y
de sus aplicaciones prácticas, sobre todo a través de la utilización de la fuerza
del vapor y, después, de la electricidad. Con estos cambios en el sistema de
producción y las transformaciones consiguientes, se alteró profundamente la
vida social en varios países.
Fue entre los pandectistas alemanes donde surgió, por primera vez, la
comprensión progresiva. Se llama "pandectistas" a los juristas del área
germánica que, a lo largo de la segunda mitad del siglo pasado. elaboraron
una poderosa Técnica o Dogmática Jurídica tomando como base el "Derecho
Romano actual" vigente en Alemania (pues, como ya hemos dicho, .esta
nación no ha tenido su Código Civil hasta el siglo xx). La calificación de
"pandectistas" resulta del hecho de que, en esta labor analítica y sistemática,
los juristas alemanes trabajaron creadoramente sobre las enseñanzas del
Digesto o Pandectas que, como es. sabido, es fruto de la labor legislativa de
Justiniano sobre la base de textos jurídicos romanos anteriores.
Hasta cierto punto, hay una relativa correspondencia entre la escuela de los
pandectistas en Alemania y la escuela de la exégesis en Francia, en lo que se
refiere al primado de la norma legal y a las técnicas de su interpretación. A
causa de la inexistencia de un Código Civil, los juristas alemanes se mostraron
menos "Iegalistas", prestando más atención a los usos y costumbres y aceptando
una interpretación más elástica del texto legal.
¿Qué sucede cuando el texto legal es de tal orden que no permite esta labor de
continuo trabajo de adaptación de las palabras a las nuevas realidades y a las
nuevas exigencias? La elasticidad de un texto tiene un límite, más allá del cual
comienza el artificio de la interpretación, confiriendo a los términos una
significación que en rigor no les corresponde. Veremos cómo se procuró superar
este punto crítico. Ahora creemos oportuno, observar que tanto en la teoría
lógico-sistemática como en la histórico-evolutiva, el intérprete siempre se
situaba en el ámbito de la ley, no admitiendose una interpretación creadora al
margen de la ley o en despecho de la misma.
La escuela de la libre investigación del Derecho y el Derecho libre
Pero dejando aparte estos antecedentes, es preciso tener presente que la obra
de Zitelmann, titulada Las lagunas del Derecho, constituye un momento
fundamental en la historia de la interpretación del Derecho según las nuevas
tendencias en Alemania. Este trabajo, de extraordinaria penetración científica,
asentó la tesis de que no existe plenitud en la legislación positiva, puesto que,
por más que el legislador se esfuerce en perfeccionar su labor, siempre hay un
sector que no es regulado por la ley.
Para Kantorowicz haya o no ley que rija el caso, pertenece al juez juzgar según
los dictámenes de la ciencia y de su conciencia, debiendo, por consiguiente,
estar preparado para una misión tan delicada. Lo que debe prevalecer es el
derecho justo, tanto en el caso de falta de previsión legal (praeter legem)
como en el caso de que esté en contra de la ley (contra legem).
Si así fuese, a pesar de todas las cautelas con que Kantorowicz rodea, técnica y
éticamente, la selección de los magistrados y su actuación, ¿a qué se reduciría
la seguridad jurídica? ¿Puede admitirse la tesis de un juicio realizado a
despecho de la ley? Creemos que el Derecho no puede prescindir de su
estructura formal, ni de su función normativa o teleológica; la certeza y la
seguridad jurídicas exigen que la conducta humana, objeto de la norma
jurídica, c;e hal1e calificada de antemano por ésta.
Según los seguidores del Derecho libre, el juez viene a ser un legislador dentro
de un minúsculo ámbito, el ámbito del caso concreto. Así como el legislador da
la norma genérica que deberá abrazar todos los casos futuros que se refieran a
la materia regulada, así también ha de corresponder al juez legislar no sólo por
equidad, sino también por motivos de orden científico, cuando no exista ley
apropiada al caso específico. La conclusión que se desprende es clara: sumisión
plena al libre albedrío del intérprete.
El Derecho libre, que todavía se debate y se discute, fue, como dice Max Ascoli,
"un ventarrón que asoló los dominios de la jurisprudencia". Lo que se buscaba
era anteponer el valor del caso concreto -a la previsión racional de la
generalidad de los casos. No se puede afirmar que, hoy día, la cuestión esté ya
superada: hay quienes sustentan que la ley es ley y que debe ser interpretada
según su fuerza lógica, mientras que otros pretenden transformar la ley en
mera baliza que amojone la andadura de la libertad del intérprete.
