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Tercer trabajo de investigación

Los Estados Fallidos

Edmundo González Urrutia

Julio 2018

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Índice

1. Introducción............................................................2

2. Las distintas acepciones sobre el Estado Fallido.....7

3. El Estado Fallido y el Derecho Internacional.........13

4. El caso de Venezuela............................................16

5. Referencias bibliográficas.....................................23

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1.Introducción

“En la actualidad, se considera que el problema de los Estados frágiles


se encuentra en el núcleo de los problemas de la seguridad. Los Estados
frágiles o fallidos se clasifican como “uno de los desafíos más
importantes para la política exterior de la era contemporánea”
Volker Boege, Anne Brown, Kevin Clements y Anna Nolan .

“Cuando se habla de un “Estado fallido”, la imagen más común es


la de un muy pobre país africano donde masacres, hambrunas y
epidemias son la norma y en el cual el Gobierno existe más para
enriquecer a quienes tienen el poder –y reprimir a sus ciudadanos–
que para prestar servicios públicos o proteger a la población. No
es lo que viene a la mente cuando pensamos en Venezuela, con
sus rascacielos, bancos, autopistas, amplio historial democrático,
enormes reservas de petróleo y su Gobierno, que enfatiza el amor
por los pobres en su discurso”.

Moisés Naím

“Las regiones compuestas por Estados “frágiles” son consideradas


como un terreno abonado y un refugio seguro para las redes del
terrorismo trasnacional, para la proliferación de armas y para el
crimen organizado”.
Volker Boege, Anne Brown, Kevin Clements y Anna Nolan.

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El tema del Estado Fallido ha sido objeto de estudio y análisis en
abundante literatura durante las últimas décadas. Una simple búsqueda
a través de google da cuenta de 6.940.000 resultados en unos pocos
segundos. Lo cierto es que dicha expresión ha pasado a formar parte del
lenguaje cotidiano de investigadores y adoptada comúnmente en el
discurso de políticos, académicos, y comunicadores.

Una de las conclusiones que sobresale de la revisión de algunos de esos


textos y documentos, es que no existe consenso en cuanto a una
definición precisa del término, aunque no caben dudas de que su uso ha
adquirido relevancia política. En otras palabras, no sólo existe una
proliferación de significados sobre este asunto sino que hay un uso muy
flexible de su acepción y aplicación. En consecuencia, el resultado es
que se genera confusión y más aún controversia.

Lo cierto es que la definición del Estado fallido se hace de manera difusa


e indiscriminada utilizando indistintamente diversas acepciones como el
Estado frágil, Estado forajido, Casi Estados, Estado criminal, Estados
desestructurados, Estados en falencia, Estado cómplice, Estados débiles,
Estados colapsados, Estados desintegrados, Estados vulnerables, Estado
mafioso, para mencionar algunas de las denominaciones.

En todas estas definiciones, la fragilidad del Estado, el colapso de las


instituciones y la noción de ingobernabilidad son tres variables
comúnmente asociadas al término; a las que se agregan la pérdida de
control sobre partes de su territorio o el monopolio sobre el uso legítimo
de la fuerza, la incapacidad para interactuar con otras naciones como un
miembro de la comunidad internacional, la creciente pérdida de
prestigio y representatividad de los gobernantes, y la incapacidad para
generar bienestar y prestar servicios básicos a sus nacionales.

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Estado fallido es un concepto polémico que califica a un Estado débil en
el cual el gobierno central tiene poco o ningún control sobre su territorio.
Para otros analistas se trata de un término impreciso, “frustrantemente
impreciso” a decir de Noam Chomsky. Si se tomase de una forma literal,
un Estado fallido sería aquel en el que no hay un gobierno efectivo. Sin
embargo este concepto no se desliga de los intereses políticos y
económicos de quienes califican a un Estado como fallido. La clave aquí
es: ¿quién determina cuál estado lo es y cuál no?

Mientras que algunos investigadores aportan una clasificación por la


gradualidad en la fragilidad de los Estados los cuales pueden ser
conceptualizados como débiles, fallidos hasta llegar a los Estados
colapsados, otros consideran que las situaciones de fragilidad oscilan en
rangos. De esa forma existe: “Alerta muy alta”, hasta “Alta
sostenibilidad”, pasando por “Mucha estabilidad”, “Estabilidad”, “Menos
estabilidad”, “Advertencia baja, media y alta”, y finalmente los distintos
grados de “Alerta”. (Porcarelli)

En ese mismo orden para la agencia estadounidense USAID, los Estados


“en crisis” son aquellos “donde el Gobierno central no ejerce un control
efectivo sobre su propio territorio o no está dispuesto o es incapaz de
asegurar la provisión de servicios vitales a una parte significativa de su
territorio, donde la legitimidad del Gobierno es débil o inexistente, y en
donde el conflicto violento es una realidad o existe un gran riesgo de
que pueda estallar” (Volker Boege, Anne Brown, Kevin Clements y Anna
Nolan. p.8)

Aunque el fenómeno no es nuevo, el caso ha venido adquiriendo


notoriedad no sólo por sus repercusiones en el plano internacional sino
por la proliferación de éstos y las amenazas que comporta para la
seguridad y estabilidad global. En este sentido, Somalia y Haití fueron

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los casos más emblemáticos de un Estado fallido, a los que se han ido
agregando Siria, Sudán del Sur, la República Centroafricana, entre otros.

