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[Originally published as part of Written on the Heart by J. Budziszewski.

Copyright
(c) 1997 by J. Budziszewski. Used by permission of InterVarsity Press, P.O. Box 1400,
Downers Grove, IL 60515, USA. www.ivpress.com.]

UNIDAD II - TOMÁS DE AQUINO

CUATRO: EL GRAN DISEÑO DE LA LEY

Tomás de Aquino, un monje dominicano y santo cristiano del siglo trece, es


generalmente considerado como el más grande de todos los filósofos medievales y
uno de los más grandes filósofos de todos los tiempos. Su producción fue prodigiosa.
Mi edición de la Suma Teológica, el trabajo del cual se toma su Tratado de la Ley, es
de aproximadamente tres mil páginas, y la Summa es en sí sólo una pequeña parte
del trabajo de su vida. Pero Tomás puede lograr en una página lo que la mayoría de
escritores puede lograr en diez. Summa, por cierto, significa “resumen”. Escrito para
principiantes, la Summa fue un intento de resumir todo lo que se puede saber sobre
Dios, sobre el hombre y sobre su relación.

Introducción a Tomás de Aquino


Quizá hayas escuchado que llamen a la Edad Media la “Edad Oscura”. No lo creas.
Hubo en efecto unos pocos siglos “oscuros” luego del colapso de la civilización
Romana en Europa. Sin embargo, una nueva civilización Cristiana se levantó para
tomar su lugar, con una poderosa cultura intelectual propia centrada en los
monasterios y universidades líderes.
El tiempo en el que Tomás escribió fue un tiempo de fermento, pues llegaron a
Europa desde el Medio Oriente libros de Aristóteles previamente inasequibles. Tomás,
impresionado por los imponentes logros de Aristóteles en cada campo del
conocimiento meramente humano, llama a Aristóteles no sólo un filósofo, sino el
Filósofo. Hacerlo es considerarlo como el modelo para todos los filósofos.
Sin embargo Tomás reconoce que lo que la filosofía puede hacer es limitado. Por eso
se propone como tarea la sintetización de la filosofía con la fe Cristiana. Él no deja
dudas sobre cuál de las dos toma el liderazgo: la filosofía, dice él, no es sino la
sirvienta de la teología. Algunos principiantes objetan la afirmación. Usualmente este
problema surge del prejuicio moderno de que la fe y la razón están de alguna forma
opuestas, de manera tal que mientras más fiel seas, eres menos racional. Tomás diría
que este prejuicio moderno es en sí mismo irracional. Tanto la fe como la razón
vienen de Dios, y Dios no se contradice a sí mismo.
Además, sabemos que la razón humana es finita; a pesar que puede encontrar sin
ayuda su camino hacia algunas verdades, necesita asistencia para captar otras. ¿Qué
puede ser más razonable que el Dios infinito proveerá tal asistencia a través de su
Palabra revelada? El lema “¡la Razón Sola!” es de todos modos un sinsentido. La
razón misma presupone fe. ¿Por qué? Porque la defensa de la razón por la razón es
circular, y en consecuencia sin valor. Nuestra única garantía de que la razón humana
funciona es el Dios que la hizo.
La síntesis Tomista no es un mero trabajo de cortar−y−pegar. Tomás es un pensador
profundo y original en su propio derecho, y donde considera errados a Aristóteles y
sus otras fuentes no duda en ir más allá de ellos. Junto con el resto de la Suma
Teológica, el Tratado de la Ley está escrito en la forma de una disputa formal, o
debate. Esta es una forma eficiente de reunir lo que todos los que han pensado sobre
una materia han dicho sobre eso. Puedes pensar en el Tratado de la Ley como si
fueran las transcripciones de una conferencia de ocho días. El tema de cada día es
llamado una Pregunta. Los asuntos específicos que el tema incluye son llamados
Artículos. Cada Artículo sigue el mismo formato. Para ilustrar, usemos la Pregunta 91,
Artículo 2.
1. Estado de la cuestión. El asunto es siempre expresado como una pregunta de
sí−o−no respecto a la cual la respuesta tradicional es sí−en este caso, “¿Hay una ley
natural?”
2. Objeciones. Las objeciones son razones que los filósofos han ofrecido para decir
no−en este caso, “No hay una ley natural”. Estas objeciones no son espantapájaros;
de hecho, a menudo Tomás expresa sus objeciones más convincente y
poderosamente que las fuentes mismas.
3. La visión tradicional. Precedida por las palabras “Por lo contrario”, se ofrece una
cita de una autoridad tradicional expresando la respuesta afirmativa−en este caso,
“Hay una ley natural”.
4. La visión de Tomás. Precedida por las palabras “Yo respondo que”, Tomás nos da
su propia respuesta a la pregunta, defendiendo su respuestas mediante argumentos
lógicos. Usualmente defiende la visión tradicional, como lo hace acá. Él también
configura el equipo que necesitará para defender las objeciones. Por ejemplo, puede
mencionar una distinción que los objetores pasaron por alto o discutir los asuntos
sobre los que los objetores parecen estar confundidos. En este caso, distingue entre
las dos maneras en que una ley puede estar “en” una persona, y luego discute la
definición de la ley natural y su relación con la ley eterna.
5. Respuestas a las objeciones. Una por una, Tomás dice dónde las objeciones se
equivocan.
¿Por qué debemos estudiar el Tratado de la Ley para comenzar? La respuesta
superficial es que todos saben que la ley es un tema político. Sin embargo, hay una
razón más profunda. Aristóteles demostró que no podemos entender la política de
regímenes buenos o pervertidos a menos que entendamos primero cuál es la
diferencia entre los regímenes buenos y los pervertidos. Para poner la idea en otra
forma, el estudio adecuado de la política comienza con el estudio adecuado de la
ética. Ahora, toda ética se ocupa de dos cosas: reglas y virtudes. La discusión propia
de Aristóteles se centró en las virtudes. Pero incluso para él, las reglas estaban en el
segundo plano. Un lugar en donde se asomaron fue donde discute sobre los principios
de la justicia natural. Un lugar incluso más importante fue donde dijo que el punto
medio de la virtud es definido por principios racionales tales como los que un hombre
de sabiduría práctica usaría−porque él entendió estos principios como universales,
admitiendo ninguna excepción. Tomás de Aquino también discute las virtudes; de
hecho, muchas de sus enseñanzas sobre las virtudes se mezclan directamente con
nuestra discusión de Aristóteles. La diferencia es que en Aristóteles las reglas no se
quedan en el segundo plano. Él las saca al primer plano donde las podemos estudiar
por sí mismas. Las reglas−desde el principio por el cual Dios hizo el universo hasta
los decretos de las legislaturas humanas−son el tema del Tratado de la Ley.

Terminología
Los especialistas usan términos técnicos por dos razones, una buena y una mala. La
buena razón es que los términos técnicos a veces simplemente simplifican la
discusión de un tema complejo de tal forma que pueda pasar más suave y menos
confusamente. La mala razón es que los términos técnicos pueden a veces esconder
malos razonamientos o hacer a un escritor parecer más inteligente de lo que es.
Tomás siempre usa los términos técnicos por la razón buena, nunca por la mala. Sin
embargo, sí utiliza muchos de ellos, y necesitas saber lo que significan antes de
comenzar. Si no puedes explicar un término o una idea en inglés [español] claro, no lo
entiendes realmente. Para nuestros propósitos, algunos de los términos más
importantes que Tomás usa son criatura, substancia, naturaleza, tipo, ley, poderes,
hábitos, apetito, sindéresis, virtudes, vicios, fomes, razón especulativa, sabiduría
especulativa, prudencia y comunidad perfecta.
Una criatura es una cosa creada, como un copo de nieve, una estrella, un ángel o un
ser humano. Todo menos el Creador es una criatura. Toma nota que la teoría de la
creación no ha sido de forma alguna refutada por la doctrina Darwinista de la
evolución. Incluso si las especies sí evolucionaron, sólo lo pudieron haber hecho de
acuerdo con los principios físicos del universo. ¿De dónde vino el universo? ¿Qué les
dio estos principios? Como otro filósofo alguna vez preguntó, “¿por qué hay algo, en
lugar de nada?”
Una substancia es algo a lo que Dios le ha dado su propia esencia o naturaleza. La
naturaleza de una cosa es “una razón puesta en una cosa por el arte Divino para que
se mueva hacia un fin determinado”; en otras palabras, un patrón racional, puesto en
ella por la obra de Dios, que hace que trabaje en esta manera particular, y en aras de
un bien particular, que Dios ha propuesto. El modelo preexistente, o tipo, para esta
obra se encuentra en la sabiduría de Dios. A esto se refiere Tomás cuando define la
ley eterna como “el tipo de sabiduría Divina, como dirigiendo todas las acciones y
movimientos”.
Todo lo que Dios ha hecho tiene una naturaleza. Sin embargo, no todo lo que ha
hecho está sujeto a él en la manera especial llamada ley natural. La ley natural es un
privilegio de los seres racionales creados−lo que nos incluye−porque es una reflexión
finita en sus mentes finitas de sus infinitos propósitos. A esto se refiere Tomás cuando
la define como “la participación de las criaturas racionales en la ley eterna”.
Nuestras acciones tienen varias fuentes, algunas de las cuales están dentro de
nuestras almas, mientras que otras están fueras de ellas. Los dos principios
intrínsecos de las operaciones del alma son llamados poderes y hábitos.
Los poderes son habilidades permanentes. Por ejemplo, el apetito es el poder por el
que aprehendemos y buscamos el bien. El apetito puede ser subdividido en apetito
sensitivo y apetito racional, de acuerdo a si percibimos el bien a través de nuestros
sentidos o a través de nuestras mentes. El apetito racional es llamado voluntad. El
apetito sensitivo puede subdividirse en apetito irascible y apetito concupiscible; nos
hemos encontrado con estos términos en la primera sección del capítulo dos, aunque
ahí los llamamos sentimientos y deseos.
Los hábitos son disposiciones o tendencias para hacer las cosas de cierta manera
que son difíciles de cambiar. Ellos pueden existir en nosotros por naturaleza o por
otras causas. Como veremos en la siguiente definición, los hábitos dan forma no sólo
a nuestras acciones físicas como correr sino también a nuestras acciones mentales
como conocer. En Inglés contemporáneo, la palabra habit [hábito] usualmente es
reservada para acciones repetitivas, compulsivas tales como comerse las uñas. Pero
esto no es lo que Tomás tenía en mente.
El término Griego sindéresis a grandes rasgos significa “consciencia”. Es un hábito
natural de la mente, aquel por el que las personas que han alcanzado la edad de la
razón conocen los preceptos primeros o fundamentales de la ley natural sin que se les
haya tenido que enseñar. Cuando Tomás dice que los principios de la ley natural
están siempre en la “razón humana habitualmente” pero no siempre “considerados por
la razón actualmente”, quiere decir lo mismo que tú expresarías al decir que siempre
están en la mente inconsciente pero no siempre conscientemente, o que uno siempre
los conoce pero no siempre está pensando en ellos.
Las virtudes también son hábitos, pero son adquiridos en lugar de naturales. La
definición general de virtud es “aquello que hace a su poseedor bueno, ya sea
simplemente o en un respecto particular”. Por ejemplo, el filo hace que un cuchillo sea
bueno para cortar. Aplicando esta definición a los seres humanos, una virtud es un
hábito que dirige a la razón de una persona hacia actos particulares: la virtud del
coraje (courage) dirige a la razón hacia actos corajudos (courageous), la virtud de la
justicia la dirige hacia actos justos y así sucesivamente. Algunas virtudes−aquellas
que llamamos intelectuales−tienen que ver con la operación de la razón misma.
Otras−las que llamamos morales−tienen que ver con la obediencia de los poderes
sensitivos a la razón.
El hecho de que hablemos de virtudes como “hábitos” que dirigen las acciones
conforme a “preceptos” no significa que las virtudes operan mecánicamente. Para
ponerlo de otra manera, puedes saber todas las reglas y sin embargo no saber mucho
sobre cómo actuar pues cada acto completo de virtud requiere no solamente reglas
correctas−que conciernen asuntos que son universales o casi universales
(respectivamente, “general” o “común”)−sino también la aplicación correcta de estas
reglas a hechos particulares (“singulares”). Entonces el medio en cada virtud se
encuentra por medio de un ejercicio de la sabiduría particular, que ninguna lista de
reglas puede agotar.
Los hábitos opuestos a la virtud son llamados vicios; aquello que concierne al vicio es
llamado vicioso.
El término en latín fomes significa literalmente “mecha” (tinder) o “leña” (kindling).
Entonces la expresión “fomes del pecado” es una expresión metafórica por la
inclinación a abandonarse a los poderes sensitivos en lugar de usarlos en la manera
que la razón ordena. Ejemplos de esto son la inclinación a abandonarse a la ira que
es irracional pues es injusta y la inclinación a abandonarse al deseo sexual que es
irracional pues su objeto es alguien distinto a nuestra esposa. Cuando Dios nos creó
estábamos en perfecto orden; los fomes son un desorden que resultó naturalmente de
nuestra rebelión contra él, llamada la Caída.
Lo que muchas traducciones de Tomás llaman razón especulativa es lo mismo que
traducciones más nuevas de Aristóteles llaman “razón teorética”. La razón
especulativa no tiene nada que ver con adivinanzas salvajes (wild guessing),
usualmente llamada speculation en el Inglés de hoy. Por lo contrario, es nuestra
capacidad de razonar sobre verdades necesarias, verdades que permanecen
verdaderas sin importar cómo están las cosas en el mundo, verdades sobre asuntos
que “no pueden ser distintos a lo que son”. Un ejemplo de una verdad necesaria es el
principio que un todo es mayor que una parte. Puedes estar hablando de una novela
de aventura completa, un pie de manzana completo o una galaxia completa: no
importa, será más grande que cualquiera de sus partes. El nombre de la virtud que
perfecciona la razón especulativa es la sabiduría especulativa.
Lo que la mayoría de traducciones de Tomás llaman prudencia es la misma cosa que
las traducciones más recientes de Aristóteles llaman “sabiduría práctica”, pues justo
como la sabiduría especulativa perfecciona la razón especulativa, la prudencia
perfecciona la razón práctica. La prudencia es nuestra capacidad de llegar a
decisiones con base en la deliberación porque la razón práctica se ocupa de verdades
contingentes; se ocupa de cosas que pueden ser distintas a como son. Yo puedo
correr o no a la casa que se incendia. Si no lo hago, la gente dentro podrá escapar o
no sin mi ayuda. Si lo hago, el techo puede caer o no sobre mí antes que los alcance.
Finalmente, una comunidad perfecta es una comunidad que satisface todos los
prerrequisitos para una sociedad en una vida buena. Esto incluye no solamente
prerrequisitos físicos como adecuada tierra de cultivo sino prerrequisitos morales
como justicia en las leyes y buen carácter en los ciudadanos. Aristóteles también usa
este término, pero para él los términos Ciudad y comunidad perfecta son sinónimos.
Para Tomás no lo son. Por ejemplo, un reino bien ordenado de varias ciudades puede
seguir siendo una comunidad perfecta.
En Tomás de Aquino vemos lo que un escritor llamó una “mente en perfecto orden”.
No pienso que está en lo correcto en todo, pero ningún otro filósofo escribe con mayor
claridad y precisión. Desafortunadamente, como el mismo Tomás señala, hay una
diferencia entre lo que es claro en sí mismo y lo que es actualmente claro para
nosotros. Su gran claridad y precisión lo hacen parecer oscuro al inexperto pues él
pone cada punto en la manera correcta en lugar de tratar seis o siete maneras y
porque una vez que establece un punto no lo vuelve a repetir: él espera que lo
recuerdes.
¡No desesperes! Si lees el Tratado sobre la Ley suficientes veces, de manera cada
vez más profunda que la anterior−para la mayoría de principiantes el número
requerido es tres o cuatro−entonces poco a poco, como una luz que crece más y más
luminosa hasta que todo es iluminado, aquello que es claro en sí mismo se aclara
para ti. El mismo escritor que primero parece el más difícil de entender eventualmente
aparece como la lucidez en sí misma.

