RESUMEN
El objetivo del presente texto es ahondar en los conceptos de responsabilidad y prudencia, con el
propósito de caracterizar un ideal normativo para el ejercicio de la psicología, en términos de
responsabilidad laboral. Para ello se realizará un acercamiento, desde el ámbito de la filosofía, al problema
de la responsabilidad con el fin de comprender, en términos generales, qué significa responder por el otro
y asumir un compromiso que, si bien se expresa en la vida laboral, permea todos los actos de la existencia.
Finalmente, se ahondará en el concepto de prudencia, ya que el desarrollo de esta virtud es clave para
fortalecer la capacidad de juicio que permite la toma de decisiones responsables.
El concepto de responsabilidad, junto a sus variables o aplicaciones, tiene una larga tradición en la
filosofía. Se lo encuentra en el pensamiento clásico, ligado al problema de las virtudes en Aristóteles y la
reflexión sobre la justicia y la ciudadanía en el pensamiento de Platón. Es una parte fundamental en las
reflexiones al interior de la cristiandad, así como de los trabajos construidos en el marco de las doctrinas
contractuales. De igual manera, es un tema relevante en aproximaciones que, más allá de la ética, tienen
que ver más bien con la discusión estética-política, esto es con el arte como herramienta o ejercicio de
responsabilidad política. Con motivo de las dos grandes guerras se convirtió en un problema fundamental
para la ciencia política y el derecho, esto a propósito de la imputación de responsabilidades, no solo a nivel
individual, sino también a nivel colectivo. En esta línea de pensamiento resultan fundamentales los aportes
realizados por filósofos como Jean Paul Sartre, Hannah Arendt, Karl Jaspers, entre otros. De lado de la
filosofía de la acción y la filosofía del lenguaje, en su raigambre analítica, también ha sido un concepto que
ha estado en el centro de álgidos debates. En la modernidad, sobre todo en la filosofía de Kant y la
discusión determinismo/libertad, constituyó una pieza clave para pensar el problema del diálogo entre la
metafísica y la ciencia.
La responsabilidad, de igual modo, ha estado presente en el pensamiento de tradiciones como la
inaugurada por la Escuela de Frankfurt, esto es, la teoría crítica de la sociedad que ya tiene tres
generaciones. Así mismo, hace parte de la reflexión de Foucault sobre el poder y los saberes; en el marco
de aproximaciones post-estructuralistas, sigue siendo un tema importante en filósofos como Gilles
Deleuze o Jacques Derrida. Uno de sus mayores desarrollos se encuentra en la aproximación
fenomenológica de Emmanuel Lévinas que se nutre, a su vez, de la mística judía, lo que nos habla de la
1
Este texto hace parte del cuerpo teórico de la investigación “Diagnóstico del registro, manejo y custodia de la
información en todos los campos del ejercicio profesional de la Psicología en Colombia” adelantada al interior del
Colegio Colombiano de Psicólogos.
2
christian.rubiano@urosario.edu.co Profesor Ética Universidad del Rosario. Estudiante Maestría U. Rosario. Filósofo
U. Rosario.
3
gmberrio@gmail.com, Psicóloga, Ma. en Bioética. Directora Ejecutiva de Tribunales, Colegio Colombiano de
Psicólogos.
Responsabilidad, Deliberación, Prudencia
Consideraciones para el ejercicio de la psicología
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influencia de este concepto en las tradiciones religiosas. Entre los contemporáneos cabe destacar
pensadores como Peter Singer, de influencia utilitarista, que ha llevado este concepto, en los marcos de
la bioética, a pensar los límites que constituye, por ejemplo, el problema de la responsabilidad con las
otras especies. En el marco del giro institucional, el problema de la responsabilidad se ha enfrentado a
nuevos territorios como el constituido por las empresas al interior del capitalismo; en esta línea resultan
fundamentales trabajos como los realizados por Adela Cortina a propósito de la responsabilidad social
empresarial. De igual manera, no se pueden dejar de mencionar los avances hechos desde aproximaciones
feministas por autoras como Simone de Beauvoir, Luce Irigaray, Judith Butler, entre otras.