A juicio de algunos analistas, el tema de los Estados fallidos ha dejado


de ser ignorado por la opinión pública para convertirse en un problema
clave de política mundial. Al mismo tiempo ya no es analizado
exclusivamente desde la perspectiva humanitaria, en función de las
graves violaciones a los derechos humanos, sino que es considerado una
amenaza a la paz y seguridad internacionales. Todo ello con base a que
“El colapso de los Estados es susceptible de poner en peligro la paz y
seguridad internacionales”, como quedó establecido en la Agenda para
la Paz de las Naciones Unidas 1992.

Si bien, como hemos dicho, el interés por los Estados Fallidos en los
años noventa estuvo originalmente centrado en las cuestiones
humanitarias, a partir de los atentados terroristas de 2001 contra las
torres gemelas en Nueva York, el foco de atención cambió a los asuntos
de seguridad internacional.

Las investigaciones de los últimos años sobre conflictos y la seguridad


han puesto su acento en la relación entre los conflictos a gran escala, el
desempeño de los Estados y la seguridad global. Se considera que la
fragilidad institucional de un Estado puede generar conflictos violentos
que debilitan o que incluso conducen al colapso del propio Estado. Dicha
fragilidad no sólo afecta a los ciudadanos del Estado sino a los Estados
vecinos y a la comunidad internacional. En suma, los Estados Fallidos se
han convertido en “uno de los desafíos más importantes para la política
exterior de la era contemporánea” (Volker Boege, Anne Brown, Kevin
Clements y Anna Nolan. p.7)

Para el historiador Francis Fukuyama, los Estados fallidos se caracterizan


por un marcado fracaso social, político y económico, con un Gobierno

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tan débil e ineficaz que tiene poco control sobre la totalidad de su
territorio, con altos niveles de corrupción y criminalidad, refugiados y
desplazados, así como una marcada degradación económica. Es un
Estado con altos niveles de burocracia, ineficacia judicial y un alto grado
de interferencia militar en la política. (Venezuela: ¿Estado fallido?
www.juandemariana.org/ijm-actualidad/analisis-diario/venezuela-estado-
fallido).

Efectivamente, la corrupción es otra de las variables comúnmente


asociada a la definición de los Estados fallidos. A mayor corrupción
mayor debilidad del Estado por la desviación de recursos que debían ser
utilizados para atender las necesidades de los ciudadanos, por lo que
este flagelo es un síntoma inequívoco de los Estados en esta condición.
“El robo de recursos que deberían destinarse a proveer bienes públicos
vacía al Estado de contenido y lo convierte en una fachada”. (Aveledo
2013)

Para Sergio García Ramírez, dirigente político mexicano, ex procurador


general de la República y expresidente de la Corte Interamericana de
Derechos Humanos, el tema de la corrupción y la impunidad son un
peligro para las instituciones republicanas y aunque advierte que en el
caso de México no se ha llegado a esos límites, se corre el riesgo de que
se convierta en un Estado fallido.

El interés y preocupación que suscita el estudio de los Estados Fallidos


en el plano internacional queda de manifiesto en la manera como
algunos gobiernos y organizaciones internacionales han reaccionado
ante estas amenazas: en Estados Unidos los órganos de inteligencia
crearon un centro de análisis (State Failure Task Force) conformado por
académicos, analistas y funcionarios; Canadá ha establecido una sección

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especial dentro del Ministerio de Asuntos Exteriores; el Reino Unido
cuenta con un grupo de expertos dentro del Departamento de Desarrollo
Internacional. La Unión Europea ha incluido el tema de los Estados
Fallidos en la “Agenda de la Estrategia Europea de Seguridad”, algo
similar a lo que estableció la OCDE y, finalmente, la ONU lo incluyó como
punto principal de la discusión en la reunión sobre los resultados del
desarrollo del milenio en 2015.

Lo cierto es que para el año 2005 la prestigiosa revista Foreign Policy


publicó el primer índice de Estados Fallidos que continúa publicándose
anualmente. Para la preparación del estudio se analizan 12 indicadores
sociales, económicos y políticos que incluyen las guerras civiles, la crisis
de los migrantes, refugiados, derechos humanos, desigualdades
económicas, entre otros. Hasta hace poco había, al menos, 8 otros
índices de Estados Fallidos elaborados por prestigiosos centros de
pensamiento, universidades, y organismos internacionales.

En la lista de Estados fallidos del año 2016 se incluyen, en los primeros


diez puestos, a Somalia, Sudán del Sur, la República Centroafricana,
Sudán, Yemen, Siria, Chad, República Democrática del Congo,
Afganistán, y Haití.

