Outsiders
Luego de que un grupo social establezca normas de conducta y las aplique, quienes las
infringen son vistos como «outsiders». Sin embargo, es posible que el outsider vea a
quienes lo juzgan como outsiders.
Las reglas no son todas iguales; están las formales que son las leyes que son aplicadas por
el Estado a través de la policía y las informales, que tienen sanciones informales. El control
del cumplimiento de la norma puede estar bajo tutela de un organismo específico, aunque
la supervisión de la aplicación también puede estar sujeta a los integrantes del grupo
social. Hay leyes que están registradas a pesar de que no sean aplicadas (que en cualquier
momento pueden recobrar el efecto normativo original), y normas informales que han
dejado de practicarse.
El grado en el que una persona es un outsider depende del acto, según la consideración de
la sociedad. Los outsiders a veces creen que los castigan injustamente y otras suscriben las
reglas que quiebran.
Definiciones de la desviación
Los científicos creen que existe algo inherente a la desviación en la trasgresión y que la
infracción responde a las características de los infractores. No obstante, no toman en
cuenta que la marginalidad varía según quién juzgue, ya que diferentes personas
consideran marginales diferentes cosas.
Existe la desviación estadística, que es la que se da por no ser como la mayoría de la gente
es. Esta clasificación es demasiado simplista y se aleja del motivo de la investigación, que
es entender por qué se da la infracción de la ley, ya que agrupa a personas que no han
quebrado ley alguna y a otras que sí lo hicieron.
Hay otra concepción médica de la desviación, que cataloga como funcionales a los
comportamientos que mantienen la armonía y estabilidad del sistema y como
«desviados», a aquéllos que promueven el desorden social, utilizando también los rótulos
de comportamientos «saludables» y «enfermos» respectivamente. Sin embargo, la
cuestión de qué es funcional y disfuncional para el grupo pasa más por una cuestión
política, no médica, en relación con quiénes son los que logran hacer preeminentes sus
ideas en el grupo y qué destino quieren darle.
Se ve al desviado como quien rompe las reglas, y al tratar de analizarlo de este modo se lo
homogeneiza. No obstante, Becker dice que la desviación se encuentra en el hecho de que
la sociedad etiqueta a la persona que no cumple con determinado grupo de normas como
«desviado», con lo cual la desviación es una consecuencia de esta última acción, más que
de cualquier otra cosa (como las posturas anteriores que intentan explicar los
procedimientos haciendo foco en los sujetos que cometen los actos marginales).
La reacción popular contra los delitos varía según el momento: por ejemplo, aumenta
cuando hay mucha publicidad en la sociedad contra un tipo de delito, pero no plasma la
gravedad real de la infracción a partir de las estadísticas. También varía a partir del
infractor y de quién sufre la infracción; esto funciona tanto en cuanto a la reacción
popular como al cumplimiento de la ley. Esto refuerza la idea de que la desviación
depende sí una parte de la comisión de un acto marginal, pero en otra medida de la
variable reacción del grupo social ante el rompimiento de la norma.
Para quienes son tildados de «marginales», los «marginales» son, en realidad, quienes los
condenan. Las sociedades modernas comprenden varios grupos sociales con reglas
propias, por lo que surge el conflicto cuando el comportamiento de un grupo, a partir de
sus propias reglas, rompe las reglas de otro. Muchas veces las personas a las que se
castiga no están de acuerdo con las normas bajo las que se las juzga, por lo que quienes
los condenan, para ellos, pasan a ser los «marginales».
Solamente la gente que pertenece al mismo grupo social de una persona puede exigir que
ésta obedezca cierto tipo de normas; por otra parte, también es necesario para el
bienestar de los integrantes del grupo que se cumplan las normas impuestas. La
legitimidad del acto de que unas personas impongan sus propias reglas sobre otras tiene
que ver con cuestiones relativas a la política y la economía, aunque en la práctica
cotidiana las reglas se imponen y se aplican todo el tiempo sin consentimiento de la parte
a la que le toca obedecer. Éstos, en general, cumplen reglas impuestas por gente que no
forma parte de su etnia o grupo social.
La capacidad de algunos grupos de imponer reglas sobre otro se da porque quienes las
imponen tienen más poder que quienes deben cumplirlas. Las reglas que llevan a la
clasificación de las personas como «desviadas» o «no desviadas» no son de consenso
absoluto en la sociedad; al contrario, esto es parte de la dinámica política del grupo social.
Estos diferentes tipos de desviación son importantes para un análisis correcto, pero
comúnmente no son tenidos en cuenta por los científicos.
Modelos de desviación simultáneos y secuenciales
Sin embargo, no todos estos factores influyen simultáneamente, sino que lo hay que hacer
es dividir el hecho «desviado» en etapas y establecer las causas que llevan a la concreción
de cada una de ellas, lo cual resulta en el hecho «desviado». Así y todo sólo el
cumplimiento de una etapa en cuestión desemboca en la desviación, más allá de que en el
análisis hecho estén presentes otras etapas características de este proceso (por ejemplo,
más allá de que una persona se rebele, necesariamente se tiene que contar con el acceso
a la droga para volverse un drogadicto; el simple hecho de la rebelión no lleva a la
drogadicción por sí solo).
