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Instituto de Expansión de la Consciencia Humana

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LAS CONDICIONES NECESARIAS Y SUFICIENTES


DEL CAMBIO TERAPÉUTICO DE PERSONALIDAD
(cap. 7 de “Desarrollo del Potencial Humano”, de J. Lafarga y J. Gómez,
vol. 1, Trillas, México, 1980)1

Carl R. Rogers

Durante muchos años me he entregado a la labor psicoterapéutica con individuos que


tienen problemas. Recientemente me he interesado cada vez más en el proceso de
abstraer de esa experiencia los principios generales que parecen estar incluidos en ella.
Me he esforzado por descubrir cualquier dirección, cualquier unidad que parezca
inherente al complejo y sutil tejido de la relación interpersonal en la que he estado tan
inmerso en la labor terapéutica. Parte de este interés es el intento de describir, en
términos formales, una teoría de la psicoterapia y de las relaciones interpersonales que
abarque y contenga el fenómeno de mi experiencia. En este artículo deseo tomar un
pequeño segmento de esa teoría, deletrearlo más completamente, y examinar su
significado y utilidad.

El Problema

La pregunta a la que quiero dirigirme es la siguiente: ¿es posible formular, en términos


claramente definibles y medibles, las condiciones psicológicas que son tanto necesarias
como suficientes para producir un cambio constructivo en la personalidad? En otras
palabras, ¿sabemos con cierta precisión cuáles son los elementos esenciales si ha de
aparecer el cambio psicoterapéutico?

Antes de proceder con la tarea principal, permítaseme considerar brevemente la


segunda parte de la pregunta. ¿Qué se quiere decir con frases como "cambio
psicoterapéutico” o "cambio constructivo de la personalidad”? Este problema también
merece una consideración seria y profunda, pero por el momento permítaseme sugerir
un tipo de significado de sentido común con el que tal vez podamos concordar para los
propósitos de este artículo. Con estas frases se quiere decir: un cambio en la estructura
1
Originalmente publicado en el Journal of Consulting Psychology, vol. 33, 1, Febrero 1957.
2

de personalidad del individuo, en los niveles superficial y profundo, en una dirección


en que los clínicos estarían de acuerdo en que significa mayor integración, menos
conflicto interno, más energía utilizable para una vida efectiva; cambio en la conducta
que se aleja de conductas que generalmente se consideran inmaduras y que va hacia
conductas consideradas maduras. Esta breve descripción puede bastar para indicar el
tipo de cambio para el cual estamos considerando estas precondiciones. También puede
sugerir la manera en que este criterio de cambio puede determinarse.

Las Condiciones

Al haber considerado mi propia experiencia clínica y la de mis colegas, junto con la


investigación pertinente de que disponemos, he formulado varias condiciones que me
parecen necesarias para iniciar el cambio constructivo de personalidad y que, en
conjunto, parecen suficientes para iniciar este proceso. Al examinar este problema, me he
sorprendido ante la simplicidad de lo que ha surgido. La exposición siguiente es
propuesta no con alguna seguridad en cuanto a su corrección, sino con la esperanza de
que tendrá el valor de cualquier teoría. Es decir, que formula o implica una serie de
hipótesis abiertas para ser probadas o refutadas, aclarando y extendiendo así nuestro
conocimiento del campo.

Ya que en este artículo no trato de provocar suspenso, formularé de una vez, en


términos severamente rigurosos y resumidos, las condiciones que he llegado a
considerar básicas en el proceso del cambio de personalidad. El significado de algunos
de los términos no es inmediatamente evidente, pero será aclarado en las secciones que
siguen. Se espera que esta breve formulación tenga mucho más significado para el lector
cuando haya terminado el artículo. Sin mayor introducción, permítaseme exponer la
posición teórica básica.

Para que ocurra un cambio constructivo de personalidad, es necesario que estas


condiciones existan y permanezcan durante cierto tiempo:

1. Dos personas están en contacto psicológico.


2. La primera, a quien llamaremos paciente, se halla en un estado de incongruencia,
sintiéndose vulnerable o ansioso.
3. La segunda persona, a quien llamaremos terapeuta, es congruente o integrada en la
relación.
4. El terapeuta experimenta un aprecio positivo incondicional por el paciente.
5. El terapeuta experimenta una comprensión empática del marco de referencia interno
del paciente y se esfuerza por comunicarle a éste tal experiencia.
6. La comunicación al paciente de la comprensión empática y el aprecio positivo
incondicional del terapeuta se logra en un grado al menos mínimo.
3

No se necesitan otras condiciones. Si existen éstas y permanecen durante cierto tiempo,


es suficiente. A esto sigue el proceso del cambio constructivo de personalidad.