Con todo, Somalia fue por mucho tiempo el paradigma del Estado fallido.
Un país sumido a un caos absoluto donde la hambruna se había
entronizado; funcionaba tan sólo el 20% de los hospitales y clínicas
existentes; los sistemas de agua potable no funcionaban; tampoco la
energía eléctrica; y las escuelas estaban cerradas. El sistema bancario
clausurado y el gobierno local, la policía y la justicia habían colapsado.

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Las distintas acepciones sobre el Estado Fallido

“Lo cierto es que el Estado fallido es un término polémico, que califica a


un Estado débil en el cual el gobierno central tiene poco control práctico
sobre su territorio”

Gabriel Mario Santos Villareal

“La concepción de “fallido” se utiliza normalmente sólo para los casos


más extremos de ausencia total y prolongada de gobierno”

Edmundo González

"Entre las prioridades más características de los Estados fallidos figura


el que no protegen a sus ciudadanos de la violencia -y tal vez inclusión
de la destrucción- o que quienes toman las decisiones otorgan a esas
inquietudes una prioridad inferior a la del poder y la riqueza a corto
plazo de los sectores dominantes del Estado. Otra característica de los
Estados fallidos es que son estados forajidos, cuyas cúpulas se
desentiende con desdén del derecho y los tratados internacionales"
Noam Chomsky

Algunos autores atribuyen al filósofo estadounidense John Rawls el


origen del término Estado Forajido o Estado Fallido, para calificar a

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aquellos países cuyos gobiernos desprecian las reglas de la convivencia
civilizada, irrespetan los derechos humanos e incumplen las decisiones
de los organismos internacionales. Otros autores agregan nuevas
variables tales como su extrema fragilidad interna, el colapso de sus
instituciones estatales, la ruptura de la ley y el orden, la corrupción, el
bandidaje y el caos generalizado.

Para otros, fueron dos politólogos norteamericanos, Steven R. Ratner y


Gerald B. Helman, los “creadores” de la tesis del Estado Fallido para
describir aquellas entidades donde el gobierno ha colapsado y no está
en condiciones de ejercer el monopolio legítimo de la violencia. Estos
autores distinguían alguna gradualidad en la definición. Los Estados
fallidos propiamente dichos cuyas estructuras habían sido sobrepasados
por las circunstancias; aquellos otros que estaban en una fase de
descomposición pero cuyo colapso no es inminente y los Estados que
lograron su independencia en tiempo relativamente recientes y cuya
viabilidad no es fácil determinar. (López de Martín. pp. 167-183)

Hay también quienes lo analizan desde la perspectiva de la “modernidad


decadente” de la segunda mitad del siglo XX y surge así el término de
“Estados inviables o canallas” para identificar aquellos Estados que
presentan graves anomalías en su interior que deterioran el modelo de
organización estadal consolidado desde el siglo XVIII. (Tovar p. 58) Para
estos autores, la expresión Estado fallido es sinónima de Estado
colapsado o Fracasado. (Ídem p.66)

Mientras que otros expertos, como Hugo Palma, prefieren utilizar el


término de “Estado Mafioso”, para calificar aquellos en los que ha
ocurrido un “copamiento criminal de las instituciones del Estado” y en el
que “las instituciones responsables del combate contra la criminalidad
son en la práctica actores principales en este flagelo”.

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Zapata Calleja señala que para Robert Jackson, los Estados fallidos son
los Estados que se han autodestruido gracias a la anarquía armada que
impera al interior de sus fronteras. En otras palabras, plantea que los
Estados fallidos, a pesar de que pueden tener reconocimiento
internacional, no son capaces de salvaguardar las condiciones mínimas
para sus conciudadanos (paz interna, leyes, orden, buen gobierno, etc.)
(Zapata Calleja p.90)

Casi todas las definiciones de los Estados que ‘fallan’ como Estado,
basan sus caracterización en el fracaso de sus funciones estatales
básicas –como la recaudación de impuestos o la provisión de
infraestructuras públicas–, que no tienen el monopolio de la fuerza ni
controlan el territorio, o que no son capaces de asegurar a la población
los servicios y necesidades esenciales y proteger sus derechos políticos.

Otra definición sobre la teoría de los Estados Fallidos es la que nos


presenta Robert Rotberg, director de un centro de investigaciones de la
Universidad de Princeton. Según éste, “Los Estados-nación fracasan
cuando se ven consumidos por la violencia interna y cesan de
suministrar a sus habitantes bienes políticos beneficiosos. En ellos, sus
gobiernos pierden credibilidad y la permanencia de la naturaleza del
propio Estado-nación se vuelve dudosa e ilegítima en los corazones y
mentes de sus ciudadanos”. (Tovar, p.68)

Anota Javier Alcalde Cardosa en su obra que según Rotberg, existían en


2002, estrictamente hablando, solamente siete Estados fallidos, a saber:
Afganistán, Angola, Burundi, Liberia, la República Democrática del
Congo, Sierra Leona y Sudan. Los rasgos que definían a los estados
fallidos son los siguientes:
 Incremento en la violencia criminal y política.
 Pérdida de control de las fronteras.