El Gran Diseño
Para entender la arquitectura de la Ley debemos primero entender qué se entiende
por ley. Tomas define la ley en general como “una ordenanza de la razón, para el bien
común, hecha por aquél que se preocupa de la comunidad, y promulgada”. Algunos
puntos necesitan explicación. Por “razón” Tomás se refiere a la razón práctica antes
que a la teorética−a la razón orientada a la elección en lugar de al conocimiento puro.
“Promulgada” significa “dada a conocer”. Finalmente, la frase “aquél que se preocupa
de la comunidad” debe entenderse como “aquellos que se preocupan por la
comunidad”, pues Tomás no sólo reconoce monarquías (en la cual la autoridad para
hacer leyes pertenece a una persona) sino también aristocracias (en la que pertenece
a un consejo) y comunidades “libres” (en las que pertenece a toda la gente). En
consecuencia podemos parafrasear la definición de la ley como “una ordenanza de la
razón práctica, para el bien común, hecha por aquellos que se preocupan de la
comunidad, y promulgada o dada a conocer”.
Todos los cuatro elementos de la definición son esenciales. Lo que no tenga las
cuatro características no es una ley. Tomás en consecuencia rechaza absolutamente
la definición común de la ley como meramente el mandato de un soberano. Los jueces
del tribunal de crímenes de guerra de Núremberg razonaban como Tomás cuando
rechazaron la defensa de los Nazis de que ellos sólo seguían órdenes. El siguiente
diagrama representa el gran diseño de la ley tal como lo entendía Tomás de Aquino…

[a ser dibujado en pizarra]

Examinemos cada una de las cinco casillas sucesivamente.


1. Ley Eterna: Los principios por los que Dios hizo y gobierna el universo; el patrón del
arte divino. Sin la ley eterna, nada sería conocible en absoluto; sin embargo, sólo Dios
puede conocer la ley eterna tal como es en sí misma, y nosotros, seres creados,
racionales sólo podemos conocerla en sus “reflejos” (reflections). Una analogía puede
ayudar a aclarar esto. Piensa en Dios como el sol y la ley eterna como los rayos
solares. Sin la luz del sol, nada sería visible en lo absoluto; sin embargo no podemos
mirar al sol directamente porque es muy poderoso para nuestros ojos creados. Toda
ley deriva su autoridad de la ley eterna; la que no, no es una ley.
2. Ley Natural: El reflejo (reflection) de la ley eterna en la estructura misma de la
mente racional creada, que nos dirige a nuestro bien natural. Aquí estamos hablando
de la “ley escrita en el corazón”−la estructura profunda de todo conocimiento moral.
Tomás clasifica sus principios, o preceptos, en primarios y secundarios, luego
subdivide los preceptos secundarios, dándonos tres grupos en total.
Puedes pensar en los preceptos primarios, los que también son llamados “primeros
principios de la razón práctica”, como principios morales que no podemos no conocer,
tales como “El bien debe perseguirse y el mal evitarse” y “Ama a tu prójimo”. En un
sentido estas reglas generales son como axiomas en la geometría clásica, pues, a
pesar que no pueden ser demostrados, son aquello de lo que toda prueba depende.
En otro sentido son diferentes de los axiomas, pues, en lugar de comenzar con ellos,
terminamos con ellos: si se nos pregunta la razón de nuestras elecciones, luego las
razones de esas razones y así sucesivamente, eventualmente llegamos a una parada;
hemos alcanzado la razón más profunda de todas, y éstos son los preceptos primarios
de la ley natural. Incluso cuando pecamos, conocemos y usamos estos
preceptos−pero en una forma retorcida, por ejemplo distorsionando su significado o
engañándonos sobre los hechos a los cuales se aplican.
Si los preceptos primarios son como axiomas, los preceptos secundarios, que son
más detallados, son como teoremas. Son derivados de los preceptos primarios y
expresan verdades morales porque los preceptos primarios lo hacen. Algunos son tan
obvios que casi todo el mundo reconoce su verdad en el guiño de un ojo: estos son
los preceptos inmediatos, tales como “no mates”. Algunas veces Tomás incluso los
incluye entre los preceptos primarios, aquellos que no podemos no conocer. Pero
otros preceptos, incluso más detallados, no son tan obvios y en consecuencia no tan
bien conocidos: estos son los preceptos comunes, tales como “Siempre devuelve a
una persona lo que le pertenece”.
La terminología de “general” y “común” requiere una explicación. Llamar a un principio
general es decir que se aplica a todos los casos; no puede haber excusa para violarlo.
Pero llamar a un principio común es decir que se aplica sólo en la mayoría de casos;
hay excepciones. Por ejemplo, ordinariamente debes retornar un objeto que un amigo
ha dejado en tu cuidado, pero no si está borracho y el objeto son las llaves de su
carro. Entonces tener leyes morales verdaderas y objetivas no elimina la necesidad de
juicio.

La relación entre los diferentes preceptos puede ser diagramada como sigue.

[a ser dibujado en pizarra]

3. Ley Divina: El reflejo de la ley eterna en la Palabra revelada de Dios, la Biblia, que
nos dirige a la fe en Cristo como el único medio posible de nuestra reconciliación con
Dios. A diferencia de la ley natural, que nos dirige únicamente a nuestro bien natural,
la ley Divina nos dirige hacia la dicha inimaginable final que está mucho más allá de
nuestro simple (merely) bien natural y consiste en la visión de Dios mismo en el cielo.
Tomás mantiene que Dios dio dos ediciones diferentes de la ley Divina: la ley antigua,
contenida en el Antiguo Testamento (Escritura Hebrea), y la nueva ley, contenida en
el Nuevo Testamento. Estas dos leyes no son contradictorias: la ley antigua apunta a
la nueva ley y es cumplida (y en consecuencia sustituida (superseded)) en el Salvador
prometido, quien ofrece el camino de salida del pecado y la culpa, Jesús de Nazaret.
Aunque algunas partes de la ley Divina también están contenidas en la ley natural y
en consecuencia se pueden descubrir por la razón humana sin ayuda, otras partes
van más allá de lo que hubiéramos podido descifrar por nuestra cuenta y no se
hubieran conocido a menos que Dios las haya revelado.
4. Ley Humana: “Determinaciones” o aplicaciones detalladas de la ley natural a las
circunstancias de las sociedades humanas particulares. La ley humana es derivada de
la ley natural en dos maneras distintas.
Algunas leyes humanas (como se explica luego, estas son las leyes de las naciones)
son derivadas mediante conclusión de premisas, o, como diríamos, deducción. Por
ejemplo, envenenar a mi vecino lo dañará; entonces, dado que la ley natural dice que
no debo dañar, no debo envenenarlo. El rol de la ley humana es hacer delictivo
(punishable) este acto particular.
Otras leyes humanas (como se explica luego, estas son las leyes civiles) son
derivadas mediante determinación de ciertas generalidades, o, como diríamos,
llenando los espacios en blanco. Por ejemplo, podemos llenar el precepto de la ley
natural de fomentar la seguridad de las personas ya sea haciendo que todos
conduzcan a la derecha o haciendo que todos conduzcan a la izquierda. El rol de la
ley humana es elegir y hacer cumplir la elección.
Mira nuevamente el diagrama en la página 29 (60). Una línea sólida conecta la ley
natural con la ley humana, pero una línea de puntos (dotted line) conecta la ley Divina
con la ley humana. ¿Por qué? ¿Se deriva la ley humana también de la ley Divina? No,
dado que al gobierno se le encarga dirigir la comunidad a su bien natural en lugar de a
su bien sobrenatural, Dios no tiene la intención de imponer (enforcement) la ley Divina
entre no creyentes. Pero aunque la ley humana no debe hacer cumplir la ley Divina,
no debe tampoco violarla−no más de lo que puede violar la ley natural. La razón es
que toda autoridad que la ley humana tenga viene finalmente de Dios. El balance final,
mantiene Tomás, es que si el gobierno manda algo contrario a la ley natural o Divina,
su mandato no es una ley pero un acto de fuerza.
5. La “Ley del Pecado”: No una ley en sentido estricto pero una penalidad o
consecuencia que resulta de la ley Divina por el hombre dando la espalda a Dios. En
Romanos 7 el apóstol Pablo comenta en el hecho de que sin la ayuda de Cristo
usualmente hacemos lo que no queremos y dejamos de hacer lo que queremos. Él
concluye de esto que hay una “ley del pecado” en nosotros que lucha contra la ley de
Dios en nuestras mentes. Un pensador medieval encontró que este pasaje era
misterioso y pregunto cómo el pecado puede ser una ley. Tomás señala que el
término ley puede ser usado en dos sentidos: primero, como un mandato; segundo,
como la penalidad o consecuencia que uno sufre como resultado de romper el
mandato.
Considera un ejemplo de la ley natural: la ley en el primer sentido establece que, en la
autopista, no debo manejar más rápido que cincuenta y cinco millas por hora en la
ciudad, pero la ley en el segundo sentido dice que si lo hago, pagaré una multa.
Considera otro ejemplo, este de la ley natural: la ley en el primer sentido dice que no
debo hacer violencia contra mi cuerpo, pero la ley en segundo sentido dice que si lo
hago, sangraré y sentiré dolor.
La “ley del pecado” es una ley en el segundo sentido. Piensa en un imán y dos anillos
de hierro. Cualquier cosa que el imán toque transmite su poder a cualquier imán que
lo toque, por lo que si uso el imán para recoger el primer anillo, puedo entonces usar
el primer anillo para recoger el segundo. Piensa ahora en Dios como el imán, la
creada mente humana como el primer anillo de hierro, y las creadas capacidades
humanas para sentir y desear como el segundo anillo de hierro. La penalidad o
consecuencia por romper el vínculo magnético entre el imán y el primer anillo es que
el vínculo magnético entre el primer anillo y el segundo también se destruye. De la
misma manera, la penalidad o consecuencia de la rebelión de la mente contra Dios es
que los deseos y sentimientos se rebelan contra la mente; no se comportan más como
deben. De esta consecuencia otras siguen, y la vida humana se desordena
completamente.