Una Relación

La primera condición específica que debe existir es una relación mínima, un contacto
psicológico. Planteo la hipótesis de que el cambio positivo significativo de personalidad
ocurre sólo en una relación. Desde luego, ésta es una hipótesis y puede ser refutada.

Las condiciones 2 a 6 definen las características de la relación que son consideradas


esenciales al definir las características necesarias de cada persona en la relación. En esta
primera condición se quiere especificar que las dos personas están, hasta cierto punto,
en contacto, que cada una produce en el campo experiencial de la otra cierta diferencia
perceptible. Probablemente es suficiente si cada uno produce una diferencia
“subcedida", aunque el individuo puede no estar conscientemente enterado de este
impacto. Así, podría ser difícil saber si un paciente catatónico percibe que la presencia
del terapeuta produce una diferencia -en cualquier sentido-, pero es casi seguro que en
cierto nivel orgánico sí siente esta diferencia.

Excepto en una situación límite como la que acabo de mencionar, sería relativamente
fácil definir esta condición en términos operacionales y así determinar, desde el punto
de vista de la investigación estricta, si la condición existe o no. El método más simple de
determinación implica sencillamente la consciencia, tanto del paciente como del
terapeuta. Si cada uno está consciente de hallarse en un contacto personal o psicológico
con el otro, entonces esta condición se cumple.

Esta primera condición del cambio terapéutico es tan simple que tal vez debería
señalarse como suposición o precondición, para separarla de las siguientes. De todas
maneras, sin ella los temas restantes no tendrían significado alguno, y ésa es la razón
por la que se la incluye.

Estado del paciente

Se especificó que es necesario que el paciente se encuentre "en un estado de


incongruencia, hallándose vulnerable o ansioso". ¿Cuál es el significado de estos
términos?

La incongruencia es un concepto básico en la teoría que estamos describiendo. Se refiere


a una discrepancia entre la experiencia real del organismo y el cuadro del self del
individuo en tanto representa a esa experiencia. Así, un estudiante puede experienciar, a
un nivel organísmico o total, miedo a la universidad y a los exámenes que se presentan
en el tercer piso de un edificio determinado, ya que esto puede demostrar una
inadecuación fundamental en él. En vista de que dicho miedo de su insuficiencia está
4

decididamente fuera de su concepto de sí mismo, esta experiencia es representada (de


modo distorsionado) en su consciencia como un miedo irracional de subir las escaleras
de ese edificio, o de cualquier edificio, y pronto un miedo irracional de cruzar un campo
abierto. Así, existe una discrepancia fundamental entre el significado experienciado de
la situación como lo registra en su organismo y la representación simbólica de esa
experiencia en la consciencia, de manera que no crea conflicto con el cuadro que tiene de
sí mismo. En este caso, admitir un miedo de inadecuación sería contradecir el cuadro
que mantiene de sí mismo: admitir miedos incomprensibles no contradice su
autoconcepto.

Otro caso sería el de la madre que desarrolla enfermedades indefinidas cada vez que su
único hijo hace planes para abandonar la casa. El deseo real es aferrarse a su única
fuente de satisfacción. Percibir esto en la consciencia sería incongruente con el cuadro
que mantiene de sí misma como una buena madre; no obstante, la enfermedad es
congruente con su autoconcepto, y la experiencia es simbolizada en esta forma
distorsionada. Así, de nuevo existe una incongruencia básica entre el self tal como se
percibe (en este caso, como una madre enferma necesitada de atención) y la experiencia
real (en este caso, el deseo de aferrarse a su hijo).

Cuando el individuo no se da cuenta de dicha incongruencia en sí mismo, entonces es


simplemente vulnerable a la posibilidad de ansiedad y desorganización. Alguna
experiencia podría ocurrir en forma tan repentina o tan obvia que la incongruencia no
podría ser negada; por tanto, la persona es vulnerable a dicha posibilidad.

Si el individuo percibe oscuramente dicha experiencia en él mismo, entonces ocurre un


estado de tensión conocido como ansiedad. No se necesita que la experiencia sea
percibida con claridad; es suficiente que sea subcedida -esto es, reconocida como
amenazante para el self sin ningún conocimiento del contenido de esa amenaza. En
terapia, esa ansiedad se ve a menudo cuando el individuo se acerca a la consciencia de
algún elemento de su experiencia que está en marcada contradicción con su
autoconcepto.

