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SESIÓN X

INSTITUCIONES DEL SIGLO XIII

10. 1 Las universidades


El nombre Universitas significaba originalmente lo mismo que corporación o comunidad de
personas agrupadas bajo cierto régimen, y era sinónimo de corpus, collegium, societas, etc.
Universitas no quería decir que ahí se enseñaran todas las disciplinas y hasta el siglo XIV no
empezó a usarse sola la palabra Universitas, sino que anteriormente se usaba la denominación
para estas instancias Studium generale.
Ahora bien, el origen de las universidades proviene de las escuelas episcopales, las
monásticas y las escuelas palatinas, donde se enseñaban principalmente las 7 artes liberales:
gramática, retórica y dialéctica (trívium) y la aritmética, astronomía, música y geometría
(cuatrivium), de aquí que las universidades vendrían siendo la evolución de éstas que se han
mencionado. Las universidades fueron adquiriendo su cientificidad y prestigio superior
porque iban respondiendo de buena manera a diversos cuestionamientos que iban surgiendo
de talante tanto filosófico como teológico.
También, para la creación de las universidades medievales influyeron ciertos profesores
ilustres, que dieron nombre a su cátedra y atrajeron a ella a numerosos alumnos de todas las
naciones, lo cual provocó la organización de estos y dio a la escuela el carácter de Studium
generale.
Las universidades tenían un carácter universal emanado en dos sentidos: en cuanto que
admitía estudiantes y maestros provenientes de todas las naciones, y en cuanto que daba
títulos o grados valederos universalmente y quien recibía la licencia docendi podía enseñar
en cualquier universidad de cualquier nación. Tal título no lo podía otorgar cualquier
personalidad, sino que tenía que ser una personalidad de influencia universal, por lo que
solían dirigirse al Papa (en ocasiones al emperador y/o al rey) para que con sus bulas ratificara
tal derecho. De aquí se puede mencionar que el Sumo Pontífice al ser el que vela por la pureza
de la doctrina él era una de las principales influencias para la erección, aprobación y
confirmación de las universidades.
La fecha de la Universidad más antigua no es posible precisarla, pero se puede hacer mención
de que en Salerno, Bolonia, París, Montpellier, Orleáns y Oxford se remontan al siglo XII.
Cabe destacar que en las Universidades se integra la Filosofía de Aristóteles, el Derecho
Romano, la Medicina, la Alquimia y la Historia Natural de los árabes, además se integra un
método escolástico denominado questio disputata que aportará mucho en el proceder
académico de la época.

10. 2 La Escolástica: Respuesta doctrinal sistemática


Las Universidades medievales fueron los alcázares de la llamada Escolástica. Scholasticus
significaba hombre erudito o instruido. En el siglo XII era llamado Scholasticus el
maestrescuela, generalmente un canónigo, que regía la escuela episcopal. De aquí la ciencia