Preguntas para la reflexión


1. ¿Qué otros ejemplos hay de los preceptos primarios, inmediatos y comunes de la
ley natural?
2. ¿Qué otros ejemplos hay de la vieja ley Divina y la nueva ley Divina?
3. ¿Qué otros ejemplos hay de la ley civil y de la ley de las naciones?
4. ¿Por qué no se pueden poner ejemplos de la ley eterna? ¿Esto significa que no
tenemos conocimiento de la misma? ¿Por qué no?

CINCO: LA LEY NATURAL & LA LEY DEL HOMBRE

El hecho que hay una ley natural es más importante que cualquier teoría sobre la
misma. Sin embargo las teorías son importantes pues nos ayudan a entender el
significado del hecho. Otra teoría de ley natural será presentada en la unidad sobre
John Locke. Ahora mismo estamos considerando la de Tomás.

Objeciones Comunes a la Ley Natural


Algunas personas piensan que no puede haber una ley natural simplemente porque
hay más de una teoría sobre ella. Después de todo, dicen ellos, si la ley natural está
hecha de principios morales objetivos que todos conocen, ¿no deberíamos todos
nosotros tener la misma teoría sobre ella? Este no es un argumento convincente pues
las diferentes teorías de la ley natural están de acuerdo sobre su contenido básico. En
lo que no están de acuerdo son cosas secundarias, tales como de dónde proviene el
conocimiento de ella.
Otras personas piensan que no puede haber una ley natural simplemente porque
algunas personas piensan que no la hay. Después de todo, dicen ellos, si la ley
natural está hecha de principios morales objetivos que todos saben, ¿no deberíamos
todos nosotros saber que los sabemos? Este tampoco es un argumento convincente,
pues nosotros sabemos muchas cosas que no sabemos que sabemos.
¿Sabes, no, que nada puede ser y no ser en el mismo sentido al mismo tiempo? Sin
embargo quizá antes que te lo pregunté jamás hayas pensado sobre ello en estas
palabras. ¿Y sabes, no, que el bien debe elegirse y el mal evitarse? Sin embargo
quizá nunca hayas formulado conscientemente el principio para ti mismo. Uno de los
pasajes más famosos en toda la filosofía ocurre en el Menón de Platón, en el cual
Sócrates parece enseñar a un esclavo que nunca ha estudiado geometría el teorema
Pitagórico. El giro (twist) es que él no le enseña. Todo lo que hace es una serie de
preguntas que sacan a relucir lo que el muchacho ya sabía. Cuando organizas (put
together) las respuestas del muchacho, tienes la prueba.
Todavía otras personas piensan que no puede haber una ley natural pues no importa
qué principio decimos que incluye, podemos encontrar a alguien que niegue el
principio. Después de todo, si la ley natural está hecha de principios morales objetivos
que todos conocen, entonces ¿cómo alguien puede negar alguno de ellos? Pero no
sólo podemos no saber lo que sabemos, también podemos reprimir lo que sabemos.
Si esperas suficiente tiempo los signos de lo que está ocurriendo están obligados a
emerger porque la negación toma demasiada energía psicológica que eventualmente
algo tiene que ceder.
Una forma que la culpa negada (denied guilt) puede tomar es una compulsión a
racionalizar. Por ejemplo, la antropóloga Margaret Mead, ella misma una libertina
sexual, logró convencerse y a los millones que leían sus libros que la cultura
Samoana que ella había estudiado era un paraíso de amor libre. El hecho, como se
probó con posterioridad, es que los Samoanos eran feroces defensores de la castidad
femenina y consideraban tanto el sexo premarital y el adulterio con horror.
Otra forma que la culpa reprimida puede tomar es angustia emocional que no puede
explicarse de otra forma. E. Michael Jones llama a esto el “Síndrome Dimmesdale”,
por el Rev. Arthur Dimmesdale, un personaje en la novela clásica de Nathalien
Hawthorne La Letra Escarlata. En la historia, Dimmesdale ha cometido adulterio con
Hester Prynne. Al comienzo parece haber escapado a las consecuencias de su acto
porque, a pesar que ella es expuesta y humillada públicamente, ella se niega a
nombrar a su compañero en el pecado. Sin embargo con el paso de los años la carga
de la consciencia se vuelve intolerable para él; él se imagina acusaciones incluso en
el fenómeno del cielo nocturno y se sumerge en una depresión que la comunidad,
considerándolo un héroe, no puede entender.
Compara los síntomas del estrés post abortos, reportados por mujeres en literalmente
miles de grupos de recuperación: varían de caso en caso y toman tiempos distintos en
aparecer, pero comúnmente incluyen ansiedad, promiscuidad compulsiva,
incapacidad de crear vínculos incluso con hijos deseados, resentimiento hacia los
niños de otras mujeres, y depresión, especialmente alrededor del aniversario del
aborto o del día en que el bebé hubiera nacido.
Finalmente, algunas personas piensan que no puede haber una ley natural pues los
seres humanos están siempre creando nuevos valores. Después de todo, dicen ellos,
si la ley natural estuviera hecha de principios morales objetivos que todos conocen,
entonces la creación de nuevos valores sería imposible. El problema con este
argumento es que la creación de nuevos valores es imposible, imposible en
exactamente la misma manera en que la creación de nuevos colores primarios es
imposible.
Supón que alguien te dice, “Los viejos colores primarios amarillo, rojo y azul son
basura obsoleta. He escogido nuevos que tomen su lugar: naranja, verde y morado”.
Tú responderías, “No has creado para nada nuevos colores primarios. De hecho, la
sola razón por la que pueden incluso ser reconocidos como colores es que mezclaste
el amarillo y el rojo para obtener el naranja, el amarillo y el azul para obtener el verde,
y el azul y el rojo para obtener el morado. Además, no puedo obtener todos los
colores mezclando naranja, verde y morado como puedo hacerlo mezclando amarillo,
rojo y azul”.
Precisamente así, C. S. Lewis señala que “sólo mediante tales pedazos de la [ley
natural] como [el Innovador] ha heredado él es capaz de incluso atacarla”. Los que
pretenden ser nuevos valores siempre terminan siendo “fragmentos de la [ley natural]
misma, arbitrariamente arrancados de su contexto en el todo y luego hinchados hasta
la locura en su soledad, sin embargo aun debiendo a la [ley natural] y a ella sola la
validez que poseen”. Nota bien: El lenguaje es de Lewis, pero el argumento es
profundamente deudor de Tomás. Es precisamente lo que Tomás tiene en mente
cuando llama a los preceptos de la ley natural los “primeros principios de la razón
práctica”, los fundamentos absolutamente ineludibles de toda posible deliberación
sobre cómo vivir.
Para clarificar el argumento, supón que el Innovador propone una nueva moralidad en
la que el valor fundamental es el Futuro de la Raza Humana. Como Lewis explica,
él realmente está derivando nuestro deber a la posteridad de la [ley natural];
nuestro deber de hacer el bien a todos los hombres es un axioma de la Razón
Práctica, y nuestro deber de hacer bien a nuestros descendientes es una
deducción clara del mismo. Pero entonces, en cada forma de la [ley natural]
que ha venido a nosotros, junto con el deber a los niños y descendientes se
encuentra el deber a los padres y ancestros. ¿Bajo qué derecho rechazamos
uno y aceptamos el otro?
O supón que el Innovador mantiene que las nociones anticuadas como la justicia y
buena fe deben ceder el paso al valor fundamental de Poner Fin a la Necesidad
Humana.
La [ley natural] por supuesto que está de acuerdo él sobre la importancia de
brindar a la gente comida y ropa. Al menos que el Innovador esté usando la
[ley natural] nunca hubiera podido conocer de tal deber. Pero junto con éste en
la [ley natural] se encuentran esos deberes de justicia y buena fe que está listo
a desbaratar. ¿Cuál es su garantía?
Finalmente, supón que el Innovador es un racista o nacionalista extremo que sostiene
que cualquier otro valor debe ceder al progreso de su propia gente.
Pero ningún tipo de observación fáctica y ninguna apelación al instinto le darán
base alguna para sustentar su opinión. Una vez más, está de hecho
derivándolo de la [ley natural]: un deber a nuestra propia familia, dado que son
nuestra familia, es parte de la moral tradicional. Pero junto con éste en la [ley
natural], y limitándola, se encuentra el mandato inflexible de justicia, y la regla
que, en el largo plazo, todos los hombres son nuestros hermanos. ¿De dónde
viene la autoridad del Innovador para escoger y elegir?
Lewis concluye que sin importar el nombre con que uno la llame, la ley natural
no es uno entre una serie de sistemas de valor posible. Es la única fuente de
todo juicio de valor. Si es rechazado, todo valor es rechazado. Si cualquier
valor es retenido, es retenido. El esfuerzo de refutarlo y levantar un nuevo
sistema de valor en su lugar es auto-contradictorio.... Si mi deber hacia mis
padres es una superstición, entonces también lo es mi deber a la posteridad. Si
la justicia es una superstición, entonces también lo es mi deber hacia mi país y
mi raza. Si la búsqueda de conocimiento científico es un valor real, entonces
también lo es la fidelidad conyugal. La rebelión de nuevas ideologías en contra
de la [ley natural] es una rebelión de las ramas contra el árbol: si los rebeldes
tienen éxito encontrarán que se han destruido a sí mismos.
Pasajes Dificultosos Referentes a la Ley Natural
Usualmente me hacen preguntas sobre cada uno de los siguientes pasajes de la
Pregunta 94 del Tratado de la Ley:
Del Artículo 2: “Ahora se dice que una cosa es auto-evidente en dos sentidos: primero
en sí misma; segundo, en relación con nosotros”.
¿Qué significa esto? Imagina que estás en una clase de geometría, y el profesor
observa, “Por supuesto que las líneas paralelas nunca se cruzan”. Un estudiante
levanta la mano y pregunta, “¿Por qué no?” El profesor responde, “Bueno, es tan sólo
obvio”. El estudiante replica, “Quizá, pero no es obvio para mí”. Lo que el profesor
quiere decir cuando afirma que la verdad de la sentencia es obvia es que el concepto
de nunca cruzarse está contenido, por decirlo así, en el concepto de líneas paralelas.
Lo que el estudiante quiere decir al afirmar que su verdad no es obvia para él es que
él no comprende cómo.
Este es un ejemplo del fenómeno mencionado antes−saber algo (en un sentido) sin
saber que lo sabemos−y ocurre en todo campo del conocimiento. Cuando ocurre en
geometría, por supuesto, nadie dice “Ajá, la geometría no debe tener una base
objetiva”; en su lugar el estudiante dice, “No lo veo todavía, pero sé que debe ser
verdad”. Por contraste, cuando surge en la ética la gente usualmente dice, “Ajá, ¡la
ética no debe tener una base objetiva!”.
¿Por qué nos entregamos a tal tipo de alegato (pleading)? Tomás respondería que es
debido al pecado original. No queremos que Dios sea Dios; cada uno de nosotros
quiere ser su propio pequeño dios. La ética nos amenaza en una forma que la
geometría no porque nos recuerda que no somos dioses, que estamos sujetos a una
ley que no hemos hecho.
Del Artículo 2: “Todas esas cosas por las que el hombre tiene una inclinación, son
naturalmente aprehendidas por la razón como buenas, y consecuentemente todo
objeto de búsqueda, y sus contrarios como malos, y objetos de evasión”.
¿Está Tomás aquí diciendo que la ley natural me ordena buscar cualquier cosa que
desee? ¿Eso sería inconveniente, no? Podría robar cualquier cosa que me llame la
atención y alegar en mi defensa que estaba haciendo simplemente lo que vino
naturalmente; podría tener cualquier mujer que quisiera y justificar mi conducta
apelando a la ley natural; podría dormir con animales u otros hombres y exonerarme
diciendo que sería inmoral actuar en contra de los deseos que Dios me ha dado.
Pero mira nuevamente el lenguaje de Tomás. Él o habla de todas las inclinaciones
pero de las inclinaciones naturales; y no todas las inclinaciones son naturales. Una
razón para esto es que algunas son adquiridas. Ésa no es la razón más profunda, sin
embargo, porque aunque una inclinación adquirida no surge en la naturaleza, puede
seguir siendo acorde con la naturaleza. La razón más profunda es que la condición en
que nosotros los seres humanos nos encontramos hoy en día no es nuestra condición
natural; incluso los deseos e inclinaciones con los que hemos nacido no funcionan
más en la forma que Dios lo destinó. Si la Caída no hubiera ocurrido, toda inclinación
sería una inclinación natural. Pero la Caída ocurrió. Nos rebelamos; el anillo de hierro
de la mente fue alejado del imán divino, y en consecuencia el anillo de hierro de las
inclinaciones cayó libre.
¿Cómo, en nuestro estado desordenado, puede la razón decirnos qué inclinaciones
son naturales y cuáles no? Algunos de los Reformadores Protestantes dijeron luego
que la razón no puede decirlo pues ha caído tan lejos como las inclinaciones. Ellos
rechazaron la ley natural y se basaron únicamente en la Biblia. Aunque Tomás
también acepta la autoridad de la Biblia, esa no es su respuesta. Él recuerda que
incluso en este mundo roto, los hombres magnánimos (high-minded) de todas las
civilizaciones han coincidido en lo que es correcto. No somos sólo nosotros los que
los llamamos magnánimos; sus propias civilizaciones los han llamado así.
Aparentemente el anillo de hierro retiene algunos rastros del magnetismo original,
recordándoles del imán y llamándolos de regreso.
El término filosófico de este magnetismo es teleología, derivado de la palabra griega
teleios (“completo, entero”), la que ella misma es derivada de la palabra Griega telos
(“terminación, fin, meta, propósito”). ¿Por qué este término? Porque reflexionando
sobre nuestras inclinaciones, podemos aún rastrear algo de los propósitos que
estaban destinados a servir.
En la elaboración (in drawing) de los dos sexos juntos, por ejemplo, el deseo sexual
sirve dos propósitos, uno llamado procreativo y el otro unitivo. ¿Por qué no uno
tercero: placer? ¿Tiene Tomás algo en contra de divertirse? No, pero él sigue a
Aristóteles en ver al placer como un resultado de nuestras actividades en lugar del
propósito por el cual las hacemos−como una gracia de coronación, no una meta. El
problema es que el placer puede resultar de hacer lo incorrecto como de hacer lo
correcto. Entonces el placer no puede usarse como criterio para juzgar entre las
inclinaciones buenas y malas; más bien, los propósitos de las inclinaciones deben ser
usados para juzgar entre buenos y malos placeres.
Ahora el propósito procreativo de la unión física es traer niños a una familia segura en
la cual ellos puedan ser educados y cuidados por una madre y un padre que los ame.
Sólo un hombre y una mujer pueden procrear un niño, y separamos la institución del
matrimonio del propósito natural de la procreación sólo a nuestro peligro. Quizá eso
es muy obvio para requerir mayor discusión. El propósito unitivo, sin embargo, no es
tan obvio. Lo que queremos decir cuando afirmamos que la unión física tiene un
propósito unitivo es que también puede fomentar una unión más profunda entre el
esposo y la esposa.
Para entender el propósito unitivo debemos reconocer que los sexos no son sólo
diferentes pero complementarios. Dios pudo haber hecho sólo un sexo auto-suficiente.
En su lugar hizo dos, cada uno de los cuales se siente incompleto y anhela al otro. El
abismo entre ellos es profundo, pero construir un puente sobre él bien vale la
paciencia y la disciplina que requiere.
Para estar seguros, hay otras formas de usar los poderes sexuales, formas que no
construyen el puente. Por ejemplo, el sexo solitario hunde a la persona más
profundamente en su yo; la sodomía lo hunde en el ídolo del vidrio mirón del yo; y la
promiscuidad simplemente usa al otro para los fines del yo. Por contraste, el
matrimonio mantiene adelante el prospecto de olvidarse completamente el yo en el
cuidado y el sacrificio del otro. Nos encontramos perdiéndonos. Ésta intimidad
extraordinaria está entre los más profundos de los bienes naturales. Por supuesto, la
ley Divina va incluso más allá, describiéndola como un anticipo de nuestro bien
sobrenatural−aquella unión incluso más profunda a la que estamos invitados con el
totalmente otro, que es Dios−pero ése es otro tema.
Nótese cómo esta reflexión sobre los propósitos de las inclinaciones sexuales nos ha
permitido distinguir entre sus formas naturales y no naturales. Que lo puede hacer es
el punto de Tomás. Por supuesto, cuando dice que todos conocen la ley natural, no
quiere decir que todos conocen la teoría; sólo quiere decir que todos tienen una
intimación con el hecho. Por lo tanto los hombres magnánimos de toda las
civilizaciones han reconocido que el matrimonio es sagrado, pero no se sigue que
ellos sabían el por qué.
Del Artículo 3: “Si entonces hablamos de actos de virtud, considerados como
virtuosos, entonces todos los actos virtuosos pertenecen a la ley natural... Pero si
consideramos cada uno de los actos virtuosos en sí mismos, según su especie,
entonces puede concederse que no todos son de ley natural”.
Lo que Tomás quiere decir acá es que aunque la ley natural ordena que actúe de
acuerdo con el coraje (courage), no necesariamente me dice si precipitarme a esta
particular casa en llamas sería valiente o temerario. Para conocer la diferencia
necesito sabiduría práctica, y para alcanzar la sabiduría práctica necesito aprender no
sólo de mi propia experiencia sino también de la experiencia de otros: “Pues muchas
cosas son hechas virtuosamente, a las que la naturaleza no se inclina al principio;
pero que, mediante la indagación de la razón, el hombre ha descubierto que conducen
al bienestar”.