No es fácil dar una definición operacional precisa a esta segunda condición, mas en
cierto grado ya se ha logrado. Algunos investigadores han definido el autoconcepto
mediante una clasificación Q (Q sort) que el individuo hace de una lista de ítemes
referentes al self. Esto da una visión operacional del self. La experienciación total del
individuo es más difícil de captar. Chodorkoff (2) la ha definido como una clasificación
Q hecha por un clínico que clasifica independientemente los mismos ítemes referentes al
self, basando esta clasificación en la imagen que ha obtenido del individuo mediante los
tests proyectivos. Así, su clasificación incluye elementos tanto conscientes como
inconscientes de la experiencia del individuo, representando así (de manera reconocida
como imperfecta) la totalidad de la experiencia del paciente. La correlación de la
incongruencia entre el self y la experiencia; desde luego, una correlación baja o negativa
representa un alto grado de incongruencia.
5

Autenticidad del terapeuta en la relación

La tercera condición es que el terapeuta debe ser, dentro de los confines de la relación,
una persona congruente, genuina e integrada. Esto significa que, dentro de la relación, él
es libre y profundamente él mismo, con su experiencia real exactamente representada
por su consciencia de sí mismo. Esto es lo opuesto a la presentación de una fachada, ya
sea dándose cuenta o no de esto.

No es necesario, ni tampoco posible, que el terapeuta sea un modelo que muestre este
grado de integración, de totalidad, en cada aspecto de su vida. Es suficiente que sea
exactamente él mismo en la hora de esta relación, que en tal sentido básico él es lo que
realmente es, en este lapso de tiempo.

Debería ser evidente que esto incluye ser él mismo aún en formas que no son
consideradas como ideales en psicoterapia. Su experiencia puede ser “tengo miedo de este
paciente”, o “mi atención está tan enfocada en mis propios problemas que apenas puedo
escucharlo”. Si el terapeuta no niega estos sentimientos a la consciencia, sino que es capaz
de ser sus sentimientos con libertad (así como ser sus otros sentimientos), entonces se
cumple la condición mencionada.

Nos apartaríamos demasiado del asunto si consideráramos la inquietante cuestión


referente al grado en que el terapeuta comunica al paciente en forma abierta esta
realidad dentro de sí mismo. Ciertamente, el propósito no es que el terapeuta hable o
exprese sus propios sentimientos, sino sobre todo que no esté engañando a su paciente
en lo que respecta a sí mismo. En ocasiones puede necesitar expresar algunos de sus
propios sentimientos (ya sea a su paciente o a algún colega o supervisor) si se
interponen en el camino de las dos condiciones siguientes.

No es demasiado difícil sugerir una definición operacional de esta tercera condición. De


nuevo recurrimos a la técnica Q. Si el terapeuta·clasifica una serie de ítemes pertinentes
a la relación (utilizando una lista similar a la que elaboraron Fiedler (3, 4) y Bown (1)), se
dará su percepción de su experiencia en la relación. Si varios jueces que hayan
observado la entrevista o escuchado una grabación de ella (o visto una película sonora
de ella) clasifican los mismos ítemes para representar su percepción de la relación, esta
segunda clasificación captará aquellos elementos de la conducta del terapeuta y las
actitudes inferidas de las cuales él no se da cuenta, así como de las que se·da cuenta. De
este modo, una alta correlación entre la clasificación del observador representaría, en
forma cruda, una definición operacional de la congruencia o integración del terapeuta
en la relación; y una correlación baja representaría lo contrario.

Aprecio positivo incondicional


6

Hasta el punto en que el terapeuta se encuentra a sí mismo experimentando una


aceptación cálida de la experiencia del paciente como parte de éste, está experimentando
un aprecio positivo incondicional. Este concepto lo ha ideado Standal (8). Significa que
no existen condiciones de aceptación, ningún sentimiento de "te quiero solamente si eres
esto y esto otro”. Significa una "apreciación" de la persona, en el sentido en que Dewey ha
empleado el término.

Se encuentra en el polo opuesto de una actitud evaluativa selectiva: "Eres malo en estos
aspectos, bueno en aquellos”. Implica el mismo sentimiento de aceptación de la expresión
por parte del paciente, de sentimientos negativos, "malos", dolorosos, de temor,
defensivos y anormales, así como por la expresión de sentimientos “buenos”, positivos,
maduros, de confianza, sociales, la misma aceptación de las formas en que es
incongruente como de las formas en que es congruente. Significa un interés por el
paciente como persona aparte, con permiso de tener sus propios sentimientos, sus
propias experiencias. Un paciente describe al terapeuta como “fomentando mi posesión
de mi propia experiencia… que (ésta) es mi experiencia y que realmente la estoy
teniendo: pensar lo que pienso, sentir lo que siento, querer lo que quiero, temer lo que
temo: ningún “con tal que", "pero" o “no es cierto”. Éste es el tipo de aceptación que
hipotéticamente es necesaria si ha de ocurrir el cambio de personalidad.