Como el lector podrá notar se trata de un concepto sobre el cual se ha estado discutiendo por más
de dos mil años, hasta la actualidad, con gran esmero y productividad. Cientos, sino miles, son los autores
que se nos quedan por fuera de la lista esbozada y que, sin duda, forman parte importante del debate y
tienen mucho para decir. Dadas las condiciones, un estado del arte sobre el concepto no resulta una
posibilidad sensata y es que bien podrían dedicarse (y algunos lo hacen) tomos y tomos para analizar tan
solo una visión del concepto ligada a una época, a una de sus aplicaciones, o a un autor. De tal suerte,
cualquier aproximación que se realice necesariamente tendrá un sesgo doctrinal, o bien un interés
particular que, no hay duda, podría ser contra-argumentado por otra postura. Esta clarificación resulta
importante porque nos adentramos en un campo profundamente rico y complejo de discusión en el que
las respuestas no están dadas; antes bien, lo que tenemos cada vez más son dudas y preguntas.
No obstante, es necesario que el ejercicio sea productivo y clarificador. Con el objetivo de brindar
una aproximación al problema de la responsabilidad profesional, a continuación se realizará una lectura
del concepto de responsabilidad nutriéndonos, principalmente, de los trabajos de la tradición
fenomenológica existencial. No obstante, también nos remitiremos a otras tradiciones a fin de brindar un
panorama amplio de la discusión. El énfasis que se le dará a la lectura no implica que consideremos que
las otras interpretaciones del problema se encuentran erradas o que no puedan aportarnos. Todo lo
contrario, se trata simplemente de una elección que no es posible justificar con rigor en los marcos de este
texto ya que ello supondría un diálogo riguroso con otras tradiciones que, si bien es posible y necesario
hacer, no es el propósito de este escrito.
Sin embargo, en términos generales lo que podemos decir es que privilegiamos esta opción porque
la lectura que realiza esta tradición sobre el concepto de responsabilidad es compatible con algunas
concepciones que compartimos al interior del Colegio Colombiano de Psicólogos, como son el hecho de
que la vida humana tiene un valor al cual debe responderse con acciones concretas; el hecho de que, aun
teniendo en cuenta las fuerzas situaciones, las personas pueden elegir cómo actúan; y,
fundamentalmente, la concepción según la cual la responsabilidad no es algo que tan solo deba expresarse
en el marco del ejercicio laboral bajo el rótulo de responsabilidad profesional, sino que constituye un
principio de acción que involucra el grueso de nuestra vida.
Una manera de acercarse al problema de la responsabilidad que ha hecho carrera, sobre todo en la
filosofía analítica, tiene que ver con la reflexión sobre las condiciones necesarias y suficientes para su
imputación. ¿Cuándo es posible declarar a un sujeto, un grupo o una institución responsable por algo? En
esta aproximación, aunque hay muchos detalles en la especialización de las posturas, se puede señalar de
forma general que la responsabilidad es posible adjudicarla a propósito de una acción, con lo que se
desplaza el énfasis de la reflexión a la pregunta; ¿a qué hechos se les puede considerar acciones? La
mayoría de las tesis confluyen en la afirmación según la cual una acción es un hecho cuyo fundamento de
Si sabemos cuándo imputar responsabilidad por una acción, pero no qué es una acción responsable,
estamos muy lejos de poder plantear un ideal normativo para el ejercicio de una profesión o, en términos
más generales, para la vida misma. Para Sartre, no es posible pensar el problema de la acción y la
responsabilidad sin pensar, a su vez, el problema de la moral, esto es, el problema de nuestras relaciones
con los otros a propósito del sufrimiento. Su filosofía, que está fuertemente influenciada por la ontología
heideggeriana, puede leerse como una respuesta a las condiciones propias de la guerra, el sufrimiento y
la muerte. Para el autor, lo ocurrido durante las dos grandes guerras, en especial durante la Segunda, hace
necesario que la manera en que veníamos comprendiendo el mundo, las relaciones con los otros y a
nosotros mismos, sea modificada, debido a que han sido los antiguos valores los que, sumados a
condiciones estructurales y a propósito de ciertas coyunturas políticas, han llevado a la más terrible
destrucción que halló su máxima expresión en el campo de concentración de Auschwitz. Esta misma idea
será propuesta por la primera generación de la teoría crítica de la Escuela de Frankfurt, principalmente
por Theodor Adorno y Max Horkheimer (2007).