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 Crecientes hostilidades Étnicas, religiosas, lingüísticas y culturales
y guerra civil.
 Uso del terror contra los ciudadanos.
 Instituciones débiles.
 Infraestructura deteriorada o insuficiente.
 Incapacidad de recolectar impuestos sin hacer uso de una fuerte
coerción.
 Altos niveles de corrupción.
 Crecientes niveles de mortalidad infantil.
 Colapso de los sistemas de salud y educación pública.
 Bajos niveles de renta per cápita.
 Elevada inflación.
 Preferencia por monedas extranjeras en las transacciones
cotidianas.
 Severa escasez de alimentos.

Somalia fue el paradigma de un Estado fallido, caracterizado por el


debilitamiento o fragilidad del aparato estatal; colapso de las
instituciones estatales, un país en el que el gobierno no tiene el control
real de su territorio, ni es considerado legítimo por parte importante de
la población, no ofrece seguridad interna, ni servicios públicos a sus
ciudadanos, y no ostenta el monopolio del uso de la fuerza.

Si bien dicho país fue por mucho tiempo el prototipo de un Estado


fallido, lo cierto es que la piratería –por lo que fue mundialmente
conocida-, fue tan sólo la punta del iceberg, una muy pequeña
dimensión de la dramática realidad. Se trata de un país con extrema
pobreza y alta tasa de desempleo. Con luchas de poder entre clanes que
no permitían conformar un gobierno central efectivo. Los catorce
intentos por encontrar una solución política todos fracasaron. No hay
poder legislativo, ni sistema de justicia independiente. La infraestructura

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precaria. El sistema de salud pública en el suelo con enfermedades
endémicas que hace que las expectativas de vida sea de apenas 47
años. En suma, un país sumido en caos.

Más allá de los casos de piratería en Somalia, veamos algunos ejemplos:


los episodios de varios cooperantes españoles integrantes de una ONG
de Barcelona que fueron secuestrados en Mauritania en el año 2009; los
ataques por grupos terroristas islámicos contra la embajada de los
Estados Unidos en la Capital de Yemen en el año 2008 que provocaron
una veintena de muertos; las repetidas amenazas contra misiones
diplomáticas en Yemen por parte de células de Al- Qaeda. Todos estos
incidentes tienen una característica común: los estados donde tuvieron
lugar no tienen capacidad de prevenirlas ni impedirlas ni tienen una
autoridad judicial capaz de llevar adelante una investigación seria que
pueda detener y juzgar a sus autores.

Pero también intervienen en esa calificación algunas otras variables


asociadas a los índices de desarrollo humano, el crecimiento económico,
la disminución del analfabetismo, el control de la mortalidad infantil y las

expectativas de vida. Para concluir que “dependiendo de los logros,


entonces, es identificable cuál Estado es fracasado y cuándo se
encuentra en vías de colapsar, en un periodo de tiempo concreto.”
(Ídem p.68).

Con todo, el eje central de esta teoría pasa por el tema de la seguridad
territorial, es decir la existencia de graves conflictos internos y/o la

debilidad de defender el territorio de agresiones externas.

En esa ampliación del alcance conceptual de los Estados Fallidos entran


en consideración otros elementos como el terrorismo, las guerras civiles,
el tráfico de drogas ilícitas, el comercio ilícito de armas, la delincuencia
transnacional organizada, entre otros.

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Para el reconocido intelectual y académico estadounidense Noam
Chomsky, existe otra interpretación del Estado Fallido. Aunque no llega
a construir una teoría, sus juicios son una crítica hacia la política
hegemónica de los gobiernos estadounidenses de las últimas décadas.
De allí que, en su opinión, se trata de “una teoría inventada por la
administración estadounidense luego del fracaso de las políticas acerca
del eje del mal y los estados terroristas o estados forajidos y otras
invenciones creadas para nuclear y aglutinar a la opinión pública y
centrar los esfuerzos contra gobiernos y países cuyas políticas no
concuerdan con la visión del gobierno estadounidense.” (Santos
Villareal. p.5)

Agrega Chomsky que son tres las características del Estado Fallido:
primero, la falta de capacidad o voluntad para proteger a sus
ciudadanos de la violencia y/o la destrucción; en segundo lugar
considerarse más allá del alcance del derecho nacional o internacional, y
por tanto libres para perpetuar agresiones y violencias impunemente, y
finalmente, padecer un grave déficit democrático que priva a sus
instituciones formales de auténtica sustancia.