Al igual que las dos condiciones previas, la cuarta condición es una cuestión de grado 2,
como es de inmediato evidente si intentamos definirla en términos de operaciones
específicas de investigación. Un método para definirla sería considerar la clasificación Q
para la relación, tal como se describió en la condición 3. Hasta el punto en que los ítemes
que expresan un aprecio positivo incondicional son clasificados como característicos de
la relación, tanto por el terapeuta como por los observadores, se podría decir que el
aprecio positivo incondicional existe. Tales ítemes podrían incluír afirmaciones como:
"No siento ningún repulsión respecto a lo que el paciente dice”, “No siento aprobación ni
desaprobación del paciente y sus declaraciones -simplemente aceptación"; “Siento afecto hacia el
paciente -hacia sus debilidades o deficiencias y problemas, así como hacia sus potencialidades",
"No me inclino a formular un juicio sobre lo que el paciente me dice", "Me agrada el paciente",
etc. Hacia el punto en que tanto el terapeuta como los observadores perciban estos
ítemes como característicos, o sus opuestos como no característicos, se podría decir que
se cumple la condición 4.

Empatía

2
La frase "aprecio positivo incondicional" puede ser poco afortunada, ya que suena como un absoluto, un concepto
de disposición a todo o nada. De la descripción se desprende probablemente la evidencia de que un aprecio positivo
incondicional completo no existiría jamás, más que en teoría. Desde el punto de vista clínico y experiencial, creo que
la afirmación más exacta es que el terapeuta efectivo experimenta un aprecio positivo incondicional por el paciente
durante muchos momentos de su contacto con él, pero de cuando en cuando experimenta sólo un aprecio positivo
condicional -y a veces, quizá, un interés negativo, aunque esto no es probable en una terapia efectiva. En este
sentido, existe un aprecio positivo incondicional como cuestión de grado en cualquier relación.
7

La quinta condición es que el terapeuta experimenta una comprensión empática y


precisa del conocimiento que el paciente tiene de su propia experiencia; sentir·el mundo
privado del paciente como si fuera el propio, pero sin perder nunca la cualidad de
"como si" -en esto consiste la empatía, y parece esencial en la terapia. Sentir la ira, el
miedo o la confusión del paciente como si fueran propios, pero sin que se mezclen con la
propia ira, miedo o confusión, es la condición que queremos describir. Cuando el
mundo del paciente es así de claro para el terapeuta, y se mueve libremente dentro de
él, puede comunicar tanto su comprensión de lo que el paciente conoce con claridad
como significados de la experiencia del paciente, de los que apenas se da cuenta. Como
un paciente describió este segundo aspecto: “Una y otra vez, cuando estoy en una confusión
de pensamientos y sentimientos, enredado en una telaraña de líneas de movimiento mutuamente
exclusivas, con impulsos que vienen de diferentes partes de mí mismo, y cuando siento que esto
es demasiado y cosas por el estilo -entonces, de repente vino un comentario de usted, así como un
rayo de sol que se abre paso entre cúmulos de nubes y embrollos de un follaje, para esparcir un
círculo de luz sobre un enredo de veredas en el bosque. (Esto fue) claridad, desenredo, un nuevo
giro del cuadro, un poner las cosas en su lugar. Después, la consecuencia -la sensación de
avanzar, de relajación. Éstos fueron rayos de sol”. Que dicha empatía penetrante es
importante para la terapia se indica en la investigación de Fedler (3), en la que ítemes
como los que se presentan a continuación calificaron alto en una descripción de las
relaciones creadas por terapeutas experimentados:

El terapeuta tiene una alta capacidad de comprender los sentimientos del paciente.
El terapeuta nunca duda respecto a lo que el paciente quiere decir.
Las observaciones del terapeuta concuerdan muy bien con el estado de ánimo y humor del
paciente.
El tono de voz del terapeuta transmite su gran habilidad para compartir los sentimientos del
paciente.

Se podría proporcionar una definición operacional de la empatía del terapeuta en


diferentes maneras. Se podría emplear el·Q-sort descrito en la condición 3. En el grado
en que los ítemes que describen una empatía exacta fueran considerados como
característicos tanto por el terapeuta como por los observadores, se estimaría que esta
condición existe.