Mejor que cualquier autor, Emilio Betti supo dar realce al papel de la
interpretación jurídica distinguiéndola cuidadosamente de otras formas de
interrretación, tales como la histórica, la literaria o la musical. El intérprete del
Derecho, de acuerdo con las demostraciones convincentes de Betti, no ha de
quedar preso por el texto como en el caso del historiador de hechos pasados, y
tiene más libertad que la que tiene el pianista delante de la partitura. Si bien
el ejecutor de una obra de Beethoven puede dar a la pieza musical su propia
interpretación a través de los valores de su subjetividad, la música no puede
dejar de ser de Beethoven. En el campo jurídico, el intérprete puede avanzar
más dando a la 'ley una significación no prevista e incluso totalmente diversa a
la esperada o querida por el legislador, en virtud de su correlación con otras
disposiciones o de la comprensión de la misma ley realizada a la luz de nuevas
valoraciones que emergen a lo largo del proceso histórico.
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SUMARIO:
Distinciones preliminares.
Analogía e interpretación extensiva.
La equidad.
Naturaleza lógica de la aplicación del Derecho.
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Distinciones preliminares
Si, por ejemplo, un caso reúne los elementos, a, b, e, y d y surge otro caso con
estos elementos junto con un quinto elemento más, el f, es de suponer que,
siendo idéntica la razón jurídica de los dos casos, idéntica hubiera sido la norma
jurídica en la hipótesis de que el legislador hubiere previsto el segundo caso,
siempre que la añadidura f no represente una nota esencial diferenciadora. Es
preciso actuar con mucha cautela al aplicar la analogía, porque dos especies
jurídicas pueden coincidir en la mayoría de sus notas características, pero
diferenciarse en una que puede alterar completamente su configuración
jurídica. Como la teoría tridimensional lo demuestra, esta nota diferencial
puede resulta tanto de - una particularidad fáctica como de' una específica
comprensión valorativa: el empleo de la analogía, en ambos casos, no tendría
razón de ser. Ya advertían, con mucha sabiduría, los romanos que minima
differentia Jacti maximas inducit consequentias iuris. Esta advertencia no la
tienen en cuenta aquellos abogados inexpertos y osados que aplican
precipitadamente a un caso que reviste características particulares una
solución normativa válida para hipótesis aparentemente análogas, no
advirtiendo que una pequeña diferencia fáctica puede implicar, a veces,
grandes diferencias en el plano jurídico.
La equidad
Los romanos advertían, con razón, que muchas veces la estricta aplicación del
Derecho trae consecuencias dañosas para la justicia: summum ius, summa
iniuria. No es raro que cometa injusticia el magistrado que sigue rigurosamente
el precepto del texto legal. Hay casos en que es necesario ablandar el texto,
ablandamiento que se lleva a cabo a través de la equidad. La equidad es la
justicia amoldada a la especificidad de una situación real.
. Nuestro, Código Civil establece que "la equidad habrá de ponderarse en la
aplicación de sus normas, si bien las resoluciones de los Tribunales sólo podrán
descansar de manera exclusiva en ella cuando la ley expresamente lo permita"
(artículo 3, 2).
El Derecho como experiencia debe ser pleno; y son muchos los procedimientos a
través de los cuales el juez o el administrador realizan una integración de la ley
para alcanzar la plenitud de la vida.
En todo caso, aparece claro que los problemas de la eficacia del Derecho y de
su aplicación, aunque diversos, están íntimamente relacionados. En cierto
modo, lo que en sentido técnico y propio se denomina "aplicación" constituye
una forma de eficacia. Un ejemplo aclarará lo dicho. Un juez español que ha
de decidir sobre una determinada situación jurídica de unos italianos residentes
en España reconoce la eficacia de la ley personal de dichos italianos y la aplica
en España: en este caso, se concreta la eficacia de la norma italiana para que
produzca efectos en el territorio nacional. Aplicar equivale, pues, a asegurar la
eficacia de una norma jurídica.
Durante mucho tiempo, una comprensión formalista del Derecho juzgó posible
reducir la aplicación de la ley a la estructura de un silogismo en el que la
norma legal sería la premisa mayor, la enunciación del hecho aparecería en la
premisa menor y la decisión de la sentencia constituiría la conclusión. A la luz
de este planteamiento no faltan procesalistas imbuidos de la convicción de que
la sentencia se desenvuelve como un silogismo.
En realidad, las cosas son mucho más complejas e implican una serie de actos
de carácter lógico y axiológico, empezando por la determinación previa, entre
las varias normas -posibles, de la norma aplicable al caso y que exige, como es
obvio, una referencia preliminar al elemento fáctico. Con este punto de apoyo
inicial en el hecho en cuestión provisionalmente reconocido como tal, es posible
al juez proceder a la elección de la norma que probablemente sea aplicable al
caso descrito en la acción; al mismo tiempo, se exige el apoyo en principios
generales, sin los cuales sería imposible al magistrado elegir la norma
adecuada al caso que tiene entre manos.