Para las Naciones Unidas son Estados frágiles ”…Cuando los Estados no
pueden proporcionar protección y servicios básicos a su población, la
probabilidad de violencia, pandemias o violencia extrema aumenta
exponencialmente”. Los países y las instituciones que tienen dificultades
para cumplir plenamente su cometido generan amenazas a la
estabilidad internacional en un mundo netamente globalizado (Naciones
Unidas. 2017. p.6)

La prestigiosa revista Foreign Policy, en alianza con la Organización Fund


for Peace, viene publicando desde hace varios años un índice de los
Estados fallidos, basándose en 12 indicadores los cuales consideran
como necesarios para precisar si un Estado se encuentra en una
posición fallida o no. En general, el índice se articula alrededor de dos
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variables: el desarrollo desigual en la sociedad y la falta de legitimidad
del Estado. Estos indicadores son:

1. Crecientes presiones demográficas.


2. Movimientos masivos de refugiados y desplazados internos.
3. Legados de grupos que buscan venganza o que se siente
perseguidos.
4. Éxodo crónico y sostenido de la población.
5. Desigual desarrollo económico de distintos grupos.
6. Declinación económica severa.
7. Criminalización o pérdida de legitimidad del Estado.
8. Deterioro progresivo de los servicios públicos.
9. Suspensión o aplicación arbitraria del Estado de derecho y
extensas violaciones de los derechos humanos.
10. Aparato de seguridad que opera de manera independiente
del Estado.
11. Prominencia de élites sectorizadas.
12. Intervención de otros Estados o actores políticos externos.

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2.El Estado Fallido y el Derecho Internacional

Estado “fallido” no existe en Derecho Internacional, no es una categoría


jurídica reconocida por lo que no existe un concepto claro al respecto.

Edmundo González

“Una realidad que tiene que ver con el propio funcionamiento del Estado
como tal en el marco del ordenamiento jurídico internacional, con su
imposibilidad de ejercer plenamente su faceta como sujeto pleno de
Derecho Internacional.”

Ana López Martín

“La fragilidad estatal no sólo afecta a los ciudadanos del Estado y


de la sociedad en cuestión, sino también a los Estados vecinos y a
la comunidad internacional en general”.

Volker Boege, Anne Brown, Kevin Clements y Anna Nolan

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Lo primero que vale la pena señalar es que no existe una definición
precisa del término “Estado Fallido” en el Derecho Internacional ni
categoría jurídica reconocida como tal. Para algunos especialistas, se
trata de un concepto de la ciencia política o de las relaciones
internacionales

Más allá de las caracterizaciones que se hacen sobre este concepto en


textos especializados, existen otras implicaciones jurídicas que tienen
que ver con la continuidad del Estado, su membrecía a organizaciones
internacionales, la representación internacional de sus misiones
diplomáticas y consulares, la imposibilidad de asumir y cumplir con
obligaciones internacionales.

Pero siendo un fenómeno preocupante por sus efectos y alcances desde


una perspectiva de seguridad y humanitaria, en el fondo subyacen otros
asuntos inquietantes para la Comunidad Internacional. Se trata de “una
realidad que tiene que ver con el propio funcionamiento del Estado
como tal en el marco del ordenamiento jurídico internacional, con su
imposibilidad de ejercer plenamente su faceta como sujeto pleno de
Derecho Internacional.” (López Martín. p.166)

Efectivamente, ante un Estado sin autoridad ni institucionalidad cabe


preguntarse: ¿quién lo representa en la esfera internacional? ¿Puede
continuar siendo miembro de organizaciones internacionales? ¿Qué
ocurre con el personal diplomático y consular? Y ¿quién responde por las
violaciones al Derecho Internacional que tienen lugar en medio de esa
situación de colapso institucional? (Idem)

En relación a esto último, recuérdese el caso del gobierno afgano de


Rabbani que desde el exilio decía mantener la representación de su
Estado. Aunque asistía a reuniones, el “control” efectivo de Afganistán
era de los talibán los cuales no tenían relaciones sino con tres países.

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Lo cierto es que el Estado fallido es un término polémico, que califica a
un Estado débil en el cual el gobierno central tiene poco control práctico
sobre su territorio. El término, conviene subrayarlo, es impreciso y
ambiguo.

Ha sucedido que el término Estado “fallido” se ha utilizado como un


concepto frecuente. Sin embargo, la categoría de Estado “fallido” no
existe en Derecho Internacional, por lo que no existe un concepto claro
al respecto. Además, junto a la expresión “fallido” se encuentra otras
como frágil, desestructurado, mafioso, colapsado o en vías de fallar, los
cuales se utilizan como comunes, aunque tienen significados distintos.
Por ello la importancia de ser cuidadoso a la hora de calificar, ya que la
concepción de “fallido” se utiliza normalmente sólo para los casos más
extremos de ausencia total y prolongada de gobierno.

Si bien es cierto que desde un punto de vista del ordenamiento jurídico


internacional, la figura de Estado fallido no es una categoría jurídica
reconocida como tal, si se observa desde esa misma perspectiva, strictu
sensu nadie posee ese poder de calificación. En este sentido, si se
observa la perspectiva político internacional, notamos que existen
diversas iniciativas cuyo objetivo es definir por medio de listas y
categorizaciones a aquellos países que se perciben como fallidos,
débiles o en dificultades, según las mediciones hechas y creación de
índices.