Para este grupo de pensadores los grandes eventos de violencia no son censurables por razones
cuantitativas, ya que el hecho de que sean millones los asesinatos o uno, no cambia la naturaleza del juicio.
El problema ante tales eventos es que son injustos y llevan al sufrimiento que no solo tiene que ver con el
daño físico, con la imposición de la muerte en sentido biológico, sino también con los daños psíquicos y la
imposición de la muerte en sentido social. Con el objetivo de hacer frente a este tipo de situaciones que,
la verdad sea dicha, siguen siendo cotidianas, se propone repensar la manera en que nos comprendemos
y apostar por el desarrollo de un concepto de responsabilidad en sentido amplio que dé cuenta de los
deberes que tenemos para con los otros y que han de expresarse, a través de acciones muy concretas, en
el grueso de nuestras prácticas.
Para Sartre, lo más básico de nuestra existencia y aquello que es la clave para caracterizar lo que
somos, es el hecho de que somos libres. Pero libertad no quiere decir que nosotros podamos realizar todo
lo que queremos, tal es un concepto romántico de libertad; se trata, más bien, de la noción según la cual
siempre nos resulta posible actuar de otro modo. Con esta definición del ser del hombre, Sartre rechaza
de tajo las metafísicas de la historia y el determinismo, esto es las ideas según las cuales la historia no es
sino la manifestación de un plan y nuestras acciones un curso necesario en la consecución de tal destino.
Para Sartre no hay una esencia que anteceda a la existencia del hombre y que determine lo que este ha
de ser. Para el autor, el hombre empieza por ser nada y solamente, como resultado de sus acciones, ha de
ser algo. Eso quiere decir que la existencia precede a la esencia y que somos lo que hacemos. En otras
palabras, que no es posible acudir a excusas para explicar nuestros actos y dejar de lado la asunción de
responsabilidades, ya que al ser libres somos nosotros quienes elegimos el sentido de nuestras acciones.
Por supuesto, eso no quiere decir que Sartre sea un pensador ingenuo que niegue la influencia de
las fuerzas situacionales en nuestras decisiones. Todo lo contrario, él afirma que nacemos al interior de
una historia que no es la nuestra y que guía nuestras posibilidades hacia ciertos territorios. El punto está,
más bien, en comprender que el hecho de que existan situaciones estructurales que nos imponen retos e
ideales particulares de acción, no significa que estamos condenados a seguir un curso particular de actos.
Para Sartre quien afirma que ha realizado algo porque ha sido llevado a ello sin la posibilidad de resistirse,
es una persona de mala fe que trata de negar su libertad con el propósito de no asumir la responsabilidad
que implican sus actos. Es importante notar que para Sartre toda acción es, por definición, intencional,
pero que no es de esta condición de donde se deriva la responsabilidad; para el autor, nosotros somos
responsables de nuestros actos, no porque sean el fruto de una intencionalidad, sino porque somos libres,
III
Para Emmanuel Lévinas (2012), desde una postura similar a la de Sartre pero con fundamentos
diferentes, la responsabilidad debe ser entendida de forma amplia como una respuesta ante los llamados
del otro. Responsabilizarse es responder a los llamados que el otro nos realiza. Para este autor, lo propio
de los totalitarismos que desencantaron el mundo fue la imposición de un "No" frente a los llamados del
prójimo; en respuesta a tales situaciones, él apuesta por el desarrollo de un "Sí". Según Emmanuel Lévinas,
el otro todo el tiempo nos está llamando para que lo acojamos, para que desarrollemos una política de la
hospitalidad en la que lo que le damos al otro no es resultado, como al interior de las relaciones guiadas
por el capitalismo, de lo que el otro nos puede dar a cambio, sino de su necesidad. Según el autor, el
llamado del otro es algo que trasciende la intencionalidad del lenguaje y se ubica de lado de la presencia
en el rostro. El otro nos habla sin palabras, nos habla con su sola presencia y es ésta el lugar de donde
emerge la demanda por el reconocimiento. Para Lévinas la ética no es otra cosa que brindar una respuesta
al llamado del otro antes de que éste, con palabras, realice cualquier pedido. La ética es un "Sí"
IV
La prudencia se refiere a la “capacidad que tiene una persona de deliberar bien acerca de las cosas
que son buenas y que conducen a la buena vida en general” (Garcés y Giraldo, 2013, p. 165). Sin embargo,
tener esta capacidad no implica, por sí mismo, obrar bien. Para el bien obrar se debe contar igualmente
con la voluntad de hacer bien las cosas y con principios e ideales que sirvan como normativas hacia las que
apunte la prudencia, en este caso el cuidado y el reconocimiento. La prudencia es una virtud, esto es una
disposición del sujeto para actuar de cierto modo. Empero, la prudencia “no es una virtud más, sino que
ha de verse como la madre de todas las virtudes éticas” (Vergara, 2015, p. 271). Etimológicamente
proviene del latín prudentia. Es definida por la Rae (2016) como “Templanza, cautela, moderación,
sensatez, buen juicio. Una de las cuatro virtudes cardinales (prudencia, justicia, fortaleza, templanza), que
consiste en discernir y distinguir lo que es bueno o malo, para seguirlo o huir de ello”.