Las doctrinas jurídicas más actuales, como son la teoría tridimensional, la teoría
de la "concreción jurídica", de Karl Engisch, Josef Esser, Karl Larenz y otros; las
actitudes de Wendel Holmes y Roscoe Pound; el neo-realismo norteamericano;
la "teoría egológica" de Carlos Cossio; el raciovitalismo de Recaséns Siches; la
teoría de la argumentación de Perelman; la comprensión integral del Derecho
de Luigi Bagolinio de Tullio Ascarelli; etc., demuestran hasta la saciedad que la
aplicación del Derecho no se reduce a una cuestión de lógica formal. Es una
cuestión compleja en la cual los factores lógicos, axiológicos y fácticos se
relacionan entre sí, según exigencias de una unidad dialéctica desarrollada al
nivel de la experiencia, a la luz de los hechos y de su prueba.
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SUMARIO:
La Ciencia del Derecho es, por consiguiente, una ciencia compleja, que capta el
hecho jurídico desde sus manifestaciones iniciales hasta aquellas otras en que su
forma se perfecciona. Con todo, es posible circunscribir su ámbito al estudio de
las normas ya puestas y vigentes: en cuanto se destina al estudio sistemático de
las normas, ordenándolas según principios y teniendo a la vista su aplicación,
toma el nombre de Dogmática Jurídica.
¿En qué consiste propiamente el objeto de esta ciencia? ¿Se tratará de una
ciencia o, por el contrario, tendrá las características y cualidades de un arte?
¿Será algo diverso de la Ciencia del Derecho o se confundirá con la
Jurisprudencia misma?
Esta es la razón por la que los grandes comentaristas, como Clóvis Bevilaqua,
antes de entrar en la apreciación particular de cada norma jurídica, cuidan de
adentrarse en los principios generales que las condicionan. Realizan así un
trabajo de Dogmática que, en cierta manera, recuerda a la Geometría. No
falta quien afirme que la Dogmática Jurídica es la Geometría de las ciencias
éticas, puesto que construimos y desdoblamos consecuencias partiendo de
determinados textos y presupuestos contenidos en las normas jurídicas, de
forma análoga a como los geómetras elaboran su ciencia partiendo de
axiomas y postulados.
Puede decirse que durante varios siglos, desde la obra fundadora de los juristas
romanos hasta el siglo pasado, la Ciencia del Derecho, entendida, sobre todo,
como Teoría Dogmática del Derecho e Dogmática Jurídica, ocupó casi
exclusivamente la esfera del saber jurídico. Decimos que ella cubrió casi todo el
campo del conocimiento jurídico porque desde la Antigüedad clásica no
faltaron intentos de adentrarse en el campo de la Historia del Derecho,
especialmente desde el punto de vista constitucional y político, como es el caso
de la Constitución de Atenas escrita por Aristóteles entre 328 y 325 a. de C.
A fines del siglo pasado empezó a ser superado este divorcio entre lo sociológico
y lo jurídico. Los juristas comenzaron a investigar las raíces sociales y las posibles
leyes tendenciales que condicionan las estructuras y las formas jurídicas
permitiendo así una mejor comprensión de su eficacia y efectividad. También
hay que advertir que algunos juristas fueron más allá de lo razonable
pretendiendo convertir la Ciencia del Derecho en un mero capítulo de la
Sociología Jurídica.
La Sociología es una ciencia que tiene por objeto la comprensión del hecho
social y de la conducta humana en general, sin proponerse el problema
específico de la aplicación obligatoria de las normas que de ella resultan.
En íntima vinculación con la Filosofía del Derecho está la Teoría General del
Derecho, cuyas contribuciones forman magna pars de un curso de Introducción
al estudio del Derecho. La Teoría General del Derecho se distingue de la
Filosofía del Derecho por constituir un estudio que se desenvuelve por entero al
nivel de las diversas formas de conocimiento positivo del Derecho, cuyos
conceptos y formas lógicas intenta determinar de manera global y sistemática.
Sus conclusiones no se confinan a la Ciencia del Derecho, sino que deben ser
también aplicables a la Sociología Jurídica, a la Historia del Derecho. etc.
Es tan positiva como el Derecho Positivo, es decir, no pretende indagar acerca
de los presupuestos últimos y transcendentales de la experiencia jurídica, como
hace la Filosofía. La Teoría General del Derecho tiene por finalidad la
determinación de las estructuras lógicas de la experiencia jurídica en general,
de tal manera que sus conclusiones, como ya hemos dicho sean válidas tanto
para el jurista como para el sociólogo y el historiador del Derecho.
La Teoría General del Derecho elabora también sus principios, pero lo hace
como generalizaciones conceptuales, a 'partir de la observación de los hechos,
en función de las exigencias prácticas puestas por la unidad sistemática de las
normas. Aunque no siempre el jurista se dé cuenta de ello aquellos principios
generales, de origen empírico, destinados a regular comportamientos concretos
se hallan condicionados por los principios transcendentales que estudia la
Filosofía Jurídica.