Otra manera de describir esta condición sería que tanto paciente como terapeuta
clasificaran una lista de ítemes descriptivos de los sentimientos del primero. Cada uno
clasificaría independientemente; la tarea sería representar los sentimientos que el
paciente hubiera experimentado durante una entrevista recién terminada. Si la
correlación entre las clasificaciones de paciente y terapeuta fuera alta, diría que existe
una empatía exacta, en tanto que una correlación baja indicaría una conclusión opuesta.
8

Otra manera de medir la empatía sería que jueces y entrenados evaluaran la


profundidad y exactitud de la empatía del terapeuta basándose en la audición de
entrevistas grabadas.

Percepción que el paciente tiene del terapeuta

La última condición, como se formuló, es que el paciente percibe, en grado al menos


mínimo, la aceptación y empatía que el terapeuta experimenta hacia él. A menos que se
haya logrado cierta comunicación de tales actitudes, éstas no existen en la relación en
cuanto se refiere al paciente, y el proceso terapéutico, de acuerdo con nuestras hipótesis,
no podría iniciarse.

Ya que las actitudes no pueden ser percibidas directamente, sería un poco más exacto
señalar que el paciente percibe las conductas y las palabras del terapeuta y las significa
como queriendo decir que, hasta cierto grado, el terapeuta lo acepta y lo comprende.

No sería difícil dar una definición operacional de esta condición. Después de una
entrevista, el paciente podrá clasificar mediante la técnica Q, una lista de ítemes
relativos a las cualidades que representan a la relación entre él y el terapeuta (se podría
utilizar la misma lista que en la condición 3. Si el paciente clasifica como característicos
de la relación varios ítemes descriptivos de aceptación y de empatía, entonces esta
condición puede considerarse como existente. En el estado actual de nuestro
conocimiento, el significado de “en grado al menos mínimo" tendría que ser arbitrario.

Algunos comentarios

Hasta este punto, se ha hecho el esfuerzo de presentar, en forma breve y factual, las
condiciones que he llegado a considerar esenciales para el cambio psicoterapéutico. No
he tratado de dar el contexto teórico de estas condiciones, ni de explicar lo que me
parece que es la dinámica de su efectividad. Dicho material explicativo estará a
disposición del lector interesado en otros documentos.

De todas formas, he dado por lo menos una forma de definir, en términos operacionales,
cada condición mencionada. He hecho esto con el propósito de enfatizar que no estoy
hablando de cualidades vagas que idealmente deberían presentarse para que ocurra
algún otro resultado vago. Estoy presentando condiciones que son crudamente
medibles, aún en el estado actual de nuestra tecnología, y que han sugerido operaciones
específicas en cada caso, aún cuando estoy seguro de que un investigador serio podría
idear métodos de investigación más adecuados.

Mi propósito ha sido enfatizar la idea de que, en mi opinión, estamos tratando con un


fenómeno “si, entonces”, en que el conocimiento de la dinámica no es esencial para
comprobar las hipótesis. Así, para aclarar desde otro campo: si una sustancia, mediante
una serie de operaciones, muestra ser conocida como ácido clorhídrico, se mezcla con
9

otra, que por medio de otra serie de operaciones muestra ser hidróxido de sodio,
entonces los productos de esta mezcla serán sal y agua. Esto es verdadero, ya sea que se
considere que los resultados se deben a la magia o que se los explique en los términos
más adecuados de la química moderna. De la misma manera, aquí se postula que ciertas
condiciones definibles anteceden a ciertos cambios definibles, y que este hecho existe,
independientemente de nuestros esfuerzos para explicarlo.

Hipótesis resultantes

El valor más grande al formular una teoría en términos inequívocos es que pueden
derivarse de ella las hipótesis específicas susceptibles de probar o desaprobar; por tanto,
aunque las condiciones que se han postulado como necesarias y suficientes fueran más
incorrectas que correctas (que espero que no lo sean), de todos modos podrían hacer que
la ciencia avanzara en este campo, al proporcionar una base de operaciones a partir de la
cual el hecho podría entresacarse del error.