Hay una cierta sabiduría popular que indica que "todo en exceso es malo"; detrás de esa frase que
suele pasar desapercibida, en realidad hay un cierto grado de verdad sobre el que ya había meditado
Aristóteles (2004), a propósito del problema de las virtudes. Para el filósofo no existen recetas que nos
puedan decir cómo vivir bien y alcanzar la felicidad, no hay modo de determinar de antemano lo que hay
que hacer en cada caso para tomar las mejores decisiones, no es posible que un método lo garantice, lo
que no significa, sin embargo, que no puedan dar importantes indicaciones. Para Aristóteles, la virtud no
es actuar de un modo particular sino saber hallar, en cada circunstancia, lo que constituye el justo medio
de las cosas. Así, por ejemplo, no es posible decir que para llevar una vida sana hay que comer 3 kilos de
carne a la semana y practicar 30 minutos de ejercicio todos los días; cada persona, dependiendo de sus
circunstancias, deberá encontrar las proporciones justas de acuerdo con sus necesidades. Lo que sí es un
hecho, no obstante, es que todos deben evitar los extremos; Aristóteles es muy claro en señalar que las
cosas se malogran por exceso o por defecto y que, por tanto, es necesario buscar el justo medio, pues allí
estará la clave de la vida virtuosa.
Todo en exceso es malo, ya lo había dicho Aristóteles; no obstante, lo que no dice el refrán, pero sí
el filósofo, es que no todo admite un justo medio. No es posible decir, por ejemplo, que la virtud está en
robar en la justa medida, o en lograr un término medio para el daño y el asesinato. Se puede decir que
todas aquellas cosas que generan sufrimiento, que niegan el reconocimiento, o bien que no son ejercicios
de cuidado, son cosas que no admiten un punto intermedio sino que, por principio, deben ser rechazadas.
Pero, ¿cómo realizar un ejercicio de cuidado y reconocimiento? Si no es posible determinar de antemano
cuáles son las acciones responsables aunque sí qué es una acción responsable, no tenemos otra opción
que realizar ejercicios deliberativos que sean altamente prudentes y que persigan de una serie de valores
normativos. Para el caso del psicólogo el ejercicio de la responsabilidad, que será facilitado por la toma de
decisiones deliberadas y prudentes, debe apuntar a dar cuenta de los principios de Justicia, No
Maleficencia, Beneficencia y Autonomía.
La prudencia nos señala que no es posible hacer lo mismo en todos los casos y que, incluso en casos
similares, siempre existirán variables que nos harán reconsiderar nuestras decisiones. Por ello, a lo que
apunta esta virtud que afecta a las otras (valentía, generosidad, modestia, etc.), es al desarrollo de un
ejercicio de ponderación en la búsqueda del justo medio. Pero no es posible hacer lo correcto simplemente
realizando un ejercicio de prudencia, pues ésta debe estar enfocada hacia la rectitud, es decir, apuntar a
otros valores que son su real marco de juego. La prudencia solo tiene sentido mientras no sea tan solo una
virtud intelectual, sino también una virtud moral que ayude a perseguir la realización de ciertos ideales
normativos que permitan el desarrollo de una vida buena en todas sus dimensiones.
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