Siendo esto así, surgen inmediatamente estas preguntas: en este caso, ¿cómo
distinguir la Teoría General del Derecho de la Dogmática Jurídica? ¿Acaso no
ha quedado dicho que ésta no es sólo el estudio del Derecho Positivo, sino
también el momento culminante de la Ciencia Jurídica en cuanto ciencia
positiva?
Basta hojear una obra de Sociología Jurídica para percibir que el estudioso de
esta ciencia se subordina, también, a todo un sistema de conceptos generales
como los que hemos señalado, sin los cuales no le sería siquiera' posible
identificar un hecho como hecho jurídico, ni indagar, sometiéndolo a análisis
estadísticos, su significación social o la de su efectividad. Los estudios de
Sociología Jurídica, Historia de! Derecho, Etnología Jurídica o Psicología Jurídica
contribuirán a la revisión de muchos puntos de la Teoría General del Derecho.
Ésta no puede dejar de ser la misma para el jurista y para el sociólogo, el
historiador o el antropólogo, puesto que está destinada a determinar las
estructuras y categorías lógicas de una única experiencia -que es. la
experiencia jurídica- por todos analizada, si bien este análisis se realiza,
porcada uno de ellos, según su prisma propio y específico.
En un principio, cuando la Ciencia del Derecho ocupaba ella sola el campo del
Derecho, era natural que la' Teoría General del Derecho fuese elaborada en
función de la Ciencia dogmática del Derecho. Ha llegado el tiempo de ampliar
sus perspectivas en el sentido de una Teoría General del Derecho común a toda
la problemática jurídica, estudiada por el jurista, por el historiador y por el
sociólogo. Por consiguiente, cuando la Teoría General del Derecho se sitúa
solamente en el ámbito y en función de las exigencias lógicas y prácticas del
ordenamiento jurídico no vemos cómo pueda ser posible distinguirla
válidamente de la Dogmática Jurídica.
No siendo posible analizar otros ámbitos de las ciencias jurídicas, sólo nos
vamos a referir a dos: el de la Psicología Jurídica, que pone a disposición del
jurista práctico y del sociólogo preciosas contribuciones sobre la naturaleza del
comportamiento humano, y el de la Etnología Jurídica o Antropología Jurídico-
cultural, que no sólo nos muestra la experiencia jurídica de los pueblos
primitivos, sino que también nos ayuda a comprender el Derecho actual como
una dimensión de la vida humana y uno de los factores fundamentales de la
historia. En el cuadro anexo reunimos sintéticamente las diversas formas de
conocimiento jurídico, teniendo como puntos de referencia los elementos hecho,
valor y norma, en conformidad con la teoría tridimensional del Derecho.
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SUMARIO:
El problema metodológico.
Los métodos del Derecho.
Inducción, deducción, analogía.
Explicación y comprensión.
Teoría de la argumentación y dialéctica.
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El problema metodológico
Pues bien, en las llamadas ciencias humanas y sociales -como son la Sociología,
la Economía y el Derecho- la aplicación de los procedimientos experimentales
es reducida, habiendo epistemólogos (esto es, especialistas en teoría del
conocimiento) que llegan a declarar 'incompatibles procedimientos que tan
buenos resultados han alcanzado en la Física, en la Biología, etc. Esto no
significa que las ciencias sociales estén desprovistas de certeza. Ésta se obtiene
mediante el rigor del raciocinio, la objetividad de la observación de los hechos
sociales')! la concordancia de sus enunciados. Cuando una ciencia social
obedece a las exigencias que acabamos de apuntar, entonces establece
principios y leyes. No son leyes de causalidad, como son las de la Física, sino
leyes de tendencia, leyes que aseguran un cierto grado de certeza y
previsibilidad, ya porque se basan en datos estadísticos y de probabilidad, ya
porque han sido establecidas "con rigor" por la observación positiva de los
fenómenos y hechos sociales. Como puede verse, si las ciencias sociales no son
exactas, sí deben ser "rigurosas" en cuanto a las técnicas de estudio y en cuanto
a la coordinación lógica de las proposiciones que formulan en correspondencia
cada vez más completa con la realidad examinada, de manera que excluyan
contradicciones.
Explicación y comprensión
No estará de más recordar una diferencia entre las ciencias naturales y las
ciencias humanas en lo que se refiere al problema de los valores y al problema
de los fines. Bastará decir que las leyes físico-naturales son ciegas para el
mundo de los valores; no son buenas ni malas, tampoco son prudentes ni
imprudentes. bellas ni feas. Pero pueden ser ciertas o no según su
correspondencia con los hechos que explican. Éxplicar consiste en ordenar [os
hechos según nexos o lazos objetivos de causalidad y de funcionalidad.