Al mismo tiempo la situación de Estado fallido, caracterizado por la falta


de gobierno efectivo, plantea otros problemas que tienen serias
implicaciones jurídicas, y que hacen referencia a su continuidad como
Estado, a sus propiedades y sus deudas, y finalmente al obstáculo de
poder asumir y cumplir obligaciones internacionales, o su
responsabilidad internacional.

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Podríamos hablar de capacidad del Estado de llevar a cabo sus
relaciones internacionales que es uno de sus elementos constitutivos,
producto de la existencia de un gobierno. Esa capacidad se fundaría en
el respeto de las normas internas e internacionales por el gobierno que
representa a ese Estado, entendiendo que de no cumplirlas se
consideraría como un Estado forajido.

Lo más novedoso es que por primera vez la comunidad internacional


puede exigir a un Estado el respeto de tales ordenamientos sin que se
considere una injerencia en sus asuntos internos, la evolución del
concepto soberanía que debe interpretarse hoy de manera mucho
menos rígida.

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3.El caso de Venezuela

“Con fórmulas anticuadas, sin consensos, sin la participación de la


iniciativa privada, sin libertades democráticas y económicas plenas, sin
una burocracia honesta y preparada, sin justicia, sin afrontar la verdad
de las causas y de los remedios, no se logrará ninguna mejora. ¿Somos
un Estado Fallido? No. ¿Frágil? Si, y mucho.”
Eduardo Porcarelli

“¿Cómo es que un país que se asienta sobre una de las mayores


reservas de petróleo del mundo después del Medio Oriente cae en la
quiebra? Debido a unos niveles asombrosos de incompetencia,
corrupción y cleptocracia”.

InSight Crime

“El Estado fallido que es incapaz de alimentar a su gente, darle


medicinas, protegerla del crimen o cortar la inflación más alta del
mundo es el resultado de haber tenido al mismo régimen, haciendo lo
mismo, por veinte años”.
Moisés Naím

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Hemos sostenido en páginas anteriores que la caracterización del Estado
fallido, en algunos casos, comporta una carga político-ideológica que la
convierte en un elemento polémico. Es por ello que la tipificación de
Venezuela como un Estado fracasado genera no pocos debates.

En efecto, ¿cómo calificar un país donde se violan sistemáticamente los


derechos humanos; en los que existen altos índices de corrupción; el
Estado está incapacitado para garantizar la seguridad ciudadana; y ha
roto con todo vestigio de institucionalidad?

Para el intelectual venezolano, Moisés Naím, no hay dudas acerca de la


tipificación de Venezuela como un Estado fallido. La incapacidad para
brindar muchas de las funciones básicas que corresponden a un Estado:
garantizar la seguridad, el acceso a medicinas y alimentos, la prestación
de servicios esenciales, el manejo de la economía o la defensa del
territorio, son algunas de las variables que revelan el fracaso
gubernamental y la tragedia humanitaria que padecen los venezolanos.
Para no citar la corrupción y el robo masivo de los recursos públicos.

Agrega que hay zonas importantes del país que son ingobernadas,
donde no hay autoridad y mandan carteles de narcos, contrabandistas y
grupos criminales nacionales y foráneos. Allí reina el caos y el Gobierno
ha abdicado de funciones básicas como la seguridad y la alimentación.
Entonces, Venezuela es técnicamente un Estado fallido. (Moisés Naím.
Diario El Comercio)

En una línea similar, para el economista Luis Oliveros, hay fundadas


razones para llamar un Estado fallido cuando está bajo un gobierno
autoritario cuyo objetivo no es generar bienestar para los ciudadanos

21
sino perpetuarse en el poder; un país donde existe una deplorable
calidad institucional, donde sus habitantes están padeciendo los efectos
de severos problemas económicos que la impulsan a un eterno colapso;
con niveles de creciente empobrecimiento y de inseguridad personal;
con un sistema de justicia disfuncional y una galopante corrupción.
Aunque no llega a citar a Venezuela por su nombre, concluye diciendo
que “… las características antes señaladas, nos recuerdan mucho a un
país de Suramérica”

Otros analistas lo examinan desde la perspectiva de las contradicciones


y paradojas de un país que cuenta con las mayores reservas de petróleo
del mundo pero que es incapaz de proveer los servicios más básicos
para su población. Agregando que cuando en un país llega a esa
situación, aumenta la criminalidad, se profundiza la corrupción y
comienza el éxodo masivo de personas a través de sus fronteras, hay
que hablar de un Estado Fallido. (Olier, Eduardo)

Para la Fundación InSight Crime, aunque no existe una definición


explícita de lo que constituye un Estado Mafioso, describe varios
factores que los lleva a considerar a Venezuela como un Estado
“mafioso”, estos son:

1. Penetración del crimen organizado en altos nivel de las instituciones


del Estado: La investigación señala que existen funcionarios sobre los
cuales hay fuertes indicios de vínculos con el crimen organizado y
actualmente ocupan importantes cargos en las instituciones del
Estado; agrega que han encontrado poco más de 100 involucrados en
actividades criminales. La penetración de estas personas en las
instancias del Estado son elementos suficientes para considerar a
Venezuela como un Estado mafioso.