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escolástica vino a ser concretamente la doctrina filosófica y teológica que se enseñaba en las
Universidades medievales.
Cabe destacar que los humanistas fueron los que tergiversaron el sentido del término,
otorgándole el sentido de sofistería, barbarie, etc. Tomando en cuenta la Filosofía escolástica
neta, su esencia se considera como el patrimonio de todos los pensadores de la Edad Media.
Ahora bien, la Filosofía escolástica es una filosofía cristiana que se orienta a la Teología para
servirle de instrumento racional en la explicación de los dogmas. Tal Filosofía era
preferentemente aristotélica, metódica y didáctica.
Algunos de los personajes más relevantes en dicha época son: 1
a) San Anselmo de Canterbury. Es considerado como el primer escolástico, además su
pensamiento lo pone como uno de los personajes más representativos de su época.
Sus obras Monologion y Proslogion incidieron en gran medida, pues en un marco
ontológico se presenta un argumento para probar la existencia de Dios.
b) Pedro Abelardo. Su pensamiento y actuar conllevó a generar una renovación en la
lógica y en la dialéctica, se dice que es uno de los fundadores del método escolástico
de la questio con una de sus obras.
c) San Alberto Magno. Tuvo una repercusión en el marco intelectual muy amplia, puesto
que fue el primero en introducir con la fe los textos aristotélicos, además de llevar a
cabo una traducción de los textos originales de Aristóteles.
d) Santo Tomás de Aquino. Es uno de los más relevantes teólogos de la época, cabe
destacar que fue alumno de San Alberto Magno. En su magna obra Summa
Theologiae aceptó el empirismo aristotélico y su teoría hilemórfica. De la filosofía
árabe, de Avicena tomó la distinción entre ser de esencia y el ser. El Aquinate genera
una serie de argumentos en el marco ontológico y teniendo como base la Filosofía de
Aristóteles para elaborar lo que es llamado las cinco vías para la demostración de
Dios, lo que ha sido fundamental para la filosofía cristiana en muchos siglos.
e) Duns Escoto. Alcanza una idea de Dios: el Ser Infinito, como una noción aprehendida
por camino metafísico; tomando como marco el sentido aristotélico como la ciencia
del ser en cuanto ser. Establece por tanto una independencia de la filosofía y la
teología.

10. 3 Los diversos movimientos heréticos: valdenses, albigenses, cátaros, etc.


La Iglesia en la época del siglo XI al siglo XII tuvo una proliferación de sectas que en cierto
sentido fueron a distorsionar tanto la doctrina como algunas prácticas de religiosidad en los
pueblos.
Podemos tener en cuenta que tanto en oriente como en occidente hubo génesis de errores
doctrinales y creación de herejías donde se tenían presentes ramificaciones de monofisismo2

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Sólo por mencionar algunos.
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Es una doctrina teológica que sostiene que en Jesús sólo está presente la naturaleza divina, pero no la humana.

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y monotelismo3. Además de esto anterior hubo una tendencia (principalmente en occidente)
de doctrinas panteísticas que se formaron por influencias de talante filosófico.
Los grupos heréticos más relevantes fueron:
a) Valdenses: Pedro Valdés (Valdo) era un mercader de Lyon del siglo XII que eligió llevar una
vida de pobreza y predicación. Enseguida se conformó alrededor suyo un grupo de seguidores
a los cuales el arzobispo de la ciudad, Guichard de Lyon, prohibió predicar. Valdo y los suyos
apelaron a Roma, donde el inglés Walter Map, haciendo uso de sutilezas teológicas los
ridiculizó. Si bien se les permitió a los valdenses conservar sus votos de pobreza, se les
prohibió predicar, salvo que las autoridades locales lo admitieran. A pesar de la oposición
del arzobispo local, a su regreso proclamaron su mensaje de pobreza y fe, por lo que fueron
condenados en el Concilio de Verona en 1184 y perseguidos en toda Europa, refugiándose
en los valles más altos de los Alpes. Allí se unieron a ellos lo que quedaba de los pobres
lombardos, movimiento muy similar al de los valdenses que padecían la misma situación.

b) Petrobrusianos: Pedro de Bruis, su fundador, admitía la autoridad doctrinal de los Evangelios


en su interpretación literal; a los demás escritos del Nuevo Testamento los consideraba
insignificantes, como de origen apostólico dudoso. A las epístolas del Nuevo Testamento les
asignó sólo un lugar subordinado como no provenientes de Jesucristo mismo. Rechazó el
Antiguo Testamento, así como la autoridad de los Padres y de la Iglesia. Su desprecio por la
Iglesia se extendía al clero, y predicaba y ejercía la violencia física en contra de sacerdotes y
monjes.

c) Los cátaros: Tal grupo herético tuvo su origen de la expansión de la doctrina maniquea, estos
consideraban a la Iglesia de Roma, desorientada y perdida en su primitiva esencia, con que
los primeros cristianos vivían su fe con sencillez, pobreza y humanismo, que según los
cátaros, habían perdido en gran manera, convirtiéndose en una religión, prepotente,
intransigente, cuyos fieles vivían en continuo temor al castigo divino por cualquier falta o
desvío de sus actos, que pudiera reportarles la condenación de sus almas, estaban los
cristianos obligados bajo pena de excomunión, obediencia ciega hacia los dogmas que la
Iglesia, consideraba inamovibles.