Ésta es la razón por la cual los juicios, los enlaces lógicos que el jurista establece
entre los hechos (atribuyendo a alguien un poder o un deber de obrar o dando
cierta estructura u organización a los hechos), se desarrollan como juicios de
valor que se adecuan a los juicios de realidad. En último análisis, la experiencia
jurídica ni es, ni debe ser, sino que es y debe ser al mismo tiempo, es decir, es e'n
cuanto debe ser.
Generalmente, cuando se hace la distinción entre ser y deber ser, se olvida que
estos verbos expresan tanto el estado como la actividad y el movimiento: no se
debería confundir el verbo "ser" con el sustantivo "ser". En el plano del ser se
sitúa tanto la realidad que está ahí, delante de nosotros en el instante en que
es observada como la realidad que fluye y se desarrolla. Las leyes de la
evolución de la especie son, por ejemplo, leyes del mundo del ser, poniendo al
descubierto el equívoco de su reducción a algo estático.
Lo que caracteriza el mundo del ser en su contraste con el mundo del deber ser
no es la ausencia del movimiento, sino más bien el origen de éste que, en el
primer caso, resulta de causas, mientras que' en el segundo es consecuencia de
motivos o de "causas motivadoras", según la feliz expresión de Husserl. Ser y
deber ser son, por. tanto, dos posiciones lógicas tomadas frente a la realidad; no
dos interpretaciones ontológicas del ser en .el plano metafísico. La teoría de la
cultura que se basa en esta distinción entre ser y deber ser es una teoría
positiva, y no metafísica, de la realidad social e histórica. Pero tampoco es por
su simple enunciado una teoría fisicalista o naturalista de la sociedad y de la
historia.
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SUMARIO:
Una primera división en la Ciencia del Derecho es debida a los juristas romanos.
Éstos distinguían entre Derecho Público y Derecho Privado, división centrada
en el criterio de utilidad -pública o privada- de la relación. El Derecho Público
es el que dice relación a las cosas del Estado (publicum ius est quod ad statum
rei romanae spectat); Derecho Privado es el que dice relación al interés de
cada uno de los miembros de la sociedad (privatum, quod ad singu/orum
utilitatem pertinet). Este criterio de distinción por razón de la utilidad es frágil.
¿Podrá mantenerse actualmente una distinción fundada en la contraposición
entre utilidad privada y utilidad pública?
Según nuestro modo de ver las cosas, la distinción todavía tiene valor, aunque
alterando fundamentalmente la teoría romana, que sólo tenía en cuenta el
elemento del interés de la colectividad y el de los particulares. No se trata de
una postura equivocada; pero sí incompleta. Es preciso llegar a una
determinación más afinada de los elementos distintivos, así como poner de
relieve la correlación dinámica y dialéctica que existe entre los dos sistemas de
Derecho -el Público y el Privado-, cuya síntesis expresa la unidad de la
experiencia jurídica.
Por otro lado, existen relaciones intersubjetivas en virtud de las cuales uno de
los sujetos tiene la posibilidad de exigir del otro la prestación o la abstención de
un determinado acto. Hay casos en que las dos partes están situadas en el
mismo plano, contratando o tratando de igual a igual. En otros casos, una de
las partes asume una posición de eminencia, de tal suerte que existe, entonces,
un subordinante y un subordinado. Dos ejemplos contribuirán a aclarar la
cuestión.
Un individuo adquiere algo, recibiendo la cosa adquirida y pagando su precio.
Derecho Constitucional
a) La estructura del Estado, que puede ser unitario o federal, con entidades
regionales dotadas de diversos grados de dutonomía.
Derecho Administrativo
Derecho Procesal
Sus temas principales son la acción. el proceso y la litis. que constituyen los
medios mediante los cuales quien tenga interés legítimo (actor de la acción)
recurre al Estado para que éste declare o constituya un derecho o condene al
reo a una prestación, o mande que algo sea o no hecho. o que algo sea
ejecutado como consecuencia de una decisión judicial o por la naturaleza
formal del título. De la diversidad de los objetivos señalados resultan cinco tipos
básicos de acción y de sentencia: declarativa, constitutiva, condenatoria,
ejecutiva y de mandato (esta última puesta en evidencia por el ilustre
jurisconsulto Pontes de Miranda).
El Derecho Procesal se subdivide en dos categorías que son: el Derecho Procesal
Civil (destinado a la solución de los conflictos que surgen en las actividades de
orden privado de carácter civil o mercantil) y el Derecho Procesal Penal (que
regula la forma mediante la cual el Estado resuelve los conflictos surgidos por
infracciones de la ley penal).