Del artículo 4: “La ley natural, en cuanto a los principios generales, es la misma para
todos, tanto en cuanto a rectitud como a conocimiento”. La rectitud es corrección
(rightness), lo que significa que los preceptos generales de la ley natural son siempre
tanto correctos para todos y conocidos por todos”.
“Pero en cuanto a ciertas cuestiones de detalles… [La ley natural] es la misma para
todos en la mayoría de casos… y sin embargo en algunos pocos casos puede fallar,
tanto en cuanto a rectitud… y en cuanto a conocimiento”. En esta declaración Tomás
no está hablando más de los preceptos generales de la ley natural, sino de los
comunes. Éstos son usualmente tanto correctos para todos y conocidos por todos,
pero pueden haber excepciones−en corrección, en conocimiento o en ambos”. Un
precepto común deja de ser correcto sólo cuando encuentra un “obstáculo”, definido
en el artículo 5 como una causa especial que dificulta la observancia: por ejemplo, el
precepto común “los bienes confiados a otro deben ser devueltos a sus propietarios”
encontraría un obstáculo y en consecuencia fallaría en cuanto a rectitud, si la razón
por la que el propietario de un arma demandara su retorno fuera que desearía
cometer un asesinato. Pero incluso cuando no hay obstáculo, el precepto común
podría dejar de ser conocido cuando la razón es pervertida.
Hay cinco formas en que tal perversión puede ocurrir. Tres son establecidas aquí en
el Artículo 4: pasión, hábitos malos y malas disposiciones de la naturaleza. Dos son
añadidas en el Artículo 6: costumbre viciosa y persuasión malvada. Las siguientes son
ilustraciones:
 Corrupción de la razón por la pasión: Momentáneamente cegado por pena y
rabia, golpeo injustamente al portador de la noticia de que mi esposa está en
un adulterio profundo con otro hombre.
 Corrupción de la razón por un mal hábito: Poco a poco entro en el hábito de
usar pornografía o evadir (cutting corners) impuestos. Al comienzo mi
consciencia me molesta, pero eventualmente no puedo ver nada malo en mi
comportamiento.
 Corrupción de la razón por una mala disposición de la naturaleza: Un defecto
en uno de mis cromosomas me predispone a la violencia, el abuso de alcohol o
actos homosexuales. A pesar que sigo siendo capaz de control, es más difícil
para mí que lo que puede ser para alguien más.
 Corrupción de la naturaleza por costumbre viciosa: He crecido entre gente que
no considera que el soborno sea incorrecto, y en consecuencia lo tomo como
algo normal.
 Corrupción de la naturaleza por persuasión malvada: Uso trucos electrónicos
para hacer llamadas telefónicas de larga distancia, justificando mi
comportamiento con la teoría de que estoy meramente explotando a los
explotadores.
Del Artículo 5: “Un cambio en la ley natural puede entenderse de dos maneras.
Primero, por medio de la adición. En este sentido, nada impide que la ley natural sea
modificada: dado que muchas cosas han sido adicionadas encima de la ley natural
para el beneficio de la humanidad, tanto por la Ley divina y como por la ley humana”.
Al hablar de la ley Divina y humana como adiciones a la ley natural, ¿quiere Tomás
decir que ellas se vuelven parte de la ley natural? No. El cambio es simplemente que
los preceptos de la ley natural no son más los únicos preceptos que hay ahí.
“En segundo lugar, un cambio en la ley natural puede entenderse por sustracción, de
manera tal que lo que previamente era conforme a la ley natural, deja de serlo”. Al
hablar de sustracción de la ley natural, ¿quiere Tomás decir que un precepto puede
caer permanentemente de la lista? Esto es tan imposible como sería que los Diez
Mandamientos se conviertan en los Nueve Mandamientos. Como explica Tomás, él
simplemente está parafraseando el punto hecho en el Artículo 4−que pueden existir
casos inusuales a los que algunos principios comunes no se aplican debido a
“obstáculos”.
Vemos que el lenguaje de “adición” y “substracción” es algo engañoso. En realidad, el
conjunto de preceptos de la ley natural es fijo. Sin embargo, preceptos de la ley Divina
y humana pueden ser añadidos junto a ellos y, en casos excepcionales, la aplicación
de un precepto común de la ley natural es bloqueada por un “obstáculo”.
Del Artículo 6: “En relación a esos principios generales, la ley natural, en abstracto, de
ningún modo puede ser borrada del corazón del hombre. Pero es borrada en el caso
de una acción particular, en la medida en que la razón está impedida de aplicar el
principio general a un punto de práctica particular, debido a la concupiscencia o
alguna otra pasión.... Pero en relación a lo otro, es decir, a los preceptos secundarios,
la ley natural puede ser borrada del corazón humano”.
Aquí considero que Tomás se refiere no a todos los preceptos secundarios pero sólo
a los comunes. Lo que aquí dice sobre ellos no es nuevo para nosotros; hemos ya
discutido las cinco formas en que el conocimiento de los preceptos comunes puede
fallar a través de la perversión de la razón. Sin embargo, Tomás está haciendo una
distinción en el pasaje, uno que es sutil e importante. Por la perversión de la razón, un
precepto común puede ser completamente borrado del corazón−de vez en cuando
uno se cruza con una persona, o incluso una sociedad entera, que lo desconoce
completamente. Por contraste, los preceptos generales no pueden ser olvidados;
pueden ser borrados sólo en casos particulares, en el sentido especial de ser
suprimidos.
Un par de ilustraciones clarificarán esta distinción. De acuerdo con Tomás, “No
robarás” es un precepto común, pues lo puedo borrar completamente de mi corazón.
Julio César escribió que las antiguas tribus asaltantes Germanas no tenían siquiera la
idea de que robar era malo. Por contraste, la regla en contra de la toma deliberada de
una vida humana inocente es un precepto inmediato−un precepto que sigue tan
rápido los talones de los preceptos primarios que difícilmente puede distinguirse de
ellos. No puedo borrarlo completamente de mi corazón. Pero puedo racionalizarlo,
¿no? “¡Sí, pero el bastardo que maté no era inocente! ¡Él tomó el trabajo que me
correspondía!” De la misma manera, puedo racionalizar que el esclavo o el niño no
nacido cuya sangre derramé no era humano o no estaba vivo o que realmente no
tenía opción. Encuentro una manera de decirme a mí mismo, “Si, el asesinato es
malo, pero éste no es un asesinato”; “Sí, el asesinato es malo, pero éste asesinato no
es malo”; “Sí, éste es un asesinato y es malo, pero tenía que hacerlo”; o “Sí, éste es
un asesinato y es malo, pero lo compensaré luego”.
Si alguien pierde el conocimiento de un precepto común o suprime el significado de un
precepto general, ¿puede recuperarse? Sí. Una forma de aprender la ley natural−o
aprender a dejar de hacerse el tonto al respecto−es sufrir las consecuencias de
romperla. Tomás describe a la ley como un tipo de disciplina que nos obliga mediante
el miedo al castigo. A pesar que ofrece esta observación en el contexto de la ley
humana, se cumple para la ley natural también; así como hay penas civiles por
romper la ley humana, también han penas naturales por romper la ley natural.
¿Cuáles son esas penalidades?
Por romper un precepto general de la ley natural, una penalidad es la culpa, puesto
que muy en el fondo no podemos dejar de conocer la verdad. Podemos reprimir la
culpa, pero está ahí abajo de todos modos, y el esfuerzo de mantenerla abajo
distorsiona la personalidad. Por romper tanto los preceptos generales como los
comunes, hay también otras penalidades. Algunas aparecen dentro de la vida de un
individuo; otras puede que no aparezcan hasta que varias generaciones han
persistido en el mismo tipo de maldades. Pero tarde o temprano esas penalidades no
pueden ser ignoradas más.
Encontramos un buen ejemplo de penalidades naturales en las consecuencias de
romper el precepto de confinar el sexo al matrimonio. Una consecuencia inmediata de
esta violación es el daño al bien procreativo: uno puede quedar embarazada pero no
tener quién ayude a criar al niño. Otra consecuencia inmediata es el daño al bien
unitivo: uno pierde la oportunidad de esa intimidad personal intensificada que sólo
puede desarrollarse en una relación segura y exclusiva. Muchas son las
consecuencias de largo plazo de tal violación: pobreza, pues las mujeres solteras
deben proveer a sus hijos por sí mismas; violencia adolescente, pues los niños
varones crecen sin la influencia de un padre; enfermedades venéreas, pues las que
infecciones anteriormente raras se propagan rápidamente a través del contacto
sexual; abuso infantil, pues los enamorados convivientes (live-in) tienden a resentir los
bebés de sus enamoradas; y el aborto, pues los niños son cada vez más
considerados como una carga en lugar de como una alegría.
Mientras más persista la gente en violar la ley natural, más pesadas son las
penalidades por la violación. Eventualmente, incluso el más torpe junta las pistas y
resuelve el rompecabezas. Desafortunadamente a través del curso de la historia una
cultura puede tener que aprender de nuevo las verdades eternas muchas veces.

