MALFORMACIONES DE LA CABEZA Y
CUELLO
Autor
Docente
Chiclayo – Perú
2018
INTRODUCCIÓN
Nuestro cuerpo humano presenta una forma simétrica bilateral, esta forma es esencial
para el desarrollo de muchas acciones y está muy presente es las especies vivientes
de la naturaleza.
OBJETIVOS
Durante la infancia es muy frecuente encontrar alteraciones del desarrollo, las cuales
derivan de una deficiente formación de las estructuras anatómicas durante la
embriogénesis. Puede encontrarse un sinnúmero de alteraciones del desarrollo que
afectan la región bucal y maxilofacial. La gran mayoría de estas alteraciones han sido
catalogadas como síndromes de orden genético; sin embargo, no todas pueden
describirse como tales, pues existen anomalías del desarrollo que aparecen como
consecuencia de una deficiente embriogénesis de la región facial, provocando
alteraciones anatómicas y funcionales, pero que se apartan de componentes genéticos
y cromosómicos específicos. La secuencia malformativa de Pierre Robin es una de
ellas, ya que esta condición es producida por una afección inicial, de la cual derivarán
otras afecciones adicionales a nivel del paladar y de la mandíbula que ocasionarán en
el paciente dificultad para la alimentación y respiración.
Los procesos maxilares contribuirán a la formación del tercio medio de la cara y del
paladar duro y blando. Conforme crecen los procesos palatinos se desplazan hacia la
línea media. En la secuencia malformativa de Pierre Robin este evento embriológico
normal descrito con anterioridad se ve afectado y ocasiona una severa falta de
crecimiento mandibular, lo que impide que los procesos palatinos se aproximen y se
fusionen entre sí, debido a que la lengua no desciende y se interpone en el trayecto
normal de los procesos palatinos, generando en el paciente una fisura palatina
característica en forma de «U», así como un hipocrecimiento mandibular muy severo
que causa serias dificultades para la respiración y la alimentación. Para que se
configure el diagnóstico de secuencia malformativa de Pierre Robin debe haber
obligatoriamente tres signos clínicos: glosoptosis, micrognatia y hendidura palatina.
SIBDROME DE DIGEORGE
Las malformaciones cardíacas congénitas, presentes en más del 50% de los casos,
incluyen malformaciones conotruncales o defectos septales (tronco arterioso común,
tetralogía de Fallot, interrupción del arco aórtico, comunicación interventricular o
interauricular, etc.).
Más del 75% de los afectados presentan insuficiencia funcional del velo del paladar,
en ocasiones asociada a una hendidura del paladar (con poca frecuencia, paladar
hendido; excepcionalmente, labio leporino). La insuficiencia velo-palatina provoca
regurgitación a través de las fosas nasales del bebé. Es responsable de una voz
hipernasal.
En el 50% de los casos se observa hipocalcemia neonatal, que por lo general remite
con la edad, aunque puede reaparecer a cualquier edad o tras una infección, una
intervención quirúrgica o un embarazo.
Síndrome de Goldenharl.
La función del oído externo y medio es transmitir las ondas sonoras hacia el oído
interno, que las convertirá en impulsos nerviosos, además de registrar los cambios del
equilibrio.
SORDERA CONGÉNITA:
Puede deberse a un desarrollo anómalo del laberinto membranoso u óseo, así como a
anomalías de los huesecillos auditivos. La herencia recesiva es la causa más común
de sordera congénita pero la infección por el virus de la rubéola cerca del final del
periodo embrionario es un importante factor ambiental que puede causar desarrollo
anormal del órgano espiral y defectos de audición.
En el embrión, los ojos aparecen a los 22 días como un par de surcos poco profundos
a los lados del prosencéfalo. Al cerrarse el tubo neural, estos surcos forman unas
evaginaciones del prosencéfalo, las vesículas ópticas. Posteriormente, estas vesículas
entran en contacto con el ectodermo superficial e inducen cambios en el ectodermo
que son necesarios para la formación del cristalino. Poco tiempo después, la vesícula
óptica comienza a invaginarse y forma la cúpula óptica de pared doble. Al principio, las
capas interna y externa de esta cúpula están separadas por una luz, el espacio
intrarretiniano, esta luz desaparece pronto y las dos capas se unen. La invaginación no
se limita a la porción central de la cúpula, sino que también afecta a una parte de la
superficie interna que forma la fisura coroidea. La formación de esta fisura permite que
la arteria hialoidea llegue hasta la cámara interna del ojo. Durante la séptima semana,
los labios de la fisura coroidea se fusionan y la boca de la cúpula óptica se convierte
en una abertura circular, la futura pupila.
Al mismo tiempo, algunas células del ectodermo superficial, que inicialmente están en
contacto con la vesícula óptica, se someten a una elongación y forman la placoda
cristaliniana. Posteriormente, esta placoda se invagina para transformarse en la
vesícula del cristalino. Durante la quinta semana, la vesícula del cristalino pierde el
contacto con el ectodermo superficial y se deposita en la boca de la cúpula óptica.
Cuerpo vítreo.
El mesénquima no sólo rodea el primordio ocular desde el exterior, sino que también
invade el interior de la cúpula óptica a través de la fisura coroidea. Aquí forma los
vasos hialoideos, que durante la vida intrauterina irrigan el cristalino y forman la capa
vascular sobre la superficie interna de la retina. Además, forma una red delicada de
fibras entre el cristalino y la retina. Los espacios intersticiales de esta red se rellenan
posteriormente con una sustancia gelatinosa transparente para formar el cuerpo
vítreo. Los vasos hialoideos de esta zona son eliminados y desaparecen durante la
vida fetal, dejando en su lugar el conducto hialoideo.
Nervio óptico.
La cúpula óptica está conectada con el cerebro a través del tallo óptico, que tiene un
surco, la fisura coroidea, en la superficie ventral. En este surco se encuentran los
vasos hialoideos.
Las fibras nerviosas de la retina que retornan al cerebro se sitúan entre las células de
la pared interna del tallo. Durante la primera séptima semana, la fisura coroidea se
cierra y se forma un túnel estrecho en el interior del tallo óptico. A causa del número
creciente de fibras nerviosas, la pared interna del tallo crece y las paredes interna y
externa del tallo se fusionan. Las células de la capa interna proporcionan una red de
neuroglia que soporta las fibras del nervio óptico. Así, el tallo óptico se transforma en
el nervio óptico. En el centro contiene una porción de la arteria hialoidea, que más
tarde se llama arteria central de la retina. En el exterior, una continuación de la
coroides y la esclerótica, que son las capas de la piamadre, la aracnoides y la
duramadre del nervio, respectivamente, envuelven el nervio óptico.
- Anoftalmía. Es la ausencia congénita del ojo, que es bastante rara. Se forman los
párpados pero no el globo ocular. Este grave defecto suele ir acompañado de otras
anomalías craneocerebrales severas. En la anoftalmía primaria se interrumpe el
desarrollo ocular al principio de la cuarta semana, sin que se forme vesícula óptica. En
la anolftamía secundaria se suprime el desarrollo del prosencéfalo, lo que se asocia
entre otras anomalías a ausencia de uno o los dos ojos.
- Ciclopía. En esta anomalía muy infrecuente, los ojos están parcial o completamente
fusionados, formando un único ojo medio en el interior de una única órbita. Suele
haber una nariz tubular (probóscide) por encima del ojo. Parece deberse a una
supresión intensa de las estructuras cerebrales de la línea media, que se desarrollan a
partir de la parte craneal de la placa neural. La ciclopía se transmite con herencia
recesiva.