Derecho Penal
Una cuarta rama del Derecho Público es el Derecho Penal o Criminal. Las
normas jurídicas son susceptibles de ser violadas. Puede decirse que pertenece
a la naturaleza del Derecho la posibilidad de infracción que, cuando reviste
gravedad por atentar a los valores considerados necesarios al orden social,
provoca una reacción por parte del poder público que prevé sanciones penales
para los transgresores. Hay quien afirma, con manifiesta exageración, que todo
Derecho es, en último análisis, de naturaleza penal. Pero el Derecho Penal en
sentido propio es el sistema de principios y normas mediante el cual se tipifican
las formas de conducta consideradas delictivas, para las cuales han sido
conminadas- de manera precisa y previa penas o medidas de seguridad con
miras a la obtención de determinados objetivos. De este modo, surgen como
presupuestos teóricos de la Dogmática Penal dos problemas correlativos que
son también de Filosofía y de Política Penal: el problema del fundamento del
derecho de punición y el de la finalidad de la pena. ¿Se castiga para prevenir
nuevos crímenes o para castigo del delincuente? La pena, ¿tiene por fin
recuperar al delincuente para devolverlo a la convivencia social o deben
prevalecer los objetivos de prevención social? He aquí preguntas importantes
que merecen estudios especiales.
Aunque en esta materia las divergencias sean muy grandes, preferimos situar
en el ámbito del Derecho Público el Derecho del Trabajo, al que algunos
prefieren denominar Derecho Social, aunque tal denominación sea impropia.
Nos parece, en efecto, que en la época actual, el elemento social inspira de tal
m00ú la experiencia jurídica que todo el Derecho es social. La socialización del
Derecho no se da sólo en las relaciones de trabajo, sino también e
indistintamente en todos los sectores de la experiencia jurídica.
En este punto hay que advertir que no se trata sólo de respetar las normas
mínimas que el Estado declara obligatorias. sino también las reglas contenidas
en los llamados convenios colectivos de trabajo. Los sindicatos pueden
establecer reglas que oblígan a todos sus asociados y que pueden afectar
también a los demás elementos no sindicados que ejercen la misma actividad
profesional. LOS convenios colectivos elaborados por los sindicatos son
obligatorios. de tal forma que ningún obrero puede contravenir lo que el
órgano laboral ha establecido en 105 convenios generales. Estas reglas poseen
un carácter público y coercitivo aunque no sean directamente establecidas por
el Estado sino por organismos profesionales dotados de en poder que el Estado
les confiere o les reconoce.
Es preciso distinguir dos tipos de Derecho. Un primer tipo versa sobre las
relaciones entre los individuos y los grupos en sus diversos campos de actividad.
Un segundo tipo no tiene por objeto relaciones, sino normas de Derecho. A este
segundo se le ha llamado "sobre-derecho" (Überrecht), según la terminología
propuesta por Zitelmann. Por ejemplo, el Derecho Internacional Privado no
rige las relaciones matrimoniales en sí, sino que determina, en el caso en que
haya conflicto de normas, cuáles han de ser aplicadas entre las de los distintos
ordenamientos implicados en el caso de un matrimonio entre un español y una
francesa, o entre dos franceses que después de su matrimonio hayan
trasladado su residencia a España. ¿Cuál será el Derecho aplicable en estas dos
hipótesis? ¿El español o el francés? Será el Derecho español, como expresión de
la soberanía nacional el que determinará las normas que deberán ser
aplicadas en las relaciones entre los cónyuges en el territorio nacional.
El Derecho Internacional Privado no tiene, pues, por finalidad regir o
complementar relaciones, sino decidir sobre las normas que han de aplicarse a
esas mismas relaciones. Por esto es un "sobre-de.recho". En el lenguaje actual
diríamos que, en relación con el lenguaje jurídico de los demás Derechos ya
estudiados, el Derecho Internacional Privado aparece como meta-lenguaje
jurídico.
Nos cuesta admitir que un Derecho que decide sobre la incidencia de las
normas de otro Estado, esté emplazado en el campo del Derecho Privado. No
confiere en modo alguno derechos a un individuo concreto, sino que solamente
proporciona los medios para saber qué norma ha de ser aplicada en la
hipótesis de que un individuo concreto pretenda la aplicación de normas
pertenecientes a ordenamientos jurídicos diversos e inconciliables entre sí.
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SUMARIO:
Derecho Civil.
Derecho Mercantil.
Unificación del Derecho Privado.
Otras ramas del Derecho Privado.
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Derecho Civil
Con razón afirma Messineo que no podrá dejar de haber Derecho Privado
mientras se reconozcan al individuo, en cuanto individuo derechos, aunque
éstos estén subordinados al interés general de la comunidad. El Derecho
Privado se refiere al hombre en cuanto persona y sujeto instaurador de entes
colectivos (personas jurídicas), abstracción hecha de su sujeción al Estado. esto
es, al hombre en sus relaciones particulares, a título individual, en el seno de la
familia o con relación a los bienes que le son propios o a los vínculos de
obligación que constituye orientados o no a la consecución de fines
patrimoniales o empresariales.