El catarismo era de tendencia monoteísta, que no obstante, creía en los dos principios
fundamentales el bien y el mal, el primero correspondía a la parte espiritual de la persona, y
el segundo constituía la parte física que el diablo intentaba dominar, esta dualidad estaba
siempre en constante lucha, hasta que la muerte con la destrucción del cuerpo, se liberaba del
demonio definitivamente, por ello los fieles nunca la temían, aun bajo los más terribles
sufrimientos.

Cabe decir que la mujer era considerada como un simple objeto de reproducción humana, sin
ninguna clase de derecho, pudiendo incluso el marido matarla en caso de adulterio. Los
cátaros consideraban que la mujer debía emanciparse, y aun considerando el amor carnal
como un pecado, no era así al tratarse de una mujer creyente. El bautizo era imprescindible,

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Para ellos si Cristo tenía, dos naturalezas, existían dos voluntades, pero la humana actuaba siempre de acuerdo
con la divina.

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para salvar el alma que debía ser pura, no admitían la idea cristiana del juicio final ni del
infierno eterno.

Eran llamados Buenos hombres, existiendo jerarquías para la administración del territorio,
estos eran los obispos acompañados de un Hijo mayor, como sucesor y un Hijo menor como
sucesor del mayor. Cada obispo al ser bautizado recibía el consolamiento comprometiéndose
a no caer nunca en pecado, los mismos obispos impartían dicho consolamiento a los
moribundos, para que así pudieran transmigrar a otro cuerpo más apropiado, para ofrecerle
la oportunidad de su salvación, caso de no ir al cielo directamente.

Otro miembro jerárquico era el de los Perfectos que obtenían tal nombramiento de su obispo
por medio del consolamiento, debiendo observar el cumplimiento de la doctrina cátara de
todos sus fieles, las mujeres también podían ser Perfectas, pero debían proceder de la
nobleza, al contrario de los hombres que podían ser nombrados, a partir de cualquier clase
social.