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2. Evidencia de cleptocracia: Aun cuando existen diferentes acepciones
de este término, si tomamos en cuenta la definición de la Real
Academia Española, cleptocracia es aquel sistema de gobierno en el
que prevalece el interés por el enriquecimiento propio a costa de los
bienes públicos. En la investigación antes señalada “Venezuela: ¿un
Estado mafioso?” se afirma que no existiendo transparencia ni control
público de los gastos del Estado, es difícil establecer con precisión
“cuanto ha sido saqueado el país”; no obstante algunos antiguos
miembros del gobierno estimaron que esa cifra está en el orden de los
US$ 300 mil millones, como lo señaló el ex ministro de Energía
Eléctrica y Educación Superior, Héctor Navarro, ante la Comisión
Permanente de Contraloría de la Asamblea Nacional (AN).
3. Delegación de poderes estatales a actores irregulares e ilegales : la
existencia de grupos irregulares armados también llamados
“colectivos” a quienes el Gobierno ha encargado el control de algunas
zonas especialmente en la capital y de aquellos conocidos como
“pranes” que ejercen el control en algunos centros penitenciarios.
4. Crecimiento exponencial del crimen organizado venezolano.
5. Altos índices de violencia por parte de actores estatales y no
estatales: En base a las cifras del Observatorio de Violencia
Venezolano, el país es el más peligroso de la región con tasas de
homicidio más altas del mundo: 89 homicidios por cada 100.000
habitantes durante el año 2017, situando a Caracas como una de las
ciudades más peligrosas del planeta, con una tasa de homicidios de
130 por cada 100.000 habitantes. Los operativos organizados por los
organismos de seguridad del Estado para controlar la criminalidad, se
han caracterizado por actuar de forma irregular y desproporcionada
provocando reacciones de organismos internacionales como la de las
Naciones Unidas que ya han cuestionado el alto número de
ejecuciones por parte de los organismos de seguridad.

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6. Exportación de la criminalidad . Aunque se trata de casos aislados, ya
se están reportando algunos en Colombia y Perú.
7. Acusaciones internacionales generalizadas de conducta criminal : Para
concluir con el análisis de estos 7 elementos, uno de los indicadores
de un Estado mafioso es cuando un número suficiente de actores
internacionales cuestionan la legitimidad de un Estado, no solo por
sus credenciales democráticas, sino también por su actividad criminal,
según el informe antes reseñado.

Para la Organización No Gubernamental Fund For Peace, el término


Estado Fallido comporta una connotación negativa razón por la cual
prefiere utilizar la de “Estado Frágil”. Dicha organización, como hemos
dicho, es la responsable de elaborar anualmente el índice de Estados
Frágiles, para lo cual utiliza algunas variables tales como: presiones
demográficas, refugiados, fuga de talentos, desigualdad económica,
pobreza, legitimidad del Estado, seguridad, Estado de Derecho, e
intervención.

A diferencia de países como Colombia, Chile, Costa Rica, Panamá o Perú,


que mejoraron notablemente sus índices, Venezuela ha tenido un
pésimo desempeño en los últimos años razón por la cual, de los 178
Estados medidos en ese estudio, Venezuela ocupó en la última edición
de 2018 el puesto 46. En comparación con el año 2013 cuando ocupó el
puesto número 89. Esta drástica calificación hace que el país tenga la
tasa de fragilidad más preocupante de la región.

Y la razón no es difícil de encontrar, “Con fórmulas anticuadas, sin


consensos, sin la participación de la iniciativa privada, sin libertades
democráticas y económicas plenas, sin una burocracia honesta y
preparada, sin justicia, sin afrontar la verdad de las causas y de los

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remedios, no se logrará ninguna mejora. ¿Somos un Estado Fallido? No.
¿Frágil? Si, y mucho.” (Porcarelli, Eduardo)

De cualquier modo, reconocidos dirigentes de centros de pensamiento


europeos no vacilan en afirmar que la Venezuela de hoy es un país
fracasado social, política y económicamente, que ha destrozado la
convivencia e instaurado un régimen dictatorial incapaz de proveer las
necesidades básicas de la población. (Olier, Eduardo)

Como hemos comentado, una de las variables comúnmente aceptadas


en la definición del Estado Fallido da cuenta de la incapacidad del Estado
para prestar recursos básicos de salud y bienestar a sus ciudadanos. En
este orden de ideas, Joseph Donnelly, representante de Caritas ante la
ONU, durante su intervención en la reunión informal del Consejo de
Seguridad de las Naciones Unidas (UN), convocada las delegaciones de
Estados Unidos e Italia el 13 de noviembre de 2017 para analizar la
situación del país, afirmó que “el 82% de la población vive en pobreza y
tan sólo 4 millones de personas (10% del total de la población) puede
realizar 2 comidas al día. A esto se suma los métodos desesperados por
conseguir alimento, que van desde la búsqueda en la basura hasta la
prostitución”. En el citado encuentro Donnelly describió con abundantes
cifras y datos, la patética realidad que vive el país concluyendo que “…
Caritas Venezuela describe el país como un Estado fallido cuyo gobierno
no tiene la capacidad de proveer servicios básicos a su población…”