Las hipótesis que se desprenderían de la teoría presentada serían de este orden:


Si las seis condiciones (como se definieron operacionalmente) existen, entonces ocurrirá
un cambio constructivo de personalidad (tal como se definió) en el paciente.
Si una o más de estas condiciones no se presentan, el cambio constructivo de
personalidad no tendrá lugar.
Estas hipótesis se sostienen en cualquier situación, sea o no designada como
"psicoterapia".
Únicamente la condición 1 es dicotómica (o se presenta o no se presenta) y las cinco
restantes se dan en grado variable, cada una en su continuo. Ya que esto es verdadero,
se sigue otra hipótesis, y es probable que sea la más fácil de probar:
Si están presentes las seis condiciones, entonces cuanto mayor sea el grado en que
existen las condiciones de la 2 a la 6, más marcado será el cambio constructivo de
personalidad en el paciente.
En este momento, la hipótesis anterior sólo puede formularse en esta forma general -que
implica que todas las condiciones tienen igual importancia. Sin duda, los estudios
empíricos harán posible un refinamiento mucho mayor de esta hipótesis; por ejemplo,
podría ser que si la ansiedad en el paciente es alta, entonces las otras condiciones sean
menos importantes; o si el aprecio positivo incondicional es elevado (como en el amor
de una madre hacia su hijo), entonces tal vez un modesto grado de empatía sea
suficiente. Mas de momento, únicamente podemos especular sobre dichas posibilidades.

Algunas Implicancias

Omisiones significativas
10

Si existe algún aspecto alarmante en la formulación que se ha dado, así como en las
condiciones necesarias para la psicoterapia, probablemente está en los elementos
omitidos. En la práctica clínica actual, los terapeutas trabajan como si existieran muchas
otras condiciones que son esenciales para la psicoterapia, además de aquellas que se han
descrito. Para señalar esto, sería bueno mencionar algunas de las condiciones que,
después de una consideración cuidadosa de nuestra investigación y de nuestra
experiencia, no están incluídas.

Por ejemplo, no se formuló que estas condiciones se apliquen a un tipo de paciente y


que se necesiten otras condiciones para producir un cambio psicoterapéutico en otros
tipos de paciente. Probablemente ninguna idea está tan extendida en·el trabajo clínico
actual como aquella de que se trabaja con neuróticos en una forma, con psicóticos en
otra; que se tienen que proporcionar ciertas condiciones terapéuticas a los compulsivos,
otras a los homosexuales, etc. Debido a la gran importancia de la opinión clínica en
favor de lo contrario, con cierto “miedo y temblor” adelanto el concepto de que las
condiciones esenciales de la psicoterapia existen en una sola configuración, aunque el
paciente pueda utilizarlas en formas muy diferentes3.

No se establece que estas seis condiciones sean esenciales para la terapia centrada en el
paciente y que otras lo sean para otro tipo de terapia. Desde luego, estoy fuertemente
influído por mi propia experiencia, la misma que me ha guiado hacia un punto de vista
que se llama “centrado en el cliente”. Sin embargo, mi propósito al formular esta teoría
es establecer las condiciones que se aplican a cualquier·situación en que ocurre un
cambio constructivo de personalidad, ya sea que pensemos en el psicoanálisis clásico o
en cualquiera de sus ramificaciones modernas, o en la psicoterapia adleriana o en
cualquier otra. Será obvio entonces que, a mi juicio, mucho de lo que es considerado
esencial, empíricamente no se encontraría que fuera esencial. Verificar algunas de las
hipótesis formuladas aclararía este embrollado asunto. Por supuesto, podemos
encontrar que distintas terapias producen diversos tipos de cambios de personalidad, y
que para cada psicoterapia se necesita un conjunto de condiciones por separado. Hasta
que, y a menos que esto sea demostrado, postulo la hipótesis de que la psicoterapia
efectiva de cualquier clase produce cambios similares en la personalidad y en la
conducta y que se necesita un solo conjunto de condiciones previas.

3
Insisto en esta formulación de mi hipótesis, aunque se vea amenazada por un estudio de Kirtner recientemente
terminado. Kirtner ha encontado, en un grupo de 26 casos del Counseling Center de la Universidad de Chicago, que
existen marcadas diferencias en la manera en que el paciente enfoca la resolución de las dificultades de la vida, y que
estas diferencias se relacionan con el éxito en la psicoterapia. En resumen, probablemente tenga éxito el paciente que
ve que su problema implica sus relaciones y que siente que contribuye a este problema y quiere cambiarlo. Es mucho
más probable que sea un fracaso el paciente que externaliza su problema, sintiendo poca responsabilidad de sí mismo.
Así, la implicación es que resulta necesario proporcionar otras condiciones para la psicoterapia con este grupo; no
obstante, por ahora seguiré postulando mi hipótesis como la propuse, hasta que se confirme el estudio de Kirtner y
hasta que se conozca una hipótesis alternativa que tome su lugar.
11

No se formula que la psicoterapia es una clase especial de relación, de naturaleza


diferente de todas las demás que ocurren en la vida diaria. Por el contrario, será
evidente que al menos por breves momentos, muchas buenas amistades llenan las seis
condiciones; sin embargo, en general, esto es únicamente momentáneo, y entonces la
empatía falla, el aprecio positivo se vuelve condicional, o·la congruencia del amigo
“terapeuta” se ve opacada por cierto grado de defensividad o fachada. Así, la relación
terapéutica es vista como una elevación de las cualidades constructivas que suelen
existir parcialmente en otras relaciones y como extensión de la duración de las
cualidades que en otras relaciones tienden a ser momentáneas.