10.4 La Inquisición: su nacimiento, organización y finalidad socio-política


La Iglesia tiene el deber de mantener intacto el depósito de la fe cristiana, de ser maestra de
la verdad, de no permitir que la revelación divina se oscurezca o se falsee en la mente de los
fieles, pero ¿qué lo medios de dulzura y persuasión, predicación, enseñanza, amonestación,
etc., son suficientes para llevar a cabo su cometido? La Iglesia apelará entonces a las
censuras, privándole de los bines espirituales. La más grave de todas es la excomunión, que
aparta al obstinado de la comunión de los santos, amputándole del Cuerpo Místico de Cristo
y echándole del seno de la Iglesia.
Si a la Iglesia no le incumbiese el aplicar la última pena, posee por lo menos el derecho de
reclamar el concurso del brazo secular, o del Estado, exigiéndole poner los medios
coercitivos eficaces para impedir el error y la herejía cundan y se propaguen entre los fieles.
Hasta el siglo XII no piensan los Papas en que la herejía tiene que ser reprimida por la fuerza.
Es entonces cuando, alarmados por la invasión de predicadores ambulantes, que sembraban
la revolución religiosa y a veces también la revolución social, mandan a los príncipes y reyes
que procuren el exterminio de las sectas.
Así que Calixto II en el concilio de Toulouse (1119), canon 3, e Inocencio II en el de Letrán
(1139), canon 23, no contentos con excomulgar a los herejes, como se venía haciendo,
encargan su represión al Estado, represión que probabilísimamente se refería tan solo al
destierro o a la cárcel, de ningún modo a la pena de muerte.
Eugenio III, en el concilio de Reims (1148), influido por su maestro San Bernardo, se
contenta con que los reyes no den asilo a los herejes. Alejandro III, en 1162, dice que más
vale pecar por exceso de benignidad que de severidad. Al año siguiente, en el concilio de
Tours (1163), vista la perversidad de los albigenses, permite a los príncipes católicos que los
cojan presos, si pueden, y los priven de sus bienes. Y lo mismo viene a decir en el concilio
Lateranense III (1179), concediendo incluso indulgencias a los que tomen las armas para
oponerse virilmente a tantas ruinas y calamidades con que los cátaros, patarinos, y otros
perturbadores del orden público oprimen al pueblo cristiano.
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En esta línea de rigor fueron avanzando los Papas, impulsados, no por prejuicios dogmáticos,
sino por el peligro social de aquellos instantes y más de una vez contra sus propios
sentimientos.
En 1184 el papa Lucio III promulgó la decretal Ad abolendam en la que ordenó que se
establecieran tribunales episcopales en toda la cristiandad latina que se ocuparan de la herejía
cátara principalmente. En esta inquisición episcopal, refrendada en el Sínodo de Verona de
1184 por el papa Lucio III y el emperador Federico I Barbarroja, actuaban únicamente el
obispo y la autoridad civil de cada diócesis; se buscaba a los posibles herejes y de ser hallados
culpables, se les aplicaba la excomunión y el bando imperial con el destierro y la confiscación
de bienes, cabe mencionar que no se admitía todavía la pena de muerte.
La consideración de que los tribunales episcopales comunes habían fracasado en la
erradicación de la herejía, llevó al papa Gregorio IX a promulgar en 1231 la decretal Ille
humani generis por la que otorgaba al convento de la orden de los Dominicos de Regensburg
el poder de crear un tribunal inquisitorial.
Con esta decretal se creó un nuevo tipo de funcionario, un investigador cuya autoridad
derivaba directamente del papa, de cuya decisión no había apelación y que actuaba de
acuerdo con el modo eclesiástico tradicional del procedimiento inquisitorial. Otra razón para
la creación de la inquisición pontificia pudo ser evitar la exagerada intromisión del poder
civil en materia religiosa.
Así fue como nació la inquisición pontificia, una institución eclesiástica judicial que tiene
como misión investigar allí donde hayan surgido grupos heréticos para corregir su error
mediante la persuasión, la confesión y la penitencia y si persistieran en el mismo apartarlos
del pueblo cristiano entregándolos al brazo secular, a las autoridades civiles, porque la herejía
era considerada un delito de lesa majestad y como tal debía ser castigado.
Originariamente los inquisidores no estuvieron autorizados a utilizar la tortura contra los
herejes, pero en 1254 el papa Inocencio IV promulgó la constitución Ad extirpanda donde
tras proclamar que los heréticos eran ladrones y asesinos de almas, y que no debían ser
tratados mejor que si fuesen literalmente ladrones y asesinos, legaliza y reglamenta el uso de
la tortura en el proceso inquisitorial. A partir de entonces entra a formar parte del mismo,
aunque no es utilizada de forma sistemática y su uso está regulado minuciosamente, cuando
por ejemplo existen contradicciones entre ciertos testimonios y las primeras declaraciones
del acusado.

La herejía era un delito difícil de probar y además era un delito compartido, ya que los herejes
no existían individualmente, de ahí la necesidad de los inquisidores, reflejado en la propia
constitución Ad extirpanda, de conseguir los nombres de los otros herejes. En el siglo XIV
la jurisdicción francesa distinguía entre la question prèpartoire, la tortura aplicada para
obtener una confesión, y la question préalable, la tortura aplicada después de la confesión y
cuyo objetivo era obtener el nombre de los cómplices.

Asesor: Pbro. Ignacio Urquiza Camargo


Alumno: Cristian Abdallah Elías Delgado
Tacámbaro, Mich., a 11 de Abril del 2019

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