En esa misma oportunidad, el Secretario General de la OEA, Luis


Almagro, describió la dramática situación de Venezuela en términos de
alteración del orden Constitucional, ausencia de separación de poderes,
violaciones reiteradas de los derechos humanos: asesinatos, torturas,
detenciones arbitrarias, tratos denigrantes y alarmante situación social.
Concluyó señalando que Venezuela es hoy una amenaza para la

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estabilidad regional y un obstáculo insalvable para el desarrollo al
impedir a los venezolanos el acceso a los servicios básicos de salud y
alimentación.

Para algunos de los más críticos, Venezuela es un país que se derrumba,


un gobierno que hace implosión y arrastra a todo el país a un proceso de
desmantelamiento del Estado y sus instituciones. Según ese análisis y
contrastado con las definiciones de un Estado Fallido en términos de
incapacidad para proteger la vida y seguridad de los ciudadanos;
pérdida de legitimidad de las instituciones, incapacidad para garantizar
los servicios básicos y permanente conflictos con otros gobiernos,
sobran razones para calificarla como un Estado Fallido. (González
Briceño)

Una descripción minuciosa del desmantelamiento y la ruptura del Estado


de Derecho en Venezuela fue la que presentó el profesor Rafael Badell
Madrid, individuo de Número de la Academia de Ciencias Políticas y
Sociales, ante el II Encuentro Iberoamericano de Academias de Ciencias
Morales y Políticas realizado en Buenos Aires. En esa disertación
describió con sólidos argumentos el debilitamiento progresivo de la
democracia hasta llegar a su completa destrucción. Explicó como la
democracia se convirtió en una dictadura con poderes públicos
secuestrados; la implantación de un nuevo régimen jurídico que
instituyó una “dictadura judicial” para concluir afirmando que:

Hoy Venezuela es un Estado fallido. La élite gobernante y sus


cómplices militares y civiles han sido condenados y
sancionados por la comunidad internacional por delitos graves
y solicitado su enjuiciamiento por ante la Corte Penal
Internacional por delitos de lesa humanidad comprobada como
ha sido la represión gubernamental desproporcionada frente a

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la protesta civil y la disidencia política; el uso de armas de
fuego contra la población civil desarmada; la aquiescencia y
uso de grupos paramilitares armados o colectivos lo cual ha
conducido al asesinato de manifestantes, aprehensiones sin
juicio, aplicación de la justicia militar, tortura, tratos crueles e
indignos, desapariciones forzadas, el país a punto de ser
expulsado de la OEA. Esa realidad, más el estado grave de la
crisis humanitaria, es la herencia que nos deja aquella
aventura que se inició la madrugada del 4 de febrero de 1992
cuando este grupo de militares populistas trató, y luego lo
consiguió con los votos, de cambiarle el rumbo al país…
(Badell)

Algo similar fue crudamente expuesto en un documental de la


televisión alemana DW titulado Venezuela: La huida de un Estado
fallido” en el que se hace una descripción conmovedora del drama
que viven los venezolanos. El video de unos 45 minutos narra la
tragedia de miles de ciudadanos forzados a dejar el país. En sus
propias palabras los entrevistados explican, con resignación, que no
les quedó otra opción que emigrar.
Buena parte de las entrevistas fueron hechas en la ciudad de
Cúcuta, Colombia, hacia donde se han asentado miles de
venezolanos y algunos de los testimonios expresan: “Prefiero dormir
en la calle, en el suelo, pero con el estómago lleno a dormir en una
cama sin tener que comer…”En los hospitales no hay medicinas… la
gente se muere de mengua…” “… el venezolano de a pie cada día
se está muriendo de hambre…” Usted trabaja una semana y no le
alcanza ni para comprar un kilo de arroz…”

Finalmente, otra descripción de la realidad de Venezuela de hoy, es la


que nos presenta Eduardo Olier, presidente del Instituto Choiseul

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España, en un artículo publicado el 04 de agosto de 2017 en el periódico
“El Economista” de España señala:

En junio pasado se abrió la frontera colombiana, pasaron


35,000 venezolanos a comprar comida y medicamentos. En la
calle, Venezuela sufre decenas de muertos por violencia, tiene
una evidente falta de libertades políticas, y es el propio
Gobierno del presidente Maduro quien violenta sus propias
leyes forzando una Constituyente al margen de los
procedimientos establecidos, cuyos resultados han sido,
además, un fraude. A esto se añade el creciente aislamiento
internacional y su expulsión de Mercosur, su espacio natural
en la región. Un escenario en el que hay que hablar de
Venezuela, sino se remedia pronto, como un Estado fallido.

Caracas, Julio de 2018

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