El primer paso de un desviado es romper una norma. La mayoría de las personas piensa
que la comisión de este acto es intencional, pero no siempre es así. Es posible que el
infractor sea castigado porque desconozca la norma; existen zonas estructurales de
ignorancia de las leyes, debido a que pertenecen a subculturas religiosas o étnicas que
tienen un comportamiento diferente (hay actos que rompen las reglas de un grupo y en
otro son legales).
Por otra parte están quienes tienen comportamientos desviados intencionalmente; hay
dos posturas ante esto: la psicológica, que dice que los individuos actúan así por
problemas sufridos en la infancia, y la sociológica, que dice que el individuo actúa así por
la presión que le genera la disposición del orden social. Sin embargo, todos fantasean con
romper la norma, por lo que la pregunta debería ser, según Becker ¿por qué estas
personas no infringen la ley? Esto se explica porque estas personas están inmersas en un
marco de actividades institucionales y hábitos convencionales que se vería afectado por
estos actos, impidiendo su desarrollo exitoso.
De hecho, a medida que la persona va creciendo, va contrayendo cada vez más
compromisos convencionales e institucionales, por lo que es menos proclive a dejarse
llevar por impulsos de romper la regla que puedan poner esta situación en peligro. Lo cual
nos lleva a preguntarnos por qué los infractores logran desligarse de las costumbres
convencionales e institucionales, que nos hace pensar en que no han afianzado estas
alianzas en la infancia o que no están inmersos en estas relaciones en el momento actual.
Los infractores justifican sus acciones de diversas maneras, debido a que en realidad su
impulso es a cumplir la norma: se piensan a sí mismos como sujetos pasivos ante el acto
marginal (por lo tanto, ejecutantes contra su voluntad, hasta que se acostumbran a este
tipo de vida); piensan que los ataques a ciertos sectores no incluyen a toda la comunidad;
toman a sus delitos como venganzas; creen que, en realidad, quienes los condenan son los
«marginales», que condenan por frustraciones personales; eligen hacer prevalecer las
normas de sus propios grupos sociales a las normas de toda la sociedad; priorizan su
situación personal más allá de la legalidad o ilegalidad del acto.
No lo mismo el hecho de una persona que realiza un acto incorrecto una vez, a quien forja
un modo de vida sostenido en el rompimiento de la norma. El paso de un experimentador
de la desviación a quien forja un modo de vida alrededor de ésta se da por compartir
situaciones en torno a la actitud desviada con otras personas y aprender sobre ella, para
luego tomarla con frecuencia. La toma de actitud desviada siempre se da por motivos
sociales; más allá de que se practique solitariamente, la adquisición de conocimiento
sobre la desviación no se habrá dado cara a cara, pero habrá usado otras vías.
La gente establece estereotipos, por lo que muchas veces se detecta desviación más allá
de no cumplir con ninguna regla, debido a que una persona o un grupo rompen con un
estereotipo. La sociedad piensa que por una persona tener un determinado rasgo,
también tiene otros, que forman parte de un estereotipo social. La comisión de un delito
lleva al etiquetado a la posibilidad de ser parte, a partir de entonces, de un estereotipo
social ya existente antes de que el cometiera el acto marginal.
Hay grados de estereotipos sociales; el estereotipo del «desviado» es el peor: es alguien
que no puede formar parte de la sociedad, porque representa una amenaza para la
misma, a partir de su rompimiento de la norma. La sociedad provoca que un desviado por
una causa específica sea marginado también en el resto de las áreas en las que se
desarrolla. La reacción social ante la desviación profundiza la desviación del «desviado».
La sociedad aísla al «desviado» de los medios para mantener una vida normal llevando a
cabo su conducta «desviada». La desviación se agrava por el carácter integrado de la
sociedad, en donde muchos ámbitos de acción específica se encuentran enlazados los
unos con los otros. En estas sociedades, el individuo se ve forzado a encontrar medios
«desviados» que cuajen con su desviación, ya que su desviación específica provoca que no
pueda desenvolverse en el resto de las áreas sociales, debido a que todas están
relacionadas y su carácter «desviado» afecta a todas.
Sin embargo, no todos los «desviados» acentúan su desviación al ser etiquetados por la
sociedad. Esto se da debido a que muchas veces, la desviación es pasajera, y se utiliza por
conveniencia. En estos casos, cuando la desviación toma carácter público el individuo
tiene la posibilidad de arrepentirse; de lo contrario, sufre de la etiquetación social de
«desviado». En otros casos, muchos desviados dejan de tener actitudes desviadas, pero
siguen siendo tratados como tales por la sociedad.
El desviado que forma parte de los grupos marginales organizados neutraliza su culpa por
romper con la norma, acepta su desviación y pasa a cumplir normas del grupo marginal
organizado. Esta persona pasa a encontrar soluciones a la aplicación de la norma que lo
condena y se libera de obstáculos para cumplir con su actividad desviada. Así, entrar en un
grupo marginal para el desviado significa la solución a la aplicación de la ley condenatoria
y la aceptación personal de su actividad marginal. Los grupos organizados marginales
suelen repudiar el orden social convencional.