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SI NO PUEDE CON LAS MATEMÁTICAS, ÚNASE A ELLAS

Por Sandra Benavides

A lo largo de nuestra vida hemos sido testigos de esfuerzos propios o ajenos por huir de las
matemáticas. Muchos se han sentido obligados a estudiarlas sin entender por qué lo hacen y varios
se han predispuesto cuando se las presentan como “el coco” de los contenidos escolares. Además
de esa mala fama, la aversión por esta ciencia suele surgir a temprana edad porque se relaciona
fácilmente con la frustración. Luego, cuando ya se es bachiller, muchos creen ingenuamente que no
volverán a saber nada de los números y sufren cuando empiezan a intuir que nunca será así. Si ese
es su caso, ¿por qué no deja a un lado esa consternación y acepta que las matemáticas siempre van
a estar ahí? Quizá debería intentar unirse al enemigo y sacar el máximo provecho de esa alianza.

Un primer paso para ponerse del lado de las matemáticas es descubrir de dónde viene su aversión
por ellas. Como mencionaba anteriormente, seguramente se deba a sus primeros años escolares,
pues allí es donde empezamos a ser evaluados y experimentamos la sensación de ser catalogados
como una nota: un aceptable, un insuficiente, un 3 sobre 5, etc. En diferentes asignaturas, como
biología o historia, cuando nos preguntan por un concepto o un hecho histórico, el éxito de nuestra
respuesta suele depender sólo de nuestra memoria y de si pusimos o no atención. Sin embargo, en
matemáticas, al pretender estimular el razonamiento lógico y abstracto, se lleva al estudiante a una
situación más exigente. Por ejemplo, según Paenza (2005), “cuando éramos pequeños, nada exhibía
mejor nuestra impotencia que un problema de matemática” (p. 208). Así pues, si su repulsión hacia
los números proviene de esas circunstancias, relájese, porque de alguna u otra forma, todos hemos
pasado por ahí.

El siguiente paso hacia su alianza con las matemáticas, es dejar de considerarlas difíciles. La mayoría
de las personas que tienen una imagen negativa de esta ciencia se consideran poco hábiles en ella,
y por tanto creen que es complicada. Sin embargo, es importante tener en cuenta que rara vez se
nos facilita algo que no nos resulta atractivo. Así pues, posiblemente el problema provenga del poco
interés que las personas sienten por los números. Con respecto a esto, Paenza (2005) opina que los
profesores terminan siendo los peores enemigos de las matemáticas cuando no logran estimular la
curiosidad que sus estudiantes necesitan para poder disfrutarlas. En este orden de ideas, no se culpe
por no sentir interés por las matemáticas; más bien procure despertarlo para que se le faciliten y
con esto logre cierto gusto por ellas.

Por último, es fundamental fortalecer su vínculo con la ciencia de los números aplicándola lo más
que pueda en su vida cotidiana. Es como cuando practicamos algún deporte: entre más nos
ejercitamos, más hábiles nos volvemos y eso a su vez genera más ganas de practicar. Sin embargo,
hay que tener ciertas precauciones. Por ejemplo, es imperativo que, así como cuando empezamos
una rutina deportiva y el entrenador nos programa ejercicios con poco peso o que requieren una
resistencia cardiovascular media-baja, hagamos lo mismo con nuestra práctica matemática,
proponiéndonos ejercicios sencillos y con una frecuencia moderada. Luego, cuando se acostumbre
a esas actividades, puede ir aumentando la dificultad y las repeticiones por semana y pronto podrá
observar que además de las destrezas que adquiere, obtiene diversión de esa rutina. Es posible que
incluso llegue a disfrutar del simple hecho de “pensar, imaginar caminos, disfrutar de la duda. Y en
todo caso, aprender a coexistir con el desconocimiento, pero siempre con la idea de derrotarlo, de
descubrir el velo que esconde la verdad” (Paenza, 2005, p.120).

En conclusión, si decide unirse al enemigo y cambiar la percepción negativa que tiene de las
matemáticas, siga los pasos aquí descritos y así logrará no sólo divertirse o aprender a razonar de
una forma más metódica, sino también contribuir con el desarrollo de la sociedad al convencerse
de que las matemáticas son una serie de convenios que posibilitan una convivencia armoniosa y que
definitivamente, mejoran nuestra calidad de vida.

Referencia

Paenza, A. (2005). Matemática…¿estás ahí? Sobre números, personajes, problemas y curiosidades.


Buenos Aires, Argentina: Siglo XXI Editores Argentina S.A.

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