Alexy, Robert
Universidad de Kiel
Ponencia
Serie: Interdisciplinar
ÍNDICE
I. Modelos
1. El modelo de deducción
2. El modelo de decisión
3. El modelo hermenéutico
4. El modelo de coherencia
II. Teoría del Discurso del Derecho
1. El discurso práctico general
2. Institucionalización
III. La Argumentación Jurídica
1. Los distintos tipos de argumentos jurídicos
2. La fuerza de los argumentos
TEXTO
I. Modelos
El modelo de discurso de la argumentación jurídica es una reacción a los fallos o
deficiencias de otras concepciones o modelos alternativos. Los más importantes de
estos últimos son el modelo de deducción, el de decisión, el hermenéutico y el de
coherencia.
1. El modelo de deducción.
2. El modelo de decisión.
3. El modelo hermenéutico.
4. El modelo de coherencia.
El cuarto modelo gira en torno a una idea que ya constituía el principal punto de
interés de la concepción hermenéutica: la idea de la unidad sistémica o coherencia.
La coherencia es un elemento esencial de la racionalidad y como se demostrará, no
puede excluirse de la teoría del discurso jurídico racional (12). La idea de coherencia
se convierte en un modelo independiente únicamente cuando es la idea dominante.
En la historia de la jurisprudencia, esto ha sucedido una y otra vez. Históricamente, el
ejemplo más importante es el de la teoría Friedrich Carl von Savigny del "todo
orgánico" y de la "relación o interdependencia interna por la que los conceptos
jurídicos se convierten en una unidad mayor" (13). Entre las opiniones
contemporáneas, debe mencionarse especialmente la "teoría de la integridad" de
Ronald Dworkin que, en los aspectos metodológicos, es idéntica a la teoría de la
coherencia: "El derecho como unidad requiere que un juez verifique su interpretación
de cualquiera de las partes del gran sistema de estructuras políticas y decisiones de
su comunidad preguntándose si podría formar parte de una teoría coherente que
justifique el sistema en su conjunto" (14). Un modelo en el que la coherencia es el
único criterio, o incluso el más importante, y por lo tanto decisivo, para juzgar si una
interpretación es correcta, representaría en sus consecuencias la idea del holismo
jurídico, según el cual todas la premisas se encuentran incluidas u ocultas en el
sistema jurídico y sólo tienen que ser descubiertas (15). En contra de esta idea se
podría aducir, sin embargo, que lo que se ha institucionalizado como sistema jurídico
resulta siempre necesariamente incompleto. Al igual que cuando las normas no
pueden aplicarse por sí mismas, el sistema tampoco puede crear coherencia y
unidad. Para hacerlo, las personas y los procedimientos resultan necesarios. El
procedimiento necesario es el de la argumentación jurídica.
La revisión de los cuatro modelos demuestra que sería deseable contar con una
teoría de la argumentación jurídica que resuelva el problema de la interpretación
correcta o que por lo menos contribuya a encontrar una solución. El hecho de que
sea deseable no significa necesariamente que sea también posible. Existen dos
teorías posibles de la argumentación jurídica que no presentan ninguna dificultad: las
empíricas y las analíticas. Las teorías empíricas describen las argumentaciones
jurídicas que se han producido en realidad. Las analíticas intentan clasificar los
razonamientos utilizados en la argumentación jurídica y analizar su estructura.
Indudablemente, esto es sumamente importante. Sin embargo, no es suficiente para
responder la pregunta de si una interpretación es correcta o su concreción racional.
Esta pregunta exige una teoría normativa que permita por lo menos una cierta
valoración de la fuerza o peso de los distintos argumentos y de la racionalidad de la
argumentación jurídica. Esto es lo que pretende la teoría del discurso jurídico. La
teoría del discurso jurídico racional se crea incorporando la teoría del discurso
práctico general a la del sistema jurídico. Esta integración no supone la mera
aplicación al derecho de la teoría general del discurso, sino su desarrollo debido a
razones sistemáticas.
2. Institucionalización.
La naturaleza ideal de la teoría del discurso hace necesaria su integración en una
teoría del estado y del derecho. Esta unión significa bastante más que la simple
compensación de sus puntos débiles. Solamente mediante la unión de los elementos
institucionales o reales y de aquéllos de tipo no institucional o ideales, se puede crear
un sistema jurídico que satisfaga las exigencias de la racionalidad práctica.
Existen tres niveles de unión: el filosófico, el político y el jurídico. A nivel
filosófico, la necesidad de la existencia de un sistema jurídico al igual que las
exigencias básicas necesarias respecto al contenido y estructura se confirma con los
argumentos prácticos generales. Los puntos débiles del discurso práctico general
hacen necesaria la existencia de un sistema jurídico. La argumentación práctica
general no siempre conduce a resultados sobre los que existe un acuerdo general
(22), incluso en los casos en que es así, este hecho no garantiza su observancia de
forma generalizada. Sin embargo, los conflictos sociales no pueden resolverse con
normas contradictorias, y no puede exigirse la observancia de normas que pueden
ser violadas por cualquiera sin temor a la sanción. Este razonamiento hobbesiano
debe complementarse con otro de tipo Kantiano, que afirma que ningún sistema
jurídico puede justificarse en un discurso racional, excepto aquellos que cumplan las
exigencias básicas de la racionalidad práctica. Entre éstos están la garantía de los
derechos humanos fundamentales, la institucionalización de los procedimientos
democráticos y del estado de derecho. Por tanto, la teoría del discurso resulta ser la
teoría básica del estado constitucional democrático.
La importancia de la teoría del discurso a nivel político deriva del hecho de que
en un estado constitucional democrático la creación del derecho no se basa
únicamente en compromisos y actos institucionales. Más bien, se producen extensas
discusiones dentro y fuera de los procedimientos de creación del derecho, a pesar de
todas las deficiencias comunicativas de las democracias modernas. Solamente de
esta forma pueden unirse la legalidad y la legitimidad en el sentido de aceptación
racional.
A nivel jurídico, la unión de lo constitucional y de lo discursivo resulta necesaria
por dos razones. Por un lado, como ya se ha mencionado al hablar del modelo de
deducción, ningún sistema jurídico puede ser tan perfecto y tan completo como para
que sus normas definan necesariamente la solución de cualquier causa posible. Por
otro, cualquier resolución va asociada a la pretensión de corrección y racionalidad, y
es necesario intentar hacerla realidad si queremos que el sistema jurídico mantenga a
largo plazo su legitimidad y por consiguiente su aceptación. Este hecho tiene
consecuencias de gran alcance para la naturaleza de la argumentación jurídica.
Notas