No se estableció que se requiera del terapeuta un conocimiento intelectual y profesional


particular: psicológico, psiquiátrico, médico o religioso. Las condiciones 3, 4 y 5, que se
aplican especialmente al terapeuta, son cualidades de experiencia, no de información
intelectual. Si se han de adquirir, deben, en mi opinión, adquirirse por medio de un
entrenamiento experiencial -que puede ser, pero que generalmente no es, parte del
entrenamiento profesional-. Me incomoda mantener un punto de vista tan radical, pero
no puedo derivar ninguna otra conclusión a partir de mi experiencia. El entrenamiento
intelectual y la adquisición de información tienen, creo, muchos resultados valiosos,
pero llegar a ser terapeuta no es uno de ellos.

No se ha mencionado que sea necesario para la psicoterapia que el terapeuta tenga un


diagnóstico psicológico preciso del paciente. Aquí también me incomoda mantener un
punto de vista tan diferente del de mis colegas clínicos. Cuando se piensa en la gran
cantidad de tiempo que se emplea en cualquier centro psicológico, psiquiátrico o de
higiene mental en la exhaustiva evaluación psicológica del paciente, parece como si esto
tuviera que servir a un propósito útil en lo que se refiere a la psicoterapia. Pero cuanto
más he observado a los terapeutas y cuanto más cercanamente he estudiado
investigaciones como las de Fiedler y otros (4), más me veo forzado a la conclusión de
que tal conocimiento diagnóstico no es esencial para la psicoterapia 4. Incluso puede ser
que su defensa como un preludio necesario para la psicoterapia sea simplemente una
posibilidad de protección para admitir que sea, en su mayoría, una colosal pérdida de
tiempo. Sólo existe un propósito útil que he podido observar respecto a la psicoterapia.
Algunos terapeutas no se pueden sentir seguros en la relación con el paciente, a menos
que posean dicho conocimiento diagnóstico. Si en el diagnóstico sienten miedo del
paciente, se sienten incapaces de ser empáticos, incapaces de experimentar aprecio
incondicional, y encuentran necesario mantener una apariencia en la relación. Si saben
por adelantado de impulsos suicidas, pueden, en alguna forma, aceptarlos en mayor
grado. Así, para algunos terapeutas, la seguridad que perciben en la información
diagnóstica puede ser una base para permitirse a sí mismos estar integrados a la
relación, y experimentar empatía y completa aceptación. En estos casos, un diagnóstico

4
Aquí no se pretende sostener que la evaluación diagnóstica es inútil. Nosotros mismos hemos usado ampliamente
dichos métodos en nuestros estudios de investigación sobre el cambio de personalidad. Lo que se cuestiona es su
utilidad como condición previa a la psicoterapia.
12

psicológico ciertamente se justificaría como añadido a la tranquilidad y, por tanto, a la


efectividad5.

Tal vez he dado suficientes explicaciones para indicar que las condiciones que he
postulado como necesarias y suficientes para la psicoterapia son sorprendentes y
excepcionales, principalmente en virtud de lo que omiten. Si tuviéramos que
determinar, por medio de un sondeo de las conductas de los terapeutas, aquellas
hipótesis que ellos parecen considerar como necesarias para la psicoterapia, la lista sería
mucho más larga y compleja.

¿Es útil esta formulación teórica?

Además de la satisfacción personal que esto da como una aventura en la abstracción y la


generalización, ¿cuál es el valor de una formulación teórica como la que se ha ofrecido
en este artículo? Me gustaría indicar más completamente la utilidad que creo que podría
tener.

