Sus manos
eran torpes y temblaban, de alguna manera sentía pena de no poder hacerlo.
Del otro lado de la ventana se oía la lluvia, personas corriendo, gritos, risas. No
era común que lloviera en mayo. <<Debería estar fumando>> pensó. Casi se
sentía conminado a hacerlo, tal vez la opacidad, la soledad apacible de esa
pieza que él tanto odiaba, sugerían que ese cigarro ausente, esa lluvia, eran lo
que faltaba para encontrar respuestas. Sin embargo Sin poder siquiera
encontrar consuelo, apoyó sus codos sobre el escritorio y sostuvo su enorme
quijada lampiña con sus dos manos y miró fijamente el poema pegado en la
pared con intenciones de leerlo, pero no pudo. Era, por supuesto, la única vez
que el desamor tendría ese sentido, ya anteriormente había escuchado esa
sentencia “la primera vez siempre duele” algo que él nunca entendió.