Los Propósitos de la Ley Natural


Los gobernantes terrenales están amarrados (are on a leash). No pueden hacer que
ciertas acciones sean malas simplemente prohibiéndolas, ni tampoco hacerlas buenas
simplemente llamándolas derechos constitucionales. La razón de esto es que hay una
ley superior de la cual la ley humana deriva su autoridad y fuera de la cual la ley
humana es nula.
Una manera de comprender esto es recordar los cuatro elementos en la definición de
la ley: la ley es una ordenanza de la razón práctica, para el bien común, hecha por
aquellos que se preocupan de la comunidad, y promulgada o hecha conocida. Los
primeros principios de la razón práctica se encuentran en la ley natural; entonces,
para satisfacer el primer elemento en la definición la ley humana debe derivarse de la
ley natural. “Si en cualquier punto se desvía de la ley de la naturaleza, no es más una
ley, pero una perversión de la ley”.
Vimos en la sección titulada “El Gran Diseño” que hay dos maneras distintas en la que
la ley puede “derivarse de”, o basarse en, la ley natural. Una es la conclusión de
premisas, la que llamaríamos deducción. Así es como derivamos la regla de que no
debemos asesinar de la regla de que no debemos dañar deliberadamente. La otra es
la determinación de ciertas generalidades, la cual llamaríamos llenar los espacios en
blanco. Así es como derivamos la regla según la cual los malhechores deben ser
castigados con penas de prisión de la regla que establece que los malhechores deben
ser castigados.
La ley humana derivada de la ley natural en la primera forma es la misma para cada
país. El invariable cuerpo de ley humana es llamado la ley de las naciones. Por
contraste, la ley humana derivada de la ley natural en la segunda forma es diferente
para cada país, pues la mejor manera de llenar los espacios en blanco varía de
acuerdo con las circunstancias locales. Este cuerpo variante de leyes humanas es
llamado ley civil. Si la ley civil es llenar los espacios en blanco, entonces ¿cómo
debemos llenarlos? Como el segundo elemento en la definición de la ley nos dice,
debemos llenarlos considerando el bien común.
Aquí Tomás plantea una pregunta interesante: ¿El hecho que la ley debe servir el bien
común significa que debe afectar a todos en exactamente la misma manera−que
nadie debe tener ningún privilegio especial? En una era como la nuestra, la que hace
de la igualdad un ídolo, mucha gente responde “¡Por supuesto!” Pero considera: si
nadie puede tener privilegios especiales, entonces si los adultos están permitidos de
comprar licor, también los niños; si los ciudadanos pueden votar, también los
extranjeros. Si los que respetan las leyes pueden vivir en libertad, también los
criminales convictos. Obviamente sí creemos en algunos privilegios especiales. ¿Pero
cuándo están bien, y cuándo están mal?
El principio es este: Se pueden dar privilegios especiales a algunos, pero sólo cuando
el hacerlo es para el bien de todos. Lo que esto nos dice es que el principio del bien
común es más profundo que el principio de igualdad; o quizá sería más exacto decir
que la igualdad de preocupación puede algunas veces requerir desigualdad de trato.
Hay aquí alimento para la reflexión.
Como Aristóteles, Tomás entiende el bien común como implicando la sociedad en una
vida buena; en consecuencia, Aristóteles cree que el propósito de las leyes es
entrenar al ciudadano en virtud−hacer gente buena. Sin embargo, él cualifica esta
declaración en varias formas importantes, las que se encuentran en la Pregunta 91,
Artículo 4, y la Pregunta 96, Artículos 2 y 3.
Primera cualificación: Toda ley hace gente buena, pero no toda ley las hace buenas
en la misma forma. La ley humana busca sólo el bien natural. Más allá de esto hay un
bien sobrenatural que no puede alcanzarse por el esfuerzo humano; sólo puede
alcanzarse por la gracia de Dios, a través de la fe en Cristo. Entonces, es la
preocupación de la iglesia, no del gobierno. Para estar seguros, Tomás sí dice que la
ley humana debería fomentar la religión; pero eso significa ser amigable y cooperativo
hacia ella, no tomar su lugar.
Segunda cualificación: La ley humana puede hacerse sólo respecto a aquellas cosas
que los seres humanos pueden juzgar. Pero los seres humanos sólo pueden jugar los
actos externos, que pueden ser vistos; no pueden juzgar los movimientos interiores
del corazón, pues están escondidos. En consecuencia, una persona puede ser
ordenada por la ley humana a hacer o abstenerse, a hablar o guardar silencio, pero la
persona no puede ser ordenada por la ley humana a sentir o no sentir, a creer o no
creer. Para ponerlo en otra forma, la ley humana no puede castigar la insensatez, la
injusticia o la intemperancia como tales, pero sí puede y debería castigar el acto tonto
de vender licor a un niño de seis años de edad, el acto injusto de aceptar un soborno
o la intemperancia de tener una orgía borracha en un lugar público.
Tercera cualificación: Por dos razones, la ley humana no debería intentar prohibir
todos los actos malvados. La primera razón, señalada en la Pregunta 91, Artículo 4,
es que “mientras que apunte a eliminar todos los males, eliminará muchas cosas
buenas”. Por ejemplo, buscando suprimir todo mercantilismo excesivo eliminará
muchos esfuerzos honestos para ganarse la vida. La segunda razón, señalada en la
Pregunta 96, Artículo 2, es que las “leyes impuestas en los hombres deben estar en
consonancia con su condición”, liderando a los hombres hacia la virtud gradualmente
en lugar de todos de una vez; los hombres imperfectos cuyos vicios favoritos han sido
prohibidos “estallarán en aún mayores males”. En consecuencia la ley humana debe
prohibir “sólo los vicios más graves, de los cuales la mayoría puede abstenerse; y
principalmente aquellos que puedan dañar a otros. Nótese bien: El hecho que ciertos
vicios no puedan suprimirse no significa que el público no debe considerarlos vicios.
De hecho la gente puede seguir expresando su preocupación respecto a ellos en
otras formas, por ejemplo no votando por candidatos inmorales. Esto es razonable por
la Unidad de las Virtudes, discutida en la unidad sobre Aristóteles: cualquier defecto
en una virtud trae consigo defectos en las otras. Uno no puede ser una mala persona
y a pesar de todo ser un buen senador, gobernador o presidente.
Cuarta cualificación: La ley humana no debe ordenar todos los actos de virtud de la
misma manera que no debe prohibir todos los actos viciosos. El razonamiento acá es
el mismo que el de Aristóteles: no hay tal cosa como una virtud que no pueda
convertirse en una preocupación de la ley; de otro lado, para cada virtud hay actos
que claramente pertenecen al bien común y otros que no, y la ley sólo puede ordenar
el anterior. Puede ordenar a un soldado pelear valientemente, pero no puede ordenar
a un diletante resistir las modas musicales valientemente. Puede ordenar a un piloto
de avión ser moderado en su consumo de alcohol, pero no puede ordenar a un
comensal que sea moderado en su consumo de carne asada. Puede ordenar a un
magistrado que sea veraz en sus declaraciones públicas, pero no puede ordenar a un
adolescente a ser veraz en su diario.

Preguntas para la Reflexión


1. Este capítulo ha mencionado cuatro objeciones comunes a la idea de principios
objetivos de lo correcto e incorrecto, de una ley natural. Dado que nuestros tiempos
están en rebelión contra la ley natural, probablemente has escuchado varias otras.
¿Cuáles son? ¿Cómo respondería Tomás a ellas?
2. Muchos psicólogos afirman que existe gente que literalmente no tiene consciencia,
que son absolutamente incapaces de remordimiento genuino o preocupación por los
otros. La terminología varía. Algunas veces son llamados psicópatas, algunas veces
sociópatas y algunas veces personalidades narcisistas. ¿La existencia de tales
personas refutaría la teoría de Tomás? ¿Por qué o por qué no? (Pista: No olvides las
diferencias entre preceptos primarios, inmediatos y comunes).
3. Tomás nos alerta de que la ley debe prohibir “sólo los vicios más graves” no sea
que los hombres imperfectos “estallen en aún mayores males” que evoquen las
imágenes Hollywoodenses de los gánsteres de la era de la Prohibición. De acuerdo
con el anterior Secretario de la U.S. Health and Welfare Joseph Califano, la realidad
de la Prohibición era muy diferente:
El consumo de alcohol cayó de 1.96 galones por persona en 1919 a 0.97
galones por persona en 1934, el primer año completo luego que la Prohibición
terminó. Durante la prohibición, la admisión a instituciones de salud mental por
psicosis alcohólica cayó 60 por ciento; los arrestos por conductas ebrias y
desordenadas bajaron 50 por ciento; las agencias de bienestar reportaron una
declinación significativa en los casos de problemas familiares relacionados con
el alcohol, y la mortalidad por alcohol impuro no se elevó. Tampoco la
Prohibición generó una ola de crímenes. El homicidio se incrementó en un
índice mayor entre 1900 y 1910 que durante la Prohibición, y el crimen
organizado estaba bien establecido en las ciudades antes de 1920.
Parece entonces que la Prohibición no es un buen ejemplo de personas “estallando
en aún mayores males”. ¿Podrías mencionar uno mejor? ¿Y la Prohibición ilustra
cualquier otra cosa que Tomás nos alertó?