Los romanos no distinguían entre Derecho Civil y Mercantil: todas las relaciones
de orden privado se contenían en el ius civile, mientras que lo relativo a los
extranjeros y a las relaciones entre romanos y extranjeros pertenecía al ius
gentium.
Volviendo a la cuestión del contenido y del objeto del Derecho Civil, podemos
decir que éste presenta, corno pilares fundamentales, los siguientes principios
que, en una sociedad democrática, condicionan toda vida jurídica a saber:
a) La idea de que todo ser humano por el simple hecho de ser hombre es sujeto
de derechos y obligaciones (principio de la personalidad).
b) El reconocimiento de que la capacidad jurídica general de la persona
humana le confiere el poder de practicar ciertos actos y de abstenerse de ellos
según los dictámenes de su voluntad (principio de la autonomía de la
voluntad).
c) La admisión de que este poder implica la facultad de otorgar derechos y de
aceptar deberes dentro de los límites de la ley, dando existencia a relaciones o
situaciones jurídicas como; son los negocios jurídicos en general y los contratos
en particular (principio de la libertad de estipular. negocios jurídicos).
d) El reconocimiento de que el hombre, por su trabajo o por otras formas que
la ley contempla, puede exteriorizar su personalidad en bienes inmuebles o
muebles que pasan a ser objeto exclusivo de su querer y de su patrimonio
(principio de la propiedad individual).
e) La idea de que entre las situaciones jurídicas constituidas por el libre querer
de los individuos hay una, la familia que es la expresión inmediata de su ser
personal, y que ha de encontrarse a salvo de injerencias indebidas en su vida
íntima (principio de la intangibilidad familiar).
f) La aceptación de que entre los poderes que el hombre ejerce sobre sus bienes
se incluye el poder de transmitirlos, en todo o en parte, a sus herederos,
empezando por sus descendientes (principios de la legitimidad de la herencia y
del derecho de testar).
A estas estructuras fundamentales de la vida civil debemos añadir otra que a
mi parecer se va afirmando a medida que se supera la concepción
individualista que presidió la elaboración de los Códigos Civiles de Occidente,
desde el famoso Código de Napoleón de 1804 al Código Civil alemán
(Bürgerliches Gesetzbuch. que generalmente se indica con las iniciales B. G. B.)
de 1900 y el Código Civil español de 1889 todavía en vigor. Nos referimos a la
llamada "socialización" o "humanización" del Derecho, que establece:
g) La función social de los derechos civiles, de la propiedad y de los negocios
jurídicos (actos y contratos de naturaleza civil o económico mercantil), a fin de
que se concilien las exigencias del todo colectivo con los citados poderes
conferidos a los individuos (principio de la solidaridad social).
a) Los derechos personales como son los relativos al individuo como ser que se
vale por sí mismo, protegiendo su ser personal, su nombre, su imagen, etc.
b) Los derechos de obligación, teniendo como eje el 'poder de constituir
situaciones jurídicas intersubjetivas para la consecución de fines civiles o
económicos.
c) Los derechos asociativos, como proyección de la autonomía de la
voluntad constituyendo entes colectivos, personas jurídicas privadas.
d) Los derechos reales, relativos a la 'posesión y a la propiedad y a sus
formas de explicitación.
e) Los derechos de familia, desde su constitución por el matrimonio
hasta
las formas de extensión de la sociedad conyugal, las relaciones entre los
cónyuges y entre los ascendientes y descendientes, etc. .
f) Los derechos de sucesión que resultan de la transferencia de bienes a
causa de la herencia.
Con mayor o menor amplitud son éstas las categorías jurídicas que componen
el amplio cuadro del Derecho Civil en el mundo actual, debiéndose notar que,
incluso en los llamados Estados socialistas o "democracias populares", persisten
las estructuras del Derecho Civil. En estos Estados, estas estructuras son algo
concedido o permitido por el Estado, el cual: se reserva para sí la propiedad de
los medios de producción: limita, cuando no extingue, la "autonomía de la
voluntad" como eje de la libre iniciativa; convierte a la familia en institución al
servicio de sus designios políticos o ideológicos; reduce al mínimo, cuando no
suprime, el derecho de testar; etc.
Derecho Mercantil
Algunas de estas normas se distinguían por ciertos elementos que incluso hoy se
consideran como peculiares del llamado Derecho Mercantil, que, en la Edad
Media, se configuró como un Derecho especial de una clase, la de los
mercaderes.