En el campo de la investigación, puede dar tanto una dirección como un ímpetu a


aquélla. Dado que ve a las condiciones del cambio constructivo de personalidad como
generales, amplía en gran medida las oportunidades para el estudio. La psicoterapia no
es la única situación que pretende un cambio constructivo de personalidad. Los
programas de entrenamiento para el liderazgo en la industria y en el ámbito militar
suelen perseguir también ese cambio. Las instituciones o programas educativos tienden
frecuentemente a desarrollar el carácter y la personalidad, así como las habilidades
intelectuales. Las organizaciones comunales buscan un cambio conductual y de
personalidad en delincuentes y criminales. Tales programas darían oportunidad para
analizar ampliamente las hipótesis ofrecidas. Si se encuentra que el cambio constructivo
de personalidad se da en tales programas cuando las condiciones propuestas no se
cumplen, entonces la teoría tendría que revisarse; sin embargo, si las hipótesis se
sostienen, entonces los resultados serían significativos tanto para la planificación de
tales programas como para nuestro conocimiento de la dinámica humana. En el campo
de la psicoterapia misma, la aplicación de hipótesis relativas al trabajo de las diversas
escuelas de terapeutas puede resultar sumamente provechosa. De nuevo, la negación de
las hipótesis ofrecidas sería tan importante como su confirmación y, cualquiera sea el
resultado, contribuye en forma significativa a nuestro conocimiento.

Las técnicas de las diversas terapias son relativamente poco importantes, excepto en el
grado en que sirven como canales para llenar algunas de las condiciones. Por ejemplo,
en la terapia centrada en el cliente, se ha descrito y comentado la técnica de "reflejar el
5
En un momento oportuno, he sugerido que a tales terapeutas se les puede igualmente tranquilizar si se les da el
diagnóstico de algún otro individuo que no es su paciente. El hecho de que el diagnóstico resultara inexacto al
avanzar la terapia no sería particularmente inquietante, porque siempre se espera encontrar imprecisiones en el
diagnóstico al trabajar con el individuo.
13

sentimiento". En términos de la teoría que se está presentando aquí, por ningún motivo
se considera que esta técnica sea una condición esencial para la terapia; sin embargo, en
el grado en que proporcione un canal por medio del cual el terapeuta comunique una
empatía sensitiva y un aprecio positivo incondicional, podrá servir como un canal
técnico mediante el cual se cumplen las condiciones esenciales de la terapia. De la
misma manera, la teoría que he presentado no encontraría ningún valor esencial para la
terapia en técnicas como la interpretación de la dinámica de la personalidad, la
asociación libre, el análisis de los sueños, el análisis de la transferencia, la hipnosis, la
interpretación del estilo de vida, la sugestión y cuestiones similares; no obstante, cada
una de estas técnicas puede llegar a ser un canal para comunicar las condiciones
esenciales que se han formulado. Una interpretación puede darse en forma tal que
comunique el aprecio positivo incondicional del terapeuta. Una corriente de asociación
libre puede ser escuchada de manera que comunique la empatia que el terapeuta está
experienciando. En el manejo de la transferencia, un terapeuta·efectivo suele comunicar
su propia integridad y congruencia en la relación. Algo similar ocurre con las otras
técnicas. Pero así como estas técnicas pueden comunicar los elementos que son esenciales
para la terapia, también cualquiera de ellas puede comunicar actitudes y experiencias
que marcadamente contradicen a las condiciones de la terapia que se han postulado. El
sentimiento puede ser "reflejado" en tal forma que comunique la carencia de empatía del
terapeuta. Las interpretaciones pueden hacerse de manera que indiquen el aprecio
altamente condicional del terapeuta. Cualquiera de las técnicas puede comunicar el
hecho de que el terapeuta está expresando una actitud en un nivel superficial, y otra
actitud contradictoria que es negada a su propia consciencia. Así, un valor de una
formulación teórica como la que hemos expuesto es que puede ayudar a los terapeutas a
pensar en forma más crítica respecto a aquellos elementos de su experiencia, actitudes y
conductas que son esenciales para la psicoterapia, y aquellos que no son esenciales y
hasta perjudiciales para la psicoterapia.

Finalmente, en aquellos programas -educativos, correccionales, militares o industriales-


que apuntan hacia cambios constructivos en la estructura de la personalidad y en la
conducta del individuo, esta formulación puede servir simplemente como criterio muy
tentativo para medir el programa. Hasta que no sea sometido a más pruebas por medio
de la investigación, no se puede pensar que sea un criterio válido, pero, como en el
campo de la psicoterapia, puede ayudar a estimular el análisis crítico y la formulación
de condiciones e hipótesis alternativas.

Referencias Bibliográficas

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doctoral inédita, University of Chicago, 1954.
2. Chodorkoff, B. Self-perception, perceptual defense, and adjustement. Journal of Abnormal
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adlerian therapy. J. of Consulting Psychology, 1950, 14, 436-445.
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8. Standal, S., The need for positive regard: a contribution to client-centered theory. Tesis
Doctoral inédita, University of Chicago, 1954.

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