SEIS: LEY HUMANA & DISEÑO DE REGÍMENES

ESTE CAPÍTULO SE OCUPA DE PREGUNTAS DIFÍCILES, ALGUNAS SOBRE LEY


HUMANA en sí misma; las otras sobre cómo diseñar un orden constitucional de tal
manera que defienda la justicia en lugar de pervertirla. Por varias razones estos dos
conjuntos de preguntas van de la mano. Por ejemplo, el razonamiento de Tomás
concerniente a lo que se debe hacer con las leyes injustas está íntimamente
relacionado a su razonamiento concerniente a qué hacer con los gobiernos injustos.

Problemas especiales de la ley natural


Cuatro problemas especiales en la ley humana son qué hacer cuando la ley es injusta,
si se pueden hacer excepciones a la ley, si la ley puede cambiarse, y cómo se
relaciona la ley con la costumbre.
¿Qué debe hacer uno cuando la ley es injusta? Tomás ya ha aclarado que las leyes
injustas no son para nada leyes en el sentido pleno sino perversiones de la ley. Quizá
pienses, Pues bien, ahí está la respuesta a nuestra pregunta. Si no es una ley, no
tenemos que obedecerla. No tan rápido. Tomás señala que la ley puede ser injusta de
dos maneras, y que cada caso debe tratarse diferentemente. Una manera es que es
contraria al bien humano; la otra es que es contraria al bien divino.
Esta terminología es un poco engañosa. Tomás no quiere decir que la ley puede
dañar ya sea a los seres humanos o a Dios; lo que quiere decir es que puede dañar a
los seres humanos de dos maneras: puede minar su bien natural o su bien−ya sea a
su bienestar temporal o a su bienestar eterno. Vamos a considerar cada caso
sucesivamente.
Caso uno: Leyes que son injustas porque son contrarias al bienestar temporal. Esta
clase de injusticia puede surgir en tres formas: defecto en el fin, en el sentido de que
no promueven el bien común; defecto en su autor, en el sentido de que exceden la
autoridad del legislador; y defecto en la forma, en el sentido de que violan la norma de
equidad proporcional discutida en la unidad sobre Aristóteles. Para ilustrar, una ley
que impone impuestos excesivos y onerosos es defectuosa en su fin, una ley que
instruye a los padres sobre cómo espaciar (space) sus hijos es defectuosa en su
autor, y una ley que da los mejores trabajos de servicio civil a los candidatos menos
calificados es defectuosa en su forma. Todas estas tres clases de injusticia, dice
Tomás, son actos de violencia en lugar de leyes.
¿Cómo debe responder uno a tales supuestas leyes? La regla es la siguiente: No
tienes que obedecer, excepto quizá si la desobediencia causaría escándalo o
disturbios. ¿Por qué hay una excepción para comenzar−incluso una excepción del
tipo “quizá”? Tomás está precisando que el hecho que la ley sea falsa no te emancipa
de la preocupación por el bien de tus conciudadanos. El “disturbio” es violencia,
desorden, peligro o confusión. Un “escándalo” es una trampa o escollo. Si tu acción,
aunque de otra manera inocente, da lugar a un malentendido de manera que otros
sean conducidos al pecado, has causado un escándalo. Estos dos factores deben
pesarse antes de desobedecer.
Supón que el consejo municipal pasa una ordenanza disminuyendo el límite de
velocidad en mi vecindario de treinta millas por hora a tres como castigo por nuestros
votos en la última elección. Claramente la ley será injusta. Sin embargo si todos mis
vecinos obedecen, entonces al violarla probablemente pondré en peligro sus vidas.
Difícilmente será seguro para un carro relampaguear a treinta millas por hora mientras
todos los otros están arrastrándose a tres.
Caso dos: Leyes que son injustas porque son contrarias a nuestro bienestar eterno.
Este tipo de injusticia sólo puede surgir en una forma: a través de contradicciones a la
ley Divina. Ejemplos aquí puede ser un antiguo decreto requiriendo a los ciudadanos
que quemen incienso ante el ídolo del César o un decreto moderno prohibiendo a los
ciudadanos hablar de su fe en público. Cualquier ley ordenando la violación de
cualquiera de los Diez Mandamientos también sería un ejemplo, tal como una ley
ordenando el asesinato, el robo o deshonrar a los padres. Dado que nada puede ser
más importante que si dirigir nuestro rostro hacia Dios o lejos de él, tales casos son
fáciles de manejar. La regla es esta: DEBES desobedecer. No hay excepciones.
Los practicantes modernos de la desobediencia civil pacífica están en profunda deuda
con Tomás de Aquino. Martin Luther King explícitamente reconoce su deuda con
Tomás en su Carta desde la Cárcel de Birmingham, en incluso donde King difiere de
Tomás está construyendo sobre los fundamentos de su maestro. Considera la
insistencia de King de que aquellos que desobedecen una ley injusta deben hacerlo
públicamente, explicar las razones públicamente y aceptar las consecuencias legales
de su desobediencia. Aunque estos puntos no son insistidos por Tomás, claramente
crecen de las preocupaciones de Tomás de que aquellos que desobedecen una ley
injusta eviten dirigir a los espectadores al pecado. La preocupación de King deja claro
para todos que al desobedecer una ley particular los protestantes no están actuando
por desprecio a la justicia legal pero por el deseo de mantenerla.
¿Pueden hacerse excepciones a la ley? La respuesta de Tomás a esta pregunta es
en afirmativo. La razón es interesante: Las leyes están hechas para encajar en la
mayoría de casos pero son expresadas como reglas universales. Bajo la condición A,
hacer X puede servir el bien común sólo el 99.9 por ciento del tiempo, sin embargo la
ley debe decir “Bajo la condición A, haz X”. ¿Qué debemos hacer con el otro 0.1 por
ciento? Uno puede, por supuesto, intentar anticipar las circunstancias especiales y
hacer frente a las mismas tomando otras consideraciones en la ley: “Bajo la condición
A, haz X, excepto cuando se reúnan las condiciones B, C, D o E, en cuyos casos haz
V, W, Y o Z, respectivamente”. Pero pueden hacerse dos objeciones a esto.
Una objeción es que esto hace que la ley sea más y más complicada, y luego de
cierto punto nadie excepto los expertos puede entenderla. Una ley que la gente no
puede entender es como una ley que nunca ha sido promulgada, haciendo realmente
que no sea una ley en absoluto. La otra objeción es que ningún legislador puede
anticipar todas las circunstancias especiales de todos modos. Entonces todo lo que
uno logrará realmente al tomar condiciones extra es reducir el porcentaje de tiempo
que la ley pierde su marca de 0.1 por ciento del tiempo a, digamos, 0.05 por ciento del
tiempo.
Quizá por estas razones Tomás nos da una respuesta diferente a la pregunta sobre
qué hacer con ese 0.1 por ciento. Consulta a los legisladores, dice, y pídeles que
autoricen una excepción en el lugar. El término que utiliza para autorizar una
excepción es dispensación de la ley. ¿Pero qué si una emergencia surge de manera
tal que no hay tiempo para consultar a los legisladores? En tales casos y solamente
en tales casos, los ciudadanos ordinarios pueden dispensar de la ley ellos mismos.
Por ejemplo, un portero puede dispensar de la ley que exige el cierre de la puerta de
la ciudad al anochecer si ve que el ejército en retirada será atrapado fuera y destruido
por el enemigo.
La rama especial de la justicia que preocupada con hacer excepciones a las reglas
generales en aras del bien común es llamada equidad. Tomás define la equidad como
la corrección de lo que en la ley, por razón de su universalidad, es deficiente.
¿Puede cambiarse la ley? Quizá pienses que dado que la ley humana se deriva de la
ley natural inmutable, Tomás no permitiría para nada los cambios en la ley humana.
Sin embargo, no olvides que hay dos clases diferentes de derivación. Cierto, la ley de
las naciones no puede cambiar pues se deriva de conclusiones de premisas, tal como
los teoremas geométricos se derivan de axiomas. Pero la ley civil puede cambiar pues
se deriva de llenar los espacios en blanco, y puede haber buenas razones para
cambiar la forma en que los llenamos. Tomás menciona dos razones de tal tipo:
Razón uno: Nuestra sabiduría se ha perfeccionado, por lo que vemos que la ley hecha
anteriormente es menos sabia que lo que pensamos. Por ejemplo, los legisladores de
cierta mancomunidad pueden en principio pensar que la institución de los
procedimientos de divorcio “sin culpa” reducirá el sufrimiento entre las mujeres
infelizmente casadas, pero luego ven que estaban equivocados.
Razón dos: Las condiciones han cambiado, entonces, aunque la ley que hicimos fue
buena con anterioridad, no es buena ahora. Por ejemplo, una ley que permite a la
gente de una cierta mancomunidad elegir sus propios magistrados mediante voto
puede en algún momento haber sido buena dado que la gente tenía moderación y un
sentido de responsabilidad, pero ahora es mala pues se han corrompido y venden sus
votos a sinvergüenzas y criminales. (¿Notaste el punto secundario aquí−que la forma
de gobierno correcta es una de las cosas que dependen de las circunstancias?).
Así como los vicios vienen en pares, también los errores. La gente que escapa del
error de pensar que las leyes humanas no deben ser cambiadas nunca para nada a
veces piensa que deben ser cambiadas cada vez que pensamos en una mejora.
“Pero, pero, pero−¿no deberían serlo, profesor?” No de acuerdo con Tomás.
Cuando comencé mi trabajo doctoral, los giros a la derecha en rojo estaban
prohibidos a lo largo de mi estado, y pocos conductores se atrevían a violar la ley. Un
día, para el deleite general de los ciudadanos, la legislatura lo enmendó; en adelante,
los giros a la derecha en rojo estarían permitidos a condición de que el camino
estuviera despejado. Los conductores inmediatamente comenzaron a hacer uso de su
nueva libertad, usualmente con precaución pero algunas veces sin ella. La policía de
la ciudad naturalmente temía un incremento en los accidentes. Sin embargo, la nueva
ley les permitía hacer sus propias regulaciones, prohibiendo giros a la derecha en rojo
en intersecciones que ellos consideraban peligrosas. Rápidamente pusieron signos
anunciando “No Girar a la Derecha en Rojo” en casi todas las intersecciones de la
ciudad. Estos enojó a los conductores, muchos de los cuales respondieron girando a
la derecha en rojo en donde les provocaba, sea que estaba prohibido o no. A medida
que las calles se volvieron más y más confusas, la policía reconoció su metida de pata
y retiraron sólo unos pocos de los carteles que ordenaban “No Girar a la Derecha en
Rojo”. Pero en lugar de ser apaciguados, los conductores se enojaron aún más.
Muchos parecieron perder su respeto a las regulaciones de tránsito completamente, y
algunos incluso comenzaron a girar a la izquierda en rojo.
¿Qué fue mal aquí? La ley fue cambiada demasiadas veces, inquietando las
expectativas de la gente, debilitando su respeto a la autoridad y socavando sus
hábitos de obediencia. Tomás puso su dedo en el problema: “Hasta cierto punto, el
mero cambio de la ley es de por sí perjudicial al bien común; pues la costumbre es
muy útil (avails much) para la observancia de las leyes”. ¿Su conclusión? Una ley
humana puede ser cambiada, pero sólo si la mejora en la ley sobrepasa el daño
causado por el cambio mismo.
¿Cuál es la relación entre la ley y la costumbre? Nota que al discutir la pregunta sobre
si la ley humana puede modificarse, Tomás argumenta como si, a pesar de tener
efectos uno sobre la otra, son enteramente diferentes en clase. Ahora hace la notable
observación de que en realidad son dos formas diferentes de la misma cosa. Esto es
más fácil de ver en el caso de las comunidades libres, o repúblicas, en donde sus
implicaciones son más llamativas.
Su modelo de una comunidad libre es probablemente la antigua república Romana, en
la que ve dos condiciones que han sido satisfechas−una moral, una constitucional. La
condición moral era que la gente común tenía la moderación y sentido de
responsabilidad necesarias para hacer sus propias leyes. La condición constitucional
era que a través de sus Asambleas ellos tenían el poder legal para hacerlo−y, junto
con esto, el poder de anular leyes hechas en su nombre por el Senado.
Ahora como vemos en esta definición, la ley procede de la razón y la voluntad del
legislador, y en ella dan a conocer lo que favorece el bien común. Pero la costumbre
procede de la razón y la voluntad de la gente a la que sirve, y en ella ellos también
dan a conocer lo que favorece al bien común. De la misma manera, mientras que en
la ley la razón y la voluntad son dados anunciados, modificados y expuestos a través
de la palabra, también en la costumbre la razón y la voluntad son anunciados,
modificados y expuestos mediante acciones repetidas: “Pues cuando una cosa es
hecha una y otra vez, parece proceder de un juicio deliberado”. Finalmente, dado que
la gente es libre, la costumbre no sólo se asemeja a la ley pero entra en diálogo con la
ley; ella “tiene fuerza de ley, abole la ley, y es la intérprete de la ley.” Esto puede ser
tomado ya sea como una descripción o como una defensa de la relación entre la ley y
la costumbre. Tomás la propone en ambos sentidos.
Para ilustrar cómo la costumbre tiene fuerza de ley e interpreta la ley, considera la
Cuarta Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos. Lo que dice es que
“ningún Estado debe privar a ninguna persona de la vida, libertad, propiedad, sin un
debido proceso”. ¿Pero qué tipo de privilegios vienen bajo la “libertad”, qué clase de
gozo personal bajo la “propiedad”, y que tipo de procesos legales son “debidos? En
una comunidad libre, la manera más obvia de resolver esta cuestión sería apelar a la
costumbre y el uso: preguntar qué significado tienen estas palabras en el lenguaje
común o en la ley común. Incluso en nuestra comunidad−donde parecemos resolverla
más frecuentemente apelando a la fertilidad arbitraria de la imaginación judicial−el
diálogo de la ley y la costumbre es a veces reconocido. Por ejemplo, la Corte
Suprema dice que los estándares de la comunidad deben ser consultados al
determinar qué cuenta como obsceno.
Para ilustrar cómo la costumbre abole la ley, considera el sistema de jurado
Americano. En teoría, el juez interpreta la ley y el jurado interpreta los hechos, pero lo
que pasa en la práctica es otra historia totalmente. Los jurados se rehúsan a poner
condenas bajo leyes que ellos desaprueban, y los policías se rehúsan a hacer
arrestos para hacer cumplir leyes bajo las que ellos saben que las condenas son
imposibles. En tales casos la ley es en efecto dejada de lado por la costumbre.
Naturalmente los fiscales consideran que eso es un extravío de la justicia. Puede
llevar al extravío de la justicia, especialmente cuando la comunidad está dividida
según líneas de raza o facción de manera que los jurados consideren los intereses de
su grupo en lugar del bien común. ¿Pero es malo en sí mismo? Muchos de los
primeros Americanos eran de la opinión que un jurado que deje de lado la ley que
consideraba injusta estaba simplemente ejerciendo una de las prerrogativas de un
pueblo libre.
Contra el alto concepto de la costumbre de Tomás, se puede ofrecer una objeción con
base en que las costumbres no siempre son justas. Por supuesto que no lo son. Que
todas las costumbres favorecen el bien común no es más cierto que todas las leyes
favorecen el bien común. No muchas décadas atrás Estados Unidos estaba plagado
de leyes de Jim Crow−código racista y costumbres racistas apoyándose mutuamente.
Pero uno debe recordar las definiciones de Tomás. Una ley es una ordenanza de la
razón práctica, para el bien común, hecha por aquellos que se preocupan por la
comunidad, y promulgada o hecha conocida. Se sigue que las leyes injustas no para
nada leyes; en cambio son actos de violencia, perversiones de la ley. Entonces, ¿no
debemos decir lo mismo sobre las costumbres injustas? La descripción de Tomás de
la relación entre la ley y la costumbre se mantiene verdadera ya sea que las
costumbres sean justas o no. Su defensa de la relación se aplica sólo cuando ellas
son justas.