Hay que observar que en Italia, después de la unificación del Derecho Privado
y con la desaparición del Código Mercantil, los autores discutieron si junto con
la desaparición del Código Mercantil desaparecería también el Derecho
Mercantil. Mario Rotondi, uno de los grandes partidarios de la tesis de la
unificación, sostenía que el Derecho Mercantil dejaría de existir como disciplina
autónoma. Por el contrario, Francesco Messineo afirmaba que, no obstante la
inexistencia del Código Mercantil, subsiste todavía con sus caracteres peculiares
el Derecho Mercantil como un Derecho autónomo. Con razón afirma Messineo
que el hecho de existir o no un Código no crea o extingue el correspondiente
Derecho, pues no se trata de la autonomía legislativa, sino de la autonomía
científica. El Derecho Mercantil es un Derecho autónomo porque contempla
determinados problemas cuya existencia se configura de forma clara y nítida
en las relaciones sociales, siendo necesario advertir que el Código Civil engloba
materias que no son de Derecho Civil y que no todo el Derecho Civil está
contenido en este Código. Por las mismas razones, el Derecho Mercantil,
además de fundarse en normas constantes del Código Civil unificado, tiene
otras fuentes legales, como son las leyes sobre la quiebra, sobre los títulos
cambiarios, etc. Ahora bien, si se elabora una ley de quiebra junto con otras
leyes especiales regulando las actividades mercantiles es porque,
indiscutiblemente, persiste algo en los hechos sociales que no justifica la
desaparición del Derecho Mercantil como campo autónomo de investigación.
El Derecho Agrario es, pues, una rama del Derecho Privado que regula las
relaciones jurídicas privadas que se constituyen y se desenvuelven en función y
según los fines de la actividad agrícola o pecuaria.
Algunos autores presentan al Derecho Industrial como constituyendo una de
las ramas de, Derecho Privado. Creemos que las normas sobre marcas de
fábrica y de comercio, sobre patentes y su respectivo registro, se insertan en el
campo del Derecho Mercantil y en el del Derecho Administrativo, no llegando
a constituir una rama autónoma del Derecho. Es sólo por motivos de orden
práctico por lo que los diversos preceptos pueden ser tratados en un contexto
unitario.
Este ejemplo sirve para demostrar que las alteraciones que se producen en el
plano del hecho tecnológico no implican sólo la aparición, el cambio de normas
particulares, sino que comportan la formación de verdaderos "continentes
normativos", de cuerpos autónomos de valores y normas que integran distintos
sistemas de Derecho.
Lo cierto es que se discriminan y se especifican día a día las esferas del Derecho
mirando cada vez más a establecer una correlación real entre hechos valores y
normas, conforme demuestra la teoría tridimensional del Derecho al considerar
los diversos momentos de la experiencia jurídica, tanto desde el punto de vista
de la Filosofía como del de la Teoría General del Derecho.
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SUMARIO:
Perspectivas generales.
La teoría de la Justicia.
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Perspectivas generales
La brevedad de este último capítulo es debida a la razón paradójica de que se
trata de un tema que envuelve a toda la problemática filosófico-jurídica. Este
último capítulo sirve de enlace con el contenido del curso de Filosofía del
Derecho que se imparte al final de la carrera y en el que se trata del problema
del fundamento del Derecho y, dentro de él, de la teoría de la Justicia.
Por extraño que parezca, cuando los hombres no sabían todavía en qué
consistía la ley como estructura lógica o como elemento de la Ciencia Jurídica,
ya se preocupaban de su fundamento. Y es que, ante los ojos de la humanidad
recién abiertos al problema, primero apareció la ley como un dictamen divino,
como una decisión de los dioses; y, como voluntad divina, fue creída y
obedecida sin mayores indagaciones.
Fue mucho más tarde cuando esta manera de ver las cosas adquirió caracteres
de doctrina, desenvolviéndose en el sentido de considerar que la fuente
originaria del Derecho había que buscarla en la razón y la voluntad de Dios.
En este contexto se configura el concepto del Derecho Natural, al cual se
debían conformar los preceptos de la ley positiva.
Más significativas son las doctrinas que, aunque pueden inspirarse en las
investigaciones de las ciencias naturales, se sitúan en el ámbito de la
experiencia social e histórica. En definitiva, es en el hombre mismo, en su
condición humana, donde se busca la fundamentación del Derecho.
En esta línea de pensamiento se sitúa Platón cuando ,en sus diálogos nos
recuerda que, para unos, el fundamento del Derecho es la voluntad de los más
fuertes o de los más astutos; que, para otros, es el resultado de la alianza de los
más débiles previniéndose contra los abusos de la fuerza; que, para otros, es la
utilidad; la combinación o el ajustamiento de intereses; y que, finalmente, otros
apuntan a la exigencia del orden, de 'la felicidad general, de la seguridad y de
la paz: No faltó tampoco la sonrisa de los escépticos al contemplar estos
contrastes de opinión, viendo en ellos la imposibilidad de cualquier respuesta
plausible.
La teoría de la Justicia