Diseño de regímenes
La siguiente discusión está basada no en el Tratado de la Ley pero en el Tratado de la
Monarquía. Los principiantes suelen preguntarse por qué seguimos leyendo un trabajo
como este. Después de todo, ya no tenemos reyes, ¿o sí? No estés tan seguro. Como
veremos más adelante, la monarquía ideal de Tomás es un régimen mixto algo así
como la timocracia (polity) de Aristóteles. El rey es meramente un magistrado mayor
que comparte el poder con muchos otros oficiales. No es necesariamente hereditario
e incluso puede ser elegido por la gente. Pero nuestra propia república es también un
régimen mixto como la timocracia de Aristóteles, y también tenemos un magistrado
mayor que comparte el poder con muchos otros oficiales. ¡Claramente Tomás está
hablando de nosotros! Pero incluso si no lo estuviera, Sobre la Monarquía considera
problemas de duradera importancia para cualquier régimen: corrupción, disensión y
cómo mantener a los gobernantes enfocados en el bien común.
El diseño de regímenes mayormente cae bajo el dominio de la ley civil, no bajo la ley
de las naciones. Se deriva de la ley natural primariamente mediante el llenado de
espacios en blanco en lugar de por deducción, y deben hacerse muchas prestaciones
debido a las diferencias en las circunstancias locales. En lo que sigue, Tomás nos
está dando su mejor juicio prudencial para la mayoría de tiempos y lugares.
¿Qué se entiende por la palabra “rey”? Sin pensar mucho al respecto, la mayoría de
científicos políticos contemporáneos asumen que la esencia de la política es disputar
sobre “quién obtiene qué, dónde y cuándo” y el propósito de la política es solucionar
tales disputas. Tomás toma una visión completamente distinta. Si la comunidad es
una sociedad en una vida buena, entonces las disputas sobre “quién obtiene qué,
dónde y cuándo” debe caracterizar la degeneración de la política en lugar de su
esencia. A su vez, el propósito del gobierno debe ser la coordinación, no la resolución
de conflictos.
“En todas las cosas que están ordenadas hacia un bien en donde este u otro curso
puede adoptarse, algún principio directivo es necesario a través del cual el debido fin
pueda ser alcanzado por la ruta más directa”. ¿El hombre necesita un principio
directivo? Sí, puesto que (1) es un agente inteligente y en consecuencia actúa por un
fin, pero (2) el hombre claramente adopta cursos diferentes hacia dicho fin.
¿Puede la razón natural de cada hombre suministrar este principio directivo? Podría si
el hombre estuviera destinado a vivir solo, pero no si es un animal social y político.
Donde haya muchos hombres juntos, con cada uno mirando tras sus propios
intereses, la multitud se partirá y dispersara. Una posible objeción al argumento de
Tomás es que, como los economistas han mostrado, la acción independiente puede
organizar algunas cosas−tales como la producción y el intercambio−mucho más
eficientemente que la coordinación central. Sin embargo, incluso un mercado
competitivo auto-organizado tiene la necesidad de un mínimo principio directivo, pues
alguien debe decidir qué clase de cosas pueden ser la propiedad de alguien en primer
lugar, y alguien debe también tener la autoridad de hacer e imponer las reglas en
contra de la fuerza y el fraude.
¿Es el nombre un animal social y político? Sí, porque (1) ningún hombre se puede
procurar todas las necesidades de la vida por su propio trabajo sin ayuda, y (2) ningún
hombre puede alcanzar un conocimiento de todas las cosas necesarias para la vida
por su propia razón sin ayuda. Evidencia adicional es que (3) el hombre se comunica
con su clase más completamente, a través del lenguaje, que ningún otro animal
social.
¿Qué puede entonces suministrar a la sociedad su principio directivo? Un sólo
hombre gobernando para el bien común. Él debe considerar el bien común porque (1)
gobierna sobre hombres libres, no esclavos, y (2) los hombres libres existen por su
propio bien, no por el bien de otro. Tal hombre es llamado un rey.
¿Sobre qué tipo de sociedad idealmente gobierna? Sobre una que sea “suficiente
para sí misma para procurar las necesidades de la vida”. Tal comunidad es llamada
“perfecta”. ¿Es sólo un tipo de sociedad perfecta? No; la ciudad es auto-suficiente,
pero la provincia es incluso más porque las ciudades dentro de ella pueden proveer
mutua seguridad contra los enemigos.
¿Esto significa que hay sólo una forma justa de gobierno? No, hay tres: (1)
monarquía, (2) aristocracia, y (3) timocracia. Las formas injustas correspondientes son
la (1) tiranía, (2) oligarquía, y (3) democracia. Pero el hecho que más de una forma de
gobierno puede ser justa plantea la cuestión a la que pasamos a continuación: ¿Cuál
es mejor?
Sobre si es más conveniente para una ciudad o provincia ser gobernada por un
hombre o por muchos. Argumento del propósito del gobierno: “Ahora el bienestar y la
seguridad de una multitud formada en (formed into) una sociedad yace en su unidad,
que se llama paz... La mayor preocupación del gobernante de una multitud, entonces,
es procurar la unidad de la paz”. Pero el gobierno de un hombre es más conductivo a
la unidad. Sabemos esto porque (1) “lo que es en sí mismo uno puede traer la paz
más eficazmente que varios−tal como la causa más eficaz del calor es aquello que es
por naturaleza caliente”, y (2) “varias personas no pueden de forma alguna preservar
la estabilidad de la comunidad si están en total desacuerdo”.
Argumento de la naturaleza: Ahora “las cosas artificiales son una imitación de las
cosas naturales y una obra de arte es mejor a medida que logre una mayor similitud
de lo que hay en la naturaleza”. Pero toda gobernación natural es gobernación de
uno. Sabemos esto porque (1) el principio abstracto de que “toda multitud se deriva de
la unidad”, y (2) muchos ejemplos.
Argumento de la experiencia: Las provincias y ciudades que son gobernadas por
muchos son “desgarradas por disensiones y echadas arriba (tossed above) sin paz”,
mientras que aquellas que son gobernadas por un rey “gozan de paz, florecen en
justicia, y se deleitan en prosperidad”. La bondad de la monarquía plantea la cuestión
de la bondad o maldad de la tiranía.
Que el dominio de la tiranía es lo peor: Argumento de contrarios: Juzgando por el
criterio del número que gobierna, la tiranía es lo contrario a la monarquía, la oligarquía
lo contrario a la aristocracia y la democracia lo contrario a la timocracia. Ya hemos
visto que la monarquía es la mejor forma de gobierno. Pero “lo contrario de lo mejor
es lo peor”. En consecuencia, la tiranía es lo peor.
Argumento de la eficacia: “Tal como es más útil para una fuerza operando por un bien
estar más unida, para que puede trabajar bien más efectivamente, también una fuerza
operando para el mal es más dañina cuando es una que cuando está dividida”. Pero
el más unido de los gobiernos injustos es la tiranía. En consecuencia la tiranía es
peor.
Argumento del número de beneficiarios: Mientras más se aleje un gobernante del bien
común, más injusto será su gobierno. Mientras menor sea el número de personas
cuya ventaja se busque, mayor será la partida del bien común. Pero el número de
personas cuya ventaja es buscada es menor bajo la tiranía. En consecuencia la tiranía
es peor.
Argumento del orden de la divina providencia: “Si el gobierno debe alejarse de la
justicia, es más conveniente que sea un gobierno de muchos, de manera tal que sea
más débil y que los muchos se estorben los unos a los otros”. Este argumento tiene la
misma forma que el argumento de la eficacia pero es pedido por una consideración
diferente: el orden de la divina providencia, en cuyo “bien sobreviene de una causa
perfecta... cuyo mal resulta de cualquier defecto parcial”.
Argumento de males resultantes: Muchos males vienen de la tiranía, incluyendo: (1)
incautación de bienes, (2) derramamiento de sangre, (3) siembra de discordias, (4)
estorbos deliberados a la virtud debido a la sospecha y (5) desaliento incidental de la
virtud debido al temor. El mal de la tiranía plantea la siguiente cuestión que Tomás
considera: ¿Por qué la monarquía, su contrario, es odiada por tanta gente?
Por qué la dignidad real se hace odiosa para los súbditos. (1) Reconocimiento del
riesgo: “Ambos el mejor y el peor gobierno están latentes en... el gobierno de un
hombre”, y la gente reconoce esto. (2) Sospecha de fraude: La tiranía es a veces
ejercida “bajo el manto de dignidad real”. (3) Alienación: Cuando los hombres viven
bajo un rey, a veces atienden el bien común “como si perteneciera a otro”, pero
cuando son gobernados por muchos, “cada hombre atiende al bien común como si
fuera el suyo”. Las siguientes dos partes de la discusión de Tomás pueden leerse
como una crítica de esta actitud popular.
Que es un mal menor cuando una monarquía se convierte en tiranía que cuando una
aristocracia se vuelve corrupta. Muchos lectores se quedan perplejos cuando llegan a
esta parte de la discusión de Tomás, pues en ella parece repudiar sus afirmaciones
previas de que la tiranía es la peor forma de gobierno. En realidad no hace tal cosa;
continúa subrayando que una mayor profundidad de mal puede alcanzarse mediante
la tiranía que por cualquier otra forma de gobierno.
Sin embargo, en esta parte de la discusión de Tomás no estamos considerando lo que
puede pasar sino lo que usualmente pasa cuando los regímenes particulares se
corrompen. Las tiranías que suceden a las monarquías usualmente no alcanzan su
límite de depravación. Esas oligarquías y democracias que suceden a las
aristocracias y las timocracias usualmente alcanzan los suyos. La poliarquía es
gobierno de grupo−cualquier forma de gobierno−, ya sea aristocracia, timocracia,
oligarquía o democracia en la cual el gobierno es de más de uno.
Argumento de la pérdida de unidad: La poliarquía engendra disensión, que es
contraria al principio del bien social−la paz. “Un tirano−de otro lado, no destruye este
bien; en cambio el interés individual de uno u otro de sus súbditos”. Sin embargo, esto
no se aplica a los tiranos extremos, los que, en su “ira contra toda la comunidad”,
infligen los cinco males antes mencionados: “sembrar discordias entre la gente,
fomentar cualquiera que haya surgido, y prohibir cualquier cosa que promueva la
sociedad y la co-operación entre los hombres”.
Argumento de la probabilidad de la corrupción: Es más probable que la poliarquía
degenere a que la monarquía lo haga, porque (1) bajo la poliarquía hay más
gobernantes, y (2) sólo uno de ellos tiene que desertar del bien común para que
ocurra el mal de la disensión. Más aún, incluso cuando un rey se aleja del bien
común, “no se sigue inmediatamente que también proceda a la total opresión de sus
súbditos”.
Argumento del camino a la corrupción: Cuando las poliarquías degeneran, tienden a ir
hasta la tiranía porque la disensión usualmente culmina en la toma del poder por uno.
De hecho, este es el camino más típico en que las tiranías surjan.
Es irónico que la razón más fuerte por la que la gente encuentra desagradable a la
monarquía sea el temor de que pueda degenerar en tiranía. Como vemos ahora, es
más probable que la tiranía surja de la degeneración de la poliarquía que de la
degeneración de la monarquía. Pero la posibilidad de la tiranía plantea la cuestión de
cómo puede prevenirse o remediarse.
Como tomar provisiones para que el rey no caiga en la tiranía. Selección cuidadosa:
El hombre elegido para ser rey debe ser tan virtuoso que sea improbable que se
convierta en tirano.
Precauciones constitucionales: El gobierno debe ser organizado de tal manera que (1)
sea poco probable que el rey se aleje del bien común y (2) he sea menos capaz de
tiranizar si lo hace.
En Sobre la Monarquía Tomás no precisa, y quizá no lo haya elaborado, apenas qué
tipo de arreglos pueden alcanzar estas metas. En la Summa Teológica I-II, Pregunta
105, ha razonado a su manera hacia una monarquía mixta, la que de hecho es un tipo
de timocracia: “siendo parcialmente reino, dado que hay uno a la cabeza de todo;
parcialmente aristocracia, en la medida en que se coloca a un número de personas en
la autoridad; parcialmente democracia, es decir, gobierno por el pueblo, en la medida
en que los gobernantes pueden ser elegidos de entre la gente y la gente tiene el
derecho de elegir a sus gobernantes.”
Nota que tal gobierno balancea no sólo diferentes clases sociales pero también
diferentes principios que son todos necesarios para el buen gobierno: en el rey,
unidad; en el consejo de dignatarios subordinados, sabiduría; en ambos de manera
conjunta, virtud; y en la asamblea del pueblo, consenso, que es el privilegio de la
libertad. Algo así fue el objetivo no sólo de los pensadores romanos como Polibio y
Cicerón, pero también de los pensadores americanos como Hamilton y Madison.

Ideal Tomista República República Americana


Romana

Elemento Rey Cónsules Presidente


monárquico

Elemento Dignatarios Senado Senado


aristocrático subordinados

Elemento Asambleas del pueblo Asambleas del Casa de


democrático pueblo Representantes

La forma en que el Tratado de la Ley, Pregunta 105, usa el término democracia en


esta discusión puede también ser desconcertante pues parece presentar a la
democracia como una de las buenas formas de gobierno, en lugar de las malas. Esto
es precisamente correcto. Sobre la Monarquía usa el término en el sentido
Aristotélico, el cual fue discutido con anterioridad y que fue diagramado como sigue:

Bien común Interés egoísta

Uno Monarquía Tiranía

Pocos Aristocracia Oligarquía

Muchos Politeia, también llamada Timocracia Democracia

Pero la Summa Teológica I-II, Pregunta 105, lo usa en el sentido romano, el cual es
mejor diagramado como sigue:

Bien común Interés egoísta

Uno Monarquía Tiranía

Pocos Aristocracia Oligarquía

Muchos Democracia Oligarquía, el gobierno de la turba

Mixto Politeia ________

Remedios: ¿Qué debe hacerse si el gobierno degenera en tiranía a pesar de las


precauciones que Tomás recomienda? Hay muchos casos.
Tiranía leve: Es más conveniente tolerar que oponerse a una tiranía leve, pues los
males son probables ya sea que la revuelta es exitosa o no. Si fracasa, puede
provocar que el tirano entre en una mayor ira. Si es exitosa, entonces (1) el pueblo
puede ser privada de unidad por el surgimiento de facciones, y (2) su líder puede
apoderarse de la tiranía para él mismo. En el último caso, es probable que la nueva
tiranía sea incluso más dura que la vieja pues el nuevo tirano teme sufrir la misma
suerte.
Tiranía extrema−primera opinión: Algunos proponen el tiranicidio, y parece en
principio que hay un precedente bíblico en el asesinato del rey Eglón de Moab en
manos de Aod. Pero esta opinión debe ser rechazada porque (1) no es conforme a la
enseñanza apostólica, (2) Aod debe considerarse como alguien que asesinó a un
enemigo en lugar de a un gobernante y (3) si el asesinato fuera considerado como
una opción, será más a menudo ejercido por hombres malvados para matar a reyes
buenos que por hombres buenos para matar a tiranos.
Tiranía extrema−La opinión de Tomás: “Parece que proceder contra la crueldad de los
tiranos es una acción a ser tomada, no mediante la presunción privada de unos
pocos, pero en su lugar por la autoridad pública”. En consecuencia, aquellos que
tienen la autoridad de proveer un rey también tienen la autoridad de removerlo. En
algunos regímenes esto será el cuerpo completo del pueblo; en otros será una
autoridad mayor, por ejemplo, el emperador. Si no hay ayuda humana por venir, la
gente debe recurrir a Dios; pero “para merecer asegurar este beneficio de Dios, el
pueblo debe desistir del pecado, pues es por permiso divino que los hombres
malvados reciben el poder de gobernar como un castigo por el pecado”.
Nota cuánto respeto por el principio de la autoridad legítima une la respuesta de
Tomás al reinado ilegítimo en Sobre la Monarquía y su respuesta a las leyes injustas
en el Tratado.
Tal como las dos últimas partes proveyeron una crítica a la actitud popular hacia la
monarquía, la siguiente provee una crítica a la actitud del tirano hacia ella.
Qué ventajas prestadas a los reyes se pierden por el tirano. Irónicamente “las mismas
ventajas temporales por la que los tiranos abandonan la justicia trabajan para el
mayor beneficio de los reyes cuando guardan la justicia”. Vamos cómo trabaja Tomás
estas ideas.
(1) La amistad es supremamente deseable. La más digna de las cosas terrenales es
la amistad. (Compara la discusión de Tomás sobre la política y la amistad con la de
Aristóteles). (2) Los tiranos también la desean. Ni el más cruel tirano puede no anhelar
este placer. (3) Sin embargo los tiranos no lo pueden obtener. Todos los amigos están
unidos por algo que tienen en común. Pero cuando los tiranos buscan su propio
interés en lugar del bien común, no tienen nada en común con sus súbditos. (4) Los
reyes pueden obtenerlo. Puesto que los reyes buenos aman diligentemente a sus
súbditos, son a su vez amados por muchos de ellos. (5) Al obtenerlo, los reyes
obtienen también otro bien. “El gobierno del buen rey es estable, pues sus súbditos no
se rehúsan a exponerse a cualquier peligro en nombre de tales reyes”. (6) Pero este
bien también lo pierden los tiranos. La base de su gobierno es el miedo, no el amor.
Pero el miedo es un soporte débil, pues mientras más se use, (a) más provocará a
sus súbditos a rebelarse y (b) más desesperados estarán los rebeldes.

Preguntas para la reflexión


1. Tomás dice que si una ley no es promulgada no es realmente una ley en lo
absoluto. Pero como este capítulo ha argumentado, una ley que la gente no puede
entender es como una ley que nunca ha sido promulgada. ¿Qué puede sugerir este
hecho sobre la legitimidad de nuestro propio estado burocrático−en el que el Registro
Federal tiene decenas de miles de páginas de largo e incluso los reguladores no están
seguros sobre el significado de las reglas que imponen?
2. En sus Reflexiones sobre la Revolución en Francia, Edmundo Burke aprueba a
aquellos hombres eruditos que, “en lugar de explotar los prejuicios generales,
emplean su sagacidad para descubrir la sabiduría latente que prevalece en ellos. Si
encuentran lo que buscan, y rara vez fallan, ellos piensan que es más sabio continuar
con el prejuicio, con la razón involucrada, que desechar el manto del prejuicio y dejar
nada que no sea la razón desnuda”. Él añade en otro lugar del libro que el acuerdo
político del pueblo Inglés “me parece ser el resultado de una profunda reflexión, o más
bien el efecto feliz de seguir a la naturaleza, que es sabiduría sin reflexión, o por
encima de ella”. En estos pensamientos sobre la costumbre, ¿Burke está de acuerdo
con Tomás, en desacuerdo con Tomás, o de acuerdo en parte y en desacuerdo en
parte?
3. Tomás argumenta en Sobre la Monarquía que la razón para tener un rey es que “en
todas las cosas que están ordenadas hacia un fin en donde este u otro curso puede
ser adoptado, es necesario algún principio directivo a través del cual el debido fin
puede ser alcanzado por la ruta más directa”. ¿Quiere decir que el gobierno debe
manejar (o regular) todo? ¿Por qué sí o por qué no?
4. Muchos americanos creen que la “democracia representativa” es la única forma
justa de gobierno y que debe ser “exportada” a otras tierras. ¿Cómo respondería
Tomás? (Esta pregunta no es sobre si la democracia es superior a la monarquía, pues
como se explicó anteriormente, Tomás probablemente dice que nuestro gobierno es
una forma de monarquía).

Lima, diciembre de 2013

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